Heleno, O Príncipe Maldito
A lo largo de la historia de la humanidad han surgido numerosos genios en diversos campos profesionales que en su genialidad han bordeado y traspasado los límites de la razón.
Y es que el genio no es un enfermo mental, pero, en caso de serlo, sabe aprovechar sus brotes para crear cosas fantásticas.
Quizás todo corresponda a una leyenda negra puesto que la humanidad tiene el derecho de producir a genios “convencionalmente normales” pero por otra parte, la razón podríamos encontrarla en el hecho de que al ser personas excepcionales en su campo, fueron posiblemente más estudiadas.
Y claro como seres humanos presentaban una serie de defectos que llamaban poderosamente la atención en personajes mitificados.
Todo puede radicar en el fuerte predominio de un hemisferio cerebral sobre el otro, de lo apolíneo sobre lo dionisiaco o viceversa.
Pero en otras ocasiones hablamos de patologías mentales, de ese “clic” que se produce en nuestro cerebro y que en algunos casos es utilizado para destruir y autodestruirse, y que pocos y elegidos individuos utilizan para crear.
Una montaña rusa de estados de ánimo, de percepciones, un complejo mundo neuronal, auténticas autopistas hacia la creación y la genialidad o en su lado opuesto hacia la destrucción.
En cualquier caso un tema apasionante que demuestra el hecho de que algunas personas encauzan y transforman positivamente una energía o un sentimiento surgido desde el dolor, desde la anomalía.
Y llegados a este punto me gustaría hablar de Heleno de Freitas, uno de los mayores genios de la historia del fútbol brasileño, pero a su vez, uno de los personajes más oscuros de la misma.
Como el Príncipe Troyano de la mitología griega, Heleno era elegante, con un porte de 1,82 m de estatura, mayor ídolo alvinegro antes de Garrincha que dejó una admirable estela de 209 goles en 235 partidos.
Heleno de Freitas tenía tanta facilidad para hacer goles como para sacar de quicio a todos los que se cruzaban con él en el terreno de juego, ya fuesen adversarios, árbitros, hinchas o incluso sus propios compañeros.
Heleno fue uno de los delanteros centrales más talentosos que haya dado el fútbol, y también una de sus figuras más controvertidas.
Una de las páginas de “La Historia del Fútbol Mundial” habla así de Heleno de Freitas:
“Estamos en el mundo de lo fantástico; el folclórico Prancha, mixto de filósofo y técnico, se instalaba detrás de un mostrador de naranjas como si fuera un vendedor en la playa de Copacabana.
Y lanzaba a cada niño una fruta.
Según la reacción, separaba al crack del menos dotado.
Heleno de Freitas, mineiro de 12 años, amortiguó la naranja en el muslo, la dejó caer en el pie, hizo malabarismos, la levantó a la cabeza, la trajo de vuelta al pie, pasando por un control de tacón.
Y Neném vio que descubría el más fino, inventivo y el carácter más importante del País.
Por eso, hasta su muerte, llevará en su cartera la foto de ese que se luciría como ninguno en el Botafogo de Futebol e Regatas, mucho más que el brillo fugitivo de la gloriosa estrella solitaria de club blanquinegro carioca”
Y es verdad.
Heleno, nació en São João Nepomuceno, el 12 de Diciembre de 1920, pero la familia de Freitas se mudó en 1933 para la entonces capital de Brasil, Rio de Janeiro, cuando murió el padre Oscar de Freitas, negociante de café, casado con Maria Rita y padre de ocho hijos.
De ellos, sólo el quinto era difícil y atormentado.
Eso, desde la escuela primaria y las divisiones inferiores del Mangueira, un modesto equipo del interior de Minas, donde este producto genioso de los Freitas fue “center-half”
Tras 5 años en el fútbol de playa, Heleno surgió de “half” en el Fluminense, pero el técnico Carlomagno hizo de él un “center-forward”
En la época, Heleno de Freitas era vendedor y estudiaba derecho en la Universidad del Estado de Río; sin embargo, desde São João Nepomuceno, su corazón era blanquinegro y, sin dejar el Flu, entró en el Botafogo.
