Les Roseaux Sauvages


“Je t'aime parce que tu ne seras jamais mon ennemi, quoi que vous fassiez”

La Guerra de Independencia de Argelia, también llamada “Guerra de Argelia” o “Guerra de Liberación de Argelia” tuvo lugar entre 1954 y 1962; y fue un periodo de lucha del Front de Libération Nationale (FLN) apoyado por habitantes originales del país, en contra de la colonización francesa, establecida en Argelia desde 1830.
El FLN fue el partido político, junto con su organización militar, El Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Argelia que lideró la independencia respecto a Francia, que como dato, hoy en día es otro partido político argelino más.
Tras La Primera Guerra Mundial, en la sociedad argelina, empezó a crecer el sentimiento de la independencia.
Muchos militares argelinos que habían colaborado en liberar Francia, se vieron frustrados por el trato que la metrópoli daba a los ciudadanos nativos.
Tras La Guerra de Indochina, fueron bastantes los soldados argelinos que empezaron a considerar, que era el momento de obtener la independencia para Argelia.
La guerra se llevó a cabo, en forma de lucha de guerrillas y enfrentamientos contra el ejército francés, y las unidades adicionales de origen local llamadas “Harkis”
Hoy en Argelia, el término “Harki” se utiliza como sinónimo de “traidor”
Los civiles de origen europeo y argelino, fueron desde el principio, blanco de atentados terroristas por parte tanto del FLN, como de las organizaciones terroristas armadas pro-francesas como La Organisation de l'Armée Secrète (OAS)
La OAS fue una organización terrorista francesa de extrema derecha, dirigida por El General Raoul Salan, nacida en 1961, tras el intento de golpe de estado llevado a cabo por Maurice Challe, André Zeller y Edmond Jouhaud.
OAS atentó contra instituciones francesas y argelinas, y asesinó a ciudadanos europeos y árabes, tanto en África como en Europa.
A partir de los acuerdos de Evian, y de varios atentados en Francia, el estado francés creó un grupo especial de inteligencia para desarmar a la OAS.
En Argelia, se les conocía con el sobrenombre de “barbouzes” por las barbas postizas que utilizaban; y los guerrilleros independentistas se autodenominaban “djounoud omuyahidines”
El ejército francés respondió por su parte, tratando de obtener el máximo de información, en particular, utilizando la tortura para localizar a los responsables de los atentados, lo que se agudizó durante La Batalla de Argel.
El FLN luchó también, contra otras corrientes nacionalistas, resultando esta corriente la predominante.
La guerra terminó con el reconocimiento, por parte de Francia, a través de los acuerdos de Evian de la independencia de Argelia, el 05 de julio de 1962; y significó la expulsión de 350,000 miembros minorías como judíos y colonos europeos de origen francés, italiano, y español.
Por otra parte, se denomina “Pied-Noir” literalmente en francés, “pies negros” a los ciudadanos de origen europeo que residían en Argelia, y que se vieron obligados a salir de ese país, tras la independencia en 1962.
La mayor parte de ellos se trasladó a Francia, y una pequeña minoría se estableció en la Comunidad Valenciana en España, especialmente en la provincia de Alicante.
El término “Pied-Noir” se aplica a todos los repatriados de Argelia.
Hay que señalar que, entre las personas que tuvieron que salir de Argelia, había musulmanes, a los que se denominaba “harkis”, muchos de ellos militares y sus familias, que habían apoyado a las fuerzas políticas y militares francesas durante la contienda.
Entre los no musulmanes, se incluye tanto aquellos de origen europeo, como los pertenecientes a la comunidad judía local, de origen mayoritariamente sefardí.
“Je suis avec vous pour me protéger, de fuir”
Les Roseaux Sauvages es una película dramática francesa, dirigida por André Téchiné, estrenada en el año 1994.
Protagonizada por Élodie Bouchez, Gaël Morel, Stéphane Rideau, Frédéric Gorny, Michèle Moretti, Jacques Nolot, entre otros.
