A Hatful of Rain

“The tender love story of Johnny Pope, husband, brother, father-to-be!”

El ser humano siempre ha utilizado diversas sustancias químicas y actividades para modificar su estado de ánimo, huir de sus conflictos temporales, desafiar a la autoridad, buscar nuevas emociones, aumentar los estímulos y la actividad sexual, o simplemente por puro placer.
Los tipos de sustancias y las formas de consumirlas, así como los tipos de actividades adictivas han variado en el de acuerdo con la disponibilidad de los productos y de las nuevas tecnologías.
“Cada pueblo tiene el veneno que merece”, afirmaba Goethe en su obra “Faust”
En el cine, los tiempos del Código Hays de Producción ya no tenían sentido, y los cineastas deseaban contar otras historias, mostrar otras realidades, saltarse los temas prohibidos; y entre ellos, la dependencia a distintas sustancias.
Tan solo películas del periodo silente y del periodo pre-Code, tocaron el tema con naturalidad.
Después, una vez instaurado El Código Hays, las drogas quedaron vedadas.
Y si se mostraba, era de manera excesivamente velada, y más contando con la imaginación del público, y sobre todo en algunos géneros determinados como el “cine negro” y desde una mirada condenatoria.
Otto Preminger con “The Man with The Golden Arm” (1955) fue el pionero que presentó al drogodependiente de heroína como víctima, y a la droga como un grave problema social que destruye la vida del individuo y su entorno.
Y así se convierte en el primer director que rompe el hielo para tratar las drogodependencias explícitamente, y desde distintos puntos de vista… en un uno de sus tantos enfrentamientos contra la censura.
Al año siguiente, Nicholas Ray realiza una película metafórica sobre el hombre medio estadounidense y los peligros de su “sueño” en “Bigger than Life” (1956), a través de un padre de familia que tiene que consumir un medicamento en proceso de experimentación, la cortisona, que resulta ser una potente droga adictiva, que altera peligrosamente su personalidad.
Pero es en 1957, cuando hay varias producciones cinematográficas sobre el tema, de nuevo, la heroína está presente como una de las adicciones de la actriz de Broadway y cine mudo, Jeanne Eagels, en la notable película de George Sidney, cuyo título es el nombre de la propia actriz.
Y 2 películas que hablan de un tema tabú:
De cómo a los soldados, durante los conflictos bélicos, soportaban el dolor al suministrarles morfina, y después se quedaban totalmente enganchados a la sustancia, y les era muy difícil incorporarse a la vida civil.
Por una parte está “Monkey On My Back” (1957) de André De Toth, y “A Hatful of Rain” de Fred Zinnemann.
Y es que durante los años 1940 y 1950, el consumo de heroína se convirtió en una verdadera lacra, sobre todo entre los músicos de jazz, y se cebó con los soldados que habían tenido que combatir en Corea; por lo que se implantó como una plaga entre los jóvenes de EEUU; que luego se extendería por todas las capas sociales, y afectaría a todo tipo de personas.
Era un problema del que poco se sabía, y sus efectos fueron devastadores.
De hecho, se convirtió en un tabú, puesto que Estados Unidos seguía instalado como país en una especie de “sueño” en el que no cabía nada que no fuera la felicidad, el progreso y las oportunidades para todos.
Todo falso, por supuesto.
De esa manera, el mundo del cine se adentraba tímidamente en un mundo sucio y gris, al que no se podía dar la espalda.
“I want to report a drug addict”
A Hatful of Rain es un drama del año 1957, dirigido por Fred Zinnemann.
Protagonizado por Anthony Franciosa, Eva Marie Saint, Don Murray, Lloyd Nolan, Henry Silva, Gerald O'Loughlin, William Hickey, Art Fleming, entre otros.
El guión es de Michael V. Gazzo, Alfred Hayes y Carl Foreman; basados en la obra de teatro homónima de 1955, escrita por Gazzo; un sombrío y duro retrato de un adicto a la morfina, y la repercusión de su drogadicción en su entorno familiar.
Con la obra se prefería mostrar, más que el placer de una dosis, el dolor de la abstinencia; por lo que es una explicación médica y sociológicamente precisa de los efectos de la morfina en un adicto y su familia.
Y la descripción franca de la adicción a las drogas en una película, fue una rareza en su momento; ya que fue la primera aproximación de un gran estudio de Hollywood, la Fox, al tema de la drogadicción; y aunque es probable que la obra original sufriera alguna modificación en la adaptación cinematográfica, el resultado fue de todas formas, impactante.
