Alive

“They survived the impossible...by doing the unthinkable”

“Vengo de un avión que cayó en las montañas.
Soy uruguayo.
Hace 10 días que estamos caminando.
Tengo un amigo herido arriba.
En el avión quedan 14 personas heridas.
Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo.
No tenemos comida.
Estamos débiles.
¿Cuándo nos van a buscar arriba?
Por favor, no podemos ni caminar.
¿Dónde estamos?
¿Cuándo viene?...”
La Cordillera de los Andes es una cadena de montañas de América del Sur comprendido que atraviesa Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y parte de Venezuela.
La altura media alcanza los 4000 metros, con numerosos puntos que alcanzan y hasta superan los 6000 msnm.
Es la cordillera más grande del continente americano y una de las más importantes del mundo.
Constituye una enorme masa montañosa que discurre en dirección sur-norte, contorneando la costa del océano Pacífico a lo largo de 7500 km.
En el extremo meridional esta cordillera se hunde en el océano Atlántico al este de la isla de los Estados.
“Hey, I'll pay for pizza if you go get it”
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, conocido popularmente como el «Milagro de los Andes», ocurrió el 13 de octubre de 1972, cuando el avión militar con 40 pasajeros y cinco tripulantes que conducía al equipo de rugby Old Christians, formado por alumnos del colegio uruguayo Stella Maris, se estrelló en la cordillera de los Andes de Mendoza, Argentina, a 3500 msnm, en ruta hacia Santiago de Chile.
Este tipo de avión, Fairchild Hiller FH-227D, tiene la particularidad de volar con la cola más baja que la nariz, como el vuelo de un ganso.
El 13 de octubre despegó con destino a Santiago de Chile; todo iba bien, sin embargo hubo un cambio de suma importancia, la dirección y sentido de los vientos cambiaron de modo que el Fairchild pudo ver reducida su velocidad de crucero de 210 a 180 nudos.
Dado que el paso estaba cubierto por nubes, los pilotos estimaron en base al tiempo habitual empleado para cruzar el mismo.
Sin embargo, no tuvieron en cuenta los fuertes vientos en contra que desaceleraron el avión y el consiguiente aumento de tiempo necesario para completar la travesía.
A las 15:21 el piloto Lagurara informó a los controladores aéreos de Santiago de Chile que sobrevolaban el Paso del Planchón y que calculaba alcanzarían Curicó a las 15:32.
Unos tres minutos más tarde, el Fairchild comunicó de nuevo con Santiago informando que divisaban Curicó.
El avión tomó entonces rumbo norte.
La torre de control de Santiago dio por buena la posición comunicada por Lagurara autorizándole a descender a los 3500 msnm dando por hecho que se dirigía hacia el aeropuerto de Pudahuel al oeste de Santiago de Chile cuando en realidad se adentraban en la cordillera en las inmediaciones del volcán Tinguiririca en la provincia de San Fernando.
Dicho error de más de 100 km dificultó posteriormente las tareas de rescate.
Contando con autorización, el Fairchild comenzó el descenso apoyado por instrumentos entre la niebla de una tormenta en desarrollo mientras todavía se encontraban sobre las montañas.
Descendió 1000 m.
A esa altura el Fairchild entró en una nube y comenzó a dar sacudidas.
El aparato descendió varios cientos de metros de golpe al atravesar varios pozos de aire.
Ante esta situación, no faltó quien hiciera chistes sobre el incidente, o quien alzara los brazos y vitoreara como en una montaña rusa, o se aventara un balón de rugby.
La serie de descensos bruscos hicieron que el avión perdiera más altitud (perdió casi 1500 m), momento en el que muchos de los pasajeros cayeron en la cuenta de que el ala del avión estaba muy cerca de la montaña.
Dudaron si aquello era normal.
Unos momentos después, los pasajeros se miraban unos a otros con terror, otros rezaban, al ver que estaban a unas decenas de metros de las laderas de un encajonado, esperando el inevitable choque del avión.
El Fairchild descendió aún más y se metió en un largo cajón de elevados riscos en medio de una neblina.
Repentinamente, la niebla se abrió, al tiempo que los pilotos vieron cómo su aeroplano estaba en rumbo frontal de colisión, con la parte final del cajón cerrada por un alto farallón, el cerro Seler.
La alarma de colisión dentro de la cabina se activó, lo que alarmó a pasajeros y tripulación.
