Das Wachsfigurenkabinett

“Erstaunliche Geschichten”
(Cuentos Sorprendentes)

Un Museo de Cera exhibe figuras y objetos modelados con cera; y lo que los hace verdaderamente populares, es la recreación de personajes de la historia, el espectáculo, la política y el deporte, en sus poses más características, de forma realista, hasta vestidas con ropa real; por lo que las técnicas de fabricación y la incorporación de detalles, hacen que las figuras alcancen gran realismo.
Algunos Museos de Cera tienen una sección especial denominada “Cámara de Los Horrores”, en la que se exhiben las exhibiciones más espeluznantes; y algunas colecciones son más especializadas, como por ejemplo, en colecciones de modelos médicos de cera, que alguna vez se usaron para capacitar a profesionales médicos.
Pero muchos museos o exhibiciones en casas históricas, que no son Museos de Cera, utilizan figuras de cera como parte de sus exhibiciones.
Así pues, el origen de estos museos, se remonta al menos a principios del siglo XVIII, con las efigies funerarias de La Realeza, y algunas otras figuras expuestas por sus tumbas, que habían sido esencialmente atracciones turísticas mucho antes de eso.
Por su parte, la fabricación de figuras de cera de tamaño real, cubiertas con ropa auténtica, surgió de las prácticas funerarias de La Realeza europea.
Por ejemplo, el “Moving Wax Works Of The Royal Court Of England”, es un museo o exposición de 140 figuras de tamaño natural, algunas aparentemente con piezas móviles, abierto en Fleet Street, en Londres, que llegó a ser un excelente negocio ya en 1711.
Mientras que Philippe Curtius, modelador de cera en La Corte Francesa, abrió su “Cabinet de Cire” como una atracción turística en París en 1770, que permaneció abierto hasta 1802.
Ya en 1783, se añadió una “Caverne des Grandes Voleurs” o “Cueva de Los Grandes Ladrones” que era una idea temprana de “La Cámara de Los Horrores”
Posteriormente, Curtius legó su colección a su protegida, Marie Tussaud, que durante La Revolución Francesa realizó máscaras mortuorias de La Familia Real ejecutada…
A partir de ahí, la apariencia hierática e inerte de las figuras de cera, han propiciado la creación de un conjunto de películas, telenovelas y series de terror, que tienen como telón de fondo un Museo de Cera; siendo las más conocidas del cine temprano:
“Das Wachsfigurenkabinett” o “El Gabinete de Las Figuras de Cera” (1924); “Mystery Of The Wax Museum” (1933); y “House Of Wax” (1953)
En definitiva, El Museo de Cera inspiró a cineastas que abordaron un tema que sería recurrente en las futuras películas de terror:
Los crímenes en Los Museos de Cera.
“Ich wünschte, es gäbe noch mehr zu lesen”
(Me gustaría que hubiera más aquí para leer)
Das Wachsfigurenkabinett es una película de fantasía y terror, del año 1924, dirigido por Paul Leni & Leo Birinsky.
Protagonizado por Emil Jannings, Conrad Veidt, Werner Krauss, William Dieterle, Olga Belajeff, John Gottowt, Georg John, Ernst Legal, entre otros.
El guión es de Henrik Galeen; quien también había realizado los guiones de “Nosferatu” (1922) y “Der Golem” (1920); donde aquí, en lugar de un tirano, Galeen nos da 3, en 3 episodios sucesivos, basados en la imaginación de un joven poeta hambriento después de observar los tiranos del pasado que se exhiben en Un Museo de Cera.
Sin embargo, el guión sería recortado por Leni, principalmente por motivos de presupuesto, al dejar caer el 4º cuento en la historia, sobre Rinaldo Rinaldini, que iba a ser interpretado por William Dieterle, que era una historia basada en la novela del mismo nombre de Christian August Vulpius de 1798.
Así, Leni decidió sustituir esto por el cuento corto de “Spring-Heeled Jack”; pero la estatua de Rinaldini todavía se puede ver en la escena al inicio, con las otras figuras de cera, como el personaje con el gran sombrero negro.
Este es un filme antológico, del cine mudo, una impagable producción para esos años, pero es una lástima que haya pasado tan desapercibida en la historia del cine; porque en el fondo, es una buena historia que entrelaza más historias dentro de una habitación con figuras de cera; y si bien no estamos ante un filme de terror al uso, su simple estética genera el terror necesario; y aunque Das Wachsfigurenkabinett se acredita a menudo como “una película de terror”, realmente es una película de antología, que atraviesa varios géneros, incluyendo una aventura de fantasía, una película histórica, y una película de terror, a través de sus diversos episodios; por lo que también, esta película sería la última película del director Paul Leni, hecha en Alemania, antes de que hiciera “The Cat and The Canary” (1927), ya en los Estados Unidos.
