Sullivan's Travels


“I want this picture to be a commentary on modern conditions.
Stark realism.
The problems that confront the average man!”

La tensión entre lo artístico y lo comercial parece, sin serlo, connatural a un arte de fusión como es el Cine.
Lo parece, porque los historiadores nos dicen que existió desde los tiempos primigenios de El Séptimo Arte, cuando empresarios franceses y norteamericanos, pugnaban por abrir ese mercado y coparlo.
Y porque, en cualquier caso, la crítica cinematográfica, y los muros de esnobismo que fue construyendo, ha ido convirtiendo esa tensión, cultura-espectáculo, en otra cosa, un monumental prejuicio:
Creación-especulación.
Todo parte de una “presunta” teoría cinematográfica, que opone la calidad artística a las cualidades, presuntamente sólo artesanales del cine, de los grandes estudios de Hollywood.
A pesar del legado de la revolucionaria cinefilia francesa, que emergió en los años 50 del siglo pasado, los que reivindicaron el genio creador de tipos como Charlie Chaplin o Alfred Hitchcock, con los años se ha ido consolidando por parte de algunos “presuntos” intelectuales, la percepción de que la autoría como trazo estilístico reconocible, es el único interés apreciable en este Séptimo Arte, y que por ende, excluye los exponentes comerciales del mismo.
De establecer y tensar al extremo la dicotomía entre “cine de calidad” y “cine para las masas”, subyacen falacias como la que establece una relación inversamente proporcional, entre presupuesto y excelencia artística.
El arte nos oferta una variable de opciones fascinantes, y cada situación humana permite ser abordada desde diferentes perspectivas, siendo posible el goce, el entendimiento, la reflexión… o la sensibilización, según sea el caso, pero, por todos estos caminos, se puede acceder a la luz, y al despertar.
Se dice que el cine estadounidense maduró en los 60, cuando se rompió con el horripilante Código Hays, y el sistema de los estudios, porque trataba temáticas comprometidas, pero 20 años antes, Preston Sturges ya lo hacía retratando sin tópicos, al indigente y al excluido de una forma extremadamente respetuosa.
“I want this picture to be a document.
I want to hold a mirror up to life.
I want this to be a picture of dignity!
A true canvas of the suffering of humanity!”
Sullivan's Travels es una comedia escrita y dirigida por Preston Sturges en 1941.
Protagonizada por Joel McCrea, Veronica Lake, Robert Warwick, William Demarest, Franklin Pangborn, Porter Hall, Eric Blore, Robert Greig, Jimmy Conlin, entre otros.
Muy curiosamente, justo en el mes en que se estrenó, diciembre de 1941, los japoneses atacaron Pearl Harbour, y empujaron a los EEUU, convalecientes todavía de La Gran Depresión, a un conflicto armado, que dejó 50 millones de víctimas, la inmensa mayoría civiles.
Eran tiempos oscuros y difíciles, la civilización occidental se hallaba en la peor encrucijada de su historia, y no se sabía, ni mucho menos, si sería posible salir de ella.
Sullivan's Travels está cariñosamente dedicado:
“En memoria de quienes nos hicieron reír:
Saltimbanquis, payasos, y bufones de todas las épocas y naciones, cuyos esfuerzos aliviaron nuestra cruz, con cariño les dedico esta película”
De hecho, Preston Sturges fue el primer guionista, que pasó a ser director, y Sullivan's Travels es mucho más que una genial película, más incluso que un logradísimo compendio de géneros diferentes:
Screwball, slapstick, persecuciones, comedia romántica y sofisticada, drama carcelario, social, cine de acción, y de aventuras, cuento de hadas, incluso musical, cine de animación, en inserto esencial, melodrama, policiaco, y cine dentro del cine, es una película sobre el mundo del cine, que mete el dedo en el ojo de la industria, como pocas se han atrevido a hacerlo.
