Münchhausen

“Die Sprache der Diplomatie!”
(¡El lenguaje de la diplomacia!)

Rudolf Erich Raspe, fue un escritor y científico alemán, conocido sobre todo por ser el autor de la primera de las versiones conocidas, salvo un breve esbozo aparecido en 1781, de manos de un autor anónimo, que algunas fuentes hacen coincidir con el propio Raspe; de las aventuras del Barón de Münchhausen.
Como dato, el nombre del personaje literario, a diferencia del Barón de la vida real, no tiene diéresis, y tiene una letra “h” menos, es decir, Munchausen.
No queda claro qué, porcentaje del material de Raspe proviene directamente de su relación con El Barón de la vida real.
Hieronymus Karl Friedrich, Freiherr von Münchhausen, fue un Barón alemán, descendiente una de las familias más antiguas de La Baja Sajonia, nacido en Bodenwerder, Alemania, el 11 de mayo de 1720; que en su juventud sirvió de paje a Anton Ulrich II, Duque de Brunswick-Luneburgo, y más tarde se alistó al ejército ruso.
Allí sirvió hasta 1750, y participó en 2 campañas militares contra los turcos.
Al volver a casa, probablemente narró varias historias increíbles sobre sus aventuras; siendo “el primer cantor”
En 1760, Münchhausen se retiró para vivir como “Freiherr” o “Señor Libre” en sus propiedades en Bodenwerder, donde permaneció hasta su muerte en 1797.
Fue allí, especialmente en las fiestas que se dieron a los aristócratas del área, que él desarrolló una reputación como “Narrador de historias imaginativo” después de la cena, creando relatos ingeniosos y altamente exagerados de sus aventuras en Rusia.
A lo largo de los 30 años posteriores, sus habilidades narrativas ganaron tal renombre, que con frecuencia recibió visitas de nobles viajeros que querían escuchar sus historias.
Un invitado dijo que Münchhausen contaba sus historias “con cautela, incluso con énfasis militar, pero sin ninguna concesión a la fantasía del hombre del mundo; describía sus aventuras como incidentes que se encontraban en el curso natural de los acontecimientos”
Y en lugar de ser considerado un mentiroso, Münchhausen fue visto como un hombre honesto.
Como lo dijo otro contemporáneo, las increíbles narrativas de Münchhausen fueron diseñadas para no engañar, pero “para ridiculizar la disposición por lo maravilloso que observó en algunos de sus conocidos”
En 1785, Rudolf Erich Raspe, publicaría “The Surprising Adventures of Baron Munchausen”, también conocida como “Baron Munchausen's Narrative of his Marvellous Travels and Campaigns in Russia”, basado en esas andanzas del noble alemán.
El libro se compone de 17 capítulos en los que El Barón Munchausen cuenta sus aventuras en primera persona, como si de un diario de viaje se tratara.
Sin embargo una de las características fundamentales de un diario de viaje, un libro de memorias o una autobiografía, es la de una narración basada en hechos reales, objetivos, sometidos al racionalismo humano.
Este choque entre el contenido y la forma, no es más que un recurso del escritor alemán, para ironizar sobre el protagonista y sus maravillosas aventuras por el mundo.
No obstante, detrás de la razón meramente literaria, está otra que tiene que ver con su época, y el intento de alejarse del racionalismo imperante del siglo XVIII.
¿Cómo lo consigue?
Primero, utilizando un género literario basado en lo real, para hablar exactamente de su contrario:
Lo imposible.
Segundo, dando, o mejor, restituyendo vida a un personaje tan excéntrico y vivaz, que nos recuerda a otros grandes del imaginario literario como Don Quijote o El Capitán Gulliver de Jonathan Swift.
El Barón de Munchausen, por supuesto, es una parodia; pero no tanto de un género, la aventura, que todavía estaba por triunfar en el campo de la literatura, lo haría a la vuelta de más o menos medio siglo, en la centuria siguiente; sino de otros formatos ya sobradamente populares.
Uno es el de los libros de viajes, en especial, los que discurren por lugares tan apartados, que es difícil encontrar a quien vaya a desmentir a su relator, y que desde La Edad Media tiene como ejemplos paradigmáticos, en el campo más o menos histórico, a Marco Polo; y en el de la ficción, a Sir John de Mandeville.
El otro, el de las memorias, es un género de especial relevancia en ese siglo XVIII que ya declinaba.
Así, la obra se presenta, en apariencia, bajo ese formato:
Los recuerdos de un respetable caballero sobre los años en que recorrió el mundo, y en que, sin necesitar ponerse al servicio de nobles causas, los lances más extraordinarios iban saliéndole al paso.
Y por supuesto, también se refiere, aunque dejando siempre, de forma caballeresca, que sea el espectador quien complete sus puntos suspensivos; a su irresistible éxito entre las damas, incluyendo, por qué no, a la mismísima Katharina La Grande de Rusia.
No en vano, las memorias de Casanova son una de las fuentes de inspiración más evidentes del autor, o autores del personaje; tanto que en alguna película, de modo consecuente, ambos galanes cruzarían sus caminos…
En cualquier caso, y en el ámbito de la narración, El Barón de Munchausen se ha convertido en el prototipo de fabulador irredento, del gigantesco embustero capaz de soltar, sin inmutarse, la trola más grande.
Y para contar sus aventuras, Raspe mezcla, en más de una ocasión, la dimensión de la realidad y la de la fantasía.
Así, si por un lado nos encontramos con mundos imaginarios habitados por personajes sobrenaturales, como los selenitas o los dioses Vulcano y Venus; por el otro podemos reconocer en sus historias, lugares reales y hechos históricos, como por ejemplo Rusia, La Guerra contra Los Turcos, El Monte Etna o Constantinopla.
