54


“If you don’t look good, we don’t look good”

Studio 54...
¡Cuántas veces hemos oído este nombre!
¡Cuántas veces se ha nombrado como referencia de la discoteca más famosa de los 70!
Equivocadamente, se le llamó “La Famosa Discoteca de La Decadencia de los 70 y La Iniciadora de los 80”, ya que marcó la entrada de esa última década, recogiendo los mitos de los 60 y de los 70, y mezclándolos con los nuevos mitos de los 80, introduciendo el nuevo cambio social y musical.
Studio54, digamos que fue la imagen teatral, un “bluff” que sobrevivió, gracias a saber vender su producto, sirviéndose del jet-set de la época, a los vips; de viejos y nuevos triunfadores, incluso, promocionando a nuevas promesas que triunfaron durante los 80, como Madonna, Depeche Mode y un largo etcétera.
Studio 54 fue una legendaria discoteca neoyorquina, ubicada en la Calle 54 Oeste, en Manhattan.
Abrió sus gloriosas puertas, el 26 de abril de 1977, y fue clausurada en marzo de 1986.
Su apogeo coincidió con la fiebre por la música disco, y con una época de libertad sexual que se vio truncada por la aparición del SIDA.
El local fue reabierto posteriormente, pero ya en circunstancias muy distintas.
El edificio está a la vuelta de la esquina del Studio 50 de la cadena CBS, mejor conocido como “Teatro Ed Sullivan” y fue construido con estructura de teatro, y abierto con el nombre de “Gallo Opera House” en 1927, como sede de la compañía de ópera San Carlo, propiedad del empresario italiano, Fortune Franco.
De hecho, la infraestructura se inauguró con un montaje de la ópera “La Bohème” de Giacomo Puccini.
Sin embargo, su explotación como coliseo operístico fue breve, y pasó a ser local teatral, y de variedades.
Cambió de nombre varias veces, y llegó a ofrecer cenas como restaurante con actuaciones.
En 1942, la CBS compró la propiedad, y la empleó para retransmisiones de radio, hasta que la aparición de la televisión, le dio nuevos usos.
Desde los años 50, hasta mitad de los años 70, el espacio había sido el Studio 52 de dicha cadena, y no el 53 como se ha creído en algunas ocasiones, un escenario de radio y televisión desde el que se emitieron programas como:
“What's My Line”, “The Jack Benny Show”, “I've Got A Secret” y “Captain Kangaroo”
De hecho, la telenovela “Love Of Live” se produjo en ese local hasta 1975.
Cuando la CBS vendió el Studio de televisión 52, y se convirtió en una discoteca, fue rebautizado con el número de la calle en la que se ubica:
“Studio 54”
¿Cómo surgió?
Se pretendía vender un lugar donde estaba bien visto la droga, sobre todo y más concretamente la cocaína, y la homosexualidad uniéndola a la heterosexualidad, apostando por su integración, con el apoyo necesario de los más famosos.
Durante 33 meses, la legendaria discoteca fue la embajada del hedonismo más salvaje, y de la música disco.
Era el club para dejarse ver, drogarse, bailar, al que toda la gente como Jagger, Capote, Dalí, Grace Jones… quería entrar; si te dejaban, claro.
En Studio 54 había cocaína a montones, tanto que empapelaron las paredes con ella.
El local había sido, desde 1950 hasta mediados de los 70, el Studio de televisión y radio de la cadena CBS, pero la renta que pagaban era obscena.
De pronto, aparecieron en escena, 2 tipos forradísimos en dinero, con la idea de montar un club, y se lo quedaron.
Ellos eran:
Steve Rubell, el vividor; e Ian Schrager, el raro.
En menos de un año, reformaron el teatro por menos de un millón de dólares, y las invitaciones para el primer jolgorio se enviaron a “la élite de la música y el cine de Nueva York”
Hay que decir que, Rubell no era novato en este tipo de negocios.