Al tiempo que nos presenta la mentira de la sociedad del bienestar, donde sus frutos son bien conocidos hoy; pero la experiencia del desarrollo social tiene sus ventajas y muchas alienaciones.
Por tanto, para visualizarla, hay que remontarse a esa época y a ese contexto histórico.
Para la producción, el dramaturgo Michael V. Gazzo trabajaría como coguionista; y además, como curiosidad, él sería un actor secundario, nominado al Oscar como actor de reparto por su personaje de Frankie Pentangeli en “The Godfather: Part II” (1974); y la producción escénica original, se inauguró el 9 de noviembre de 1955, en el Lyceum Theatre de New York, y tuvo 389 actuaciones.
De los actores, Ben Gazzara y Shelley Winters fueron los 2 protagonistas en la obra teatral original; y aquí, Anthony Franciosa y Henry Silva retoman sus papeles de la producción de Broadway.
Franciosa y su estrella de Broadway, Shelley Winters, se casaron más tarde… pero sólo Anthony Franciosa fue nominado para un premio Tony por su actuación como Polo, en la producción original de Broadway; y presenta su única actuación nominada al Oscar, al repetir el papel en esta película como mejor actor.
Por otra parte, el otro guionista, Carl Foreman, estaba en La Lista Negra en el momento del estreno de la película; y The Writers Guild of America, agregó su nombre a los créditos de la película en 1998, 14 años después de su muerte.
Agregando que A Hatful Of Rain cuenta con una fuerte partitura musical de Bernard Herrmann; de hecho, 20th Century Fox le pidió a Herrmann que resaltara su preludio para la película, ya que el original se consideró “demasiado aterrador”
Y es que este es un intenso y desgarrador drama familiar, típico del estilo de cine neoyorquino de los años 50; que en ese momento, Hollywood estaba atrapado en el doble golpe de la competencia televisiva y el miedo a La Guerra Fría, por lo que la programación de la costa oeste, tendía a enfatizar el espectáculo de la gran pantalla y el tema políticamente seguro.
Por otro lado, las películas de la ciudad de New York, como la oscarizada “On The Waterfront” (1954), enfatizaron las pantallas pequeñas en blanco y negro, con entornos urbanos, y temas más complejos y cercanos.
Aquí está la adicción a las drogas entre una familia de cuello blanco instalada en un apartamento de Manhattan.
A Hatful Of Rain se filmó en la ciudad de New York New York, a mediados de los 50, que era bastante diferente de lo que sería 10 años después.
Fue una época de florecimiento tardío, con personalidades como Ginsberg, Kerouac, Rattner, y Pollack, que vivieron con un costo de vida razonable; y las ubicaciones lo reflejan.
No hay cavernas sucias, ni grafitis, ni basura esparcida por las calles, ni gargantas cortadas… pero allí vivía Johnny Pope (Don Murray), un ex soldado, cuyas horrendas experiencias en La Guerra de Corea lo han dejado marcado físicamente y emocionalmente, y su estadía en el hospital, lo convirtió en un drogadicto adicto a la morfina; por lo que logra llevar una doble vida gracias a la ayuda económica de su hermano, Polo (Anthony Franciosa)
Ni su esposa Celia (Eva Marie Saint), ni su padre, John Sr. (Lloyd Nolan) saben la verdad de su condición, aunque ésta comienza a volverse insostenible…
A Hatful of Rain relata en plenos 50’s, la historia de un drogodependiente; aunque ahora nos parezca un tema más, en la época de producción era arriesgado hablar abiertamente de ello, y Fred Zinnemann crea una pequeña joya del cine independiente, con la osadía de su tema, pero defendiéndolo con una buena historia.
Y en ella tenemos desde rivalidad entre hermanos, hasta las consecuencias de la guerra; pasando por la extorsión de los camellos, un triángulo amoroso y el intento de superar la adicción.
Sin olvidar que es una película indicativa del realismo que se había deslizado en la década de 1950, cuando El Código Hays de Producción se había relajado gradualmente, y las películas que trataban con más temas para adultos, estaban cada vez más disponibles.
Ahora bien, esto no significa que las películas fueran sucias o salaces, solo trataron algunas de las realidades de los escollos de la vida moderna:
Las pandillas, las drogas, e incluso el abuso sexual, eran ahora temas posibles en las películas, siempre que se presentaran de una manera razonablemente restringida.