La aeronave se enfrentó a un alto farallón que el comandante Lagurara a duras penas y mediante un extraordinario esfuerzo físico pudo salvar por un par de metros; pero golpeó la cola en la orilla del farallón en un pico sin nombre (posteriormente bautizado Cerro Seler, por Nando Parrado en honor a su padre), situado entre el cerro El Sosneado y el volcán Tinguiririca, cerca de la frontera entre Argentina y Chile, pero del lado argentino.
El aparato golpeó una segunda vez un risco del pico a 4200 msnm, perdiendo el ala derecha, que fue lanzada hacia atrás con tal fuerza que cortó la cola del aparato a la altura de la ventanilla Nº 8 de 10 por el lado de babor y Nº 7 por el lado de estribor.
Al desprenderse la cola con el estabilizador vertical, quedó abierto tras sí el interior en la parte posterior del fuselaje.
De este desprendimiento, salieron al menos dos filas de asientos y al impactar contra la montaña, murieron instantáneamente cinco personas, incluido el sobrecargo, que iban todavía atados a sus asientos de la cola.
Al golpear el avión por tercera vez en un segundo pico, perdió el ala izquierda, quedando en vuelo únicamente su fuselaje, a manera de proyectil.
Éste, aún con bastante velocidad, golpeó tangencialmente el terreno nevado y resbaló por una amplia ladera nevada y empinada de más de 4 km de largo hasta detenerse en un banco de nieve.
Dos pasajeros más, atados aún a sus asientos, salieron despedidos por el boquete posterior.
El sitio donde quedó el avión es una pendiente de los Andes que mira al este, a 3500 msnm, en el glaciar de las Lágrimas (alta cuenca del río Atuel), distrito El Sosneado, San Rafael, Mendoza, Argentina, a solo 1200 m de la frontera argentino-chilena, pero a mucha menor altura, pues ésta allí alcanza altitudes de hasta 4770 msnm.
El golpe de la nariz del avión contra el banco de nieve resultó fatal para los tripulantes de cabina.
La fuerza del golpe hizo que el tren de aterrizaje delantero, todavía en su pozo, comprimiera fuertemente la cabina del avión hacia atrás, atrapando a sus ocupantes contra el panel de instrumentos.
Lagurara quedó con su cabeza fuera de la ventanilla y con su pecho comprimido contra el fuselaje en el interior.
Los pasajeros que quedaron dentro del fuselaje, por la inercia, fueron comprimidos en sus asientos hacia la parte frontal de éste, que se elevó hasta casi tocar el techo.
Algunos de los fallecidos quedaron comprimidos entre asientos o atrapados por ellos mismos.
Algunos pasajeros sufrieron traumatismo craneoencefálico (TCE), lo que provocó su muerte, mientras que otros quedaron atrapados en sus asientos sin posibilidad de zafarse.
Para el resto, el golpe fue amortiguado.
Increíblemente, algunos pasajeros resultaron ilesos o con tan sólo heridas leves.
Hubo otros pasajeros con heridas internas graves que fallecieron en horas posteriores.
De inmediato, Marcelo Pérez, el capitán del equipo de rugby, organizó a los ilesos para ayudar a liberar a los que seguían atrapados y a los heridos, despejando el fuselaje para prepararse para la noche.
Uno de los sobrevivientes salió por atrás del fuselaje y a tientas entre la nieve y el fuselaje se acercó al piloto agonizante.
Lagurara solicitó agua, a lo que el sobreviviente le acercó nieve a la boca.
Entonces, empezó a decir:
«Anota, estamos en Curicó, anota...»
Entonces, Lagurara le pidió tomar el revólver de la cabina y que le disparara, cosa que no ocurrió.
El piloto Julio Ferradas murió víctima de un TCE y el copiloto Dante Lagurara murió tras agonizar toda la noche, al amanecer del día siguiente.
De las 45 personas en el avión, trece murieron en el accidente o poco después (entre ellos 4 de los 5 miembros de la tripulación); otros cuatro habían fallecido a la mañana siguiente, y el octavo día, murió una pasajera de nombre Susana Parrado debido a sus lesiones.
Los 27 restantes tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales (-25 a -42 °C) de supervivencia en las montañas congeladas, algo parecido a encontrase dentro de un inmenso frigorífico, aún en plena época de nevadas, en medio de la primavera austral.
