Munich


“The world was watching in 1972 as 11 Israeli athletes were murdered at the Munich Olympics.
This is the story of what happened next”

“Nuestros peores temores se han hecho realidad”
Con estas palabras, pronunciadas el 06 de septiembre de 1972, el presentador de televisión, Jim McKay, anunció a Estados Unidos, que los 11 miembros de la delegación israelí, que un grupo de palestinos había secuestrado en la Ciudad Olímpica de Munich, habían fallecido en manos del grupo terrorista palestino “Septiembre Negro”, siendo este evento quizás, la última vez que el mundo se estremeció con una matanza judía por parte de los palestinos.
Los Juegos Olímpicos de Munich ‘72, oficialmente conocidos como “Los Juegos de la XX Olimpiada”, fue un evento multideportivo internacional, celebrado en Munich, Alemania Occidental, entre el 26 de agosto y el 11 de septiembre de 1972.
En ella, participaron 7134 atletas, de los cuales, 6075 eran hombres, y 1059 mujeres; de 121 países, compitiendo en 23 deportes, y 195 especialidades.
Como dato, estos fueron los primeros Juegos Olímpicos, en adoptar una mascota:
“Waldi” un perro dachshund y será recordada por la hazaña de Mark Spitz, que consigue 7 medallas de oro en natación.
Pero además, estos Juegos Olímpicos de 1972, fueron enturbiados por un acto terrorista.
El 05 de septiembre, terroristas palestinos asesinaron a 2 atletas israelíes, y tomaron a otros 9 como rehenes, reclamando la liberación de más de un centenar de presos palestinos.
Tras un frustrado intento de rescate, los rehenes y terroristas, con excepción de 3, acabaron muertos.
“Septiembre Negro”, en árabe أيلول الأسود, (Aylūl al-Aswad) fue una organización terrorista palestina, fundada en 1970.
Tuvo nexos con diversos grupos dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), principalmente con Al-Fatah, por entonces, dirigida por Yasser Arafat, y más tarde, con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP)
El nombre “Septiembre Negro” proviene, de los acontecimientos que enfrentaron a combatientes palestinos con el ejército jordano, en septiembre de 1970.
La primera acción del grupo, fue el asesinato del Primer Ministro de Jordania, Wasfi Tall, el 28 de noviembre de 1971.
Wasfi Tall fue clave para la expulsión de los combatientes palestinos de Jordania entre 1970 y 1971.
Su acto más conocido, fue la Masacre de Munich.
Otros actos atribuidos a “Septiembre Negro” son el intento de asesinato contra el embajador jordano en Londres, en diciembre de 1971, el sabotaje de una instalación eléctrica alemana occidental, y de una planta de gas holandesa en febrero de 1972, el secuestro de un avión comercial belga, que volaba desde Viena a Tel Aviv, en mayo de 1972, y el atentado contra la embajada saudí en Sudán, que costó la vida a 3 personas, entre ellas el embajador de Estados Unidos, en marzo de 1973.
Luego de este último atentado, la organización fue desmantelada, al parecer debido a presiones de la OLP, que vio que los actos terroristas no hacían más que perjudicar la causa palestina, y los asesinatos selectivos del Mossad, en operación conocida como “Cólera de Dios”, que acabaron con la vida de muchos líderes de esta organización.
A partir de 1974, otras agrupaciones como Abu Nidal y FPLP, comenzaron a relacionar el nombre “Septiembre Negro” con algunos de sus propios actos; sin embargo, lo más probable es que estos grupos no tuvieran nada que ver con la organización original.
El Mossad, forma abreviada de HaMossad leModi'in v'leTafkidim Meyuhadim, en hebreo המוסד למודיעין ולתפקידים מיוחדים, y en castellano “Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales” es una de las agencias de inteligencia de Israel, responsable de la recopilación de información de inteligencia, acción encubierta, espionaje, y contraterrorismo; cuyo ámbito es todo el mundo fuera de los límites del país.
El Mossad es considerado, una de las agencias de inteligencia más importantes del mundo.
La inteligencia y el contraespionaje dentro de Israel, Cisjordania, y la Franja de Gaza, están a cargo del Shabak o Servicio de Seguridad General.
No obstante, El Mossad ha sufrido también, varios fracasos importantes:
En 1973, El Mossad mató por error, en Lillehammer, Noruega, a Ahmad Bushiji, un camarero árabe de origen marroquí, que fue confundido con Ali Hasan Salameh, uno de los dirigentes del grupo terrorista “Septiembre Negro”, responsable de la masacre de Munich; y a 4 transeúntes en Líbano, además de otros 18 heridos de diversa gravedad, en el atentado fatal sufrido por Ali Hassan Salameh.
“We're Jews, Avner.
Jews don't do wrong because our enemies do wrong”
La masacre de Munich es el nombre coloquial, dado al ataque ocurrido durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich, Bavaria, al sur de Alemania Occidental, cuando los miembros del Israel en los Juegos Olímpicos, fueron tomados rehenes y eventualmente, asesinados por los miembros del grupo de origen palestino, autodenominado “Septiembre Negro”
Poco después que la crisis comenzara, los miembros de “Septiembre Negro” demandaron la liberación de 234 prisioneros, alojados en cárceles israelíes, como también, la liberación de los fundadores de la Facción del Ejército Rojo, Andreas Baader y Ulrike Meinhof, quienes estaban presos en Alemania.
“Septiembre Negro” bautizo a la operación “Ikrit y Biram”, en homenaje a 2 aldeas palestinas, cuyos habitantes fueron expulsados por la Hagana, una organización paramilitar de autodefensa judía, en 1948.
Los atacantes, quienes contaron con asistencia logística del grupo Neo-Nazi, Willi Pohl, quienes no habrían tenido conocimiento del plan de aquellos, asesinaron a 11 atletas y entrenadores israelíes, y a un oficial de la Policía de Alemania Occidental.
5 de los 8 miembros de “Septiembre Negro” fueron asesinados por la Policía, durante el fallido intento de rescate de los rehenes.
3 de los secuestradores sobrevivieron, y fueron arrestados, pero fueron liberados tras el secuestro de un avión de línea de Lufthansa.
Israel respondió a los asesinatos, lanzando la “Operación Primavera de Juventud” y la “Operación Cólera de Dios”, durante las cuales, todo palestino sospechoso de haber estado involucrado en La Masacre de Munich, fue sistemáticamente rastreado y asesinado, por fuerzas especiales y de inteligencia israelí.
En el momento de la toma de rehenes, los Juegos Olímpicos de Munich ‘72 transcurrían en su 2a semana.
El Comité Olímpico Alemán, organizador del evento, tenía como objetivo, que la atmósfera de La Villa Olímpica fuese abierta y amistosa.
Se buscaba de esta manera, dejar atrás la imagen de los Juegos Olímpicos de Berlín ‘36, los que habían sido explotados como parte de la propaganda nazi del régimen de Adolf Hitler.
La seguridad de los atletas fue intencionalmente leve, y que los mismos podían entrar y salir de La Villa Olímpica, sin presentar ningún tipo de credenciales.
Varios atletas, eludieron los puntos de control en la villa, y escalaban el cerco perimetral para acceder a la misma.
La ausencia de personal armado de seguridad, fue motivo de preocupación al titular de la delegación israelí, Shmuel Lalkin, desde antes de la llegada del equipo a Alemania.
El equipo israelí, se hospedaría en un sector relativamente aislado del resto de La Villa Olímpica, en un pequeño edificio cercano al portón, por lo que se entendía, que los atletas se encontrarían en una situación vulnerable, respecto de un asalto desde el exterior.