Y en este clima, una película como esta, fue posible; porque en la década de 1940, simplemente nunca se pudo haber hecho.
Que las apariencias engañan, nos lo demuestra la vida constantemente, y de ahí lo temerario que resulta juzgar por simples presunciones.
Sobre este tema, A Hatful Of Rain nos va dar una clase inolvidable, y también nos va a mostrar, cómo la peor y la más valiosa lucha que enfrenta un hombre, es la de vencer sus propias debilidades.
La fuerza dramática de la obra es impresionante, llegando a cotas interpretativas de escándalo.
Si bien es cierto que, al ser la primera vez que la Fox retrataba el tema de la drogadicción con sus correspondientes modificaciones respecto a la obra original, su fuerza se mantiene intacta, y consigue noquear al espectador, donde los últimos 15 minutos están entre los grandes momentos de la historia del cine.
“You're not two little kids huddled in a dark corner anymore, Polo”
Al margen de las grandes producciones, en Estados Unidos siempre se hizo buen cine independiente; y uno de los ejemplos característicos, es este trabajo de Fred Zinnemann, que se adentraba en el mundo de la drogadicción.
En el momento en que se rodó la película, las drogas comenzaban a causar estragos, y la información era escasa; era una época donde casi lo único que se podía mostrar en el cine, era que los EEUU es un país “de ensueño”, donde el crimen y otro tipo de ilegalidad merecía una rotunda X de prohibido; pero directores como Otto Preminger con “The Man with The Golden Arm” (1955) y Zinnemann con A Hatful Of Rain, comenzaron a romper las ancladas reglas, demostrando a cabalidad que, tratado con altura y propósitos edificantes, ningún tema debe estar vedado.
Pero el filme de Preminger abre la veda sobre el tema de las drogodependencias, para tratarlo sin tapujos, directamente, tocando el tema 2 años antes que esta producción, aunque de manera más camuflada o abierta.
Y aquí se centra en el tema de la destrucción familiar, por el uso y abuso de la heroína; y junta en un mismo momento temporal, la vida de un padre, sus 2 hijos y la mujer embarazada del yonqui.
La carga dramática está servida en forma de estallido por todas las cosas:
Rencores, anhelos, frustraciones, desengaños, ignorancias, falta de comunicación, choque generacional, etc., que años de desconocimiento han ido forjando.
También hay que centrarse que el año es 1957, cuando la heroína hacia estragos en el mundo del jazz…
Y es que Fred Zinnemann, uno de los grandes directores emigrados que hicieron a Hollywood lo que fue, apostó, con guión del propio autor, por la conservación de los esquemas puramente teatrales, concentrando la acción en el apartamento en el que se sitúa la obra, y salpicando el metraje, de algo más de 2 horas de duración, en un eficaz blanco y negro, de pequeños respiros en exteriores urbanos de New York, que permitieran deslocalizar la acción para limitar la sensación de claustrofobia, no obstante, explotada al máximo en los momentos en que la tensión dramática así lo requiere, así como para ofrecer, a través de la combinación de las imágenes en penumbra de la noche neoyorquina y de la música urbana de tonos jazzísticos de Bernard Herrmann, una plasmación simbólica de los dramas internos, teñidos de luces y sombras que sacuden a los distintos personajes, especialmente a su protagonista:
Johnny Pope.
Todo ello para sumergirnos en el drama insostenible de un antiguo veterano de La Guerra de Corea, cuyo plácido futuro familiar, viene empañado por un peligro inminente:
Su adicción a la morfina.
Allí, en un departamento de apartamentos en la ciudad de New York, cerca del Puente de Brooklyn, Johnny vive con su esposa embarazada, Celia, y su hermano Polo.
Johnny es un veterano que regresó recientemente de La Guerra de Corea, en el cual sufrió una lesión mientras sobrevivía por días atrapados en una cueva.
Su supervivencia lo convirtió en un héroe en los periódicos, pero su posterior recuperación en un hospital militar, lo dejó secretamente adicto al analgésico morfina; y Polo era su único miembro de la familia consciente de su condición.
El padre de Johnny y Polo, John Sr., llega a New York desde su casa en Florida para visitar brevemente a sus hijos, y para recoger $2,500 que Polo había guardado y prometido regresarlo cuando lo requería.