Eso sólo fue posible porque dichos clubes actuaban en ligas distintas.
Con la unificación de las competiciones, de Freitas se quedó en el Botafogo, que era el equipo de sus amigos de partidos de barrio y bohemia, como João Saldanha, uno de los hombres más dignos de la prensa, de la izquierda y del fútbol en Brasil.
En el blanquinegro, Heleno representó el espíritu del pícaro romántico, transmitió alegría de vivir y no se enfadó con la bola, con ella, nunca, era imposible, jamás”
Heleno fue el primer gran ídolo deportivo que tuvo la ciudad.
El primer futbolista al que se le perdonaron hasta los malos partidos y los excesos en su vida privada.
Además de todo eso, Heleno fue muchas otras cosas más:
Intelectual, políglota, eterómano, jugador empedernido, se cuenta que perdió todo lo que se ganó en Colombia en un casino de Barranquilla.
Y la gran paradoja de su vida es que, en el fondo, odiaba el fútbol.
No se sentía a gusto entre los futbolistas.
Detestaba a los directores técnicos y a los árbitros.
Y curiosamente, donde mejor se sentía era en los círculos intelectuales de Río de Janeiro.
Sin embargo, su exquisitez fue un esteta del fútbol.
No ha habido nadie que tuviera una visión más poética del juego.
En lo personal, Heleno tuvo muchas amantes, tanto en Brasil como en Colombia, la mayoría prostitutas.
Según uno de sus biógrafos, Heleno fue amante de Eva Perón el año en que jugó en el Boca Juniors, dos años antes de llegar al Júnior de Barranquilla.
Incluso las mujeres que no se interesaban por el fútbol, iban al estadio sólo para verlo.
Cuentan que la dueña del prostíbulo más famoso que había en Barranquilla el año en que Heleno jugó ahí, confesó que el deportista la excitaba sexualmente, incluso viéndolo vestido.
No obstante, Heleno se casó con Hilma, hija de diplomático, amiga del poeta Vinicius de Moraes, el cual dedicó al novio "Poema dos Olhos da Amada", obra que sería perenne con la voz del cantante Sílvio Caldas.
Por otro lado y en aquella época, entristecido, el fútbol brasileño entendió que Heleno de Freitas, tan íntimo con la bola, jamás se entendería con los hombres.
En Buenos Aires, la tormenta psíquica le separó de su mujer embarazada.
Eran los tiempos del gran jugador, uno de los más grandes del momento, pero llegó el momento de la angustia, de la desesperación, del dolor.
Así lo registró “La Historia del Fútbol Mundial”:
“En 1953, la familia lo internó en la ciudad mineira de Barbacena, donde un amigo suyo era médico en una casa de salud.
Cuando le detectaron la neurosífilis en el hospital Santa Clara de Belo Horizonte, ya la mente de Heleno estaba destruida, así que no fue consciente de la tragedia.
Al principio, el sifilítico se precipitó en las tinieblas insondables de la locura.
Después, una revista lo mostraría en pijama, obeso y triste.
El hombre que fue llamado “El Futbolista Más Bello de Brasil” era entonces un guiñapo humano, pesaba poco más de 30 kilos y sólo le quedaba un diente.
Había perdido del todo la razón.
Por fin, sólo como un navío sin puerto y sin condiciones mentales para pedir un sacerdote, Heleno murió el 8 de Noviembre de 1959.
Eso sin saber que el país venciera en Suecia.
Sin saber que sería película “Heleno, O Príncipe Maldito” de Gilberto Macedo o la obra de teatro “Heleno-Gilda” de Edilberto Coutinho.
Y sin tiempo para leer esto de Armando Nogueira:
El fútbol, fuente de mis angustias y alegrías, me reveló a Heleno de Freitas, la personalidad más dramática que conocí en los estadios de ese mundo”
Heleno, O Príncipe Maldito es una película brasileña, dramática, del año 2012, dirigida por José Henrique Fonseca.
Protagonizada por Rodrigo Santoro, Alinne Moraes, Angie Cepeda, Erom Cordeiro, Mauricio Tizumba, Duda Ribeiro, entre otros.
Con un guión de José Henrique Fonseca, Felipe Bragança y Fernando Castets.