Ya había dirigido otros negocios nocturnos, pero ningún en la isla de Manhattan, “Epicentro del Mundo”
Puede que Rubell no fuese un hombre influyente en aquel momento, pero tenía amigos, algunos de ellos con contactos como Carmen D'Alessio.
Ella era la relacionista pública del modisto Valentino Garavani, toda una “celebrity” en aquellos momentos.
Steve llamó a Carmen, que a su vez remitió invitaciones por correo, a 5,000 personas elegidas de sus listas de amigos y conocidos ilustres.
En el Studio 54 cabían 450 almas; y el 26 de abril de 1977, había tanta gente guapa haciendo cola, que se instauró un sistema de entrada que hará historia.
Steve Rubell se autoproclamó “puerta” y cada noche elegía a quien le daba la gana.
Al grupo Chic, esa institución de la música disco, les dejó en la calle; a Cher la mandó a paseo, dice la leyenda que se fue llorando después de decir:
“¡Pero si yo soy Cher!”
El populacho también podía entrar, bastaba con gustare a Rubell.
Otros como Frank Sinatra, o Woody Allen no pudieron entrar.
¿El motivo?
Algunos dicen que los porteros no les dejaron pasar…
Esa era una de las cosas que hicieron que el Studio 54 fuese legendario.
Steve Rubell era todo un personaje.
Él, y solo él, era el responsable del acceso a la discoteca.
Daba lo mismo quién fueses, si a él no le apetecía tenerte dentro de su disco, no pasabas.
Y es que al Studio 54 accedía gente de todas las clases sociales:
Había fontaneros, funcionarios, abogados, superestrellas, pintores como Andy Warhol, o escritores como Truman Capote.
El jet set y la clase obrera junta, por expreso deseo de un excéntrico.
Rubell mezclaba hermosos “don nadies” con glamurosas celebridades en el mismo recinto, pues seguía la lógica de que los extremos, o excesos, son el camino a la perfección, o como decía:
“El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”, citando la conocida máxima de William Blake.
En realidad, la finalidad de tal mezcolanza de público era más carnal que espiritual:
Rubell ofrecía a su clientela de VIPS un ambiente “a tono”, repleto de jóvenes aspirantes, sexualmente accesibles, y que quedaba a salvo de los flashes fotográficos.
Se cuenta que un día, Rubell le espetó a un conductor de autobús:
“Con esa camisa no puedes pasar”
El hombre se la quitó, enseñó unos abdominales celestiales, y Rubell dio la orden, de que se le levantara la cortina púrpura de terciopelo, que abría la puerta al “País de Las Maravillas”
He aquí su explicación a tan drástico código de bienvenida:
“Todo está hecho a ojo, por eso me quedo en la puerta.
Hay un tipo de persona que nunca pasará.
Gente que viene y me dice:
“Soy un millonario de Arizona”
No quiero muermos sentados, quiero que todo el mundo sea guapo y divertido”
La pista de baile estaba coronada, con una reproducción de la mítica figura del Hombre en La Luna, esa extraña cara que sale en la película “Le Voyage dans La Lune” (1902) de Georges Méliès, pero con un inhalador de cocaína enorme.
Pero la fiesta estaba en el 2º piso, en la que había encuentros sexuales de todo pelaje.
Y la súper fiesta, en el sótano.
Es difícil imaginar a La Princesa Grace de Mónaco, tomando una copa de champán en un sitio como ése.
¿Quienes pasaron por ahí?