Una vez más, la ironía y el humor del escritor alemán, cobran vida a través del choque entre los 2 mundos:
El de la realidad y el de la imaginación; y a pesar del evidente surrealismo que rodea la obra en su totalidad, el lector acepta el presupuesto de la realidad como base de la narración, gracias a la naturalidad, ingenuidad e inocencia de su protagonista.
El Barón Munchausen es capaz de firmar un tácito pacto con el lector, un pacto sobre la veracidad de sus afirmaciones, que para él no es nada menos que una cuestión de honor.
El narrador/protagonista no pierde ocasión para dirigirse a sus lectores, y justificar con hechos “científicos”, todas y cada una de sus improbables aventuras.
Un recurso que le sirve a Raspe, para establecer un diálogo entre el excéntrico protagonista y el público, y mantener a este último en el plano de la realidad:
“Sé que todo esto debe parecer muy raro, pero ruego a cualquiera que dude de mi palabra, que vaya a La Luna y lo compruebe por sí mismo, y verá que me acerco más a la verdad que cualquier otro viajero anterior”
Las Aventuras del Barón Munchausen nos regalan un viaje único, hacía mundos imaginarios habitados por los personajes más disparatados; es un increíble viaje para niños y adultos, donde lo imposible se hace real.
Las son narradas en primera persona, y se centran en sus logros imposibles, e intencionalmente cómicas, las historias se basan en el absurdo y la inconsistencia de las afirmaciones de Munchausen, y contienen una corriente subterránea de sátira social..
Las primeras ilustraciones del personaje, quizás creadas por el propio Raspe, representan a Munchausen como delgado y juvenil, aunque ilustradores posteriores lo describieron como un hombre mayor, y agregaron la nariz de pico afilado y el bigote girado que se han convertido en parte de la imagen definitiva del personaje.
El Barón Munchausen es un soldado fanfarrón, más fuertemente definida por sus cómicamente exagerados alardes sobre sus propias aventuras; que con una nota preliminar se explica que “se supone que El Barón relata estas aventuras extraordinarias sobre su botella, cuando está rodeado de sus amigos”
Las historias del Barón implican que él es una figura sobrehumana, que pasa la mayor parte de su tiempo ya sea saliendo de situaciones absurdas o complaciéndose en momentos igualmente absurdos de delicadas travesuras.
En las historias, El Barón se muestra como un hombre tranquilo y racional, que describe lo que experimenta con simple objetividad ; sucesos absurdos provocan, a lo sumo, una leve sorpresa en él, y muestra serias dudas sobre cualquier evento improbable que no haya presenciado.
El efecto narrativo resultante, es un tono irónico que fomenta el escepticismo en el lector, y está marcado por una corriente subyacente de una sátira social sutil.
Además de su intrepidez al cazar y pelear, se le sugiere que sea un caballero elegante y educado, dado a los momentos de gallardía., con una inclinación académica por el conocimiento, una tendencia a ser pediátricamente precisa sobre los detalles de sus historias, y un profundo aprecio por la comida y la bebida de todo tipo.
El Barón también proporciona un sólido contexto geográfico y social para sus narraciones, salpicando con alusiones tópicas y sátiras sobre eventos recientes; de hecho, muchas de las referencias en el texto original de Raspe, se refieren a incidentes históricos en la carrera militar de la vida real de Münchhausen.
Debido a que las hazañas que El Barón describe son abiertamente inverosímiles, son fácilmente reconocibles como ficción, con una fuerte implicación de que El Barón es un mentiroso, si espera que su audiencia lo crea, varía de una versión a otra:
En el texto original de Raspe de 1785, él simplemente narra sus historias sin más comentarios, pero en las últimas versiones extendidas, insiste en que está diciendo la verdad.
En cualquier caso, El Barón parece creer cada palabra de sus propias historias, sin importar cuán internamente se vuelvan inconsistentes, y por lo general, se muestra tolerantemente indiferente a cualquier incredulidad que encuentre en otros.
El Barón se caracteriza también como deportista, soldado y viajero, por ejemplo, montando una bala de cañón, luchando contra un cocodrilo de 40 pies, y viajar a La Luna, donde los selenitas pueden separarse de su cabeza; o al Infierno con Vulcano; bailar en el estómago de una ballena, matar a un oso y cubrirse con su piel para pasar desapercibido entre otros osos; cabalgar sobre un caballo cortado por la mitad, cuando bebía agua, ésta le salía por la parte de atrás al mismo tiempo; sacarse a sí mismo de una ciénaga tirando de su coleta; llegar a un pueblo completamente enterrado por la nieve, de tal manera que al día siguiente, cuando la nieve se despeja, y el pueblo aparece a los ojos de todos, se da cuenta de que ha atado su caballo a la aguja más alta del campanario, y que por tanto, éste se halla colgando del mismo; o conseguir encender la mecha de un fusil gracias a su nariz, esto le permitió, entre otras cosas, viajar agarrado a una cuerda que se encontraba conectada a una bandada de patos, los cuales le llevaron en un gran trecho de su extraordinario periplo, etc.
Quizás, las aventuras más famosas del Barón se refieran al reclutamiento de su peculiar ejército:
Un hombre de extraordinario oído, Gustavus; un forzudo, Albrecht; una persona que corría tan rápido que necesitaba grilletes para caminar con normalidad, Berthold; y un individuo de aguda vista, Adolphus.
Ellos son quizás los protagonistas de la más curiosa aventura del Barón, que tuvo lugar tras su entrevista con El Sultán justo después de una batalla que los turcos ganaron gracias a Munchausen, y a su habilidad para cabalgar sobre una bala de cañón, de ida y de vuelta.
