Nixon


“Always remember:
Others may hate you.
But those who hate you don't win unless you hate them.
And then you destroy yourself”

Las circunstancias de los gobernantes con contradictorias capacidades, que entran en el terreno de la ilegalidad, que se amparan en la razón de estado, y desoyen a los ciudadanos en medidas que crean traumas en la sociedad, es un tema peliagudo no muy alejado de la ficción.
La figura de Richard Nixon, sigue siendo hoy día, enormemente controvertida, sobre todo, porque ha quedado para la historia, como el único presidente que tuvo que dimitir, y de una forma muy bochornosa:
Por mentir al país.
Pero es evidente, que su mandato abarcó mucho más.
Recibió una herencia muy complicada, en la que La Guerra de Vietnam iba adquiriendo un protagonismo, cada vez más absoluto.
Nixon, actuando como “mago de la política”, supo presentarse a la vez, como un duro “señor de la guerra” y como el adalid de la paz.
También, se acercó a los enemigos de Estados Unidos, la Unión Soviética y China, y consiguió una distensión inédita, hasta aquel momento, en La Guerra Fría.
Además, Nixon impulsó programas sociales, como no lo ha vuelto a hacer ningún Presidente Republicano hasta la fecha.
Pero también, Nixon fue un hombre que amaba el poder sobre todas las cosas, un cínico, y manipulador, que era capaz de utilizar el rodillo de la violencia, véase si no, la escalada bélica en Vietnam, y la dura represión a los manifestantes en casa, para imponer su voluntad.
Así las cosas, Richard Milhous Nixon (1913 – 1994) fue el 37° Presidente de Los Estados Unidos; y ha sido el único, hasta la fecha, en dimitir del cargo.
Nixon nació en el seno de una familia de agricultores, metodista el padre, y cuáquera la madre, ambos de origen humilde.
El padre se convirtió al cuaquerismo tras la boda, y después de haber servido en la Armada de los Estados Unidos, durante La Primera Guerra Mundial.
Pronto, se trasladaron a la localidad californiana de Whittier, cuando el joven Richard tenía 9 años; graduándose en 1934, por el Whittier College, a 19km de Los Ángeles, y en 1937, por la Duke University Law School.
Alistado en la Marina en 1942, Nixon sirvió en el Pacífico Sur, durante La Segunda Guerra Mundial.
Pero Nixon estaba exento de realizar el servicio militar por 2 motivos:
Ser cuáquero, y por su trabajo en la Oficina de Administración de Precios, pero decidió no acogerse a ninguno de ellos, y entró al servicio de la Armada de Estados Unidos, en agosto de 1942.
Nixon regresó a Estados Unidos con 2 medallas, aunque jamás estuvo en combate, y una recomendación, convirtiéndose en el Oficial administrativo de la Estación Naval Aérea Alameda.
Su carrera política fue bastante destacable dentro del partido republicano, ejerciendo de senador en California en 1946.
Entre 1948 y 1949, Nixon se hace famoso como miembro del Comité de Actividades Antiamericanas, durante la investigación del caso Alger Hiss.
La brillantez y notoriedad con la que llevó a cabo el caso, permitió a Richard Nixon ser elegido para elaborar, conjuntamente con otros representantes, El Plan Marshall de ayuda económica a la Europa de posguerra.
En las elecciones de noviembre de 1950, Nixon fue elegido senador por California,  al Senado de los Estados Unidos, para el período 1951-1957; y fue vicepresidente del gobierno, a las órdenes de Dwight Eisenhower.
Permaneció como vicepresidente durante todo el tiempo que éste fue presidente, 8 años en total, pues fueron reelegidos en 1956, hasta enero de 1961.
Richard Nixon gozó de un papel, y unas prerrogativas políticas inusuales para su cargo, dadas las responsabilidades políticas que Eisenhower delegó en su persona.
Nixon presidió la mayor parte de las reuniones del Gobierno, y de los líderes del Congreso, a la par que asumió 3 veces en 1955, 1956 y 1957, las funciones presidenciales, debido a la crónica dolencia cardíaca que padecía el presidente Dwight Eisenhower.