Así, John Sr., acaba de cumplir su sueño de renunciar a su trabajo, y comprar su propio bar, por lo que necesita el dinero para pagar las reparaciones y remodelar el nuevo negocio.
Sin embargo, Polo le dice a su padre que gastó el dinero, y se niega a decir en qué lo gastó… por lo que John Sr., se enoja, y se niega a hablar con Polo, continuando con su patrón de vida de elogiar a Johnny, y despreciar a Polo; una constante desde que nacieron.
Más tarde, John Sr., expresa su orgullo por el servicio de guerra de Johnny, y que se ha casado con una buena esposa; está formando una familia y vive en un bonito departamento, para el cual incluso ha construido gran parte de los muebles a mano; mientras que Polo, por el contrario, alquila una habitación a su hermano, no está casado, y trabaja en un bar que su padre considera de clase baja.
Sin saberlo su padre y Celia, Polo le dio el dinero a Johnny, quien lo gastó todo en su hábito de drogas de $40 por día.
John Sr., tampoco sabe que Johnny ha perdido 4 empleos seguidos debido a su hábito, y que Johnny y Celia están a punto de divorciarse, porque Johnny la ignora y se va por horas, incluso durante la noche.
De hecho Celia cree que está viendo a otra mujer, pero en realidad está buscando drogas, que cada vez son más difíciles de encontrar, ya que la policía está arrestando a muchos traficantes.
Así, mientras John Sr., está de visita, el vendedor de Johnny, llamado “Mother” (Henry Silva), llega al apartamento con sus secuaces:
Apples (William Hickey) y Chuch (Gerald S. O’Loughlin), listos para golpear a Johnny porque le debe $500 a “Mother”, pero no los tiene.
Por lo que Johnny le pide suficiente droga para que le dure hasta que su padre regrese a Florida al día siguiente, a lo que “Mother” le dé una dosis, pero le advierte que debe pagar al menos $300 al día siguiente, o lo pondrán en el hospital; y “Mother” le da a Johnny una pistola, y le sugiere que cometa un robo para obtener el dinero.
Después de discutir con Celia, Johnny se va, y pasa la noche caminando por las calles... intenta robar a varias personas a punta de pistola, pero no puede hacerlo.
Mientras tanto, Polo y Celia están solos en casa en el apartamento, pues John Sr., ha regresado a su hotel; y Polo, que ha estado bebiendo, le confiesa su amor por Celia, quien en su soledad y desesperación, está casi lista para devolverle su amor.
A pesar de sus sentimientos mutuos, se duermen en habitaciones separadas…
Cuando Johnny regresa por la mañana, está comenzando a sufrir una abstinencia nuevamente, y necesita reunirse con un distribuidor para calmarse, pero su padre espera pasar el día con él….
Johnny intenta que su padre pase el día con Polo, pero su padre ni siquiera quiere hablar con Polo, causando una confrontación emocional.
John Sr., finalmente acepta asistir al partido de fútbol con Polo; y Johnny luego obliga a Polo a llevarlo a un punto de encuentro con el camello, amenazando con tirarse del automóvil en el tráfico, pero cuando llega al lugar de la reunión, el camello está siendo arrestado…
Johnny se retira severamente, y comienza a alucinar, justo cuando “Mother” y su pandilla llegan para cobrar el pago de la deuda de Johnny.
Al enterarse de que no tiene el dinero, le dan una dosis a cambio de los $12 que Polo tiene en su billetera, y le dicen a Polo que venda su automóvil para cubrir la deuda de Johnny de $500.
Polo le dice a Johnny, que le diga a Celia la verdad, que él es un drogadicto.
La solución cura temporalmente los síntomas de abstinencia de Johnny, y él trata de reconciliarse con Celia preparando una cena romántica, solo para que ella le diga cuando llega a casa del trabajo, que ya no lo ama, y quiere el divorcio.
Pero cuando él confiesa que él es un drogadicto, y que su hábito le ha causado su ausencia y falta de atención, ella reacciona con apoyo.
Su padre y Polo, luego llegan para cenar, y Johnny informa a su padre, que él es un drogadicto, y que los $2.500 de Polo, se gastaron en drogas para él.
Su padre se enoja, causando que Johnny, quien se retira de nuevo, salga corriendo del apartamento.
Pero Celia se enferma, y debe ser llevada al hospital para asegurarse de que no va a perder al bebé... y cuando Johnny regresa, es amenazado por “Mother”, pero es salvado por Polo, quien le paga los $500 que obtuvo vendiendo su auto; y Johnny anuncia su intención de limpiarse, incluso rechazando un paquete de droga.
