Río Escondido

“Nadie podrá inspirar lo que tú inspiras”

El Nacionalismo Mexicano es el movimiento social, político e ideológico que conformó desde el siglo XIX, lo que se considera como “identidad nacional de México”; y nació del patriotismo criollo del virreinato de La Nueva España, alimentado de una corriente anti-españolista y pro-indigenista.
No obstante, El Liberalismo pretendió liberar al país de la influencia de La Iglesia Católica, y combatió duramente a la intervención francesa, al grado en que la historia oficial considera a Benito Juárez, un símbolo de La Independencia Nacional.
Juárez fue un abogado y político mexicano, de origen indígena, de la etnia zapoteca; que fue Presidente de México en varias ocasiones, del 18 de diciembre de 1857 al 18 de julio de 1872; y se le conoce como “El Benemérito de Las Américas” y que vivió una época crucial en la formación del Estado Mexicano, considerado por muchos historiadores, como la consolidación de La Nación como República.
Y es que Juárez marcó un parteaguas en la historia nacional, al ser protagonista de primer nivel de esta época; tanto que su biografía durante los años que ocupó La Presidencia, es una parte sobresaliente de la historia de México.
Fue en su segundo mandato constitucional, que Juárez crea 2 despachos nuevos, el de instrucción pública y el de fomento, estando a la cabeza de ellos respectivamente, Francisco Mejía y El Ingeniero Lasz Barcasten.
Con ello, Juárez planeaba educar e industrializar al país; y también pretendía expandir la educación pública con carácter gratuito y laico en todo el país, con la construcción de cientos de escuelas.
En ese tiempo, la población de México era de 7 millones de personas, de las cuales 5 millones no contaban con estudios básicos, y estaban en situación de pobreza; y solo unos 800.000 sabían leer y escribir.
Para hacerse de recursos, Juárez despidió 60.000 militares, “Maestros por Soldados”, decía; y también pidió negociar el aplazamiento de pago en la deuda extranjera con algunas naciones como Inglaterra.
Así, la educación sería laica, y en ese entonces, ello constituía una catarsis para la iglesia y el pensamiento que ésta suministraba a la población creyente.
De esa manera, se llevó a cabo un gran plan de alfabetización nacional.
Con respecto a la infraestructura, Juárez deseaba terminar la línea férrea de Veracruz a La Ciudad de México antes de terminar su mandato.
Eran en total, 478km de ferrocarril con sus respectivos puentes, túneles y desvío de aguas entre otros; al tiempo que Juárez lograría instalar 5.000km de telégrafo en 3 años, con el apoyo de inversionistas mexicanos y extranjeros.
Sin embargo, los que defendieron al Imperio de Maximiliano, también consideraban su lucha una defensa de la nacionalidad frente a la influencia de los Estados Unidos de América en México.
Cabe señalar que los partidos políticos han jugado un papel preponderante en el Nacionalismo Mexicano; como Lázaro Cárdenas del Río, el creador del Partido de La Revolución Mexicana en 1938, que como medida para desarticular las ideas del Maximato, eliminó la estructura basada en partidos regionales y estatales del antiguo Partido Nacional Revolucionario creado por Calles, y la substituyó con una de carácter corporativo o corporativista, en la que se esperaba que los intereses de los ciudadanos fueran representados y transmitidos por los así llamados “sectores”
Esos sectores del PRM, fueron 4:
Obrero, campesino, popular y militar, que a su vez aglutinaban distintas organizaciones que fueron fusionándose al partido.
Por su parte, la figura de Lázaro Cárdenas muestra al presidencialismo como una imagen paternalista y protectora de toda La Nación, y forma de gobierno que fueron adoptando los presidentes sucesivos.
Ávila Camacho, y el entonces recién nominado candidato presidencial, Miguel Alemán Valdés, impulsaron su transformación en Partido Revolucionario Institucional, que pasó de un partido de revolucionarios, a una institución que retomó los colores de La Bandera Nacional, con mucho mayor fuerza que en sus inicios.
La administración de Alemán, por ejemplo, se caracterizó por la creación de La Ciudad Universitaria y la industrialización de México.
Él fue miembro de Las Academias de La Lengua de México, de España, de Colombia y de Nicaragua; y recibió el grado de Doctor Honoris Causa de varias universidades nacionales y extranjeras.
Al tiempo que reformó el artículo 3° de La Constitución, y se emprendieron campañas para contrarrestar el analfabetismo; ya que se crearon La Dirección General de Enseñanza Normal, El Instituto Nacional de Pedagogía, El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; y El Colegio Técnico de Educación Superior e Investigación Científica.
Así las cosas, desde sus inicios en el siglo XX, el cine mexicano ha fomentado la construcción y proyección de valores culturales, como son los papeles de género o la difusión de cierta ideología política; y en los años 40, México acababa de finalizar La Guerra Revolucionaria; hecho que marcó cada uno de los aspectos de la vida política y cultural del país.
Aún más, de 1934 a 1940, México tuvo como Presidente a Lázaro Cárdenas, hombre de ideología populista, que implementó reformas que intentaban cumplir con los propósitos de la Revolución; y dentro de su sexenio, Cárdenas hizo repartición de tierras ejidales, que se formaron juntas para servicios indígenas, y se llevó a cabo la construcción y funcionamiento de escuelas en áreas rurales.
Después de La Época Cardenista, muchas de las reformas establecidas por ese mandatario, se fueron abandonando poco a poco bajo Las Presidencias de Ávila Camacho y Miguel Alemán.
Sin embargo, el cine en esa época gozaba de una producción creciente... y en este tiempo pos-revolucionario y pos-cardenista, continuaba el optimismo con respecto al progreso social que había fomentado Cárdenas.
