Breakfast At Tiffany's

“I'm just crazy about Tiffany's!”

“Café Society” era el término empleado para describir de manera colectiva a la llamada “Beautiful People” o “Bright Young People”, que se reunía en los cafés y restaurantes de moda de Nueva York, París, Londres, Viena o Estambul, a partir de finales del siglo XIX.
Lucius Beebe, destacado escritor, periodista y gourmet, además de entusiasta de los ferrocarriles, es reconocido como el creador del término, sobre el que se centraba la reseña semanal de su columna, “This New York”, para el New York Herald Tribune durante los años 1920 y 1930.
Aunque los miembros del “Café Society” no eran necesariamente parte del “establishment” o de otros grupos de la clase dirigente, eran personas que asistían a las cenas privadas y bailes de los demás, tomaban vacaciones en lugares exóticos o en elegantes resorts, y cuyos hijos acostumbraban a casarse con los hijos de otros miembros del grupo.
En los Estados Unidos, el término salió a la luz con el fin de la Prohibición en diciembre de 1933 y el surgimiento del periodismo fotográfico, para describir al conjunto de personas que gustaban del entretenimiento semipúblico en restaurantes y clubes nocturnos, entre los que se incluían estrellas de cine y deportistas famosos.
Entre los clubes nocturnos y restaurantes neoyorkinos más frecuentados por los miembros de este grupo estaban:
Morocco, Stork Club, y 21 Club.
A finales de 1950, el término “Jet Set” comenzó a tomar el lugar de “Café Society”, pero todavía se utiliza de manera informal en algunos países, para describir a las personas que son habituales de los cafés y prefieren dar fiestas en restaurantes y no en casa.
Por otra parte, Tiffany & Co. es una empresa estadounidense de joyería y orfebrería fundada por Charles Lewis Tiffany y Teddy Young en la Ciudad de Nueva York en 1837 como "stationery and fancy goods emporium"
La tienda vendió inicialmente una amplia variedad de artículos de papelería, y operó como Tiffany, Young and Ellis en el Bajo Manhattan.
El nombre fue cambiado a Tiffany & Co en 1853 cuando Charles Tiffany tomaron el control, y fue cuando se estableció el énfasis a la joyería.
Tiffany & Co. desde entonces ha abierto tiendas por todo el mundo.
Por un tiempo, fue propiedad de la empresa de inversiones con sede en Filadelfia Bankers Securities Corporation.
Como parte de su propia marca, la empresa es asociada fuertemente con su color “Azul Tiffany”, en la cual es una marca registrada.
Las tiendas insignia de Tiffany, desde 1940, está localizada en la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 57 en Manhattan, Ciudad de Nueva York.
El antiguo Edificio Tiffany and Company en la Calle 38 se encuentra en el Registro Nacional de Lugares Históricos.
El exterior de granito pulido es muy conocido por su pequeña ventana.
“I’m like cat here, a no-name slob.
We belong to nobody, and nobody belongs to us.
We don’t even belong to each other”
Breakfast At Tiffany's es una película estadounidense del género comedia, rodada en 1961 y dirigida por Blake Edwards.
Protagonizada por Audrey Hepburn, George Peppard, Patricia Neal, Buddy Ebsen, Martin Balsam, Mickey Rooney, José Luis de Vilallonga, John McGiver, entre otros.
Breakfast At Tiffany's es una adaptación, bastante libre, de la novela del mismo título de Truman Capote.
La banda sonora fue compuesta por Henry Mancini, y en ella que se encuentra la famosa canción “Moon River”, con letra de Johnny Mercer.
En 1961 Breakfast At Tiffany's ganó 2 premios Óscar en las categorías Mejor Banda Sonora y Mejor Canción y obtuvo 3 nominaciones:
Actriz (Hepburn), guión adaptado y dirección artística.
