There Will Be Blood


“There Will Be Greed.
There Will Be Vengeance”

Mucho se habla de la decadencia de “El Sueño Americano”, como si hasta ahora Estados Unidos hubiera sido, poco menos que un parque temático de la felicidad, la prosperidad, y la libertad.
Pero como todo el mundo sabe, un edificio sólido se construye siempre desde unos buenos cimientos, y es que quizás, los cimientos de esa “América de Ensueño” ya estaban podridos desde el principio.
Hablar del nacimiento de Estados Unidos, es hablar de los 2 motores de ese país:
El dinero y la fe.
La vida sin el petróleo no podría ser como la conocemos.
Del crudo obtenemos gasolina y diesel para nuestros autos y autobuses, combustible para barcos y aviones.
Lo usamos para generar electricidad, obtener energía calorífica para fábricas, hospitales y oficinas, y diversos lubricantes para maquinaria y vehículos.
La Industria Petroquímica usa productos derivados de él, para hacer plásticos, fibras sintéticas, detergentes, medicinas, conservadores de alimentos, hules, y agroquímicos.
El petróleo ha transformado la vida de las personas y la economía de las naciones.
Su descubrimiento creó riqueza, modernidad, pueblos industriales prósperos, y nuevos empleos, motivando el crecimiento de las industrias que se mencionan en el párrafo anterior.
¿Hay que ver en el capitalismo una religión?
Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas preocupaciones, penas, e inquietudes, a las que daban antiguamente respuesta las denominadas religiones.
La comprobación de esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada religiosamente, sino como fenómeno esencialmente religioso, nos conduciría hoy ante el abismo de una polémica universal que carece de medida.
Y es que, no nos es posible describir la red en la que nos encontramos.
Sin embargo, será algo apreciable en el futuro.
Dios no ha muerto, sino que ha sido incorporado en el destino del hombre.
“Listen, Paul.
If I travel all the way out there and I find that you've been lying to me, I'm going to find you and I'm going to take more than my money back.
Is that all right with you?”
There Will Be Blood es una película dramática estadounidense, del año 2007, dirigida por Paul Thomas Anderson, sobre un guion propio, basado en la novela “Oil!”, escrita en 1927 por Upton Sinclair, y ambientada en la Gilded Age, que trata sobre el auge de la industria petrolera en el Sur de California.
Protagonizada por Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Kevin J. O'Connor, Ciarán Hinds, Russell Harvard, Dillon Freasier, Sydney McCallister, David Willis, David Warshofsky, Colton Woodward, Colleen Foy, entre otros.
There Will Be Blood obtuvo 2 Oscar:
Mejor Actor Principal para Daniel Day-Lewis, y Mejor Fotografía; y 6 nominaciones:
Mejor película, director, guión adaptado, edición, dirección artística y edición de sonido.
There Will Be Blood se filmó en Marfa, Texas, donde se rodó hace décadas “Giant” (1956) la legendaria película sobre el petróleo.
El director Paul Thomas Anderson, había estado buscado una historia para su nueva película, cuando encontró el libro “Oil!” de Upton Sinclair, y se sintió fuertemente atraído por la portada.
Anderson adaptó las primeras 150 páginas del libro, y cambió el título del guion por el de “There Will Be Blood”, ya que no realizaría una adaptación de toda la obra.
Por su parte, “Oil!” relata la relación de un millonario magnate del petróleo llamado J. Arnold Ross, inspirado en los magnates del petróleo de la época más ricos del país, incluido Edward Doheny, con su hijo, al que aspira a dejar el negocio familiar.
Pero su hijo se rebela contra él, y empieza a organizar a los trabajadores de su padre, contando con la complicidad de una familia de fundamentalistas pentecostales extremadamente pobre, incluido un pastor carismático, y ávido de poder, llamado Eli Watkins.
Al tratarse de una película que recreaba los inicios del siglo XX, en Estados Unidos, Anderson pasó varios meses investigando en museos de California, leyendo periódicos del periodo, y buscando fotos de la época, que lo ayudaran a plasmar su visión en imágenes.