Los traficantes se van; y luego llega John Sr., y Celia, que no ha perdido al bebé.
Ambos ven que Johnny ha entrado en crisis por la abstinencia, y Celia se hace cargo, tranquilizándolo, y llama a la policía para que venga a buscarlo, porque Johnny enfermo, y pide que lo pongan en el hospital.
El director Fred Zinnemann, maneja la historia con pulso y tensión, y consigue crear una caldera de emociones intensas, a punto de estallar en cada rincón del apartamento, o igualmente en la habitación del hotel de John, mientras que utiliza las imágenes en exteriores para crear transiciones que permitan tomar aliento entre escena y escena, o para ilustrar en imágenes el hundimiento físico, moral y personal de un adicto a las drogas.
Por ello la película contiene secuencias de enorme poderío dramático, fenomenalmente interpretadas, como:
La llegada de John a casa de sus hijos, y la aparición de las primeras disensiones que permiten adivinar que, bajo su cordialidad recíproca, hay toneladas de desplantes y rencores; o la llegada de “Mother” y sus esbirros, y la charla con Johnny en el descanso de la escalera; o bien la conversación de Johnny y Celia en la que se confiesan estar viendo morir su amor; o la declaración de Polo a Celia en la cocina; y el último hálito de esperanza final de Johnny y Celia, abrazados, aguardando una larga y dura lucha que les permita seguir queriéndose en el futuro…
El magnífico texto, trata primordialmente de, cómo la adicción a las drogas causa el deterioro integral, no sólo de la víctima sino también de sus relaciones personales, sociales y laborales, así como el efecto de arrastre que genera en todos los seres queridos a su alrededor, pero aborda igualmente otras cuestiones secundarias, de gran importancia, que en la película no son baladíes, como:
Las relaciones intergeneracionales, especialmente en el caso de las adopciones, los problemas de la vida matrimonial y de la maternidad, los amores imposibles y/o no correspondidos, el tráfico de drogas como lacra social, el trauma psicológico de quienes han asistido a los horrores de la guerra, el uso “institucional” de las drogas para mitigar en los soldados los efectos perniciosos de lo que ven en El Frente…
Por ello es una película riquísima en matices, en lecturas, repleta de tensión, con diálogos excelentes, interpretaciones al límite, emocionalmente extenuantes, agotadoras situaciones, tensas y emotivas, y con una conclusión dura, pero esperanzadora.
Un drama más que recomendable que, sustituyendo la morfina por otras sustancias, o por incluso otros fenómenos, se encuentra anclado en la permanente actualidad; que el realizador austriaco nos presenta:
Un mundo de las drogas desde el prisma más centrado en el ámbito familiar, aunque no puede dejar de dibujar lo que representaban los bajos fondos en forma de matones que abusaban de situaciones desesperadas.
Un triángulo amoroso con embarazo incluido, la ausencia de la figura paterna, la falta de información que complicaba la situación, la ruina absoluta de una familia desestructurada en la que aparecen todo tipo de reproches, eso que siempre faltó y que les impide formar parte de una sociedad en la que todo se esconde tras las apariencias...
Así, Zinnemann construye un sólido drama familiar, donde sus personajes esconden unas complejas relaciones, y donde la catarsis emocional la hará estallar uno de los miembros de la familia que sufre una dependencia absoluta a la morfina; y va con la sensibilidad de Zinnemann, al que le gustaba tratar temas complejos de forma directa y realista.
Su metafórico y hermoso título, “un sombrero lleno de agua de lluvia” cobra sentido cuando en una cena familiar, donde se desarrollará la catarsis familiar, el padre cuenta una anécdota infantil de su hijo Johnny.
Y es que el cuarteto protagonista construye una creíble familia disfuncional y compleja, cuyos mecanismos van quedando al descubierto a lo largo de la trama, tanto sus lazos, como sus carencias.
En su presente, apenas un fin de semana; queda reflejado su pasado, que les marca; y se perfila y encamina su futuro, después de la catarsis, quizás un rayo de luz, aunque el camino no será fácil para ninguno.
Técnicamente, Fred Zinnemann rodó buena parte de la cinta en interiores y, por momentos, todo resulta teatral en exceso.