Breakfast At Tiffany's, es una acervada mirada a la alta sociedad neoyorquina:
Locos, borrachos, señoras pasadas de edad, modelos venidas a menos, gánsteres, hijos de multimillonarios bien feos, chulos ricos, chulos pobre.... y entre ellos, se configura el personaje de la festiva Holly, superficial en su existencia frívola y amarga, en su insistente búsqueda de la felicidad, ejemplarmente encarnada por Audrey Hepburn, quien fue vestida con distinción por Hubert de Givenchy.
Breakfast At Tiffany's define lo que es el vacío existencial y la indefinición de proyectos de vida.
Siempre utilizando un romanticismo un tanto edulcorado como base narrativa, con algunos toques de humor un tanto raros y forzados.
Que emociona con su sentida filosofía de la vida de los personajes que adoran la libertad, que viven de la diversión pero que en el fondo son infelices.
El escritor Truman Capote confesó que “Holly” está inspirada en la actriz Carol Grace, futura mujer de Walter Matthau.
La novela cuenta la amistad entre otoño de 1943 y otoño de 1944 entre la protagonista, Holiday "Holly" Golightly, y un narrador anónimo que quiere ser escritor.
Ambos son inquilinos de un edificio en el Upper East Side de Manhattan.
Holly Golightly es una muchacha tejana de veinte años que se ha introducido en la vida de la alta sociedad saliendo con hombres mayores adinerados.
Golightly poco a poco le revela su personalidad al narrador.
Al mismo tiempo se descubre su imposibilidad o falta de deseo de cambiar.
Algunas personas tachan de racismo la caricatura de un japonés I.Y. Yunioshi, interpretado por Mickey Rooney, situación que no aparece en la novela.
Por otra parte, el aristócrata español José Luis de Vilallonga interpretó al prometido de la protagonista José da Silva Pereira y cabe destacar que no fue la única vez que intervino como actor.
En la novela, la protagonista era una alcohólica prostituta de lujo, ahora llamadas “Scorts”, con una marcada tendencia bisexual, hace muchos comentarios de subido tono lésbico, fumaba hierba, había ejercido la prostitución y había sufrido un aborto.
La canción “Moon River” fue expresamente escrita para Hepburn, que no tenía nociones de canto.
Su interpretación fue casi eliminada de Breakfast At Tiffany's y se mantuvo por el empeño de la actriz.
Curiosamente, se convirtió rápidamente en un éxito y ha sido versionada por múltiples cantantes como, por ejemplo, Frank Sinatra.
Breakfast At Tiffany's se convirtió en un ícono de los años sesenta gracias a la imagen de Audrey Hepburn, actriz que impuso un estilo clásico y elegante que perdura en el tiempo.
Audrey rompió con el estándar de belleza del voluptuoso y platinado Hollywood de los años cincuenta.
Con su figura estilizada, juvenil y osada sin perder la sobriedad, marcó una tendencia que se convirtió en su marca registrada.
Como en todos sus filmes, la misma actriz escogía su vestuario y en Breakfast At Tiffany's una vez más vistió diseños de Hubert de Givenchy, con quien había comenzado a trabajar desde Sabrina (1954)
Audrey y su visionario sentido de la moda convierten a Breakfast At Tiffany's en un referente ya que su estilo es la definición de lo “clásico”
El “little black dress”, el collar de perlas y las gafas “Wayfarer” de Ray-Ban, por nombrar algunos, son y seguirán siendo eternos “musts” de la moda.
Por su parte, la joyería Tiffany´s tuvo que abrir sus puertas en domingo para permitir el rodaje de las escenas ambientadas allí.
El director nos desarrolla una cinta que emociona con su sentida filosofía de vida de:
Seres salvajes que adoran la libertad, que viven de la diversión pero que en el fondo son infelices.
Se relacionan sin arriesgar sus sentimientos, e interactúan en forma liviana para evitar los compromisos.
Seres que escapan de un pasado y no quieren encontrar un futuro que les ate, buscan el materialismo interesado e inescrupuloso para subsistir mediante una vida de relación absolutamente frívola.