Heleno, O Príncipe Maldito es una mirada “acronológica” y en profundidad a la vida de Heleno (1920-1959), mítico y controvertido futbolista brasileño de los años 40, conocido como “Gilda” por su temperamento violento, igual y por el personaje sensual y neurótico de Rita Hayworth en el cine, usado en referencia a la vanidad que lo acompañaba en todo momento, y también para provocarlo, claro está.
Heleno fue El Príncipe de la Edad Dorada de Río de Janeiro.
Apuesto, encantador y refinado en los elegantes salones de baile, tenía un carácter explosivo y lleno de pasión en la cancha.
Heleno estaba seguro de que era el futbolista brasileño más grande de todos los tiempos, pero la guerra, la sífilis y una turbulenta vida lo alejaron de ese destino de gloria, precipitando la tragedia.
Heleno, O Príncipe Maldito narra el ascenso y la caída del talentoso y turbulento Heleno de Freitas, estrella del fútbol, interpretado por Rodrigo Santoro.
Heleno, O Príncipe Maldito gira en torno a la pasión que el balompié despierta en un país como Brasil y es la oportunidad de conocer a quien fue pieza clave del equipo de Botafogo en la década de 1940.
Filmada en blanco y negro, Heleno, O Príncipe Maldito recuerda las joyas del Cine Clásico de Hollywood, es un crudo recuento de la historia de un hombre que disfrutó del placer y la gloria para después ahogarse en la amargura del olvido.
Cuando era un deportista en activo lo tenía todo:
Reconocimiento y envidia de sus colegas, la admiración de los fanáticos, en especial de las damas, y el aprecio de los medios de comunicación.
Luego su universo se hizo pedazos, preso de una enfermedad nunca tratada y de su propio ego.
Así las cosas, en 1959, el famoso ex futbolista brasileño Heleno de Freitas pasa sus últimos días en un sanatorio Barbacena de Minas Gerais.
Totalmente devastado por una enfermedad que afectó el cerebro, pasaron meses sin hablar con nadie.
Un día, la madre de su hijo y mujer de sociedad, Sylvia (Alinne Moraes), y su mejor amigo y ex futbolista Alberto (Erom Cordeiro), ahora casado con ella, van a hacerle una visita.
Heleno, recibe sólo hablar de hechos pasados, desde hace mucho tiempo, cuando él era un gran jugador en el fútbol Botafogo y Regatas, el club de fútbol de Río de Janeiro.
Así vemos como el de familia rica, Heleno de Freitas divertía a veces a sus vecinos en la pequeña ciudad de São João de Nepomuceno en Minas Gerais, aunque más por sus precoces argumentaciones en debates con adultos, a los 8 años, que por su talento con el balón en los pies.
Heleno soñaba con ser abogado.
Más tarde, en Río de Janeiro, ya licenciado en Derecho de la Facultad de Ciencias Sociales de la Ley en Río de Janeiro, ahora Facultad Nacional de Derecho de la UFRJ, se consideró un miembro de la alta sociedad, con empresarios amigos, abogados y diplomáticos.
Su padre era dueño de una plantación y todavía se hizo cargo del negocio del papel y los sombreros.
Su vida estuvo marcada por las adicciones a las drogas como al éter; pero se dejó llevar por la pasión que sentía por el fútbol y por el Botafogo.
Cuando había un balón por el medio, el escenario en realidad no importaba:
Ya fuese en el fútbol playa, en un entrenamiento, en un partidillo en su bucólica ciudad natal o, por supuesto, en el Campeonato Carioca, las contradicciones de Heleno quedaban patentes.
Era un muchacho muy culto, galante, educado, siempre con las corbatas más elegantes, pero dentro de la cancha se transformaba:
La combinación de su perfeccionismo y un afán desmedido por la victoria lo convertía en un torbellino.
Las confusiones venían desde sus inicios, cuando lo sancionaban por ofender a los árbitros hasta cuando portaba el brazalete de capitán.
Especialmente en el Estadio General Severiano, donde Heleno jugó de 1939 a 1948 y marcó 206 goles en 235 partidos.
