Rachel Getting Married


“When I was sixteen, I was babysitting my little brother.
And I was, um...”

Una boda es un buen referente para una película.
Permite aludir a esa fiesta en la que 2 seres esperanzados, creen encontrar por fin la eterna felicidad…
Suele haber música, risas y alegría, abundante comida, largos brindis, besos, caricias tiernas y enamorados.
Es un instante unificador, en el que 2 familias se tornan en una, y 4 seres se duplican en 8, y así sucesivamente.
En público, salen a flote los bellos recuerdos… y en soledad, brotan incontenibles, los momentos pesarosos que hacen imposible la felicidad completa.
Así, las emociones se llenan de altibajos, y entonces se ríe con alegría y con tristeza, se abraza con amor y con dolor, y se canta quizás, para no llorar.
Pero…
¿Cuántos han sentido que todos te miran dentro de tu propio grupo familiar?
¿Cuántos se han sentido incomprendidos, raros, “freak” dentro de la familia?
Ser la “oveja negra” es un modismo que describe a un miembro diferente, y poco respetable de un grupo, especialmente dentro de una familia.
El término se relaciona generalmente, con aspectos negativos, como por ejemplo la rebeldía.
El término deriva de la presencia indeseable y poco común, de individuos de lana negra en rebaños de ovejas, lo cual no era bueno para el criador, ya que la lana de dichas ovejas, no era cotizada en el mercado.
Y es que siempre se espera que en el “rebaño familiar” todos los hijos sigan las órdenes y gustos de los padres, cuando en realidad no es así.
Nadie quiere ser catalogado como “la oveja negra”, porque quien lleva tal nominación, tiene predestinado a estar siempre en la boca de sus padres, y familiares para regañarlo, criticarlo, o pedirle cuentas sobre sus acciones.
Tampoco se debe mal juzgar a un hijo así, porque ni siquiera él tiene la culpa de haber nacido con ciertas características que, en la vida diaria, o en la sociedad, no son dignas de presumirse.
Las ovejas negras no nacieron como tal, sino que se fueron formando de esta manera, de acuerdo a su entorno social.
Puede haber varios factores para que esto suceda, y uno de ellos es el núcleo familiar, en donde hasta los propios hermanos se echan en cara algunas actitudes; otros pueden ser los amigos, quienes influyen mucho en el comportamiento de los hijos.
Ahora por ejemplo, la rebeldía se observa desde que los niños son muy pequeños, y que los padres y abuelos, muchas veces cometen el error de “celebrarles” dichas actitudes, provocando que el niño piense que está haciendo lo correcto.
Definitivamente, no hay que promover esa actitud en los niños, porque más tarde pueden ser más rebeldes.
Casi siempre, las ovejas negras tienden a ser los más pequeños de la familia, o el hijo “sandwich”, esto es, el que está entre el mayor y el más chico.
La educación de los padres tiene mucho que ver; esto se debe, en muchas ocasiones, al patrón de conducta que los padres utilizan para educar a los niños.
El hijo de intermedio, es al que se refieren como “¡ay, pobrecito!”, porque no recibe toda la atención del más pequeño, ni se le otorgan las responsabilidades del mayor.
El pequeño es el bebé, y se le consiente más que a todos; en cambio, el hijo mayor es el que debe poner el ejemplo, y cuidar a sus hermanos, por lo que debe comportarse bien.
Pero cualquiera que sea el origen de su comportamiento, lo mejor en todos los casos, es que nunca se les diga a los hijos que son la “oveja negra” de la familia, porque hacerlo, puede traer consecuencias negativas.
En las familias siempre debe haber comunicación, que se hablen los defectos, para que el niño pueda superarlos, pero hablarlo directamente, diciéndole las cosas buenas que tiene, y aquellas áreas en las que batalla.
“I am Shiva the destroyer, your harbinger of doom this evening”
Rachel Getting Married es una película dramática, del año 2008, dirigida por Jonathan Demme.
Protagonizada por Anne Hathaway, Rosemarie DeWitt, Bill Irwin, Debra Winger, Anna Deavere Smith, Anisa George, Mather Zickel, Tunde Adebimpe, Roger Corman, entre otros.
Rachel Getting Married estuvo nominada al Oscar como mejor actriz para Anne Hathaway.
