La Estrategia del Caracol

“¡Vengan a sacarnos, sapos hijueputas!”

En la lucha contra los que ostentan el poder, los desposeídos no se oponen de manera rígida a los poderosos, sino que ceden de manera tan hábil y calculada ante la fuerza superior de los privilegiados, que ésta se convierte en su ruina.
Por ejemplo, los poderosos se presentan públicamente como los custodios de la responsabilidad, la moralidad y la justicia, se les puede forzar, repetidas veces, a cumplir con su manual de leyes y normas morales… pero:
¿Qué pasa con la injusticia?
La representación de los movimientos sociales en el relato cinematográfico exclusivamente de ficción, no es usual; y suelen ser objeto de mayor atención en el cine documental, aunque éste introduzca a veces estrategias narrativas de ficción o figuras retóricas imprescindibles para conseguir efectos empáticos y didácticos en el público espectador.
Por lo que es muy interesante ver cómo el cine nos muestra nuestra realidad, realidad que se vive diariamente en cada país; y aun así, no tomamos conciencia, pues la intención de películas de este tipo, es concientizar a la sociedad para que así despertemos de este limbo en el que estamos, y aportemos buenas ideas para generar un gran cambio; para que la justicia tenga un gran significado en nuestra sociedad.
“Impajaritablemente”
La Estrategia del Caracol es una comedia colombiana, del año 1993, dirigida por Sergio Cabrera.
Protagonizada por Frank Ramírez, Fausto Cabrera, Florina Lemaitre, Humberto Dorado, Delfina Guido, Víctor Mallarino, Salvatore Basile, Carlos Vives, Gustavo Angarita, Jairo Camargo, Ulises Colmenares, Marcela Gallego, Jorge Herrera, Luis Fernando Montoya, Edgardo Román, entre otros.
El guión es de Humberto Dorado y Jorge Goldenberg, a partir de una historia de Sergio Cabrera y Ramón Jimeno; basados en una noticia publicada el 31 de enero de 1975, en la página Última C, de “El Tiempo”, y que solo vino a estrenarse 2 décadas después.
Para ese año, Cabrera estudiaba cine en Londres, y había decidido que esa era la vocación de su vida; y analizaba la corriente del “neorrealismo italiano”, que utilizaba como fuentes las anécdotas de la vida real, muchas de ellas sacadas de los diarios; por lo que el recorte que llamó su atención, se titulaba “Se evapora inquilinato”, y narraba cómo en un viejo caserón de “la calle del cartucho”, en Bogotá, “en menos de 12 horas, paredes, techos, puertas y hasta los cimientos desaparecieron sin que los vecinos se dieran cuenta”
De inmediato, la memoria de Cabrera viajó muy lejos, pero no a su primera infancia en Colombia, sino hasta China, donde vivió en la adolescencia y recibió toda la instrucción escolar destinada a los discípulos de Mao Zedong:
“Cuando leí el periódico, pensé que ahí había una historia.
No solo por el artículo, sino porque durante La Revolución Cultural China, nos ponían a leer 3 obras que Mao había seleccionado para empujar el comportamiento revolucionario, y una era “El viejo tonto que movió las montañas”
Se trata de la fábula de un campesino que ve perdidos sus cultivos porque les hace sombra una montaña.
Así que decide atacarla con pica y pala para abrirle paso al Sol.
Cuando su vecino se burla de él, le responde:
“Quizás yo no lo consiga, pero si mis hijos y los hijos de mis hijos, y los nietos de mis hijos seguimos cavando, algún día haremos desaparecer la montaña, y El Sol llegará a mis cultivos”
Aunque Jimeno había imaginado la película varios años antes de que fuera el guionista y actor, Humberto Dorado es quien finalmente la transformara en un denso guión de 400 páginas, que eventualmente se convirtió en el guión original y un plano para la película.
Más tarde, después de que la mayoría se filmó, el guionista Jorge Goldenberg llegó como asesor de edición, y la reestructuró, pero no fue hasta que El Premio Nobel, Gabriel García Márquez vio al piloto de la película, y alentó a Sergio Cabrera a continuar con la realización.
Y es que la producción tuvo problemas presupuestarios, y la falta de apoyo del gobierno colombiano, tardó 4 años en completarse.
De hecho, para cuando el gobierno colombiano estaba cerrando las organizaciones culturales que apoyaban a cineastas, como La Compañía de Fomento Cinematográfico (FOCINE) que acuerpaba esta producción.
Por tanto, el filme, parte realidad, parte ficción y parte realismo mágico, es una comedia con fondo ático, un relato sobre la libertad y la solidaridad, como una metáfora del acoso a los inquilinos, inspirada en un hecho real; por lo que trata de las penurias de las familias de bajos ingresos en Bogotá; la brecha entre ricos y pobres, y sus interacciones en un sistema social altamente estratificado; con temas como la ocupación, la propiedad y la vivienda, y el acoso inmobiliario.
La Estrategia del Caracol fue un éxito de público y crítica; obtuvo varios premios que permitieron a su director hacer otras películas sobre la sociedad colombiana.
Para él, “el cine puede ayudar a acariciar la utopía”, un mundo mejor y más justo basado en el trabajo conjunto de las personas por un objetivo común; así, la película es optimista porque muestra con un profundo sentido del humor, la pobreza del Tercer Mundo y el discurso de la lucha de clases; con un fondo filosófico interesante.
“Habla sobre la solidaridad, que es una virtud sospechosa:
La justicia la ve con malos ojos.
Mi interés principal, era hacer una historia sobre la importancia de ser creativos filosóficamente, ideológicamente, prácticamente, que en vez de afrontar los problemas como se hizo en el pasado, encontremos formas propias de hacerlo”, dijo Sergio Cabrera, y la resume de este modo:
“Un grupo de 100 personas no se puede llevar una casa en 1 mes, ni en 3 meses ni en 1 año, y todavía menos con una grúa.
La película hace que esto parezca posible.
El narrador, es “un culebrero”, un hombre de gran imaginación.