There Will Be Blood analiza temas relacionados con los principales motivos de preocupación del realizador, y de gran parte de la opinión pública, en el momento del estreno, tales como:
La violencia, la corrupción, el fanatismo religioso, la mezcla de la religión con intereses económicos, la competitividad, las relaciones entre padres e hijos, el individualismo, la ambición sin límites, la codicia, y la naturaleza de unas relaciones sociales que engendran egoísmo, odios, abusos de poder, etc.
There Will Be Blood desarrolla un estudio detallado, y apasionado, de un personaje singular que se erige en símbolo de una generación y, a la vez, en alegoría de “El país más poderoso del mundo”
De nuevo, el tema principal en el cine de Anderson reaparece en There Will Be Blood, con más fuerza que nunca:
La orfandad y la figura del padre como una energía destructiva.
El dinamismo de la puesta en escena, la amplitud de la mirada y la observación de Anderson, son muy notables.
Los planos muy largos, las tomas son elaboradas, la audacia y belleza de sus secuencias, le certifican como uno de los más profundos y exquisitos directores vivos.
Como cité, basándose en documentos y fotografías de la época, en numerosa bibliografía, y en artistas de aquel entonces, el casi legendario diseñador de producción Jack Fisk, da vida con su talento, a este “post-western”, que es una crónica de la desaparición de las grandes praderas, de la sustitución de la naturaleza por bosques de metal, y grandes mansiones, de cómo el petróleo ha cambiado la faz del mundo, y la sociedad del hombre.
Y lo hace sin gigantismos, su presupuesto es realmente irrisorio, comparado con otras películas importantes actuales, insinuando más que retratando.
Algunos han insistido en ver There Will Be Blood, como la crítica a un país fundado sobre los pilares del capitalismo sin escrúpulos, y el fundamentalismo religioso.
Con un aire de historia bíblica que lo impregna todo, incluida la turbia relación entre padre e hijo, Paul Thomas Anderson ha construido una película hipnótica, detallista, sin concesiones a la comercialidad, que es un descenso a los infiernos de un alma condenada con cada decisión y que, además, ni se arrepiente, ni busca otra cosa, en lo que es uno de los finales más perturbadores que nos ha sido dado ver en las últimas temporadas.
There Will Be Blood es una historia, de cómo la ambición reduce el ser humano a sus más bajos instintos y deseos.
Deseos de poder y de supremacía, sobre aquellos a los que considera inferiores.
Pase lo que pase, haga falta lo que haga falta.
El fin de alguien que no ve más allá de su propia avaricia, justifica sus horribles medios.
Desde matar a aquellos que le traicionan, o se imponen en su camino, hasta abandonar a su “hijo” por volverse sordo, aquél que había utilizado durante años como una cara bonita para sus tratos, después de encontrárselo en una cesta y decirle que su madre había muerto en el parto, tras lo cual, ya no le sirve para nada, y le parece un estorbo…
“One night I'm gonna come to you, inside of your house, wherever you're sleeping, and I'm gonna cut your throat”
La acción dramática en There Will Be Blood se extiende a lo largo de 31 años, desde 1898 hasta 1929, justo después del “crack” de la bolsa de Nueva York, y del inicio brusco de La Gran Depresión.
Un plano estático del yermo paisaje de California, atravesado por una vía de tren, se transforma en un travelling horizontal a la vieja usanza, mientras capta el traqueteo de un coche primitivo.
Los viejos medios se abandonan por los nuevos, aunque las velocidades parezcan empeorar, y el hombre se aferre a dependencias opuestas a la continua búsqueda de libertad y movimiento.
Ambientada en el estrellato del petróleo en la frontera de California a principios del siglo XX, There Will Be Blood relata el éxito de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), que pasa de ser un minero extremadamente pobre que cría a su hijo sin ninguna ayuda, a convertirse en un magnate del petróleo hecho a sí mismo.
Gracias a un misterioso soplo, Plainview descubre la existencia de un mar de petróleo bajo la tierra de un pequeño pueblo del Oeste, y se lleva a su hijo, H.W. (Dillon Freasier), a probar suerte en el polvoriento Little Boston.
