The New World


“Come, spirit, help us sing the story of our land.
You are our mother.
You are our field of corn.
We rise from out of the soul of you”

La conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, antes que fiesta del pasado, es quehacer de futuro, y responsabilidad del presente.
Así lo entendemos, porque “descubierta”, “inventada” o “encontrada”, América es y será realidad, sueño, destino, tierra del hombre, y su esperanza.
La representación de cualquier tema relacionado con la conquista de América, es infinitamente más complicado, pues 521 años después, nuestros países aún siguen celebrando el “descubrimiento” de estas tierras, sin considerar el dolor y el exterminio de los pueblos indígenas que las habitaban.
América no nació con Colón y La Niña, La Pinta y La Santa María, tampoco con los Peregrinos, y el Mayflower, y ni siquiera, con los fundadores de lo que se llamaría “Jamestown”, el primer asentamiento permanente de los ingleses, creado en 1607.
Antes, hubo 15 mil años de cultura de los pueblos indígenas, cuyo mundo fue puesto al revés, con la llegada de exploradores de tierras lejanas.
Acaso si los llamados salvajes, que presenciaron la llegada de los galeones, no eran ya seres tan civilizados a su manera, al punto de la convivencia mimética con su generosa y rica tierra.
La portentosa llegada de los hombres dominadores del metal y de la pólvora, sucede violentamente, quebrando ese equilibrio.
Pero los naturales, no resultan acá los arrebatados e irrazonables animales que se pintaron por siglos.
Observan con cuidado, pero también con curiosidad, al primer contacto alienante de sus tierras, con los pies extraños, en este caso ubicada en la todavía casta Virginia, entonces territorio de Tenakomakah.
Pero la naturaleza humana siempre va por el mismo sendero, la desconfianza y el instinto de supervivencia, son las responsables del inevitable choque, las diferencias mínimas que a veces provocan las guerras más gigantescas.
El plano étnico-social es probablemente el más obvio camino por el que llevar alguna ilustración, sobre este encuentro entre seres de un mismo planeta, pero divididos por mundos distintos.
El caos propiciado, es tan sólo el inevitable efecto de toda una transformación.
Jamestown o Fuerte de Jamestown, fue el primer asentamiento permanente inglés, en el actual territorio de los los Estados Unidos.
Fue fundada en el 1607, a orillas del río James, sobre una península, en el actual condado de James City en el estado de Virginia.
Los navíos Susan Constant, Godspeed y Discovery, con 104 hombres, llegaron a la zona el 14 de mayo de 1607, donde construyeron el fuerte de Jamestown en menos de un mes.
Su ubicación sobre una pequeña península, y su forma triangular, protegía a los colonos de la amenaza de los barcos y ataques españoles, y de los indígenas de Powhatan.
El 26 de mayo del mismo año, los indígenas que habitaban la zona, los Paspegh, atacaron a los colonos, matando a una persona, e hiriendo a otras 11.
En el invierno de 1608, se produjo un incendio en la bodega de alimentos, además se construyó una capilla y un almacén.
El siguiente invierno, una hambruna mató a 200 personas, sobreviviendo tan sólo 60 colonos.
En 1622, los colonos fueron atacados por los indígenas Powhatan, muriendo alrededor de 400 en la batalla.
Posteriormente, el fuerte de Jamestown fue abandonado para establecer el pueblo.
En 1994, un grupo de arqueólogos descubrió el sitio donde se ubicaba el fuerte de Jamestown.
Durante años, se pensó que el río se había llevado el fuerte.
“If only I could go down that river.
To love her in the wild, forget the name of Smith.
I should tell her.
Tell her what?
It was just a dream.
I am now awake”
The New World es una película dramática, del año 2005, dirigida por Terrence Malick.
Protagonizada por Colin Farrell, Q'Orianka Kilcher, Christian Bale, Christopher Plummer, Yorick van Wageningen, David Thewlis, August Schellenberg, Noah Taylor, Eddie Marsan, Wes Studi, Raoul Trujillo, Jonathan Pryce, entre otros.