Él es quien explica la historia, y nosotros vemos lo que explica, pero la historia no tiene por qué ser exactamente real”
Hoy, La Estrategia del Caracol está considerada por muchos críticos de cine y público en general, como “la mejor película del cine colombiano”; y está dedicada:
“A Sylvia Duzán, nuestra amiga y colaboradora quien nunca podrá ver esta película.
“Valoraba la amistad como la máxima virtud y su lealtad a veces parecía sobrehumana…”
“…y ese 26 de febrero en Cimitarra, no pudo despegar sus carcajadas desmarradoras, ni volver a casa”
Sylvia fue asesinada por paramilitares cuando realizaba un documental periodístico, poco después de concluir su trabajo en este rodaje”
Y citan que “esta película no hubiera podido ser posible sin la inmensa colaboración de los inquilinos de las casas donde se rodó, a ellos, verdaderos protagonistas de una historia que aún no termina, nuestro emocionado agradecimiento”
La película fue filmada en Bogotá, en el centro de la ciudad, con varias escenas filmadas en las zonas deprimidas de Los Cerros Orientales de Bogotá, Colombia.
La acción sigua a los vecinos de uno de los barrios más pobres de la ciudad colombiana de Bogotá, que luchan para evitar el derribo de la casa dónde viven, propiedad de un millonario sin escrúpulos.
Defendiendo el edificio contra jueces y policías, planean una original estrategia ideada y dirigida por Don Jacinto (Fausto Cabrera), un viejo anarquista español.
La lucha contra los especuladores y los corruptos está perdida antes de empezar, pero los vecinos están dispuestos a hacer lo que sea para defender su dignidad.
La estrategia ideada por Don Jacinto, resulta imposible de llevar a la práctica en realidad, y el film apunta claramente su ineficacia.
Y es que el plan de Jacinto busca imitar a los caracoles cuando trasladan su hogar de un lugar a otro... de ahí el título del filme; y toda una operación secreta comienza a ejecutarse a través del encanto propio del realismo mágico, y no hay obstáculo que lo impida.
Como se señala:
“¡Aunque fuera bajo las órdenes del mismísimo putas!”, no había forma de detenerlo.
La obra también examina la violencia y la corrupción oficial en Colombia, donde una ley establece que si un edificio abandonado es ocupado por unas personas durante determinado periodo de tiempo, el terreno pasa a ser de su propiedad.
Ese es el caso de La Casa Oliva, donde una serie de personas han establecido su residencia, y se resisten a ser desalojados por la policía y las fuerzas del orden, cuando el propietario decide que quiere demoler el edificio para vender el solar donde se ubica.
Pero un abogado consigue detener la orden de desalojo, dando tiempo a los okupas para organizarse y planear un método infalible para quedarse en un hogar que ya creen que les pertenece por derecho propio.
La película presenta un gran mosaico de personajes, es coral, y dedica su tiempo a cada uno, alternando así momentos más trágicos, algunos de una gran dureza con golpes de humor que hacen más llevadero el conjunto; donde toda la trama gira en torno a las opciones de resistencia y denuncia que pueden imaginar y llevar adelante los inquilinos, a pesar de la escasez de sus recursos disponibles.
Así, La Estrategia del Caracol es una de las películas más importantes para la historia del cine colombiano y, más aún para la cultura colombiana; y la vigencia de sus lecciones no se reduce a lo cinematográfico, pues es al tiempo una herramienta pedagógica extraordinaria; emblemática desde su guión hasta sus interpretaciones, la huella que dejó puede leerse hoy en clave de pistas para fortalecer la ciudadanía, la democracia y la participación del pueblo.
En este sentido, el mensaje no puede ser más claro:
Más allá del carácter simple y sencillo de la historia, y de la aparente inutilidad de la estrategia pacífica y alegre de los vecinos, el filme es un canto a la vida, al honor y a la dignidad; donde la fe y la esperanza pueden mover montañas, y los pasos pequeños e insignificantes, “los pasos de un caracol”, son los más importantes.
Y en la forma, el film resalta contundentemente con su humor, picardía e ironía, los valores, principios, coherencia y amor propio, y que aún en condiciones extremas, jamás debe perderse el respeto a sí mismo, pasando por encima de clases sociales, poder adquisitivo, y la misma burocracia.
Y es que la historia muestra las penurias de los que viven como inquilinos toda su vida, y también muestra la unión de las fuerzas de los vecinos involucrados, y lo que esta unión puede hacer.
No es casual ver además las diversas artimañas que usan ciertos personajes, incluido el amedrentamiento y el asesinato para lograr sus propósitos.
Entonces queda la pregunta:
¿De todo vale para lograr un fin?
“¿Cómo que para qué, y es que la palabra dignidad no existe o qué?... preguntas tan pendejas las de este güevón”
Hace 25 años se estrenó La Estrategia del Caracol, una de las películas más importantes del cine colombiano, donde su director, Sergio Cabrera fue el encargado de recordarnos que es posible realizar una comedia, aunque sea una dramática, capaz de hacernos pensar, entretenida, pero a la vez crítica y mordaz, con la que trata la eterna lucha de clases que se produce en cualquier sociedad, y más aún donde las diferencias entre los estratos sociales son abismales.
Una delicia de historia que lanza un grito de esperanza y optimismo, el mismo que desprenden sus entrañables personajes; porque esta historia trata sobre personas reales, una ventana tal vez a los clichés, pero que le da un toque innegable de autenticidad.
Y es que esta película trata finalmente sobre la solidaridad, que es un valor universal que los humanos tienden a apreciar; y puede que no sea el reflejo de toda nuestra realidad, pero es un hermoso y cálido retrato de un lado de ella, y de algunos valores que siempre se pueden disfrutar; más si combina el humor con una crítica de la injusticia social, mientras que al mismo tiempo ofrece un modelo de cómo se pueden mantener los lazos de la clase trabajadora frente a los efectos socialmente disyuntivos del capitalismo; donde el ridículo es también un arma poderosa para que los pobres puedan mostrar al “rey desnudo” y suscitar la risa y la insumisión de los súbditos:
El humor es esencial para el éxito de una táctica, ya que las armas más poderosas conocidas por el hombre, son la sátira y el ridículo.