De esa manera, el cine mexicano reflejó por muchos años las ideas que deseaban ser transmitidas por el grupo en el poder, ya que este arte fue mayormente solventado por El Estado, y las obras cinematográficas mexicanas contenían un fuerte tono nacionalista, por tanto, este cine presenta valores que revelan el desarrollo de México.
¿Y qué puede ser más cautivador que un maestro rural que intenta actuar de acuerdo con sus principios, en lugar de renunciar a los intereses muy particulares de la política?
México había sido explotado durante muchos años por una pandilla de personas que habían hecho de México, su propio territorio.
Los “caciques” locales o controladores de las regiones, fueron los que realmente controlaron el país; y se ha dicho desde siempre, que la ignorancia es el mejor aliado que cualquiera puede tener... y en esos momentos, los maestros y cualquier otra persona, tenían que aceptar lo que esos líderes locales tenían que decir sobre la educación…
Esto muestra, cómo los maestros tienen mucha influencia, o son necesarios para el desarrollo de una Nación, e incluso aquellos con autoridad lo sabían, e invirtieron en eso.
Sin embargo, aunque hay personas que quieren que las cosas cambien, hay personas que se opondrán a estos cambios positivos, porque no ganarán tanto como quieran, y probablemente perderán parte de su poder, porque las personas se han dado cuenta de la injusticia que se les ha hecho.
“¡Ese niño es México!”
Río Escondido es un drama mexicano, del año 1947, dirigido por Emilio Fernández.
Protagonizado por María Félix, Carlos López Moctezuma, Fernando Fernández, Agustín Isunza, Manuel Dondé, Eduardo Arozamena, Arturo Soto Rangel, Columba Domínguez, Juan García, Roberto Cañedo, Beatriz Germán Fuentes, Jaime Jiménez Pons, Carlos Múzquiz, Guillermo Cramer, Sergio Arroyo, Manuel Bernal, Domingo Soler, Lupe del Castillo, Rogelio Fernández, entre otros.
El guión es de Emilio Fernández y Mauricio Magdaleno.
La cinta fue dirigida por Emilio “El Indio” Fernández, figura indiscutible de La Época de Oro del Cine Mexicano, que si convirtió en una de sus películas más famosas; y la historia que cuenta Río Escondido, es una muy inusual para la época en la que se filmó, ya que la protagonista no es una mujer víctima de las circunstancias, sino una heroína.
Rodada todavía en La Época Posrevolucionaria, la cinta nos muestra una estructura social, cuya jerarquía es definida por el poder que se ostenta y el género.
Pero, en este caso, la protagonista cuenta con la fortaleza de conseguir lo que quiere, no puede reiniciar y dejar de luchar, aunque todas las circunstancias estén en contra suya, con lo que se hace un homenaje a la mujer mexicana; siendo lamentablemente, un tema totalmente vigente, sino veamos que en muchos lugares, aún no hemos podido librarnos de la corrupción para poder educarnos, y tratar de generar una sociedad sana y prospera.
Por su parte, Emilio Fernández nos muestra un México atrapado por la ignorancia y la sed de poder, cuya única herramienta de cambio, es la educación. 
Se dice que el cineasta francés Jean-Luc Godard, no escatimó elogios para esta cinta, cuando aún era crítico de cine; y destacó los aspectos técnicos, perfectamente sobrellevados, y porque la protagonista es una mujer invencible.
La película fue realizada en el año de 1947, filmada en Tultepec, en Bavispe, Sonora, y en El Desierto de Sonora en México.
Las primeras escenas de la película, se desarrollan frente a los famosos murales del pintor Diego Rivera que se encuentran en El Palacio Nacional, que sirve de “leitmotiv” para toda la obra.
Como dato, la producción de la película, se da apenas 1 año después del ingreso al poder del Presidente Miguel Alemán Valdés, y el desarrollo de la historia está ubicado en el mismo espacio temporal.
Recordar que en su gobierno se inició una fuerte industrialización del país, lo cual se refleja en esa cinta, en donde se da paso a las instituciones, tratando de abandonar El Antiguo Régimen Revolucionario.
Y se cuenta que al concluir el rodaje de Río Escondido, corrió el rumor de que El Presidente Alemán no autorizaría la proyección… y Emilio y el guionista Mauricio Magdaleno estaban asustados, ya que pensaron que habían hecho un film revolucionario, pero gubernamentalista.
Por lo mismo, el cineasta y el novelista se entrevistaron con El Mandatario, quien les pidió incluir una nota en el inicio del filme, que aclarara que “los acontecimientos narrados no habían ocurrido durante su Presidencia”
La historia se desarrolla en el México del año 1947, exactamente en un pueblo de Ciudad Juárez.
Rosaura Salazar (María Félix) es una joven maestra rural, que a pesar de estar enferma del corazón, es comisionada por El Presidente de México a alfabetizar un remoto pueblo del Estado de Coahuila, conocido como Río Escondido, y deberá encargarse de la escuela primaria que lleva meses cerrada…
Ella es una mujer preparada, independiente y decidida, que llega a un pueblo apartado de la sociedad, y sometido a la tiránica voluntad de un cacique, Don Regino Sandoval (Carlos López Moctezuma)
Él ha transformado la ciudad en su propia propiedad, imponiendo su voluntad, y difundiendo la muerte en todas partes.
Pero Rosaura deberá enseñar Historia de México, enfrentándose a la desigualdad de clases sociales y género; pero su problema aumenta cuando Don Regino se enamora de ella.
Y es que Sandoval se resiste a entregar su poder al nuevo orden establecido por el naciente sistema gubernamental; por lo que Rosaura y El Dr. Felipe Navarro (Fernando Fernández), quien también es enviado por El Presidente, lucharán para lograr derrocar a Sandoval, y así liberar al pueblo de la tiranía del cacique.