El Sultán ofreció al Barón, un exquisito vino de Tokaji, que El Barón supo apreciar, aunque declaró que allá en las bodegas del Emperador de Viena existía un Tokaji de una calidad aún superior.
El Sultán no se tomó a bien esta afirmación, y obligó al Barón a realizar una apuesta:
Debería traer dicho vino en 1 sola hora al Palacio del Sultán y, si éste era en realidad mejor que el del turco, podría llevarse de su Palacio todas las riquezas que pudiera.
Pero si era de calidad inferior, le cortaría la cabeza...
El Barón manda entonces a Berthold en busca del vino, pero ante su tardanza, Gustavus detecta por su oído, que éste se ha quedado dormido bajo un manzano a unas cuantas leguas de allí, con lo cual, para solucionarlo, Adolphus dispara para hacer caer una manzana del árbol que despierte así a Berthold, quien llegará finalmente al Palacio justo antes de que El Barón pierda su apreciada cabeza.
El Sultán tiene que reconocer que el vino del Barón es claramente mejor, así que El Barón se lleva todas las riquezas del Sultán que puede.
Contando con un forzudo como Albrecht, esto supone la totalidad de las mismas, lo que acarrea una persecución implacable por parte del Sultán, que no permite que salgan vivos de ésta.
Sin embargo, el ingenio y las extraordinarias habilidades de Munchausen y sus hombres se imponen, y acabará por salir victorioso una vez más.
Las Aventuras del Barón, añadidas a ciertas leyendas del folklore popular europeo, fueron recopiladas por Raspe con un cierto tono satírico con fines políticos, de hecho, aprovecha bastante para atacar a sus enemigos en vida, creando un personaje inmortal, caracterizado por una insuperable imaginación, la cual le hace contar maravillosas historias, muchas de las cuales rayan en la locura, o en la mayor de las irracionalidades.
De allí que el Münchhausen literario pasara a la historia no solamente como aventurero, sino sobre todo, como un consumado embustero, y un mentiroso patológico.
A partir de estas asombrosas y ficticias hazañas, Rudolf Erich Raspe creó un personaje literario entre extraordinario y antihéroe, cómico y bufón en algunas ocasiones, y que inspiraba cierta pena en otras, un personaje que, en la actualidad es ya un reconocido mito de la literatura infantil, heredero entre muchos de Don Quijote de La Mancha y de Los Viajes de Gulliver, y que tiene un mensaje filosófico radicalmente opuesto al racionalismo imperante en la época:
Probablemente lo conoció en La Universidad de Göttinga, donde estudiaba derecho y jurisprudencia, pero la mayor parte de las historias son de fuentes más antiguas; incluso Raspe pudo haber sido invitado a cenar con él en la mansión de Bodenwerder… Y tal vez por temor a una demanda por difamación, Raspe nunca reconoció su autoría de la obra, que solo se estableció póstumamente.
Eso sí, Münchhausen murió sin descendencia en 1797, a los 76 años de edad.
Luego se publicarían más ediciones de esta obra, siendo quizás la más conocida la de Gottfried August Bürger en 1786, que dio a conocer al personaje creado por Raspe en Alemania, y dañó de manera irreparable la reputación del auténtico Barón, que aún vivía.
El libro se llamó “Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande: Feldzüge und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchhausen” o “Viajes maravillosos por mar y tierra: Campañas y aventuras cómicas del Barón de Münchhausen”
Esta versión, de un tono profundamente satírico, es la más conocida por los lectores alemanes en la actualidad.
Estas ediciones fueron añadiendo cada vez más historias que circulaban por toda Europa, modificándose en alto grado la versión original.
En cuanto a Raspe, la edición inglesa cambio de manos, incluyendo las del escritor, con lo cual éste vivió 9 años sin apenas disfrutar las mieles, sobre todo económicas, que su popularísimo personaje le podía haber reportado.
No obstante, Raspe tampoco luchó demasiado por sus intereses, probablemente porque todavía esperaba retomar su fama como científico, y no quería que este éxito literario entorpeciera su meta.
Raspe falleció de escarlatina, a los 58 años, tratando de encontrar carbón en Irlanda, en uno más de sus innumerables proyectos científicos, en 1794.
Las versiones del Barón ficticio, han aparecido en el escenario, el cine, la radio y la televisión, así como en otras obras literarias.
Aunque las historias del Barón Münchhausen ya no son conocidas en muchos países de habla inglesa, todavía son populares en Europa continental; y el personaje ha inspirado numerosos monumentos y museos, y varias afecciones médicas y otros conceptos llevan su nombre.
La primera adaptación cinematográfica de la vida del Barón, fue “Les Hallucinations du Baron de Münchausen” un cortometraje dirigido por George Méliès en 1911.
El cortometraje mudo de Méliès, que tiene poco en común con el texto de Raspe, sigue a un Barón dormido a través de una sucesión surrealista de intoxicación sueños inducidos.
Méliès también puede haber utilizado el viaje de Barón a La Luna, como inspiración para su conocida película “Le Voyage dans la Lune” de 1902.
En 1943, el libro de Raspe fue adaptado en una película alemana:
“Münchhausen”, siendo el 4º largometraje alemán rodado en color, profusamente rodado con efectos asombrosos para la época en Los Estudios UFA.
No obstante, la adaptación más conocida fue dirigida en 1988 por Terry Gilliam, ex miembro de Monty Python, y titulada “The Adventures of Baron Munchausen”
rodada en Belchite, España; con John Neville en el papel del Barón.
“Alle, die Talent dafür hatten, lebten seitdem glücklich”
(Todos los que tenían talento para ello vivían felices para siempre)
Münchhausen es una película alemana, de fantasía y aventura, del año 1943, dirigida por Josef von Báky.