El sentido del humor, es incompatible con la aceptación total de cualquier dogma o de cualquier fórmula de salvación religiosa, política o económica. 
Y a pesar de ello, el dramatismo del guión sigue presente en todo el film.
Por tanto, además de ofrecer un retrato hilarante de la ineficiencia policial, ofrece serias meditaciones sobre la injusticia de la justicia, y se opone a quienes perciben la violencia como el único medio para resistir la injusticia social, donde nadie va por debajo sin defender su dignidad hasta el final.
La película fue originalmente prevista por Sergio Cabrera, como una inspiración basada en una noticia que había leído en un periódico colombiano sobre un desahucio paradójico y atípico.
Como ironía, arrancando la producción, se quedaron sin dinero para terminarla…
La Estrategia del Caracol primero nació como un cortometraje, que más o menos planteaba la estructura, y se tardó 2 años escribirla.
Fue cuando Sergio Cabrera ganó el concurso de guión de FOCINE, que suponía el subsidio para la producción de la película en 3 desembolsos:
Con el primer pago, pudo iniciar la etapa de preproducción; pero faltando más o menos 15 días para iniciar el rodaje, una delegada de los artistas y cineastas de FOCINE, dijeron que iban a cerrar, que ni siquiera habían fondos para pagar la nómina… y que el 2º desembolso no iba a salir, y mucho menos el 3º
Con todo, Cabrera siguió adelante.
“Entonces pusimos dinero entre todos, y rodamos hasta la 5ª semana y quedo faltando el 20%; y ahí yo, que en esa época hacia muchos comerciales, le pedí a todos los actores que no se cambiaran de “look”, y trabajé durante 6 meses haciendo comerciales; y ahí hicimos la última etapa de rodaje, las últimas 2 semanas, 6 meses después, y ahí se terminó el rodaje con muchas dificultades”, dijo el director.
Sin dinero, La Estrategia del Caracol fue quedando cada vez más abandonada…
“Fui perdiendo la perspectiva de la película, sentía que se había vuelto vieja, y tampoco me parecía tan interesante como al principio.
Me aburrí de la película...”, dijo Cabrera.
Fue en una cena en México, que el director se encontró con Gabriel García Márquez, y le preguntó:
“¿Qué pasó con esa película que ibas a hacer sobre la gente que se lleva la casa a sus espaldas?”
Y le contestó:
“Escribí el guión y rodé la película, pero perdí el entusiasmo porque he tenido muchos problemas, y la abandoné…”
A lo que Gabo se puso loco:
“¡¿Cómo así?!
Una película no se abandona, es como un hijo”, y exigió verla.
En poco tiempo, se sumó La Embajada de Francia, que ayudó a conseguir los $300 mil que faltaban para finalizar el sonido y la posproducción.
Por su parte, Cabrera y el guionista Humberto Dorado, articularon un mosaico de personajes de diferentes clases sociales, ideologías e ideas políticas que se constituyen en representaciones simbólicas, perfectamente extrapolables a cualquier otra época y sitio del mundo.
Además, se trata de una de esas películas dirigidas a un público masivo, donde el oficio y las decisiones pragmáticas en la narración por parte del director, consiguen contar con soltura e inteligencia, una historia difícil que se habría prestado fácilmente a tratamientos más lacrimógenos y sensacionalistas; y para llegar al espectador, a veces las obras de arte, en este caso una película, el artista ha de recurrir a esos trucos, que no son sino recursos, y además de estar establecidos son, no solamente legítimos, sino difíciles de llevar a la práctica, hasta el punto de que cuando dan resultado, marcan la diferencia entre un magnífico trabajo y una cosa mediocre.
Es el caso de esta película, que se disfraza de comedia para relatarnos un auténtico drama que toma como punto de partida situaciones reales.
Y es que en los años 80, algunos barrios pobres de grandes ciudades, en este caso Bogotá, fueron literalmente barridos del mapa, con familias enteras lanzadas o desalojadas de sus viviendas, y puestos de patitas en la calle, para construir en su lugar, modernos edificios.
Ese es el punto de partida de este relato, en el que un edificio habitado por un conjunto de variopintos personajes, va a ser desalojado para beneficio de un propietario especulador, que ni siquiera les conoce, pero que está dispuesto a todo para cumplir sus planes; eso sí, a través de intermediarios que le permitan conservar “sus manos limpias”
Este tipo de personas, no puede perder el tiempo con semejantes pequeñeces...
El conjunto de los arrendatarios de la casa desahuciada, se convierte así no sólo en un microcosmos que reproduce la problemática social y política real de Bogotá, sino también la de otros ciudades, latinoamericanas o no, afectadas por reformas urbanas de las zonas antiguas.
La historia es narrada por Gustavo Calle Isaza “El Paisa” (Luis Fernando Múnera), un personaje que no se ahorra los destalles, y que además, por su manera de hablar, conecta con la historia, que es sobre un litigio, donde los protagonistas son:
Jacinto Ibarburen (Fausto Cabreara) un español; y El Doctor Romero (Frank Ramírez), o para los de confianza “Perro” Romero, un abogado.
Así, el relato comienza con el periodista José Antonio Samper (Carlos Vives), entrevistando a un hombre, “un culebrero” llamado Gustavo Calle, después de que los eventos de la película hubieran tenido lugar 6 años atrás…
Este caballero, que también es inquilino, revela al periodista, cómo la casa física donde los inquilinos vivían durante tantos años, fue llevada a un lugar diferente por medios rudimentarios, pero ingeniosos; y la historia del hombre se entreteje con la representación de los acontecimientos.
