The House That Jack Built

“Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo”
(Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos)

¿Qué es el sufrimiento?
Tal vez son golpes en la cara, en las costillas o en las piernas… también el pensar en pecados y la condena que el alma sufrirá en los infiernos, en el caso de los creyentes...
A lo largo de la historia de Occidente, pensadores como Lacan, Freud y Vattimo, han estudiado el vínculo entre arte y violencia, no sólo como la reproducción de una realidad, sino como una traducción estética capaz de impactar por la crueldad con la que es decodificada.
El arte con responsabilidad social, vehículo de denuncia, o lo que procuraron las vanguardias del siglo XX, es la eterna invitación para dejar de lado su neutralidad.
“El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador”, escribió Carl Gustav Jung, uno de los grandes teóricos del psicoanálisis.
Así, la necesidad del artista es re-crear lo que siente en lo profundo de su mundo interno, es precisamente la percepción de que está despedazado, lo que conduce a la necesidad de recrear, que se traduce en la creación de un mundo nuevo.
Segal dice que esto se realiza a través de la expresión simbólica...
La constelación mental específica, apunta a la resolución de un conflicto depresivo, incluyendo la constelación edípica precoz; de modo que los medios por los que el artista es capaz de canalizar los impulsos, son idóneos para transmitir tanto el conflicto, como el intento reparador de resolución; por tanto, la verdadera reparación debe incluir el reconocimiento de la agresión y de su efecto.
De hecho, no puede haber arte sin agresión, ya que siempre está presente en el momento de iniciación de una obra, porque el artista desata un gran monto de angustia al iniciarla, y en relación con esto, se argumenta que no hay arte sin tensión, la cual debe ser mantenida hasta el último momento, ya que por más serena que sea la obra, transmite en el inconsciente del receptor, una tensión que subyace al proceso creativo.
La reparación a la que se pretende llegar a través de la obra, no se completa nunca, y debe concluirse internamente.
De esa manera, el acto creativo en profundidad tiene que ver con el recuerdo inconsciente de un mundo interno armonioso, y la experiencia de su posible destrucción; esto es, la posición depresiva; el impulso es recuperar y recrear el mundo perdido, y el modo de lograrlo es el equilibrio entre lo feo y lo bello, logrando que el receptor se identifique con el creador.
El éxito de la reparación, supone una victoria de las pulsiones de vida sobre las pulsiones de muerte; y en la función de estructuración de la mente del artista por medio del arte, interviene la simbolización; que es un recurso que tiene el artista para elaborar el sentido de sus conflictos, puesto que la simbolización es un acto defensivo que utiliza la mente ante sus conflictos, y esto es posible, ya que los símbolos exteriorizan las fantasías, y las distinguen de uno mismo, distanciándose así, del artista, su angustia persecutoria.
El artista, entonces vuelve a elaborar su posición depresiva infantil, de manera que no sólo debe recrear algo en su mundo interior que corresponda a la recreación de sus objetos, sino tiene que externalizarlo, para darle vida en el mundo exterior.
Éste debe de integrar y elaborar los estados mentales más precoces, la percepción del caos, la persecución y la de un estado ideal perdido al comienzo de esa integración; y la creatividad artística implica mucho dolor, y la necesidad de crear es apremiante; por lo que no puede abandonarse con facilidad.
El abandono de una labor artística, es experimentado como un fracaso, y a veces como un verdadero desastre.
Esa gran ventana al alma humana, el arte, ha llevado a cabo distintas manifestaciones del dolor de la tortura a través de los años; desde el dolor físico hasta el espiritual, pasando por situaciones sociales.
Veamos por ejemplo la espléndida obra llamada “Dante et Virgile” (1859) del pintor William-Adolphe Bouguereau, que se encuentra en El Museo de Orsay de París, Francia.
El cuadro entró en el museo por “dación”, llevada a cabo por El Ministro de Cultura André Malraux, el 31 de diciembre de 1968, para fomentar la conservación del Patrimonio Artístico Nacional.
Bouguereau, como pintor de retratos de aspecto fotográfico, obras religiosas hábiles y sentimentales, y de desnudos tímidamente eróticos, como su bello dominio de las técnicas pictóricas academicistas y de las claves sociales de la hipocresía burguesa; fue uno de los más famosos de su generación, pero fue vilipendiado por la vanguardia impresionista; y a principios del siglo XX, su arte cayó en desgracia ante el público, debido en parte a los gustos cambiantes; y en la década de 1980, un renacimiento por del interés en la pintura de figuras, condujo a su redescubrimiento.
A lo largo de su vida, Bouguereau ejecutó 822 pinturas terminadas conocidas, aunque se desconoce el paradero de muchas; y aquí somete al público a un cuadro todavía más monumental, donde extrae de la obra de Dante, muy apreciada por los románticos, quienes supieron captar su belleza totalmente dramática; en un óleo sobre lienzo de 281×225cm, donde el pintor describe la entrada de Virgile y el propio Dante en el 8° círculo del Infierno, donde se encuentran los falsificadores.
Allí se les ve observando 2 almas condenadas:
El hereje alquimista Capocchio, mientras es mordido en el cuello por Gianni Schicchi, personaje real que vivió en el siglo XIII en Florencia, famoso por su capacidad de suplantación de personas, y enviado por ello al Infierno.
El Canto XXX de La Divina Comedia – Infierno, en sus versos 22 al 33, dice:
“Más ni de Tebas furias ni troyanas se vieron nunca en nadie tan crueles, ni a las bestias hiriendo, ni a los hombres, cuanto en 2 almas pálidas, desnudas, que mordiendo corrían, vi, del modo que el cerdo cuando deja la pocilga.
Una cogió a Capocchio, y en el nudo del cuello le mordió, y al empujarle,
le hizo arañar el suelo con el vientre.
Y el aretino, que quedó temblando, me dijo:
“El loco aquel es Gianni Schicchi, que rabioso a los otros así ataca”
Como dato, las leyendas acerca de Virgile y sus poderes mágicos, siguieron siendo populares durante más de 200 años, posiblemente haciéndose tan prominentes como sus propios escritos; y de esa manera, el cuadro los muestra luchando:
Uno muerde el cuello del otro, su mano se hunde en la carne como si fuera la garra de un animal salvaje, y en el suelo hay un hombre muerto…
Dante y Virgile, que están observando la escena, son los únicos que están vestidos, y estos a su vez son observados por un demonio con alas; pero al fondo hay un grupo de personajes apelmazados, y algunos van cayendo en las llamas, a la derecha.