Si bien se le atribuye a Leni una dirección completa, se dice que Leo Birinsky dirigió a los actores; pero Leni fue principalmente responsable de los ajustes, con la asistencia de Fritz Maurischat.
Rodado en estudios, la acción sigue a un poeta (William Dieterle), que acude a un Museo de Cera atraído por un anuncio en que se solicita a un escritor con mucha imaginación…
Ahí, su propietario (John Gottowt) le pide que escriba historias para algunas de sus figuras de cera:
El Califa de Bagdad (Emil Jannings), Iván “El Terrible” (Conrad Veidt) y Jack “El Destripador” (Werner Krauss) para impulsar el negocio.
Mientras tanto, la hija del dueño (Olga Belajeff), muy pronto queda atraída por el joven empleado...
Bajo esta excusa, el film nos muestra 3 diferentes historias, unidas por este hilo conductor, donde la primera se ambienta en la India, y tiene como protagonista a Assad, un pastelero que es perseguido por los guardianes del Sultán para castigarle, ya que éste cree que el humo de su horno le ha proporcionado mala suerte…
El mismo pastelero intentará robar al Sultán su valioso anillo para demostrar a su mujer que la quiere; y para enredar más las cosas, el mujeriego Sultán visitará a escondidas a la esposa del pastelero para seducirla.
La segunda historia se centra en las conspiraciones que surgen alrededor de Iván “El Terrible”; y la tercera tiene como protagonista a Jack “El Destripador”
Considerada una de las obras clave del cine expresionista, Das Wachsfigurenkabinett es una película que vuelve a aprovechar la premisa que ya utilizó Fritz Lang en “Der Müde Tod” (1921), eso es, de narrar varias historias que suceden en escenarios totalmente distintos, pero unidas por un hilo conductor que sirve para cambiar de un contexto a otro, donde solo William Dieterle como El Poeta/ Assad, “El Panadero”/Un noble ruso/Boyar, haciendo de todos ellos como una variación de la figura del galán romántico; junto a Olga Belajeff como Eva/Maimune/Boyar, es la enamorada que reiterará sus personajes románticos como oponente de Dieterle en las diferentes historias.
Pero el punto fuerte de estas, es el trabajo de dirección artística, que permite a Paul Leni, lucirse especialmente al situar sus relatos en contextos tan dispares como India o Rusia.
Desafortunadamente, siendo uno muy estricto, las historias que se nos narran no son especialmente brillantes, y al final uno no puede evitar la sensación de que éstas no son más que una excusa para lucir los decorados y la excelente escenografía en que se ambienta cada una.
Para los histriones alemanes, Das Wachsfigurenkabinett tiene un amplio campo para explayarse; desde el decorado que invita a ello; a Las Cúpulas de Oriente, que son el correlato perfecto para las orondas figuras del Califa y El Visir; o bien, los sótanos del Kremlin de la segunda historia, que obligan a Iván “El Terrible” a caminar constantemente encorvado.
El hecho de que su realizador, Paul Leni, fuera también director artístico, no hace más que confirmar esta sospecha.
Y es que hay pequeños detalles, como el hecho de que en cada historia aparezcan el poeta y la mujer que ama, encarnando a una pareja de enamorados, hacen que el film sea más coherente en sí mismo, y le da más cohesión; aun sin ser una de las grandes obras de la época, indudablemente se trata de una película muy interesante, y que resulta de visionado obligatorio a los aficionados al cine mudo alemán.
Se trata más bien, de un vuelo fantástico de la imaginación, protagonizado por figuras sin alma, en decorados que sólo el cine, “el arte de las sombras” del expresionismo alemán, puede recrear.
“Wollte einen einfallsreichen Schriftsteller für die Öffentlichkeitsarbeit in einer Wachsfigurenausstellung”
(Se busca escritor imaginativo para trabajos de publicidad en una exposición de cera)
Solo cuando comienzas a profundizar en las obras del expresionismo alemán, puedes apreciar lo importante e influyente que fue una película:
“Das Cabinet Des Dr. Caligari” (1920); que demostró a los cineastas y al público, que el cine es un medio intrínsecamente artificial, por lo que, en lugar de luchar por el realismo, las películas deberían enfatizar los elementos falsos y fantásticos de su historia.
Aunque el francés, Georges Méliès se había enfocado por primera vez en esta idea a principios del siglo XX, fue la creativa película de terror de Robert Wiene, la que estableció al expresionismo alemán como el estilo artístico definitorio de la década de 1920, asegurando a la Alemania de la posguerra, como el innovador y pavimentador más destacado, abriendo el camino para los directores:
F.W. Murnau, Fritz Lang y Paul Leni; cada uno de los cuales, luego fue persuadido por Hollywood, para que compartiera su experiencia.