Durante varios días las partidas de rescate intentaron localizar los restos del avión sin éxito.
Incluso algunos aviones estuvieron cerca del lugar, pero muy alto para poder encontrarlos.
Muchos de los sobrevivientes habían sufrido diversas lesiones cortantes o moretones y carecían de calzado y ropa adecuada para el frío y la nieve.
Se organizaron para resistir las duras condiciones imperantes.
A pesar de las condiciones y el grado de debilidad y aletargamiento, los sobrevivientes liderados por el estudiante de medicina, Roberto Canessa, propuso soluciones para todo, fabricó además elementos y utensilios ingeniosos tales como alambiques, guantes con los forros de los asientos del avión, que se desprendían con facilidad, botas con los cojines de los mismos para evitar hundirse en la nieve al querer trasladarse, y anteojos con el plástico tintado para resistir el frío y el encandilamiento de la nieve.
También fue uno de los primeros que sugirió alimentarse de la carne de los fallecidos, rompiendo con ese tabú y probando el primer bocado.
La mayoría de los sobrevivientes dormían con un par de pantalones, tres o cuatro suéteres, tres pares de calcetines, y algunos se tapaban la cabeza con una camisa para conservar el aliento.
Para evitar la hipotermia, en las noches más frías, se daban masajes para reactivar la circulación e intentaban mantener la temperatura corporal en contacto entre sí.
Algunos preferían dormir descalzos para evitar pegar a alguien con sus zapatos.
La búsqueda se suspendió ocho días después del accidente.
En el undécimo día en la montaña los supervivientes escucharon por una radio de pilas, con consternación que se había abandonado la búsqueda.
La noche del 29 de octubre, a 16 días ya de la caída, una nueva tragedia se cernió sobre el resto del avión y los muchachos, en la noche a eso de las 23:00 un alud se deslizó y sepultó los restos del Fairchild FH-227D, ingresando por el boquete de la parte posterior, arrasando el muro provisional y sepultando a quienes dormían en su interior, salvo a un joven, Roy Harley, quien desesperadamente comenzó a cavar en busca de los que yacían bajo la nieve.
Pese a los desesperados intentos de rescate por sus compañeros, ocho personas murieron asfixiadas bajo la nieve, incluyendo al capitán del equipo Marcelo Pérez y al último pasajero de sexo femenino, Liliana Navarro de Methol.
No obstante, el enterramiento del fuselaje permitió al resto de los sobrevivientes no morir congelados más adelante.
En esta nueva situación las condiciones de supervivencia increíblemente se endurecieron aún más.
Apenas disponían de espacio en el interior, contando con menos de un metro hasta el techo solo en la parte delantera del fuselaje. Se percataron suficientemente a tiempo de la carencia de oxígeno al ver que la llama de un mechero tendía a apagarse.
Nando Parrado, localizó un vara con la que golpeó el techo del fuselaje hasta conseguir hacer un agujero, pero la capa de nieve por encima del fuselaje le obligó a seguir perforando hasta llegar a la superficie por donde finalmente pudo entrar el oxigeno que necesitaban.
Podían sentir como en el exterior se estaba desarrollando un duro temporal del cual se protegerían en el interior del fuselaje, sin embargo carecían del alimento que almacenaban fuera del mismo.
Esto les obligó a hacer uso de alguno de los cuerpos de sus compañeros fallecidos en el alud que se encontraban en el interior.
Este hecho les condicionó en el modo en que posteriormente ubicarían a los cuerpos, tendiendo en cierta medida a dispersarlos pensando que así facilitarían más su disponibilidad ante situaciones inadvertidas.
A mediados de noviembre, fallecieron dos jóvenes más, Arturo Nogueira y Rafael Echevarren, a causa de la infección de sus heridas, gangrena.
El 11 de diciembre, moriría la 29º y última víctima del accidente por la misma causa Numa Turcatti.
Los supervivientes disponían apenas de alimentos.
A pesar de que durante los días posteriores al accidente racionaron la comida disponible, pronto se mostró insuficiente.
En el lugar donde se habían estrellado no había vegetación ni animales de los que pudieran alimentarse, el terreno era suelo desnudo de nieves perpetuas.
El grupo pudo sobrevivir durante 72 días y no morir por inanición gracias a la decisión grupal de alimentarse de la carne de sus compañeros muertos, práctica denominada antropofagia, quienes estaban enterrados en las afueras del fuselaje.
