Notre Paradis


“Une vie gay est comme celle d'un chien J'ai trente ans, je suis vieux”

En plena crisis, todos buscamos formas de salir adelante… por ello, diferentes y/o variopintos oficios, suman adeptos en función a la demanda que poseen.
Uno de los tantos, es la prostitución en cualquiera de sus vertientes.
Y no resulta ser el oficio más antiguo por pura casualidad; es un oficio, que con el correr de los siglos, no modifica su esquema, y sigue tan primario como en sus inicios.
Cualquier ser humano con algo de encanto, y ganas de dinero rápido, puede hacerlo; quizá por ello, últimamente los anuncios de servicios sexuales van en aumento, y la prostitución masculina, “chaperos” o como quiera llamársele, orientado al público homosexual, o “masculino” es una de las mas ofertadas.
Y al igual que en la prostitución femenina, en la masculina también existen niveles.
Los hay de alto estándar que se denominan “escorts”
Ellos no se diferencian por razas ni nacionalidades, quizá sí, en su grado de instrucción, ya que tratan de “profesionalizar” el oficio; y aducen diferenciarse de sus “colegas más económicos”, puesto que su “record”, poseen trabajos sexuales normales, hasta sofisticados.
Además de contar con la presencia suficiente para servir de acompañantes o “escoltas”, que viene a ser su traducción, para cenas, eventos, viajes, etcétera.
Su tarifa resulta ser elevada, como lo es también la inversión que dedican a su persona.
¿Y cómo conseguir trabajo si no tienes papeles?
La prostitución masculina, se ha convertido en un medio de supervivencia para cientos de muchachos, muchos de ellos, inmigrantes clandestinos.
En casi todas las grandes ciudades, hay zonas de chaperos, muchachos que ofrecen sus favores sexuales a otros hombres, a cambio de dinero rápido.
El 90% de ellos, resultan ser inmigrantes, muchos clandestinos.
Un análisis realizado a ese grupo indica, que su media de edad es de 25 años, aunque la edad puede bajar sensiblemente en ciertos casos, y por lo general, se prostituyen porque así lo quieren.
Y al no siempre tener que lidiar con el proxenetismo, pueden ejercerlo libremente y sin presiones, desarrollándose en diferentes lugares de ocio homosexual como:
Bares, discotecas, saunas, o en plena calle como en plazas, parques, barrios rosa, etc.
En la mayoría de los casos, estos trabajadores son consientes de su homosexualidad o bisexualidad, pero también existen trabajadores sexuales, que dicen ser “hombres que se prostituyen para homosexuales” no considerándose homosexuales, ni bisexuales, sobre todo los provenientes de países de arraigada tradición machista, ya que toman su oficio como otro cualquiera.
Lo primordial es el dinero que consiguen del cliente, en ocasiones a cualquier costa, lo que los hace muy peligrosos.
Aunque el peligro puede venir de cualquiera de las partes.
En estos espacios, se encuentran trabajadores conformados mayormente, por chicos de América Latina:
Argentina, Colombia, Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Honduras, Perú, México, República Dominicana, entre otros.
Europa:
Albania, Bulgaria, Rumania, Polonia y estados de la ex Yugoslavia, y el Magreb: Argelia, Marruecos y Túnez.
En las casas, o pisos que hacen de burdeles para público homosexual, abundan los chicos provenientes de Brasil y asiáticos de Filipinas y Tailandia principalmente.
En estos casos, suelen ser manejados por proxenetas, ya que suelen ser traídos por mafias organizadas.
También los hay franceses, checos, italianos y portugueses por lo general.
La mayoría no suelen trabajar bajo el control de un proxeneta, y a esto se les suma “el plus” de poder hacerlo en su propio espacio, ya que al ser comunitarios, tienen más oportunidad de optar por un piso de alquiler.
Lamentablemente, no hay un control sanitario específico para los hombres que ejercen la prostitución, como lo hay para las mujeres, lo que ha conllevado que el VIH se concentre en uno de cada 5 de estos trabajadores.
El consumo desmedido de alcohol y/o drogas que adicionan a sus encuentros, suelen ser detonantes para ceder a ciertos requerimientos de riesgo sexual.