The New World estuvo nominada al Oscar como mejor fotografía.
Como dato, The New World tiene 3 versiones:
Theatrical Release de 135 minutos, Original Cut/Academy Cut de 150 minutos, y Extended Cut de 172 minutos de duración.
De entrada cabe decir que The New World es una interpretación artística de Terrence Malick, de la colonización de América por los ingleses; por tanto debe considerársele una interpretación dramática, y no un documental.
Aunque Malick ya sabía que se iba a tomar ciertas libertades con los personajes y los acontecimientos reales, era crucial para él, que el trasfondo cultural de la historia fuese auténtico, y extremadamente preciso en todos sus detalles.
Con el fin de asegurarse esta precisión, los cineastas crearon un Consejo Asesor que les guiaría en su trabajo.
Este consejo, incluía a expertos tan destacados como:
El Dr. William Kelso, Director de Arqueología del Jamestown Recovery Project; el profesor Frederic Gleach, un experto independiente de Ithaca en Nueva York, y autor de libros como “Powhatan’s World And Colonial Virginia”; y Danielle Moretti-Langholtz, miembro del Consejo de Indígenas de Virginia, y de la Facultad de Arqueología del College of William & Mary.
Asimismo, estuvieron presentes en el plató, durante casi todo el rodaje:
Blair Rudes, profesor adjunto de Lingüística de la Universidad de Carolina del Norte, de origen abenaki, y traductor de algonquino en The New World; y Buck Woodard, profesor de artes visuales en el condado de Henrico en Virginia, y colaborador del Departamento de Recursos Históricos de Virginia, el Museo Smithsonian, y la Colonial Williamsburg Foundation.
Woodard es descendiente de la nación creek, de Lower Muskogee, y gobernador estatal en el Consejo de Indígenas de Virginia.
Si bien es cierto que, The New World no está hecha para todos los paladares y, desde luego, es demasiado contemplativa, e incluso se la podría calificar de pretenciosa y relamida, mas no cabe duda, de que visualmente puede llegar a ser fascinante, al respecto, su venusta fotografía, es merecedora de un especial reconocimiento.
The New World es una historia, en la que la gente se traiciona, intenta rectificar, y vuelve a traicionarse.
Finalmente, aprenden que hay muchas verdades, y cada uno sólo puede vivir la suya.
No hay ni héroes ni villanos.
Simpatizamos con todos los personajes, con algunos más que con otros, y todos tienen defectos, también algunos más que otros.
Malick nos muestra un romance, un amor verdadero pero secundario, me da la impresión, de que nos cuenta la historia pero sin narrarla.
Malick tiene, para mí, una estética única, da mucha más importancia a la iluminación, a la fotografía, que a la propia historia.
Uno de las aspectos más excepcionales de The New World, es el modo en que Malick combina su visión personal de los acontecimientos, de hace 406 años en Jamestown, con una investigación detallada de ese periodo.
Aun que no sabemos realmente todo lo que ocurrió en 1607; tenemos las versiones escritas de personas que vivieron en esa época, muchas de las cuales se contradicen, y la principal es la de John Smith.
Lo que se ha intentado hacer, ha sido coger el mito de John Smith y Pocahontas, y utilizarlo para presentar la perspectiva de Terry, sobre la conexión entre distintas culturas, y las graves consecuencias de los malentendidos.
The New World representa el desembarco de los ingleses, y posterior fundación de Jamestown, Virginia, es una versión de la historia de John Smith, re versionando así, de una forma más realista, la película de dibujos animados “Pocahontas” (1995) de Walt Disney.
El guion, está entrelazado con las escenas fotográficas, y fuerza al espectador a seguir la trama.
The New World se abre con la llegada de los ingleses al territorio americano, acompañados por los sonidos del preludio “Das Rheingold”, primera de las 4 óperas de Richard Wagner, que componen “Der Ringen Des Nibelungen”
A principios del siglo XVII, Norteamérica era muy parecida a lo que había sido 5 mil años atrás:
Una enorme tierra salvaje, poblada por una complicada red de culturas tribales.