Protagonizada por Hans Albers, Wilhelm Bendow, Brigitte Horney, Michael Bohnen, Ferdinand Marian, Hans Brausewetter, Hermann Speelmans, Marina von Ditmar, Andrews Engelmann, Käthe Haack, Waldemar Leitgeb, Hubert von Meyerinck, Leo Slezak, Ilse Werner, Eduard von Winterstein, entre otros.
El guión es de Gottfried August Bürger, Erich Kästner y Rudolf Erich Raspe; basados en la novela de Gottfried August Bürger.
El director Josef von Báky, fue un cineasta húngaro que trabajó como director o productor en no menos de 48 películas; siendo esta  película la más conocida de Báky, una comedia de fantasía que se destaca por cómo evita la política de su tiempo...
Se cuenta que El Ministro de Propaganda Nazi, Joseph Goebbels, ordenó la producción de Münchhausen para celebrar el 25° aniversario del estudio de cine de La UFA.
La “Jubiläums”, o “película de aniversario”, fue encargada por Goebbels, y Fritz Hippler fue elegido para supervisar la producción de la película.
Hippler, que Goebbels instaló como “Reichsfilmdramaturg” en 1939, compartió su punto de vista de que todas las disciplinas artísticas, incluida la película, que deberían coordinarse para hacer eco de los temas de propaganda que El Régimen eligió resaltar, siguiendo la política del “Gleichschaltung”, que fue, en terminología nazi, el proceso de “nazificación” mediante el cual, Adolf Hitler y El Partido Nazi establecieron sucesivamente un sistema de control y coordinación totalitarios sobre todos los aspectos de la sociedad alemana; desde la economía y las asociaciones comerciales, a los medios de comunicación, la cultura y la educación.
Así evita problemas políticos inmediatos, al tiempo que evoca imágenes visuales maravillosas de una Alemania pastoral eterna…
Con la ley de películas que data del 16 de febrero de 1934, el cargo de “Reichsfilmdramaturg” o “Asesor Dramático del Reich para películas” se adjuntó al Ministerio de Ilustración Pública y Propaganda; y su tarea era pues, comprobar previamente todas las producciones cinematográficas planeadas.
Contrariamente a la Film Review Office, que censuró las películas ya producidas, el Reichsfilmdramaturg debería evitar que se produzcan películas inapropiadas; por tanto, solo fue posible comenzar el rodaje de una película después de que la trama, el manuscrito y el guión de la película fueran aprobados por él.
De esa manera, Münchhausen representó el pináculo del estilo de propaganda de Volksfilm, diseñado para entretener a las masas, y distraer a la población de la guerra, prestando el género hollywoodiense de producciones de gran presupuesto con extensas imágenes coloridas.
El lanzamiento de la película Tecnicolor, “The Wizard Of Oz” (1939) en los Estados Unidos fue una gran influencia para Goebbels, y para la película desde el punto de vista de la estética “camp” sea barroca o “excesiva”
En 1940, el laboratorio de investigación alemán AGFA, producía su propia versión de película en color que había “alcanzado a los estadounidenses en cinematografía a color” según el diario de Goebbels; por lo que Münchhausen fue el 3° largometraje realizado en Alemania con ese nuevo material negativo-positivo de AGFAColor.
 Hippler y El Gerente de Producción de Ufa, Eberhard Schmidt, contrataron a Erich Kästner para el guión, una decisión que resultó polémica, ya que varias de las obras anteriores de Kästner, como “Fabian”, fueron prohibidas después de 1933, cuando El Partido Nazi comenzó una fuerte censura de las artes.
Más tarde, Hippler afirmó que la decisión lo llevó a ser destituido de su cargo, sin embargo, Goebbels afirmó en su propio diario que “los percances, el alcoholismo y los problemas familiares” fueron, de hecho, la causa de su despido.
El propio Kästner escribió el guión bajo el seudónimo de Berthold Bürger, de 2 nombres:
El creador de la leyenda de Münchhausen, Gottfried Bürger, y de Bertolt Brecht, un compañero de Kästner que fue exiliado en 1933 por El Tercer Reich.
El guión final se extrajo del texto original publicado en 1785, así como de otras 2 versiones:
La versión 1839 de Karl Leberecht Immermann, y la versión 1920, de Carl Haensel.
Por su parte, Hitler y Goebbels tuvieron un desacuerdo bien documentado, sobre cómo debería producirse la propaganda para El Tercer Reich, y Goebbels favoreció el estilo “Volksfilm”; y se refirió a Münchhausen como una “película popular en el sentido más verdadero del término”
La película se estrenó en un punto crucial en el gobierno nazi tras las pérdidas masivas del 6º Ejército en La Batalla de Stalingrado, y fue un intento de revitalizar a la población alemana.
La película proporcionó un alivio visual de la guerra y, como una de las pocas películas fantásticas producidas por El Ministerio de Propaganda, representó una rara oportunidad para el escapismo.
Y fue después de ver partes de la película, que Hitler le ordenó a Goebbels que se asegurara de que “Kästner no debería tener más asignaciones”
En el fondo, el film puede advertirse como una declaración sospechosamente política de Kästner:
En la Luna, donde el protagonista advierte una extraña distorsión temporal, reflexiona el personaje:
“Nicht meine Uhr ist kaputt, die Zeit ist kaputt!”, es decir “No es que mi reloj se haya descompuesto...
¡Es el tiempo el que se ha descompuesto!”
Se dice que el escritor Erich Kästner fue catalogado como “Berthold Bürger” en esta película, pero de hecho no hay crédito en el guión; al tiempo que Goebbels dio instrucciones a la prensa alemana de no mencionar al verdadero autor del guión, ni mencionar el nombre de Berthold Bürger.