Adopta como hijo a H.W. para reflejar una imagen de hombre paternal, cariñoso y de buenos sentimientos.
Y es en este pueblo perdido, en el que la única diversión gira en torno a la Iglesia Pentecostalista del carismático pastor Eli Sunday (Paul Dano), donde Plainview y H.W. van a dar el golpe de sus vidas.
Pero a medida que el petróleo les va haciendo cada vez más ricos, los conflictos van apareciendo:
La corrupción, la mentira, y las ingentes cantidades de petróleo, pondrán en serio peligro, valores humanos como el amor, la esperanza, la solidaridad, la confianza, la ambición, e incluso, el vínculo entre padre e hijo, para terminar en un torbellino de violencia y autodestrucción.
El panorama que Paul Thomas Anderson nos presenta, es ciertamente desolador, pesimista, e infernal, como la fotografía que le permite recrear ambientes turbios y de desconfianza, de intenciones torcidas y engañosas, con fuertes contrastes y espacios angustiosos en la mina, o en la oscuridad de la cabaña.
Luces duras para 2 individuos pétreos, y sin raíces familiares, que no generan ninguna simpatía, y que parecen destinados a un duelo de autodestrucción.
There Will Be Blood es un retrato sobre la desmitificación de “El Sueño Americano” y del hombre que se hizo a sí mismo desde la nada, está de moda, y sobre un capitalismo que engendra y destruye hombres de dudosa moral.
En la misma línea demoledora de los cimientos de dicha sociedad, se ofrece la figura del falso profeta, que vende esperanzas al pueblo crédulo, con auténticos espectáculos de exorcismos, curaciones, o bautizos, ridículas escenas con un punto de exageración, que esconden intenciones rastreras en beneficio propio.
Hay quien considera There Will Be Blood, un “neo-Citizen Kane”, una especie de biopic de un magnate hecho a sí mismo.
La historia trata más que de petróleo, de la ambición y el odio del protagonista, de cómo todo lo de su alrededor le da igual, y como lo único que le importa, es tener más y más hasta decir basta.
En There Will Be Blood hay un accidente de petróleo, un accidente causal:
Todo el conflicto, toda la violencia, está alrededor del petróleo.
There Will Be Blood es casi un “western”, o incluso sin el “casi”, que se desarrolla a partir de 1898, y cuya temática gira en torno a 2 gigantes presentes desde el principio de los tiempos:
El dinero, representado por “el oro negro”, y la religión, quizá algo menos presente, pero igualmente reseñable.
No obstante, no es su temática lo que realmente destaca.
Lo que Paul Thomas Anderson hace, es contar una historia sin más intención, o al menos así me lo parece, que la misma de contarla.
Lo que realmente es llamativo en There Will Be Blood, es la rudeza con la que son tratados los temas clásicos de la época del oeste tardío norteamericano:
La familia, la religión, y el poder del dinero.
El argumento “aparente” de There Will Be Blood es tremendamente sencillo:
Un experto buscador de petróleo, que luego irá perfeccionando la forma de extraerlo, irá construyendo un vasto imperio petrolífero, a lo largo de 30 años, y en la obtención de ese imperio, no dudará en hacer lo que haga falta, para vencer a todos sus competidores, y para alejarse de un mundo que odia con todas sus fuerzas, hasta quedarse completamente solo.
Como un tren imparable, pasará por encima de cualquier cosa, especialmente sobre sus propios sentimientos.
Daniel Plainview, en su ceñuda aspereza, en sus modales torvos, no es sin embargo un ser carente de sentimientos.
Su vida queda marcada por su relación con 3 personajes fundamentales:
Con su hijo, con su hermano y con el cura Eli Sunday.
La hazaña más importante de Anderson, es la de embarcarse en la observación directa de un tipo tan infame, otorgándole todo protagonismo, narrando con una capacidad de abstracción, y de fascinación, que no empaña en nada su extraña, casi enajenada compasión por Plainview.