Todo bajo una misma premisa:
Obtener el mayor dinero posible.
Esto es algo que preocupa mucho a todos los homosexuales, y muy en particular a los “chaperos” que tienen como medio de vida el comercio con su cuerpo.
Eso les conduce a veces a buscar a gente más joven, cuando se van haciendo mayores.
“C'est comme l'autre... Comme tout le monde”
Notre Paradis es un film dramático francés, con tintes de terror y crimen, escrita y dirigida por Gaël Morel, en el año 2011.
Protagonizada por Stéphane Rideau, Dimitri Durdaine, Béatrice Dalle, Didier Flamand, Raymonde Bronstein, Malik Issolah, Mathis Morisset, Jean-Christophe Bouvet, Ludovic Berthillot, Jean-Marc Léon, Jacques Grant, Djamel Mehnane, Jeremy Nebor, Roland Copé, Rabah Zahi, entre otros.
Notre Paradis es una película sórdida y escalofriante, cuya trama se desarrolla en torno a la prostitución masculina, a la hora de acercarnos un París nocturno de prostitutos, bares, y encuentros sexuales.
Notre Paradis es una “Fatal Attraction” homosexual de amantes ricos, y putos inconscientes.
En realidad, Notre Paradis no es muy diferente de Bonnie y Clyde, Butch Cassidy y Sundance Kid, o cualquiera de un sinnúmero de otras películas comerciales sobre parejas criminales...
La excepción, es que Notre Paradis está ambientada en Francia, por lo que incluso, los asesinatos son “civilizados”, y las armas de fuego no juegan ningún papel.
No hay persecuciones, ni escapes, ni explosiones, y ninguno de esos ruidosos melodramas que mete Hollywood sobre películas de crímenes.
Notre Paradis es ante todo, una historia de amor, una historia de amor dulce y sorprendente, entre un hombre muy joven y otro de casi el doble de su edad; y es tan poco convencional como una película puede ser, ya que sigue sin estereotipos de cualquier género; y en el fondo, parece ser una exploración sexy de las relaciones inter-generacionales entre los hombres gay, y las consecuencias violentas de la explotación.
Notre Paradis es una historia de amor, sexo y violencia, entre 2 prostitutos masculinos de París.
Cuando el mayor, Vassili (Stéphane Rideau), un prostituto que descubre que sus clientes, están empezando a pensar que él es demasiado viejo a los 30 años, un pecado mortal en el mundillo de la prostitución masculina, y que cada día, encuentra más dificultades para ganarse la vida, ante clientes ávidos por “carne fresca y joven” y comienza a desarrollar una compulsión asesina por vengarse de quienes piensan mal de él, y a cobrarse, inclusive, viejas deudas.
En medio de estos brutales pensamientos, se hace amigo de un joven prostituto (Dimitri Durdaine), que descubre golpeado en el Bois de Boulogne, y se lo lleva a su casa.
Los 2 hombres se convierten en cómplices y en amantes, y a partir de ahí, se dedican a prostituirse, y a robar a sus clientes.
El amor florece con Angelo, pero esto no detiene esta dramática historia de sexo, amor y violencia, no siendo Notre Paradis para los débiles de corazón. Posteriormente, los personajes hayan la necesidad de salir de París, desatando una huída tremenda.
Notre Paradis funciona en su primera parte, como retrato del submundo que nadie ve pero que existe, el de las citas a altas horas de la madrugada, el de discotecas de ambiente, y el de penetraciones a oscuras en la oscuridad.
Notre Paradis incluye una historia de amistad femenina, Anna (Béatrice Dalle), que si bien puede entenderse como una demostración de aquella otra vida, que Vassili hubiera podido tener, o tal vez, un subrayado de guión, con tal de ampliar el muestrario de personajes magullados que viven de noche, y duermen de día.
La relación entre ellos es sublime, de entrega absoluta e incondicional; pero al lado de este paraíso, linda el infierno.
Primero, los personales:
En el caso de Vassili, ese infierno es la propia lógica de la vida:
El paso de los años.
Ese viaje, que en los primeros tramos te coloca en el centro del luminoso escaparate, para tu mejor adoración, y después, casi sin transición, arrinconarte en el cuarto de los desperdicios, como un trasto viejo de 30 años.