En los títulos de crédito finales, ésos que ya nadie lee, hay dedicatorias a Sidney Lumet y Robert Altman.
Rachel Getting Married fue filmada íntegramente en el estado de Connecticut, en las ciudades de Fairfield y Stamford; y parte de un guión muy bien estructurado y unos personajes definidos, escrito por Jenny Lumet, hija del cineasta Sidney Lumet en su debut como escritora.
Jonathan Demme y la guionista, dibujan el drama de estas personas difíciles, aunque atractivas, con un cariño lleno de generosidad e ironía.
Rachel Getting Married explora los 2 lados de la paradoja:
La oscura batalla, y la celebración de amor, familia y amigos.
Es un retrato familiar sincero y perspicaz.
Rachel Getting Married retrata el drama familiar que vivimos, cuando no asumimos las pérdidas, cuando no hablamos con franqueza, cuando todo queda a medio decir.
Y es, lastimosamente en las festividades familiares, cuando todas estas cosas por decir, y por llorar, salen a flote, y amargan un poco a cada uno.
Para retratar esos polos opuestos, Demme, los actores, y el equipo, adoptaron un enfoque poco convencional en cada uno de los aspectos de la producción.
Escenas largas, y con escasas indicaciones que se acompañan con música en directo; la historia se cuenta mediante planos y montaje, como si fuera un documental; y grandes actores se juntan en la pantalla con actores debutantes, músicos, artistas, y bailarines en una creativa mezcla.
Rachel Getting Married es una película de diálogo, de enfrentamientos dialécticos y físicos, entre los diversos personajes que forman esta desestructurada familia:
El padre protector y demasiado comprensivo; la madre con su nuevo marido que se mantiene distante de su familia y de sus hijas; los amigos y amigas que intentar pasar esos días divirtiéndose en la boda… todos tienen algo que aportar a ese pequeño microcosmos que se forma en torno a la celebración casera.
¿Qué pasó entonces?
¿Qué abrió una brecha tan grande entre 2 hermanas tan compenetradas?
¿Qué hizo que el padre de ambas, padezca una constante sonrisa forzada, una necesidad de querer ser feliz aunque no pueda?
¿Qué provocó que la madre se convierta en una conciencia oscura sobre su hija, en un dedo acusador, en un amor desvanecido como ceniza en el viento?
Kym Buchman (Anne Hathaway) es una ex-modelo que ha pasado, entre crisis y centros de rehabilitación, los últimos años, un fin de semana regresa con sus familiares para asistir a la boda de su hermana Rachel Buchman (Rosemarie DeWitt)
Entonces, al llegar los preparativos, la presencia de Kym empieza a desatar pequeñas tensiones familiares que ya parecían olvidadas.
Kym lleva limpia de drogas, bastantes meses ya, y en su clínica de rehabilitación le otorgan un permiso para acudir al enlace de su hermana.
La chica parte a enfrentarse con los que más ama en el mundo, con sus fantasmas personales, y para demostrarse a sí misma, que puede volver a estar en circulación, sin acabar borracha, perdida, o drogándose.
Kym regresa al mundo al que teme, porque le recuerda demasiado su dolor, su terrible culpa.
Regresa para pedir perdón, y para decir a su manera que los quiere, y los necesita.
Desde el momento en el que Kym regresa a la casa de la familia, tratará de limar asperezas del pasado; ella tiene un secreto, además de ser la oveja negra de la familia, tiene un secreto… que todos conocen, a excepción de los espectadores.
De hecho, en todas las familias hay secretos inconfesables, culpas, problemas, que mantienen alejados a sus miembros, y las ocasiones en que muchos se encuentran son los velorios y las bodas para confirmarse o desahogarse y perdonarse.
Kym, pese a ser realmente joven, tiene un largo historial de crisis personales, depresiones, conflictos familiares, y tragedias a su alrededor.
En la familia de dos hijas encontramos por un lado a Rachel, la hija perfecta, con un doctorado, y a punto de casarse, ella busca crear el día perfecto, porque ese momento la conducirá hacia una nueva vida.
Y tenemos a Kym, que aunque busca la redención y el perdón, sabe que ambos son imposibles, porque quizás pueda obtener el perdón de los demás, pero nunca podrá perdonarse sus propios errores del pasado.
El dolor de la pérdida, de la pérdida temprana de un ser querido.