Con There Will Be Blood, el paisaje tiene un papel primordial sin precedentes en la filmografía de Anderson:
Ese suelo árido que tanta riqueza, y codicia, produciría.
Ese contraste de la tierra virgen con el petróleo que brota con violencia del fondo del suelo, es similar al carácter de los personajes, cuya codicia y ambición, saca lo peor de ellos mismos, hasta provoca la destrucción de uno mismo.
“Did you just tell me how to run my family?”
En primer lugar la interpretación de Daniel Day-Lewis, a quien el papel le viene como anillo al dedo, gracias a ese sutil brillo de locura inteligente que desprenden sus ojos; por cierto, que porta un magnífico bigote; su interpretación no es de Oscar, sino es para crear otro premio para él solamente.
Es impresionante de principio a fin.
De su contención inicial, a su explosión final es abrumador.
No le hacen falta diálogos eternos.
Basta con sus gestos, andares, su voz contenida, sus actos, su mirada…
En There Will Be Blood, habiendo adoptado en secreto, al bebé de su compañero muerto, ya de niño se referirá a él como su socio, y la relación entre ambos, será el corazón de la obra.
Por mucho que Daniel nos parezca un arribista sin salvación, siente amor por su falso hijo, y se siente terriblemente culpable, por el accidente que le deja sordo, y por tener que abandonarle para que otros cuiden de él.
Es decir, Plainview ama y sufre, a su manera.
Y si le hace daño a su hijo, y es tremendamente cruel al final, lo hace seguramente por un enorme sufrimiento que, según él, le justifica.
El bellísimo inserto en el que un anciano Daniel baja por las escaleras, y recuerda o simplemente Anderson recuerda, un momento de felicidad con su hijo de muchos años atrás, es la plena demostración de ese sufrimiento.
Daniel Plainview refleja “El Mito Americano”, de ese “sueño” que permite que cualquier hombre se construya así mismo y salga adelante; representa una figura de ese sistema capitalista, liberal, y competitivo, que destruye los obstáculos, y destruye a los hombres y, por último, el fracaso del ser humano, que a pesar del éxito y el dinero, fracasa estrepitosamente en el ámbito humano, postrándolo en la soledad más absoluta, y convirtiéndole en un ser cruel, vengativo, y salvaje, pero a la vez, frágil y roto.
En los inicios, el protagonista representa la vitalidad y el esfuerzo por la superación, para poco a poco corromperse por la ambición, el odio, y la decrepitud física y moral, que coincide casualmente, con un desenlace situado en el crack de la bolsa del 29.
En segundo lugar, la interpretación de Paul Dano, que es capaz de hacer frente a 2 personajes/gemelos, Paul y Eli, siendo uno más extenso que otro, de una manera magistral.
Otra cosa muy distinta es Eli, un hipócrita sacerdote que tratará de enfrentarse y de humillar a Daniel constantemente.
Su rivalidad es algo más que la rivalidad luz-oscuridad, pues si Daniel es la oscuridad, Eli es un mequetrefe, un falso profeta, aún peor que él, pues esconde una codicia semejante, envuelta en graves palabras religiosas.
Y en tercer lugar, Dillon Freasier, que resulta totalmente creíble y arrebatador.
Dillon es un chico de 10 años, que no tenía nada que ver con el cine.
Dillon se embarca en un viaje emocional bastante fuerte, y para alguien que nunca se había dedicado a esto, su interpretación resulta increíblemente natural y auténtica.
Durante la historia, Freasier aprendió el lenguaje de los signos, y también tuvo que hacer algunas escenas peligrosas, como cuando salta por los aires durante la explosión de una torre de perforación, y cuando incendia la casa de su padre.
Uno de los personajes más fascinantes y misteriosos de There Will Be Blood, entra de repente escena.
Se trata de Henry, interpretado por Kevin J. O’Connor, que dice ser el hermano perdido de Plainview.
Se convierte en la persona más próxima de Plainview, y le arranca las confesiones más atroces.
Así, Daniel por fin se sentirá un poco más comprendido, cuando llegue su hermano Henry, a quien él considera como una parte de él, al tener su misma sangre.