El edificio del relato dentro del relato, es conocido como La Casa Uribe, es antiguo y alberga a diferentes tipos de personas; todos ellos son humildes y de diversos orígenes; a los que se les dice que abandonen la casa, porque su dueño, un hombre desagradable y rico del área exclusiva de Bogotá, quiere que sea declarada “Bien de Interés Cultural”, aunque con otros planes en realidad…
Por lo que los inquilinos se enfrentan con las autoridades que están tratando de desalojar a todos del edificio; y entonces deciden tomar una posición bloqueando las puertas, y disparando contra los policías que intentan llevar a cabo sus órdenes.
Después de esta confrontación, los inquilinos tienen más tiempo para encontrar un nuevo lugar para vivir; pero están legalmente representados por “Perro” Romero, quien está extremadamente molesto por cualquiera que use el apodo “Perro”
Romero es un hombre con alguna formación académica, y tiene los medios para tratar con las autoridades y los abogados del Dr. Holguín (Víctor Mallarino), el dueño de la casa; pero El Dr. Holguín utiliza trucos sucios para crear presión sobre Romero, hasta el punto de que sea secuestrado y golpeado por sus hombres.
Mientras tanto, en el edificio, Jacinto, anarquista español exiliado, de naturaleza intelectual y rebelde, dispone de una manera de quitar todo dentro de la casa:
Paredes, ventanas, bañeras, cocinas, baños, techos, etc., hacia un lote situado en las colinas de Bogotá; y le muestra a “Perro” Romero, cómo se puede hacer mediante el uso de una cuerda y polea, lo que hace demostrando, cómo las poleas y cuerdas se utilizan en escenarios teatrales para levantar cargas pesadas; y lo hace en el escenario del Teatro Colón.
Jacinto, es capaz de convencer al resto de los inquilinos para que todo el mundo se convierta en un jugador de equipo, y ayuden en la construcción de una alta torre de madera, que ayudaría a mover todo a otra casa a un par de cuadras de distancia.
Como la casa está siendo desmantelada por los inquilinos, Misia Trina (Delfina Guido) encuentra accidentalmente la silueta de La Virgen María en una pared.
Ella es muy religiosa, que fue la oponente más feroz del proyecto de Jacinto, pero finalmente accede, con la condición de que La Virgen fuera movida primero.
Después de pasar por una serie de eventos y peligros, los inquilinos pueden quitar todo el interior de la casa, pero para ganar más tiempo, Romero le dice al abogado del Doctor Holguín, Víctor Honorio Mosquera (Humberto Dorado), que los inquilinos querían pintar la casa como una manera de disculparse por cualquier inconveniente que pudieran haber causado, a lo que Mosquera está de acuerdo.
A medida que se aproxima el plazo, los inquilinos han retirado todo dentro de la casa, y se han trasladado a las colinas, utilizando vagones tirados por caballos, conocidos informalmente en Bogotá como “zorras”; y cuando los abogados, los policías y El Doctor Holguín se acercan a la casa para ver que los inquilinos se han ido, se sorprenden por una enorme explosión y el derrumbe de la fachada de la casa.
Después de que el polvo y los escombros se han disipado, encuentran una casa pintada en una pared con un grafiti que dice:
“Ahí tienen su hijueputa casa pintada”
La película vuelve de nuevo al periodista José entrevistando al hombre que finalmente está molesto por la pregunta de un reportero, y así él sale de la escena.
Finalmente, los inquilinos se muestran reunidos en una de las colinas con una vista panorámica de Bogotá, y una bandera colombiana ondeando.
Toda la historia, está enmarcada en el relato que hace Gustavo Calle, “El Culebrero”, a unos periodistas de televisión durante otro desalojo, años después, en otro caserón de Bogotá.
Los periodistas quedan prendidos "de la gesta “epopéyica” popular de La Casa Uribe”, y la entrevista se prolonga hasta entrada la noche.
Con una fascinante mezcla de culteranismos y dialecto local, el relato del “Culebrero” es en la ficción, una suerte de Leyenda Urbana o tradición popular.
Esto nos advierte que en esta historia se mezclan la verdad y la fantasía, los actos extraordinarios no sorprenden a nadie, y los críticos se prestan a levantar el dedo y señalar:
“Realismo mágico”
La Casa Uribe da cuenta de la gran diversidad de discursos y culturas que conviven en Latinoamérica, donde todos tienen cabida:
La voz oficial, La Ley y sus policías, los ánimos revolucionarios de Don Jacinto, profesionales progresistas como Romero, izquierdistas escépticos y los temblores religiosos de la señora Trinidad.
En esta olla de grillos de arduo trabajo, tiene Don Jacinto en convencer a todos de la efectividad de su estrategia; sin embargo, el hecho desencadenante es la aparición de La Virgen María en una de las paredes.
La clásica contradicción entre optar por el camino de la formalidad o considerar que las leyes no son justas, y decidir desobedecerlas, está representada por Romero y Don Jacinto.
Pero pronto Romero deja de creer en una solución legal, y con pasión presta sus habilidades para construir esta burla al sistema.
Los trucos que utiliza para lograr nuevas postergaciones, son de lo más ingeniosos y totalmente legales:
Objeta, por ejemplo, que una persona enferma y en grave peligro de muerte habita el predio, y que “de acuerdo al Artículo Nº 435 no puede ser trasladada”
Y con ello obtiene más papeleo y discusiones entre abogados, que significa tiempo para terminar con la estrategia.
¡Pero La Casa Uribe es un tugurio!
Y a pesar de ello, es digna para sus habitantes que rearmarán paredes, ventanas y habitaciones, tal cual, en la colina donde terminan todos reunidos.
En el fondo, el tipo de casa no importa, cuando lo que priva es la dignidad, y el valor que motivó toda la estrategia:
El periodista le pregunta al paisa, que todo el esfuerzo realizado “¿Para qué”, a lo que el paisa responde bastante enojado:
“¿Cómo que para qué?, ¿A usted para qué le sirve la dignidad?”
Pues bien, esa pregunta se le está haciendo en realidad al público.