Pero los trucos de Vassili son cada vez más fuertes, puesto que ya no es joven y atractivo, por lo que tiene que hacer cosas “kinkier” o extremas, para permanecer en el negocio, entre esas asesinar.
Y cada asesinato tiene sentido, porque los vemos desde el punto de vista de Vassili, que lo hace porque tiene que hacerlo.
Lo hace porque, los que él mata necesitan ser asesinados.
Él tiene su propio código moral, y dentro de ese código, todo lo que hace es perfectamente coherente.
De hecho, los comete después de recibir insultos leves de los clientes descontentos con su edad.
Si había otras razones que motivan a matar, el guión nunca los mencionó.
Inclusive, cuando se dan este tipo de relaciones sexuales, nunca son iguales, y en gran medida, se ve afectada la explotación de la pareja más joven, con consecuencias violentas.
De hecho, hay una crítica muy acerada contra este:
En un momento dado, Vassili dice:
“A los gays nos ocurre como a los perros con la edad: la multiplicamos...”
El otro infierno que rodea este paraíso, es la propia noche, la clientela que los busca.
Vassili mantiene con esta, una relación amor/odio.
Sabe de su necesidad, de que es el único camino para conseguir dinero; pero a la vez, cuando se encuentra con ciertos tipos, su instinto, asesino o justiciero, pues Gaël Morel sitúa argumentos para que estos crímenes sean vistos desde esta doble perspectiva, y actúa.
Hay que aclarar, que Vassili no es un psicópata.
No mata por matar; mata por el rencor y el odio que le produce el “sentirse gay” o porque no tiene futuro como tal, ese sentir que despacha diciendo:
“Es como los demás… Igual que todos”
Todo lo que odia de él, y de los demás, pues él también forma parte del mundo gay, es la espoleta que prende esta ceremonia del horror.
La relación de Vassili con el joven Angelo, es el único acoplamiento tierno y amoroso en la pantalla, ya que la violencia de Vassili es quizás, el resultado final simbólico de toda esta explotación y fugaz lujuria.
La frase que le dice:
“¿Por qué llegaste tan tarde?”
Explica que la vejez, es una de las causas de su odio a la vida, y que el amor le ha llegado muy tarde, odio que sale matando a su demonio del pasado, y darse cuenta que ya está viejo, acabado, y sin futuro.
A su lado, como amante y cómplice, Angelo (Dimitri Durdaine), un joven sin pasado, que aún no ha cumplido la veintena, pero que encuentra en Vassili, la protección y el amor que busca.
Angelo es joven y guapo, pero no sabemos nada acerca de su pasado, que es probable que sea un ser lleno de cicatrices también.
Angelo no es un tonto o un masoquista, él se refiere a Vassili como un esclavo al amo, el cachorro del oso, el muchacho de papá, o cualquier otro de los estereotipos “Dad & Son” gay.
El simplemente ama Vassili.
Cuando Vassili ve eso, Angelo no tiene ningún deseo, de encontrar a alguien de su misma edad, aunque sea casual, y comienza a confiar en la relación también.
Angelo intenta conseguir que deje de matar, pero se hace evidente que no lo hará, por lo que en lugar de dejar Vassili, Angelo se queda con él, y de vez en cuando ayuda a conseguir los objetivos.
Una vez más, Durdaine es impresionante, no más de 19 o 20 años, es el jovencito perfecto, y pasa la mayor parte del metraje desnudo, incluyendo una escena extrañamente erótica, cuando después que lo rescata Vassili, lo lleva donde un médico, el cual hace un examen interno, introduciendo un tubo con cámara, en el ano de Durdaine, con el fin de investigar si el recto del joven muchacho, presenta daños de una posible violación.
En su lugar, se encuentra con sus entrañas como “suave como la seda” a la vista.
No sólo tenemos la oportunidad, de probar cada centímetro del exterior de Durdaine, también conseguimos un vistazo dentro de él también. Afortunadamente, Stéphane Rideau, siendo lindo como el infierno, también muestra todo lo que tiene dentro.
Ambos se necesitan mutuamente para sobrevivir.
Buscan “su paraíso”, sin importar el costo.