Las autoridades alemanas, aparentemente aseguraron, que se proveería de seguridad adicional a la delegación israelí, pero se expresaría posteriormente, que dudaba acerca que dichas medidas se hubieran aplicado verdaderamente.
Los organizadores del evento olímpico, consultaron al especialista forense, Georg Sieber, para que creara 26 posibles escenarios de ataques terroristas, y colaborase en su prevención.
El escenario 21 previsto por Sieber, incluía una situación de asalto a las habitaciones de la delegación israelí, por parte de comandos palestinos, quienes a su vez, requerirían la provisión de un avión para dejar Alemania.
La organización se resistió a la aplicación del escenario 21, ya que iba contra la imagen de “Juegos Libres y Seguros” que buscaban, por lo que se negaron a aumentar las medidas de seguridad.
Así las cosas, todo empezó en la madrugada del 05 de septiembre, y duró exactamente 21 horas, durante las que fallaron varios planes de emergencia.
Los atletas israelíes, habían estado disfrutando de una salida nocturna por la ciudad, antes de regresar a la villa olímpica.
Hacia las 04:40 del día 05, mientras los deportistas dormían, 8 miembros del grupo terrorista palestino “Septiembre Negro”, vestidos con chándal, y armados con Kalashnikov y granadas, escondidos en bolsas de deporte, escalaban la verja de 2 metros que rodeaba el complejo, e irónicamente, fueron ayudados por deportistas del equipo estadounidense, que desconocían su verdadera identidad, y que creían que, como ellos, querían acceder furtivamente a sus apartamentos tras una noche de diversión.
El entrenador del equipo de lucha, Moshe Weinberg, de 33 años, oyó un ruido tras la puerta del primer apartamento, observando que alguien abría ligeramente la puerta, se abalanzó sobre ésta, dando un grito de alerta, mientras intentaba cerrarla forcejeando con los terroristas.
En la confusión, 9 atletas pudieron escapar, y otros 8 se ocultaron.
El luchador, Joseph Romano, que en ese momento volvía de comer en un restaurante, agarró el arma a uno de los terroristas, pero resultó muerto por un disparo.
Asimismo, Moshe Weinberg fue asesinado, cuando intentó atacar a uno de los asaltantes con un cuchillo de mesa.
Tras la muerte de éste, los terroristas tomaron como rehenes a 9 integrantes del equipo.
Posteriormente, se divulgó que los secuestradores eran “fedayines”, que significa “hombres de sacrificio” palestinos de los campos de refugiados del Líbano, Siria y Jordania.
Ellos eran:
Luttif Afif, jefe del grupo; 3 de sus hermanos eran también miembros de “Septiembre Negro”, 2 de ellos en prisiones israelíes; Yasuf Nasal, Afif Abmed Hamid, Khalid Jawad, Ahmed Chic Thaa, Mohammed Safady, Adnan Al-Gashey y su sobrino, Jamal Al-Gashey.
El grupo exigía la liberación de 234 palestinos, presos en cárceles israelíes, y 2 más, encarcelados en Alemania, así como su traslado seguro a Egipto.
La respuesta de Israel fue inmediata y contundente:
No habría negociación.
Las autoridades alemanas, bajo la dirección del canciller Willy Brandt, y el ministro del Interior, Hans-Dietrich Genscher, rechazaron el ofrecimiento por parte de Israel, de enviar un grupo de fuerzas especiales de su país.
El plazo para la ejecución de los deportistas, pasó de 3 a 5 horas, tras las conversaciones llevadas a cabo por las autoridades germanas.
El jefe de policía alemán, Manfred Schreiber, y Ahmed Touni, que encabezaba la delegación olímpica egipcia, negociaron directamente con los secuestradores, ofreciéndoles una ilimitada cantidad de dinero.
Los embajadores de Túnez y Libia en Alemania, también ayudaron, intentando ganar concesiones de los secuestradores, pero fue inútil.
Finalmente, los terroristas exigieron un transporte para El Cairo.
Las autoridades fingieron llegar a un acuerdo y, a las 22:10, 2 helicópteros transportaron a los asaltantes y a sus rehenes, a una base aérea en penumbra próxima a Fürstenfeldbruck, donde un avión Boeing 727 de Lufthansa, les estaba esperando.
Los secuestradores creyeron que estaban en Riem, el aeropuerto internacional cercano a Munich.
Las autoridades habían planeado un asalto sobre ellos en el aeródromo.
5 francotiradores alemanes fueron seleccionados para disparar a los secuestradores.
Ninguno tenía una preparación especial en este tipo de acciones, y fueron elegidos porque practicaban el tiro de forma competitiva/deportiva los fines de semana; posteriormente uno de ellos, reconocería que no se consideraba un tirador de élite.
En los 75 minutos que pasarían antes del fatal desenlace, las autoridades policiales germanas, solicitaron tardíamente tanquetas, las cuales tardarían 30 minutos en llegar, debido al denso tráfico.
Los helicópteros aterrizaron a las 22:30 en el aeropuerto.
A las 23:03, 2 terroristas bajaron de los aparatos, caminaron hacia el avión, y se volvieron.
Seguidamente, otros 2 descendieron, empujando a 2 de los rehenes, quienes llevaban sus manos atadas a la espalda.
Viendo que el avión estaba vacío, y sabiéndose engañados, los terroristas regresaron precipitadamente hacia los helicópteros.
En ese momento, el aeropuerto fue súbitamente iluminado con bengalas y focos, y las autoridades alemanas dieron la orden de abrir fuego.
Los 5 tiradores emboscados, no disponían de radios para coordinar su fuego, y carecían de rifles de precisión y de teleobjetivos, o dispositivos de visión nocturna.
En el caos que sobrevino, 2 secuestradores que estaban cerca de uno de los pilotos fueron eliminados.
Otros 3 terroristas se parapetaron detrás de los helicópteros, fuera del alcance de las luces, y comenzaron a disparar.
Uno de los policías, que estaba en la torre de control, murió al alcanzarle una de las balas.
Los pilotos del helicóptero lograron escapar, no así los rehenes, quienes permanecían atados, brazos en alto, al techo en el interior del aparato.
A media noche, se exigió a los secuestradores que se rindieran.
4 minutos más tarde, uno de los terroristas, saltó del primer helicóptero, lanzando una granada a su interior, que explotó con 4 atletas israelíes y un piloto en su interior.
Antes de que el fuego de la primera explosión alcanzase el depósito de gasolina del 2º helicóptero, Luttif Afif y otro secuestrador, salieron del aparato y comenzaron a disparar a la policía.
Estos respondieron a los disparos, abatiendo a ambos.
Los rehenes del 2º helicóptero, murieron durante el tiroteo, posteriormente se señalaría, que fueron ametrallados por un tercer asaltante.
Los 3 terroristas restantes, fueron capturados.
A pesar de lo ocurrido, y diferentes personalidades pidieron su cancelación, los Juegos siguieron con total normalidad, después de ser suspendidos, por tan sólo 24 horas.
El presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, y otros miembros del COI, decidieron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los juegos, con unas famosas y a la vez polémicas palabras, pronunciadas por aquel, durante la ceremonia de conmemoración de las víctimas celebrada al día siguiente:
“Los juegos deben continuar”
Al memorial por los muertos, que se celebró en el estadio olímpico, asistieron 80.000 espectadores y 3.000 atletas.
Avery Brundage, no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados durante su discurso, en que elogiaba la fuerza del movimiento olímpico.
Este hecho enojó a los israelíes, y a mucha de la gente allí presente.
Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta, junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil.
Las naciones árabes de donde eran los terroristas, lo veían como una claudicación frente a Israel.
Las víctimas mortales de la masacre de Munich fueron:
Moshe Weinberg (entrenador de lucha libre), Yossef Romano (halterofilista), Ze'ev Friedman (halterofilista), David Berger (halterofilista), Yakov Springer (juez de pesas), Eliezer Halfin (luchador), Yossef Gutfreund (árbitro de lucha libre), Kehat Shorr (entrenador de tiro), Mark Slavin (luchador), Andre Spitzer (entrenador de esgrima), Amitzur Shapira (entrenador de atletismo), y Anton Fliegerbauer (oficial alemán de la policía de lucha contra el terrorismo)
El 05 de septiembre, el equipo olímpico israelí, anunció que abandonaba Munich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad.
El equipo egipcio dejó los juegos el 07 de septiembre, temiendo posibles represalias.
El 05 de septiembre, también, la entonces Primera Ministra de Israel, Golda Meir, instaba al resto de naciones, a reprobar el bárbaro acto criminal.
El ataque fue ampliamente condenado por todo el mundo, incluidos significativos personajes árabes, como el Rey Hussein I de Jordania.
El 29 de octubre de 1972, un avión de Lufthansa fue secuestrado, exigiendo los terroristas, la liberación de los 3 integrantes de “Septiembre Negro” presos en cárceles alemanas; y sus reivindicaciones, fueron atendidas por las autoridades germanas…
Los hechos acaecidos en Munich, traerían consigo una espiral de violencia por parte de Israel, con el fin de dar caza a los supuestos responsables del acto terrorista.
Tras el ataque a La Villa Olímpica, y la posterior liberación de estos 3 terroristas, Golda Meir y el Comité de Defensa Israelí, dieron órdenes secretas al Mossad, de matar dondequiera que se encontrasen, los 11 hombres de “Septiembre Negro” y del  FPLP, que planificaron y organizaron la matanza de los atletas israelíes.
Para ello, el servicio secreto israelí, creó una unidad encubierta, que sería ayudada por las células de información israelíes, instaladas en Europa.
Esta misión se conocería más tarde, como “Operación Cólera de Dios” o “Mivtzah Za'am Hael” en hebreo.
Gracias a la información capturada a la OLP, y a la facilitada por los servicios de inteligencia europeos aliados, el Mossad elaboró una lista de objetivos, encabezada por Wael 'Aadel Zwaiter, un miembro sospechoso de pertenecer a “Septiembre Negro” y que representaba oficialmente a la OLP en Italia, quien sería asesinado el 16 de octubre de 1972, e iniciaría así la “Cólera de Dios”
“We deposit money from a fund that doesn't exist into a box we don't know about in a bank we've never set foot in.
We can't help you because we never heard of you before”
“La Operación Cólera de Dios” también conocida como “Operación Bayoneta”, fue una operación encubierta de los servicios secretos israelíes, el Mossad, encaminada a asesinar a los individuos que según Israel, participaron de forma directa o indirecta, en la masacre de Munich de 1972, en la que perecieron 11 atletas de ese país.
Poco después del atentado, la Primera Ministra Golda Meir creó el “Comité X”, un pequeño grupo de funcionarios del gobierno, que tenía la tarea de estudiar cuál sería la respuesta israelí.
La propia Meir, y su ministro de Defensa, Moshe Dayan, estaban al frente del mismo.
También nombró al General Aharon Yariv, como su consejero en la lucha contra el terrorismo; éste, junto con el director del Mossad Zvi Zamir, desempeñaría un papel principal en la dirección de la operación.
El comité llegó a la conclusión de que, para evitar futuros ataques terroristas contra Israel, era necesario eliminar a aquellos que habían apoyado, o llevado a cabo, la matanza de Munich, y hacerlo de manera que causara el suficiente impacto, como para disuadir a “Septiembre Negro” de realizar otras acciones parecidas.
Presionada por la opinión pública israelí, y por los altos cargos de los servicios de inteligencia, Meir autorizó con cierta reticencia, el inicio de la campaña de asesinatos.
Sus objetivos incluían a militantes del grupo terrorista palestino “Septiembre Negro”, responsable del ataque de Munich, y a aquellos miembros de la OLP, acusados por Israel de estar involucrados.
La operación fue autorizada por Golda Meir, Primera Ministra de Israel, en el otoño de 1972, y pudo haber continuado durante 20 años.
No obstante, todas sus dudas desaparecerían pocos meses después, cuando los 3 autores de la matanza, que todavía seguían con vida, fueron liberados por Alemania Occidental, en cumplimiento con las exigencias de los secuestradores de un avión de la compañía Lufthansa.
La inesperada capitulación de este país, a las demandas terroristas, ha levantado desde entonces, la sospecha de que ese secuestro fuese simplemente un montaje organizado, a fin de liberar al país, del riesgo de más represalias en el futuro.
La idea de la “negativa plausible” fue uno de los conceptos clave que se acordaron.
Consistía en que, debería ser imposible, probar alguna conexión entre las muertes y el Estado de Israel.
El primer asesinato tuvo lugar el 16 de octubre de 1972, cuando el palestino Abdel Wael Zwaiter, sufrió 12 disparos en su apartamento de Roma.
Los 2 agentes israelíes, que habían estado esperando a que regresase de cenar, se refugiaron tras el tiroteo, en una casa franca.
En ese momento, Zwaiter era el representante de la OLP en Italia.
Mientras que Israel sostenía en privado, que éste era un militante de “Septiembre Negro” y que estaba involucrado en una trama fallida contra un vuelo de El Al Airlines, los miembros de la OLP afirmaban, que no había participado de ninguna manera.
Abu Iyad, dirigente de la OLP, había declarado que Zwaiter estaba “enérgicamente” en contra del terrorismo.
El 2º objetivo del Mossad, fue el doctor Mahmoud Hamshari, que era el representante de la OLP en Francia.
Utilizando a un agente que se hizo pasar por periodista, El Mossad lo alejó momentáneamente de su apartamento de París, a fin de permitir a un equipo especialista en explosivos, entrar en el mismo, para instalar una bomba bajo el teléfono.
El 08 de diciembre de 1972, el supuesto periodista telefoneó a Hamshari a su apartamento.
Una vez que confirmó que Hamshari había descolgado el teléfono, se envió una señal de detonación al aparato para hacer estallar la bomba.
Hamshari resultó gravemente herido en la consiguiente explosión, y terminó falleciendo un mes después, a consecuencia de las irreversibles lesiones que padeció.
Israel lo había elegido como objetivo, porque pensaba que era el líder de “Septiembre Negro” en Francia.
En la noche del 24 de enero de 1973, el jordano Husein Al-Bashir, representante de Fatah en Chipre, apagó las luces de su habitación, en el Hotel Olímpico de Nicosia.
Momentos más tarde, una bomba instalada bajo su cama por El Mossad, fue detonada a distancia, causando su muerte, y destrozando la habitación.
Israel creía que era el cabecilla de “Septiembre Negro” en Chipre, aunque otro móvil para su asesinato, podría haber sido el que tuviese lazos estrechos con el KGB.
Los asesinatos regresaron a París el 06 de abril de 1973, cuando Basil Al-Kubaisi, un profesor de Derecho de la Universidad Americana de Beirut, que era sospechoso para Israel de proporcionar armas, y coordinar la logística de “Septiembre Negro” y de otras tramas palestinas, fue tiroteado mientras regresaba a casa después de cenar.
Como en atentados previos, recibió 12 tiros por parte de 2 agentes israelíes.