La fotografía realza la comicidad visual, contrapone la serenidad del lago, y la paz de la prisión, explica con imágenes superpuestas, la confusión del amnésico, acelera la velocidad de las imágenes con fines cómicos, y se beneficia del excelente vestuario de la oscarizada Edith Head.
Sullivan's Travels representa, en suma, un homenaje al cine en su conjunto, aunque muy especialmente, a la comedia.
Por Sullivan's Travels se pasean o corretean, en espíritu o en carne mortal, el cine silente y el sonoro; “The Kid” de Chaplin, Miguel de Cervantes y John Steinbeck; King Vidor, Frank Capra, Ernst Lubitsch, y otros grandes de Hollywood; como Laurel & Hardy…
Sullivan's Travels sucede en su periodo histórico contemporáneo, esto es en los años de La Depresión, poco antes de la entrada de EEUU en el segundo conflicto bélico Mundial.
La estructura está modelada sobre la base de la novela “Gulliver's Travels” (1726), de Jonathan Swift, sobre un director de comedias de cine de éxito, que quiere hacer films importantes, cine con sentido social, en la línea del “New Deal” de Roosevelt, para promover un capitalismo con un estado benefactor, donde propietarios y proletarios no se destrocen mutuamente.
Y para eso, quiere mostrar el mundo de los pobres, en lugar de una comedia, o un musical; pero sus productores le hacen notar, que nunca conoció la pobreza.
Entonces, Sullivan decide realizar la exploración del mundo de los pobres.
Y la encara como una serie de viajes a tierras lejanas.
A mundos ignotos, tan extraños y exóticos para él, como el país de los enanos, o el país de los gigantes; y como Gulliver, realiza 4 viajes:
En pleno periodo de La Gran Depresión estadounidense, John Lloyd. Sullivan (Joel McCrea) es un célebre y exitoso cineasta de Hollywood, que ha hecho fortuna haciendo películas ligeras, de entretenimiento.
En consecuencia, y dadas las circunstancias presentes, Sullivan sufre una crisis de conciencia social; y comunica al jefe de los estudios, Mr. Lebrand (Robert Warwick), su intención de cambiar de registro cinematográfico.
Y es que John L. Sullivan es un director de cine con una carrera consolidada, a la que él piensa que le ha de dar un giro por lo que le rodea.
Su cine es de evasión, cómico, divertido, básicamente insustancial.
Con poca chicha, y mucho no sé qué, que se dice.
Todos están contentos con él, menos él.
Todos quieren que siga por el mismo sendero, menos algo en su interior que le dice, que gire a la izquierda.
Él toma conciencia de su importancia, y todo empieza a tener mucho más levedad.
Según afirma, “desea dejarse de comedias y otros cuentos, y pasar al cine de verdad, el comprometido con la realidad circundante”
Para tal fin, propone adaptar a la pantalla la novela “Oh Brother, Where Art Thou?”, de temática rigurosamente social.
Tras la repentina transformación del director, el equipo directivo del estudio, procura que entre en razón.
Empiezan por refrescarle la memoria:
Si nada sabe él de la penuria económica, y de pasar necesidades:
¿Cómo va a rodar una película sobre aquello que materialmente desconoce?
Sullivan duda un instante, más creciéndose cual Gulliver ante la adversidad, encuentra la solución del problema:
Se hará pasar por mendigo, recorrerá el país de esa manera, convivirá con los desposeídos y menesterosos de “La América Profunda”
En suma, para saber qué es la pobreza, se pondrá en el lugar del pobre.
Tras la iniciación caballeresca, Sullivan estará en condiciones de hacer la película deseada.
¿Cuál es el primer paso para transformarse en pobre?
Vestirse de pobre.
La prueba ante el espejo, del disfraz de pordiosero, ante el valet (Eric Blore) y Burrows, su mayordomo (Robert Greig) constituye una escena, tan genial como demoledora.
Los 2 criados principales, mayordomo y valet, intentan persuadir al amo, para que desista de llevar a cabo tal disparate, semejante mascarada.