No fue una decisión fácil de tomar, y en un principio algunos rechazaron hacerlo, si bien pronto se demostró que era la única esperanza de sobrevivir, muchas consideraciones pasaron por el tema religioso católico.
Pronto se impuso la regla (o exigencia), de no utilizar como alimento a ningún familiar cercano, ni tampoco a algún fallecido de sexo femenino, como el caso de las dos mujeres Parrado.
En un primer momento quisieron utilizar la radio de la cabina para pedir auxilio, pero carecía de energía, pues la batería estaba en la cola que ellos habían creído divisar 2 km más arriba.
Varios de los supervivientes intentaron localizar la sección de cola que había sido arrancada a raíz del primer impacto, esperando poder recuperar las baterías que se encontraban en esa parte del avión.
Cuando por fin llegaron a la sección de cola, ubicada a la distancia que habían supuesto, vieron que las baterías resultaban excesivamente pesadas, cerca de 23 kg cada una, para trasportarlas hasta el fuselaje del avión, por lo que decidieron desmontar la radio de la cabina y llevarla hasta la cola del avión; la batería estaba en buen estado.
Además en algunas valijas hallaron chocolates y licores.
A pesar de todos sus esfuerzos no lograron comunicarse con el exterior pues un cortocircuito originado debido al desconocimiento, dañó irreparablemente la radio.
Junto con el hallazgo de la cola, también hallaron los cuerpos de dos pasajeros enterrados y aún unidos a sus asientos por los cinturones de seguridad.
El extremo frío de la alta montaña era el peor enemigo que debían afrontar los sobrevivientes, sin embargo, gracias a estas temperaturas se podía conservar adecuadamente la carne y se impedía por completo el desarrollo de las infecciones producidas por los microorganismos que estaban ausentes bajo estas condiciones aún ya comenzado el verano austral en la última etapa.
Para comienzos de diciembre de 1972, el deshielo dejó al descubierto el fuselaje nuevamente y los sobrevivientes pudieron disfrutar de días soleados, bañados con los cálidos rayos del sol.
Los supervivientes finalmente vieron que su única esperanza consistía en ir a buscar ayuda.
El 12 de diciembre de 1972, Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín parten en busca de ayuda.
Al creer en todo momento que se encontraban ya en territorio chileno, es decir, en el lado occidental de la cordillera andina, tomaron la errada decisión de caminar rumbo al poniente, teniendo que encarar el cruce del encadenamiento principal de los Andes sin medios, preparación, ni fuerzas adecuadas.
Si la marcha se hubiese efectuado hacia las pampas argentinas, el esfuerzo habría sido muy inferior, pues allí el terreno rápidamente desciende hacia el oriente, logrando arribar a los primeros criadores de cabras y ovejas en un recorrido mucho más acotado y asequible.
En particular a unos 21 kilómetros en línea recta se encuentra el Hotel Termas del Sosneado que en aquellos días albergaba víveres y se encontraba custodiado por una persona con ayuda de la cual probablemente les hubiera sido mucho más fácil encontrar la civilización.
La gran altitud del cerro Sosneado y la ubicación errónea facilitada por el miembro de la tripulación moribundo en la cabina, les desorientó completamente.
El tercer día de marcha, Antonio resbala y se crea una lesión, por lo que deciden enviarlo de vuelta.
También le pidieron dejar su ración de carne, ya que el trayecto sería más largo de lo calculado.
Diez días después de partir de los restos del fuselaje, y habiendo caminado unos 55 km aproximadamente, llegan a la precordillera curicana del sector de Los Maitenes.
Recorren un río para vadearlo por casi día y medio y no pueden lograrlo por la crecida del deshielo.
Canessa comienza a sentirse enfermo, por lo que Nando debe llevar las dos mochilas.
La carne que llevaban consigo comenzó a descomponerse rápidamente debido al aumento significativo de la temperatura de la precordillera.
Al amanecer del día siguiente, ven en la otra orilla a un huaso chileno que los observa.
Logran hacerle llegar un mensaje escrito donde dicen ser sobrevivientes de un avión siniestrado.
El arriero quien resultó ser Sergio Catalán, entiende el mensaje, les lanza un poco de pan y se dirige al retén de Puente Negro a cargo de Carabineros de Chile con el capitán Courbis al mando, es el más próximo, a diez horas de marcha, y da la noticia.