El guión es de André Téchiné, Gilles Taurand y Olivier Massart.
Con La Guerra de Argelia de fondo, Les Roseaux Sauvages retrata el despertar a la sexualidad, a los afectos, y al compromiso social, por parte de unos adolescentes, y su entrada en el mundo adulto.
También, Les Roseaux Sauvages destaca por el tratamiento de la toma de conciencia de su homosexualidad en la figura del protagonista, interpretado por Gaël Morel, sosias del director.
Les Roseaux Sauvages es una película sobre “la entrada en la vida”, un tema recurrente en la literatura, donde el despertar del deseo, se confunde en la adolescencia con el gusto por las artes, la literatura, y el cuestionamiento político.
Les Roseaux Sauvages, ampliamente autobiográfica, trata del descubrimiento de la identidad, y de la diferencia, del aprendizaje de la armonía, y de la violencia, del nacimiento del amor en un mundo duro, de la adolescencia, y del sueño de la sexualidad.
En principio Les Roseaux Sauvages era un encargo de la cadena ARTE, y Téchiné la dirigió sin compromiso, con la industria del cine.
De ahí la libertad de estilo, la ausencia de estrellas de cine, y la claridad del tono.
Aún así, el director tenía que responder a unas especificaciones muy estrictas; curiosamente, de inicio, Les Roseaux Sauvages estaba rodada para televisión, pero tal era la calidad de la misma, que con mucha visión y criterio, optaron por realizar un nuevo montaje, y estrenarla en los cines.
Fue sin duda, una gran decisión, ya que aparte de disfrutar nosotros con ella, tuvo un gran éxito de público y crítica.
Sabemos que La Guerra de Argelia está presente, sí, pero nada más.
Al director y a nosotros, nos sirve como pretexto para situarnos en el tiempo, y como condicionante de alguna de las escenas; porque para dar voz a todas las voces ideológicas que tuvieron parte en el conflicto, establece a los personajes, personificando cada una de las voces, sin establecer jerarquías entre ellos, y por tanto, trazando un retrato ecuánime y equilibrado, todas las opciones ideológicas que emergían ante el conflicto.
Sin demostrar, claro está, un decantamiento por uno u otro.
Téchiné, al provocar que todos ellos se interrelacionen, evidentemente dibuja la confrontación entre sus personajes, ya que cada uno muestra una posición diferente; y ese conflicto es lo que permite la articulación de la narración.
La resolución de Téchiné ante el choque, no implica ningún punto irresoluble, sino al contrario; opta por el diálogo a pesar de las diferencias, y es más, aboga incluso por el amor, exponente máximo del diálogo, sin caer en el sentimentalismo fácil y barato, Téchiné nos muestra la pura realidad, amarga, triste, desoladora, pero también en contradicción, un canto a la vida hermosísimo.
También, merece un aplauso, la dirección de actores de Téchiné.
Todos ellos debutantes, interpretan de manera estupenda, siendo Les Roseaux Sauvages, la primera película en que actuaron Stéphane Rideau, Frédéric Gorny y Gaël Morel.
En cuanto a Elodie Bouchez, Les Roseaux Sauvages le valió el César como Mejor Actriz Revelación, en 1995.
Hay que ser sinceros al decir que, Les Roseaux Sauvages, es la versión cinematográfica de un telefilm encargado por la cadena Arte a André Téchiné, para la serie “Tous Les Garçons Et Les Filles de Leur Âge…” sobre el tema de la adolescencia.
El telefilm tenía por título “Le Chêne Et Le Roseaux” tomado de una fábula de Jean de La Fontaine.
Otra filmación perteneciente a esta serie, llegó al cine “L'Eau Froide” de Olivier Assayas.
Obviamente, el título “Les Roseaux Sauvages” hace referencia al poder, a la resistencia, a la fuerza del junco, en este caso los adolescentes.
Por mucho que sople, llueva o nieve, se balanceará, pero no se romperá, y seguirá de pié.