Nixon destacó como embajador extraordinario de su país por todo el mundo, en calidad de lo cual, visitó un total de 55 estados, incluida la Unión Soviética.
En mayo de 1958, durante una visita a Caracas, Venezuela, su vehículo fue atacado a pedradas por una multitud.
Relatando el episodio en su obra “Seis Crisis”, Nixon afirmó que se salvó milagrosamente.
En 1962, se presentó a las elecciones presidenciales, perdiendo por la mínima con John F. Kennedy.
Siete años después, consiguió llegar a la presidencia en 1969, abandonando voluntariamente, es un decir, la misma, 5 años después.
A principios del año 1968, Nixon presentó su precandidatura presidencial para competir por la nominación oficial del Partido Republicano.
Los principales rivales internos de Nixon, en la carrera por la candidatura presidencial, eran Nelson Rockefeller, para ese momento Gobernador de Nueva York; y Ronald Reagan, para ese entonces Gobernador de California.
Rockefeller representaba al ala liberal republicana, centroizquierdista; Reagan al ala conservadora republicana, derechista; y Nixon al sector, o ala moderada republicana, centrista.
Pero Nixon tenía una maquinaria electoral más poderosa, y derrotó con relativa facilidad a Reagan y a Rockefeller, en las elecciones primarias internas de la mayoría de los Estados; y por eso, cuando se reunió la Convención Nacional Republicana en Miami Beach, el 5 de agosto de 1968, Nixon obtuvo en la primera votación, el voto de 692 delegados, contra 277 de Rockefeller, y 182 de Reagan, quedando elegido como candidato presidencial del Partido Republicano.
Por su parte, el Partido Demócrata elige en la Convención Nacional Demócrata de 1968, al entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Hubert H. Humphrey como su candidato presidencial.
Pero un sector del partido, el de los demócratas racistas de los Estados del Sur, se separó del partido, molesto por las políticas a favor de la igualdad entre blancos y negros que impulsaban Humphrey, y el presidente Lyndon B. Johnson.
Este grupo de demócratas disidentes, fundaron un nuevo partido llamado “The American Independent Party”; y lanzaron la candidatura presidencial de George Wallace, para ese entonces, ex gobernador de Alabama.
Así, Nixon derrotó a Humphrey, y tomó posesión como presidente electo, el 20 de enero de 1969.
Casi un año después de ser elegido, el 03 de noviembre de 1969, Nixon se dirige a la nación estadounidense, en uno de los mensajes presidenciales más famosos de la historia, el denominado discurso de “La Mayoría Silenciosa”, en el que intenta unir a los estadounidenses, para resolver juntos la crisis ocasionada por la impopular Guerra de Vietnam.
Junto con el secretario de estado Henry Kissinger, Nixon redefinió el papel de Estados Unidos en el escenario mundial.
Se realizó una retirada gradual, de los 500,000 soldados estadounidenses que combatían en Vietnam del Sur, aunque la retirada se prolongó durante 4 años.
Su mayor logro, fue su aproximación y apertura de relaciones, con la República Popular de China.
Nixon también viajó a Moscú, para negociar el primer paso para un acuerdo sobre limitación de armas estratégicas.
En Oriente Próximo, Nixon estableció relaciones con Egipto, manteniendo los compromisos con Israel.
En política nacional, Nixon adoptó numerosas medidas sociales, y el denominado “New Federalism”, un programa que asignó 30,000 millones de dólares para necesidades de los estados y sus ciudades.
En el año 1972, Nixon era un presidente muy popular, por lo que su reelección parecía fácil, y ganó las elecciones del partido con facilidad.
El Partido Demócrata por su parte, tuvo que elegir entre 10 pre-candidatos en una dura elección interna; finalmente, el elegido fue George McGovern, para ese entonces, Senador por el Estado de Dakota del Sur, al Senado de los Estados Unidos.