Por tanto, no se utilizaron créditos de guión en la película.
El film fue distribuido en marzo, 1 mes después del discurso de Goebbels en el Sportpalast, en respuesta a la derrota del 6º Ejército Alemán en Rusia.
Una Alemania desmoralizada, que comenzaba a sospechar que la guerra podía no terminar con una victoria, recibió el film como una bienvenida diversión.
De hecho, la producción recuperó fácilmente su abultado presupuesto; sin embargo, posteriormente, parte del metraje se creyó perdido durante mucho tiempo…
Otro dato es que cuando la película se estrenó por primera vez, tenía un tiempo de ejecución de 133 minutos, sin embargo, una segunda versión re-censurada, fue lanzada 3 meses más tarde con un tiempo de ejecución de 118 minutos, lo que indica la decisión de eliminar los aspectos más controvertidos de la película por parte del Ministerio de Propaganda.
Hoy en día existe una versión de 114 minutos en La Fundación Murnau.
Por su parte, periodistas y críticos contemporáneos señalaron muchos aspectos de la película, sobre todo el papel del género y la sexualidad, y los temas fantásticos como evidencia de que la película estaba destinada a ser un contrapunto al dominio nazi; así como se destacan los efectos especiales visuales, muy adelantados, y alguna desnudez integral en el metraje original.
Por otra parte, Hippler negó estas afirmaciones que, en “guerra total”, como se describe en el discurso de Goebbels en 1943 sobre Sportspalast, “la vida nacional se convierte en armas” y el fortalecimiento de la moral de un país, fue clave para el éxito de la campaña alemana.
Tanto durante La Segunda Guerra Mundial como después de ella, la película tuvo un gran éxito comercial y crítico; y no solo recuperó la considerable inversión del gobierno, sino que también obtuvo el elogio moderno por ser “la película de color más grande de Alemania de todos los tiempos” por el historiador de la película, Eric Rentschler; no obstante, también fue el único filme alemán de 1943, y el último de su productora.
Este lujoso e impudente cuento de hadas para adultos, lleva al espectador desde el siglo XVIII en Braunschweig, a San Petersburgo, Constantinopla, Venecia y luego a La Luna, con ingeniosos efectos especiales, impresionantes tomas en locaciones, salvo La Luna...
Empieza muy lentamente, con una fiesta de disfraces del XVIII que resulta ser, nunca mejor dicho, una mascarada, ya que la acción de desarrolla en 1943, y es “un descendiente” del Barón (Hans Albers) que cuenta su historia a unos invitados curiosos:
Después de años de largos viajes, El Barón Münchhausen (Hans Albers) y su criado Christian Kuchenreutter (Hermann Speelmans) regresan a la mansión familiar, pero por poco tiempo…
Pronto emprenden viaje a San Petersburgo, donde El Barón conoce a La Zarina Katharina (Brigitte Horney), y se bate en duelo con el celoso Potemkin (Andrews Engelmann); además, el diabólico Conde Cagliostro (Ferdinand Marian) le concede el don de la eterna juventud.
Después, parte a luchar contra los turcos, rescata a La Princesa Isabella d’Este (Ilse Werner), cautiva en La Corte de Abdul-Hamid (Leo Slezak), y huye con ella a Venecia, desde donde viajará a La Luna…
Al final, el cuentista se revelará como el verdadero Conde Münchhausen.
Münchhausen es una excelente película de aventuras con un cierto tono nostálgico, que se percibe en la narración en primera persona del propio Barón, que explica sus hazañas como si perteneciesen a uno de sus antepasados para no revelar su condición inmortal.
Es en fin, una celebración de la vida y de la participación entusiasta en cada pequeño acontecimiento de esta, y nos habla también de la fe en la fantasía, y de cómo la historia más absurda puede encerrar una verdad rotunda.
La película tiene una calidad realmente superior a cualquier trabajo de la época, especialmente de Hollywood, lo que nos hace reflexionar en lo diferente que habría sido la historia del cine alemán, si los nazis y Hitler no hubiesen aparecido, y La UFA no hubiese dado paso a acartonada Hollywood.
Estéticamente, el color pastel único es magnífico, y la película está llena de momentos divertidos y atrevidos; especialmente cuando consideras que Münchhausen es una película alemana de La Era Nazi de 1943; realmente es difícil creer que esto es cierto, de ahí su importancia histórica.
“Und jetzt kommst du zurück, nur weil es zu dir passt, nachdem ich mein halbes Leben verloren und darauf gewartet habe, dir bis an die Enden der Erde zu folgen!”
(¡Y ahora vuelves aquí, solo porque te conviene, después de haber perdido la mitad de mi vida y esperar que te siga hasta los confines de La Tierra!)
La producción de Münchhausen comenzó en 1941, con un presupuesto inicial de más de 4.5 millones de Reichsmarks (ℛℳ) que aumentó a más de 6.5 millones de ℛℳ, luego de las intenciones de Goebbels de “superar los efectos especiales y el arte del color” de la película en tecnicolor de Alexander Korda, “The Thief of Bagdad”
Mientras que Josef von Báky miró esta película, así como las producciones de Hollywood:
“White and The Seven Dwarves” y “Gone With The Wind” para la inspiración visual.
Emil Hasler y Otto Gülstorff diseñaron el set, y Konstantin Irmen-Tschet, un lejano pariente del actor ruso Stalivnasky, se encargó de editar y escenificar la película, incluidos los efectos especiales.
Es usaron más de 800 extras en la realización de esta costosa producción, que incluía no sólo efectos especiales, lujosos vestuarios y decorados, sino también el rodaje de exteriores durante varias semanas en Venecia.