En especial, desde su adolescencia, Paul Leni era ya un fuerte pintor vanguardista, y su talento atrajo pronto la atención de Max Reinhardt, quien lo contrató para que diseñara los escenarios de sus obras teatrales.
Tras estos, siguieron otros escenarios… y para 1914, ya Leni era diseñador de producción en la industria cinematográfica alemana, despertándose pronto su interés por realizar sus propias películas, en las cuales, él mismo, solo o en colaboración, asumía también los diseños escenográficos.
El reconocimiento fue inmediato, y pronto su nombre estaría en la lista de los más renombrados directores de Alemania.
Esta película, codirigida junto a Leo Birinsky, emplea una dirección artística sumamente exagerada, con los escenarios diseñados por el propio Leni; y la cinematografía imaginativamente retorcida de Helmar Lerski para resaltar la fantasía en cada historia, aunque hay muy pocos elementos que normalmente se consideraría fantástico.
Por su parte, el título alemán de la película, “Das Wachsfigurenkabinett”, es un ejemplo del tipo de cosas que Mark Twain tenía en mente cuando escribió que “algunas palabras alemanas son tan largas que tienen una perspectiva”
Y si la parte de “kabinett” evoca al del Dr. Caligari, no es casualidad…
Leni no solo hizo uso de Caligari los 2 protagonistas, Conrad Veidt y Werner Krauss; él mismo modeló toda la película en su exitoso predecesor, hasta el escenario del recinto ferial; y para escribir el guión, Leni no pudo elegir a nadie mejor que a Henrik Galeen, otro de los fundadores del expresionismo cinematográfico.
De Galeen es, por ejemplo, el libreto de “Nosferatu”, pero también fue el colaborador de Paul Wegener, en la primera versión de “Der Golem” (1920); y para encarnar a los villanos de cada episodio, Leni tampoco se cortó, y se decide por los 3 actores fundamentales del movimiento expresionista:
Emil Jannings, Conrad Veidt y Werner Krauss.
Sin duda, ese es uno de los atractivos de la película, ver trabajar juntos a estos 3 actores legendarios, en una sola película, aunque sin relacionarse entre sí.
La trama se estructura entonces en 3 episodios, que giran en torno al escritor que redacta las historias de las figuras de cera; y en ellas aparece siempre él mismo y la hija del dueño, de la cual se ha enamorado…
El joven poeta, sin nombre, ingresa a un Museo de Cera, donde el propietario trabaja en compañía de su hija, Eva.
El propietario lo contrata para escribir una historia de fondo para sus modelos de cera:
Harun al-Rashid, Iván “El Terrible” y Jack “El Destripador” para atraer al público al museo.
Con la hija a su lado, el poeta se da cuenta de que falta el brazo de Harun al-Rashid, y escribe una historia que incorpora el brazo perdido...
En ella, el poeta se ve a sí mismo en su historia como un pastelero, Assad; donde vive con su esposa Maimune, directamente en las paredes del Palacio donde vive Harun al-Rashid.
El humo de la panadería de Assad cubre el frente del Palacio, donde al-Rashid pierde un juego de ajedrez por ello, y lo lleva a querer ver al jefe del panadero.
Envía a su Gran Visir a buscar al hombre, Assad, pero al hacerlo, encuentra a la esposa de Assad, con quien está encantado.
Después de ser cautivado por su belleza, y también cautivarla con su estatus entre los miembros de La Familia Real, regresa para decirle a al-Rashid, que no tiene la cabeza del panadero, sino algo mejor:
La esposa del panadero; por lo que al-Rashid luego decide salir esa noche, de incógnito, y visitarla.
Cuando se aleja de su castillo, el gobernante es testigo de una discusión entre el celoso Assad y Maimune, pues ambos parecen insatisfechos con su vida cargada de pobreza; y Assad luego dice que robará el anillo de deseo de al-Rashid para resolver sus problemas…
Mientras al-Rashid visita la panadería esa noche, Assad se desliza en El Palacio para robar el anillo de los deseos del dedo de al-Rashid, cortando su brazo; más tarde se revela que es solo una figurilla de cera…
Él es descubierto por los guardias del Palacio, y es perseguido por los tejados donde escapa.
Mientras tanto, sin que él lo sepa, el verdadero al-Rashid está en la casa de Assad, tratando de impresionar a su esposa…
Assad, que regresa, penetra en la casa cerrada por la fuerza, mientras que Maimune esconde a al-Rashid en el horno de cocción.
Los guardias se apresuran a arrestar a Assad por el ataque al Palacio, pero la esposa de Assad usa el anillo de deseos para desear que al-Rashid salga ileso, mientras sale secretamente del horno.
Luego desea que Assad sea nombrado “el panadero oficial” de al-Rashid; y su deseo es concedido; por lo que la pareja queda bajo la protección del califa.