El pintor se inspiró en la célebre obra de Dante Alighieri, que relata así el viaje imaginario de Dante y Virgile en el mundo de los muertos, que comienza por El Infierno, luego van al Purgatorio, y terminan en El Paraíso.
Virgile, es el guía hasta la puerta del Paraíso, pero no puede entrar porque nació y murió antes de la llegada de Cristo, y no se pudo beneficiar de su sacrifico y muerte.
Fue Beatriz Portinari, su musa, quien tomó el relevo para guiar a Dante, y ella será la que le abrirá la puerta de La Salvación.
El pintor quiso mostrar que en El Infierno se encuentran las peores cosas, los hombres se matan y se devoran entre ellos; pero también las diferentes clases sociales están representadas:
Dante y Virgile, representan a los intelectuales; Dante representa a los poetas y artistas; mientras Virgile con su corona de laurel, es el guía y protector de los filósofos; ellos son los espectadores de los acontecimientos, que no intervienen en la lucha, solo “son sus ideas las que pueden servir de guía”
El demonio representa el poder, y está situado por encima de todos, incluso parece sonreír, y es el origen de la destrucción de los hombres, “mira con malos ojos a los intelectuales, y consideran peligrosas las ideas que puedan aportar para salir del caos”
Finalmente, el pueblo se mata entre sí.
El cuadro es de hecho una crítica al poder político, siendo solo apreciado por los románticos, quienes fueron los que captaron su belleza dramática; pero en el fondo se puede decir que todo en el cuadro subraya el sentimiento de “terribilità”, así como de aversión, un tema al que Bouguereau nunca más volvería, pues evidentemente, el tema supuso una excusa para poder pintar desnudos masculinos en plena acción, con los músculos bien marcados, y demostrar lo bien que el pintor representaba las anatomías.
Pero la obra tiene fuerza, y es violenta a más no poder, pero después de esta demostración de poderío, el artista decidió que ya tenía bastante, y se pasó al lado oscuro… pues el resto de su producción, con la que se hizo muy famoso, todo hay que decirlo, está compuesta en su mayoría de cuadros un tanto “kitsch” protagonizados por bellísimas mujeres de cuerpos idealizados, sin celulitis ni arrugas, puro “Photoshop” artístico; o niños de mejillas rosadas, rodeados de nubes o flores.
Así, Bouguereau pudo demostrar que tenía la mejor técnica pictórica de Francia, con una exquisita cultura literaria, y un dominio total de la anatomía humana.
De esa manera resulta difícil entender, cómo de las semillas de la maldad y su demencial resultado de violencia, pueda cosecharse toda una variedad de ideas y posibilidades creativas.
Ya lo hizo Goya cuando pintó Los Fusilamientos del 3 de mayo y los desastres de la guerra”; lo hizo el pop art cuando Andy Warhol pintó una silla eléctrica; y Roy Lichtenstein recreó La Guerra de Corea… y en el cine, ya lo hizo Lars von Trier.
“The old cathedrals often have sublime artworks hidden away in the darkest corners for only God to see.
The same goes for murder”
The House That Jack Built es una película danesa de terror, del año 2018, escrita y dirigida por Lars von Trier.
Protagonizada por Matt Dillon, Bruno Ganz, Uma Thurman, Riley Keough, Sofie Gråbøl, Siobhan Fallon, Ed Speleers, Osy Ikhile, David Bailie, Yu Ji-tae, Marijana Jankovic, Robert G. Slade, entre otros.
El filme se anunció originalmente como una miniserie de 8 partes, en septiembre de 2014, cuando la versión completa de “Nymphomaniac: Vol. I & II” (2013) se estrenó en El Festival de Cine de Venecia; pero en febrero de 2016, Lars von Trier anunció a través de un video de David Bowie en su página oficial de Facebook, que The House That Jack Built sería su próximo estreno teatral, que se estrenará en los cines en 2018.
Y después de investigar exhaustivamente los asesinos en serie, von Trier tenía un guión completo desde mayo de 2016; lo que se comprueba tristemente por el reciente surgimiento del “Homo Trumpus”, “El Rey Rata”, del artículo “Lars von Trier inspirado por Donald Trump para la nueva película de asesinos en serie” por Catherine Shoard del periódico The Guardian, publicado el martes 14 de febrero de 2017.
Así, los derechos de ventas internacionales de la película, pertenecen a TrustNordisk; y la producción de Zentropa de von Trier; mientras Film i Väst está financiándola, y el Copenhagen Film Fund aportó € 1,08 millones en subsidios a la producción.
Pero la película es una coproducción entre Francia, Alemania, Suecia y Dinamarca.
Lars von Trier dividió la filmación en 2 partes, esto para permitir la oportunidad de editar entre medias, algo que nunca antes había hecho; y la película pasó casi un año en la postproducción, que incluyó complicados efectos especiales.
Como dato, el filme explora mucho el arte en general, y uno de los afiches, presenta a 2 de los protagonistas principales, de pie en un bote que recuerda el cuadro “Le Radeau de La Méduse” de Jean-Louis André Théodore Géricault; y también se parece a “La Barque de Dante” de Eugène Delacroix; esto porque la película muestra el extraño viaje del protagonista, y su guía, a través del Inframundo de manera similar al famoso poema italiano de Dante Alighieri, “La Divina Comedia”
Otros afiches, recalcan el arte cínico en “divertidas” fotos promocionales del elenco de actores y el director, en las que aparecen todos atados y desencajados; obra del fotógrafo Casper Sejersen, y el diseño gráfico de Tobias Røder.
The House That Jack Built se estrenó en El Festival Internacional de Cine de Cannes, y marcó el regreso de von Trier al Festival, después de más de 6 años, tras ser declarado “persona non grata” debido a sus polémicas declaraciones en las que se declaraba nazi durante el estreno de “Melancholia” en 2011.
Al tiempo que durante la proyección, se informó que más de 100 miembros de la audiencia, incluidos algunos críticos, se retiraron, aunque una ovación de 6 minutos siguió a la proyección.
Algunos de los audaces miembros de la audiencia, continuaron condenando la película en las redes sociales por su extrema violencia y tono nihilista.
El rodaje comenzó en 2017, fuera de Bengtsfors en Dalsland, Suecia; y pasó a Copenhague, Gribskov, Trollhättan, Peak District y Montemerano.