McGovern fue sin duda, el candidato presidencial demócrata, de ideas más cercanas al socialismo en toda la historia de los Estados Unidos hasta ese momento.
Su plataforma electoral, estaba muy orientada al gasto social, con propuestas para aumentar los impuestos, el gasto público, y la burocracia.
Igualmente, su programa pretendía aumentar el tamaño del Estado, y su intervención en la economía; e iniciar un desarme unilateral en plena Guerra Fría.
Por eso, los republicanos lo atacaron, presentándolo como un radical peligroso y “medio loco”; mientras la popularidad de Nixon iba en aumento, gracias a la buena situación económica.
El 07 de noviembre de 1972, se celebraron las elecciones presidenciales.
Nixon ganó en 49 estados, y McGovern en apenas un estado, Massachusetts, y el Distrito de Columbia; en el Colegio Electoral, Nixon obtuvo 520 electores contra 17 para McGovern, y uno para un candidato minoritario.
Esta fue una de las victorias electorales, más aplastantes de la historia estadounidense.
No obstante, meses antes, se había producido un extraño caso de allanamiento de la sede central del Partido Demócrata, en el edificio de oficinas Watergate, el 17 de junio de1972, que destapó un método de realizar escuchas ilegales, por hombres contratados por algunos colaboradores del Presidente.
Lo que se conoce como “Escándalo Watergate” son todo un conjunto de actividades ilegales y clandestinas, llevadas a cabo desde La Casa Blanca, durante la Administración de Nixon, con el consentimiento y la planificación del propio presidente, y su círculo cercano, y que constituyeron un comportamiento presidencial delictivo, llevando a la democracia estadounidense, a la crisis institucional más grave de toda su historia.
Las actividades ilegales del Watergate, consistieron en:
Actos de espionaje político, incursión en oficinas privadas, sobornos, chantajes, intentos de destrucción de reputaciones y daño a imágenes, y compras de silencio, y todo financiado ilegalmente, con dinero público, y del comité de reelección de Nixon, y planificado desde el Despacho Oval.
Watergate fue un peligrosísimo precedente, un Presidente y Jefe de Estado quebrantando abiertamente las leyes, y las normas básicas de ese Estado, comportándose como un delincuente, casi como un mafioso.
En marzo de 1974, el Gran Jurado Federal, consideró al presidente copartícipe, sin cargos formales, en una conspiración para obstruir la acción de la justicia, en la investigación del “Escándalo Watergate”
En la tarde del 08 de agosto, Nixon anunció su dimisión.
El 09 de agosto, Gerald Ford prestaba juramento del cargo.
Retirado en su rancho californiano de San Clemente, Nixon intentó volver a la práctica de la abogacía, sin poder conseguirlo, ya que fue expulsado del Colegio de Abogados, además de que fue incapacitado para el desempeño de su profesión en todo el territorio estadounidense.
En 1978, Nixon plasmó sus experiencias como presidente, en la obra “Mis Memorias”, libro por el que obtuvo importantes ganancias económicas.
Tras su dimisión, todavía en los ‘70s, Nixon comenzó a remontar su imagen.
En los ‘80s, ganó millones publicando sus memorias, concedía entrevistas políticas, participaba en debates, y daba conferencias por todo el mundo, especializándose en la URSS.
En el año 1986, Nixon volvió a publicar otra exitosa obra:
“No Más Vietnam”
Finalmente, en la década de los ‘90s, se rebeló como un docto hombre de Estado, llegando a asesorar en su gran terreno, la política exterior, al Presidente Bush Senior, en plena Crisis del Golfo Pérsico, de finales de 1990, previa a La Guerra del Golfo de 1991.
Nixon sufrió un derrame cerebral el 18 de abril de 1994, y murió 4 días más tarde, a la edad de 81 años, el 22 de abril.
Nixon siempre quiso que se le recordara, como un estadista que en último término, luchaba por la paz.