Luego de ello, una patrulla de Carabineros se dirige al sector y le brindan ayuda.
En aquel día del 22 de diciembre, los pilotos chilenos Carlos García, Jorge Massa y Mario Ávila se preparaban para volar en un DC-6 a Punta Arenas entonces recibieron incrédulos la noticia de que habían aparecido sobrevivientes del avión uruguayo extraviado hace más de dos meses en la cordillera.
Se habían realizado por parte de la FACH, hasta suspenderse la búsqueda, 66 misiones sin resultados.
Una vez a la vista el sitio del accidente, los pilotos chilenos comprendieron que el rescate iba a ser muy difícil debido a la pendiente del terreno, pero mientras los 14 sobrevivientes saltaban jubilosos y gritaban de alegría.
Cuando aterrizaron sobre un solo Skid para afirmarse en la nieve, los rescatistas del SAR descendieron mientras los sobrevivientes intentaban abordar los helicópteros, hubo instantes de angustia ya que el peso de los famélicos sobrevivientes excedía el peso de levante del diseño del UH-Bell, por lo que hubo que bajar a algunos llegando incluso a usarse la fuerza bruta para evitar un nuevo desastre en el lugar.
Se rescataron a siete de ellos en ambos aparatos, el resto se tuvo que quedar una noche más en compañía de los miembros del SAR.
No pudieron ser transportados todos ellos debido a que el UH-Bell rescatista había llegado a su máximo peso, obligando a algunos supervivientes a pernoctar una vez más en la montaña.
Esa noche, algunos de los rescatistas pasaron la noche en el fuselaje destrozado.
Uno de los miembros del SAR que estuvo con este resto, contaría más tarde:
"El avión estaba partido y sin alas, el piloto aún estaba en su puesto, pero su cabeza había desaparecido y solo quedaba el muñón de la columna asomándose por la ventanilla, había escenas de canibalismo evidente, ya que alrededor y debido al deshielo, dejaba entrever restos humanos"
Tras ser rescatados la totalidad por helicópteros son trasladados a Santiago para ser atendidos por médicos.
Los equipos de rescate contaron 11 cuerpos descuartizados, y los demás en calidad de reserva.
Los rostros de los sobrevivientes muestran las penurias padecidas y un color amarillo-rosado extraño, con la piel pegada a los huesos.
A pesar de las dudas iniciales, los sobrevivientes pronto reconocen y justifican que han debido recurrir a la antropofagia para poder sobrevivir.
En un principio lo negaron, alegando que en Mendoza adquirieron grandes cantidades de chocolates, conservas, queso y licores.
Pero el hecho quedo al descubierto cuando los diarios chilenos El Mercurio y La Tercera de la Hora publicaron fotografías de restos humanos cerca del fuselaje, tomadas por el Cuerpo de Socorro Andino (CSA) y que no se habían dado a conocer.
Los supervivientes se vieron obligados a dar una conferencia de prensa para hablar del asunto.
Agradecieron profundamente la comprensión de familiares de los fallecidos, quienes los apoyaron en todo momento:
"Ellos (los familiares) dijeron que menos mal que había 45 para que podamos tener 16 hijos de vuelta.
Nos quieren como hijos.
Supongo que en su yo más íntimo cuando nos ven piensan por qué sobrevivimos nosotros y no sus hijos.
Es un sentimiento humano lógico"
Un mes más tarde, una expedición por tierra y aire llega al lugar del accidente.
Los restos de los fallecidos fueron enterrados en un lugar situado a ochocientos metros del avión, sin riesgo de aludes.
Sobre la tumba se colocó una cruz de hierro en honor de las víctimas.
Sobre ella, escrito en el metal, de un lado aún se puede leer:
"El mundo a sus hermanos uruguayos"
Y por el otro:
"Más cerca, oh Dios, de ti"
Lo que quedó del fuselaje fue quemado para frustrar a los buscadores de curiosidades.
“And what about our innocence?
What's going to become of our innocence if we survive as cannibals?”
Milagro en los Andes es el primer libro del uruguayo de Fernando Parrado y Vince Rause, publicada por primera vez por Editorial Orion en 2006 y Editorial Planeta.
En ése accidente, Parrado perdió a su madre y a su hermana Susana.
Ambas iban en la fila izquierda de la cabina de pasajeros.