Por lo que el presupuesto para la película permitió a von Báky y su equipo de producción, oportunidades casi ilimitadas para mostrar la naturaleza superlativa de la visión de Kästner del Barón von Münchhausen.
Por ejemplo, la escena de la cena que se desarrolla en El Palacio ruso, presentaba vajillas de oro y plata reales, así como porcelana de Meissen, prestada por los museos, y estaba protegida por guardias de las SS vestidos con el traje mientras se filmaba la escena; o la secuencia de las escenas en Venecia se filmó en el lugar, con Irmen-Tschet ganando acceso privado al Gran Canal durante 1 día entero, como lo señaló, Eberhard von Weise, quien trabajó en la producción de la película.
Además, von Weise escribió sobre el movimiento de conjuntos enteros a través de la frontera en vagones con “preciosos trajes de carnaval” en medio de muchos otros conjuntos que fueron traídos y utilizados por los venecianos locales como extras en la película.
El guión es sin duda ingenioso, pues desde el comienzo, tiende una trampa al espectador al hacer pasar por reconstrucción histórica, lo que es tan sólo un baile de disfraces en la Alemania de los años 40, cuando El Barón de Münchhausen relata lo que fueron sus aventuras fantásticas en una serie de “flashbacks”
Aventuras románticas, ilusión y fantasía, con cuidados e ingenuos efectos especiales, inspirados tanto en Méliès como en Walt Disney, o en “The Thief of Bagdad” que había producido en 1940 el británico Alexander Korda, acompañan este relato con sorprendentes hallazgos visuales, y que hacen de Münchhausen un clásico entre los primitivos del cine fantástico.
La película comienza en un baile del siglo XVIII, donde el Barón Hieronymus von Münchhausen, es propuesto por una joven que está comprometida con otro hombre…
Él gentilmente rechaza su avance, y cuando ella se va, ella le pide que encienda la luz…
La cámara sigue su mano a un interruptor de luz moderno, y la joven se va en un automóvil.
Al día siguiente, El Barón, con su atuendo moderno, regala a esos 2 invitados, historias del famoso Barón Münchhausen, con quien sus invitados creen que está muy relacionado…
Así comienza, en su ciudad natal de Bodenwerder, mientras regresa de una aventura con su criado de confianza, Christian Kuchenreutter, quien inventó un arma que puede disparar con precisión a una distancia de 100 millas.
El hechicero Cagliostro lo visita, y le pide al Barón que lo acompañe en una misión para hacerse cargo del trono de Polonia.
El Barón se niega, explicando que no le interesa el poder, solo la aventura.
En San Petersburgo, El Barón se une a La Corte de Katharina La Grande; y ella se ofrece a nombrarlo para que sea su “ayudante de campo general” e instalarlo en una habitación debajo de la de ella, con un ascensor secreto entre los 2 para que puedan llevar su aventura...
Él acuerda quedarse, hasta que uno de ellos quiera más libertad.
Mientras se encuentra en su Corte, El Barón se enfrenta al Príncipe Potemkin.
La pareja pelea “un duelo del cuco”, muy divertido en una habitación oscura, donde una de las partes está obligada a llamar “cuco” mientras que la otra apunta y dispara una pistola al sonido de la voz de su oponente.
El Barón queda herido en el duelo, y se dirige a Cagliostro, que acaba de llegar a San Petersburgo, para atender la herida.
Mientras está allí, El Barón advierte a Cagliostro de su inminente arresto…
Después de curar al Barón, Cagliostro le pregunta qué es lo que más desea, ya que el dinero y el poder no le interesan.
El Barón responde que desea ser tan joven como es en ese momento, durante el tiempo que desee; y Cagliostro le concede su deseo.
En El Frente Turco, Potemkin enciende un cañón, mientras El Barón se sienta a horcajadas…
El Barón monta la bala de cañón hasta El Palacio turco, donde está esclavizado junto con una princesa italiana...
Después de 2 meses como esclavo, El Barón se reúne con Kuchenreutter y su corredor, Der Läufer, quien puede cubrir cientos de millas en cuestión de minutos; y hace una apuesta por su libertad y el de La Princesa con El Rey, en donde su corredor debe tomar un poco de vino Tokaji de Viena dentro de una hora.
Después de ganar la apuesta, El Rey intenta hacerse pasar a una Princesa con El Barón…
Enfurecido, se resbala en un anillo que lo hace invisible, y El Barón se escapa con La Princesa.
La pareja escapa a Venecia, donde su hermano se ofende por su alianza con El Barón.
Él desafía al Barón a un duelo con los aviadores.
El Barón humilla al hermano, dejándolo suicida...
Luego El Barón y Kuchenreutter escapan en un globo de aire caliente, que los lleva a La Luna…
Allí, se maravillan de cómo el tiempo se mueve tan rápidamente, mientras que Münchhausen no cambia en absoluto, Kuchenreutter envejece rápidamente.
Se encuentran con 2 habitantes de La Luna, uno de los cuales se mueve como una cabeza sin cuerpo…
Ella le explica al Barón, que los terrícolas no pueden durar más de un día en La Luna antes de que se sequen en humo y desaparezcan.
Sin embargo, antes de que El Barón pueda abandonar La Luna, Kuchenreutter sufre un ataque al corazón, y muere en sus brazos, desapareciendo en una nube de humo…
Cuando El Barón termina su relato, sus invitados lo corrigen por algunas de sus inexactitudes históricas, citando el hecho de que el verdadero Barón murió antes de que ocurrieran algunos de los acontecimientos.
Esto lleva al Barón a confesar que, de hecho, es el mismo hombre que la leyenda, y que ha estado felizmente casado con su esposa durante 40 años.
Inervados por su admisión, los invitados se van rápidamente.
La esposa del Barón le ruega que huya, como suele hacer cuando sus escapadas se salen de control, molesto por haber confesado la verdad.