Aunque estos pueblos viven en armonía con su entorno, las relaciones entre ellos son más difíciles.
Y una intromisión desde fuera, es lo único que hace falta, para romper el equilibrio.
En un día primaveral de abril de 1607, 3 pequeños barcos con 104 hombres a bordo, entran en este mundo, procedentes de una tierra inimaginablemente lejana, el reino de Inglaterra, a 5 mil kilómetros al este.
En nombre de su patrocinador, la Virginia Company, buscan introducir su cultura, religión, y economía, en la costa de lo que consideran “El Nuevo Mundo”
El buque insignia de la pequeña flotilla, se llama Susan Constant.
Encadenado bajo cubierta, se encuentra un rebelde de 27 años llamado John Smith (Colin Farrell), condenado a la horca por insubordinación.
Veterano de numerosas guerras europeas, Smith es un buscador de fortuna, aunque la fortuna a menudo le ha dado la espalda.
Aún así, es enormemente popular, y tiene demasiado talento como para que su propia gente le cuelgue, y por este motivo, le libera el capitán Christopher Newport (Christopher Plummer) poco después de fondear.
Lo que no saben Newport, ni su grupo de colonos, es que han ido a dar a los dominios de un desarrollado Imperio, cuyo rey es el poderoso jefe Powhatan (August Schellenberg)
Desde el principio, los ingleses, extraños en una tierra desconocida, no pueden, y en algunos casos no quieren, valerse por sí mismos.
Smith va en busca de ayuda de la tribu local, y conoce a una joven, terca e impetuosa, una Princesa, y que es además, la favorita de Powhatan.
En poco tiempo, surgirá un vínculo tan fuerte entre Smith y La Princesa (Q’Orianka Kilcher) que trasciende la amistad, e incluso el romance, y que se convertirá en la base de una de las leyendas americanas más duraderas: “Pocahontas”
“Sweet wife, love made the bond, love can break it too”
Malick desenvuelve The New World, como un sentido poema alrededor de la triste despedida de ese mundo de silencioso transcurrir, a no ser por la propia naturaleza, y la llegada de este otro importado del otro lado del océano, y que inevitablemente habrá de cambiar también.
El observador de este convulsivo cambio, el capitán Smith, se convierte en el resignado profeta de esta nueva era.
La fusión de ambas olas vitales, las proyectará en la protagonista autentica de esta historia, quien es la esencia misma de este mundo aparte, paraíso terrenal que le regala algunos pocos instantes de felicidad, al decepcionado visitante.
Viaje a un lejano país de ensueño, a punto de desaparecer, y que contrasta con su fortaleza en ciernes, en la que habrá de encontrar a los castigados invasores del oasis, convertidos en toda una manada de hambrientos y desarrapados, incapaces de hacer fructificar las tierras que pisan, convertidas en pantanos nauseabundos, y repletos de pestes, estigma del gran pecado de ir más allá.
La Princesa crecerá en medio de este experimento cultural.
Aprenderá a leer, a vestirse como la gente “decente” y será bautizada en la nueva fe.
Kilcher se convierte entonces, en el centro absoluto de The New World y proyección misma de esta mixtura en maduración, reto para la novel actriz, cuyo desarrollo asume con capacidad innegable.
Su mirada pasmada, sorprendida y dolida, es captada por el lente siempre en contacto con su entorno cambiante.
Ella se remueve como la naturaleza a su alrededor, en los diferente pasajes que habrá de tener su vida, la ilusión, la soledad, y el fortalecimiento.
El encuentro con el colono John Rolfe (Christian Bale), y la familia que establecen, es la total entrega de la madre tierra a sus nuevos hijos, cada vez más asentada con el transcurrir del tiempo, en el que llegan más y más barcos, más familias, y lo que era el fortín a duras penas resistente, se convierte en una bisoña ciudad.