Pero cuando descubra que le ha mentido, y que no es realmente su hermano, a la ira que le produce volver a quedarse solo, se une la culpabilidad de que él también es un falso padre con H.W., y es tremendamente poético, que le entierre en un agujero en la tierra que supura petróleo.
De hecho, There Will Be Blood es un filme eminentemente poético, antes que narrativo:
La primera imagen de Daniel es en un pozo oscuro golpeando la roca con su pico, y la extraordinaria música de Jonny Greenwood, mítico guitarrista de Radiohead, sugiere algo diabólico que nace de la tierra, que vive en ella.
Cuando sufre una caída que casi lo mata, su agónico “¡No!” es un regreso de la muerte, como si por algún pacto se hubiera hecho inmortal.
Después de Plainview, el personaje más importante es Eli Sunday, predecesor de los modernos telepredicadores, quien sirviéndose impunemente de Dios, se dedica a engañar a gente inculta, y deseosa de consuelo, con tal de obtener poder y visibilidad.
Tanto Plainview como Sunday, construyen su imperio despreciando y pisoteando a los demás.
Los 2 encontrarán en su pecado, su castigo, la degeneración, y la pérdida de respeto hacia sí mismos, hasta el ridículo, que aceptan con tal de no ceder en su ambición.
Vidas paralelas en su amargura y falsedad, cuyo primer encuentro es un pulso de inteligencia para ganar la partida “empresarial” al otro, y los siguientes supondrán una escalada de humillación, venganza, y violencia, entre la fatua representación de una “empresa familiar” o de unas creencias... porque en el fondo, los 2 únicamente tienen fe en el dinero, y en sí mismos.
Al igual que a Daniel, al que le enloquece el poder, a Eli le gusta sobre todo, ser el centro de atención.
Y es por esa razón que están destinados a enfrentarse.
A medida que Daniel Plainview se va haciendo más poderoso, Eli también se hace más popular.
Además, le enfurece el desprecio que Daniel muestra por él, y por su papel en la comunidad.
Su rencor alcanza el clímax, en la espeluznante secuencia del sermón, durante el cual, su venganza personal se confunde con el fervor religioso:
Las cachetadas.
En la pantalla, la presencia femenina queda desterrada casi por completo, salvo la hija de los Sunday, y alguna anciana que observamos en la iglesia.
Nada sabemos de la verdadera madre de H.W. así como no sabemos qué esconden esas siglas… y por qué Daniel se vuelve casi demoníaco, cuando le preguntan por ella…
“When Ambition Meets Faith”
En un momento de There Will Be Blood, dice Daniel que ve lo peor en la gente, que ha construido sus odios a lo largo de los años.
Este pensar sólo para uno mismo, el acumular bienes por acumular, eso es lo que tienen en común Daniel y Eli, crea la sensación de un pozo sin fondo; ese pozo es incapaz de saciarse, porque nunca se tiene suficiente.
Este egoísmo y orgullo, en su sentido más peyorativo, es lo peor que puede sacar el ser humano de sí mismo, pues no piensa en el otro, y puede llegar a herirlo profundamente.
Daniel Plainview es toda una radiografía de un ser humano en concreto, con todas sus luces y sus sombras.
Una transformación escalofriante, de un hombre que termina absolutamente solo, y devorado por su propio imperio.
Y que construye unas complicadas relaciones con su hijo, protagonistas ambos de las escenas más tiernas, humanas, y cálidas, pero a la vez de las más tremendas:
Es poderoso cómo se comunican, cuando el niño es pequeño, hasta que un accidente lo cambia todo, y complica la comunicación entre ambos, convirtiéndose en un muro insalvable.
O las confesiones que realiza, al que cree su hermano perdido y de sangre, Henry, cómo Daniel se desnuda, y siente un apoyo, pero la traición del “hermano” le puede y transforma en un hombre más solitario aún.