Desde su primer personaje, Andy Warhol, invitado para abrir y dar publicidad como discoteca especial, donde se podía reunir el mundo del arte con el del cine, el de la moda y la música, cabalgaron desde:
André Leon Talley, Mick Jagger y su esposa Bianca, la cual entró a lomos de un caballo blanco el día de su cumpleaños, una semana después de la inauguración, guiada por un hombre completamente desnudo, hasta Truman Capote, Mohamed Ali, Dolly Parton, de la que se cuenta que en una redada policial, escapó por las escaleras de incendios, Grace Jones quien cantó allí su versión de “La vie en Rose”, Salvador Dalí…
Y no podían faltar:
Liza Minelli, Halston, Paloma Picasso, Rudolf Nureyev, Yves Saint Laurent, Maria Schneider, Debbie Harry, Brooke Shields, Eartha Kitt, Alice Cooper, Farrah Fawcett, el jovencísimo Michael Jackson, y un largo etcétera.
Y de todas las edades, “celebrities” veteranas, como el pianista Vladimir Horowitz, como actores maduros:
Zsa Zsa Gabor, Gloria Swanson, Bette Davis, Elizabeth Taylor....
Y del momento, como:
John Travolta, Al Pacino, Jack Nicholson, Richard Gere, y Sylvester Stallone, quién dicen, que se tomó la última copa del famoso Studio, en su primer cierre en 1980 llamado “El Final de La Gomorra Moderna”; incluso, la mamá de Paris Hilton estuvo en 1978...
De hecho, Studio 54 era tan abierto, que los primeros “Drags Queens” que aparecieron en una discoteca mezclándose con el resto, se vieron ahí, como la más famosa entonces, Divine.
Sus balcones eran famosos, por ser el lugar de encuentro de miles de parejas practicando sexo, sin ningún pudor delante de la gente; el uso de las drogas en la discoteca era ilimitado, quizá la parte más oscura de la discoteca.
Todos los días eran una fiesta continua, hasta bien entrada la madrugada del día siguiente, la mejor música disco de la época, se juntaba con conciertos de los mejores cantantes, y los espectáculos más grandiosos jamás vistos.
Todo lo que era relacionado con la discoteca, era de gran éxito y conocido por todo el mundo, mención especial de los “barmans”, que automáticamente pasaban a ser famosísimos, y cobraban cifras de dinero astronómicas, y todos los días pasaba algo interesante que contar en los periódicos del día siguiente.
Y Studio 54 fue llamado “La Autentica Juerga Nocturna”
Sin embargo, no todo era “escarcha” ya que se vivieron episodios escabrosos:
En una ocasión, encontraron en el sótano a una chica desnuda, maniatada a una tubería del techo, a la que habían dejado allí colgada durante un día, después de que varios hombres hubieran tenido sexo con ella.
Studio 54 tuvo una vida de 33 meses, en los que la fiesta no acabó nunca.
Era la época post-Vietnam, post- hippy, y pre-SIDA, y había tantas ganas de desfasar, que a nadie le hubiera importado morir en la pista mientras actuaba Diana Ross, Chic, Village People o pinchaba un DJ.
Studio 54 fue el vórtice de la cultura de club.
Cuando cerró y volvió a abrir en 1981, evidentemente, nada fue lo mismo.
Y después de sus sucesivos cierres y reaperturas, llegó a ser incluso, un club nudista, y más adelante, siguió como su inicio.
Actualmente, el local es un teatro donde se representan obras como “Cabaret” y algunos fines de semana, vuelve a convertirse en discoteca, pero ya no es lo mismo...
La discoteca Studio 54, pasara a la historia, por ser La Primera que no hacia distinciones de sexos, ni orientaciones sexuales, ni raza, todo era permitido a los ojos de su dueño.
Y es que tuvo tanto éxito y fama, que empezaron a surgir sus clones durante los 80, como “Studio 54” en Barcelona en 1980, otro en León – México, y el otrora famoso “Salsa 54” de San José – Costa Rica.
Hoy en día, un local con el nombre “Studio 54” se encuentra en Las Vegas, y siempre está abierto como club nocturno.
Cuenta con la familiar marquesina, así como el hombre en la luna con el inhalador de cocaína colgado en la pared.
Sin embargo, a pesar del éxito del club en su nueva locación, en Las Vegas, muchos sienten que no se trata realmente de “EL Studio 54”, sino una discoteca que lleva el mismo nombre.