Los propósitos del Presidente se cumplen, a pesar de la muerte de Rosaura, al convertirla en una especie de mártir revolucionaria.
Porque Rosaura siempre consigue lo que se propone, y es incapaz de dejar de luchar, pese a las circunstancias ajenas y propias, y aunque vive en una sociedad dura y desigual, deberá ante todo mantener su dignidad y orgullo, para así convertirse en fuente de inspiración de aquellos que la rodean.
Inspirada por un vehemente fervor de regeneración patria, la propuesta de El Indio Fernández cuenta con una ambientación primorosa, con un ritmo cadencioso, y con una estupenda banda sonora que alcanza una cota sobresaliente cuando intervienen los coros madrigalistas de Francisco Domínguez.
Pero llama la atención, sobre todo, su excelente fotografía, excepcional, que proporciona máximo dramatismo a una intensa historia rural.
Es en la expresividad del blanco y negro, la elocuencia de los contrastes y la fuerza plástica del desgarro social, se ponen al servicio de un argumento cargado de buenas intenciones y de voluntad ejemplar.
por otra parte, el trabajo de interpretación de los actores está a la altura de las circunstancias, y entre todos consiguen que la belleza de las imágenes trasmita al espectador la magia de lo intangible y el mensaje social.
Así, la propuesta es apostar a la educación, donde cabe destacar que la película está filmada en un contexto en donde se promovía una modernización que partía en este caso, del precepto educativo, y que posteriormente se llevaría a cabo en cuanto a la urbanización de la ciudad de México.
Cuando se da la entrevista entre Rosaura y El Presidente, Miguel Alemán, él le hace saber que tiene un proyecto; de ese modo, el desarrollo de la película intenta decirnos, cuál es ese proyecto.
“Esta historia no se refiere precisamente al México de hoy ni ha sido nuestra intención situarla dentro de él.
Aspira a simbolizar el drama de un pueblo que como todos los grandes pueblos del mundo ha surgido de un destino de sangre y está en marcha hacia superiores y gloriosas realizaciones”
Las películas de Emilio “El Indio” Fernández, filmadas entre 1943 y 1949, dan cuenta de un torrente de enorme poder dramático, un cine que alude a la vulnerabilidad de la condición humana, sus ritos y sus sacrificios; y en ellas domina un sesgo trágico que habrá de determinar el destino de los protagonistas.
En estos relatos, predominan ambientes rurales e indígenas, y Fernández se interna por los conceptos que a él le interesaban en torno al México de transición posrevolucionaria:
Las tradiciones, el honor, la moral, la libertad y la esperanza.
El suyo era un discurso asociado a la época, alimentado por su admiración por El General Lázaro Cárdenas, creyente del mensaje edificante de la mexicanidad, y del mismo modo, en que se manifestaba en otras artes, como en el muralismo de Diego Rivera.
No obstante, sus mejores películas no estuvieron limitadas por esta pretensión.
Es presumible que su interés político fuera honesto en su obra; y por encima de esto, brota su sensibilidad y su elocuencia para referirse a situaciones complejas, donde sus personajes son arrojados a un espiral que pone a prueba su fe, entereza y dignidad.
No se trata de un cine estrictamente costumbrista o realista, ni tampoco de uno crítico sobre la realidad mexicana de entonces.
Así, “El Indio” se sitúa en los márgenes de lo poético, encauzado por su ritmo y su intensión narrativa y, desde luego, por la estupenda fotografía de Gabriel Figueroa, cuya aportación no solo permite descubrir la belleza o la fuerza de los rostros y los paisajes mexicanos, sino que combina atmósferas propicias donde es posible asomarse a las tragedias que se urden.
Otra veta temática interesante, es que “El Indio” exploró en el cine con mucha fortuna, La Revolución Mexicana, a la cual se aproximó a clásicos como Río Escondido.
Ya en 1943, cuando él aceptó con toda humildad una propuesta del productor Raúl de Anda, que consistía básicamente en crear un equipo de trabajo que le ayudara a mejorar en algunos aspectos en donde fallaba, y con los que crearía algunas de las cintas más aplaudidas del cine mexicano; se une al guionista Mauricio Magdaleno, con quien trabajó en 22 ocasiones; y sobre todo, el destacado cinefotógrafo Gabriel Figueroa, que trabajó en 24 de sus 41 películas; todo ellos le ayudaron a crear un universo y una estética inigualable, que no sólo conquistó al público mexicano, sino a la crítica mundial.
Con un costo de poco más de 1 millón de pesos de aquella época, Río Escondido inició su rodaje hacia principios de agosto de 1947; y para entonces, Emilio Fernández llevaba dirigidas un total de 9 películas, las mismas que lo habían colocado como el cineasta mexicano de mayor prestigio a escala nacional e internacional.
En diversas ocasiones, Fernández hizo pública su supuesta participación en La Revolución Mexicana, así como su afinidad con la facción que a partir de un momento encabezó el sonorense Adolfo de La Huerta, quien luego de ver fracasada su intentona de asumir La Presidencia a través de una asonada militar, tuvo que exiliarse junto con varios de sus correligionarios en la ciudad de Los Ángeles, California.
Hasta allá fue a dar también Emilio Fernández, quien haría una breve pero intensa carrera como “extra” y actor de diversas películas hechas en Hollywood.
Fue durante la filmación de esta película, que Fernández hizo unas tronantes declaraciones al periodista Fernando Morales Ortiz; a propósito de su nueva producción, y advirtió:
“Río Escondido la estoy sacando a purititos pantalones.
Ya me la quieren meter mano, pero lucharé para que no sea mutilada…
¡Tengo fe!
¡Una gran fe en nuestro Presidente Miguel Alemán Valdés, y en este pueblo que debe apoyarlo!
Aunque tengamos que repartir bofetadas por todas partes, ¡acabaremos con cuanto desgraciado se oponga al progreso de México y del cine!”