La tierra recibe amorosamente los granos por bondadosas manos, muy distintas a las salvajes pisadas pioneras.
El paso final de este cambio, lo habrá de experimentar su hija, allá en las lejanas tierras inglesas.
La tierra de piedras, uniformes, y castillos, recibirá su visita, así como la manifestación de su domesticación, sometimiento tal vez, aquella memorable secuencia de la recepción real, en la que contempla al pequeño animal enjaulado.
La transformación completada no interesa, en función de a quien declara como ganador, sino el condicionante que ha marcado el rumbo a seguir, a partir de entonces.
Transformación que heredarán los que vengan después.
Su pequeño hijo, habrá de ser el continuador, como muchos otros, de este viaje.
Pequeña semilla que recibe la bendición de su madre, para dar inicio a una nueva cultura, un nuevo pueblo, “Un Nuevo Mundo”
El viaje de regreso, se iniciará rumbo al nuevo mundo, del cual no volverán a separarse, aún virgen para que estos nuevos exploradores le den forma a la historia americana.
Tras unos meses, John Smith y La Princesa se reencontraron.
Pocos días después, ella se marchó junto a su familia.
Mataoka, conocida como Pocahontas, y rebautizada como Rebecca, falleció de una extraña fiebre, se cree que de Tuberculosis, con tan sólo 22 años de edad.
John Rolfe, temiendo que su hijo no sobreviviría el duro viaje de vuelta a América, le dejó en Inglaterra, y regresó solo.
Nunca volvieron a verse, porque murió en la guerra que el hermano de Powhatan,  Opechancanough (Wes Studi) libró contra los ingleses.
Según relata David Price en su libro “Love And Hate In Jamestown”:
“Pasarían otros 5 años antes, de que se dieran cuenta de las consecuencias de su ingenuidad, con respecto a Opechancanough, pero aprenderían.
El viernes, 22 de marzo de 1622, los colonos y los nativos se afanaban juntos en sus tareas cotidianas, cuando de repente, los indígenas lanzaron su ataque.
Al término de la mañana, al menos 347 ingleses, y quizás hasta 400, habían muerto.
La población de la colonia anteriormente era de unos 1,240, así que hubo una mortalidad de entre ¼ y ⅓  de los colonos”
“Además de los que mataron, rompieron el corazón de los demás”, escribió William Capps, en una carta a un amigo.
Se cree que Smith nunca se casó, y jamás abandonó Inglaterra, aunque tuvo planes para volver a Nueva Inglaterra, dedicándose en vano, durante 11 años, a buscar apoyo para nuevos proyectos.
Smith murió en 1631, a la edad de 51 años.
“You are the man I thought you were and more”
La leyenda de La Princesa Pocahontas que significa “Juguetona” es el recurso que Malick utiliza, para narrar la historia del encuentro entre 2 culturas.
Las relaciones interraciales, y las diferencias entre ambos mundos, son exploradas a través de los lazos afectivos que se crean entre La Princesa, John Smith, y John Rolfe.
The New World está narrada a 3 voces, Smith, Pocahontas y Rolfe, respectivamente, quienes se turnan la voz narrativa, y nos sirven de guía a la sinfonía de imágenes compuestas por el director.
Sin embargo, a pesar de que las voces sirven de hilos conductores a la narración, los instantes en que los personajes entablan diálogos directos entre ellos, son bastante escasos.
Malick se comunica a través de sus imágenes, y lo que no se dice, tiene aun más valor, que lo enunciado con palabras.
El compromiso con la precisión histórica incluso, se extendió al difícil campo del lenguaje.
Para esto, los productores contrataron a Blair Rudes, experto en el lenguaje algonquino, y le encargaron enseñar este idioma, a todos los actores que encarnaban a los nativos de Virginia.
También, tradujo largos diálogos del guión.
Como resultado, este idioma, que despareció prácticamente en 1780, se oirá de nuevo como lenguaje hablado.