En el epílogo de su tumba, eligieron la frase que pronunció en su ceremonia de investidura:
“El mayor título que puede conceder la historia a un estadista, es el título de pacificador”
“There's a cancer in the presidency and it's growing”
El arte no fue ajeno a este personaje, del que se crearon novelas, obras de teatro, óperas y, cómo no, películas.
En su gran mayoría, estas producciones tratan a Nixon como un personaje corrupto.
Desde un punto de vista periodístico, en “All The President’s Men” (1976) del gran Allan J. Pakula, donde Dustin Hoffman y Robert Redford son 2 incansables reporteros, que averiguan el sistema de escuchas de Nixon en el edificio Watergate.
El término “Garganta Profunda” que se hizo tan popular en esta época, es uno de los ejes de un film, que hoy en día, sigue siendo uno de los mejores retratos del periodismo de investigación, en el mundo del celuloide.
Siguiendo el enfoque informativo, pero mostrándonos un Nixon más íntimo, es la reciente “Frost/Nixon” (2008) del casi siempre impersonal Ron Howard.
Basada en una conocida obra teatral, que interpretó el también protagonista de esta cinta, Frank Langella como Richard Nixon.
El Desafío nos muestra la preparación, el desarrollo, y las consecuencias de una de las entrevistas más esperadas, hecha por el “showman” David Frost a un Nixon ya derrocado.
Oliver Stone por su parte, mostró con “Nixon” (1995) el lado más positivo del gobierno del 37º mandatario de los Estados Unidos, y una de las mejores interpretaciones del galés, Sir Anthony Hopkins.
La crítica especializada, y no tan especializada, pensó que Stone fue demasiado condescendiente con un personaje, cuyos errores podían más que sus aciertos.
Nixon, es un reconocimiento a los méritos de un político, y una muesca, que su periodo de gobierno le creo seguidores a la par de detractores.
Nixon fue el precursor de un nuevo estilo de política exterior, que sirvió de moderador en las turbias aguas de La Guerra Fría.
Con su estilo biográfico, Stone, plasma de manera correcta, un personaje que Hopkins remata de manera impecable, y lo eleva a clásico político del cine de los 90.
Richard Milhous Nixon, héroe y villano, retratado en las 2 caras de la moneda.
Un personaje influyente y atractivo, que nos mostró algo habitual hoy en día, la absorbencia del poder y su adicción, que hace que el ser humano se corrompa.
“Presidents don't threaten.
They don't have to”
Nixon es una película estadounidense de 1995, producida y dirigida por Oliver Stone.
Protagonizada por Anthony Hopkins, Joan Allen, James Woods, Paul Sorvino, Bob Hoskins, J.T. Walsh, E.G. Marshall, Ed Harris, Powers Boothe, David Paymer, David Hyde Pierce, Mary Steenburgen, Tom Bower, John Diehl, Kevin Dunn, Madeline Kahn, Saul Rubinek, Larry Hagman, Annabeth Gish, Tony Lo Bianco, Dan Hedaya, Joanna Going, Tony Goldwyn, Edward Herrmann, Marley Shelton, Ric Young, Bridgette Wilson, John C. McGinley, Michael Chiklis, Bai Ling, entre otros.
El guión es obra de Oliver Stone, Stephen J. Rivele y Christopher Wilkinson, sobre la vida d Richard Nixon.
Nixon obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor actor (Anthony Hopkins), actriz secundaria (Joan Allen), guión, y banda sonora.
Nixon es una película biográfica de Richard Nixon, como 37° presidente de los Estados Unidos desde el 20 de enero de 1969 al 9 de agosto de 1974.
Nixon relata su vida desde la niñez, su carrera política, hasta su dimisión como consecuencia del “Escándalo Watergate”
De entrada, es de justicia reconocer la valentía de Oliver Stone, por abordar temas que pueden resultar un tanto difíciles, adoptando a veces posturas impopulares, e incluso peligrosas.
Como dato curioso, Nixon se estrenó poco después de la muerte del ex presidente, desembocando en querellas y tribunales a Stone, por parte de la familia del fallecido; pero decidieron retirarlas, tras constatar que Nixon iba a ser un fracaso de crítica y público, y que su querella sólo le añadía publicidad gratuita.