El título definitivo, compara los juncos con los adolescentes:
Su inmadurez hace que su fuerza no radique en la fortaleza del roble, sino en la flexibilidad del junco, que es doblado pero no roto.
El árbol construye el bosque, y ayuda a sostener la comunidad.
El junco solo es responsable de sí mismo.
Quizás a ello deba su supervivencia.
El adjetivo “Sauvages” alude a la inocencia, y a la naturalidad con la que algunos adolescentes afrontan su desarrollo en todos los aspectos.
Además, gran parte de Les Roseaux Sauvages, está rodada en el campo, poniendo especial énfasis en retratar la naturaleza.
“Je suis avec vous parce que vous me donnez calme, mais il ya rien de physique”
Les Roseaux Sauvages se sitúa en una localidad rural del sur de Francia, en la Provenza, en 1962.
En el contexto de un pequeño instituto, al tiempo que se baila al compás de célebres canciones autóctonas, y también de origen norteamericano, se sienten los ecos de la incidencia de La Guerra de Argelia.
Y allí, surgirán los interrogantes del amor, de la aparición de la sexualidad, del dolor al ser rechazado, de la propia sensibilidad y amor a la cultura, e incluso, de la concienciación de la difícil aceptación de la realidad de la existencia.
Así las cosas, 2 adolescentes, François Forestier (Gaël Morel) y Maïté Alvarez (Élodie Bouchez), acuden a una boda.
Pierre Bartolo (Eric Kreikenmayer) es un militar que se casa con una campesina llamada Irène (Nathalie Vignes), para evitar volver a Argelia a hacer la guerra, retirada del país.
Este le pide a la madre de Maïté, Madame Alvarez (Michèle Moretti), responsable de la célula local del partido comunista, y profesora de su hermano, que le ayude a desertar, pero ella se niega porque el partido, al igual que el presidente Charles de Gaulle, apoya la independencia.
Por otro lado, François se encuentra con el hermano del soldado, Serge Bartolo (Stéphane Rideau) quien le pide ayuda para la asignatura de francés.
François acepta y, al ir haciéndose más amigo de Serge, se da cuenta de que le gustan los chicos.
François, es un guapo joven rubio, que está descubriendo a sus 18 años que es gay, y que además, está enamorado de su compañero de cuarto, Serge.
Éste en un principio parece corresponderle, y una noche se acuestan juntos.
Sin embargo, enseguida Serge no quiere saber nada de François, y prefiere a la guapa Maïté
François se lo confía con Maïté, quien no se siente atraída por nadie, y rechaza de momento la sexualidad.
Pero François, también se siente atraído por el compañero de habitación de Serge, Henri Mariani (Frédéric Gorny)
Este, “pied-noir”, ha dejado Argelia, donde su padre ha muerto.
Henri critica al presidente de Gaulle, y se revela pro-OAS, la organización armada clandestina francesa, dedicada a la guerra sucia contra los independentistas argelinos.
Serge se entera, al ser requerido para salir de clase, de que su hermano Pierre ha muerto en Argelia.
A partir de ese momento, Serge profesará un odio encendido a Henri, que apoya el terrorismo contra la independencia, mientras que la madre de Maïté, destrozada por no haber querido ayudar al hermano de Serge, es ingresada para una cura de sueño.
Su sustituto en la escuela, Monsieur Morelli (Jacques Nolot) que también es “pied-noir” y está casado con una argelina, intenta ayudar a Henri, a obtener el bachillerato.
Pero este, indignado por la decisión de de Gaulle de renunciar a Argelia, decide abandonar la ciudad, no sin antes, quiere prender fuego al local del Partido Comunista Francés.
Pero allí encuentra a Maïté, quien lo invita a entrar, y a quien esconde sus intenciones iniciales.
Ambos discuten, y descubren que se atraen mutuamente.
Al día siguiente, aburridos de esperar los resultados de los exámenes finales de bachillerato, François, Maïté, y Serge deciden ir a bañarse al río.
Y se encuentran de camino con Henri, que aún no ha tomado el tren para dejar la ciudad.