Varios de los objetivos de la lista del Mossad, vivían en casas fuertemente vigiladas en Líbano, las cuales estaban fuera del alcance de los métodos de asesinato empleados hasta el momento.
A fin de eliminar a estos individuos, se lanzó “La Operación Primavera de Juventud”, como un suboperativo dentro de la más amplia campaña “Cólera de Dios”
Durante la noche del 09 de abril de 1973, los comandos Sayeret Matkal, que formaban parte de la élite del ejército hebreo, junto con otras unidades de apoyo, lanzaron múltiples incursiones en Beirut y Sidón.
Lograron matar a varios altos cargos de la OLP y de “Septiembre Negro”, incluyendo a Muhammad Yousef Al-Najjar (Abu Yousef), el dirigente de operaciones de “Septiembre Negro” y miembro de la OLP, Kamal Adwan, dirigente de operaciones e inteligencia en “Septiembre Negro” y veterano de Fatah, y Kamal Naser, portavoz de la OLP.
El hijo de Kamal Adwan, que se encontraba en el apartamento, cuando su padre fue asesinado, declaró que Kamal no estaba envuelto en el asunto de Munich en absoluto, pero que sí había organizado a la resistencia en Cisjordania.
La matanza de Munich, dijo, “era una oportunidad que les había dado Dios a los israelíes, para matar a gente de verdad”
La operación de Líbano, fue seguida de 3 asesinatos.
Zaiad Muchasi, el sustituto de Husein Al Bashir en Chipre, pereció al estallar la habitación de su hotel en Atenas el 11 de abril.
Otros 2 miembros de “Septiembre Negro” de bajo rango, Abdel Hamid Shibi y Abdel Hadi Nakaa, fueron atacados en su coche en Roma.
Tras el incidente de Lillehammer, se desencadenó un sentimiento de indignación internacional, ante el asesinato erróneo, que obligó a Golda Meir a suspender “La Operación Cólera de Dios”
Sin embargo, 5 años más tarde, se decidió reanudar la operación, bajo el mandato de un nuevo Primer Ministro, Menachem Begin, y buscar a aquellos miembros de la lista, todavía con vida.
Durante la operación, unidades de agentes israelíes mataron a docenas de palestinos y árabes en varias regiones de Europa.
Además, se lanzó un ataque militar adicional, en el interior de Líbano, destinado a matar a importantes objetivos palestinos.
Esta serie de muertes, espoleó actos de represalia por parte de “Septiembre Negro” contra miembros e intereses del gobierno israelí en todo el mundo.
También, se desencadenaron críticas a Israel, relativas a los objetivos seleccionados, a las tácticas de asesinato empleadas, y a la efectividad de la operación.
Debido al carácter secreto de las acciones, algunos detalles no se pueden verificar, más que a partir de una única fuente, entre las que se incluye, el relato de un israelí que afirma haber dirigido uno de los comandos.
Junto con los asesinatos, El Mossad empleó otros métodos para responder a la matanza de Munich, y evitar futuros ataques terroristas.
Victor Ostrovsky sostiene, que entre ellos se incluían actos de guerra psicológica, tales como publicar obituarios de terroristas todavía vivos, o enviarles información personal muy detallada, acerca de ellos.
Por su parte, “Septiembre Negro” no logro realizar otro atentado de la magnitud de la matanza de Munich, aunque intentó realizar varios ataques contra Israel y capturar rehenes.
También, han existido críticas contra la campaña de asesinato en sí misma.
A medida que ésta proseguía, los familiares de los atletas asesinados en Munich, eran informados de las últimas matanzas del Mossad.
Simon Reeve escribe:
“Algunos se sintieron satisfechos”, mientras que otros, incluyendo la esposa del tirador de esgrima André Spitzer, tuvieron sentimientos ambiguos al respecto.
La mujer del agente del Mossad asesinado, Baruch Cohen, calificó a la operación, y en especial, a la parte de la misma dirigida contra los hombres que mataron a su esposo, como enfermiza.
Otras personas han cuestionado la efectividad de la operación, en cumplir sus objetivos.
Según Ronen Bergman, experto en seguridad, y en El Mossad del periódico israelí Yediot Ahronoth:
“Esta campaña detuvo la mayoría de las acciones terroristas de la OLP, fuera de las fronteras de Israel.
¿Ayudó de alguna manera a traer la paz a Oriente Próximo?
No, estratégicamente fue un completo fracaso”
El antiguo miembro del Mossad, Victor Ostrovsky, ha dicho que el esfuerzo que Meir exigió al Mossad, que conllevaba concentrarse en gran medida, en los miembros y en las operaciones de la OLP, restó energías a la inteligencia encargada del espionaje de los países vecinos.
Esto pudo provocar que El Mossad, no asimilase las señales de advertencia que precedieron a La Guerra del Yom Kipur, del 6 al 26 de octubre de 1973, que supuso la última guerra total, en múltiples frentes, entre Israel y sus vecinos árabes, y que cogió a las defensas hebreas por sorpresa.
Sobre la matanza de Munich, se habían realizado 2 películas, en 1974 y 1976, “Septiembre Negro” y “21 Hours At Munich”, que tuvieron muy poca repercusión mediática.
¿Hay que combatir al terror con más terror?
¿Se trata de justicia?
¿Mera venganza?
¿Simples operaciones para evitar más atentados?
“Every civilization finds it necessary to negotiate compromises with its own values”
Munich es una película dramática estadounidense, estrenada en 2005, dirigida por Steven Spielberg.
Protagonizada por Eric Bana, Daniel Craig, Ciaran Hinds, Mathieu Kassovitz, Hanns Zischler, Geoffrey Rush, Mathieu Amalric, Ayelet Zurer, Michael Lonsdale, Lynn Cohen, Gila Almagor, Marie-Josée Croze, Omar Metwally, Yvan Attal, Valeria Bruni Tedeschi, entre otros.
Escrita por Tony Kushner y Eric Roth, basados en la novela de 1984 “Vengeance: The True Story Of An Israeli Counter-Terrorist Team” escrita por George Jonas; la cual cuenta la historia de un escuadrón asesino israelí, desde el punto de vista de un antiguo agente del Mossad, y líder de la unidad, llamado Avner.
Posteriormente se supo que Avner, era un pseudónimo para Yuval Aviv, un israelí que dirigía una agencia de investigación privada en Nueva York.
No obstante, la versión proporcionada por Aviv, no ha sido verificada por otras fuentes independientes distintas de Jonas.
Tras su publicación, el libro ha estado presente en las listas de libros mejor vendidos del Reino Unido, tanto en la categoría de ficción, como en la de no ficción.
Cabe señalar entonces, que Munich se permite ciertas licencias artísticas, a partir del relato de Jonas.
Munich obtuvo 5 nominaciones al Oscar:
Mejor película, director, guión adaptado, edición y banda sonora.
Spielberg nos muestra esta venganza, sin ningún tipo de concesión, realizando uno de sus trabajos más comprometidos y valientes hasta la fecha, al no mostrar favoritismos hacia ningún bando, y al mantenerse en terreno neutral en todo momento.
Mima la historia, a sus personajes, dota al conjunto de una credibilidad muy pocas veces vista en otras películas del mismo género, y consigue involucrarse hasta tal punto en ella, que logra con Munich, según mi propio criterio, uno de los films de denuncia más personales y eficientes, que he tenido el placer de ver en mucho tiempo.
El director decidió basar la historia en el suspense, y en las emociones humanas.
Le intrigaba una pregunta que nadie parecía haber hecho:
¿En qué medida se vieron afectados los hombres encargados de llevar a cabo la misión?