El valet, apercibiéndose que la cosa va en serio, expresa su protesta ante la parodia en marcha.
Pero, Sullivan ha sido infectado de idealismo sin fronteras.
La ayuda al infortunado está en acción.
Siguiendo los pasos perdidos, y un tanto enajenados, de este “Quijote de Hollywood”, igual que una corte acompaña a un rey, parte del equipo del jefe, le sirve de escolta en una “camioneta-escoba”, pero la primera parte de la aventura acaba pronto.
Tras la primera salida, que le conduce a una posada comandada por una viuda con ganas de ponerse en la piel de Dulcinea, Sullivan huye, hace autostop, le recoge un camión, dónde va, a cualquier parte.
Pero cuando despierta, el buen samaritano al volante, le ha traído de vuelta a… ¡Hollywood!
Pero Sullivan halla a pocos metros del desembarco, un restaurante, y en el bolsillo, 10 centavos tienen que darle de comer.
Lo que sea, es entonces cuando una joven, The Girl (Veronica Lake), actriz sin oficio ni beneficio, se preocupa de que coma algo sólido diciendo:
“Lo bueno de invitar a un hombre a comer, es que no tienes que reírle las gracias”
El caballero andante ha encontrado al fin, a su “escudero”
Agradecido, Sullivan le confiesa su verdadera identidad.
Tras reponerse de las fatigas sufridas en la mansión del hidalgo de las películas de aventuras, esta extraña pareja emprende la segunda salida, en pos del ideal de justicia.
Esta vez, en serio, van por todas.
Luego pasan una tercera, donde vive la cruda realidad, y una cuarta vez donde será apresado, incluso “morirá”
Al final, Sullivan renuncia a hacer cine social, pero no porque niegue su utilidad, sino porque ha descubierto que el público no quiere que le cuenten en pantalla, la dura realidad que vive cada día.
De ahí que Sullivan's Travels, sea uno de los casos más evidentes, del ejercicio de frivolización sobre la pobreza, más escandaloso que he visto en mi vida.
“With a little sex in it”
La estructura de Sullivan's Travels es iterativa.
Repite una misma situación con variantes.
Sus mayordomos le preparan un traje de pobre:
Ropa gastada, harapienta, probablemente sucia, y así vestido sale, por decir así, a la aventura.
Lleva sólo unos centavos en el bolsillo.
En los 2 primeros viajes, volverá al punto de partida sin proponérselo:
En el primero, un camión que lo recoge por el camino lo deja en Hollywood.
En el segundo, después de un viaje de colado en tren, llega hasta donde lo esperaba gente del estudio cinematográfico, que lo devuelve a su casa.
Es como que el mundo de los pobres no lo quisiera.
Como si lo vomitase cada vez que quería asomarse a él.
El tercer viaje lo llevará a un campamento de gente sin hogar, atendido quizá por la Cruz Roja.
Este será el viaje más exitoso de los realizados hasta entonces.
Allí puede estar con gente pobre, puede comer y dormir con ellos, pero todavía no se ha sumergido realmente en la situación que quiere conocer, todavía está jugando, porque controla su destino.
Puede permanecer en el campamento el tiempo que desee, y terminar la experiencia cuando desee.
De hecho, regresa nuevamente a Hollywood, cuando ve en la cara de su compañera, un sufrimiento que no puede soportar, en el segundo y tercer viaje, lo acompaña Veronica Lake.
El verdadero viaje al mundo de los pobres, de los sufrientes, de los que están en el fondo del tacho, será el cuarto, y lo hará solo.
Cuando sea condenado a 6 años de trabajos forzados por una agresión menor, simplemente porque se lo cree una persona sin recursos.
Y a esa condena no la puede deshacer.
Está atrapado como un verdadero infortunado.
Y cuando consigue regresar de la cárcel, y retomar su profesión, decide que ya no quiere hacer cine social, ahora quiere hacer comedia, porque vio con asombro, la felicidad que puede brindarle a los presos, un tonto dibujo del ratón Mickey y Pluto, proyectado un domingo en una iglesia, durante uno de sus raros momentos de esparcimiento programados por la cárcel.