La madre falleció en el impacto final, cuando el fuselaje se detuvo contra un banco de nieve.
Susana quedó con heridas superficiales aunque Zerbino y Canessa, entonces estudiantes de medicina, sospechaban con acierto, que tenía daños internos graves.
A las pocas horas manifestó los síntomas de la gangrena en las piernas, debido a las temperaturas bajo cero grados Celsius.
Al tercer día su hermano Nando, tras recuperar muy lentamente el conocimiento, se hizo cargo de ella, alimentándola y masajeándole las piernas ennegrecidas.
Aún así fue poco lo que pudo hacer por ella.
En medio de su delirio, así como solía llamar a su madre fallecida, también balbuceaba incoherencias y tarareaba canciones infantiles inglesas.
Por su estado de semiinconsciencia, le fue casi imposible saber a Nando si su hermana menor lo reconocía.
Finalmente, tras varios días de agonía, falleció en los brazos de su hermano el 21 de octubre del mismo año, día en que el Servicio Aéreo de Rescate daba por terminada la búsqueda oficial del aeroplano perdido.
La joven tenía 20 años.
Parrado fue considerado por muchos el gran héroe de la tragedia aunque el mismo se definía como uno más del suceso gracias a su carácter humilde.
Parrado fue la primera persona, junto con Roberto Canessa, en escalar y dar nombre al hoy conocido como Cerro Seler, nombre en memoria de su padre, y el primer superviviente en entrar en contacto con la primera persona que vieron tras el accidente.
“Do you know what it is that we've lived this long the way we have?
70 days?
It's impossible.
I's impossible and we did it.
I'm proud to be a man on a day like this.
Alive.
That I lived to see it, and see it in such a place.
Take it in.
I love you, man.
It's beautiful.
It's God.
And it'll carry us over every stone, I swear”
Alive es una película de 1994, del matrimonio formado por el director, y también productor, Frank Marshall y su esposa, productora también, Kathleen Kennedy.
Protagonizada por Ethan Hawke, Vincent Spano, Bruce Ramsay, John Malkovich, Josh Hamilton, John Haymes Newton, David Kriegel, Illeana Douglas, José Zúñiga, entre otros.
Alive está basada en el aclamado libro de Piers Paul Read escrito en 1974, “Alive: The Story of the Andes Survivors", que a su vez está basado en las entrevistas realizadas a los supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya.
Uno de los supervivientes, Fernando Parrado trabajó como asesor técnico en Alive.
Los efectos especiales de Alive son fantásticos, sobretodo el inicio, el accidente.
Se filmó en Canadá en tres lugares diferentes: en una montaña a 2.500 metros de altura, para lo cual la producción estableció un campamento, en otro sitio al pie de la montaña y en un set de Vancouver, donde se ambientan las escenas de interiores.
Tres aviones Fairchild iguales a los del accidente fueron adquiridos para el rodaje.
Alive es fiel a los nombres de los protagonistas y también a las referencias sobre el Uruguay, para lo cual la producción mandó a buscar artículos uruguayos como cajas de cigarrillos, chocolates y hasta pintura de uñas Cutex.
Pero por respeto a las víctimas del accidente, se cambiaron los nombres de los fallecidos por nombres ficticios.
Alive incluye algunos incidentes de ficción para añadirle acción a la historia.
Según el superviviente real Fernando Parrado, asesor activo durante todo el rodaje, dijo:
“El hecho exactamente como pasó hubiera sido imposible de filmar y hubiera sido imposible de ver, debido a la dureza de los sucesos que tuvieron lugar durante y tras el accidente”
Alive narra la historia de un equipo uruguayo de rugby, el Old Christian's Club de Carrasco, cuyos miembros eran estudiantes de Colegio Stella Maris de Montevideo, y de sus amigos y familiares.
Todos ellos se vieron envueltos en un accidente aéreo al estrellarse su avión en los Andes el 13 de Octubre de 1972.
Los supervivientes tuvieron que recurrir a la antropofagia, mal llamado canibalismo, para poder subsistir.
La antropofagia es el acto de incluir carne u otros tejidos, excepto sangre, en cuyo caso se llama hematofagia, de humanos en la dieta.
Puede ocurrir por depredación, cuando el humano es asesinado por el animal depredador, o por carroña, si es comido después de morir por cualquier causa ajena al animal que se lo come.