Esta última escena de baño estival, es la ocasión de precisar las relaciones de cada uno con los demás.
Al final, Serge rechaza a François, mientras que Maïté y Henri tampoco prosiguen con su conato de romance, evitando así, el típico, e irreal, final feliz, todo un acierto.
“Je déteste ma jeunesse, je déteste mes passions”
Los perfiles en Les Roseaux Sauvages, son narrados por Téchiné, con una delicadeza y sinceridad cinematográfica, realmente admirable.
Provisto de una enorme capacidad como director de actores, se ha manifestado por un lado, en la intuición mostrada a la hora de hacer debutar a jóvenes intérpretes, que por lo general, han consolidado trayectorias dentro del cine francés, y que bajos sus manos, despliegan una naturalidad y sinceridad interpretativa poco común.
François es un ser sensible, que se verá abocado al reconocimiento de su homosexualidad, y a un sentimiento de amor no correspondido con Serge.
A su alrededor, prácticamente se puede representar toda una generación de jóvenes franceses, dominados por un entorno social conflictivo.
François se enfrenta a una revelación:
Acaba de descubrir su orientación sexual, su atracción física por otros chicos.
Quiere a Maïté, con ella se siente seguro.
Le aporta todo aquello que no procura el sexo, y “el roce de los juncos dentro de la corriente de agua”
Alguien a quien sincerarse, ante quien ser uno mismo, sin tapujos ni fingimientos.
Una cómplice al fin y al cabo; pero nunca han tenido sexo.
Y por como lo cuenta la historia, no es por una cuestión de falta de atracción física, sino porque no ha habido necesidad alguna por parte de ninguno de ellos.
La necesidad de sexo, se le ha despertado a François al ver a otros chicos.
De inicio, François afronta su homosexualidad como un problema.
Busca consejo en el zapatero del pueblo, del que alguien le ha dicho que es de su misma condición.
La forma en que le plantea sus dudas, al segundo intento, ya que la primera vez que acude a la zapatería, al final el pudor le vence, es realmente sorprendente.
Ante tanta responsabilidad, el zapatero se ve incapaz de darle ayuda, alude dar una respuesta.
Es demasiado lo que le pide, una fórmula de vida para optar a la felicidad.
En la mirada del zapatero, a través de las gafas de muchos aumentos, adivinamos “un roble partido”, alguien que no fue capaz de “soportar la presión del viento”
Pero François lo hará.
Su desesperación y desamparo ante impulsos que no comprende, no le impedirán optar a la felicidad, al amor de Serge.
Incluso, tantear sus posibilidades con Henri.
Y es que a todos nos ha pasado, sentirnos como “invertidos” cuando descubríamos nuestra sexualidad, vernos sin referencias, como “cisnes en un mundo de patos”, tener ganas de gritar, en un lugar que nos parecía un desierto, eso es precisamente lo que le sucede a François, ese es el conflicto central de Les Roseaux Sauvages, el más desgarrador, el que vive un personaje de ficción, que en realidad, es un alter ego de cualquiera de nosotros.
Y esa es la gran magia de Les Roseaux Sauvages, y el gran mérito artístico de su autor, conseguir que seamos partícipes del sufrimiento de un personaje, que sólo existe en la imaginación, pero que es tan real como nosotros mismos.
Pero nuestra identificación con François es doble, no sólo nos identificamos con el conflicto de su homosexualidad recién descubierta, también nos identificamos con el dolor de sus primeros deseos homoeróticos insatisfechos.
Cuando François está con Serge, su objeto de deseo, siente una extraña mezcla de angustia y esperanza:
Por una parte, les une una buena amistad, que deja un margen para la duda, pero por otro, les separa la ambigua heterosexualidad del hermoso Serge.
Pero aún, en el caso de que la atracción física fuese recíproca, se han acostado una vez, la insatisfacción estaría asegurada, porque en un mundo tan heterosexista no habría lugar para que la historia llegase a buen puerto.
¿Nos suena?