El segundo episodio, tratado de una manera más lenta y sombría, trata sobre El Zar de Rusia, Iván “El Terrible”, a quien el poeta describe como “hacedor de ciudades en cementerios”
El Zar se deleita físicamente al ver morir a sus víctimas, después de envenenarlas; por lo que El Mezclador de Veneno de Iván, escribe el nombre de la víctima en un reloj de arena, y una vez que se envenenan, el vaso se voltea, y el hombre muere justo cuando cae la última arena.
Sin embargo, El Mezclador de Venenos, que se ha compadecido de una de las víctimas, es señalado por Iván como el próximo en ser envenenado; pero sin ser visto, él escribe “Zar Iwan” en el siguiente reloj de arena…
Se supone que Iván asiste a la boda del hijo de un noble; paranoico de que lo están atacando, viste al noble como a sí mismo, y conduce el trineo a la boda.
Allí, el noble es asesinado con una flecha, y su hija y su novio están en shock cuando Iván se hace cargo de sus festividades.
Eventualmente, huyendo con ella, y sosteniendo al novio en su cámara de tortura; en la noche de bodas, Iván escucha que ha sido envenenado, y corre a la cámara de tortura, para revertir su destino, dando la vuelta al reloj de arena; lo hace una y otra vez, y el título final dice que “Iván se volvió loco, girando el reloj, una y otra vez hasta el final de sus días”
La tercera historia tiene lugar después de que el poeta, cansado de escribir, se despierta para encontrar que el modelo de cera de Jack “El Destripador” ha cobrado vida, pero en lugar de eso, se reconoce que es “Jack con tacón de primavera” o “Spring-heeled Jack”, que es una entidad en el folklore inglés de La Época Victoriana; que acecha tanto al poeta como a la hija del dueño del Museo de Cera.
El poeta y la joven huyen, pero descubren que no pueden escapar de Jack a través de los pasillos oscuros y retorcidos del Museo; y cuando Jack se acerca lo suficiente, aparecen múltiples versiones de él, y cuando su cuchillo comienza a cortar, provoca que el poeta se despierte para darse cuenta de que la última experiencia fue un sueño…
Aquí, los directores expresionistas alemanes, Birinsky y Leni, transforman las limitaciones de La Era Silente, en obras de arte atmosféricas:
Sombras exageradas, edificios y movimientos, son algunas de las técnicas empleadas en todas las películas expresionistas, y esta no es una excepción.
Como la mayoría de las antologías, las 3 historias están separadas, y solo están conectadas por la imaginación del narrador, pero están ordenadas por la oscuridad tanto visualmente como en términos de contenido.
Aunque en todo ello esté latente la muerte, la proximidad del espectador al temor de lo inevitable, se reduce hasta que la muerte está literalmente esperando a la vuelta de la esquina; y como en la mayoría de las películas expresionistas oscuras, la acción es solo la mitad de la película.
La acumulación de sombras, o más adecuadamente, el cierre de las sombras alrededor de los actores, es muy importante para el efecto de lo deseado.
La trama es bastante simple; por quienes estén familiarizados con la temática de “House of Wax”, se sentirán decepcionados, o tal vez gratamente sorprendidos de que el horror no implique de ninguna manera a las figuras de cera, pues simplemente sirven como accesorios, o incluso como excusas, para despertar la imaginación del narrador, un escritor promocional.
Por ello, la primera historia muestra el enorme interés que sentía en la época el cine alemán por la cultura oriental; y tiene un tono más cómico y distendido aunque se alarga demasiado.
Curiosamente, siendo esta película uno de los referentes del expresionismo alemán, la historia más larga es la que no tiene apenas elementos expresionistas.
Emil Jannings, interpreta al rotundo Harun al-Rashid, El 5º Califa Abasí, con una repugnancia que gradualmente da paso a una cierta simpatía.
Cuando se demuestra que sus intenciones hacia la bella Maimune son amigables en lugar de sexuales, se convierte en un personaje afable y caricaturesco.
En este primer episodio se huye de lo siniestro, y se caracteriza por sus elementos fantásticos y exóticos; aunque cuenta con Emil Jannings, su actuación no es tan brillante como cabría esperar, tal vez debido a lo plano de su personaje y a la ausencia de verdadero drama; pero éste episodio tiene un inusual toque cómico y juguetón, algo que resulta extraño, teniendo en cuanta que tiene una ambientación algo expresionista; de hecho, probablemente tiene los decorados más logrados de la película, pero su estilo expresionista no encaja con la trama.
Al tiempo que hay que destacar, muy especialmente, la deslumbrante escenografía, sobre todo de interiores y también exteriores del entorno vital del panadero y, por supuesto, la interpretación de un Emil Jannings que llena de noble histrionismo su trabajo, sin abandonar en él un tono irónico con detalles tan magníficos como la mirada que ofrece cuando da su bendición a los 2 jóvenes.