La última vez que se vio a Steve Rubell antes de que muriera de SIDA, en el 1989, fue en la 5ta Avenida.
Vio a un grupo de sus antiguos clientes, cuando se acercó, se dio cuenta de que salían de Alcohólicos Anónimos.
Rubell, ya enfermo, se escabulló.
Ya no era ni guapo, ni divertido.
Steve nunca salió del armario, pero por todos era sabido su pasión por los hombres; bueno, por los hombres, por la bebida y por las drogas.
No se cortó las venas por el que dirán, y disfrutó de todos los pecados habidos.
Lo pagó caro, pero nos dejó una leyenda.
De esta leyenda, han aprendido el resto de locales nocturnos del mundo.
La fiesta no sería lo mismo sin el Studio 54.
Hasta la música no sería lo mismo.
Sino que se lo pregunten a grandes del sonido disco como Grace Jones, o The Village People.
El Studio 54 vivió deprisa, murió joven, y dejó un bonito cadáver.
El Studio 54 era el club que ayudaba a estar despierta, a “La Ciudad Que Nunca Duerme”
“Every night I think about staying home… then I come to my senses and give myself a good kick in the ass!”
54 es una película dramática, del año 1998, escrita y dirigida por Mark Christopher.
Protagonizada por Ryan Phillippe, Neve Campbell, Salma Hayek, Mike Myers, Sela Ward, Breckin Meyer, Sherry Stringfield, Michael York, Heather Matarazzo, Lauren Hutton, Mark Ruffalo, Ellen Albertini Dow, Thelma Houston, Ron Jeremy, Elio Fiorucci, Sheryl Crow, Georgina Grenville, Cindy Crawford, Heidi Klum, Donald Trump, Cecilie Thomsen, Frederique van der Wal, Veronica Webb, Art Garfunkel, Peter Bogdanovich, Beverly Johnson, Bruce Jay Friedman, Lorna Luft, Valerie Perrine, Amber, Ultra Naté, y Jocelyn Enriquez, entre muchos otros.
54 se basa en la vida de Tieg Thomas, quien trabajó en Studio 54, entre los años 1977 y 1982.
Pese a recibir una valoración negativa, he de reconocer que 54 me resulta un título que parte de la ventaja, de no jugar con la baza del moralismo, sino simple y llanamente, trazar una mirada, entre nostálgica y dura, de lo que supuso aquel fenómeno de masas, auspiciado por el complejo, repelente, y al mismo tiempo, fascinante personaje de Steve Rubell, del que Mike Myers ofrece una inesperada creación, revelando en él, las contradicciones de un hombre que sabía lo que se hacía; y que al mismo tiempo podía ser generoso y repugnante, y que logró levantar un imperio de lo lúdico, en un New York, en la que hacía falta un auténtico templo, en aquella convulsa sociedad urbana, dominada por un alto porcentaje de delincuencia, en la década de los 70.
54 nos ofrece una mirada que combina lo complaciente, con la dureza de una actividad nocturna, en la que no faltarán el consumo de drogas, las actividades sexuales, incluso gays; se señala al respecto, que los hermanos Weinstein cortaron las secuencias de este tipo, que relacionaban al protagonista, Ryan Phillippe, los productores cortaron 45 minutos, y que recientemente, han sido recuperadas.
54 se centra en el Nueva York de 1979.
Shane O'Shea (Ryan Phillippe) es un joven con una vida monótona y anodina.
Sueña con poder entrar una noche, en la discoteca Studio 54, en pleno Manhattan, la cual es la discoteca más exclusiva del mundo, un local donde si no eres famoso, resulta realmente difícil ser admitido.
Cierta noche, el propietario del negocio, Steve Rubell (Mike Myers), descubre a Shane en la cola, y ordena al portero que le deje entrar, decidiendo ofrecer al muchacho un trabajo en su local.