Seres espléndidos por fuera pero sufridamente deteriorados por dentro, degradados por venderse ante el mejor postor y que ahogan sus penas con alcohol, fiestas, placeres mundanos, escapismos superficiales.
Seres con profundos huecos existenciales, confundidos en sus propósitos de vida, en busca de aventuras para olvidar penas y evadirse de las responsabilidades.
Así mientras, Holly se niega a establecerse en el piso en el que vive desde hace dos años, sin abrir sus maletas ni tan siquiera bautizar a su gato, Paul busca la huidiza musa creativa que hace tiempo que se le escapó desde la cómoda posición que le ofrece su amante.
Mención aparte merece la inclusión de un gato como personaje secundario y único acompañante de Holly en su departamento.
Bautizado escuetamente como “Cat”, es un felino que no merece nombre según su dueña hasta que ella no ordene su vida y tenga real derecho de propiedad sobre las cosas que hoy ve simplemente como transitorias.
¿Es Holly de alguna parte?
Un gato como representación y figura clave del desapego de Holly a establecer vínculos emocionales reales con su presente y con quienes le rodean.
En Breakfast At Tiffany's abundan las escenas cómicas y un tanto surrealistas, a destacar la escena de la fiesta con un inmejorable retrato ácido de los personajes y la “high class” neoyorquina como el sombrero quemado, el reloj en el tobillo, la mujer que llora ante el espejo, o la escena del juego de caras entre Holly y Paul.
Tampoco está exenta de escenas más amargas o dramáticas, a destacar cuando Holly canta "Moon River" en el alfeizar de su ventana con una toalla en la cabeza, o la conversación en el parque entre el ex marido de Holly y Paul, donde se nos revela como era la inocente chica de pueblo, el encuentro entre Holly y su ex marido a quien guarda un inmenso cariño, pero al que no ama porque nunca más podrá volver a ser Lula Mae Barnes, y, cómo no, la escena final de la lluvia, el gato sin nombre y los dos perdidos y solitarios gatos, Holly y Paul que se encuentran en sus respectivas frustraciones.
“Moon River, wider than a mile,
I'm crossing you in style some day.
Oh, dream maker, you heart breaker,
wherever you're going I'm going your way.
Two drifters off to see the world.
There's such a lot of world to see.
We're after the same rainbow's end,
waiting 'round the bend,
my huckleberry friend,
Moon River and me”
Hay una tristeza profunda que se cuela en la presentación de los créditos de esta película de Blake Edwards.
Transcurren las primeras horas del día y una joven ataviada con un vestido de lujo y enormes anteojos de sol, desciende de un taxi frente a la joyería Tiffany’s.
Con un café en vaso descartable, sorbe el líquido caliente, mientras observa los diamantes expuestos en la vitrina del establecimiento.
Su solitario desayuno parece el momento de paz que estuvo esperando tras una noche que aparenta haber sido movida, más no placentera.
La desoladora aparición de Holly Golightly (Hepburn) empalma con el arribo del cromo Paul Varjak (Peppard) al edificio en que ella vive.
Él, un escritor venido a menos, se fascina inmediatamente con esa chica que parece vivir siempre apurada por cambiarse de atuendo para salir a la próxima fiesta.
Holly y Paul establecen así una amistad que se basa en un apoyo mutuo, honesto y cómplice.
¿Por necesidad?
¿Por la semejanza del estilo de vida?
O simplemente:
¿Por un amor genuino?
A mi parecer, la última opción es la que más se acerca a una verdadera relación humana.
Además de la temática de Breakfast At Tiffany's resulta admirable la actuación realizada por Audrey Hepburn, a tal punto que el personaje encanta al espectador.
La complejidad que tras la nefasta persecución “mccarthyana” habían experimentado todos géneros, en cualquiera de las artes, no fue ajena la comedia cinematográfica.
Estilo, que, en adelante, exprimirá su faceta irónica sin ningún recato.