Ahí reposa la vigencia de este film, como lección de ciudadanía, legándonos más que una respuesta satisfactoria, una pregunta incómoda:
¿Estamos ejerciendo nuestra dignidad?
Porque si algo queda claro, es que si los actos de los inquilinos de La Casa Uribe constituyen un acto de dignidad, trabajo y osadía la que requirió.
La dignidad y la participación, aparecen en esta película como valores sobre los cuales se tiene que hacer un ejercicio en comunidad arduo y sin desfallecimiento.
Así, para que el pueblo sea creador de la cultura, es necesario que tenga una vida en común.
Cuando se dispersa, se atomiza, cuando cada uno vive su miseria en su propio rincón, sin colaboración, sin una empresa y un trabajo común, entonces pierde la posibilidad de crearla.
La película tiene ciertamente un final feliz, por decirlo de alguna forma; o dignificante, si se quiere:
Los inquilinos de La Casa Uribe padecen, resisten y al final ven su dignidad intacta cuando logran zafarse de las artimañas de La Ley, llevando la casa a pedazos y a cuestas hacia donde no jodan, sino entre ellos mismos.
La narración del “Culebrero” da un fuerte carácter simbólico:
En 6 años, nada ha cambiado, las condiciones de vida en la ciudad siguen siendo tanto o más duras que antes, y los desalojos continúan; donde las duras condiciones de vida de las grandes ciudades, divididas en barrios ricos y pobres, zonas ricas e industrializadas y zonas subdesarrolladas; la supeditación del poder político a los más oscuros intereses de la economía capitalista, etc.
Y tiene especial garra cinematográfica Don Jacinto Ibarburen, el viejo anarquista español que guarda la bandera de La Confederación Nacional del Trabajo, y tiene colgado en su dormitorio un retrato del líder anarquista español, Buenaventura Durruti.
Además, tiene una pinta muy a lo Karl Marx… pero para Don Jacinto primero, y después por el resto de los protagonistas, siempre hay cosas por las que luchar; y la esperanza no se tiene que perder nunca.
La fuerza y las ganas de vivir que transmiten todos los inquilinos del edificio es, precisamente, el elemento alrededor del cual gira toda la película:
La ilusión de los personajes, situados en todo momento por encima de las duras condiciones de vida que tienen que soportar, contribuye a hacer verosímil y creíble la surrealista estrategia que deciden llevar a cabo, consiguiendo la total identificación de los espectadores con su causa.
La alegría y creatividad de los inquilinos del edificio, que tiene que ser desalojado; contrasta de manera brutal con la visión oscura y triste de la burocracia y las autoridades, instrumentos del poder económico empantanados en la corrupción y carentes de escrúpulos.
El ingenio y el arte de vivir de los inquilinos, contrasta también con la violencia, la intolerancia y los comportamientos agresivos imperantes en buena parte de la sociedad, ya no solo colombiana.
La inutilidad de las armas y de la violencia, aparece en la primera escena de la película, donde un niño pequeño muere durante los enfrentamientos entre la policía y un grupo de inquilinos que han construido barricadas, y se han armado con pistolas y escopetas para impedir el desahucio.
Así, “la fe y la esperanza pueden mover montañas”; y Don Jacinto inspira a los inquilinos de la casa, sueños e ideales que les permiten buscar una forma ingeniosa de mantener su dignidad intacta, y enfrentarse con el poder.
Dice Sergio Cabrera, que La Estrategia del Caracol es “como una patraña sobre el sentido de la libertad y la solidaridad humana”
Convencido de que el cine tiene en sus manos, la posibilidad de ayudar a rescatar el concepto de lo romántico:
“El cine puede ayudar a acariciar la utopía”; y cree en la posibilidad de conseguir un mundo mejor y más justo, en la esperanza del trabajo conjunto de las personas por un objetivo común.
No se trata de una utopía absurda, de un deseo imposible que se agota en sí mismo.
Al adoptar la forma de una patraña, La Estrategia del Caracol no juega ninguna otra carta que no sea la de la alegría de vivir, dando un tono optimista a la visión de la pobreza en El Tercero Mundo, y confiriendo una capa desmitificadora y de un profundo sentido del humor a los discursos sobre el cambio social y las luchas de clases.
La historia, de hecho, se reduce a una mera anécdota argumental de carácter inverosímil y exagerado, próxima al universo del “realismo mágico” tan característico de la literatura, y también del cine de Latinoamérica.
La imposibilidad que los inquilinos de una casa puedan trasladarla pieza por pieza, mueble por mueble, pared por pared, en unos pocos días, ni con 3 meses ni con 1 año, es subrayada al primer envite, al inicio del film:
Uno de los protagonistas del desalojo, Gustavo Calle, un “culebrero”, incansable y brillante contador de historias, no necesariamente verídicas, explica la historia de “La Estrategia del Caracol”, 6 años tras los hechos, durante otro desalojo; por lo que la película adopta de este modo una estructura de “flashback”, de viaje al pasado, que convierte la historia y sus protagonistas en un mito, en una clase de leyenda teñida de la más genuina épica popular.
Pero también la cinta marca su tono anti-sistema en su inicio, con la operística y kafkiana representación en medio de la calle de la teatral maquinaria burocrática para desalojar un edificio, esto en contraste con el modo de imponer la ley con las armas, pues los desahuciados se resisten con barricadas a su desalojo, teniendo armas para defenderse de las autoridades, con lo que la policía entra en una balacera, y un niño de los inquilinos resulta muerto.
La violencia como método extremo de imponer las leyes.
Poniéndonos en contexto para el siguiente desalojo, y como estos inquilinos intentaran salirse con la suya, no con las armas, si no con el ingenio, trataran de hacerse valer ante los poderosos.
Este contraste entre la inteligencia frente la violencia intimidatoria, es otro mensaje del film, como los ricos en connivencia con las autoridades hacen y deshacen a su antojo, pero las clases plebeyas solo tiene su unión y fe para combatirlos, algo muy políticamente comprometido con la izquierda política.