O, por último, la compleja relación con el falso profeta, igual de ambicioso y competidor, que también manipula las creencias de las personas, Eli Sunday, ambos mantienen un juego de poderes, que llevarán hasta las últimas consecuencias…
El actor inglés está siempre en el centro de la escena, pero esta identificación se hace más explícita que nunca, en la última frase, cuando un Plainview borracho y abatido, tirado por el suelo de espaldas a la cámara, afirma:
“I’m finish”
Que se puede entender como “estoy acabado”, indicando el reconocimiento de su desastrosa situación, o también como “que caiga el telón”, y de hecho There Will Be Blood termina propiamente ahí.
El protagonista, pese a que en ningún momento se hace simpático al espectador, es un hombre con un objetivo claro en su vida.
Siendo contrario a cualquier religión, comparte la moral calvinista de superación a través del trabajo solo que, en vez de tratar de llegar a Dios a través del mismo, y ganarse así el cielo, busca ser considerado el mismo, un Dios en la tierra.
En su camino, en su obsesión, no caben distracciones, y reniega con absoluto desprecio de los lazos familiares y el fanatismo religioso.
No admite la mentira, los fastos ni oropeles.
Solo respeta el trabajo duro, la vida dura, y el camino difícil.
No disfruta de lo que obtiene porque no sabe hacerlo… o tal vez no quiere.
Su rostro reseco, su mirada fría e inteligente, su delgadez, su ropa… son elementos que contribuyen a hacer creíble este personaje tan descarnado.
There Will Be Blood, narrada de manera mágica, a la manera más clásica, se ven claramente 3 actos que tienen que ver con la evolución del personaje, está sin embargo, plagada de simbolismos e interpretaciones que la hacen más rica si cabe.
Su sobriedad, a veces, hiela la sangre, y logra de nuevo impactar con un final absolutamente compresible con la evolución de esos personajes.
There Will Be Blood es de esas películas que piden, exigen, más de un visionado para poder llegar a todo lo que se nos cuenta o refleja.
El nacimiento del capitalismo, la corrupción del dinero y el poder, la manipulación a la que siempre se somete a hombres y mujeres, manipulaciones económicas o de sus creencias, la competitividad, la familia, los lazos paterno-filiales, la ambición, el odio, la falta de escrúpulos…
Una visión triste y negra, de un par de antihéroes trágicos que se devoraron a sí mismos, y a quienes se cruzaban en su camino, aunque fueran hijos, padres, o hermanos, en el fondo todos “competidores”, que profundizaron un poco más en su soledad y amargura, a medida que el petróleo brotaba y manchaba sus tierras, que vendían su alma al capitalismo.
“... reject the blood!”
Los planos de los primeros 25 minutos, mudos, muestran la acción con la ayuda del soundtrack, la gestualidad y las imágenes, en una hermosa demostración de dominio cinematográfico.
La banda sonora que se encarga de acompañar la historia que Paul Thomas Anderson, nos brinda de una manera magistral, quizá pecando a veces de efectista.
Cabe destacar, las partituras de Jonny Greenwood, de Radiohead, que reflejan la tensión a través de música disonante, y en ocasiones estridente.
El contrapunto viene dado por el magnífico tercer movimiento del concierto para violín de Johannes Brahms, una pieza que sin duda, hace que aquel que la escuche se imagine a sus enemigos derrotados, en el triunfo, y la grandeza, todo lo contrario a la partitura de Greenwood.
“I’ve abandoned my child!
I’ve abandoned my child!
I’ve abandoned my boy!”
Al cabo el retrato “pintado” es el de un individuo que toma conciencia de que la individualidad, la condición del individuo abstracto, es una imposibilidad que destruiría al individuo mismo.
Lo que Daniel Plainview descubre en su periplo, es que para ser “él” ha de prescindir de los demás, y que el prescindir de los demás acaba con “él”
Desde el propio inicio, se nos presenta como una especie de “superhombre” que ni sufre, ni padece.
Y esta condición es la que aparece como barrera insuperable de cara a los demás, es la trascendental supervivencia del “Yo” frente a todo lo demás, lo que está en juego.
Su actitud es la de un sujeto, que voluntariamente toma como salida, una especie de autismo nihilista.