Heleno disfrutaba de muchos privilegios:
Era habitual que sus multas, por peleas o por perderse entrenamientos después de largas noches, fuesen anuladas o pagadas de manera informal por la directiva.
Al fin y al cabo, sin Heleno en la cancha la vida era mucho peor.
Se soportaba todo lo que hacía, porque se sabía que cuando saltaba al campo era para ganar.
Heleno habría ganado millones si surgiese años después.
En su época no había televisión para hacer popular a una estrella y aumentar su cotización, solo la radio.
¿Y qué locutor, después de haber entrevistado a jugadores apenas alfabetizados, no se esforzaba por extraer algunas palabras del doctor Heleno de Freitas?
Sabía analizar el juego con argucia, criticar severamente a un árbitro y llamar tuercebotas a los rivales.
Tras darse a conocer en el periodo sombrío de la Segunda Guerra Mundial, Heleno representó a la selección brasileña básicamente en reñidas contiendas frente a rivales continentales, con 14 goles en 18 partidos.
Heleno nunca participó en la Copa Mundial de la FIFA.
Siendo campeón carioca, su única oportunidad de hacerlo fue la edición de Brasil 1950, pero a los 30 años, ya no era el mismo.
Su obsesión se convirtió en el deseo de jugar en el recientemente inaugurado estadio Maracanã, que sucedió por un breve momento, con la camiseta de América.
Heleno estuvo más de un año parado, aunque activo en la vida social carioca.
Cuando el América decidió apostar por su fútbol en 1951, su personalidad era aún más difícil, probablemente ya desestabilizada por la sífilis.
Tan solo jugó un encuentro con el club, el día 4 de noviembre, contra el São Cristóvão.
Acabó siendo expulsado a los 25 minutos por ofensas a sus propios compañeros.
Esos fueron sus únicos 25 minutos en el Maracanã y, contra el mismo adversario de su debut oficial con el Botafogo, puso fin a su carrera.
A partir de ahí, la lucha se trasladó a otra esfera.
Al principio fue acogido por una familia cariñosa y unida, y posteriormente internado en un sanatorio, donde moriría a los 39 años.
Honestamente, antes de ver Heleno, O Príncipe Maldito no había escuchado absolutamente nada sobre Heleno.
Por lo que fue interesante descubrir parte de historia en Heleno, O Príncipe Maldito.
Aunque hay que tener en cuenta que más que narrar los éxitos y proezas de Heleno, Heleno, O Príncipe Maldito se encarga de mostrar su proceso de autodestrucción, que lo llevó a morir de sífilis en un sanatorio.
Heleno, O Príncipe Maldito es contada por fragmentos, alterando imágenes del presente degenerativo de Heleno en el sanatorio, con otras imágenes, en su mayoría en blanco y negro, que rememoran los recuerdos de la gloria del jugador. Ese detalle es interesante.
A pesar de todo, Heleno, O Príncipe Maldito en general es bastante regular, tiene una buena fotografía pero el gran peso del filme cae sobre los hombros de Rodrigo Santoro, que interpreta de forma sobresaliente a Heleno.
En realidad es el alma de Heleno, O Príncipe Maldito, y es Heleno mismo.
Tal vez uno de los puntos flojos es el guión, aunque son interesantes los fragmentos que destaca el director Henrique Fonseca de la vida de Heleno, para mostrar su autodestrucción, no deja de parecerme un retrato un poco superficial y poco profundo de la vida del futbolista.
Para quienes lo vieron dentro del campo, el recuerdo permanece, y nada mejor que un nuevo relato de García Márquez para consolidarlo.
Después de un estreno frustrante en Barranquilla, el público se enfureció, el Licenciado en Derecho que no llegó a ejercer, y delantero centro consolidado respondió en su segundo compromiso con el Junior.
“Según me cuentan algunos de los que estuvieron en el Estadio Municipal, el brasilero tuvo una actuación milagrosa”, narró el escritor.
“De forma práctica, el doctor De Freitas, que debe ser un buen abogado, redactó, con los pies, memoriales y sentencias judiciales no solo en portugués y español alternadamente, sino también citas de Justiniano en el más puro latín antiguo”, concluyó.
Puede que entre todas esas citas sobrasen algunos improperios.