La acción sigue a un asesino en serie durante 12 años de impunidad, en la década de 1970 y 1980 en el estado de Washington, EEUU; y descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie.
La historia se vive desde el punto de vista de Jack (Matt Dillon), un nombre que remite al asesino más famoso, infame y enigmático, Jack “El Destripador”; es un ingeniero que se ve a sí mismo como un arquitecto, quien considera que cada uno de sus asesinatos, es una obra de arte en sí misma; y a medida que la inevitable intervención policial se acerca, debe correr cada vez más riesgos para crear la obra de arte suprema.
Poco a poco, a través de una conversación recurrente con un extraño, Verge (Bruno Ganz), nos sumergimos en las descripciones de Jack; y para ello utiliza una estructura de 5 incidentes y un epílogo, comenzando con el día en que “nace” como asesino en serie, utilizando un gato hidráulico, o “Jack” en inglés; y pasando por los crímenes que más han impactado en su carrera.
Sus víctimas son mayoritariamente mujeres con pocas luces, aunque también hay niños y hombres.
Asimismo, en cada uno de estos segmentos, se nos explica un poco mejor la vida de este psicópata, presentándonos desde breves recuerdos de su infancia, hasta sus relaciones personales y amorosas.
Como un diario íntimo, The House That Jack Built se devela lentamente a través de 5 asesinatos que parecen conformar la esencia misma del protagonista:
Su arte, cargado de muerte y dolor, está hermanado con el de la pintura renacentista, o con el pianista más excéntrico del siglo XX, ambos ejemplos continuamente citados en pantalla; y la búsqueda de una obsesión que, en sus primeros compases, parece luchar por justificarse frente al amor con el que Verge pretende acusar a su protagonista.
Autobiográfica y completamente honesta, el largometraje se sitúa en el plano del “performance”, invitando al espectador a un juego donde los ojos de la realidad no tienen cabida; y para “disfrutar” por completo de la experiencia planteada en este relato, es necesario cruzar la línea superficial establecida entre el bien y el mal, dejar afuera prejuicios, y sumergirse por completo en una historia que se toma todas las libertades necesarias para comprender la sustancia misma de lo orgánico, de lo primitivo, y también de lo racional.
Con una voz “en off” al inicio, con un suave sonido de agua de fondo; Jack no solo cuenta sus cavilaciones en torno a la construcción y deconstrucción de un individuo, sino que también deja de manifiesto la culpa, no únicamente del sujeto que ejerce violencia, sino también del que decide ignorarla, en esa falta de empatía tan característica de la actualidad.
Allí tendrá cabida el representante de la ley, el amigo y el espectador mismo.
Es ahí donde se sustenta el discurso más controversial del film, ese que une la matanza de judíos de La Segunda Guerra Mundial, con “una obra maestra”
Porque el filme es una impresionante alegoría al viaje de Dante a Los Infiernos, con la voz narradora de Verge, que finalmente guiará a Dante a la perdición.
Es reflexivo, pues cuestiona al espectador como animador del Circo Romano que alienta a “artistas”, y no precisamente del instinto asesino del “ser humano”, sino a las mentes consideradas “superiores” como íconos culturales, y líderes políticos, los compositores, pintores, escultores, artistas consumados de las artes, cuyas obras engalanan Museos de primera categoría, y no solo compara al asesino con ellos, sino también en otras ramas alentadas por la raza “humana” como es el deporte y el consumo mismo.
Somos lo que comemos, lo que consumimos, y eso es el asesinato.
Y el director no se cree intocable, pone a sus propios filmes como ejemplo, y a nosotros mismos como alentadores de su arte.
Somos voyeristas, que solo nos hace falta un pequeño impulso, tal vez un estímulo, y todo lo considerado razonable cambiará para siempre la perspectiva.
Así, Lars como Virgile, fue el creador de una grandiosa obra en la que se muestra como un fiel reflejo del hombre de su época, con sus ilusiones y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.
Y es sobre todo, un ensayo visual sobre el propio cine del danés, y su lugar en el mundo del arte.
Una película desbordante, y una polémica aproximación al “psycho killer” que guarda más, mucho más de lo que sus violentos asesinatos o sus pomposas escenas parecen esconder.
“Audentes Fortuna iuvat”
(A los osados sonríe la fortuna)
Tendencioso y presuntuoso para algunos; sublime y admirable para otros, pero para nadie es indiferente el hombre llamado Lars Von Trier, quien desde el famoso Dogma ha dejado en claro que no está aquí para complacer, mucho menos para ser comprendido ni entendido, sino simplemente para hacer cine a su estilo y nada más, sin importar lo que se diga para bien o para mal.
Y parece que cuando el director danés dijo que su más reciente filme, The House That Jack Built, iba a ser su trabajo más brutal, violento y perturbador… no estaba exagerando.
Desterrado de Cannes por los bien-pensantes, volvió con esta “comedia” salvaje que, como hizo en su momento el periodista, crítico y escritor británico del Romanticismo, Thomas de Quincey, considera el asesinato “una de las bellas artes” y envuelve dicha teoría en un guión elegantísimo, trufado de ideas como que “El Cielo y El Infierno son lo mismo”, que “el alma pertenece a arriba, y el cuerpo abajo”
De Quincey decía en “A Second Paper on Murder Considered as One of the Fine Arts” (1839):
“Porque si una vez un hombre se entrega al asesinato, muy pronto no piensa en robar; y de robar, se acerca a la bebida y al descanso del sábado; y de eso a la incivilidad y la dilación.
Una vez que comience en ese camino descendente, nunca sabrá dónde debe detenerse.
Muchos hombres han salido de su ruina debido a un asesinato, u otro que tal vez pensó poco en ese momento”
La influencia inmediata de Quincey, se extendió a Edgar Allan Poe, Fitz Hugh Ludlow, Charles Baudelaire y Nikolai Gogol, pero incluso los principales escritores del siglo XX, como Jorge Luis Borges, admiraron y afirmaron estar parcialmente influenciados por su trabajo.
El compositor, Hector Berlioz, también basó vagamente su “Symphonie Fantastique” en “Confessions of an Opium-Eater”, basándose en el tema de la lucha interna consigo mismo.