Acaso aquella ciega confianza de Fernández en la figura de Miguel Alemán, quien entonces estaba iniciando su sexenio, se debía al hecho de que el político veracruzano era El Primer Presidente Civil de La Era Post-Revolucionaria, pero, también, a que en su campaña había prometido modernizar a toda costa y de manera definitiva al país…
Por su parte, Raúl de Anda, productor del filme, era uno de los empresarios de mayor prestigio en el medio, tanto por la cantidad de películas financiadas como por la indudable calidad de algunas de ellas… y de acuerdo con un testimonio del notable escritor Mauricio Magdaleno, guionista del filme y frecuente colaborador de “El Indio” Fernández; el argumento de Río Escondido se inspiró “un poco” en su excelente novela “El Resplandor”, una de las obras maestras de la llamada “Literatura de La Revolución”
Y aunque Magdaleno admitió que la cinta resultó “muy discursiva y excedida”, también recordaba que, al considerársele “anti-revolucionaria”, corrió el peligro de “ser prohibida durante mucho tiempo”
Según otro testimonio del mismo escritor, el entonces Secretario de Gobernación, Héctor Pérez, le anunció la prohibición definitiva de la película pero, gracias a la intervención directa del Presidente Alemán, finalmente pudo ser vista, a cambio de que se hiciera explícito que lo que ocurría en la obra “no había pasado durante su mandato”
Luego de sortear algunos otros problemas, la cinta se estrenó el 12 de febrero de 1948, en el cine Orfeón de La Ciudad de México, remozado y reinaugurado para tal efecto, donde permaneció por 4 semanas.
Muy seguramente, algo de ese relativo éxito se debió a que Río Escondido fue protagonizada por María Félix, que por esa época era la máxima estrella femenina del cine hecho en América Latina, pero también al hecho de que fue fotografiada por Gabriel Figueroa, de quien entonces se decía que era “el mejor camarógrafo del mundo”, fama que había adquirido sobre todo por sus trabajos en buena parte de las obras dirigidas hasta entonces por Emilio Fernández. 
La película, tiene así una importante influencia literaria y autobiográfica del guionista; y en esto último radica en que él, por un tiempo, también fue maestro rural después de la lucha vasconcelista.
La inspiración literaria, de acuerdo al propio Magdaleno, fue la novela que publicó en 1937, “El Resplandor”, ambientada en un pueblo hidalguense olvidado por las promesas de La Revolución Mexicana.
De esa manera, en la producción de la imagen cinematográfica, Fernández, guiado por el muralismo, vio el cine como un arte-acción que tenía el poder de educar a la gente mediante discursos y personajes que en sí eran símbolos de La Nación.
No es casual que la película presenta los esfuerzos hechos por el gobierno, de manera positiva, y demuestra un verdadero interés por convertir en hechos los propósitos de La Revolución.
Y es que este fue un momento en que los años heroicos de La Revolución Mexicana aún estaban frescos en las mentes de los mexicanos:
El partido político en el poder, era oficialmente revolucionario y, de hecho, ese era su nombre:
Partido Revolucionario Institucional (PRI), e idealismo, a pesar de todo, todavía estaba presente en muchas personas, fuera y dentro del gobierno; y esta película fue concebida claramente como una pieza de propaganda, y ahí está el problema…
Una película de propaganda puede ser excelente, siempre que sea emocionalmente sincero, y artísticamente realizado; y en eso, Rio Escondido tuvo éxito en estos 2 niveles.
La historia se desarrolla en México, en el año de 1947, exactamente en un pueblo de Ciudad Juárez.
La maestra Rosaura es enviada a esa zona rural a cumplir con una misión encomendada por el mismísimo Presidente de La República, pues quiere acabar con el analfabetismo, y con los malos políticos que detenían la educación del país.
Ésta, a pesar de su enfermedad del corazón, acepta la encomienda, y se va rumbo al pueblo, en donde se presentan situaciones a las que ella no está acostumbrada en la cuidad.
Allí estaba en mal estado todo, y el principal problema era la escases de agua.
El Presidente Municipal de Rio Escondido, Don Regino, tenía como esclavos a los habitantes, privándolos de la educación, y les prohibía el consumo de agua de su aljibe.
Así, esta maestra, con ayuda de un doctor, ponen orden en el pueblo, haciéndoles ver a los habitantes los derechos que tenían, y que juntos podían terminar con la injusticia que padecían a diario.
Así, la cinta nos muestra una estructura jerárquica representativa, donde el poder y género definen la posición de cada persona.
Sin embargo, tiene a una protagonista, con la fortaleza de conseguir lo que quiere, e incapaz de dejar de luchar pese a las circunstancias, que simboliza el papel de la mujer mexicana en la sociedad y la familia, ya que es ella quien consigue que todos a su alrededor sean sobresalientes y personas de bien, siendo ella la fuente de inspiración de aquellos que la rodean.
Otro punto muy importante, son las enseñanzas de Rosaura al pueblo:
Por una parte está la de historia de México, que muchas veces es la mujer la encargada de compartir todo aquello que conforma la cultura, es ella quien debe transmitir esos conocimientos.
Por otra, está el rol que debe tomar ella frente a una sociedad dura y desigual; ante todo, mantener su dignidad y orgullo.
Y en el contexto del capitalismo salvaje, sin sentimientos de culpa, de inicio ocupa su sitio en el mural fílmico, los campesinos y los revolucionarios, las campañas de alfabetización y los caciques, el amor que domestica a las fieras y las etnias donde la belleza es la peor condena para una mujer, con el final trágico que es la moraleja simbólica que subraya el fracaso de la moral.
Todo eso se puede apreciar en los dibujos en los créditos iniciales, como retratos de toda la trama.