Nixon no posee un argumento lineal.
Para ello, Stone enganchó diversos episodios de la vida del Nixon real, para ensamblar su relato.
El director utiliza muchos recursos gráficos, por los cuales la historia avanza y retrocede, mediante la utilización de flashbacks, voces en off de noticiarios televisivos, cambios de encuadre, recreaciones de documentos reales, y mutaciones del color al blanco y negro, incluso, recuerdo haber visto algún fundido a negro.
Este ritmo, muchas veces agobia pero, a diferencia de muchas otras críticas, no me pareció del todo descabellada la idea de variar tanto los encuadres, y las fotos en una misma escena, o mutar los planos.
Stone le otorga movimiento y dinámica a la obra, utilizando estos recursos cinematográficos, y con ello además, lo tiñe de la  apariencia de veracidad.
Al narrar hechos como los que describimos, y hacer referencia a tantos personajes y situaciones, ya sea reales como ficticias, me parecía sumamente complicado realizarlo desde una fotografía plana y austera; creo que la decisión de Stone de mostrar a ratos encuadres cenitales, picados, contrapicados, color, blanco y negro, con grano y sin grano, superposiciones en grabaciones de la época, entre otras, le otorga una atmósfera real.
Estos recursos, le permitieron también, contextualizar el momento en que se sucedían estos hechos, y bajo qué condiciones se desarrolla este relato.
En lo personal, consideré excesivo el metraje, pero principalmente me alteró un poco, su deseo de no dejar escapar nada.
Y es que Nixon pretende ser un documento sobre una parte de la historia de EEUU, antes que una película, quiere abarcar todo, quiere constituir todo.
Ver a Nixon niño, adolescente, precandidato, candidato, esposo, padre, presidente, atormentado quizás, no parezca demasiado.
“They can't impeach me for bombing Cambodia.
The president can bomb anybody he likes”
La historia de Nixon que nos relata Stone, incide en ese discurso, de sus entregas sobre el análisis de la Norteamérica de la segunda mitad del Siglo XX.
Quizá sea Nixon, la que mejor resume las obsesiones del cine de Oliver Stone:
La indagación en la historia contemporánea de su país, de sus supuestas conspiraciones, de las guerras desastrosas, y de la realidad del poder político, muy alejada de la imagen benigna que se quiere vender en las campañas electorales.
Nixon de Oliver Stone, trata de humanizar a la bestia, mostrándonos todo lo bueno y malo que el famoso presidente de Estados Unidos llevó a cabo.
Para ello, el complejo y sobresaliente guión, nos narra por medio de varias líneas temporadas, los estertores de muerte de su mandato presidencial, su origen humilde, sus enfrentamientos políticos con Kennedy, Hubert H. Humphrey, o George McGovern, el descubrimiento del “Escándalo Watergate”, su implicación en el fin de La Guerra de Vietnam, o los problemas personales, iniciados por su vida profesional.
Se nos ofrece copiosa información sobre hechos, que son historia destacada de EEUU como nación, siempre dejando ver el producto que muchos de los datos que se facilitan, son una dramatización de lo que sucedió, aunque Stone estuvo asesorado por personas implicadas de manera directa, en muchos de los asuntos ilegales de Nixon.
Nixon fue un film criticado, tanto por la derecha como por la izquierda estadounidense.
Los primeros acusaron al director de hacer un retrato demasiado negativo de su protagonista, y los segundos, le echaron en cara, ser condescendiente y demasiado blando, a la hora de llevar a imágenes su vida y milagros.
Estas reacciones opuestas, sólo significan una cosa, que moralmente, Stone dio en el clavo.
Y es que Stone no tiene piedad de Nixon, y lo muestra sin compasión:
El amor reverencial a sus padres, principalmente a su madre, el sentimiento de culpa latente por la muerte de sus hermanos en la infancia, su relación amor-odio-envidia por el presidente Kennedy y su familia, su torpeza con las mujeres, el deseo de ser amado por el pueblo, sus problemas familiares, la tirantez con la esposa a la que ama, su relación enfermiza con el poder y su figura, una cierta paranoia respecto a los ataques que él siempre consideró personales.