También se destaca el contraste del amenazante muro de la ciudad, con los decorados circulares de la vivienda del panadero, y los laberínticos e imposibles corredores del Palacio.
Esto último en sintonía con la oronda figura de Emil Jannings, que interpreta a un lascivo califa.
En conjunto, el episodio adolece de una cierta irregularidad cinematográfica, aunque logra momentos de gran dinamismo caracterizados en la huida de Assad por calles circulares de compleja escenografía, y también por cúpulas y edificaciones que de alguna manera compensan el sesgo teatral del resto de su desarrollo.
Por cierto, apuntar que el verdadero Harun al-Rashid fue un gobernante decidido, inteligente y rudo, nada que ver con este gracioso personaje; así como este segmento es una comedia macabra pero ligera y simplona, adolece de falta de ritmo.
El episodio de Iván “El Terrible” es bastante más oscuro y espeso:
Estas 2 primeras historias tienen en común la idea del doble, y la confusión de personalidades:
Por ejemplo, en la primera aventura, El Sultán es reemplazado por un muñeco de cera, mientras que en la segunda, Iván “El Terrible” convence a otro para que se haga pasar por él, y así salir indemne de un intento de asesinato hacia su persona.
En este segundo episodio se cuenta con la mejor interpretación de la película, con un memorable Conrad Veidt como Iván “El Terrible”; que recupera lo siniestro de la trama, y se acerca muchos más al estilo expresionista.
Aun así, se acerca más al drama que al terror, género al que se identifica tópicamente el expresionismo alemán; y se trata, de lejos, del mejor episodio.
La excelente interpretación de Conrad Veidt y esos escenarios tan oscuros y siniestros, son lo que dotan de más interés a este segmento.
Iván “El Terrible” es llevado a la locura por “el goteo” a través de un reloj de arena, donde cada grano que cae, lo acerca a la desaparición.
Aquí, Veidt interpreta al cruel Gran Príncipe de Moscú, con una locura de grandes ojos que recuerda el intenso estilo de actuación de su compatriota alemán, Klaus Kinski.
Una de las primeras representaciones de Iván “El Terrible”, sin duda influyó en Sergei Eisenstein cuando dirigió “Ivan Grozniy” las partes I y II de 1944 y 1958; donde el Iván del director soviético, es calcado al de Veidt, por ejemplo:
“Camina en cámara lenta” y se comporta como un autómata a través de unos decorados que acentúan aún más la verticalidad que ya esbozó Leni.
Por su parte, William Dieterle también aparece aquí, como un Príncipe al que El Zar le roba la novia por el infame derecho de pernada.
Este segmento tiene un aire “a lo Edgar Allan Poe”; y es el fragmento más valioso de esta película, ya que se plantea con notable inspiración, una adecuada escenografía, el indispensable juego de luces y sombras, y un claro matiz amenazador, con enrejados en ventanas que se ubican casi de forma oblicua; unido a la impronta interpretativa que aporta un Conrad Veidt realmente magnífico en su progresivo acercamiento a la locura.
Finalmente, éste logrará retener los negros presagios de los adivinos que le aseguraban un rápido final, al tener que ir reteniendo de por vida el paso del tiempo en el gran reloj de arena.
De nuevo los decorados, también el hermoso vestuario, son un aspecto a destacar, con las cúpulas esféricas que aluden al fatídico reloj de arena que se mezclan con otras formas más verticales, en armonía a la estilizada figura del Zar; aunque, igual que en el primer capítulo, los techos sigan siendo demasiado bajos para que puedan andar cómodos los personajes.
Y si en la película de Robert Wiene, todo se justificaba por la locura del Doctor Caligari, en Das Wachsfigurenkabinett es una pesadilla lo que toma cuerpo; y en lugar de atenerse al rígido catecismo “caligárico”, Paul Leni juega con sobreimpresiones de La Feria sobre las figuras de los amantes, convirtiéndolos en habitantes del mundo de los sueños.
Eso nos lleva a la historia final, definitivamente la más aterradora de las 3, y se refiere a Jack “El Destripador”, también conocido como el mítico “Jack con tacón de primavera” por alguna razón, quizás debido a un error de traducción.
A pesar de que apenas dura 5 minutos, es fácil no inquietarse por la imagen que se hace de Jack, caminando a través de la neblina de ensueño del Luna Park.
Este tercer y último episodio, rompe con la dinámica del film, ya que no sitúa la acción en la historia que escribe el protagonista, sino en una pesadilla que tiene el escritor, que se queda dormido…
Éste sueña que Jack “El Destripador”, el siguiente muñeco, intenta matar a su amada…
Dado que se trata de un sueño, Leni utiliza un recurso muy interesante:
Convierte el escenario en un caos de forma, y radicaliza el uso del claroscuro.