El Barón se niega a ir, y en su lugar, revoca el regalo de Cagliostro; e inmediatamente envejece para coincidir con los años avanzados de su esposa, donde por terminado el relato.
Como vemos, la historia comienza de modo ingenioso:
En apariencia, nos hallamos en el siglo XVIII, es decir, en la ubicación cronológica esperable, como remarcan las pelucas, casacas y miriñaques de los personajes que desfilan en la pantalla.
Pero de pronto, alguien manda encender las luces y se revela que nos encontramos en pleno siglo XX, en un mundo de coches y electricidad, mientras se celebra un baile de disfraces.
El anfitrión es, precisamente, El Barón de Münchhausen, y la película consistirá en el relato que hace de su vida, a una pareja de jóvenes cuyo miembro femenino parece haber caído fascinada por el encanto del distinguido protagonista.
Ese relato se desarrollará en 5 escenarios:
La casa paterna en la localidad alemana de Bodenweder, lugar nativo del auténtico Barón; La Rusia de Katharina La Grande; Constantinopla, para ilustrar el famoso episodio inventado por Gautier; una Venecia donde Münchhausen coincidirá con Casanova; y por último, La Luna, donde se intenta otorgar a la historia de cierto aire de elegía, por cuanto allí el tiempo marcha más rápido, y El Barón inmune al tiempo, ve cómo su fiel sirviente envejece y muere con enorme rapidez.
Pero parte del olvido de Münchhausen, se debe a que fue un film comisionado por Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi, para levantar el espíritu de los alemanes en el 25° aniversario de Los Estudios UFA.
Lo paradójico es que escogiera a un personaje que podía ser utilizado fácilmente por los enemigos del Régimen como fácil símbolo del mismo:
Un fabuloso oropel de falsedades.
Sin embargo, lo que sucede es que, en el fondo, El Barón fue objeto, como tantas veces, de una manipulación más.
Es decir, es convertido en el prototipo de héroe germánico que se conduce por el mundo con insolente desenvoltura, saliendo con bien de cualquier apuro que se le cruza en el camino, y ganándose el amor y el deseo de toda clase de bellas mujeres.
Por tanto, el retrato que se hace del personaje, que tiene menos que ver con el excéntrico tipo del original, y mucho con el del alemán ideal que vendía la propaganda nazi.
Aquí, El Barón Münchhausen resulta un héroe muy poco simpático, al que inútilmente se intenta rodear de cierta aureola de romanticismo fatalista, sobre todo en su parte final, por el hecho de que, gracias al conjuro vertido sobre él, nada menos que por El Conde Cagliostro, vea envejecer el mundo en torno a él, sin quedar atrapado nunca por las redes del tiempo, con lo cual ha visto morir a muchos amigos y mujeres.
¿Acaso El Reich de los 1000 años?
El guión, en este caso, sí va de acuerdo con la visión literaria, y lo trata más bien como a Casanova, que aparece también en el film, pero significativamente ya en el umbral de la ancianidad, lamentándose por el vigor perdido en comparación con él, que sigue igual de joven y por tanto de viril; hasta Katharina La Grande, que se comporta ante él como una colegiala embobada por un galán experimentado.
En este sentido, resulta sonrojante la escena en que, ante una mera indicación del Barón, se despoja de sus solemnes ropajes imperiales, y se queda en ropa interior, cubriéndose con una “picaruela” o “negligée”, algo muy adelantado para el tiempo, porque todo el “striptease” es visto, así como algún desnudo por parte de quienes están en los baños turcos… pero todo es mucho más siniestro si tenemos en cuenta que, en el mismo momento del rodaje, lo que intentaban hacer los alemanes en Rusia y en el resto del mundo, no era ninguna frivolidad.
Como se dijo, el rodaje fue muy costoso, siendo la primera película rodada en color en Alemania, incorporando el sistema AGFAColor y unos efectos especiales innovadores para la época, diseñados por Konstantin Irmen-Tschet, quien de hecho, ya había trabajado para Fritz Lang en “Metropolis”; además de incluir localizaciones en Venecia; por lo que la trama es una sucesión de aventuras y escenarios que nos transportan de una región de maravillas a otra sin pausa:
Así vemos al Barón disfrutando de La Corte de La Zarina Katharina La Grande; convertido en el entretenimiento preciado del Sultán turco, Abdul Hamid; raptando a Isabella d’Este de un harén; y viajando desde Venecia a La Luna en globo, en un homenaje al corto de Méliès.
Asimismo, en sus fabulosos viajes se encontrará con varios personajes famosos:
El Conde Cagliostro, quien le concede la eterna juventud, y un anillo con el que puede hacerse invisible durante una hora; y con el ya maduro Casanova, con quien puede rivalizar en conquistas amorosas…
Pero también hay mucha imaginación:
Armarios que se abren y dejan salir pantalones y camisas que vuelan libremente por la habitación, un criado que es capaz de recorrer la distancia entre Turquía y Austria en una hora, con tiempo para hacer una cabezadita…
El realismo mágico está presente durante toda la película, consiguiendo un recorrido extravagante por tierras de prodigios que no dan tregua a la imaginación del espectador.
Del reparto, el protagonista principal, Hans Albers, era un actor de cine y teatro muy popular en la Alemania de Weimar, que quiso desmarcarse enseguida del Régimen Nazi, anunciando su retirada, ya que estaba casado con Hansi Burg, hija de su profesor de teatro, de familia judía.
Pero los nazis lo descubrieron, se quisieron aprovechar de su fama, y presionaron a la pareja hasta que se separó.
Ella se fue a Suiza y pasó a Inglaterra, donde se volvió a casar; y en 1944, los nazis asesinaron al suegro de Albers en un Campo de Concentración.