Aun así, con el balón en los pies, Heleno era realmente un clásico.
Y es que el genio no es un enfermo mental, pero, en caso de serlo, sabe aprovechar sus brotes para crear cosas fantásticas.
Quizás todo corresponda a una leyenda negra puesto que la humanidad tiene el derecho de producir a genios “convencionalmente normales” pero por otra parte, la razón podríamos encontrarla en el hecho de que al ser personas excepcionales en su campo, fueron posiblemente más estudiadas.
Y claro como seres humanos presentaban una serie de defectos que llamaban poderosamente la atención en personajes mitificados.
Todo puede radicar en el fuerte predominio de un hemisferio cerebral sobre el otro, de lo apolíneo sobre lo dionisiaco o viceversa.
Pero en otras ocasiones hablamos de patologías mentales, de ese “clic” que se produce en nuestro cerebro y que en algunos casos es utilizado para destruir y autodestruirse, y que pocos y elegidos individuos utilizan para crear.
Una montaña rusa de estados de ánimo, de percepciones, un complejo mundo neuronal, auténticas autopistas hacia la creación y la genialidad o en su lado opuesto hacia la destrucción.
En cualquier caso un tema apasionante que demuestra el hecho de que algunas personas encauzan y transforman positivamente una energía o un sentimiento surgido desde el dolor, desde la anomalía.
Y llegados a este punto me gustaría hablar de Heleno de Freitas, uno de los mayores genios de la historia del fútbol brasileño, pero a su vez, uno de los personajes más oscuros de la misma.
Como el Príncipe Troyano de la mitología griega, Heleno era elegante, con un porte de 1,82 m de estatura, mayor ídolo alvinegro antes de Garrincha que dejó una admirable estela de 209 goles en 235 partidos.
Heleno de Freitas tenía tanta facilidad para hacer goles como para sacar de quicio a todos los que se cruzaban con él en el terreno de juego, ya fuesen adversarios, árbitros, hinchas o incluso sus propios compañeros.
Heleno fue uno de los delanteros centrales más talentosos que haya dado el fútbol, y también una de sus figuras más controvertidas.
Una de las páginas de “La Historia del Fútbol Mundial” habla así de Heleno de Freitas:
“Estamos en el mundo de lo fantástico; el folclórico Prancha, mixto de filósofo y técnico, se instalaba detrás de un mostrador de naranjas como si fuera un vendedor en la playa de Copacabana.
Y lanzaba a cada niño una fruta.
Según la reacción, separaba al crack del menos dotado.
Heleno de Freitas, mineiro de 12 años, amortiguó la naranja en el muslo, la dejó caer en el pie, hizo malabarismos, la levantó a la cabeza, la trajo de vuelta al pie, pasando por un control de tacón.
Y Neném vio que descubría el más fino, inventivo y el carácter más importante del País.
Por eso, hasta su muerte, llevará en su cartera la foto de ese que se luciría como ninguno en el Botafogo de Futebol e Regatas, mucho más que el brillo fugitivo de la gloriosa estrella solitaria de club blanquinegro carioca”
Y es verdad.
Heleno, nació en São João Nepomuceno, el 12 de Diciembre de 1920, pero la familia de Freitas se mudó en 1933 para la entonces capital de Brasil, Rio de Janeiro, cuando murió el padre Oscar de Freitas, negociante de café, casado con Maria Rita y padre de ocho hijos.
De ellos, sólo el quinto era difícil y atormentado.
Eso, desde la escuela primaria y las divisiones inferiores del Mangueira, un modesto equipo del interior de Minas, donde este producto genioso de los Freitas fue “center-half”
Tras 5 años en el fútbol de playa, Heleno surgió de “half” en el Fluminense, pero el técnico Carlomagno hizo de él un “center-forward”
En la época, Heleno de Freitas era vendedor y estudiaba derecho en la Universidad del Estado de Río; sin embargo, desde São João Nepomuceno, su corazón era blanquinegro y, sin dejar el Flu, entró en el Botafogo.
Eso sólo fue posible porque dichos clubes actuaban en ligas distintas.