Eso respecto a la faceta íntima, ya que Nixon, era que no, tampoco olvida las decisiones que tomó:
Sin ambages, lo retrata como un hombre sin escrúpulos, al invadir Laos y Camboya, a propósito de La Guerra de Vietnam, su relación con Hoover, cabeza del FBI; y Helms en La CIA; respecto a las escuchas ilegales, y el “Escándalo Watergate”, los caracteres de los hombres fuertes del presidente como Kissinger, el conocimiento que tenía sobre las operaciones de EEUU en Cuba y Chile… y más detalles que es imposible referirse a todos ellos.
En Nixon observamos una atmósfera de crepuscular, como una tragedia shakesperiana que recorre todo el metraje, ya desde esos primeros pasos en esa Casa Blanca ténebre, y llena de pasillos oscuros.
A la misma, se contrapone la épica desatada de los momentos álgidos en la vida del personaje, llevados notablemente por Stone, que siente la política como pocos cineastas.
Stone quiere arrojar luz sobre los momentos complicados de la historia de su nación, en los que se vio implicado Richard Nixon.
Desde los acontecimientos de Bahía de Cochinos, hasta su militancia anticomunista, junto al execrable senador McCarthy, pasando por su peligrosa relación con J. Edgar Hoover, donde Stone confirma lo de su homosexualidad; su implicación directa en el “Escándalo Watergate”, su relación política con las potencias china y rusa, su intervención en el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, o su obsesión con vivir siempre, a la sombra de JFK, una vez más ecos a William Shakespeare, todo ciñéndose considerablemente a la realidad, pero nunca evitando ese tono “conspiratorio” que tanto le gusta y caracteriza.
Nixon cuenta con todos los ingredientes que podemos esperar de Stone.
En primer lugar, un gran manierismo con la cámara y con el montaje.
El director utiliza profusamente picados y contrapicados que distorsionan la visión que se da de los personajes.
Alterna el color con el blanco y negro, no sólo para diferenciar presente y pasado, sino también en la propia trama principal, a la manera de subrayado; utiliza los flashbacks para explicar las decisiones y acciones de su protagonista; da a todo el conjunto un aire semi documental, con la inclusión de auténtico metraje de archivo, y con mucha cámara al hombro, y zoom salvaje, que recuerda al uso de los reporteros.
En otro plano, Stone, no renuncia a plasmar sus temas favoritos, y sus famosas teorías conspirativas, que aquí encaja con relación al asesinato de Kennedy, y a la posible responsabilidad de los grupos fácticos, que apoyaron a Nixon en su elección de 1968.
También incluye la trama cubana, que parece mentira que más de 50 años después, Fidel aun esté en el telediario, y aprovecha para introducir cierta disquisición filosófica sobre el tema:
“Derivas catastróficas” que es cuando el sistema se coloca por encima del ciudadano, lo cual parece ser un discurso más propio de un liberal, que de un admirador de Castro...
“When they look at you, they see what they want to be.
When they look at me, they see what they are”
Es evidente, que en este caso, no nos encontramos ante un mito, todo lo discutible que se quiera, sino ante un personaje reaccionario y siniestro, por más que el paso del tiempo haya reconocido algunos de los logros de Richard Nixon, tras su paso por la Presidencia de los Estados Unidos.
Un oscuro personaje que inició su carrera en la tristemente célebre “Caza de Brujas” del senador McCarthy, discurriendo por el mundo de la política, hasta alcanzar ser mandatario de La Casa Blanca, en un periodo convulso, tanto en USA como del propio planeta.
El retrato de Oliver Stone es el de un hombre sufriente, el de un auténtico animal político, que no es nada si no tiene el poder.
Es de agradecer, que el director haya intentado ser objetivo con un personaje de tantas caras, al que quizá le hubiera ido mejor, si le hubiera tocado un periodo menos históricamente turbulento.