De hecho, la película es adaptación de una obra de teatro, pero esto al mismo tiempo se convierte en una herramienta con la que el realizador logra mostrar un clima opresivo, del que no se puede escapar; por ello se concentra en los 4 personajes principales, aunque son 7 en total:
Los principales:
Anthony Franciosa logra un papel excelente.
En todo momento sabe lo que tiene que hacer y lo hace bien.
Habitualmente plano e intrascendente, aquí encarna a la perfección con una vibrante tensión apenas contenida, a este hermano consumido por la preocupación y los deseos de ayudar a Johnny, incluso hasta el propio perjuicio, y por el amor hacia Celia… o será que Polo, en su borrachera, embarazó a Celia, y mantener a Johnny drogado ayuda a mantener una relación cercana con su mujer… pero todo se salió de control…
Nada de eso ocurre, pero está muy insinuado.
Por su parte, Eva Marie Saint está contenida y bien dirigida.
Ella encarna al personaje femenino principal, en realidad el único; y parece haber desarrollado madurez y amargura, conservando partes de dulzura y candidez, pero habiendo ganado en fuerza y carácter.
Ella tiene el papel más subdesarrollado, el de la esposa de Murray, sin embargo, transmite la frustración educada de esta mujer con facilidad, que a menudo es más difícil que sacar; y tiene buena química con Franciosa, que hace que todo sea verosímil.
Don Murray, es grande a medida que crece su desesperación en deuda con “Mother”, que trata de mantener su problema en secreto, y llevado al extremo.
Su personaje es el drogadicto, y brilla especialmente en los momentos en los que hace su aparición la desesperación del síndrome de abstinencia.
Cada momento que se retuerce es tan doloroso que traspasa la pantalla.
Lloyd Nolan cumple, aunque con un papel menor, como el padre inquisidor y ausente, y resulta absolutamente creíble en el papel de padre interesado y resentido, falto de cariño real para con sus hijos; un perfeccionista dominante que realmente amaba a su familia, pero tuvo problemas para mostrárselo a los 2 hermanos, lo que perjudicó mucho al otro, que realmente no tenía culpa, y que irónicamente su única adicción es el alcohol…
Del trío de proveedores/narcotraficantes, también están bien:
El principal es Henry Silva, llamado “Mother”, y nunca ha tenido un mejor desempeño como el traficante despiadado y muy peligroso, que presiona a los clientes y los coloca en el hospital si no pueden pagar.
Igualmente buenos son Gerald O'Loughlin como un proletario eminente; y mejor aún es William Hickey, como “el tercer hombre”, un bromista que resulta ser tan peligroso como “Mother”
Pero Silva personifica el mal a conciencia, la tentación y la falsa protección maternal de quien busca la ruina ajena para su propio provecho; y se ajusta a un estereotipo popular de la época, junto a Hickey, otro estereotipo popular.
Y cuando “Mother” dice que “solo es negocio” después de amenazar a Johnny, tenemos una perspectiva diferente sobre el auge del tráfico de estupefacientes de la posguerra.
¿Por qué el nombre lúgubre de “Mother” para un traficante de drogas de baja vida?
La conjetura es que se caracteriza de manera irónica, que los adictos a las relaciones dependientes tienen con su proveedor.
Por otro lado, el drama está servido:
Celia se siente descuidada por sus ausencias creadas por las drogas, que ella cree es otra mujer… mientras que Johnny sigue perdiendo empleos, y Polo termina pagando el hábito de su hermano.
Cuando el papá llega de Florida para recolectar el dinero prometido de Polo, que ahora no tiene, los eventos comienzan a salirse de control.
La forma en que se resuelve todo esto, es para que usted lo vea por sí mismo en este excelente drama, densamente concentrado en tiempo y espacios, pues se desarrolla en apenas 2 días.
El presupuesto de $1,820.000 no era tan bajo, aunque no logró buena recaudación, sólo $1,5 millones; sin embargo, que gran rendimiento de actores y sabio aprovechamiento de lugares y situaciones; pero el fondo seguramente no fue  bien recibido, porque mostraba una realidad que no quería ser analizada:
El padre ausente, la carente educación recibida por estos 2 hijos, la sequía emocional, las drogas, etc.
Realmente estos serían los verdaderos temas de la película, y elige la heroína como medio; y más allá del tratamiento de la drogodependencia, del reflejo de los bajos fondos, con el mundo de los camellos, de cómo refleja el síndrome de abstinencia, de cómo cuenta la situación de muchos soldados que para soportar los conflictos bélicos, terminan dependiendo de sustancias… la película desnuda de manera brillante los sentimientos, emociones y lazos familiares.