De hecho, cada espectador regresa al pasado, y le invaden sus propios recuerdos, cada uno, independientemente de su condición sexual, se verá reflejado en algún personaje, o en todos, de modo que despierta sensaciones profundas con lo que va a ocurrir, por poco transcendente que fuera.
Serge, por su parte, es un joven arrogante y despreocupado, que vivirá en carne propia, la traumática desaparición de su hermano mayor, víctima de la mencionada contienda.
Serge es, en apariencia, el más seguro de los 4 adolescentes.
Siempre parece tener las cosas claras, por más que contradiga sus palabras con sus actos, o cambie constantemente de opinión.
Aunque rechaza de plano las tentativas de François, la noche en que comparten cama, acaba practicando sexo con él.
Es el paradigma de la heterosexualidad, por más que le veamos constantemente en calzoncillos, las más de las veces empapados, por estar usándolos como bañador, pero padece de un exceso de energía sexual, que le lleva a ceder ante los tímidos avances de François.
Es más, ante la lentitud del otro en esclarecer sus deseos, es él quien realmente toma la iniciativa.
También le oiremos en una escena, completamente decidido a casarse con la viuda de su hermano, y poco después, rechazar esta idea de plano.
Siempre convencido, aunque siempre cambiante.
Tal vez, su capacidad de “resistir al viento” sea más por saber ofrecerle su perfil, como una veleta, que por ser un junco que baile a su son.
El viento que intente abatirle a él, será la muerte de su hermano en la guerra, la de Argelia, en un atentado terrorista, a manos de la OAS.
Pero ya el mismo día del entierro, sabremos de su fortaleza.
Henri es un muchacho, nacido precisamente en Argelia, y educado en París, provisto de una mirada pesimista, y dominado por sentimientos cercanos a la ultraderecha.
Henri es un perdedor de aquella guerra, un apátrida.
Reniega de todo:
Su forma de rebeldía, de no acatar las normas que cree que lo oprimen, es abstenerse de participar en el juego de la vida.
Con 21 años, tras repetir 3 veces el último curso de instituto, se enfrenta a su última oportunidad de graduarse.
Aptitudes no le faltan, una de las primeras escenas nos lo deja claro.
Todos los trabajos de la clase han sido mediocres, así se lo hace saber al alumnado, la madre de Maïté, su profesora de literatura.
Todos salvo 2:
El de François, de cuyo talento nadie duda, mucho menos él mismo, sus inseguridades residen en otra parte.
El otro trabajo que sobresale es el de Henri.
Notamos en cómo se enfrenta a su profesora, que el logro apenas le importa.
Fue más un alarde, que un intento de asumir la carrera de merecimientos constante, que supone un curso escolar.
Finalmente, Maïté es hija de la entrañable profesora del conjunto de muchachos, que mantiene una estrecha amistad con François y que, sin ella pretenderlo, se abrirá al disfrute de la sensualidad de la adolescencia, de la mano insospechada del atormentado Mariani.
Maïté es el personaje más enigmático.
Parece haber renunciado al amor.
Su amistad-noviazgo con François, parece el refugio para esquivarlo.
Ni siquiera, parecerá importarle la revelación de saber, que “su chico” es homosexual.
Ese dato nada supone para ella, no cambia nada.
Y en la escena final, tendremos claro cuanto lo necesita, donde están sus necesidades primarias.
Después de hacer el amor con Henri, después de que este, esté dispuesto a asumir la partida, llevarla consigo a Marsella, quedarse en el pueblo para que puedan estar juntos; ella renunciará a él, en un gesto de madurez impostada:
“Debes irte”, le dice.
“Solo quería darte fuerzas con esto, del mismo modo que tú me las has dado a mí”
Se acaba de enamorar, y ya renuncia al amor, aunque se sepa correspondida.
Renuncia a la ternura del monstruo, del marginado, que por serlo, siempre tendrá menos entre quienes repartir su cariño.
Porque los únicos gestos de ternura, casi diríamos de respeto, que veremos a Henri con otros personajes de la trama, serán con Maïté, durante sus 2 breves encuentros.