Allí, Shane iniciará su camino hacia el éxito, es decir a las drogas, el sexo, y la música disco, acompañado por una serie de jóvenes, cuya aspiración es aprovechar la oportunidad que les da la discoteca, para poder codearse con el mundo de la farándula, con la esperanza de que esto les ayude a consumar sus sueños.
54 alberga una sub-trama, que quizá no alcance las posibilidades con las que se plantea, como es el intento de relación entre Shane, al que finalmente veremos luciendo otro look, que inducirá a demostrar que la experiencia en la discoteca le ha permitido madurar, tal y como rezará esa voz en off, que acompañará el conjunto del relato, y Julie Black (Neve Campbell), una muchacha a la que el protagonista ha venerado desde que la contemplara en revistas juveniles, como una revelación como actriz, pero que en realidad, no es más que la intérprete de un culebrón.
Pese a estas limitaciones, quizá a no haber aplicado un más alto grado de sordidez al conjunto, aunque sería interesante contemplar las secuencias que fueron amputadas en su momento, y posteriormente han sido recuperadas, para poder darle un mejor “visto bueno” a 54.
La trama es sobre la vida de un adolescente, Ryan Phillippe, sin nada que perder, que se va de la casa buscando fama y pasarlo bien; y lo logra, ingresando al selecto círculo de Studio 54, en donde comienza a trabajar de cantinero, y se le abre el mundo de la diversión, la fama, las drogas, y el sexo; pero se da cuenta que todo trae sus consecuencias, y que nada es para siempre.
Shane O’Shea, un exquisito Ryan Phillippe, encarna su personaje tal y como requería el guión:
Un muchacho de belleza casi angelical, entre dios griego y deseo carnal, que muy pronto captará la atención de Rubell, siempre tan exigente, a la hora de ofrecer a esa distinguida clientela, que se aglomera cada noche a la puerta de su discoteca, prometiendo en su interior, placeres y situaciones casi ensoñadoras.
A partir de dicho punto de partida, cierto es que el guión de 54 no propone un especial grado de singularidad, más allá de la acogida que a Shane le brindan la pareja formada por Greg Randazzo (Breckin Meyer) y Anita (Salma Hayek), ambos integrados en el personal de la enorme discoteca.
Ryan Phillippe me parece un actor con un gran potencial, me ha gustado su actuación, me ha parecido convincente, y realmente, el chico puede presumir de aparecer especialmente atractivo, en 54.
Neve Campbell está aburrida y sin chispa alguna; su relación con el personaje de Phillippe es poco creíble, forzada, y está mal desarrollada, totalmente desperdiciada.
Salma Hayek vuelve a lucirse como la chica latina típica, totalmente encasillada, y aquí su actuación no me ha gustado, es sobreactuada y poco natural.
Sela Ward como Billie Auster, quién aparece muy poco, en cambio, me ha encantado.
Gran actuación de Mike Myers, dándole al personaje lo necesario para hacer creíble un personaje sumergido en “la fiesta” y embriagado en el ambiente retro de Studio 54.
He de reconocer, que en no pocos momentos, me dejo llevar por la moderada magia que esgrime 54, lo reconozco, en ello contribuye su banda sonora, de la que se vendieron millones de copias, e incluso, en sus instantes finales, me transmite una cierta sensación de melancolía.
La presencia en los títulos de crédito finales, de fotos de personalidades, que en la realidad, visitaron aquella mítica discoteca, servirán para mostrarnos una idea, de la significación que aquel sueño del contradictorio Steve Rubell, ofreció a miles de ciudadanos de su tiempo… sobre todo, aquellos que se lo pudieron permitir.
Tal vez 54 no sea de las mejores que se han hecho sobre la fiebre discotequera de los 80, pero solo por disfrutar de su banda sonora, que machacó las pistas de baile durante ese año del pasado siglo, merece la pena verse.