Para esta vertiente marcadamente anti-capitalista, nadie mejor de epítome que el personaje Don Jacinto Ibarburen, que Fausto Cabrera, padre del director; que encuentra en esta disputa, una batalla por la dignidad y el orgullo de no ser pisoteados, de como siempre puede haber esperanza, si todos caminan juntos por un objetivo.
Metiendo a su vez, una crítica social o una coctelera de pragmatismo, sueños, fe religiosa, provocando algunos punzantes momentos de humor que mana de modo natural, ello gracias a un reparto coral lúcido, que transpiran debilidades, miedos, coraje, dudas, y sobre todo mucha humanidad.
Los actores que protagonizaron el filme, solían trabajar con Sergio Cabrera, y eran estrellas en la televisión de los 90, como Florina Lemaitre y Víctor Mallarino, incluyendo un cameo de Carlos Vives.
Pero Fausto Cabrera da una lección de carisma y fuerte personalidad como líder de “La Estrategia del Caracol”, demostrando raza, temple, sagacidad y mucha energía; y Frank Ramírez como el abogado Romero, muestra temple, labia y oratoria limpia, aprovechando sus sabiduría de las leyes para dilatar su cumplimiento, escucharlo resulta sugestivo.
Luis Fernando Múnera como Gustavo, es una especie de juglar que relata la aventura de esta estrategia, muy simpático y vibrante en su narración; Florina Lemaitre como el trans Gabriel/Gabriela, resulta acartonado en sus tópicos, pero qué gran actriz es…
Delfina Guido como Doña Trinidad, resulta otro personaje arquetípico de beata fundamentalista que ve señales deíficas por todos lados; y Gustavo Angarita como el sacerdote Luis, forma parte de la maquinaria izquierdista en que se expone al clero como hipócrita esclavo de sus bajos instintos, y al final más fiel a las clases “oprimidas” que a su sentido del deber católico.
Humberto Dorado, que es el guionista del film; resulta un malo bufonesco, etc.
La puesta en escena resulta buena, destacando la cinematografía de Carlos Congote, mostrando en las tomas mucha actividad coral en diferentes niveles visuales, con tomas alegóricas, con planos generales que dan sentido épico, como esa grúa omnipresente como símbolo del espíritu colectivo; asimismo es notable la música de Germán Arrieta, imprimiendo en sus melodías impulso lírico.
No olvidar que La Estrategia del Caracol combina el humor con la religión, las controversias entre un anarquista y un comunista, los resquicios de la legalidad con una burocracia kafkiana, y atravesada por la práctica regular de la corrupción.
También se vale de símbolos ancestrales, como la serpiente que cuelga del cuello del poblador que está siendo entrevistado ante una cámara de televisión a modo de “metarrelato” o memoria encarnada de la lucha pasada; o el mismo caracol del título, que connota universalmente la coraza y protección asociada a la vivienda.
El reconocimiento de la transexualidad de uno de los personajes, se opera a través de sus contribuciones a la lucha colectiva, como operario masculino o utilizando armas de mujer, la seducción.
Pero el mejor personaje es el abogado Romero:
Un personaje muy “realista mágico”, que cree profundamente en la ley, por eso busca normas legales para evitarla, utiliza la burocracia contra el sistema burocrático; está lleno de optimismo, donde expresa continuamente el mensaje de la película:
Quizás nunca se tituló de leyes, quizás no es un abogado reconocido, quizás la sociedad no lo valora, pero Romero se valora a sí mismo; él tiene dignidad y lo hace saber.
Si bien no termino su carrera de leyes, él sabe su valía en las leyes.
Y el personaje de Jacinto, el cerebro de “La Estrategia del Caracol”, para quien el bello tema de “Carmen” de Georges Bizet, es como una analogía de los derechos que comienza a torear; es un comunista a ultranza, inspirado en el propio padre de Sergio Cabrera.
En 1962, cuando Sergio tenía 12 años, la familia se fue a vivir a China…
Fausto rechazó la idea de que la familia viviera en un hotel 5 estrellas lleno de extranjeros, pues lo consideraba un peligroso foco de contaminación burguesa.
A los 3 meses de haber llegado, cuando Sergio y su hermana ya manejaban el idioma, los internó en un colegio chino, donde pasaban todos los días de la semana, excepto los domingos.
“Esto era el año 1962, y China acaba de pasar una hambruna terrible por culpa de lo que se llamó “El Gran Salto Adelante” y por otras tragedias naturales.
Era un país muy pobre, y en medio de toda esa crisis, estalló La Revolución Cultural, y salió lo que se llamó “El Pequeño Libro Rojo con citas y obras de Mao Zedong”
Una de ellas, “El viejo tonto que removió las montañas”, inspiró la historia detrás de La Estrategia del Caracol.
Y cabría destacar el análisis con el que arranca “el culebrero” delante de las cámaras de televisión, al destacar que el nuevo desalojo que sufren en el predio ocupado es debido a “la injusticia de la justicia, y a la falta de estrategia de la clase inquilinal”
De esta forma se presenta explícitamente una de las líneas maestras que guiará los acontecimientos posteriores:
La defensa de los inquilinos amenazados por los cauces del sistema de justicia y de la burocracia administrativa del Estado.
En su transcurso, veremos sin tapujos no sólo cómo la ley no atiende a razones de justicia social, sino que es comprada y adulterada en función de los intereses de las élites y, en este caso, de los propietarios inmobiliarios que actúan criminalmente con plena impunidad.
A su servicio están abogados, amistades, funcionarios corruptos, matones a sueldo y, llegado el momento, las fuerzas policiales que ejecutarán el desalojo.
Frente a tanta adversidad, los inquilinos a punto de ser desahuciados, no tienen otro remedio que auto organizarse y utilizar todas las armas a su disposición, incluidas las legales, dentro del limitado margen de su aplicación, en la medida en que puedan ser favorables a sus intereses o, más bien, a sus necesidades de supervivencia básica, y a su derecho esencial a permanecer en su vivienda habitual, digna.