Como ya bien apunta Munich al principio de los títulos de crédito, es ésta una historia “inspirada” y no “basada” en los hechos reales, puesto que el gobierno israelí, nunca ha reconocido la existencia de este grupo de élite, ni por el momento, nadie puede asegurar que las cosas pasaran así.
Estamos ante una de esas famosas dramatizaciones.
Así que, ninguno se vaya a tomar este argumento como auténtico, es más bien, otro ejemplo de política-ficción; y políticamente incorrecta, de ahí que Munich no fuera premiada con algún Oscar, pero creo que las películas que abren ampollas y crean polémica, como Munich, son necesarias para que el cine siga gozando de buena salud.
Steven Spielberg, tras una serie de “historias-símbolo” sobre la paranoia germinada tras los atentados del 9/11, extensible al 11-M; no se desubica del peligro del abominable terrorismo, pero con un enfoque más personal, vinculado a sus raíces judías en conflicto, ante una amenaza seria, de carácter político y/o religioso.
Así, Munich recrea, sobre un hecho real y la dramatización literaria posterior de un libro de George Jonas, la sempiterna disputa entre judíos y palestinos, llevado a un escenario que se supone de concordia, como es el encuentro deportivo y amistoso de unos Juegos Olímpicos, teñidos de sangre por el “Septiembre Negro”
Tony Kushner no quería tener opiniones preconcebidas al escribir el guión; él estaba más interesado en plantear preguntas provocadoras, que en ofrecer respuestas concretas.
“Es una historia llena de paradojas y contradicciones”, explica.
“También es una historia acerca de una operación secreta, por lo que nada es seguro y probablemente, nunca lo sea.
Por eso, nos permitimos inventar algunas cosas, y tratar a los personajes desde un punto de vista humano.
Creo que hemos creado una obra muy correcta de ficción histórica.
Poco a poco, Munich se convirtió en la historia de un hombre, Avner, cuya decencia moral no le deja descansar”
Munich se rodó en Malta, Budapest, Hungría; París y New York.
Munich es un thriller, en el que el director se plantea cuestiones éticas y prácticas, en relación con las políticas represivas que adopta el estado de Israel, ante el terrorismo.
Un acontecimiento reprobable, como es el asesinato de los atletas israelíes en los Juegos Olímpicos, parece en un primer momento dar fuerza moral a las medidas que decide tomar el estado de Israel, en especial, a matar a palestinos que “no tienen nada que ver con el hecho”
Sin embargo, poco a poco, Spielberg nos va mostrando que la realidad tiene muchas aristas, que para acabar con los terroristas, hay que convertirse a su vez en terroristas, recurrir a las mismas fuentes de información que los terroristas, el problema es que, también se mata a gente inocente.
La relación de los asesinados por el comando, con los hechos de Munich es bastante evidente en algunos casos, presunta en otros, y meramente intelectual en otros.
En cualquier caso, el argumento final acaba siendo el mismo que utilizan los que asesinan a los israelíes por el hecho de serlo:
Si trabajan, colaboran, o simpatizan con la OLP, están mejor muertos que vivos.
Se valora positivamente,  la habilidad de Spielberg, en crear un clima de horror con trazas de documental dramático, y plasmar sin maniqueísmos, con un tono abatido y pesimista, una intriga político-criminal con la represalia como primer objetivo.
Munich es un relato detallado y desgarrador, de un episodio de venganza de Estado, que forma parte de la guerra entre Israel y los palestinos, iniciada en 1948, y todavía no concluida.
La ferocidad de los hechos, y la inhumanidad de los asesinatos cara a cara, sedimentan en el protagonista escrúpulos, remordimientos, mala conciencia, y grandes dudas sobre el sentido de su misión.
Avner no es un héroe, sino una persona que resulta herida en el alma, y con la conciencia desgarrada.
“Don't fuck with the Jews”
La acción tiene lugar en Munich, Israel, París, Atenas, Roma, Holanda, Beirut, Tarifa y New York City.
Munich comienza el 05 de septiembre de 1972, y termina 2 años después.
Así, un atentado terrorista sin precedentes, fue retransmitido en directo, para 900 millones de telespectadores, augurando el comienzo de un nuevo mundo, marcado por una violencia impredecible.
Los hechos ocurrió durante la 2ª semana de Los Juegos Olímpicos de verano, que se celebraban en Munich en septiembre de 1972.
Allí, un grupo extremista palestino, conocido como “Septiembre Negro” entró en la Ciudad Olímpica, mató a 2 miembros del equipo olímpico israelí, y se hizo con 9 rehenes.
El tenso enfrentamiento, y la trágica matanza, productos del secuestro, fueron retransmitidos en directo en todo el mundo, y acabó 21 horas más tarde.
Con los acontecimientos de Munich, el mundo conoció por 1ª vez, el terror en directo, pero poco se supo de las consecuencias del atentado.
El protagonista de esta historia, es un joven agente secreto israelí, Avner Kaufman (Eric Bana)
Uno de sus superiores en El Mossad, llamado Ephraim (Geoffrey Rush), habla con Avner, que sigue dolido y furioso por el salvaje atentado, para proponerle una misión sin precedentes en la historia de Israel.
Le pide que abandone a su esposa embarazada, que olvide su identidad, y desaparezca de la faz de la tierra, para cazar y matar a los 11 hombres acusados por los servicios secretos israelíes, de haber planeado la matanza de Munich.
A pesar de su juventud, y de su falta de experiencia, Avner no tarda en convertirse en el líder de un equipo de 4 miembros, además de él, tan diferentes como hábiles:
Steve (Daniel Craig), es un surafricano temerario y duro es el conductor.
Hans (Hanns Zischler), un judío alemán experto en falsificar documentos.
Robert (Mathieu Kassovitz), un fabricante belga de juguetes reconvertido a fabricante de explosivos.
Y Carl (Ciarán Hinds), un hombre silencioso y metódico, que se encarga de “limpiar” cuando los demás se van.
Desde Ginebra, Frankfurt, Roma, París, Chipre, Londres hasta Beirut; Avner y su equipo, viajan de incógnito, buscando a cada uno de los objetivos, incluidos en una lista secreta, asesinándolos uno a uno, mediante complicados complots.
Obligados a trabajar fuera de la ley, siempre de un lado a otro, sin hogar ni familia, la única conexión con otros seres humanos, son los demás miembros del equipo.
Pero incluso esta relación se resquebraja, cuando empiezan a discutir por preguntas que se hacen cada vez más presentes:
¿A quién matamos exactamente?
¿Es posible justificarlo?
¿Detendrá esto el terror?
Atrapados entre el deseo de justicia, y las crecientes dudas, la misión empieza a corroer las almas de Avner y de su equipo, al mismo tiempo que se hacen conscientes, de que cuanto más tiempo dure la caza, más probabilidades habrá de convertirse en presas.
La propuesta de Spielberg, es realizada a través de un personaje central, afectado por el contexto sangriento, que pone de manifiesto, el poco provechoso empleo de la venganza y la violencia, detallada de manera muy gráfica en pantalla, como medios para solucionar las confrontaciones, además de las complejas consecuencias psicológicas de la misma en el ejecutor.
Como siempre en la filmografía de Spielberg, los protagonistas se enfrentan a cuestiones morales, que no llegan a saber resolver del todo, o quizás nada.
Y aquí aparece uno de los primeros escollos de la historia.
Spielberg intenta hacernos creer, que Munich es una historia política, cuando en realidad, lo único que está haciendo, es asimilar las dudas éticas de un sólo personaje, a todo un pasaje histórico.