Ya en la secuencia inicial, se muestra El Nacionalismo Mexicano que cubrirá todo el relato:
Todo comienza con un encuadre a La Catedral Metropolitana, y posteriormente a La Plaza de La Constitución.
Una voz “en off” le habla a Rosaura, y se simboliza en La Campana de Dolores… es la patria quien le habla, con La Bandera de México como fondo.
Posteriormente,  una voz masculina le habla, es la historia, quien le dice que no se sienta abrumada ante el peso de la misma, y le muestra las escaleras para ingresar al Palacio de Gobierno.
Ya en El Palacio, Rosaura se detiene al ver los imponentes murales de Diego Rivera, que son 3 frescos:
El primero, “México antiguo”, el segundo “De la conquista a 1930” y el tercero “México de hoy y mañana”
La voz “en off”, le hace un recorrido histórico a través de ellos, y nosotros la acompañamos siendo testigos de la historia.
De esta manera, y tras un recorrido por los pasillos internos del Palacio, llega el clímax de la secuencia con la entrevista entre la maestra rural y El Presidente, quien le encomienda el proyecto que se tiene de nación; y le hace énfasis en dónde no sólo él, sino todo México confía en ella, y le ayudará en lo posible.
Al final de la secuencia, y durante toda la cinta, Rosaura es una alegoría a la patria; siempre haciendo un discurso sumamente nacionalista, donde su papel no es de víctima, sino de heroína.
Al Gobierno lo podemos ver representado en la figura del Presidente, en dónde transmite un proyecto de nación, en la cual, la participación de los maestros es sumamente importante, que de igual forma vendría siendo la participación de los doctores, quienes esperan en la sala a que Rosaura salga de la entrevista con El Presidente, para que ellos puedan ingresar a su cita con el máximo mandatario, imponente.
Ese gremio, luego sería representado con El Doctor Navarro.
Sin embargo, también El Gobierno está reflejado en Regino Sandoval, pero es claro que esta idea de gobierno en el discurso de la película, debe ser erradicado, de raíz, o sea, a través de un asesinato...
En el caso de Las Instituciones, se las sitúa en el pueblo, en donde no hay aula ni doctor, la iglesia está representada en un cura borracho, y que se regenera tras la llegada de Rosaura.
En este caso, la maestra tiene una función antialcohólica hacia el cura...
Los profesionistas, son los doctores y los maestros que tiene una función social, comprometidos con el pueblo; y la iglesia al final, tiene el mismo objetivo.
Por otra parte, la idea de la modernidad y la tradición, están claramente distinguidas en diferentes momentos; sin embargo, el mayor signo de modernidad es la educación.
Desde la primera secuencia convergen la maestra rural y la ciudad, la capital mexicana; y más allá de eso, es interesante ver, cómo los mecanismos utilizados en el pueblo, son precarios, ahí la modernidad no ha llegado, y en cambio siguen siendo los métodos rurales los utilizados por los habitantes:
Las vacunas, por ejemplo.
Otro aspecto que refleja los conceptos, son las vestimentas de los personajes, los modismos y el lenguajes corporal, además, los encuadres mostrados en la primera secuencia del centro capitalino, contrastan con las nubes del campo durante varios momentos posteriores del filme.
El pueblo y su relevancia en el film, es crucial:
Los niños, la multitud que recibe las vacunas, o bien la muchedumbre del final, tiene funciones distintas despendiendo de la idea que se quiere dar.
Los niños por ejemplo, son utilizados por parte del director para que Rosaura haga discursos patrióticos, ensalzando la figura de Juárez, y dando la idea de lo que un ciudadano mexicano debería de llegar a ser.
En un segundo momento, la multitud que recibe las vacunas contra la enfermedad que apremiaba al pueblo, cumple la función de dar al espectador la idea de que las instituciones, y por ende los profesionistas que en ellas trabajan, están para cuidar a los ciudadanos.
Y por último, la muchedumbre con antorchas, son un guiño al precepto del “pueblo unido”, como en La Época Revolucionaria, donde también una multitud que está unida, puede lograr extirpar el mal de su sociedad como lo hacen con los tipos que apoyaban a Regino Sandoval, Gobernador de Río Escondido.
Así las cosas, y por todo lo dicho, Río Escondido es considerada una de las mejores películas de cine mexicano, por lo que su historia representa para la sociedad mexicana, además del gran trabajo directoral de Emilio Fernández, la extraordinaria fotografía de Gabriel Figueroa, y el bien realizado sonido de B.J. Kroger, Eduardo Fernández y Enrique Rodríguez.
Cabe mencionar estos aspectos, puesto a la época en la que se filmó, por 2 cosas:
Por lo bien colocados que están los aspectos técnicos, y por referirse a una historia donde la mujer es la heroína.
Recordar que la película fue realizada en una época de pleno optimismo, en la que, como consecuencia de La Segunda Guerra Mundial y la consolidación del Estado emanado de La Revolución, la versión oficial pregonaba a diestra y siniestra, que México estaba inmerso en un momento de florecimiento en todos los rubros.
Incluso se llegó a especular que cuestiones como la sustitución de importaciones, la expropiación petrolera y la nacionalización de los ferrocarriles, permitirían la plena y anhelada independencia económica con respecto a las potencias capitalistas, a cuya cabeza se había colocado Estados Unidos, triunfador indiscutible de la gran conflagración de 1938-1945.
Sin embargo, justo durante el sexenio de Miguel Alemán Valdés, el intenso desarrollo de la economía se sustentó en grandes volúmenes de inversión extranjera, sobre todo estadounidense.
Por su parte, la industria fílmica mexicana, que durante los años del conflicto bélico había vivido su “Época de Oro”, seguía siendo, pese a los primeros síntomas de crisis, como la baja en los volúmenes de producción durante el bienio 1946-1947; la más importante industria cultural del mundo iberoamericano, y una de las que más lograba ingresar divisas al país.