Y es que John Lloyd Sullivan, está empecinado en su proyecto de hacer algo que muestre las posibilidades del cine, como medio sociológico y artístico, convertido en esa ventana abierta al mundo, al estilo de Frank Capra, pero las compañías productoras, que en aquellos momentos era propietarias incluso de las salas de proyección, se niegan a hacer películas sobre gentes sin empleo, vagos, vagabundos, u hombres que viven en cajas y comen basura.
No obstante, el contrato millonario con el director, les obliga a ceder, y éste ajustado a todos los tópicos e iconos, tantas veces repetidos, de los pobres de la época, vestido con harapos, hatillo al hombro, inicia su viaje en busca de los parias de la tierra, en el que no falta la nota sexista de la solterona entrada en años que intenta cazarlo, y de la que huye por la ventana, usando el manido procedimiento de las sábanas anudadas...
Son las concesiones, los guiños cómicos a un público acostumbrado a la evasión y el chiste.
Durante este viaje, en busca de la superación artística, encuentra a una aspirante a actriz, joven y guapa, interpretada por Verónica Lake, que intenta hacerle comprender, que a los pobres no les gusta que les expliquen sus miserias, que lo saben todo acerca de la pobreza, sobre la que no pueden reflexionar, porque están mucho más entretenidos intentando supervivir, pero Sullivan sólo comprenderá este hecho, cuando “muera” y sea tratado sin privilegios como el resto de los mortales.
También, Sullivan entiende algo que ya supieron ver los filósofos del siglo XIX:
“Que la bondad o la maldad, no son cualidades morales propias de una clase social, y que sólo la avaricia y la ambición, coloca a unos hombres por encima de otros; lo que hace más temible la pobreza, para el que tenga la capacidad de entenderlo, es que el que no tiene nada que perder, es el único que puede arriesgarse”
Y esto es precisamente lo que le sucede al buen e inocente Sullivan cuando, cargado con un montón de dinero, comienza a repartirlo entre los desahuciados.
Al final, al acudir con los presos a una sesión de cine, en una iglesia de una congregación de hombres negros, hijos de la esclavitud, comprende que si un hombre como él, nacido y criado entre seda, que ha ido a la Universidad, y ha sido un mimado de Hollywood, no puede acabar con las injusticias del mundo, dejando al lado la hipócrita beneficencia, lo mejor que puede regalar a los parias, es un momento de risa y diversión, que les haga olvidar, aunque sea por un momento, sus miserias.
Ahí precisamente reside la grandeza de Sullivan's Travels con mayúsculas.
No obstante, Sturges consciente del terreno resbaladizo en el que se mueve, trata con cariño a este realizador de buenas intenciones, que intenta lavar su conciencia de clase con una película social, sin dejar de arremeter al mismo tiempo contra unos empresarios, que usan los tópicos más vendidos sobre EEUU como nación de las oportunidades, en la que un vendedor de periódicos, puede llegar a ser Presidente, o que para hacer frente a los elevadísimos impuestos, los ricos han de someterse a matrimonios de conveniencia, que les permiten declaraciones conjuntas más favorables, y que en realidad, como confiesan sus protagonistas, son una sarta de mentiras.
“I liked you better as a bum”
Con inteligencia, con una lucidez no exenta de amargura, sin un ápice de conformismo, Preston Sturges hace en Sullivan's Travels, una encendida y hermosa reivindicación de la comedia, y del poder de la risa, del enorme valor de hacer reír a los demás mediante el cine.
Sólo cuando la tragedia entra de lleno en su vida, y es arrojado, indefenso, muy lejos del confortable mundo de Hollywood, es capaz de empatizar con aquellos a quienes la vida ha maltratado, y comprender que la risa es el mejor bálsamo para la desgracia, una afirmación del deseo de vivir, frente al dolor y el sufrimiento.