Y es esa toma de conciencia, la que resulta aterradora:
Somos lo que somos, a través de los demás, y sin ellos, no somos nada, pero ese “ser a través de” nos hace ser víctimas de engaños y frustraciones, círculo vicioso de las relaciones humanas.
La tensión de ser animales autoconscientes, que se saben individuos en una sopa de otros individuos, que le impiden a uno ser “uno” al tiempo que permiten ser “uno” el oxímoron de la existencia misma.
He aquí la dimensión metafísica de una película sumamente física, donde la mayor parte del tiempo, están ocurriendo actividades concretas, técnicas, extracciones petrolíferas, prospecciones, manos y caras tiznadas de alquitrán, de aceite.
Sólo en algunos momentos reflexivos, hay una ausencia de contexto, se nos ocultan lugares, hay unos primeros planos tremendos, diálogos escuetos, sin rodeos, pero muy significativos.
La minuciosa planificación de las escenas y el montaje, va enteramente en esta doble dirección, reflejo cinematográfico de la dualidad metafísica, individuo-grupo, a saber, las escenas donde hay mucha gente, con planos generales, descriptivos, donde suceden cosas mundanas; y las escenas íntimas, con acaso un par de actores, planos cortos, donde se hablan cosas trascendentales.
There Will Be Blood posee esta estructura circular, no por capricho, sino porque el personaje de Daniel Plainview es tan completamente nihilista, que está determinado, atrapado, y por consiguiente, abocado al fracaso de ser como los demás, así que sólo le queda la condición de ermitaño alejado de la sociedad, que por supuesto, no es condición, excepto para aquellos ascetas que buscan ver a Dios a través del aislamiento, sólo que Daniel Plainview es ateo, y por eso, no tiene nada que ver con un eremita.
Y es que capitalistas e idealistas mienten, y sus representantes parecen dibujados en el alcance de los años 20, despojados hasta del sucio esplendor de un Scott Fitzgerald.
Se ha invocado el cine de Erich von Stroheim, al analizar There Will Be Blood, y la evidente conexión de parajes calurosos, como si el viento enajenante, hubiese arrancado todo de cuajo, también la razón de las personas, permite al director rememorar recursos del cine mudo, el trabajo de Daniel en un pozo solitario, la inexpresividad de los extras, para marcar el inicio de un repaso historiográfico cargado de odio y admiración.
La trampa clásica, ya no merece importancia, y es inútil entender lo incomprensible, mediante el recurso que antes lo aclaraba todo:
El flashback.
Daniel jugando con los niños, separa la seriedad del siguiente tono teatral, satírico y patético.
Se trata de un retazo de la memoria del protagonista, que no tiene nada que ver con su pasado, ni su futuro, tal vez una pesadilla de un loco encerrado en su caserón, frío ante las añoranzas, y los rencores.
En su mezcla de narración originaria, ensayo sociocultural, cuestionamiento ideológico, y galería artística, reside la virtud de una representación abstracta y ambigua, cuyas líneas maestras se bifurcan en lecturas enriquecedoras, fascinantes en su parcialidad.
La desmitificación de los orígenes estadounidenses, late en una época de posguerra y colonos, ciudadanos que aman la tierra, porque bajo ella, fluye la sangre negra de un futuro con olor a dólar.
La profecía del título original, podría referirse al interior de la historia, o a nuestro presente, vistas las consecuencias de contaminar aún más campos muertos, y construir pozos que saquen lo peor del hombre, amplios lagos artificiales de petróleo, que reflejan las nubes como una falsa promesa de la llegada del paraíso a la tierra.
El contenido de la obra, en general, me parece idóneo para la época en que vivimos, narrando la singladura de la actividad que hoy día, rige los destinos del mundo, el “oro negro”, bendición y a la vez, maldición del mundo actual.
Familia, amigos y religión, 3 amantes que has de apuñalar si quieres hacerte millonario.

“I am a false prophet, God is a superstition!”



Comentarios

  1. Magnífica lectura! enhorabuena. Dicho está que no me canso de ver esta película.
    Saludos y éxitos,

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