Y es que cada uno quiere a un niño diferente:
La madre, el padre, la hermana mayor, y la menor.
Cada uno vive su pérdida en el silencio auto-impuesto, pero de todo esto, la peor parte la lleva Kim.
Tiene que sobrellevar el hecho de haberla causado.
Hay 2 personas que quisieran reprochárselo pero han callado.
Lo más conmovedor, es cuando la pobre se aleja de la casa, busca refugio, y se quiere justificar en la ineptitud de la madre, que también bastante culpa le cabe, y ésta por fin, deja brotar todo el odio que llevaba dentro, contenido.
Pero su familia la ha perdonada, la tragedia que envuelve a su hermano menor Ethan, ha sido aparentemente olvidada, con una familia aferrándose a que fue un accidente, quizás solo para no aceptar la realidad, para crear una verdad menos dolorosa.
Sin embargo, lo que prometía ser un divertido fin de semana en compañía de los amigos y familias de los novios, terminará siendo una festividad más amarga de lo previsto, ya que saldrán a relucir las viejas tensiones, que se han ido acumulando a lo largo de los años en la familia.
Kym, con su habitual mordacidad y su facilidad para el dramatismo, contribuirá a que no todo resulte tal y como se había planeado.
Pero a pesar de que la familia perdona los errores, siempre existe el fantasma de Ethan en la casa de los Buchman, con pequeños detalles que puedan traerlo a la memoria, puede traer grandes consecuencias al estado de ánimo de sus protagonistas, véase la durísima escena de la competencia en la cocina, donde el padre de Kym por simple casualidad, observa uno de los platos de su hijo fallecido, destruyendo la felicidad causada en ese momento entre amigos y familiares.
Kym revive los peores recuerdos de su vida, habiendo tomado la decisión de madurar por fin, y no dejarse caer otra vez.
Notamos su miedo, su rabia hacia sí misma, sus esfuerzos y su alivio, mientras va y viene por la casa llena de invitados, ruido, preparativos, y un equilibrio quebradizo que amenaza con romperse constantemente.
Todos irán buscando difíciles caminos en los que estar juntos de nuevo.
Rachel Getting Married, desde su argumento, augura un conflicto y choque de personalidades.
Rachel está a punto de casarse, y para ello Kym llega de su estadía en un centro de rehabilitación, del cual se sabe, entra y sale periódicamente.
Con ello en puerta, sentimos lo mismo que siente la familia, Kym es una amenaza para la correcta realización de la boda, y precisamente eso sucede.
Dicen que los golpes más duros, se reciben entre miembros de la familia, y esto queda claro en las peleas, reproches, y chantajes que, como en toda familia que se respete, suceden antes, durante, y después de las festividades, y en este caso, la boda.
Rachel Getting Married trata principalmente sobre el perdón, sobre una segunda oportunidad para redimirse, aunque todo parezca perdido, y quizás no estemos equivocados en nuestra percepción.
A los Buchman siempre les quedara su familia para refugiarse, pero junto a ella, siempre estarán los fantasmas en la habitación.
“Kym, you took Ethan for granted.
Okay?
You were high for his life.
You were not present.
Okay?
You were high”
Rachel Getting Married muestra indiferencia hacia los convencionalismos, ya que sus personajes no tienen que resultar simpáticos, se acerca de manera audaz a la verdad, el dolor, y el humor, y consigue que nos interese la problemática familiar sin manipular.
Jonathan Demme ha sacado de los actores lo máximo que podían dar, así como la ambientación y el ritmo, son acertadísimos.
A eso ayuda también la grabación, cámara en mano, que nos acerca mucho más a los protagonistas, nos pone a su altura, y en algunos momentos, casi nos hace partícipes de la acción.
De hecho, varios de los invitados de la boda portan cámaras, y algunos son los propios operadores de cámara de Rachel Getting Married.
Las largas escenas tienen pinta de haber dejado muchos aspectos a la improvisación, lo que aporta también frescura y naturalidad.
También, algunos de los creadores de la banda sonora y músicos, se encuentran mezclados entre los actores.
Como director de fotografía, Demme decidió contar con Declan Quinn, con quien ya había trabajado, así ambos decidieron que Rachel Getting Married se rodara, como si se tratara de un documental, para realizar la “más bella película casera”, y convertir al espectador en un invitado más a la boda que se iba a producir.