En tal sentido, el historiador estadounidense Seth Fein, señala que: “el estreno de Río Escondido en 1948, fue un triunfo de la industria fílmica mexicana.
Pues representaba la posibilidad que parecía al alcance del sector fílmico mexicano de la posguerra:
El control soberano de un medio de comunicación cultural de masas, económicamente viable, vibrante en lo artístico y de importancia nacional, capaz de producir relatos, mitos e imágenes mexicanas.
Tal estreno se dio durante un periodo de extraordinario crecimiento cuantitativo y cualitativo del sector fílmico mexicano.
Y en 1947, el cine era la tercera industria más importante en México; empleaba a 32.000 trabajadores; en el país había 72 productores quienes invirtieron 66 millones de pesos para filmar cintas cinematográficas en 1946 y 1947; 4 estudios activos con un monto de 40 millones de pesos de capital invertido, y distribuidores nacionales e internacionales.
Había aproximadamente 1.500 salas cinematográficas en todo el país, y cerca de 200 sólo en La Ciudad de México.
La aparición del Presidente Alemán en Río Escondido, simboliza así el reconocimiento del papel clave que las cintas cinematográficas desempeñaban en el proyecto ideológico estatal, además de la importancia de la industria fílmica como un símbolo de prestigios y modernidad nacionales”
Técnicamente, la cinematografía de Río Escondido es hermosa, como ya se ha señalado, con el uso del paisaje árido, el cielo y las nubes que llenan la pantalla.
Gente y paisaje, rostros de campesinos en primer plano, escenas de multitudes en el dolor y la ira, con el individuo, el colectivo y la naturaleza, como el testigo silencioso de los eventos; y de alguna manera se siente como una pintura de Rivera transpuesta en un marco cósmico.
En la versión original del filme, las imágenes de dichos murales riverianos, sirvieron para que ensayara el sistema Tecnicolor, y fueron realizadas por Luis Osorno Barona.
Pero se sabe que Gabriel Figueroa no estuvo de acuerdo con el hecho de que los murales se mostraran en color, porque rompían con el resto de la película, filmada en riguroso blanco y negro.
Así, luego de los créditos plasmados sobre una sucesión de 10 grabados de Leopoldo Méndez, donde llama la atención que en uno de ellos se observe a una mujer joven y un par de niños que a su vez miran embelesados un retrato oval del Presidente Benito Juárez, líder de los liberales que llevaron a cabo La Reforma; la trama de Río Escondido da principio con un sobrio “full shot” en ligero contrapicado en el que puede verse, en primer término, el asta y la bandera tricolor que marcan el centro mismo del Zócalo capitalino; donde al fondo se distingue claramente la fachada de La Catedral Metropolitana mientras “en off” se escuchan las primeras estrofas de un himno laudatorio:
“México, México” interpretado por el entonces afamado Coro de Madrigalistas, dirigido por El Maestro Luis Sandi.
Por la proporción e intensidad de la luz, podemos inferir que ese plano no sólo nos ubica en un determinado espacio, sino en un tiempo preciso:
Las primeras horas de una mañana luminosa, que sin duda simboliza el amanecer de una “nueva era”
Se trata pues, de una destellante panorámica de ese “espacio original” en la que, por la posición de la cámara, se otorga preeminencia al símbolo patrio de la bandera nacional que ondea al compás del viento, lo que permite ver el escudo en el que el águila devora a la serpiente.
Entre otras cosas, esa imagen, que enfatiza el culto cívico impuesto por los liberales por encima del culto religioso simbolizado en la arquitectura de La Catedral, hace eco a la frase contenida en el primer grabado de Méndez, mismo que resalta la figura de un campesino que porta con enjundia la tea de la libertad.
Acatando la propuesta presidencial para que la cinta pudiera exhibirse, tal frase afirma que:
“Esta historia no se refiere precisamente al México de hoy ni ha sido nuestra intención situarla dentro de él.
Aspira a simbolizar el drama de un pueblo que como todos los grandes pueblos del mundo ha surgido de un destino de sangre y está en marcha hacia superiores y gloriosas realizaciones”
Al margen de su evidente tono declamatorio y precautorio, aunque todo lo haga evidente, debe suponerse que la historia que vamos a ver “no se refiere precisamente al México de hoy”, es decir, al periodo gubernamental de Alemán Valdés; queda claro que esa frase contiene la premisa principal de la obra:
Exaltar el triunfo definitivo de las fuerzas modernas, cívicas y liberales, contra los dañinos remanentes del feudalismo, encarnados en la torva figura del cacique pueblerino, sólidamente interpretado por Carlos López Moctezuma, en uno de sus mejores papeles como villano absoluto.
Complemento de la panorámica antes comentada, la segunda toma de la cinta, también un “full shot”,  sólo que ahora ligeramente en picado, que muestra desde otro ángulo la fachada de La Catedral para, por medio de un lento paneo de izquierda a derecha, termina encuadrando de frente al Palacio Nacional, lo que ahora incluye a 2 banderas nacionales:
La que pende del asta del Zócalo, y la que se ubica arriba del Balcón Presidencial.
Esa imagen parece enfatizar el desplazamiento histórico del poder eclesiástico y conservador, por el poder liberal y civil.
No es por azar que en la siguiente toma, finalmente irrumpa la grácil figura de la maestra Rosaura Salazar, que captada de espaldas, se dirige presurosa rumbo a la puerta principal del Palacio Nacional.
De este momento llama la atención que el personaje camine muy cerca de la fachada del edificio, lo que ya revela su total apego a los dictados emanados de quien, desde tan simbólico ejemplo arquitectónico, dirige los destinos del país.