También puede ser comido por otro humano y en este caso es Canibalismo.
Por tanto, el canibalismo es el acto o la práctica de alimentarse de miembros de la propia especie.
El término se aplica a cualquier animal, aunque se suele emplear el término caníbal para referirse al ser humano que se alimenta o come a otro ser humano, antropofagia.
Es una práctica socialmente rechazada y legalmente sancionada, los casos particulares en sociedades occidentales, actualmente se relacionan con situaciones extremas de hambre, criminales o personas con profundos problemas psicológicos.
Recordemos que en Alive eran estudiantes criados en colegios católicos.
Y pensaban que esto podría ocasionarles problemas espirituales.
Cuando cortan las primeras piezas de carne, parece pollo, no quisieron poner escenas más fuertes.
Pero en el libro dice que comieron: carne, músculos, órganos, lengua, testículos, grasa, sesos, hígado y corazón.
De hecho antes de consumirla, rezaban plegarias por lo que estaban a punto de cometer.
Por cierto:
“Si los 45 hubiesen sobrevivido al accidente... todos estarían muertos”
Esa es una frase del padre de Canessa, quien agradeciendo al resto de los familiares, lo menciono.
Y si lo pensamos lleva mucha razón, 45 personas sin alimento...
¿Cuántos habrían sobrevivido?
Y lo más curioso del tema, Parrado y Canessa caminaron más de 8 días e hicieron más de 100 kilómetros, cuando tenían la salvación a 3 días por otro camino y a tan solo 8 Km de distancia del avión, había un hotel que tenía almacenada gran cantidad de alimentos en conserva.
Como aspecto positivo vale destacar que la ambientación y todo el trabajo en ambientes naturales es digno de encomio y valoración, impactantes escenarios que regala la madre naturaleza son el escenario perfecto para la historia.
Creo que una de sus mayores virtudes de Alive es el realismo con el que se tratan todos los hechos, que hacen meterte en esa aventura de pleno, trágica aventura en la que el espectador sufre en sus propias carnes las sensaciones de sed, angustia por sobrevivir, incertidumbre, pena y dolor, y sobretodo el enfrentamiento con la muerte en forma de pérdida de amigos, quizás lo más trágico de Alive.
Alive es excelente en todos los sentidos, muestra que hasta en medio de las peores desgracias nunca nos hallamos solos.
Que los caminos y destinos que estos conllevan al seguirlos ya se encuentren trazados en la vida, mas sin embargo no podremos alcanzarlos si nosotros no hacemos algo al respecto.
De tomar decisiones tan difíciles que pongan a prueba nuestra integridad moral y nos hagan dudar de nuestra propia bondad, de si es ético sobrevivir a costa de nuestros semejantes.
De la enorme importancia de la voluntad, pero sobre todo de la fe para lograr vencer obstáculos que parecen imposibles.
Sublime la banda sonora de Alive a cargo de James Newton Howard.
Alive sobrecoge, en dolorosa empatía, con las siguientes escenas:
La secuencia del accidente aéreo, claro está, el avión partido en dos, los cuerpos absorbidos por la presión terrible, dolor aullante, piernas aplastadas, gritos, nieve, terror...
Es como para no volver a coger un avión en lo que te quede de vida.
Verla en la tele es impactante, pero en el cine debió asegurar pesadillas por años.
El frío, frío, frío.
Tratar de sobrevivir a las noches andinas sin nada más que un avión destrozado para refugiarse.
Labios helados, dedos azules, dientes que repican sobre dientes, el frío como el enemigo implacable, las noches como interminables batallas contra los elementos.
Y a la mañana siguiente, recuento de bajas…
El hambre insoportable.
La antropofagia es la última barrera que el ser humano opone a la supervivencia.
Quizás una de las preguntas que más tememos:
¿Seríamos capaces de alimentarnos de nuestros congéneres en un caso extremo?
Ellos sobrevivieron.
El rescate.
Vivir después de haber sobrevivido, la conciencia, el recuerdo, etc.
La escena en que comienzan a ingerir carne humana es el culmen de Alive, impresiona y no produce el lógico rechazo.
Incluso, tiene una estética de "Última Cena" verdaderamente original e impactante.
“They were ordinary young men driven to the very limits of human endurance”
Alive provocó todo tipo de reacciones.