Para establecer desde el principio, que The New World se dedicaría a retratar la cultura nativa con más precisión de lo que es habitual en Hollywood, los cineastas invitaron al Jefe Stephen Adkins, de la tribu chickahominy, a bendecir la producción antes del comienzo del rodaje.
Fue el inicio de una relación excelente, entre los cineastas y los líderes tribales.
Y como todas las películas de Terry, The New World muestra una profunda comprensión del ser humano.
Malick usa la historia real de Pocahontas, cuyo nombre no se cita en todo el film, sólo sale en los títulos de crédito finales, para narrarnos una vez más, sus temas de siempre.
Al director no le interesa explicarnos con detalle, por qué Smith llega a Virginia siendo un prisionero, o de qué manera transcurren los primeros contactos entre los colonos y los habitantes del nuevo continente, es más, en apenas unos segundos, nos expone, cómo los nativos descubren las armas de fuego, y cómo empieza a crecer la desconfianza que éstos sienten por los extranjeros.
Malick opta por mostrarnos los aspectos minimalistas del relato, hasta el punto de que incluso, en las escenas de lucha, pulcramente rodadas, se echa en falta un mayor número de extras, situación que, no obstante, quizás tenga que ver con el presupuesto.
El ser en el mundo, y el ser en el tiempo, concepciones fuertemente enraizadas en la filosofía “heideggeriana” que tanto ha influido en Malick, serán el núcleo conceptual que determinará toda la puesta en escena de The New World.
Cielo, sol, agua, viento… las primeras palabras que la protagonista aprenderá en inglés, son también, algunos de los elementos que más recurrentemente aparecen en la filmografía del director.
Fiel a los elementos formales que han caracterizado su cine, Malick realiza una aproximación a la historia, profundamente sensorial.
Lo primero y lo último que se percibe, es el sonido de la Naturaleza, la profunda comunión con el medio natural, se plasma en sus todas sus dimensiones, y su presencia es uno de los aspectos fundamentales a lo largo del metraje.
Malick vuelve a situar su historia, en un entorno paradisíaco, y enfrenta una vez más a la naturaleza salvaje, lo bueno, con la sociedad, lo malo.
La belleza de las imágenes sigue siendo apabullante, y la narración, cuando la hay, es muy poderosa y atrayente, aunque todos sepamos lo que va a pasar.
Tan sólo 4 películas en algo más de 30 años, con unos signos de identidad muy concretos, muestran unas constantes en su forma de entender el Cine, como medio para crear fascinantes imágenes, e instrumento de reflexión sobre el sentido del individuo ante la realidad que le rodea.
La cámara se desliza de forma desmayada, por entre unos personajes que, en ocasiones, no son más que una parte integrante de esta naturaleza, que casi es posible llegar a oler y sentir, a través de ellos.
Hasta cierto punto, se recrea en la belleza que proporcionan estas localizaciones, con las que crea el marco idóneo para lo que pretende transmitir.
Esto es algo de lo que uno ya se percata al comienzo de The New World, instante en el que el realizador nos deja absortos con una brillante visualización de la llegada de los navíos ingleses a las costas norteamericanas, y la consabida curiosidad que semejante circunstancia provoca en los indígenas.
Es tal la obsesión de Malick por recrearse con las imágenes que capta su cámara, que no son pocas las ocasiones, en las que descuida el discurrir de la narración o la profundidad de los personajes, primando por encima de ellos, el deleite de nuestros ojos, frente a la hondura intelectual.
La cámara eludirá el ángulo, y la altura tradicionales, y optará por deambular casi a ras de suelo, rehuyendo la centralidad, y aparentemente, el plano calculado, buscando a los personajes desde posiciones que denotan cierto grado de intrusión.
Esta decisión, sin duda, juega a favor de la idea de no representación, y contribuye a crear la sensación de que nos encontramos ante una historia, que está sucediendo en el instante preciso en que nos es contada.