Las 6 tomas siguientes, muestran a la protagonista parada en la puerta de acceso al edificio en sucesivas y complementarias imágenes, tanto “objetivas” como “subjetivas”, mientras contempla anonadada el interior del Patio Mayor del Palacio Nacional, El Balcón Presidencial, La Campana de Dolores y El Lábaro Patrio situado en la cúspide de la construcción.
Como si estuviera en trance místico, Rosaura escucha las frases exultantes que provienen tanto de La Campana como del Patio Mayor.
Cabe destacar que algunos de esos planos, hacen énfasis en la misma gran bandera mexicana de la toma inicial que, como ya lo apuntamos, a su vez se ubica en el centro mismo  del “espacio original”
Un poco más adelante, el personaje encarnado por María Félix se pasma de nuevo, ahora ante los magnos murales pintados por el genial Diego Rivera en la escalinata que permite el acceso a la oficina del Presidente de La República, lo que da paso a que se vea y escuche “en off” una rápida pero contundente lección de Historia Patria, que abarca desde La Época Precortesiana, hasta El Periodo Post-Revolucionario.
De la nueva sucesión de planos que desglosan visual y sonoramente diferentes detalles de la magna obra de Rivera, la cámara pone especial énfasis, en 2 ocasiones, en el detalle del águila mexicana que sostiene en el pico el “Atlteachinolli”, símbolo azteca de la guerra; la majestuosa ave está posada en la cúspide del Teocalli de La Guerra Sagrada.
Dicho icono establece una rima plástica con la imagen del águila y el nopal contenidos en el escudo de la bandera captada en la toma inicial, lo que de nueva cuenta remite al “espacio original”, a su vez origen de La Nación Mexicana.
Un plano en el que vemos a María Félix terminar de subir la escalera, cancela la primera secuencia de Río Escondido, misma que, aparte de contener todos los elementos estéticos e ideológicos que habrán de imperar en el resto del filme, viene a ser el punto de partida obligado para una obra de tal naturaleza.
Lo que viene después, es la historia de cómo Rosaura es recibida por El Presidente de La República en persona, aunque del político sólo se vea su sombra, quien le encomienda la tarea de llevar el alfabeto a la inaccesible y miserable localidad de Río Escondido, sojuzgado por un malévolo cacique.
A pesar de estar condenada a muerte por una grave enfermedad cardiaca, la maestra acepta emocionada el reto, y emprende el largo viaje.
Luego de varias vicisitudes, Rosaura se instala en el sitio, e inicia su noble labor didáctica, misma que en algún momento incluirá una exégesis a la figura de Benito Juárez.
Pero las pasiones y contradicciones se desatan, y la protagonista, en defensa de su honor, deberá acribillar al jefe político del pueblo.
Aquejada por sus males, y cumplida su misión exterminadora y revitalizadora, Rosaura fallece en el momento mismo en que escucha las frases contenidas en una carta de felicitación enviada por El Primer Mandatario de La Nación, en señal de la labor cumplida como mártir de la causa.
Independientemente de su carácter oficial, maniqueísmo y excesos cívico-patrióticos, Río Escondido es uno de los mejores trabajos fotográficos de Gabriel Figueroa, a quien sin duda deben acreditarse los grandes logros visuales del filme.
Hoy más que nunca, la película sigue deslumbrando por esos valores plásticos que la emparientan con la mejor corriente muralista nacional, la que enmarcada entre 1922 y 1926, aproximadamente, estuvo encabezada por Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, Fernando Leal, Roberto Montenegro, Jean Charlot, Fermín Revueltas y varios más.
Y justamente gracias a ello, como a su carga simbólica, la cinta dirigida por Fernández, es la obra cumbre del nacionalismo cinematográfico de corte liberal, entendiendo por tal, a toda esa corriente que, surgida de forma concomitante a los postulados de la facción Constitucionalista triunfante en La Revolución de 1910-1917, se propuso retomar de manera implícita y explícita las ideas pregonadas por el brillante grupo que encabezara Benito Juárez, lo que, en su variante moderna, incluía combatir a las rémoras del pasado que se oponían a los beneficios en materia de educación, salud y reparto de tierras destinados para los amplios sectores populares.
Para su más amplia y sencilla difusión, la exaltación de ese tipo de gesta debía escenificarse, en primer término, en el “espacio original” de La Nación, y eso es justamente lo que Fernández y su equipo hicieron con sin igual maestría en el entes comentado prólogo de Río Escondido.   
Por otra parte, los indígenas, aunque se presentan como un grupo de gente ignorante que dependen de la salvación de figuras mestizas como Rosaura y el doctor Felipe, son representados como la imagen romántica del buen salvaje.
Pues para Fernández, el hombre indígena es quien mejor puede representar a la nación, a pesar de la marginalización en la que vive.
Y es que la figura del indígena sufre ante las injusticias de don Regino, y usa como recurso su espiritualidad, como se puede ver en sus constantes oraciones y manifestaciones religiosas en petición de agua.
Pero también al indígena se le presenta como un ser espiritual y pacífico; por ejemplo, cuando Don Regino interviene en el velorio de un niño a quien él mató, el pueblo indígena reacciona con antorchas encendidas en señal de amenaza, pero no actúa.
Este acto incita a Rosaura a hacer un comentario sobre la fuerza del pueblo ante los malos mexicanos que, según como les había dicho anteriormente a sus alumnos, deben ser eliminados para asegurar el progreso de los mexicanos virtuosos, como los que se encuentran en ese pueblo.
Sin embargo, los indígenas no son quienes eliminan a los malos mexicanos, como se le clasifica a Don Regino, por tanto, la representación del indígena no es agresiva.
Eso sí, Río Escondido resalta la virtud de aquellos buenos mexicanos que siguen el ejemplo de La Revolución contra la de aquéllos que se resisten a compartir la riqueza con los indígenas, y se aferran a aceptar los nuevos cambios que prometen el mejoramiento nacional.