En el cine, Dario Argento usó de Quincey en “Suspiria”, particularmente “Levana” y “Our Ladies of Sorrow”, como inspiración para su trilogía de películas “Three Mothers”, que incluye a “Suspiria”, “Inferno” y “The Mother of Tears”
Esta influencia se trasladó a la versión de Luca Guadagnino en 2018 de “Suspiria”
Así, The House That Jack Built está articulada a través de una estructura dividida por 5 episodios, que respectivamente son 5 asesinatos y las consecuentes reflexiones sobre los mismos, donde evidentemente yace una reflexión filosófica y metafísica sobre el mal y el sadismo, a través de la cual, nos invita a adentrarnos en la cabeza del asesino en serie.
Y como guía, Lars von Trier hace cobrar vida a “La Barca” de Dante, aquel óleo de Eugene Delacroix, que cuenta con el protagonista de “La Divina Comedia”, y su guía, Virgile, mientras descienden al Infierno como figuras centrales.
Una representación pictórica, que no sólo sirve de alegoría para la historia de Jack, sino que simboliza el camino al Purgatorio que el cineasta danés ha recorrido materializando esta auténtica genialidad.
La historia sigue a Jack, un asesino en serie altamente inteligente, en el transcurso de 12 años, y describe los asesinatos que realmente desarrollan a Jack como tal.
Por lo que recuerda 5 incidentes que lo convirtieron en quien era; y a lo largo de la película, tiene conversaciones paralelas con Verge, entre las representaciones de los incidentes.
1er Incidente:
Jack está conduciendo por una carretera, cuando se encuentra con una mujer (Uma Thurman) que tiene problemas con el auto.
Ella también necesita arreglar su “gato” roto; y después de conversar y bromear en un momento, ella dice que “no debería estar en su camioneta” porque él podría ser un asesino en serie.
Jack acepta llevarla a su mecánico, Sonny (Jack McKenzie), que arregla el gato del neumático, pero cuando ambos regresan para intentar arreglarlo, una vez más, el gato se rompe…
La mujer pide que vuelvan una vez más; esta vez, sin embargo, Jack toma el gato del neumático, y la mata con él.
Luego lleva su cuerpo a un congelador industrial que había comprado para guardarlo.
2do Incidente:
Jack llama a la puerta de otra mujer, Claire Miller (Siobhan Fallon Hogan), y afirma que es un policía que puede ayudarla con la pensión de su marido muerto.
Finalmente, encuentra otro ángulo, ya que la mujer es sospechosa, y dice que en realidad es un agente de seguros, y puede prometerle más efectivo.
La mujer lo invita a entrar, y Jack la estrangula, pero no logra matarla por completo…
Ella se despierta, y él le ofrece un poco de agua con donuts desmenuzados, en un intento de hacer que se ahogue hasta la muerte, lo que no funciona, por lo que la estrangula de nuevo, y tiene éxito.
Sin embargo, sus obsesiones por tratar de limpiar todas las superficies de la casa, casi lo llevan al pánico, cuando un policía sospechoso, llamado Ed (Ed Speleers) se acerca, pero termina por irse.
Luego, Jack ata el cuerpo de la mujer a la parte trasera del auto, y lo arrastra por todo el concreto en el camino hacia el congelador industrial.
Alrededor de este tiempo, que logra ver que la impunidad está a su favor, Jack termina dándose el apodo de asesino en serie “Mr. Sophistication”
3er Incidente:
Jack lleva a una mujer (Sofie Gråbøl) con la que está saliendo, y sus 2 hijos:
Grumpy (Rocco Day) y George (Cohen Day), para a una lección de caza.
Poco después, mata a ambos hijos con un rifle de francotirador a distancia; y obliga a la mujer a darle un pastel a George que está falleciendo…
Finalmente termina matando a la mujer; lleva el cuerpo de Grumpy al congelador industrial, y utilizando su conocimiento de taxidermia, reacomoda su rostro en una sonrisa grotesca.
4to Incidente:
Jack conoce a Jacqueline (Riley Keough), una mujer que él llama “Simple”, ya que él cree que ella es una estúpida; y le confiesa que mató a 60 personas en este momento, y es el asesino en serie llamado “Mr. Sophistication”, pero Jacqueline no le cree, y cree que está mintiendo; peor intenta alejarse y decirle a un policía, que la descarta como una borracha.
Finalmente, Jacqueline no logra escapar, y Jack le corta los pechos con un cuchillo, y finalmente la asesina; luego sujeta uno de los pechos al coche del policía, y el otro lo hace billetera.
5° Incidente:
Jack ha detenido a 6 hombres, y las ha atado a un poste improvisado, alineando sus cabezas en fila, con la intención de matarlos a todos con una bala, pero se ha dado cuenta de que la bala que le compró a Al (Jeremy Davies) no es una “chaqueta de metal”
Al se niega a venderle las balas a Jack y, en cambio, tiene que ir al remolque de un hombre misterioso conocido como SP (David Bailie)
Parece como si SP finalmente hubiera atrapado a Jack, éste intenta rendirse, pero en lugar de eso, Jack lo mata con un cuchillo en la garganta.
Luego se pone la bata de baño de SP, y espera a que llegue la policía, ya que su camioneta está ahora atascada en una zanja, y necesita transporte.
Mata al policía, le roba su auto, que deja quizás intencionalmente fuera de su espacio en el congelador con la sirena encendida; e intenta alinear el disparo, pero se da cuenta de que está demasiado borroso, y finalmente logra abrir una puerta en la parte posterior del congelador, que siempre ha estado atorada…
Mientras intenta alinear el disparo, Jack oye la voz de Verge, y por primera vez en la película lo vemos físicamente.
Él sugiere que Jack tiene asuntos pendientes, y nunca ha construido la casa que pretendía construir.
Por tanto, usando los cuerpos como material, construye una casa; y cuando entra, ve un agujero que conduce a un lugar desconocido...
Los policías por su parte, están irrumpiendo por la puerta del congelador, y él logra “escapar” con Verge.
Epílogo: Katabasis:
El Epílogo es una alusión bastante clara al “Infierno” de Dante; donde Verge es en realidad el poeta que está guiando a Jack a través de las capas del infierno.
Al final del Infierno, hay un puente y un vasto espacio oscuro debajo.
La puerta al otro lado del puente, conduce presumiblemente al Cielo, pero Verge le dice a Jack, que el puente está completamente colapsado, pero Jack se da cuenta que podría escalar alrededor del acantilado, y llegar al otro lado.
Aunque Verge le dice que recomienda no hacerlo, y que no es allí donde debe entregarlo; Jack lo ignora, y decide intentar escalar de todas maneras.
Jack falla, y cae desde el acantilado hacia el infinito abismo oscuro que se encuentra debajo.