Por desgracia, éste último episodio es el más corto y sencillo, limitándose a filmar la persecución de Jack… y nada más.
Aunque para muchos, el episodio de Jack “El Destripador” es el favorito de todos pese a que es mucho más corto; apenas hay argumento, porque es una pesadilla que tiene el poeta en que sueña que el famoso asesino les persigue a ella y su amada; pero el montaje y las sobreimpresiones le dan un tono oscuro surreal y asfixiante, que hacen que funcione perfectamente como escena onírica.
Es un episodio tan abstracto, que casi parece una pequeña viñeta vanguardista sobre el mundo de los sueños; y por ello, sin duda es el más interesante de los 3 episodios.
Y es que el desarrollo de este breve fragmento, no es más que una hipotética persecución del malvado personaje a través de un lenguaje casi de vigilia, en donde las sobreimpresiones, la sensación de falsa realidad en algunos momentos, o la intuición de asistir a la escenificación de una auténtica pesadilla, muy pronto se revelarán como algo lógico.
Pese a su brevedad y lo inocuo de su contenido, cierto es que el fragmento es, con diferencia, el más experimental de la función, y también el que se acerca en mayor grado al expresionismo representado por los títulos de referencia citados anteriormente,
En general, las historias no son particularmente interesantes, pero la representación expresionista de la atmósfera y los personajes, en particular los movimientos exagerados y las sombras, son exclusivos de la época, y hay pocos paralelismos contemporáneos que se miden:
La primera historia no da miedo de ninguna manera.
En el segundo episodio, los elementos del horror psicológico se presentan en el descenso a la locura de Iván “El Terrible”
Sin embargo, la tercera historia, destinada a ser la más oscura, también es la más influyente:
Jack “El Destripador” acecha a una joven pareja sin razón, de una manera similar a la del filme “slasher” moderno, aunque más cruda, la muerte viene descaradamente a matar a los protagonistas.
Las audiencias contemporáneas, no se asustarán, pero el asesino que se cierra y apuñala, aunque solo sea imaginario, tiene una sorprendente similitud en la acción y el movimiento con Jason Voorhees o Michael Myers.
Por otra parte, los detalles arquitectónicos en los 2 primeros episodios, revelan la habilidad de Leni como diseñador; en la redondez de las cúpulas orientales tiene una contraparte animada en los turbantes pesados usados por los cortesanos del califa; o cuando aparece la ciudad de Bagdad, todas curvas claras y transparentes, es plana como la pequeña ciudad esquemática en Caligari, que a menudo se ha comparado con la arquitectura de las pinturas de Lyonel Feininger.
De hecho, Paul Leni mismo llegó a decir:
“Para mi película, Das Wachsfigurenkabinett, he intentado crear sets tan estilizados, que no evidencian una idea de la realidad.
Todo lo que busca engendrar, es una indescriptible fluidez de la luz, moviendo formas, sombras, líneas y curvas”
Por ello, Das Wachsfigurenkabinett culmina en escenas que, superando su tarea de ilustrar la trama, penetran en la naturaleza del poder tiránico.
La insistencia con que, durante esos años, la imaginación pictórica volvió a este tema, indica que el problema de la autoridad absoluta, era una preocupación intrínseca de la mente colectiva.
Pero hay un detalle que ha sorprendido al contemplar Das Wachsfigurenkabinett, y es la manifiesta intención del realizador para jugar con identidades falsas.
Es decir, falsear y distorsionar el espíritu triste que era, en el fondo ya, la realidad de aquellos años en la sociedad alemana.
Es así como en el primer episodio, el hecho de que El Califa ubique en sus aposentos una figura de cera simulando su persona durmiendo, servirá irónicamente para que vuelva a nacer el amor del autor del “asesinato” con su esposa.
En el segundo capítulo, el cambio de ropaje del Zar con el noble, le permitirá a Iván “El Terrible” superar la conspiración que contra él se tenía preparada.
Finalmente, la persecución de Jack “El Destripador” siempre parece sacada de una vigilia de sueño o una realidad alterada, y una vez más, la identidad de sus personajes en todo momento pueden ser reales o fruto de la fantasía.
Brillante aunque no plenamente lograda, sarcástica y terrible en algunos momentos, vanguardista en otros, el film de Leni es una propuesta tan original en sí misma, como deudora de unos referentes cinematográficos cercanos y reconocibles.
Tan sencilla como depositaria de la simiente del mejor cine de su autor, y considerada en sí misma, podemos decir que se erige en una propuesta válida dentro de una corriente expresiva, ya a punto de desaparecer como tal y, por el contrario, ser aplicada en el cine de Hollywood como uno de sus referentes más valiosos e influyentes.
Su realizador, sería uno de los transmisores de esa forma de interpretar el cine, a imitar por los que vendrán.