Como es obvio, no apuestan todas sus cartas a la defensa legal y, de forma paralela, idean el rocambolesco plan de trasladar sus enseres y buena parte de las estructuras constructivas a un nuevo emplazamiento urbano, anticipándose a su destino con parejas dosis de resignación y de autoestima.
Pero los moradores se fundirán en un solo cuerpo; gracias a la solidaridad, renunciarán al individualismo egocéntrico tan presente en las sociedades occidentales; donde creyentes y no creyentes, el revolucionario, el ladrón, el travestido, el enfermo y su fiel esposa acompañante, la fiel devota, el sacerdote, entre otros, se unirán buscando un propósito común, que se genere “un auténtico espejismo”
La estrategia ejecutada por seres profundamente creativos, evidencia que ninguno está dispuesto a renunciar a la felicidad, aunque las armas de legalidad los sitúen en una condición constante de perdedores.
Paradójicamente, en la película, las trampas de la ley terminarán por favorecer el plan, en lo que corresponde al tiempo requerido para su conclusión.
La gran variedad y riqueza de los matices que definen los vecinos del edificio que tiene que ser desalojado, contrasta de manera brutal con la visión oscura y triste de la burocracia y las autoridades, simples instrumentos del poder económico atrapados en el pozo de la corrupción y la falta de escrúpulos; donde el ingenio y el arte de vivir de los inquilinos, igualmente contrasta de manera brutal con la violencia, la intolerancia y los comportamientos agresivos imperantes en buena parte de la sociedad; la inutilidad de las armas y de cualquiera enfrentamiento violento.
Uno de los principales elementos de interés de la película son las diferencias que se establecen entre las zonas residenciales más caras, y los suburbios o zonas subdesarrolladas dentro de una misma ciudad; y destaca también por su crítica a la violencia y por la defensa de comportamientos y actitudes pacifistas.
Pese a sus diferencias sociales e ideológicas, todos los vecinos del edificio amenazado se unen con un mismo objetivo.
El punto más importante, fue lograr reunir una comunidad totalmente plural, existía desde el ladrón hasta la más devota que son grandes “opuestos” en nuestra sociedad, y que para muchos antes unos ojos despojados de sentido humano afirmarían que les es imposible convivir o unirse ante una causa común, este gran dogma es roto por el esta gran película, en la cual los hombres no tienen nada más que fe, fe en poder recuperar la dignidad de cada uno de los individuos que habitan esta casa le quiere ser arrebatada, tan solo fe en los hombres, el ladrón deja de robar, que me parece que es un punto a resaltar importante.
En fin, fuere cual fuere la profesión y oficio de los allí involucrados, lo dejan de hacer o realizar, y tan solo dedican sus energías y talentos en desarrollar la gran estrategia, que fue tan fructífera para todos los protagonistas que al final cuando les falta todo por hacer en su nuevo domicilio, es cuando más plenitud y más humanidad sienten.
La película nos mostró o materializó la justicia mediante el realismo mágico, quienes buscaban dignidad, humanidad y justicia la recibieron en el mejor momento.
Pero aquellos despojados de todo concepto de humanidad y justicia, y por el contrario, absorbidos por un sistema de consumo que les exige la corrupción, la manipulación de la ley, la perdida de legitimidad del estado ante la población civil, por primera vez, y aunque lastimosamente solo en una película que pueden cambiar muchas mentes, se puede apreciar como la justica es tan humana, que solo con el ingenio y la unión, estos sujetos la pudieron alcanzar.
“Lo de Sylvia es muy triste…”, dijo el director:
“Esto casi nadie lo sabe, pero Sylvia trabajó en la película desde el guión, y fue durante mucho tiempo la asistente de Humberto Dorado, ellos escribían juntos.
Cuando ya estaba encima el rodaje, faltaban como 15 días para arrancar, un día llegué a trabajar con ellos, y Sylvia dijo:
“Yo hoy no puedo, me tengo que ir.
Vuelvo por ahí, a las 3 de la tarde... y yo le dije Sylvia, pero por favor, tenemos afán y prisa.
¿Qué puede ser más importante?; y me responde:
“Es que me caso con Salomón a las 12... fue, se casó, y regresó a escribir”
Sylvia conseguía todo:
Trabajó como coordinadora de producción, por ejemplo necesitábamos El Teatro Colón para la locación de Jacinto que era tramoyista, y yo pedí el permiso y me dijeron que no…
Sylvia dijo:
“¡Cómo que no!; y no sé con quién habló, pero insistió e insistió hasta que lo consiguió…
Si la película se hubiera terminado como se terminan normalmente las películas, tal vez hubiera alcanzado a verla finalizada, pero solo vio pedacitos, eso fue lo más triste.
Y además, era de los primeros asesinatos de los paramilitares, por eso cuando se estrenó la película, mucha gente me preguntaba:
“Tú le dedicas esa película a Sylvia, que fue asesinada por paramilitares.
¿Quiénes son?”
Era el año 1993, y todavía no se sabía nada…
Yo puse el cartel contra las advertencias de todo el mundo.
Me decían, “no lo pongas, te estás buscando problemas, otros me decían que eso mataba el clímax de la película, y yo decía, la vida es así...”
Es como un hermoso cuento para adultos, que además, tiene la capacidad de mostrar realidades que por desgracia han estado, están y seguirán estando a la orden del día, más que nada, porque forman parte de la personalidad de los humanos, y del egoísmo que nos mueve.
Si a La Estrategia del Caracol se le puede achacar algo, es el sonido precario, añadido a la jerga colombiana, hacen algunas veces difícil la compresión de lo que se habla; al tiempo que su trama evoca, guardando las proporciones, a la película “Delicatessen” (1991) de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro, donde peculiares habitantes conviven en un destartalado edificio francés en época de posguerra; con humor negro y suspenso, este filme exacerba lo bello y lo terrorífico de los humanos; así como también a la oscarizada “You Can’t Take With You” (1938) de Frank Capra, sobre la diferencia de clases, entre el estilo de vida y la mentalidad de 2 familias, cuando se agudiza con la detención de todos los presentes a una cena.