The House That Jack Built, es un retrato de la banalidad del mal, y de cómo lo macabro y lo maligno puede ser considerado como arte; porque es un film que se sumerge en lo más profundo del alma humana, intentando encontrar respuestas a preguntas tan fundamentales como la esencia del bien y el mal, y los principios que conforman a un individuo.
Sin embargo, el director parece emerger de este Infierno con más nuevas preguntas que respuestas, convirtiendo a la película, en su obra más personal.
En esta constante búsqueda del goce absoluto, Lars von Trier se plantea tanto a él como al espectador, interrogantes inquietantes, incómodas, sobre el origen de la violencia, el rol del arte y, por sobre todo, el verdadero significado de la perfección.
A través de diálogos explicativos y certeros, el director habla del rol del arte en todas sus disciplinas, buscando el sustento, el significado y la verdadera materialidad que da cobijo al acto de crear.
Una espiral autodestructiva, impulsada de igual modo por la adicción, la necesidad de catarsis y el placer de alimentar el ego inherente al creativo, que von Trier proyecta sobre la violenta obra del “psycho killer” con Trastorno Obsesivo Compulsivo; capturada a través de la cámara libre y precisa, marca de la casa, con unos niveles de perversión deliciosamente nauseabundos, y de ese cinismo habitual que deriva en su humor negro.
Lo interesante, por supuesto, es que esto ocurre en medio de simbolismos y secuencias muy al estilo de von Trier; y de esta forma, el cineasta se vale del dialogo entre Jack y un misteriosos hombre llamado Verge, para contarnos mejor los motivos que el psicópata tiene para asesinar; sin embargo, la conversación entre estos 2 personajes, en todo momento ocurre en una voz “en off”, y a veces con pantalla negra, pues no es sino hasta, que los vemos interactuar de forma directa, y cuya historia mostrada a manera de un epílogo, conforma el 6º segmento del viaje.
La charla entre estos 2 hombres, representa la parte reflexiva, pues mediante su conversación, von Trier recalca el hecho de que hasta el asesinato y la violencia están dotados de belleza y arte.
En la película esto se muestra a través de la banda sonora, y algunas cuantas secuencias de bellas artes que aparecen de forma fugaz; así, la mitad de la música se presenta mediante varios videos y audios de Glenn Gould, uno de los pianistas más importantes de este siglo, cuyas interpretaciones se escuchan en las partes más contemplativas de la cinta; asimismo hay breves clips en los que se aprecian pinturas de William Blake, y otros cuadros que hacen alusión a lo divino, lo sublime y hasta a la cacería, en referencia al narcisismo de Jack, quien sólo ve a los hombres y mujeres como meras presas.
Mediante la constante presentación de obras de Gauguin, Gustave Doré o Coppo di Marcovaldo, Jack discute con esa voz narrativa en primera persona, que actúa como una suerte de conciencia y psicoanalista intransigente sobre el arte a través de su obra personal, un íntimo y devastador ejercicio expresionista de sangre, vísceras y crueldad.
Para ello, el realizador nos introduce en un mundo paradójico y discordante, en el que no lograremos discernir más allá de lo que se muestre en pantalla, porque simplemente no somos crueles asesinos, y para entender la perspectiva biográfica que Jack pretende transmitir, hay que estar muy familiarizado con la semántica de lo perverso.
Por ello, no vemos la alegría nostálgica pretendida en el único recuerdo explícito sobre la infancia del protagonista, en el que se nos muestra siendo un niño mientras jugaba con un pequeño e inocente patito.
Este corto y aparentemente intrascendente capítulo, servirá para evidenciar los misteriosos mecanismos que rigen la compasión humana, pues cuando la trama nos enfrenta al asesinato, la amputación o la tortura de personas, el espectador no sentirá nada más allá de la repugnancia o la incomodidad; sin embargo, cuando vemos a un niño coger unos alicates, y cortar, como si de un trozo de alambre se tratase, la pequeña y anaranjada pata del pequeño animal, la piedad y la genuina tristeza se apoderarán de nosotros, como si se tratase de nuestra propia mascota.
Éste es el escenario de “lo real”, deudor de la noción “lacaniana” sobre la serie de preocupaciones comunes en el arte, de la que disponemos para causar un mayor o menor impacto en el lector.
Este concepto ha sido utilizado en el mundo audiovisual, para estudiar un tipo específico de manifestación semiótica, que examina lo violento, lo traumático y lo miserable.
Sería aquí, el punto en el que nos cruzásemos con la primera variación del concepto original de “lo real”, deudor de lo que Lacan denominó “realismo traumático”, que funciona tanto en los elementos representativos y manifiestos del arte, como en aspectos más relativos relacionados con el subconsciente.
Como el estudioso francés, von Trier también dejará de lado el estructuralismo y la propensión, a lo simbólico, para focalizarse en lo real, a la manera que le es negado al protagonista, aquello que se muestra como inalcanzable.
En el campo de lo alegórico, descansa todo lo referente a la razón y la legalidad, empero, en lo real se esconde lo que está por encima de todo ello o, tal y como se explicará en el desenlace, por debajo.
El director demuestra que es posible un cinema-pop sobre la crueldad y lo repulsivo, y lo revela en esos 5 episodios más un epílogo, en los que atenderemos a diferentes momentos homicidas de la vida de este hombre perverso, que no tardará en hacernos partícipes de su foco de tormento:
La mujer; como lo haría Ted Bundy, pero sin sexo… pues la figura femenina supone para Jack, el recuerdo doloroso de un trauma pretérito, por ello es implacable en su castigo, al menos esa es su realidad, su forma de conectar con un mundo que lo echó a patadas desde su misma concepción.
Entonces, el propio Jack, recurriendo a una gráfica y efectiva, también bastante genérica descripción de su necesidad asesina interior, explicará las etapas de su ciclo homicida, desde que comete un asesinato, y tiene que ir arrastrando la lacerante culpa, hasta que la ausencia de ese sentimiento sea más fuerte que su misma presencia, entonces se producirá el siguiente asesinato.
Ahí la gran alegoría de los postes de luz y las sombras…
La angustia, por tanto, se manifiesta en forma de necesidad con el surgimiento de lo real.
La maldad, según el Trier lector de Lacan, es la discrepancia conceptual entre los estándares objetivos del criminal, y los asimilados por el resto de la población no delictiva.
En este punto, von Trier nos presentará, probablemente de manera inconsciente, la 3ª y última variante.