Del reparto, 3 nombres vienen a la mente más fácilmente que la mayoría cuando se consideran actores alemanes silentes:
Conrad Veidt, Werner Krauss, y por supuesto, Emil Jannings.
No es de extrañar que tanto Veidt como Krauss, hayan alcanzado su estrellato con “Das Cabinet Des Dr. Caligari” tan solo 4 años antes, y los paralelismos entre esa película, y Das Wachsfigurenkabinett se extiendan mucho más allá de las meras decisiones de “casting”
Y ese es su otro gran punto a favor, el magnífico reparto que da forma a los personajes.
En primer lugar, El Sultán es encarnado por el actor alemán más famoso de la época:
Emil Jannings como Harun al-Rashid, en el cuento de “Las Noches Árabes”, siendo el primer hombre en ganar un premio Oscar de La Academia de Hollywood, en la categoría de Actor Principal en 1928; que aquí interpreta a la figura de un califa al que le falta un brazo.
La interpretación de Jannings sobre el personaje, es un rol de comedia poco común para el actor, que generalmente protagoniza papeles más dramáticos; y el reputadísimo no desaprovecha la oportunidad de encarnar un personaje jugoso, que le permite recrearse en su actuación.
Mientras que Conrad Veidt como Iván “El Terrible”, era el actor alemán más en boga de la época, interpretando al Zar legendariamente sediento de sangre, lo que hace bastante honor a la verdad histórica; pero convertido aquí en una especie de malvado de cómic, taimado y astuto.
Y, como siempre, borda el papel.
No es casual que el director ruso, Sergei Eisenstein, usaría más tarde el modelo de Veidt para su propia interpretación en “Iván “El Terrible” en 1946.
Además, Veidt también apareció en otra película de Leni, “The Man Who Laughs” (1928)
Y aunque Conrad Veidt es famoso por ser el Cesare del Gabinete del Doctor Caligari, este papel que podría haber sido interpretado como un simple sádico, Veidt enfatiza constantemente el miedo casi infantil que Iván sufre de quienes lo rodean, incluso en su propio Palacio; y aunque él es El Zar, parece un niño malvado entre los adultos, mirándolos con ojos grandes y culpables, esperando que uno de ellos lo castigue…
Finalmente, del apartado de los villanos, Werner Krauss como Jack “El Destripador”, que también protagonizó con el actor Conrad Veidt, la popular película de terror de 1920, precisamente como El Doctor Caligari, Krauss está totalmente desaprovechado, ya que su actuación se limita a hacer acto de presencia, por aparecer en la historia con menos minutaje para el desarrollo, aunque confieso que sí es muy efectiva.
Otros del reparto:
William Dieterle como El Poeta/Assad “El Panadero”/Un noble ruso (Boyar), el primero es el que escribe cada una de sus propias historias, y será el protagonista del 3 relato.
Este entonces joven actor en la Alemania de la época de Weimar, y después importantísimo director en Hollywood que vio su carrera truncada por El Macartismo, acabando su carrera en La RFA y en Italia, países donde se respetaban sus ideas izquierdistas; es el poeta/narrador que crea las terroríficas historias que veremos a partir de unas figuras de cera.
Además, hace un par de papeles más durante las historias; y la rusa Olga Belajeff, que consigue impactar con esa piel morena y esos ojos maravillosos que embelesan a todo el que los mira.
Como dato curioso, se dice que el episodio de Harun al-Rashid, al parecer inspiró a Douglas Fairbanks a hacer el exitoso filme de fantasía, “The Thief of Bagdad” (1924); pero Das Wachsfigurenkabinett ha sido criticada por tener un estilo puramente decorativo, sin embargo, la representación imaginativa de carpas con sombras misteriosas, innumerables letreros eléctricos, el carrusel y una rueda gigantesca girando en una hilera de luces, todo esto multiplicado por las súper composiciones que se filtran a través de la pantalla, casi como una tela de araña, muestran cuán lejos había llegado el cine alemán desde la más bien árida abstracción del recinto ferial de Caligari.
El dispositivo de encuadre alrededor del cual Das Wachsfigurenkabinett gira inevitablemente, conduce a una desigualdad de tono que distrae, la atmósfera fluctúa entre la comedia alegre y el horror agotador.
También más bien frustrante es el hecho de que el segmento de Jannings, aunque ciertamente es entretenido a un nivel satisfactorio, ofrece tanto tiempo de pantalla, y sin embargo, Jack “El Destripador”, el asesino de Krauss, está envuelto en cuestión de minutos.
Además, cabe destacar que dado que un cuento del 4º personaje, sobre Rinaldo Rinaldini, fue desechado debido a restricciones presupuestarias, sospecho que la financiación también desempeñó un papel en la reducción del III acto.