Sobre Veronica Lake hay que señalar, en efecto, que era pequeñita, aunque fue todo una ENORME sex symbol durante los años 40; y tuvo una gran influencia en la moda de entonces.
Durante sus años de auge, miles de jovencitas usaban el look característico de la Lake:
Melena larga que cubría el lado derecho del rostro.
Y Lake no era mala actriz; sólo que su carrera cinematográfica resultó bastante corta, en una biografía muy conflictiva.
Una simpática Veronica Lake, en Sullivan's Travels, muy alejada de sus registros de mujer fatal, pero manteniendo todo su glamur, hasta cuando se disfraza de golfillo adolescente.
La nada convencional pareja acaba por mostrar unas inéditas dotes para la comedia, y una gran química.
Destaco grandemente, las cortas apariciones del Vallet de Chambre (Eric Blore) y al mayordomo Robert Greig.
La escena de “Sully”, adormecido y desesperado al estilo de “Metropolis” (1927) de Fritz Lang, que acude a una sesión de cine donde, para su sorpresa, todos los campesinos que antes sufrían y malvivían, empiezan a reírse, carcajadas a las que él termina sumándose, para recuperar su identidad y su sueño.
O la escena de Sullivan caminando con un pequeño atado, con todo lo que posee colgando de un palito por una carretera, seguido de cerca por un enorme ómnibus equipado con todas las comodidades, y todo lo que puede necesitar, enviado por el estudio de cine para cuidarlo, y filmar lo que suceda.
Impagable el dialogo de Sullivan con el mayordomo:
Sullivan:
“Quiero saber qué sienten los pobres.
Haré una película sobre eso”
Mayordomo:
“Con su permiso, señor, el tema no es interesante.
Los pobres lo saben todo sobre la pobreza.
Sólo a los ricos morbosos les entusiasmará el tema”
Sullivan:
“Lo hago por los pobres”
Mayordomo:
“Dudo que lo aprecien.
Les molesta que violen su intimidad, y a mi juicio, con razón”
Aparte para la época, no retrata a los negros como seres inferiores o absurdos, sino que los muestran como personas reales con su dignidad.
Incluso benévolos y pacificadores.
En cambio tampoco, se corta Sturges al hablarnos de la gente con prejuicios.
Lo mejor que tiene Sullivan's Travels, es que te pone la más dura realidad delante, y te hace sonreír a pesar de ello.
Pero uno de los momentos que más crítico, es cuando el hombre empieza a dar dinero a los pobres:
¿Es que realmente pensaban que eso era algo grande?
¿No creían en aquella época, que lo mejor que se podría hacer, es invertir en instalaciones, y ayudas que generen empleo, o formación no sería mejor?
Está claro que antes no es como hoy, pero dar $5... No sé, es algo muy penoso.
Y aún se pensaba que hacían bien.
No obstante, reconozco que Sullivan's Travels es hija de su tiempo.
Por otro lado, ese:
“¿Qué pasa con Capra?” que pronuncia Sullivan, está cargado de intencionalidad.
Hay una clara apelación a los buenos sentimientos, y la fuerza de los débiles que defienden las comedias dramáticas “caprianas” pero su visión es menos moralista y más radical:
En la pregunta también, está el escepticismo de quien se niega a idealizar a los débiles, por el mero hecho de que lo sean:
Hay egoísmo, maldad, envidia, y villanía entre los pobres.
“There's a lot to be said for making people laugh.
Did you know that that's all some people have?
It isn't much, but it's better than nothing in this cockeyed caravan”
Atiéndase cuán afilada es la pluma de Sturges, cuánto cinismo cabe en todo este entramado argumental, pero sobretodo, qué primorosa lección de humildad esconde, sobre la imposibilidad del Cine de reflejar la realidad en toda su crudeza.
¿Y cómo lo hace?
¿Cómo llega a ser tan efectivo el lenguaje de Sullivan's Travels?