Curiosamente también tenemos a otro personaje, el infantil, e inocente, lo que todos los personajes fueron, el niño, el joven Vassili (Mathis Morisset) con enigmático nombre que sugiere que es vástago del personaje homónimo, pero que no es comprobado y que tiene una idea de las situaciones que suceden a su alrededor.
De hecho, la última escena, desde su inocencia, después de haber presenciado un hecho horroroso que lo marca, es el detonante de que caigan todos los personajes por lo que pareció ser un mal entendido, una confusión de los hechos, pero que desde su perspectiva como niño no son del todo disparatadas.
Un acierto de Morel, es no abandonar a la pareja de homosexuales, sobre todo la protagonista.
En cualquier otra película, una vez cometido el primer crimen, habría un espacio para los “buenos” los policías; sin embargo, aquí asistimos de un crimen a otro, sin que estos “buenos” perturben el desarrollo de la historia.
Otro acierto, es cierta melancolía que se desprende de los personajes.
Todos, y cada uno de ellos, saben que los “paraísos” son efímeros.
Un encuentro que Vassili mantiene con una gran amiga de su juventud, durante la huída que emprenden, lo ilustra muy bien cuando le dice:
“Todo lo que conocías ya no existe”
Esto carga a la historia de un dramatismo anunciado.
De igual manera, que se han perdido otros paraísos que ya han vivido… este presente también, dejará de existir.
Respecto a los desnudos, ninguno que pudiera calificarse de “full frontal” es más, raramente muestran mucho, excepto la piel.
Como curiosidad, todos los hombres desnudos en Notre Paradis tienen barriga, lo cual es muy refrescante en una época, cuando los cuerpos son de gimnasio, bronceados, sin pelo, y menores de 30 años, como los que siempre aparecen en películas gay estadounidenses.
Por otro lado, Notre Paradis no juzga a los mayores por desear a los jóvenes, de hecho, se deleita con ello.
Me quedo con una frase de Vassili:
“La vida de un gay es como la de un perro; yo tengo 30 años y ya soy viejo”, en demostración de ese mundo prohibido, preocupado por alimentar lo fugaz, lo superficial, lo fútil; vestigios de una realidad homosexual definida por el onanismo y la identidad fracturada, reflejos de un “modus vivendi” tan desaconsejable como caduco.
Por todo esto, resulta coherente y hasta deseable, que Notre Paradis termine castigando a sus personajes; y nos dice, que “el paraíso” del título es inalcanzable, y que Vassili y Angelo, como intuíamos, nunca encontrarán su lugar en el mundo.
Y es a mí entender, que en este mundo capitalista, hay 3 maneras de vender las cosas.
La primera, es cuando el gran capital vende al proletario.
Como el proletariado siempre es la clase más numerosa, estas ventas están deshumanizadas.
Como un supermercado con todos los productos amontonados, o en una tienda, donde los dependientes desconfían hasta cuando vas a los probadores, etc.
La segunda, es cuando se vende a los grandes ricos.
Esas tiendas donde los dependientes saludan con una sonrisa falsa, y adulan forzadamente a sus clientes.
Por último, están esas tiendas, donde el vendedor es como el propio artesano, que se nota que ama el producto que hace o vende.
Es el dependiente, que está feliz porque te intereses, o quieras comprar sus cosas.
Alguien que nunca te va a intentar vender lo que no quieres…
Yo creo que con el sexo, y con los “chaperos” pasa lo mismo.
Están esos “chaperos de bajo coste” a los que no les importa una mierda su cliente.
Ellos van allí, a cobrar su miseria, e intentan que se corra lo antes posible, pasar pronto el trámite de la maquinaria capitalista.
Luego están esos “chaperos de lujo” que se llaman a sí mismo “escorts”
Cobran tarifas por horas, porque “su tiempo es importantísimo”
Presumen de ser muy profesionales, mientras adulan a su cliente, hasta lo vergonzoso, mientras por dentro les dan asco.
Finalmente, están “los artesanos del sexo”
Los que aman lo que hacen, comer vergas, y que gustan que la otra persona lo disfrute, estableciéndose un lazo con esa persona; los 2 disfrutan de lo mismo.