Por ello, no se ensayaron, ni se planificaron las escenas, se les dijo a los actores que actuaran, y que todo lo que hicieron, lo recogería Quinn con la cámara, tampoco se repetirían las escenas para así “mantener lo más viva posible, la espontaneidad de los actores”
Como se rodaban largas escenas sin parar, de principio a fin, el director de fotografía y su equipo, recorrieron la casa familiar con cámaras de mano, capturando al vuelo, los cambios de los personajes, las palabras, los grandes gestos, y las pequeñas miradas de reojo.
La acción avanzaba con pocas tomas, y la menor preparación posible.
Con gran sutileza, se nos va desvelando el complicado entramado familiar; en cuyo epicentro se encuentra una pretérita tragedia.
Imposible de curar por el empeño en ocultarla, continuamente pone en peligro el delicadísimo equilibrio del hogar.
Demme se mueve de maravilla en el terreno de las emociones, sabiendo encontrar el punto exacto entre la vorágine de sentimientos, tanto positivos como negativos, que se desatan durante apenas 2 días.
Así, a los 10 minutos del comienzo, hay un momento en el que Kym, que ha vuelto a la casa familiar, deambula por una sala, en el piso de arriba, y entra en una soleada habitación infantil.
Por las escaleras se escucha el sonido de un violín, que está tocando un músico en el piso de abajo.
Kym echa una mirada alrededor de la habitación durante unos segundos, y se va.
No pasa nada, pero el momento tiene fuerza.
La cámara, siempre pendiente de su trágica protagonista, no deja de controlarla, como si de un miembro más de la familia se tratara.
Siempre presente esa sensación de inmediatez y espontaneidad.
Siempre latentes los traumas, y problemas familiares.
La tensión es el personaje principal.
Todos los personajes tienen algo que contar, incluso con su silencio, y a poco que uno sea sensible, se debate entre el miedo a que explote, y las ganas de verlo explotar.
Curiosamente, Rachel Getting Married tiene el nombre de la hermana que debería ser el centro de atención, Rachel, pero que no lo es.
Kym es, y siempre ha sido, el centro de atención de la familia, y a pesar de que Rachel es quien se casa, la situación no cambia.
Mientras más avanza el metraje, Kym nos va haciendo partícipes de esta situación y conflicto interno, que desde las primeras escenas se hace evidente, pues a pesar de todas estas atenciones, el principal enemigo de Kym es ella misma.
El elemento discordante lo pone Kym, en pleno proceso de rehabilitación, y a la que todos, incluida ella misma, ya le han asignado el rol desestabilizador.
Resulta conmovedor ver, cómo busca la redención, sin saber cómo hacerlo; mientras su familia tampoco es capaz de afrontar con naturalidad, su relación con ella.
Aquí Anne Hathaway ha realizado su mejor actuación hasta el momento.
Lejos quedaron los días de la princesa y de Disney.
Ahora, con proyectos más ambiciosos, y con un grado de dificultad superior, sólo deja patente su gran potencial como actriz, y en ella, Kym es creíble.
Hathaway hace un trabajo excepcional interpretando a esta chica, que puede ser analizada desde muchísimos puntos de vista, pero que convergen sobre un punto en particular:
Kym simplemente no puede con la culpa de todo su pasado.
El personaje está construido e interpretado de una manera brillante, crees el sufrimiento de Kym, comprendes sus conflictos internos, y al final la quieres y también la temes, la mirada y la voz entrecortada de Hathaway en las escenas más demoledoras es sublime, de verdad crees que adentro de Kym, hay un alma atormentada por su pasado, ejemplo a destacar, es la escena en la terapia de grupo, y la escena de la conversación entre Kym, Rachel, y su padre Paul, donde se desatan fuertes tensiones, Hathaway sentencia su personaje con un frase magistral:
“¿Quien se supone que debo ser ahora?”
Con ese momento, podemos ver a Kym, con un personaje a la que le es imposible aceptar su propio perdón, y estar destinada a ser atormentada por toda su vida.
Curiosamente, me pasé esperando a que se suicidara y no sucedió, porque Rachel Getting Married no es un film cualquiera.
Vemos a una madre, Abby (Debra Winger) que, en apariencia, le tiende una mano amistosa, para luego retirarla, literalmente, en uno de los momentos más sutilmente crueles de Rachel Getting Married.