En último término, la película presenta un examen del Nacionalismo Mexicano, donde se encuentra optimismo y progreso en los cambios sociales que surgieron como producto de La Revolución; donde la prioridad de este proyecto progresista, son las clases marginadas entre quienes se tiene que repartir los bienes.
Por ello, unas de esas insignias fílmicas, son las nubes de Figueroa que causan tanto impacto en el espectador; esas tomas consistieron en utilizar un ángulo contrapicado que revela el terreno geográfico con énfasis en los cielos y las nubes esponjosas; y esta construcción tenía 2 impactos:
Primero, representaba la naturaleza como majestuosa; y segundo, mostraba la pequeñez del personaje al colocarlo dentro de la toma, pues lo comparaba con los cielos.
En otras ocasiones, se lograba lo opuesto, haciendo parecer a los personajes tan grandes como la misma naturaleza mexicana, y así provocar la mitificación del personaje.
Los personaje principales son presentados desde un ángulo contrapicado, no tanto para destacar su comparación con la naturaleza, sino para revelar su nivel de poder sobre el pueblo, como es el caso de las tomas del sacerdote, y después del mismo Vargas.
En el cine de Fernández, se construyen imágenes de personajes patrióticos según el nuevo orden establecido después de La Revolución.
Éstos luchan contra los grupos que aún no aceptan el nuevo orden, o que quieren corromperlo.
Rosaura Salazar, es una maestra de aproximadamente 30 años, enviada al pueblo de Rio Escondido para cumplir con una misión encomendada por El Presidente de La República, está enferma del corazón, pero son más sus ganas de aportar algo para cambiar el país, y va a cumplir con lo que ha prometido.
Ella es una mujer valiente, y su mayor deseo es cumplir con su compromiso, pero se enfrenta a fatales realidades, sin embargo, jamás se preocupó solo por ella, y siempre veló por los demás sin esperar nada a cambio: ella solo quería un cambio para su país; convirtiéndose en la única figura de autoridad en la que pueden confiar.
Al contrario, la mayor autoridad es el cacique del pueblo; Don Regino:
Éste tiene a todos sometidos bajo sus reglas, nadie tiene derecho a enfrentarse al porque los mataba.
La injusticia era de a diario y los habitantes no defendían sus derechos, siempre estaban al mando del Presidente Municipal.
Así, el valor más importante es la justicia, y eso se ve en toda la película, ya que la maestra siempre actúa haciendo justicia para ella y para los demás, cuando el cacique quiere apoderarse de los derechos, ella sale a defenderlos haciéndoles entender que si todos se levantan contra ese hombre, nadie será capaz de pasar por encima de ellos.
Pero también ella es representada como una santa, a quien Dios invirtió, me refiero al Presidente de México, que curiosamente no aparece en la película; solo podemos ver su sombra o su cabeza canosa vista desde atrás de la silla, su voz solemne le dice a Rosaura cuál será su misión:
Combatir la ignorancia y el mal.
Rosaura, bañada en lágrimas de emoción o por La Pasión de lo que vendrá y sufrirá, se va a Río Escondido para cumplir su misión.
Así la retratan de una manera tan santa, que pierde sus rasgos humanos, sin rastros de humor o inseguridad humana, tanto que cuando ella habla, parece estar dando discursos políticos… u oraciones que todos repiten o sermones que deben acatar.
El momento crucial, en el que Rosaura después de gritar que los niños son México, decide escribir una carta al Presidente, es uno de los momentos políticos más bajos que he presenciado en la película.
El Presidente como Dios.
Sin olvidar, que este filme nos plasma de una forma diferente los valores y símbolos que definen la identidad del mexicano en una cultura machista, pero dependiente también de una figura femenina.
Sin embargo, esos detalles no oscurecen un estética maravillosa y técnicamente bien realizada.
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”
“Sólo existe un México:
El que yo inventé”, decía Emilio “El Indio” Fernández, y remataba con la frase:
“¡Yo soy el cine mexicano!”
Aunque su vida fue marcada por el orgullo y la soberbia, el tiempo se encargó de separar a la bestia del hombre, enterrando en el olvido al misógino, violento y mitómano, e inmortalizando al cineasta, al genio, a la leyenda…
Y su discurso político, como en el cine posterior en general, ha tenido un éxito relativo en el ejercicio de los valores nacionalistas de México, pues para entender este nacionalismo inducido a la población, principalmente mestiza, se le conoce como cultura de masas.
En ella se busca penetrar en las ideas y conductas cotidianas de la gente.
Por su parte, la izquierda mexicana ha denunciado que los medios de comunicación siguen siendo el principal instrumento de educación para mantener el control de las masas.
Hoy en día, El Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), partido político recientemente fundado por Andrés Manuel López Obrador, también de ideología nacionalista, logró La Presidencia de La República.
No es casual que en el cine mexicano, prevaleciera la construcción positiva de Fernández por 50 años, en un nacionalismo que deseaba regresar a una supuesta tradición indígena, al arte precortesiano en detrimento de la herencia hispano-europea, para encontrar las raíces autóctonas y genuinas que se creían indispensables.
Sino ver el reciente reclamo de López Obrador a La Corona Española, para que pida perdón a México… pero en el cine de “El Indio” es el de un nacionalismo crédulo, que no degrada ni sublima las tareas mexicanas, llámese machismo, madre pasiva, ley de la selva, ley de Dios, superchería de México como el mejor de los mundos posibles, ternura sensiblera y demás defectos que fue para el mundo todo el cine mexicano, en la misma medida en que Kurosawa y Bergman serían todo el cine de Japón y Suecia, respectivamente.

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad y es el fallo tremendo de la historia.
Ella nos juzgará”



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