En el 2º de los “incidentes”, relata la anécdota ocurrida cuando Jack asesinó a un ama de casa viuda.
Por entonces, el sádico muy parecido a Jeffrey Dahmer, estaba todavía muy condicionado por un Desorden Obsesivo Compulsivo que dominaba todos sus impulsos, y lo hacía tremendamente meticuloso con su trabajo.
El pánico además, le impide atender aspectos tan importantes como el no dejar huellas… por lo que su trastorno le obligaba solo a regresar, una y otra vez a la escena del crimen, con la intención de limpiar una inexistente mancha de sangre sobre la que ya había limpiado incontables veces.
Incluso cuando escucha las sirenas de la policía aproximándose, sigue sin poder evitar volver a entrar en la casa para una “última” comprobación, momento en el que será sorprendido por el agente.
Sin embargo, recurre a una oratoria tan convincente como perturbada, y Jack consigue esquivar todas las sospechas del policía, momento que aprovecha para escapar del lugar, dejando tras de sí, un rastro incriminatorio irrefutable…
El director, mediante una alegoría del fantástico y agraciado azar de los relatos de corte “naíf”, se adentra en aquello que se denominó “lo real maravilloso”; un acontecimiento fortuito, mediante el cual, el protagonista queda libre de todo peligro, condenando, con su libertad, al resto del mundo a una espantosa amenaza.
Es como si en su mente, cuadrara que el destino le ha dado la complicidad necesaria para seguir delinquiendo impunemente.
Tras pasar por el “incidente” de la familia y el de la pasión, la historia alcanza el 5º y último capítulo, en el que conoceremos a ese 2º narrador que había permanecido oculto hasta el momento.
Se trata de Verge, una voz reflexiva que acompaña a Jack a través de sus actos deleznables, hasta este 5º episodio en el que, por fin, entendemos que nos encontramos ante una metafórica y libre adaptación de “La Divina Comedia”, siendo Jack el propio Dante; y Verge, como es obvio, Virgile.
Recordamos ahora, que sería en el 5º círculo del Infierno en el que el poeta latino acompaña a Dante a cruzar la laguna Estigia, un momento que quedaría inmortalizado por Delacroix, en el cuadro mencionado al comienzo, y cuya escenificación es imitada por el realizador en este 5º capítulo, como 5º era “El Círculo del Infierno”, antes de dar paso al epílogo definitivo en el que se verá el camino tomado finalmente por Jack.
Pero en apariencia, las llamas del Infierno rodean amenazantes a un director arrepentido en un proceso redentor muy personal sobre su vida más allá de la obra; la persona por encima del artista, esperando a que el respetable público dicte su sentencia y lo condene, como si estuviera frente a las “Visions Of The Hereafter” de El Bosco, al ascenso de los benditos, o al descenso de los malditos.
Su destino, al contrario del que le esperaba al protagonista, no estaba escrito...
Técnicamente, el director es fiel a su estilo, con voz “en off”, algunos elementos del movimiento Dogma, con mucho realismo, larga duración, con una mitad algo pesada, pero de un suspense asombroso e inquietante, donde cada asesinato es cada vez más absurdo, horripilante y sádico; al tiempo que sigue mostrando su lado misógino, y otras características de su cine, como la banda sonora en contraste irónico y cínico con las imágenes, sólo ver la canción final… uno se queda hasta el final de los créditos.
Como en todo el cine de su realizador, el reparto parece al borde del éxtasis o del más puro agotamiento; y hay una verdad inquietante en sus miradas perdidas o en sus momentos de sufrimiento.
Una evolución terrorífica hasta llegar al terrible discurso en casa de la 4ª víctima:
“Los hombres somos siempre los culpables… y las mujeres siempre las víctimas”

Se revelan las cartas:
¿Estamos viendo a un Lars que asume su misoginia?
¿Es una externalización de sus neuronas sobre los límites del arte?
De todas las personas a las que valdría la pena escuchar su opinión sobre la película, Björk sería sin duda la más interesante de todas...
Y Lars von Trier ha confiado el papel principal, al actor Matt Dillon, acostumbrando a interpretar a personajes perturbados, y aquí nos entrega una de sus mejores interpretaciones, consiguiendo así dotar a esta historia, de un bien logrado terror psicológico.
Por ello, dejemos de lado todo simbolismo y significados, para enfocarnos en la parte cruel:
Jack es un asesino en serie como cualquier otro, pues no sólo cumple todos los parámetros para ello, sino que al igual que estos personajes, suele matar a sus víctimas de una forma brutal, pero también gusta de coleccionar ciertos trofeos que le recuerden sus crímenes.
Le vemos un “modus operandi” y algunas manías… asimismo, es un individuo bastante peligroso, debido a que elige a sus víctimas al azar y de forma indiscriminada, aunque si bien asesina tanto a hombres como a mujeres, ciertamente se ensaña de una forma mucho más cruel con estas últimas.
Al tiempo que el actuar y la forma de comportarse de su personaje, fácilmente recuerdan a otros asesinos seriales de la vida real, y termina por ser un hombre carismático, como lo fue Ted Bundy, pero a la vez dominante; así como con aires de superioridad cual Zodiac, pero además, con un gran sadismo que le permite cercenar cuerpos como todo un Jack “El Destripador”
Sin embargo, uno de los elementos más curiosos, es su personalidad, ya que además de ser un psicópata, es también un maniático que sufre de un Trastorno Obsesivo Compulsivo, y una vez que le quita la vida a sus víctimas, debe limpiar una y otra vez la escena del crimen, con tal de no dejar rastros, lo cual puede ser tanto gracioso como estresante para espectador.
De esa manera, Jack es una suerte de alter ego del mismo Lars von Trier, un “serial killer” martirizado, quien concibe que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma, y presenta los crímenes que definen su desarrollo, como asesino en serie desde su propia perspectiva, a su vez que experimenta en primera persona, cómo se enorgullece de cada uno de ellos, como si fueran obras de arte.
El problema es que Jack ya no siente la misma adrenalina de siempre al matar, así que busca los límites para sentirse cada vez más extasiado.
La fortuna siempre le acompaña, y nunca consiguen atraparlo…
Con altas dosis de violencia y un sentido del humor muy negro, la obra es una reflexión sobre el arte, y ese proceso de creación.