Fue criticada debido a la falta de fidelidad a los hechos reales en cuanto al físico de los actores, argumentando que se debería haber elegido a actores cuyos rasgos fueran de europeos del sur, de acuerdo con la composición demográfica de Uruguay; en lugar de actores de rasgos típicamente estadounidenses.
Luego tenemos que achacar que uruguayos hablando inglés no le sienta bien al filme y actores norteamericanos pronunciando los nombres latinos suena cacofónico.
Mientras el aclamado libro de Piers Paul Read prestaba especial atención a la estructura social que se mantenía entre los miembros del grupo; Marshall juega con los detalles sociológicamente fascinantes y las ambigüedades de los personajes en favor de la acción, el heroísmo y una vaga religiosidad que se esparce sobre la historia como azúcar molido.
Otros, destacaban la naturaleza sensible de Alive sosteniendo que a pesar del potencial para el sensacionalismo escabroso de la historia, Marshall consigue mantener su dignidad, deslizando sutilmente el curso de la acción al narrar algunos hechos muy crudos gracias, en gran parte, a estilo alegórico.
“And so we were saved.
Nando and Canessa breached the Andes and we were saved.
Later, a group went back and buried the bodies.
They built a rough stone altar by the grave and on top of it, they placed an iron cross.
There's nothing more I can tell you.
We were brought together by a grand experience”
No estamos exentos de ser víctimas de algún percance, por la vida vamos y sin saber que nos depare, por lo menos debemos agradecer el hecho de no haber pasado por duros y crudos momentos como los contados en Alive, que hablan sobre aquel terrible accidente aéreo y lo que tuvieron que padecer, el despiadado frío, hambre, muerte de amigos, familiares y hasta la pérdida de la esperanza, ya que cada vez que se aferraban a ella, algo pasaba que los hacía decaer nuevamente en la desilusión, y a pensar que no había otra salida más que la muerte, lo que fue peor aun para ellos el tener que recurrir al canibalismo como único medio para subsistir.
Como seres humanos haremos siempre lo posible por sobrevivir, y tal vez no sabemos hasta qué punto podríamos llegar para lograrlo.
Todos los veranos cientos de personas de todas partes del mundo visitan el lugar de la tragedia como una forma de rendir un justo homenaje a las víctimas y sobrevivientes, e intentar comprender “in situ” la magnitud de la proeza.
La travesía es de 3 días.
Se parte en vehículos todo terreno desde el pueblo de El Sosneado hasta el Puesto Araya, próximo al abandonado hotel Termas de El Sosneado.
Desde allí se marcha en caballos y mulas, pasando la noche en un campamento en la montaña.
A la mañana siguiente, se trepan hasta los 3500 msnm, llegando hasta el Glaciar Las Lágrimas donde se encuentran los restos de la tragedia.
Allí los guías narran como fue la dura experiencia.
En 2007, el arriero chileno Sergio Catalán fue entrevistado por la televisión chilena acerca de una dolencia a su pierna (artrosis de cadera) que le dejaría inválido, pero gracias a la prensa, el ahora doctor Canessa y el círculo de sobrevivientes de los Andes acudieron en ayuda de él como un modo de agradecimiento por su valiosa ayuda.
Roberto Canessa es hoy en día un reconocido cardiólogo.
Jamás ha dejado de expresar sus agradecimientos por el rescate.
El 4 de septiembre de 2010, cuatro sobrevivientes de esta tragedia llegaron a Chile a saludar a los mineros de la mina de San José y a sus familias y les dedicaron unas palabras de aliento y optimismo…
"Estaban buscando cadáveres, no personas vivas.
Y lo peor de todo, es que no sabían que los estábamos escuchando.
Eso quería decir que no nos iban a venir a buscar y que probablemente íbamos a tener que estar mucho tiempo ahí, sanos, fuertes, alimentarnos...
Inclusive, si no nos venían a buscar, salir.
Esto fue un punto de inflexión"

“After 20 years, you analyze alot.
You remember people, heroism.
The Miracle of the Andes, that's what they call it.
Many people come up to me and say that they had been there, they surely would have died.
But it makes no sense, because until you're in a... situation like that... you... you have no idea... how you'd behave.
To be affronted by solitude decadence or a... single material thing to prostitude it elevates you to a sprititual plane, where I felt the presence of God.
Now, there's a God they taught me about at school.
And there is the God that's hidden by what surrounds us in this civilization.
That's the God I met on the mountain”


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