Que Avner, el jefe de “La Operación Cólera de Dios”, no sepa muy bien, qué está haciendo, no quiere decir que esa operación no tuviera un significado, y objetivo claro.
Pese a ser un genio, Spielberg no puede permitirse el lujo de explicar una historia tan compleja, y enrevesada, como es el conflicto árabe-israelí, a través de la psique de un único hombre.
Un único hombre que como personaje trabajado que es, tiene sus propios miedos y frustraciones, su propio pasado y sus propias angustias futuras.
Su visión sobre su “misión” ni puede ni consigue valorar, ni siquiera explicar uno de los conflictos más enconados de la historia de la humanidad.
Sobre todo, cuando su desarrollo psicológico, le lleva hasta el punto de negar el derecho de la lucha por la supervivencia de su propia nación.
Spielberg muestra de un modo diáfano, cómo ambos bandos se consideran en posesión de la verdad y, para ambos, es legítimo el uso de la violencia, de la barbarie inclusive.
Aunque, naturalmente, también se puede objetar que el director simplifica demasiado y “barre la casa” dando una imagen falsa de Estados Unidos:
En Munich, lugar de libertad, reflexión y arrepentimiento, y, en realidad, culpable inequívoco de que Israel haya incumplido, sistemáticamente, las resoluciones de la ONU sin ser sancionado.
Sin embargo, Munich propone pero no responde, obvia respuestas, si es que alguien las tiene, más allá de la propia concienciación de los generadores de las “preguntas”; y no aporta nada nuevo, más allá del sensacionalismo visual, la pretensión usual de su autor, la dudosa equiparación moral entre víctima y criminal, y la exposición reflexiva y reiterativa, de tópicos manejados de manera universal, en cuanto a la justificación o no, de la violencia como respuesta.
Valentía hubiera sido, abandonar el discurso políticamente correcto de la equidistancia, y recordar una vez más, que Palestina nunca fue un estado de nadie; que siempre hubo judíos en esa zona, y que si no había más, es por las masacres de los cristianos contra los judíos en las cruzadas; que hasta el Siglo XX, la palabra “palestino” denominaba justamente a los judíos de ese área, para que se pueda calibrar la importancia de su presencia allí; que cuando comenzó el sionismo, ese pedazo de tierra era parte del Imperio Otomano, con gran mezcolanza étnica y religiosa entre sus habitantes; que tras La Segunda Guerra Mundial, se decidió la creación de 2 estados en ese territorio, el judío y el árabe, adjudicándosele a éstos últimos, la mayor parte del terreno, y que fue la oposición de los árabes, y sólo de ellos, la creación de un estado israelí, la que inició esta sangría, que ya dura más de 50 años.
Si los palestinos hubieran accedido a compartir la tierra, que correspondía por derecho a ambos pueblos, ahora no estaríamos hablando de nada de esto.
Nada de esta información se da en Munich, y toda la explicación de la génesis, prefiere sustituirse por una conversación infantil sobre:
“Esa tierra es mía, y no tuya” por ambas partes.
Podría pensarse, en descargo de sus autores, que la capacidad de juicio sobre los aspectos cinematográficos de Munich, ha sido eclipsada por el carácter polémico de sus aspectos políticos, y que el supuestamente exigente y arriesgado desafío intelectual propuesto por el director, ha secuestrado la atención de los comentaristas; pues, en efecto, Munich ha generado toneladas de material valorativo, y éste ya no ha sido ni tan unánime ni tan favorable.
Una parte de estos análisis, considera que Munich ofrece un cuadro parcial, sesgado, e incluso insultante, del tema tratado; bien porque los terroristas de “Septiembre Negro” aparecen humanizados, y los agentes del Mossad deshumanizados, bien porque los terroristas de estado israelíes, aparecen humanizados, y los palestinos deshumanizados.
Que de Munich puedan sostenerse estas 2 lecturas inversas, se explica no tanto por la clase de orejeras ideológicas que padezca cada cual sino, más sencillamente, porque estos análisis en absoluto, son análisis de Munich, dado que se auto-justifican, invocando sistemáticamente, la distancia entre los hechos que inspiraron la narración, y el modo en que ésta los ha representado, es decir, comparando una representación con otra; y de esta forma, como sabemos, es posible decir cualquier cosa, de cualquier texto.
La otra parte de estos análisis, viene a llenar el hueco dejado por aquéllos, y sostiene que el pecado de Munich es, muy al contrario, su neutralidad:
El titubeante y pusilánime ejercicio de indefinición, eso que aquí algunos periodistas que no voy a calificar llaman “equidistancia”, en el que Spielberg se habría enfangado, dejando al desorientado espectador, ante un enunciado borroso como una mancha de Rorschach, en la que cada uno proyecta lo que su inconsciente político le dicta.
El propio director ha dado alas a esta última lectura, al afirmar insistentemente en algunas entrevistas, que su propósito ha sido hacer una película compleja, que invite a la reflexión, antes que a una toma de partido moral.
Para comprobar si lo ha logrado, no es preciso desplegar una tesis sobre el conflicto de Oriente Medio, ni remitirse a una documentada investigación sobre el episodio real del que nos habla la ficción.
“We can't afford to be that decent anymore”
Personalmente, Munich es una de las mejores obras del “Rey Midas” y, más allá del atrevimiento que puede resultar en nuestros días, plantear una propuesta de estas características, una visión ciertamente pesimista sobre la propia condición humana.
Lo que ocurrió entonces, explica muchos acontecimientos actuales.
Nos hace dar un paso atrás, y preguntarnos:
¿Qué ocurrió hace 33 años, y qué nos ha enseñado?
Pero también, Munich es un thriller que no deja relajarse a nadie, y que atraería aunque no se basara en hechos reales.
Munich no se me hizo nada larga, creo que el ritmo que le imprime es el correcto, que el inicio funciona perfectamente, y que los flashbacks son necesarios.
El paso del tiempo, y el propio devenir del mundo, es el que por un lado, permite que una película como Munich, gane en sabiduría cinematográfica, y por otro, sus rasgos sean bastante más sombríos que los modelos barajados 3 décadas antes, todos sabemos que en los últimos años, la realidad ha superado cualquier ficción, en su vertiente más pesimista.
Spielberg alcanza por un lado, una asombrosa ambientación en las distintas ciudades conocidas, por las que discurre la acción en la década de los 70:
Londres, Roma, Beirut, logrando que el espectador se acerque a unos emplazamientos y lugares, que ni están embellecidos, ni pecan de una excesiva inclinación de los responsables artísticos.
A tono con ello, la fotografía de Janusz Kaminski se remite a la utilizada en los thrillers políticos, surgidos en los años en que se desarrolla Munich, destacando por su tono sombrío, y una característica suciedad visual, propia de las producciones de aquellos años 70.
Uno de los mayores retos para la producción, era recrear la situación de los rehenes con exactitud y suspense.
Munich empieza con escenas de los Juegos Olímpicos, pero se ven con mucho más detalle, a través de flash-backs que se funden con recreaciones dramáticas, e imágenes de archivo de los acontecimientos.
En opinión de Steven Spielberg, las secuencias de flash-back, servirían para mantener la motivación emocional, detrás de los sucesos palpables:
“Me pareció que era necesario tener un recuerdo constante del motivo del relato, para impedir que se olvide la razón de esta venganza”, dice el director.
Por otra parte, uno de los elementos que inciden en la credibilidad del relato, reside en el hecho de haber renunciado a un reparto estelar.