Por muy extraña que sea, Das Wachsfigurenkabinett es una maravilla visual, y no se ha gastado nada de imaginación en los extraños y emocionantes diseños de conjuntos y vestuario; y ciertamente impresionó a los estudios en Hollywood.
Por tanto, ver la película en silencio, es lo ideal, pues en su mayoría, se emplearon ritmos de cuerdas y teclados que sirvieron como contrapunto al contenido oscuro, casi como una disculpa, o un recordatorio constante de que el horror es solo una parte de una experiencia divertida, que no pretende ser aterradora.
Los cineastas en ese momento, creían que inculcar el miedo en las audiencias era un objetivo inapropiado que la sociedad consideraría inaceptable.
Así, la música estaba destinada a mejorar cualquier sentimiento inquietante.
En pocas palabras:
Mira la película con la música apagada.
La desconexión sola entre el movimiento de la boca de cada personaje y los marcos de texto, realza la naturaleza inquietante de la atmósfera.
Y debería decirse una palabra acerca de la partitura, compuesta e interpretada por Jon C. Mirsalis en la versión que vi, parte de la colección German Horror Classics de 2004 de Kino; donde la partitura no ensombrece la película; y es un acompañamiento perfecto.
“Meine Schatztruhe”
(Mi cofre de miel)
Aunque no es la primera película de antología de terror verdadera, Das Wachsfigurenkabinett establece el estándar para que sigan las películas de antología, y su influencia es evidente también en las películas que no son de antología.
Al respecto, el director Paul Leni dijo en su momento:
“Si el diseñador simplemente imitara la fotografía para construir conjuntos, la película permanecería sin rostro e impersonal.
Tiene que haber la posibilidad de resaltar los atributos esenciales de un objeto para dar estilo y color a la imagen...
Esto es particularmente necesario para las películas ambientadas totalmente en un mundo de irrealidad.
Para mi película, Das Wachsfigurenkabinett, he intentado crear sets tan estilizados que no tienen ni idea de la realidad.
Mi parque de atracciones está dibujado con una total renuncia a los detalles.
Todo lo que busca engendrar, es una indescriptible fluidez de la luz, moviendo formas, sombras, líneas y curvas.
No es la realidad extrema lo que percibe la cámara, sino la realidad de los eventos internos, que es más profunda, efectiva y conmovedora que lo que vemos a través de los ojos de todos los días, y creo igualmente que el cine puede producir esta verdad, aumentada de manera efectiva.
Tal vez pueda citar el ejemplo de Caligari y “Der Golem”, en el que Hans Poelzig creó la imagen de una ciudad.
No puedo enfatizar lo importante que es para un diseñador, eludir el mundo visto todos los días, y alcanzar sus verdaderos tendones...
Se verá que un diseñador no debe construir conjuntos “finos”
Él debe penetrar la superficie de las cosas, y alcanzar su corazón.
Debe crear el estado de ánimo, el “Stimmung”, aunque tiene que salvaguardar su independencia con respecto al objeto visto, simplemente a través de los ojos de todos los días.
Es esto lo que lo convierte en un artista.
De lo contrario, no veo ninguna razón por la que no deba ser reemplazado por un hábil aprendiz de carpintero”
La influencia de Das Wachsfigurenkabinett fue inmediata:
El desempeño del gran Conrad Veidt como Iván, fue el modelo para el filme de Sergei Eisenstein; y el segmento de Harun al-Rashid, supuestamente inspiró a Douglas Fairbanks.
Con todo, la influencia de Paul Leni sin duda habría hecho que su nombre fuera tan grande como el de Murnau o el de Browning en la actualidad, si no hubiera sido por su temprana muerte en 1929, a la edad de 44 años, debido al envenenamiento de la sangre causado por un diente infectado.
Y es que Leni estaba programado para dirigir a “Dracula”, por la cual Universal Studios había adquirido recientemente los derechos; con Conrad Veidt para protagonizar.
El equipo de Leni y Veidt para este Dracula, pudo ser uno de los mejores de lo que podría haber sido en Hollywood, aunque nadie puede realmente discutir el éxito de la película resultante de la dupla Browning/Lugosi, que meritoriamente ha pasado a la historia del arte cinematográfico.
Y es posible que Leni no haya vivido lo suficiente como para convertirse en uno de los nombres más conocidos del horror, todas sus películas merecen una mirada larga, por lo que Das Wachsfigurenkabinett merece su lugar en la historia temprana de la película de terror; aun cuando “no ofrece nada nuevo al género”, pero lo que hace, lo hace bien; como una excelente pieza de entretenimiento, y un escaparate para algunos de los diseñadores más influyentes del horror y reconocidos maestros de la expresión expresionista alemana.

“Leni schuf das Äquivalent zu einem Albtraum, den das Kino noch gezeigt hatte”
(Leni creó el equivalente más cercano a una pesadilla que el cine todavía había presentado)



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