Con la unificación de las competiciones, de Freitas se quedó en el Botafogo, que era el equipo de sus amigos de partidos de barrio y bohemia, como João Saldanha, uno de los hombres más dignos de la prensa, de la izquierda y del fútbol en Brasil.
En el blanquinegro, Heleno representó el espíritu del pícaro romántico, transmitió alegría de vivir y no se enfadó con la bola, con ella, nunca, era imposible, jamás”
Heleno fue el primer gran ídolo deportivo que tuvo la ciudad.
El primer futbolista al que se le perdonaron hasta los malos partidos y los excesos en su vida privada.
Además de todo eso, Heleno fue muchas otras cosas más:
Intelectual, políglota, eterómano, jugador empedernido, se cuenta que perdió todo lo que se ganó en Colombia en un casino de Barranquilla.
Y la gran paradoja de su vida es que, en el fondo, odiaba el fútbol.
No se sentía a gusto entre los futbolistas.
Detestaba a los directores técnicos y a los árbitros.
Y curiosamente, donde mejor se sentía era en los círculos intelectuales de Río de Janeiro.
Sin embargo, su exquisitez fue un esteta del fútbol.
No ha habido nadie que tuviera una visión más poética del juego.
En lo personal, Heleno tuvo muchas amantes, tanto en Brasil como en Colombia, la mayoría prostitutas.
Según uno de sus biógrafos, Heleno fue amante de Eva Perón el año en que jugó en el Boca Juniors, dos años antes de llegar al Júnior de Barranquilla.
Incluso las mujeres que no se interesaban por el fútbol, iban al estadio sólo para verlo.
Cuentan que la dueña del prostíbulo más famoso que había en Barranquilla el año en que Heleno jugó ahí, confesó que el deportista la excitaba sexualmente, incluso viéndolo vestido.
No obstante, Heleno se casó con Hilma, hija de diplomático, amiga del poeta Vinicius de Moraes, el cual dedicó al novio "Poema dos Olhos da Amada", obra que sería perenne con la voz del cantante Sílvio Caldas.
Por otro lado y en aquella época, entristecido, el fútbol brasileño entendió que Heleno de Freitas, tan íntimo con la bola, jamás se entendería con los hombres.
En Buenos Aires, la tormenta psíquica le separó de su mujer embarazada.
Eran los tiempos del gran jugador, uno de los más grandes del momento, pero llegó el momento de la angustia, de la desesperación, del dolor.
Así lo registró “La Historia del Fútbol Mundial”:
“En 1953, la familia lo internó en la ciudad mineira de Barbacena, donde un amigo suyo era médico en una casa de salud.
Cuando le detectaron la neurosífilis en el hospital Santa Clara de Belo Horizonte, ya la mente de Heleno estaba destruida, así que no fue consciente de la tragedia.
Al principio, el sifilítico se precipitó en las tinieblas insondables de la locura.
Después, una revista lo mostraría en pijama, obeso y triste.
El hombre que fue llamado “El Futbolista Más Bello de Brasil” era entonces un guiñapo humano, pesaba poco más de 30 kilos y sólo le quedaba un diente.
Había perdido del todo la razón.
Por fin, sólo como un navío sin puerto y sin condiciones mentales para pedir un sacerdote, Heleno murió el 8 de Noviembre de 1959.
Eso sin saber que el país venciera en Suecia.
Sin saber que sería película “Heleno, O Príncipe Maldito” de Gilberto Macedo o la obra de teatro “Heleno-Gilda” de Edilberto Coutinho.
Y sin tiempo para leer esto de Armando Nogueira:
El fútbol, fuente de mis angustias y alegrías, me reveló a Heleno de Freitas, la personalidad más dramática que conocí en los estadios de ese mundo”
Heleno, O Príncipe Maldito es una película brasileña, dramática, del año 2012, dirigida por José Henrique Fonseca.
Protagonizada por Rodrigo Santoro, Alinne Moraes, Angie Cepeda, Erom Cordeiro, Mauricio Tizumba, Duda Ribeiro, entre otros.
Con un guión de José Henrique Fonseca, Felipe Bragança y Fernando Castets.