Y es que la mayoría de los diálogos de The New World son banales, siendo innecesario que en muchos casos conozcamos los pensamientos de los protagonistas por medio de una voz en off, en una profundísima reflexión que, de forma progresiva, deja en el aire pensamientos desordenados, y preguntas que acaban resultado totalmente actuales, como la incomprensión, la duda, o el anhelo de huída y cambio.
No hay en The New World una sola imagen donde un cuerpo, o un rostro se nos muestren aislados de su entorno.
La figura humana es constantemente recortada, y la escala de tamaños es sometida a una revisión sistemática.
El uso recurrente de picados y, sobretodo, de contrapicados, permitirá a Malick realzar el paisaje, y hacer de la naturaleza un marco poderoso que, en todo momento, envuelve en su interior a los personajes.
En cuanto a su reparto, la actuación de Colin Farrell la describiría como correcta, viéndose sobrepasado por la verdadera sorpresa del filme:
Q'Orianka Kilcher, quien tenía 15 años durante el rodaje, y como dato, su padre es un indígena del Perú Quecha/Huachapaeri.
Hay mucha controversia acerca de quien fue Pocahontas, cuantos años tenía, como era físicamente, y la naturaleza de su relación con John Smith.
Lo más probable es que fuera muy joven, de unos 12 ó 13 años, pero mayor de edad en el mundo indígena de esa época.
De hecho, se le agradece la representación del único retrato de Pocahontas, hecho en vida, según un grabado realizado en Londres, de 1616, por Simon van der Meer, en la escena cuando está en Inglaterra, conocida ya como Lady Rebecca Rolfe en sus últimos días.
Se agradece la presencia de Christopher Plummer y Christian Bale, aunque ambos tienen papeles muy secundarios.
El reparto de The New World es increíblemente diverso, con actores indígenas procedentes de todo el territorio estadounidense, de las tribus kiowa, seminole, lakota, pawnee y, de la misma Virginia, los descendientes del imperio powhatan:
Las tribus chickahominy, pamnukey, rappahannock y upper mattaponi.
Una extraordinaria contribución a The New World son los 17 jóvenes que formaron el cuerpo central de los guerreros, y que recibieron un entrenamiento especial en las habilidades necesarias para retratar a los indios algonquinos de la época.
Procedentes de toda América del Norte, y de varias tribus, este grupo de gran talento, mostraría su habilidad como bailarines, cantantes, y guerreros, además de su asombrosa destreza física.
Por otra parte, los expertos utilizaron sus conocimientos, primero en la creación de los 3 barcos:
Susan Constant, el Godspeed y el Discovery, que se ven en The New World; pero afortunadamente, pudieron utilizar los 3 barcos del Museo de Historia de Jamestown, que normalmente se exhiben al público.
¿Será porque la mirada imaginaria que forja Malick en sus filmes, hace de lo real algo imaginario, y al mismo tiempo que se torna real a su vez, nos regala una nueva realidad?
La respuesta puede encontrarse, quizás, en la naturaleza de las imágenes, en la esencia visual de las mismas.
El choque de civilizaciones, confronta la, en teoría más madura civilización occidental, frente al primitivismo indígena.
Pero esa teoría, rápidamente se ver alterada por los valores de unos y otros, la mezquindad, ruindad, el sentido de la propiedad de los colonizadores, frente a la bondad, altruismo, y el hecho de compartirlo todo de los indígenas, claramente enfatizado en la escena, en que los indios entregan las viandas en el agonizante campamento inglés, o cuando un indio sustrae un hacha con toda la naturalidad del mundo, a lo que responde un soldado inglés, descerrajándole un tiro sin ningún tipo de contemplaciones.
The New World no es exactamente una historia sobre “El Nuevo Mundo”, es una historia sobre un Nuevo Mundo que regresa, fascinado, al Viejo Mundo, el primigenio, y lo redescubre.
La mujer india, como la nueva tierra, es conquistada y abandonada por el descubridor (John Smith) y finalmente, es amada, o edificada, por el colono (John Rolfe)
“Don't trust me.