Y sin embargo, ella renuncia.
Y para mi es un enigma.
¿Necesidad de tragedia en su vida?
¿Saberse demasiado frágil ante el amor?
Tal vez ella no sortee “el viento” sino que lo eluda, evitando echar raíces en la tierra, evitando ocupar un lugar en el que sea vulnerable.
Tras ver marchar a Henri camino de la estación, correrá tras François, para llenar con la compañía de su amigo, esa soledad que le acaba de apresar el alma con su garra.
La aparente felicidad que podría emanar de un entorno bucólico y dominado por verdes parajes, en el fondo, no es más que el contrapunto en un común y doloroso camino de atisbo de la madurez, para 4 muchachos, a los cuales, de una u otra manera, les cuesta asumir su ya necesaria acepción de ser mayores de edad.
Y quizá por ello, se sucederán situaciones trágicas:
La muerte del hermano de Serge, junto a otras simplemente dolorosas, como la huella que ha quedado en François, la ocasión en la que pudo hacer el amor con Serge, faceta que este jamás reiterará; los escarceos de Mariano en la sede del partido comunista que pretende incendiar, y que le permitirá encontrarse con Maïté…
La madre de Maïté será otro de esos “robles” que veamos quebrarse.
No podrá asumir la muerte del hermano de Serge, y se derrumbará ante la noticia.
Tiene razones, aunque secretas.
“Je n'aime pas ce que vous faites avec d'autres.
Ce qu'il ya entre nous compte beaucoup plus”
El principal activo de Les Roseaux Sauvages, reside en la sinceridad con las que se muestran todos estos elementos, en líneas generales extensibles para muchos colectivos de estudiantes de nuestros días.
En este caso, el devenir de estos muchachos, siempre estará ligado a un periodo tenso y concreto en la vida francesa, aunque todos ellos, en realidad, vivan en un pequeño paraíso.
Y es en este aspecto, donde emergerá la fuerza, la sensualidad, y la inocencia de los personajes principales de la narración.
Todo ello en esa búsqueda de la sexualidad o, en su defecto, siendo renuente a la misma, pero sintiendo todos ellos, una extraña sensación de transformarse.
Casi sin que se den cuenta, todos alcanzan una edad adulta, y ello supondrá un elemento de melancolía, a esos jóvenes que por un lado, se sienten más importantes al llegar a la mayoría de edad, pero que se encuentran desconcertados, al comprobar que su infancia y adolescencia, ha de dejar paso a una irrenunciable madurez.
Fundamental en la historia, es la belleza de sus imágenes, nunca el campo, los tonos verdes, el sol, la primavera-verano, han estado más presentes, y más acertados que en Les Roseaux Sauvages.
Imágenes realmente bucólicas, para una historia de amor agridulce.
La fotografía es realmente magnífica.
La escena en que Gaël Morel repite ante un espejo “Je suis un pédé” es un eco de aquella, en que Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) repite ante otro espejo en “Baisers Volés” de François Truffaut.
Sobresale ese breve apunte, del viaje en moto de Serge con François, agarrado a él.
Su cara de felicidad mientras sitúa su cara en la espalda del hombre que ama, es casi una postal para celebrar el aniversario de cualquier pareja aun enamorada, una declaración de amor, uno de esos instantes del cine, que perduran en la memoria.
Y las escenas del baño en el río, hermosas, e intimistas, a pesar de desarrollarse en exteriores.
Serge juega con François a los forcejeos y las peleas, en broma, como si fuera una pareja de amantes adolescentes.
Otro de los grandes méritos de Les Roseaux Sauvages, es su sensualidad, hay sensualidad en la belleza de los paisajes de la Provenza, en los baños de los muchachos semidesnudos en el río, en la poesía visual de la puesta en escena; y también, hay mucha sensualidad homoerótica, en esas noches cálidas y silenciosas de un internado, lleno de chicos jóvenes que duermen… sin sensiblería, tratando la homosexualidad sin caer en el morbo, sin enseñar más de lo necesario en las escenas de sexo, sugiriendo más que mostrando, Les Roseaux Sauvages posee las grandes cualidades que suelen acompañar al buen cine francés, que tanto nos gusta a los cinéfilos
Otro punto importante, es el uso de la música.