Esa complicidad es la clave.
Que la otra persona sienta que la aprecias, que no es un puto cliente, bueno, un cliente de un puto, sino que hay algo de amistad.
Que al final le cobras porque tienes que cobrarle, pero que es alguien que te cae bien, alguien especial, y con el que estás a gusto.
Que terminas de follar, y no tienes ganas de irte, sino de estar más rato charlando.
Que ese besito de despedida, diciendo que te ha encantado, y que lo has pasado genial, es sincero.
Por otro lado, consideremos al hombre que apela a sus atractivos viriles, para que se le pague por su desempeño en la cama, con alguien del mismo sexo, o con una mujer que lo desea.
La virilidad responde a una demanda, a un modo de vida, a una opción promiscua o solitaria de la pareja.
Hay distintas categorías del deseo, uno de los aspectos de este juego, será descifrarlo, que traicionen el deseo verdadero, la animalidad, las pasiones desenfrenadas.
Cuando la relación se prolonga, el modelo no funciona, se aburre, y regresa a sus aventuras callejeras.
La persecución obsesiva, y torturante que se da en la pederastia, como en la relación de intercambio monetario, falsea la relación.
El cliente depresivo está acabado, el que se enamora puede hacer cualquier cosa, las exigencias desmedidas llevan a la persona, a arriesgar su vida bajo el empuje de Eros.
Para seducir, se realzan las virtudes corporales y naturales, la venta feminiza al prostituto, venerado, y maltratado.
Saca partido de las necesidades del otro, y de sus propios atractivos.
¿Cuántos hombres se dejan comprar?
Más de los que pensamos.
Se dejan comprar por hombres y por mujeres que los desean, y comparten favores sexuales.
“¿Deseo tanto a este hombre, que le pago lo que sea para estar con él?”
Y con los años, se ha pasado de la condición homosexual secreta, a una mayor visibilidad.
Curiosamente, los jóvenes que se prostituyen, no se consideran homosexuales, esta permanente contradicción, los hace justificar su hombría.
La mayor dificultad que enfrenta este estudio, es la clandestinidad en que dichas relaciones se consuman.
El amor y el comercio en estas relaciones, pueden presentarse con un sentimiento amoroso, cabe la posibilidad del cliente por el hombre o del adulto mayor por el joven.
Este amor paradigmático suele no acabar bien, y estas relaciones afectivas deberían pensarse mejor.
La prostitución masculina debe ser pensada, como la expresión de una diferencia de valor sexual entre los cuerpos, que se traducen en una operación comercial para uno, y una degradación para el otro, o ambas.
Las personas que venden sus favores, deben ocupar ciertas posiciones desde antes que se consuma en los encuentros.
Las condiciones del mercado sexual, pueden tornarse altamente mutables y transgresoras, extendiéndose a manifestaciones orgiásticas.
Los laberintos del negocio, suelen complicarse, cuando uno de los participantes se vuelve violento, y esto puede desencadenar en la muerte, o en una agresión corporal.
La intensidad del deseo y la pasión, pueden intensificarse como esfumarse.
La relación involucra un gasto, suntuosidad, lujo, es una fiesta, un derroche de erotismo, que acaba en la absolución por el dinero que paga y lava toda culpa.
El que se prostituye, mantiene una distancia afectiva, que no necesariamente la tiene quien paga por el servicio, a veces, el chulo no llega a excitarse, o se excita por el dinero.
Encontramos muchos asesinatos violentos, crímenes pasionales, cuando la tentación del crimen y la sangre ronda a uno de los involucrados, o se siente herido, o utilizado, burlado.
Parece haber un cierto goce por el peligro, y la clandestinidad en estas relaciones.
Vemos incrementos entre la prostitución masculina y la delincuencia, el robo y la traición, encontramos muchos casos de asalto y agresión violenta, que termina en el asesinato.
La violencia del goce suele excitar a muchos, el fantasma de la violencia, revela perfiles derivados del ritual prostitutivo.
Es terrible ver hombres maduros correteando chiquillos, y pagándoles lo que sea para conseguir sus cuerpos y favores sexuales, pero es cada vez más común.

“Tout ce que nous savons, n'est pas...”



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