Hay que decirlo todo, y 54 NO es la película definitiva de la extravagante discoteca, esa aun no ha llegado, pero esta producción es una obra llena de amor y melancolía, por una época que jamás volverá.
“Knock On Wood”
No todo fue bueno en las noches de los 70/80, en Studio 54, pero su influencia en la actualidad es innegable.
Por ello, 54 es recomendable para todo el que quiera entender la historia de las discotecas, y las noches de fiesta y desenfreno.
También para quien le guste de por sí todo eso, en la actualidad, y sobre todo de aquella época, incluso hace querer vivir esos tiempos, y tener la oportunidad desde dentro, de lo que fue todo aquello, y bailar música disco sin parar, rodeado de la gente más desinhibida, y con ganas de juerga posible; sin tanto desenfreno de drogas, eso sí.
No obstante, en 54 hay un logro, todo lo humilde que se quiera, de acertar transmitir al espectador, ese estado de ánimo que se plasmaba en un lugar de encuentro, al que acudían todo tipo de personalidades, encandilados por la labor constante que ese demiurgo, negociante, estafador, pero al mismo tiempo, fascinante, personaje de Rubell, supo ofrecer durante bastantes años, a numerosos espectadores de un nivel adquisitivo alto.
Cada noche, su lujoso recinto parecía una representación, como la de aquella anciana octogenaria, Disco Dottie/Mona (Ellen Albertini Dow) con la que Shane se encontraría un día en la farmacia, y que fallecerá en plena actuación, inicialmente triunfal, de Anita, provocando una extraña situación, en la que se revelará la escasa sensibilidad que Rubell esgrimía a la hora de llevar a cabo su negocio.
Deudor de un constante consumo de drogas y otros excesos, articulador de una doble contabilidad, el dueño de la discoteca, finalmente será capturado por las fuerzas de La Ley, siendo condenado a año y medio de cárcel.
Un espacio de tiempo, quizá no demasiado amplio para una persona normal, pero si demasiado dilatado para un ser ya de por sí excesivo, que a su libertad, se encontrará como la discoteca ya no es propiedad suya, pero al que se le permitirá una última noche de gloria, reuniéndose allí, todos sus amigos, e incluso algunos que dejaron de serlo.
Y resultará bellísima, la manera con la que desaparecerá de escena, para alguien que en todo momento procuró sorprender al espectador, a través de espectáculos en los que el kitsch predominaba, entre oropeles, brillos, y situaciones que parecían de otro mundo.
Así las cosas, el 04 de febrero de 1980, se celebró “La Muerte de La Gomorra Moderna”, el último fiestón de máxima depravación, antes de la clausura de esta célebre discoteca, justo cuando se descubrió que sus gerentes, Steve Rubell e Ian Schrager, habían defraudado a Hacienda, $2,5 millones.
Cuenta la leyenda, que a mitad de la noche, las cajas registradoras del local se vaciaban.
De ahí hasta el final, era la caja final del día, es decir, por la que presentaban impuestos.
Rubell llegó a decir, que ganaba $7 millones al año, “algo que sólo ganaría un mafioso”
Y el Gobierno cargó contra él.
Con el inicio de la década de los 80, llegó el ocaso del Studio, tal fue el acoso del Gobierno a Rubell, que éste decidió cerrar su mítico club.
Rubell respondió, acusando a un alto cargo del gobierno de Jimmy Carter, de haber consumido cocaína en el sótano del local…
Semanas más tarde, se procedió a registrar el club de número 54, de la calle 254 West, en Manhattan, Nueva York.
Se encontraron con bolsas de basura, que escupían billetes, y paredes rellenas con sorpresa:
Cocaína y más dinero.
Por supuesto, esto no escandalizó a nadie.
Desde su puesta de largo, el 26 de abril de 1977, Studio 54 se había convertido en “El Club de Clubes”, “La Embajada del Hedonismo”
Porque los ídolos de barro, la belleza física, y los placeres mundanos, son pasajeros.

“Don't Leave Me This Way”



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