En su oposición, se propone un cast ausente de rostros muy conocidos, que en su conjunto responden, sin excepción, de forma excelente.
Sensacional la elección de actores, especialmente el equipo vengador israelí, formado por actores con aspecto común, cercano.
Curioso es ver a los palestinos, mostrados como seres beatíficos, mientras que los judíos aparecen caricaturas, contando dinero de manera constante.
Tenga todo el mundo presente, que el guionista de Munich, Tony Kushner, es un reconocido detractor del estado de Israel, como sabe dejar bien claro en cada una de sus líneas.
Volviendo a las actuaciones, todo el reparto brilla, y la historia se mueve a veces con suspense “hichtcochiano”
Eric Bana da vida magistralmente al protagonista, el jefe de un grupo de elite del Mossad, encargado de la venganza israelí, un hombre devorado por la lucha entre su conciencia y su misión, entre lo que le queda de humano, y lo que de inhumano le toca hacer.
Avner pasa por un auténtico proceso evolutivo.
Empieza como alguien muy enojado por lo acontecido en Munich.
Luego, a pesar de su juventud, debe acometer una tremenda tarea, y no tarda en aprender a liderar el equipo.
Al principio, cuestiona el cometido del grupo, pero con el tiempo se endurece.
A medida que el resto del grupo empieza a tener dudas, Avner opta por la posición contraria.
Al final, se siente cada vez más desgarrado por el camino que ha escogido, y en lo que se ha convertido.
Avner, verbaliza las profundas dudas que le atenazan, sus miedos, teme más al Mossad y al Gobierno israelí, que a una represalia terrorista palestina, sus problemas de conciencia sobre lo que han hecho.
Todo esto lo confiesa a Ephraim (Rush), personaje presentado, en todo momento, como un manipulador, el brutal, e insensible conductor de la “otra masacre”, esta vez contra los terroristas palestinos:
¿El “malo” de la Munich?
Quid pro quo.
El actor británico Daniel Craig, interpreta a Steve, el surafricano que parece ser el miembro más duro, valeroso, y decidido.
Como los demás, cree en la misión porque cree en Israel.
Cree que hay que tomar represalias después del horror de Munich.
Es alguien que siempre ha solucionado los problemas, como “un toro en una tienda de porcelana”; se lanza y luego piensa en las consecuencias.
Al principio, Steve está muy decidido, pero según avanza la historia, los horrores que cometen, empiezan a minar su seguridad.
Mathieu Kassovitz es francés, e interpreta a Robert, el belga, un talentoso fabricante de juguetes, que tiene una gran habilidad para fabricar explosivos.
Al actor también le intrigaba el camino que emprendía su personaje, al ser el miembro menos decidido del grupo, al contrario que los demás miembros, no está entrenado para matar.
Efectivamente, Robert apenas consigue controlar las emociones que su brutal trabajo le producen.
Es más sensible que los demás.
Le cuesta enfrentarse a la violencia, a pesar de formar parte del grupo, hay ciertas cosas que no puede hacer.
Y es que cada miembro del grupo tiene sus propios dilemas.
El prolífico actor alemán Hanns Zischler, interpreta a Hans, un judío alemán que se hace pasar por un tranquilo anticuario pero que, en realidad, es un experto falsificador del Mossad.
El último miembro del grupo de 5 hombres, es el meticuloso, organizado, y prudente Carl, interpretado por el aclamado actor irlandés, Ciarán Hinds.
Dentro del grupo, Carl es el que exige que los objetivos estén limpios, que no haya daños colaterales, que no se hiera a un inocente.
Cree sinceramente, que hay un modo correcto de hacer el trabajo, por muy horrible que sea.
El grupo sólo puede tener contacto con el misterioso agente Ephraim.
Para ese papel, el director y los productores, escogieron al aclamado actor australiano Geoffrey Rush.
Al principio, Ephraim puede parece otro burócrata sin rostro, pero se convierte en el auténtico mentor de Avner, cuando éste empieza a tener dudas morales por lo que hace.
Ephraim es una especie de figura fantasmal, que aparece de la nada, para contestar a las grandes preguntas, morales, o de otra índole.
El legendario actor Michael Lonsdale, interpreta a Papa, el furtivo francés que compra y vende información al equipo, y acaba por tener una relación paternal con Avner, algo que el joven agente siempre había echado de menos.
El papel femenino de mayor importancia, corre a cargo de la actriz israelí, Ayelet Zurer, que interpreta a Daphna, la joven esposa a la que Avner debe dejar, a pesar de estar embarazada del primer hijo de ambos.
Durante la duración de la misión secreta, Daphna es la única conexión que tiene Avner con la vida real, y el niño que va a nacer, representa su esperanza por un futuro mejor.
Como curiosidad, un miembro del reparto, tiene una relación especialmente próxima con la historia; y se trata de Guri Weinberg, el actor e hijo de Moshe Weinberg, el árbitro judío y ex campeón de lucha libre, que murió en Munich cuando Guri sólo tenía un mes.
Ahora, con 33 años, la misma edad que su padre cuando fue asesinado, Guri Weinberg ha tenido la oportunidad de retratar a su padre, y homenajearle en Munich.
Por otro lado, uno de los terroristas que sobrevivió al atentado, y a la venganza israelí, Mohammed Daoud, el único que todavía está vivo, amenazó a Spielberg y su equipo, por no contratarle como asesor y guionista, para contar la verdad.
En Munich se nos indica hasta el cansancio que, en distinto grado, estos agentes se sienten incómodos cuando se piensan a sí mismos como asesinos, con una excepción; se nos muestra también, que son unos asesinos con principios, y sólo quieren liquidar a los objetivos señalados, como cuando evitan en el último momento, detonar una bomba para dejar con vida a la hija de la víctima, corren en auxilio de posibles daños colaterales; y, por último, las dudas que progresivamente les asaltan, relativas antes a la eficacia estratégica que a la justicia de su tarea, nos invitan a reflexionar,
A destacar el diálogo, cuando el terrorista palestino, que confunde al ejecutor israelí con un miembro de ETA, le explica que los grupos terroristas de izquierda europeos:
ETA, ANC, IRA… dicen que luchan por la “Revolución Internacional” pero, en realidad, les ocurre como a todos, quieren una tierra:
“Home is everything”
En realidad, la trampa nacionalista es la causa de su declive, pues no se pueden ganar guerras en el siglo XXI, con conceptos del siglo XIX.
¿Para qué necesitas un Estado, si hoy día los Estados ya no significan nada?
El momento en el que Avner habla con su hija por teléfono, es de una gran carga emotiva.
O ese efecto de la sangre “infectando” la leche.
Cada una de las operaciones realizadas para acabar con los responsables de la masacre de Munich, a cual más espectacular.
La mirada de Eric Bana antes de apagar la lámpara en el hotel; esa mirada, ese silencio... sublime.
La secuencia en la que por poco matan a la niña que coge el teléfono por error.
La operación para matar a la asesina holandesa; como actúa más la venganza que el propio asesinato, como uno de ellos la deja desnuda por rabia e impotencia del amigo asesinado; y cómo no olvidar ese final, en el puente de Brooklyn, con las Torres Gemelas de fondo…
Cabe señalar dónde Munich difiere de los anteriores dramas, es en el tratamiento que da a la figura de la madre:
Se podría hablar de las 3 madres de Avner:
La madre patria Israel, que se identifica con el personaje de Golda Meir, que aquí aparece como una mujer cínica, anclada en el pasado, que lanza a sus hijos a matar, y a morir con argumentos dudosos.
La madre biológica ausente, que dejó a su hijo en un kibutz, y que le rechaza cuando él muestra debilidad, y busca consuelo tras su misión.