También no olvidar que La Ley debe ser acatada, y si un dueño de un inmueble decide bajo las leyes, que quiere disponer de su edificio para lo que desee, y acude a la ley para desalojarlo, los inquilinos deben dejarlo, y punto.
Todo lo demás es acudir al caos de hacer las cosas fuera de los cauces de la justicia, y por tanto, abonado a “la ley de la selva”, pues si los inquilinos del principio se oponen con armas a la ley…
¿Qué esperan?
Que la ley los deje allí, eso se llama terrorismo, que no me lo quieran maquillar de Revolución “buenista”; pero la cinta pone como villanos a los ricos, y a la justicia; poniendo al dueño del edificio como una caricatura, rabioso, mujeriego, corrupto, violento, ello sin mucho sentido; y por contrario, a los inquilinos como todos personajes entrañables, no hay grises que provoquen dilemas morales, todo cayendo en obviedades, no dejando lugar a la reflexión al dártelo todo masticado, y con esto caen en lo manipuladoramente sentimental.
Tampoco me parece del todo bien tratado el tema del transexual, me queda como un personaje cliché, utilizado para burlarse de los malos, con sus armas de “mujer” buscona, cayendo en estereotipos rancios que le hacen flaco favor a la causa integradora de los trans, incluso siendo interpretado claramente por una mujer.
“Que quede constancia.
Este hombre me llamó perro”
En “El Arte de La Guerra”, escrito en el siglo IV a.C., por Sun Tzu, se enunciaban algunos principios generales para entender los conflictos entre ejércitos o Estados:
“En la guerra, es de importancia suprema atacar la estrategia del enemigo.
Aquel que se revela superior en la resolución de las dificultades, lo hace antes de que estas surjan.
Atáquense los planes del enemigo en cuanto se den a luz.
Desháganse las alianzas del enemigo.
No permitan que sus enemigos se junten.
Si numéricamente eres el más débil, busca la retirada.
Hay probabilidades de conseguir alcanzarlo más tarde en un flanco descuidado”
En la guerra civil o lucha de clases, las fuerzas están siempre desigualmente repartidas de antemano; y la victoria de las élites propietarias, consiste en la reproducción del orden capitalista, de las relaciones de explotación y de sometimiento.
A partir de películas como La Estrategia del Caracol, es bueno reflexionar sobre la importancia resistir frente a los aprisionamientos ideológicos que impone la legalidad.
El plan de don Jacinto, el exiliado republicano español, abre el “telón”, dando cuenta de alternativas sobre cómo alcanzar un sueño, pese a las condiciones hostiles presentes en un determinado entorno.
Y la película de Sergio Cabrera enseña sobre cómo emprender “vuelo” aunque no sea posible dejar este mundo de tanta iniquidad.
Basta con tener “más fe en los hombres”
La estrategia diseñada por don Jacinto, busca salirle paso a ese mundo de soledad impuesto en un país que ha cultivado el “orden” a través de una cultura absurda de trámites y formalismos excesivos.
Un infierno de seres amargados, ha confeccionado el excesivo legalismo presente en los países latinoamericanos, y no solo en Colombia.
Los “tinterillos” atrapados en medio de un discurso pobre de los “susodichos”, y de constancias consignadas en los expedientes, son un real obstáculo para soñar y para poner en marcha el ingenio proveniente de la imaginación.
Por lo que resulta cuestionable un sistema que esquematiza, y que en los estrados judiciales impone una aburridora retórica cercana a las guías contenidas en las minutas, y muy próxima a las retahílas que siguen reproduciendo los abogados.
No obstante, la fuerza emprendida por esos seres maravillosos de La Casa Uribe, asignará un dique frente a lo que “justicia” pretende con ellos.
Romero finalmente manifestará:
“Yo ya no soy apoderado de nadie”, pero de otro lado, la “epopéyica popular” referida por “el culebrero” narrador habrá concluido, sin saber El Juez, qué hacer en estos casos.
La “justicia” no les había dado la razón a los inquilinos de la casa, pero estos hicieron efectivo un plan para que la “injusticia” de aquella fuera contrarrestada.
“Ahí tienen su hijueputa casa pintada”
Ésta es la réplica de justicia material resultante del plan de Jacinto.
Se trata de un final que evidencia una respuesta clara de la solidaridad emprendida por unos seres excluidos por la indiferencia proveniente del mundo legal.
Sin embargo, el abogado Romero sabe que la legalidad seguirá presente imponiendo sus condiciones, lo que no acepta Jacinto...
Es hora de emprender un trabajo solidario, sin victimizarnos.
“Falta todo por hacer”, como lo expresa Jacinto, sin esperar que otros hagan lo que sólo a nosotros corresponde.
De esa manera, hay que adaptar la legislación a la vida.
No más golpes de pecho.
En medio de este realismo mágico sempiternamente presente, es importante que hagamos sentir nuestra existencia, realmente única.
No esperemos que foráneos resuelvan nuestros problemas.
Aportes como los de Cabrera, dan cuenta de un testimonio realmente sincero; y su película es un testimonio de vida, que no claudica frente a la “injusticia de la justicia”
Por tanto, es preciso actuar, haciendo un embate frontal frente a la iniquidad presente en tantos sectores, como en los provenientes de los trámites burocráticos de las autoridades estatales, incluidos los procedimientos judiciales, entrabados en medio de una multiplicidad de reglas.
Es indispensable un trabajo auténtico, en el que no neguemos nuestras propias identidades, y que con toda la honestidad y transparencia, podamos abrir paso a esa “justicia de la justicia”
Porque nuestra realidad es muy difícil de comprender, y quiérase o no, es la que nos define, y justo por eso tenemos la obligación empezar a cambiarla.
La lucha continúa, nada de lo conseguido permite albergar la esperanza de una victoria final, “el caracol” sigue su camino; y la estrategia tiene que volver a definirse.

“Ahí tienen su hijueputa casa pintada”



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