Frente a él, su confesor, Bruno Ganz como Verge, como una suerte de confesor, la persona que no solo escucha todos los argumentos supuestamente artísticos con los que Jack excusa sus atroces crímenes, sino que se encarga de rebatirlos, y en última instancia, tumbarlos.
Él es una especie de conciencia demoníaca, que habla con el asesino como si fuera su terapeuta.
En cuanto a las víctimas, el “casting” no se queda atrás:
Empezando por Uma Thurman, gran figura habitual de Cannes, y continuando por Riley Keough, nieta de Elvis Presley…
Y en una lectura superficial que, si profundizamos en ella, nos hará encontrarnos con un “auto-biopic” confesional, a través del cual, el atormentado director danés reniega de su propia obra:
Jack vendría a ser el propio Lars von Trier; es decir, el asesino como artista y sus películas, los crímenes que comete.
La forma que ha tenido de crearlas, los mecanismos que Jack emplea en cada uno de sus asesinatos; y las víctimas, los propios actores, que en muchos casos a sobrexplotado; y en definitiva, la propia casa que Jack quiere construir a base de muertes, la propia obra artística del director.
Pero The House That Jack Built es mucho más que un reflejo de la psique de Lars von Trier; es una proclama a viva voz de sus opiniones más controvertidas, impresionante su modo de abordar la misoginia en una secuencia antológica; y una suerte de clase magistral sobre cine, teoría de la imagen e historia del arte en la que creación y destrucción se funden, en una cinta que presenta la misma dualidad; siendo maravillosa y repulsiva al mismo tiempo.
Un pornógrafo del sufrimiento es von Trier, que como Haneke, su obra no es más que eso, oculta tras una capa de intelectualismo formal que no es más que la coartada para dedicarse a lo que de verdad les interesa; son cazadores de sensaciones; y su cine es completamente imprescindible.
Y encima, van dando lecciones sobre la naturaleza humana.
De ese modo, para quienes sólo ven la superficie, lo que la película ofrece es un festín pornográfico de muerte y sangre, con cuerpos descuartizados de mujeres y de niños; y que para algunos, nunca debió haber sido hecha.
De hecho, hasta culpan a los actores de estar involucrados…
Pero es una obra de arte que no se avergüenza de serlo, y un desolador viaje a la culpabilidad de un artista inigualable; por ello, la película contiene muchas alusiones a la historia de Alemania:
Bruno Ganz, también interpretó a Adolf Hitler en la película “Downfall” (2004); y varias escenas de esta película, a menudo es utilizada de manera humorística con diferentes voces “en off”
Aquí, él a menudo hace referencias a la historia alemana, a veces muy obvia al mostrar a Johann Wolfgang von Goethe y Adolf Hitler, pero también de formas más sutiles y perturbadoras al hablar del arte, involucrado en la ingeniería de la infame Segunda Guerra Mundial.
Stuka Dive Bomber, y el trabajo del arquitecto nazi, Albert Speer; el proyecto artístico final de Jack en la película, involucra disparar a varias personas con una sola bala, y Jack explica que se inspiró al leer sobre los soldados alemanes en La Segunda Guerra Mundial en El Frente Oriental, que se quedó sin balas...
La película, también menciona explícitamente El Campo de Concentración  Buchenwald, y su extraña relación con Goethe.
La secuencia en la que Jack mata sádicamente a toda una familia en un terreno de caza en el bosque, también evoca fuertemente un Campo de Exterminio alemán de La Segunda Guerra Mundial; sin olvidar que el mismo Lars se había dicho ser nazi…
Por otro lado, la extraña relación y el viaje de Jack y su guía Verge, no solo recuerdan a “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, sino que también presenta elementos de “Faust” de Johann Wolfgang von Goethe, donde viajan los personajes Mephistopheles y Faust, a través del mundo más allá de las leyes de la física y la investigación de la humanidad.
El “casting” de Bruno Ganz, también apunta a esta interpretación, porque es uno de los artistas teatrales más célebres de “Faust” en la historia del teatro.
Y en una secuencia, Jack incluso habla de la vida de Goethe, pero no menciona a su “Faust”, porque ya es obvio.
Como “Réquiem”, en una secuencia cerca del final, hay un montaje de clips que hacen referencia a la mayoría de las películas anteriores de Lars von Trier, incluyendo:
“The Element of Crime” (1984), “Europa” (1991), “The Kingdom” (1994), “Breaking The Waves” (1996), “Dogville” (2003), “Antichrist” (2009), “Melancholia” (2011) y “Nymphomaniac: Vol. I & II” (2013)
Es un meta-comentario sobre su propia vida como artista, pero enmarcado como una ilustración de las reflexiones generales de Jack sobre el arte.
El director, también dijo que este podría ser su último largometraje, por lo que también puede verse como un resumen visual de su trabajo.
Y sin ser totalmente una cinta “gore”, von Trier no escatima nada a la hora de mostrarnos todo tipo de monstruosidades:
Por una parte, puede pecar de poca delicadeza; y por otra, y esto va dirigido a los fanáticos de lo macabro, se puede disfrutar de unas imágenes totalmente salvajes, y que nos van golpeando con bastante asiduidad.
Porque la originalidad de los actos de Jack, son como una enciclopedia de lo tenebroso, algo así como un muestrario de los horrores; y a pesar de la reacción violenta de la audiencia hacia una escena que involucraba la mutilación del personaje principal de un patito cuando era un niño, PETA defendió la película en una declaración, elogiando su representación precisa del vínculo entre el abuso de animales, adolescentes, y la psicopatía.
En realidad, se sabe que la crueldad animal es un rasgo común entre los asesinos en serie, especialmente cuando son jóvenes.
Otro dato están en las tomas repetidas en las que Jack sostiene grandes tarjetas de referencia, mientras está parado en un callejón, afuera del congelador, y son una referencia al famoso video musical de Bob Dylan “Subterranean Homesick Blues”; así como también al vídeo de INXS, “Mediate”
Sin olvidar que la película hace referencia al debut en el largometraje de Lars von Trier, “The Element of Crime” (1984), donde hay una escena en la que la protagonista femenina, Kim (Me Me Lai), se presenta por primera vez, se la oye decir la rima “La casa que construyó Jack”; y como esta película, “The Element of Crime” (1984) también se refiere a un asesino en serie.
Se puede decir que el 2° Incidente, es básicamente una adaptación de la historia corta de Ray Bradbury, “The Fruit at The Bottom of The Bowl” (1948), en la que el asesino está obsesionado con borrar todas las huellas dactilares en la escena del crimen.