Y Daphna, la esposa amada, que es una víctima inocente de todo este desenfreno, ella es el futuro de Israel, que acaba en el exilio.
Otro aspecto destacable es la banda sonora, en este caso, y como va siendo habitual, vuelve a ser John Williams el responsable.
La música incluye antiguas melodías sefarditas y asquenazis, melodías palestinas, solos de cello, y la voz de Lisbeth Scott, resonancias de timbales, y fragmentos orquestales de gran porte.
Para ir cerrando, destaco que Munich ha cruzado un camino fundamental, en el tratamiento que da Hollywood al conflicto de Oriente Medio.
Por primera vez, observamos que los espías y matones israelíes del más alto nivel, no sólo cuestionan su papel de vengadores, sino de hecho, llegan a la conclusión de que la ley de talión no funciona:
Es inmoral, es perversa.
Como dice Avner, matar a un hombre armado que simpatice con los asesinos de Munich, genera 6 más que toman su lugar.
Y Avner calcula, que cada vez que liquida a un palestino, gasta $1 millón.
Finalmente, desengañado, opta por la disidencia:
Su principal preocupación será proteger a su familia, mujer e hija exiliadas en Estados Unidos, del propio Gobierno que lo utilizó sin escrúpulos.
También aparece Golda Meir como responsable de esa operación vengadora, cosa no probada.
Munich trata de una película sin buenos ni malos, aunque el punto de vista tomado es únicamente el israelí, se acogen las preguntas morales de gente civil convertida en asesinos vengadores de su país y su Dios, y también, las del bando opuesto con sus motivaciones y razones erróneas, pero que son las creídas por la mayoría de gente del planeta.
A pesar de todo, Munich no es una película que hable de política, ni de asesinos, o espías.
Munich habla de los sacrificios de un hombre por su familia, y de cómo vende su humanidad y su alma, para pagar el duro precio por conseguirlo.
Al final, Avner sentencia concluyente:
“No habrá paz al final de esto”
Ambos personajes, Avner y Ephraim se separan, quedando la imagen congelada ante un horizonte inquietante:
El perfil del skyline neoyorquino, con las Torres Gemelas en el centro de la imagen.
“It's strange, to think of oneself as an assassin”
Munich es un largo rodeo de casi 3 horas de metraje, unos 164 minutos para ser exactos, sin otro objeto que lanzar a quien corresponda, un mensaje final.
Primero, a Israel; segundo, a USA; tercero, a la opinión pública mundial.
Un mensaje sutil; puesto que, después de todo, nos referimos a un veterano autor que no desconoce los mecanismos del cine y la comunicación, y por ende, de la manipulación de las emociones y los sentimientos del público, el recado que lanza a la cara y a la conciencia del espectador es claro, aunque subrepticio, diríase que subliminal.
Para muchos pasará inadvertido.
Aunque, al subconsciente nada se le escapa, tampoco al espectador atento, despierto y perspicaz.
Sucede que en el último plano de Munich está… el fin.
Por eso, Munich no se llevó ningún Oscar, ni los Estados Unidos de Bush la aplaudirá; pero el gran cineasta judío-estadounidense, acaso volverá a llenar sus arcas.
Habría que preguntarle si eso justifica un Munich de medias tintas, y poco analítico, donde todos tienen razones, y ninguno la razón.
Es lamentable que, frente a la fuerza de la razón, la alternativa sea la razón de la fuerza, hoy, como ayer...
El mensaje:
La violencia sólo trae más violencia, y en ella no hay buenos ni malos, justos ni pecadores, solo violencia.
Lo que distancia al público de Munich, es tratar a los terroristas como personas.
En su esfuerzo por no satanizar a seres humanos, termina humanizando a demonios.
Spielberg, explícitamente, habla en Munich, de que la violencia genera violencia. Bueno, sí.
Una obviedad.
Obviedad en casi todos los casos de la historia, siendo quizás, la única excepción la del caso de los judíos.
Estaría bien que alguien explicara, qué violencia judía generó su terrible expulsión de España, o qué fue eso tan terrible, que los judíos hicieron, para merecer los pogromos rusos, o qué violencia tan imperdonable ejercieron los judíos, para que los alemanes los gasearan en los campos de concentración.
Si parece que algo ha aprendido este pueblo tras el holocausto, es que no responder ante los ataques que reciben, no les garantiza sobrevivir, en un mundo dispuesto a aniquilarlos a la primera de cambio.
Por eso, Spielberg insiste en que las respuestas violentas, entre palestinos e israelíes, jamás traerán la paz, y que sólo perpetuarán el horror.
Es muy probable...
Spielberg pretende demostrar, lo estúpido que sigue siendo el ser humano, que en vez de perdonar, devuelve el golpe, y multiplicándolo, hasta que al final, es como una bola de nieve, tan grande que es imposible de parar por aquellos que la crearon, sin tener en cuenta los daños colaterales que pueda haber.
La cabezonería y el odio, impiden que se reflexione acerca de las consecuencias, y ese es el principal mensaje que quiere transmitir Spielberg.
¿Qué significa, entonces, “esto”, en la sentencia: “No habrá paz al final de esto”, para un espectador de 2005 en adelante?
Traduciendo el lenguaje cinematográfico, a palabras que se entiendan:
“esto” es la lucha contra el terrorismo, la intolerancia y la “cerrazón” ante la “causa palestina”, y por tanto, la no solución del conflicto, todo esto dicho entre paréntesis, ha sido la causa de los ataques del 11 de Septiembre de 2001.
¿Llevamos la interpretación del plano todavía más lejos?
Vayamos a ello:
Ha sido la intransigencia israelí, en connivencia con la política exterior estadounidense, la que ha provocado, después de todo, la devastación de Manhattan.
Israel sería, por consiguiente, la auténtica culpable de lo que ha sucedido.
He aquí el mensaje.
La imagen de las Torres Gemelas de Manhattan, está grabada en las mentes de millones de personas del mundo entero, registrada en infinidad de fotografías y películas, que pasan diariamente por las televisiones de todas las naciones del globo, algo lamentable para la “americanofobia”, pero que ahora venía muy oportuno a los productores de la vesania:
Por eso la eligieron.
Cada plano, cada secuencia, cada ángulo reproducido nuevamente, desde la destrucción del modelo, representa una nueva agresión, y una nueva victoria para el provocador.
Después, llegarían otras secuelas:
España sufrió el 11-M, y Gran Bretaña el 7-J.
No se trata, por tanto, de que con esta planificación de la fechoría, el criminal vuelva otra vez al lugar del crimen, sino más bien, que la víctima y sus deudos, vuelvan incontables veces, a contemplar lo que ya no existe, lo que les falta.
El skyline define el horizonte, y delimita nuestras vistas.
Pues bien, el objetivo de la vesania de los sacerdotes, era convertirla en silueta del abismo, y orla de las tinieblas.
Hacer de ella, un retrato del horror, con el que meter el miedo en el cuerpo a los infieles; una evocación del holocausto que no busca, tanto recordarles que son ser para la muerte, cuanto literalmente anunciarles que van a morir por mano santa y vengadora, vesánica, muy pronto, próximamente, y que como los demás impíos, arderán en el infierno de los injustos.
Los destinatarios del mensaje son cristianos, y entenderán el mensaje, ambivalentemente, porque muchos son parte activa/pasiva de la Industria de Hollywood.

“The race is not to the swift nor the battle to the strong but time and chance happens to them all.
Evil falls suddenly, who can say when it falls?”



Comentarios

Entradas populares