Sin llegar a considerarse como un director de los más ácidos, Blake Edwards constituirá un sólido escalón en el proceso de “desdulcificar” el género.
Pero, simplemente repasando el argumento de Breakfast At Tiffany's, pronto apreciaremos la acidez que se oculta bajo tanta simpatía.
En pocas palabras, podemos describir el guión de Breakfast At Tiffany's como la historia de una atractiva joven, venida del mundo rural al centro de la felicidad virtual:
Nueva York.
Para subsistir, se aprovecha de sus encantos para obtener pequeñas cantidades de dinero de sus ocasionales pretendientes nocturnos.
Esta prostitución a pequeña escala, como toda empresa que se precie, encierra objetivos más ambiciosos; simbolizados en los ostentosos escaparates de Tiffany’s, y concretados en un conveniente matrimonio, con no importa que señor, pero con la única condición de poseer una acaudalada cuenta bancaria: prostitución legalizada.
La casualidad, hace coincidir a la encantadora meretriz, con un escritor, al que su escaso éxito literario le obliga a ganarse la vida como gigoló, complaciendo, esta vez, a las señoras de los señores de las acaudaladas cuentas.
Naturalmente, la coincidencia entre los “compañeros de profesión”, desencadenará entre ambos un entendimiento a nivel sentimental, desaparecen súbitamente las aspiraciones económicas, que nos conducirá a un reconfortante y húmedo final feliz, muy lejos del lujoso Tiffany’s.
Edwards relata así el encuentro de dos personas que han decidido armarse de una gran coraza para lograr sobrevivir en esa jungla de asfalto llamada Nueva York.
Y es que ambos, a su manera, prefieren no meditar acerca de su día a día, aceptando una realidad dura pero que, para ponerse a salvo, disfrazan de normalidad:
Holly recibe unos dólares de hombres capaces de comprar su “compañía”
Paul, por su lado, acepta los billetes que deja sobre el velador, la adinerada mujer mayor que llega todas las tardes a su departamento.
La perturbación que produce Breakfast At Tiffany's, proviene precisamente, de ese punto.
En cómo estos jóvenes ponen su piel en venta y que esa transacción sea parte de la cotidianeidad de los nuevos tiempos.
Tiempos de fiestas alocadas en las que el anfitrión repleta su casa de desconocidos dispuestos a divertirse sin involucrarse de manera profunda.
La secuencia que mejor representa ese aspecto, es la de la gran reunión organizada por Holly, en la que el desenfreno y la alegría rebosante solo son parte de una máscara que esconde la imposibilidad de comunicarse y estrechar lazos verdaderos.
Es por eso que la coincidencia amorosa, de este dúo de perdedores, resulta casi milagrosa, en plena sociedad salvaje.
En ese sentido, el realizador decide apartar este enamoramiento del sopor enmascarado, para filmarlo de forma distendida, sumando correrías por tiendas y bibliotecas, tragos preparados con el último resto de licor en las botellas, y prendas glamorosas que nunca parecieron tan fáciles de poner, y quitar.
Una muestra de que, a pesar de su acritud, Blake Edwards seguía siendo un romántico, y no había perdido, del todo, la fe en las personas.
Pretender remover la tierra de lo que ha dado en llamarse “el amor voluble” es siempre peligroso, porque en todo momento se asume el riesgo de la frivolidad, de lo superficial.
De hecho, en torno a la cuestión del amor, en Breakfast At Tiffany's se encuentra uno de los más certeros y hermosos discursos que puedo recordar, y que a la postre, constituye la escena climática, la que resuelve la cuestión central y que plasma esa visión esperanzada y optimista de la vida, las personas y el amor.

“You know what’s wrong with you, Miss Whoever-you-are?
You’re chicken, you’ve got no guts.
You’re afraid to stick out your chin and say:
Okay, life’s a fact, people do fall in love, people do belong to each other, because that’s the only chance anybody’s got for real happiness”



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