En definitiva, Lars von Trier logra crear una cinta bastante equilibrada, al contar una historia muy a su estilo, llena de simbolismos, pero mezclándola con una trama muy acorde al cine de terror psicológico actual.
Es por esto que, a pesar de que la historia pudiera sentirse bastante lenta gracias a su extensa duración, no se percibe como una obra incomprensible ni densa, por lo que aquellos que no gusten de la brutalidad de Jack, podrán enfocarse más en el significado de las referencias artísticas; mientras que quienes prefieran no dar tanta importancia a esto, bien pueden entretenerse con la parte psicológica y brutal del asesino.
Por último, es importante resaltar el hecho de que en esta cinta nadie saldrá bien librado, pues niños, hombres, mujeres, ancianos y hasta animales, saldrán lastimados, lo que podría percibirse como la forma en que este director deja en claro, que en estos tiempos tan políticamente correctos, a veces lo mejor es mandar todo y a todos al diablo.
Si se le puede achacar algo, es esa parte final, algo surrealista, que desmerece bastante el producto final.
“Don't look at the acts, look at the Works”
Para que el ser humano conozca su entorno, tiene que estar presente en la literatura o en alguna manifestación artística, y la violencia es un horror, pero también un entorno.
La crueldad, la angustia, los cadáveres, el sufrimiento, la tortura y la sangre, han ocupado las galerías, el cine de arte, con escenas de muerte, decapitaciones, violencia, víctimas y victimarios que se reproducen en el imaginario de una sociedad, como si se tratara de un menú de aberraciones que catalogan el grado de deshumanización alcanzado por el hombre.
Todo ello dejó de ser exclusivos de las páginas de diarios y revistas especializadas en la nota roja; y ahora se abren espacio en museos, galerías o foros urbanos, invitando al público a reflexionar sobre el papel de cada persona en ese charco de sangre llamado “realidad”
Porque la violencia vende, y mucho; esto no es ninguna novedad.
Al igual que el sexo, la violencia explícita capta las miradas de millones de personas de forma fácil, y a menudo barata, a través de los medios masivos de comunicación; por tanto, la violencia es rentable y comercial, y su intensidad se multiplica a una velocidad vertiginosa sobre las pantallas que cambian frente a nuestras retinas.
De ahí que “nuestra sensibilidad epidérmica”, como la llamó Lipovetsky, impide que el impacto de aquello que se contempla, deje una huella profunda en nosotros, porque antes de que hayamos podido asimilar la magnitud de lo percibido, ya hemos recibido 100 imágenes más, con escenas aún más terribles que nos han sido servidas entre medias de anuncios publicitarios de productos de limpieza, del pronóstico del tiempo, o de los próximos estrenos cinematográficos.
Esto hace que las imágenes que aparecen en nuestro “timeline” tengan que ser cada vez más brutales para impactarnos, y que estas escenas vayan a su vez anestesiando progresivamente nuestra capacidad de reacción, limando nuestra sensibilidad para ellas; pero hay 2 tipos de discurso.
En el mundo del arte y el “performance” actual, existen 2 tipos de discursos sobre los que se apoya el uso de la violencia:
Por una parte, aquellos en los que se alude al valor de la provocación, a la búsqueda de una reacción extrema en el espectador, que sea consecuencia del impacto; y por otra, aquellos en los que el valor de la obra se mide en función de su capacidad de ser una denuncia.
La provocación aporta cierto glamour al arte, y casi todo el valor al “performance”
De este tipo de discursos aprovechan los huecos que deja la industria cultural para la exaltación de la novedad como valor.
Al medir la calidad de una obra, en función de lo novedoso que hay en ella, se sublima toda expresión que rompa los códigos establecidos, pese a que no proponga necesariamente otros códigos nuevos o mejores, y pese a que la calidad de su mensaje pase a menudo a un segundo plano.
La finalidad aquí es el impacto, la reacción extrema, el “shock” y la perplejidad del que mira.
Por otra parte, la violencia del arte que tiene como justificación la denuncia de una injusticia, se convierte, en cierto modo, en violencia necesaria.
Este tipo de discursos aprovecha los huecos que deja el arte para medir una obra en función del valor de su referente:
Se disculpa mucho más fácilmente la violencia explícita de una obra de teatro, que hable y haga justicia a las víctimas de una masacre; que la violencia de una obra con cualquier otra temática.
Pero por más justa y necesaria que sea una causa, no tiene la capacidad de convertir la obra que se refiere a ella en una buena obra de arte, por más que muchas obras se apoyen en ello para forzar la necesidad de su publicación.
Estos discursos han sido construidos para disimular una realidad terrible, a saber, la de que la violencia es un producto de asegurado éxito comercial, que utilizan por igual los editores de los más burdos periódicos de la prensa amarilla, y los artistas más elevados y reconocidos.
El arte vende violencia, y los más entendidos amantes del arte, la compran.
Los intelectuales y críticos la consumen, equiparándose así a cualquier espectador de películas comics que son “para todo público”
Parece evidente que los individuos de hoy, estamos, por una parte, insensibilizados ante la violencia; y por otra, buscamos constantemente desafiar el umbral para sentirla, como si se cifrara en ese umbral nuestra humanidad.
Esa reacción que ya no nos produce un cadáver en nuestra televisión, la buscamos viendo a un artista atravesar su piel con agujas ante nuestros ojos, como si en la vivencia de ese rechazo se cifrara, precisamente, medida de la paz, la falta de miedo, de dolor, de la tranquilidad que viene tan sólo después, cuando todo terminó.
Y es que una gran parte del arte se basa en el dolor de una separación, de una muerte, de una injusticia, de un amor no correspondido, de un castigo que ha trascendido los siglos, y que ha sido uno de los más retratados en la historia del arte.
Hablamos de la tortura de La Pasión.
La pena del amor no correspondido o de una traición amorosa que invita a muchos artistas a revertir la pena por medio del lienzo.
Por ello es que una artista como Frida Kahlo, que conoció bien la tortura del corazón, llevó a cabo 10 obras de arte que te harán sentir el dolor y frustración de un desamor.
Concluyo que no hay arte sin violencia, la cual debe ser mantenida hasta el último momento, ya que por más serena que sea la obra, transmite en el inconsciente del receptor, la violencia que subyace a todo proceso creativo.
Todos somos “artistas” potenciales como Jack.

“Hit the road, Jack and don't you come back no more, no more, no more, no more…”



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