Heleno, O Príncipe Maldito es una mirada “acronológica” y en profundidad a la vida de Heleno (1920-1959), mítico y controvertido futbolista brasileño de los años 40, conocido como “Gilda” por su temperamento violento, igual y por el personaje sensual y neurótico de Rita Hayworth en el cine, usado en referencia a la vanidad que lo acompañaba en todo momento, y también para provocarlo, claro está.
Heleno fue El Príncipe de la Edad Dorada de Río de Janeiro.
Apuesto, encantador y refinado en los elegantes salones de baile, tenía un carácter explosivo y lleno de pasión en la cancha.
Heleno estaba seguro de que era el futbolista brasileño más grande de todos los tiempos, pero la guerra, la sífilis y una turbulenta vida lo alejaron de ese destino de gloria, precipitando la tragedia.
Heleno, O Príncipe Maldito narra el ascenso y la caída del talentoso y turbulento Heleno de Freitas, estrella del fútbol, interpretado por Rodrigo Santoro.
Heleno, O Príncipe Maldito gira en torno a la pasión que el balompié despierta en un país como Brasil y es la oportunidad de conocer a quien fue pieza clave del equipo de Botafogo en la década de 1940.
Filmada en blanco y negro, Heleno, O Príncipe Maldito recuerda las joyas del Cine Clásico de Hollywood, es un crudo recuento de la historia de un hombre que disfrutó del placer y la gloria para después ahogarse en la amargura del olvido.
Cuando era un deportista en activo lo tenía todo:
Reconocimiento y envidia de sus colegas, la admiración de los fanáticos, en especial de las damas, y el aprecio de los medios de comunicación.
Luego su universo se hizo pedazos, preso de una enfermedad nunca tratada y de su propio ego.
Así las cosas, en 1959, el famoso ex futbolista brasileño Heleno de Freitas pasa sus últimos días en un sanatorio Barbacena de Minas Gerais.
Totalmente devastado por una enfermedad que afectó el cerebro, pasaron meses sin hablar con nadie.
Un día, la madre de su hijo y mujer de sociedad, Sylvia (Alinne Moraes), y su mejor amigo y ex futbolista Alberto (Erom Cordeiro), ahora casado con ella, van a hacerle una visita.
Heleno, recibe sólo hablar de hechos pasados, desde hace mucho tiempo, cuando él era un gran jugador en el fútbol Botafogo y Regatas, el club de fútbol de Río de Janeiro.
Así vemos como el de familia rica, Heleno de Freitas divertía a veces a sus vecinos en la pequeña ciudad de São João de Nepomuceno en Minas Gerais, aunque más por sus precoces argumentaciones en debates con adultos, a los 8 años, que por su talento con el balón en los pies.
Heleno soñaba con ser abogado.
Más tarde, en Río de Janeiro, ya licenciado en Derecho de la Facultad de Ciencias Sociales de la Ley en Río de Janeiro, ahora Facultad Nacional de Derecho de la UFRJ, se consideró un miembro de la alta sociedad, con empresarios amigos, abogados y diplomáticos.
Su padre era dueño de una plantación y todavía se hizo cargo del negocio del papel y los sombreros.
Su vida estuvo marcada por las adicciones a las drogas como al éter; pero se dejó llevar por la pasión que sentía por el fútbol y por el Botafogo.
Cuando había un balón por el medio, el escenario en realidad no importaba:
Ya fuese en el fútbol playa, en un entrenamiento, en un partidillo en su bucólica ciudad natal o, por supuesto, en el Campeonato Carioca, las contradicciones de Heleno quedaban patentes.
Era un muchacho muy culto, galante, educado, siempre con las corbatas más elegantes, pero dentro de la cancha se transformaba:
La combinación de su perfeccionismo y un afán desmedido por la victoria lo convertía en un torbellino.
Las confusiones venían desde sus inicios, cuando lo sancionaban por ofender a los árbitros hasta cuando portaba el brazalete de capitán.
Especialmente en el Estadio General Severiano, donde Heleno jugó de 1939 a 1948 y marcó 206 goles en 235 partidos.
Heleno disfrutaba de muchos privilegios:
Era habitual que sus multas, por peleas o por perderse entrenamientos después de largas noches, fuesen anuladas o pagadas de manera informal por la directiva.