Porque utiliza los géneros como no se había hecho antes, jugando con ellos, riéndose de ellos en pos de su discurso:
Planteada la trama en términos de “screwball comedy” cuya vis romántica que permite a Sturges mofarse de Lubitsch, e incluso de sí mismo, se personificará en el personaje de Veronica Lake, e incluso, llevada al extremo del “slapstick” en la maravillosa secuencia de la persecución campestre, la intervención de un personaje ajeno al devenir cómico de la trama, un personaje que primero le roba los zapatos a Sullivan, y después lo golpea para robarle todo el dinero, un pobre que es un villano, subrayemos este extremo, cambia las tornas:
Tras un pasaje, el que transcurre en las vías del tren, que diríase huido de un “filme noir” en toda regla, después embocamos sin mayores aspavientos, a la senda del dramatismo, por una vez, el tren que coge no devuelve a Sullivan a Hollywood, sino a la cruda realidad:
El falso culpable, será sentenciado a 5 años de trabajos forzados, y le tocará soportar los agravios del vigilante penitenciario.
Tras un twist argumental de lo más inspirado, que no nos habla de la suerte, sino de la importancia de la fama:
Sullivan logra notoriedad al declararse culpable, de haberse asesinado a sí mismo, todo vuelve a su cauce, volvemos a la comedia, ahora acelerada, disparatada, abundando en su “irrealidad”:
El realizador vuelve a su poltrona en Hollywood, con las puertas expeditas para quedarse con la mujer a la que ama, y para volver a hacer comedias insustanciales.
Porque, nos dice el protagonista, nos dice Sturges, nos dice el rótulo/dedicatoria que abre Sullivan's Travels, la pobreza y la miseria, la realidad, son demasiado duras para ser retratadas por el cine.
Y en cualquier caso, los espectadores a los que pretendía homenajear, “los pobres”, “los excluidos” no quieren verse retratados en el cine, sencillamente pretenden reír, huir momentáneamente de su condición, por la vía de la sonrisa.
¿Es o no es eso humildad?
Una humilde porción de realidad.
Riendo, Sullivan's Travels logra transmitir también un mensaje social, lo cual es un efecto muy sutil, tratándose de una comedia, pero que sigue fielmente los pasos del, insisto, homenajeado Frank Capra.
Y su conclusión final, de que hacer reír es también necesario, a veces lo único que le queda a la gente, es una lección impecable.
Pero también supone una ácida crítica, a aquellos que construyen una hermenéutica, una interpretación para iniciados, que no pretende ser didáctica, sino sólo convencer a los ya convencidos, utilizando la metáfora de un director que aspira a poner un espejo ante la vida, en un mundo que en esos momentos, padece una grave crisis económica, la depresión y la guerra, pero que no logra salir de su círculo, y que por muchas vueltas que de, siempre se encuentra de nuevo en Hollywood.
Sullivan's Travels supone una de las reflexiones más interesantes, hechas por el cine dentro del cine, y que merece que le dediquemos nuestro tiempo, porque nos ayudará a comprender las bases sobre las que se asientan las obras de otros notables realizadores.
Décadas llevan los críticos e historiadores del cine, debatiendo sobre la necesidad de un cine social, sobre su legitimidad, sobre todo, teniendo en cuenta que los protagonistas de las terribles realidades descritas en filmes comprometidos, o políticos, rara vez van al cine, y cuando lo hacen, lo que menos necesitan es que les describan lo que ya conocen.
Sullivan's Travels no se trata, tan sólo, de una de las más acabadas muestras de la comedia clásica estadounidense, ácida, trepidante, y mordaz, sino que ofrece, junto a sus evidentes valores fílmicos, una declaración de principios, acerca del poder catárquico de la risa, el arte poético de uno de sus más consumados ejecutantes:
El mundo puede derrumbarse a nuestro alrededor, pero mientras nos queden fuerzas para reírnos, habrá esperanza.

“Who's caricaturing?”



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