Las relaciones entre los 2 hermanos y sus fuertes vínculos, que se protegen continuamente; las complejas conexiones emocionales de ambos con el padre, un padre viudo y siempre lejano, pero con una fuerte personalidad, que tuvo que enviarlos a un orfanato para poder salir adelante.
El matrimonio herido de muerte de Johnny y Celia.
Este, al ocultar su drogodependencia y crear situaciones extrañas, como noches en las que no aparece ni explica dónde estaba… está acabando con la relación y deteriorándola aceleradamente, pues ella cree que existe otra mujer…
Y por último, la unión y complicidad de Polo con su cuñada, pues éste vive con el matrimonio, y se ha ido enamorando de Celia; y ésta ve cómo se relaciona más fácilmente con su cuñado, y cómo es su pañuelo de lágrimas… y el complejo de culpa de ambos por la situación que están creando.
Pero ninguno quiere dañar a Johnny.
Y Johnny no puede pensar en ninguno, ni siquiera en su futuro bebé… solo en cómo conseguir su próxima dosis, y cómo pagar la deuda cada vez mayor a su camello.
Hay un momento que sale un bar, y una orquesta tocando, por un instante flota Charlie Parker, en los fotogramas y no creo que sea casual.
La droga fue una lacra entre músicos sobre todo del mundo del jazz; y una década más tarde, le llegaría el turno al rock.
Pero este no es el tema, solo el contexto.
El guion está a buena altura, aunque el final se convierte en una especie de melodrama en el que todo tiende a vaciarse.
Zinnemann, que no era muy amigo de los finales felices, hace un movimiento que podría dejar abierto a cualquier posibilidad; y después de hacer un esfuerzo considerable para mostrar una zona sucia, el austriaco intenta limpiar la cara a ese universo que ha construido, sin tener en cuenta que un final en el que existan posibilidades amables, no encaja.
Posiblemente, la censura fue la causa de este final esperanzador, como televisivo. Y aunque a algunos no gustó, es el mejor final posible… por redención.
Sin olvidar que A Hatful of Rain también pone mal parado al Ejército de EEUU, como fuente creadora de la adicción de Johnny cuando él estaba en el Hospital del Ejército, luego de pasar meses en una cueva en Corea.
Y sobre la violencia, solo es sutil, ya que no se ven golpes, y solo muestran las amenazas de manera verbal; pero sí muestra cómo los adictos harán cualquier cosa para obtener su próximo “arreglo”
Por ello, la utilización de algunas escenas, fueron consideradas como motivadoras y útiles en la promoción y en la exploración de una visión más amplia de los problemas médicos y sociales de los adictos, concretamente la comprensión de comportamientos aparentemente irracionales durante la abstinencia; y que pueden también desencadenar modificaciones de las actitudes personales sobre la comprensión de “lo que las personas sienten por dentro”, frente a la diversidad de los comportamientos humanos, sin conceptos preestablecidos.
Así las cosas, A Hatful Of Rain ha resistido la prueba del tiempo, y su fuerza se mantiene porque el tema sigue siendo actual; pues hoy, el protagonista puede llegar a ser un veterano de Irak o Afganistán.
Aún podemos ver esa actualización, esta película será más que suficiente.
Por último, la partitura de Bernard Herrmann refleja la angustia y la desesperación del protagonista, en base a una música muy intensa y dramática, que subraya también la confusión y el caos emocional de ese personaje.
Algo que pocos han logrado, y que su trabajo con Hitchcock, marcaría la cumbre de su “leitmotiv”
“Polo, You're a bum.
You always were and you always will be”
En las últimas décadas, el tema de la droga, originalmente tabú, se ha vuelto más común, y se ha adentrado en el cine con un ritmo creciente.
La mayoría de las películas que tocan este tema, muestran una intención, ya sea un aspecto primordial o secundario, de transmitir un mensaje moral.
Sin embargo, en las sociedades de hoy en día, no parece haber una toma de conciencia real sobre este tema.
Tanto es así, que no sólo no ha disminuido el consumo, sino que pareciera aumentar, o bien hacerse más presente.
Si bien, no sólo depende del cine concientizar a la población de los problemas respecto al uso de drogas, claramente este aspecto del “Séptimo Arte” no está funcionando, o bien no tiene intención de funcionar.