Al fin y al cabo, sin Heleno en la cancha la vida era mucho peor.
Se soportaba todo lo que hacía, porque se sabía que cuando saltaba al campo era para ganar.
Heleno habría ganado millones si surgiese años después.
En su época no había televisión para hacer popular a una estrella y aumentar su cotización, solo la radio.
¿Y qué locutor, después de haber entrevistado a jugadores apenas alfabetizados, no se esforzaba por extraer algunas palabras del doctor Heleno de Freitas?
Sabía analizar el juego con argucia, criticar severamente a un árbitro y llamar tuercebotas a los rivales.
Tras darse a conocer en el periodo sombrío de la Segunda Guerra Mundial, Heleno representó a la selección brasileña básicamente en reñidas contiendas frente a rivales continentales, con 14 goles en 18 partidos.
Heleno nunca participó en la Copa Mundial de la FIFA.
Siendo campeón carioca, su única oportunidad de hacerlo fue la edición de Brasil 1950, pero a los 30 años, ya no era el mismo.
Su obsesión se convirtió en el deseo de jugar en el recientemente inaugurado estadio Maracanã, que sucedió por un breve momento, con la camiseta de América.
Heleno estuvo más de un año parado, aunque activo en la vida social carioca.
Cuando el América decidió apostar por su fútbol en 1951, su personalidad era aún más difícil, probablemente ya desestabilizada por la sífilis.
Tan solo jugó un encuentro con el club, el día 4 de noviembre, contra el São Cristóvão.
Acabó siendo expulsado a los 25 minutos por ofensas a sus propios compañeros.
Esos fueron sus únicos 25 minutos en el Maracanã y, contra el mismo adversario de su debut oficial con el Botafogo, puso fin a su carrera.
A partir de ahí, la lucha se trasladó a otra esfera.
Al principio fue acogido por una familia cariñosa y unida, y posteriormente internado en un sanatorio, donde moriría a los 39 años.
Honestamente, antes de ver Heleno, O Príncipe Maldito no había escuchado absolutamente nada sobre Heleno.
Por lo que fue interesante descubrir parte de historia en Heleno, O Príncipe Maldito.
Aunque hay que tener en cuenta que más que narrar los éxitos y proezas de Heleno, Heleno, O Príncipe Maldito se encarga de mostrar su proceso de autodestrucción, que lo llevó a morir de sífilis en un sanatorio.
Heleno, O Príncipe Maldito es contada por fragmentos, alterando imágenes del presente degenerativo de Heleno en el sanatorio, con otras imágenes, en su mayoría en blanco y negro, que rememoran los recuerdos de la gloria del jugador. Ese detalle es interesante.
A pesar de todo, Heleno, O Príncipe Maldito en general es bastante regular, tiene una buena fotografía pero el gran peso del filme cae sobre los hombros de Rodrigo Santoro, que interpreta de forma sobresaliente a Heleno.
En realidad es el alma de Heleno, O Príncipe Maldito, y es Heleno mismo.
Tal vez uno de los puntos flojos es el guión, aunque son interesantes los fragmentos que destaca el director Henrique Fonseca de la vida de Heleno, para mostrar su autodestrucción, no deja de parecerme un retrato un poco superficial y poco profundo de la vida del futbolista.
Para quienes lo vieron dentro del campo, el recuerdo permanece, y nada mejor que un nuevo relato de García Márquez para consolidarlo.
Después de un estreno frustrante en Barranquilla, el público se enfureció, el Licenciado en Derecho que no llegó a ejercer, y delantero centro consolidado respondió en su segundo compromiso con el Junior.
“Según me cuentan algunos de los que estuvieron en el Estadio Municipal, el brasilero tuvo una actuación milagrosa”, narró el escritor.
“De forma práctica, el doctor De Freitas, que debe ser un buen abogado, redactó, con los pies, memoriales y sentencias judiciales no solo en portugués y español alternadamente, sino también citas de Justiniano en el más puro latín antiguo”, concluyó.
Puede que entre todas esas citas sobrasen algunos improperios.
Aun así, con el balón en los pies, Heleno era realmente un clásico.
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