You don't know who I am!”
He de confesar, que hay partes de la banda sonora de James Horner, que todos aquellos que conozcan bien la obra del compositor, podrán incluso pronosticar ciertos acordes, antes de que éstos suenen; circunstancia que dice bien poco de la originalidad de un encargo, precisamente destinado a un cineasta rupturista.
Los clásicos defectos del autor, sin ánimo de exagerarlos, tienden a hacerse mucho más irritantes, cuanto más ambicioso, o trascendente es el proyecto que aborda, y por ello, en The New World resulta más difícil disculparlos.
Desde luego, no lo ha hecho el director, al haber descartado del montaje final, gran parte de la música original de Horner.
De hecho, el score ha sido cercenado, y sustituido por diversas piezas clásicas, en especial por fragmentos del Nibelungo de Wagner, en lo que parece ser, la decisión extrema de un Malick, que tuvo más de un enfrentamiento artístico con el compositor, durante el proceso de creación de la banda sonora.
Horner crea un bonito tema de amor, adaptándose el resto de sus no muy originales piezas, al sosegado avance de The New World, y a su extremado onirismo.
Por una vez, vamos a olvidar la absoluta falta de originalidad del autor, en un proyecto que pedía a gritos un acercamiento arriesgado.
Intentemos también obviar, los devaneos y auto referencias a scores anteriores como “Braveheart” (1995), o los coros sintéticos reciclados directamente del “Titanic” (1997) y “A Beautiful Mind (2001)
Desterrados así estos prejuicios, lo que nos resta es sumergirnos en una banda sonora, cuya escucha aislada produce un curioso efecto relajante, empapada de un trasfondo onírico, en el que Horner sabe moverse como pez en el agua.
No es un score modélico, pero quizás, no merecía aquél desprecio tan airado de Malick.
Y fuera del comprensible aburrimiento que supone oír un trabajo tan reiterativo, no puedo finalizar este análisis, sin destacar el corte “Of The Forest”, ejemplo inequívoco de que el autor, hasta en sus obras más tediosas, nos sigue ofreciendo muestras de los ramalazos de calidad, que se le presuponen aun.
En definitiva, James Horner vuelve a desaprovechar una ocasión, esta vez de oro dada la trascendencia de The New World, para reivindicarse frente a ese nutrido grupo de aficionados, que le creen hundido artísticamente, y viviendo tan sólo de las rentas generadas antaño.
Lo que no quita para reconocer, que toda obra floja de un grande, despierta el suficiente interés como para ser escuchada y apreciada en su justa medida.
La música es aquí elevación, Malick eleva a Wagner, tanto como éste al primero, pero también la cifra cultural de la razón romántica, que es visionaria.
Para el salvaje, lo sublime aparece bajo la forma del humano acorazado que, firme en su voluntad de poder, traduce la tierra en territorio.
Y para el súper civilizado y rebelde John Smith, lo sublime es la aparición de la naturaleza sin lindes, en un estado primitivo, que remite a los primeros capítulos del Génesis, pero sin culpa.
Ahora bien, es preciso insistir:
La cifra más profunda de The New World es mucho más literal, y se halla en el movimiento mismo de las imágenes y los sonidos.
No procede tomar a Wagner sin más como guiño, o comentario de The New World sobre sí mismo.
Los depósitos de la cultura, sobreviven a las discusiones, porque dan forma a los ensueños, y no es preciso que éstos sean culturalmente inocentes.
Wagner reinventó una forma de continuo sonoro, que se expande con elasticidad, y que unifica los rumores y estruendos con las voces místicas, las selvas, y las cavernas con las almenas, los perfiles duros del héroe, con la densidad moldeable de la naturaleza idealizada.
Es el ruido profundo del caos original subyacente a La Creación, y a la vez, el canto que se diferencia sucesivamente, en espiral:
Entropía y orden, voluntariosa geometría y seducción por la barbarie.