Siendo en mayor parte, un negocio, no es raro que se pretenda más que nada atrapar al espectador con lo que sucede en el contexto que envuelve al tema “droga”
El problema se presenta en que esto puede tener un efecto distinto al esperado en el espectador, quien no necesariamente toma conciencia, y de hecho a veces todo lo contrario, y es así como la intención moralizante, pasaría a ser solo una excusa políticamente correcta.
El cine, como “espejo de la realidad cotidiana” surge de esta forma como un recurso educativo excelente, porque presenta las situaciones como si fuesen vividas por los protagonistas, mimetizando la realidad social, con la ventaja de poder re-observar las escenas las veces que sean necesarias, siendo posible después, su discusión y desarrollo teórico, en el espacio propio de la enseñanza.
Y cuando se piensa en la adicción, surgen súbitamente imágenes degradantes, de desesperación, que se asocian a múltiples emociones, generalmente desagradables; y se plantean preguntas sobre lo que es adictivo, y sobre la importancia relativa de la sintomatología física y/o psíquica de una dependencia.
También, se piensa si aparecerán o no síntomas de abstinencia cuando el individuo suspenda súbitamente la actividad adictiva con la que está relacionado, quedando abstinente.
Lo que verdaderamente es común a las adiciones, es la falta de control, la necesidad compulsiva de obtener una sustancia o de realizar una determinada actividad, a pesar de conocerse sus consecuencias, habitualmente consideradas adversas para la salud individual o para la sociedad.
En el momento de la necesidad no importa nada más que la adicción, desaparecen todas las preocupaciones, si es que existieron, se olvidan los riesgos.
De esa manera, el tratamiento debe restituir al individuo la confianza en sí mismo, para controlar sus necesidades y para alcanzar la felicidad.
De hecho, todos los individuos buscan la felicidad y la paz de espíritu.
En el día a día de la vida social, no todo es agradable y sobrevienen cíclicamente momentos de fracaso/vacío, depresión/luto, soledad/incomprensión, miseria/vulnerabilidad, que se intentan superar a través de múltiples mecanismos psicológicos y/o sociales para lograr la propia realización personal.
En particular, el adicto a la heroína consigue pasar de todo solo con pensar en la recuperación de su serenidad con la introducción de un opiáceo en su cuerpo; y finalmente tiene un sentimiento de ser ajeno a todo lo que le rodea, pasa a vivir en 2 mundos simultáneamente, se debate, a veces sin darse cuenta del cambio, entre el mundo real y el adictivo.
¿Cuál de ellos siente que es más real?
Y deja de sentir culpa o vergüenza, encuentra leyes especiales para vivir “en el otro lado”, lo que le hace saborear manifiestamente el poder y el control.
Así vivimos en un mundo que realza los placeres inmediatos e individuales, relegando a un plano secundario los valores de la responsabilidad, familiar o comunitaria, y las implicaciones interpersonales y de intervención social.
Todas las personas tienen un enorme potencial para establecer relaciones adictivas o de dependencia de una serie de objetivos, acciones, a veces de personas, sobre todo en momentos de ansiedad y/o depresión, con la esperanza de obtener el desahogo necesitado.
Todos los individuos pueden encontrar los procesos de seducción que les permitan conseguir una evasión de la realidad, resolviendo así, momentáneamente sus problemas.
El adicto acaba por hacer de “eso” su estilo de vida, perdiendo el control sobre el uso de los objetos y de los acontecimientos, y permaneciendo ajeno de la realidad, auto-alimentándose de su adicción, que pasa a ser la razón fundamental de su existencia.
Lentamente se vuelve hacia sí, y se aleja, aislándose del resto del mundo; y a medida de que la enfermedad de la adicción progresa, pierde las relaciones fundamentales con los demás, que serán, en general, usados, manipulados en función de su dependencia.
Por tanto, hay que resaltar el peligro que, especialmente en estos tiempos, se esconde detrás de un consumo abusivo de todo tipo de drogas.
Un consumo que muchas veces es aceptado socialmente, y que puede conllevar a verdaderos problemas para el individuo, que nunca es consciente de la seriedad del tema en sus inicios.
Por ello el cine puede tratar las drogas de una u otra manera, con más seriedad o rozando a veces la comedia, pero su consumo es realmente peligroso y adictivo para todos los públicos.
Porque los efectos del abuso de las drogas es una realidad, y siempre dolorosa.

“It's my husband.
My husband!
Would you hurry, please?”



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