Arropado por éxitos de los años 60, en algunas escenas, es realmente fundamental.
Una de las mejores es el baile, la fiesta, en donde uno de los protagonistas hace la confesión a su amiga-novia, de su primer encuentro homosexual.
Como está rodada es realmente increíble.
De fondo, en esta escena, triste y vital a la vez, podemos escuchar:
“Twist” de Chubby Checker, “Smoke Gets In Your Eyes” de los Platters, “Barbara Aan” de The Beach Boys, y finalmente, la maravillosa “Runaway” de Del Shannon.
El final, es una muestra desesperada por parte de Maïté, de la necesidad afectiva que siente por François.
Llorando, besándole en todas las partes de la cara, con frenesí, le dice llorosa lo mucho que le quiere, que lo necesita.
Se ha sentido sola por un momento al no verle, extraviada, y le implora que no se vuelva a separarse nunca de ella.
Un testigo, Serge, mira asombrado, tanto por lo exagerado de la explosión de pasión, como por lo que parece desdecir.
Porque él, y nosotros, hemos sido testigos, a lo largo del metraje, de hechos que nos confunden, que parecen tener significados que contradicen la pasión de Maïté.
Pero el estruendo de la corriente, acalla nuestras dudas.
Nada es definitivo, nada puede afirmarse de forma categórica.
Los “juncos ceden”, no se parten.
Será lo que debamos hacer nosotros, para que las 2 intensas horas de película, no nos abatan con su carga escondida de melancolía.
“Je l'admets.
Je veux dormir avec Serge.
Je veux dormir avec Henri.
Que faire si un autre vient le long de la semaine prochaine?
C'est affreux.
Que vais-je devenir?”
La adolescencia es un período complicado, supone la pérdida de la inocencia, y los primeros sinsabores de la vida, que a veces curten, pero otras conducen a la desdicha.
Les Roseaux Sauvages trata de ello, por el lado sentimental sobre todo, con 4 chicos admirablemente interpretados, como vértices de una figura de deseos y frustraciones.
André Téchiné se muestra sensible, aunque con cierta aspereza y pesimismo, que recuerdan al cine francés de antaño, para retratar una serie de momentos impregnados de emotividad, y también desencanto, como la secuencia del chico que acude a ver al desconcertado zapatero, al que cuenta sus penas amorosas, es hermosamente desoladora.
El conflicto bélico en Argelia, es un trágico telón de fondo sobre el que se proyectará el despertar de unas vidas, que se abren paso entre la dificultad y la amargura, sobre la amistad y el amor en la adolescencia.
Todos los idealismos y posicionamientos de esa época, que siempre son llevados a lo radical cuando se es joven, y se quiere cambiar el mundo.
Se observa como las intolerancias de nuestros mayores, se impregnan en la juventud, sin ni siquiera entender dichas intolerancias.
Sencillamente, Les Roseaux Sauvages es una pequeña gran película, que huye de los estereotipos clásicos en el cine, al más puro estilo “Made In Hollywood”, para sumir al espectador, en una preciosa poesía de la adolescencia, a la vez que nos enseña, cuán difícil era vivir en esa Francia de los 60, con una Argelia que quería dejar de ser colonia francesa.
Pero a la vez, Les Roseaux Sauvages nos enseña que, a pesar de no vivir en Francia, o no estar en los 60, la adolescencia sigue siendo una etapa dura, para quienes se sienten diferentes, o que no encajan, por el motivo que sea, aquella que quisiera ser mayor para no ser una adolescente, aquel que no entiende el mundo en que vive…

“La mort d'un frère est dure.
Je pensais que j'allais mourir.
Mais il ya quelque chose d'encore plus dur, plus dur que la guerre.
C'est que la vie continue”



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