Un padre, Paul (Bill Irwin) condescendiente, sobreprotector, y que aún la trata como si fuera una niña pequeña; y una hermana con la que se disparan los sentimientos.
Tan pronto se hieren de muerte recíprocamente, como tan pronto se regalan las más sinceras demostraciones de cariño.
Rosemarie DeWitt hace una actuación sobresaliente como el contrapeso de Hathaway, al interpretar a la hermana que tiene que lidiar con los sentimientos de rencor y amor entrelazados en su relación.
La constante tensión entre la búsqueda de amor y los rencores mal solucionados, tienen su contrapunto pacífico en las respectivas parejas de los protagonistas.
Tanto Sidney (Tunde Adebimpe) el futuro marido de Rachel, como las parejas de los padres separados, incluso, el esporádico ligue de la protagonista; ponen el punto de cordura, quizás excesiva, ante tanto derroche emocional.
A veces espectadores mudos, agentes conciliadores en otras ocasiones, su presencia alivia tanta carga.
En un momento dado, dice Demme:
“Anne Hathaway estaba intentado interpretar una escena muy intensa, mientras los músicos estaban tocando justo al lado.
Se estaba desconcentrando, y el asistente de dirección vino hacia mí y dijo, que Anne estaba teniendo problemas, así que le dije:
Dile que haga algo para solucionarlo.
Es cuando Kym les grita que se callen.
Todo improvisado y sin planearlo, pero completamente en línea con su personaje”
Otro punto por demás interesante, es la boda por ella misma.
No sólo llama la atención que se lleve a cabo entre un afroamericano y una blanca, sino que además, sobresalen la mezcla y aceptación de ambas culturas, sin ningún prejuicio.
Mientras veía ese cálido departir de esos hombres y mujeres de diferentes naciones, pude reafirmarme en ese sentir, de desechar las banderas, las ideologías, los fanatismos de toda índole, las religiones excluyentes... y sentí que, por lo único que hay que tomar partido, es por el amor y la verdad.
De igual manera, el hecho que se haga fuerte referencia a las tradiciones hindúes en la temática nupcial, y una banda de rock completamente fuera de lugar, pero que encaja de manera exquisita con todo el cuadro, lo hacen una experiencia que vale el visionado.
“Rachel, it was an accident”
La música y el documental son los 2 pilares fundamentales en los que se sustenta el giro radical que Jonathan Demme ha dado a su carrera en los últimos años.
No estamos ante un musical, pero la música es ingrediente esencial en Rachel Getting Married.
Presente durante todo el fin de semana en el que transcurre la acción, el director juega con su carácter diegético, disfrazándola, en numerosas ocasiones, de incidental.
Aunque muchas veces no vemos a los miembros de la banda ensayando, sabemos que las notas que escuchamos están provocadas por ellos.
Y cuando se nos olvida, el director nos lo termina recordando, haciéndolos visibles.
Cada vez que la música subraya las emociones de los protagonistas, Demme acaba mostrando el truco.
Muy significativo es ese momento intenso, uno de tantos, en el que el personaje de Hathaway pide a los músicos, que no están en esa habitación, que dejen de tocar.
Demme cuenta:
“Animamos a los músicos a tocar en cualquier momento en que se sintieran inspirados, cuanto más mejor, sin prestar atención a la cámara”
Entre la legión de músicos, bailarines, y artistas, a los que Demme metió en la lista para acudir al banquete de boda, el gran músico de jazz Donald Harrison Jr. y el virtuoso palestino Zafer Tawil, contribuyeron a los temas musicales, y en los títulos de crédito aparecen como compositores, también se trajeron muchos acompañantes:
El sobrino de Harrison, Christian Scout, nominado a un Grammy, aparece tocando en la entrada de la casa, y Tawil está acompañado por un conjunto de músicos, entre ellos, Amir El Saffar.
En fin, una de las lecciones que enseña Rachel Getting Married, en especial para la gente que se está recuperando de algo, es lo importante que es mantenerse en el presente.
Poder quedarte en tu sitio, escuchar, y reaccionar a la música, y lo que ocurre a tu alrededor, ya que estar atentos a esos detalles es muy liberador.

“I was wondering, have you ever thought about public relations?”



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