En el set, y en la mesa de montaje, Malick abduce la gravedad de Wagner, y la templa con esa gentileza estética, para la que aún no hemos hallado una palabra que supere de una vez, los equívocos del término “ironía”
Si queremos llevar más lejos una equivalencia imaginaria, entre el movimiento de la materia fílmica y el propio de la música, diremos que Malick traduce el dramatismo de Wagner, a unos modos que recodarían a la muy dinámica placidez de Debussy, como en otro sentido traduce fielmente a los idealistas Rousseau y Thoreau, desde un horizonte readaptado por el realismo darwinista.
“He has killed the God within me”
Nunca había experimentado una sensación similar en la pantalla, esa sensación de pureza, de que lo que me están contando, me lo están contando desde el corazón, desde la sabiduría, de que no me están engañando:
“Los salvajes nos visitan a menudo con bondad.
Son tímidos, como una manada de ciervos curiosos.
¿Cuántas tierras he dejado atrás?
¿Cuántos mares?
¿Cuántos avatares y peligros?
La fortuna es mi eterna amiga.
¿Quién eres tú, a quien apenas puedo oír, y que no dejas de alentarme?
¿De quién es esta voz que habla dentro de mí?
¿Qué me guía hacia lo mejor?
Debemos empezar otra vez.
Un nuevo comienzo.
Aquí, las bendiciones de la tierra están al alcance de todos.
Nadie tiene por qué vivir en la pobreza.
Hay una buena tierra para todos, sin un precio que no sea el propio esfuerzo.
Crearemos una auténtica mancomunidad con el trabajo y la independencia como máximas virtudes.
No habrá terratenientes que nos martiricen con arriendos, o arrebatándonos el fruto de nuestro trabajo.
Nadie consumirá con desdén, lo que el prójimo logró dignamente, ni robará aquello que la virtud almacenó.
Los hombres no se saquearan unos a otros.
En el momento que iba a morir, ella se arrojó sobre mí…
Me salvó la vida.
Todos los hijos del rey eran hermosos, pero ella, la más joven, lo era hasta tal punto que el mismo sol, aunque la viera a menudo, se sorprendía cuando se mostraba en su presencia.
Su padre tenía una docena de esposas, un centenar de hijos, pero ella era su preferida.
Superaba al resto, no solo en rasgos y proporción, sino también en ingenio y espíritu.
Todos la amaban…
Son apacibles, afectuosos, fieles, carecen de malicia y picardía.
No poseen palabras que denoten la mentira, nunca hacen daño o pisan al prójimo.
No hay palabras para la mentira, el engaño, la codicia, la envidia, la calumnia, y ni siquiera el perdón.
No tienen celos, ni sentido de la propiedad.
Lo que creía un sueño, era real”
Con el descubrimiento de América, se dará inicio a los tiempos modernos, producto no sólo de Colón, de España, o de Italia, sino de la humanidad, y muy especialmente, de la clase burguesa, su sector más avanzado.
Por primera vez interactuarán, a escala nunca vista, el abigarrado conjunto de los seres humanos:
Los que dominan, y los que son dominados; los que gozan y los que sufren; los que desarrollan nuevos regímenes de producción y van a lucrarse de ellos, y los que actuarán como engranajes de esos nuevos sistemas económicos y van a convertirse, a la postre, en gestores de otros nuevos; y, en fin, toda la muchedumbre que se agita, produce y muere.
De allí que pueda considerarse a 1492, como la fecha que divide la historia humana en 2:
Hacia atrás un Viejo Mundo, de entonces para acá un Mundo Nuevo.
En conclusión, si se ha de comprender en todo su sentido, el alcance del primer viaje colombino, habría que repetir, dándole un significado contemporáneo, la rotunda calificación que le otorgara el cronista Francisco López de Gomara, en 1552:
“El suceso más grande desde la creación del mundo, salvo por la encarnación y muerte de su propio creador, fue el descubrimiento de Las Indias”

“I thought it was dream... what we knew in the forest.
It's the only truth”



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