En 1946, Hansi Burg volvió a Alemania, se divorció de su otro marido, y ella y Albers vivieron juntos hasta la muerte de él en 1960.
Curiosamente, el amor lo puede todo, algo de lo que habla muy bien este film.
Otro dato de interés, es que en la película se ven muchos extras negros, o pintados de negro…
Ser extra, era uno de los pocos trabajos decentes que los alemanes de origen ghanés o camerunés, o de las colonias alemanas de África se podían permitir bajo el yugo racista del nacional-socialismo; al tiempo que más de un extra blanco, era pintado y despintado de negro para sobresaltar la comedia hilarante.
Sobre el papel, todo lo que cuenta Münchhausen es de enorme interés, y se beneficia de una cualidad distinguible, siempre, en el cine alemán de género:
Su desbordante sentido de la plasticidad, que hace tan agradable visualmente sus mejores propuestas, desde el famoso expresionismo del cine silente, hasta el homenaje al estilo Hollywood.
Por desgracia, esto no es suficiente…
Hoy puede verse como un título acartonado, que ha envejecido muy mal, y eso no se debe sólo a la antipatía del personaje o a los ramalazos ideológicos que se cuelan aquí y allá.
Es problema, ante todo, de la rígida dirección del húngaro Josef von Báky, incapaz de armonizar el trabajo visual y el desbocamiento argumental en un conjunto coherente, al tiempo que presenta cortes de escenas muy bruscas, que da la sensación que algo fue cortado de repente…
Por otro lado, los episodios que componen la historia, desfilan por la pantalla de modo cansino, dando la sensación de que a von Báky, interpretando sin duda las intenciones con que se le había encomendado el proyecto, sólo le preocupaba impresionar continuamente al espectador con el máximo derroche de maravillas que pudieran caber en el plano; pues los escenarios siempre parecen sobrepoblados.
Eso sí, lo que sí resulta muy conseguido son los efectos especiales, entrañables incluso la emblemática imagen de Münchhausen volando a lomos de la bala de cañón, hay un buen momento en que, al saludar a los sorprendidos testigos a los que sobrevuela, la bala está a punto de dejarlo atrás; a la caída final sobre la fortaleza, que resuelta con un magnífico “travelling” subjetivo sobre la maqueta que se halla sobre un tambor giratorio; y el rapidísimo mensajero, rodado a cámara rápida cuando está a punto de arrancar o de pararse, y como una estela de humo en el horizonte cuando está lejos; o las volutas de humo de la lámpara recién apagada que acaban formando la palabra “Ende” en el plano final de la película.
Todo un derroche de imaginación e ingenio que hay que revalorar.
“Immer Risiken eingehen, die über die Pflicht hinausgehen”
(Siempre asumiendo riesgos mucho más allá del deber)
En el siglo XIX, la historia de Karl Friedrich Hieronymus, Barón de Münchhausen había sufrido ampliaciones y transformaciones a manos de muchos escritores conocidos, y se había traducido a muchos idiomas, contando con un total de unas 100 ediciones diferentes.
Por lo que las aventuras del Barón de Münchhausen, también se habían publicado en Rusia, donde eran bastante conocidas, especialmente las versiones infantiles.
Siglos después, en 2005, se erigió en Kaliningrado, antigua Königsberg, una estatua en honor del Barón, asimismo existe otra en su ciudad natal.
Y de esa manera, Münchhausen ha pasado a la posteridad, y ha sido objeto de numerosas obras de arte, pero la última palabra de su imagen visual pertenece a una edición del libro publicada en 1862, e ilustrada por el artista Gustave Doré, conocido igualmente por su trabajo para “La Divina Comedia” de Dante, “Don Quijote” y La Biblia Cristiana.
Por otra parte, su alcance llegó a la psicología:
El Barón de Münchhausen presta su nombre al Síndrome de Munchausen, una alteración psicológica en la que el paciente finge los síntomas de diversas enfermedades, o incluso se las provoca, ingiriendo medicamentos o autolesionándose, para recibir así la atención y simpatía de los demás, así como a una variante denominada “Síndrome de Munchausen por poder” en la que el paciente es alguien, normalmente un menor, al cuidado de la persona que sufre el anterior desorden.
En este último caso, el paciente puede sufrir abusos a manos del enfermo del Síndrome de Munchausen, de forma que necesite atención médica, recibiendo el enfermo la simpatía de los demás.
Otras afecciones médicas incluyen:
“El Trilema de Münchhausen” para describir el problema filosófico inherente al tener que derivar conclusiones a partir de premisas; esas premisas deben derivarse de otras premisas, y así sucesivamente, lo que conduce a un retroceso infinito, interrumpible solo por la lógica circular o el dogmatismo.
El problema lleva el nombre de una historia similarmente paradójica, en la que El Barón se salva de ser ahogado en un pantano tirándose de su propio cabello.
La misma historia también inspiró el término matemático “Número Munchausen”, acuñado por Daan van Berkel en 2009, para describir los números cuyos dígitos, cuando se elevan a sus propios poderes, se pueden sumar para formar el propio número.
En 1994, un asteroide del cinturón principal, fue nombrado “14014 Münchhausen” en honor tanto al Barón real como al ficticio.
Será que El Barón también lo cabalga, como lo hizo con la bala, o tendrá ahí su residencia final…
La aventura, bien podría continuar.

“Und das war nur eine der vielen Gelegenheiten, bei denen ich auf meinen Tod gestoßen bin, eine Erfahrung, die ich nie weiterempfohlen habe”
(Y esa fue solo una de las muchas ocasiones en que me encontré con mi muerte, una experiencia que nunca dudé en recomendar)



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