Respecto a lo del Watergate, la diferencia entre él y otros políticos, es que fue descubierto.
El espionaje al adversario, es seguramente, la punta del iceberg de las malas prácticas en la lucha subterránea por mantener el poder.
Al menos tuvo la decencia de dimitir, y no aferrarse a un cargo, cuyo ejercicio era para él, una actividad tan vital como respirar.
Pese a ser Stone, todo lo opuesto a un republicano, trata a Nixon, con una empatía que hace que el espectador acabe sufriendo la misma bajada a los infiernos que vive el propio personaje, a medida que el caso Watergate se va desarrollando.
Vemos un hombre fuerte, que siempre luchó por ser más de lo que su nacimiento le había deparado, en cierta manera, la esencia de “El Sueño Americano”, y que sin embargo, se desmorona ante lo que Nixon presenta, como una verdad universal:
El mundo está dividido en alfa y betas, y no se puede hacer nada por cambiar de categoría.
A uno se le perdonó todo, incluso, la sospecha de que tuviera que ver en la muerte de Marilyn Monroe...
El otro se hundió, acompañado de decenas de indiscretas cintas magnetofónicas, mientras nadie quiere recordar sus logros.
Al final, Nixon le dice a un retrato de Kennedy:
“Te miran a ti, y ven lo que quieren ser; me miran a mí, y ven lo que son”
Y no hay más vuelta de hoja.
Nixon rebasa la descripción histórica, para convertirse en el drama abstracto de un hombre carente de “eso”
Falto del carisma que hace que auténticos gañanes, se conviertan en líderes mediáticos.
Y de eso, sabemos mucho.
Una lucha desesperada a lo largo de toda su vida porque “le quisieran”
Sin embargo, Nixon carga las tintas, en esa cosa de la tragedia griega, de la predestinación fatídica.
No importaba lo que Nixon pudiera hacer.
Él no sería más que el hijo de un granjero, y jamás podría siquiera, acercarse al glamur de su bestia negra.
En Nixon se aprecia todo el círculo más íntimo del mandatario, y sus exabruptos en el léxico, su torpeza política, que nos recuerda el tratamiento que Stone hizo a George W. Bush.
Se hacen referencias cinematográficas a varios directores, pero quizás el más citado es Orson Welles, en su magistral “Citizen Kane” (1941)
En Nixon también se menciona a Salvador Allende, diciéndose de él, que será eliminado pronto.
Se aborda en profundidad, los conflictos que debió afrontar Nixon con las juventudes estadounidenses, que reclamaron por la paz en Vietnam, y como Richard se reunió en una improvisada junta, con los protestantes en el Memorial a Lincoln, momento clímax, pues en él se esboza la tesis de la misma.
Nixon descubre tras la acalorada discusión con los muchachos, que se encuentra  montando a una “bestia” como definirá al sistema.
Esto nos permite comprender, por qué Oliver Stone es al final de Nixon, tan condescendiente con el personaje.
Nixon entiende que el sistema es demasiado salvaje para ser domando, y que él no podrá hacerlo.
Pero sin duda, uno de los temas presentes de manera transversal, en las 3 horas de metraje, es el “Escándalo Watergate” y que terminara sacando a “Dick” de la primera magistratura.
Nixon, amada por algunos, y odiada por muchos otros, es sobre todo por el tono caricaturesco que se les otorga a varios personajes, pero sobre todo al principal.
Stone ya nos tiene acostumbrados a esto.
Sin embargo, es un buen documento para entender un momento histórico particular y global.
Finalmente, no se puede objetar el acierto que ofrece su completísimo cast, con una selección de tipos y personajes realmente magnífica.
Entre todos ellos, cabría destacar la estupenda composición de Paul Sorvino como Henry Kissinger, que cuida incluso su característico acento, y el contrapunto de sobriedad y apoyo que mantiene en todo momento, la magnífica Joan Allen como Pat Nixon, piedra angular del político después de su madre, con la que mantenía una relación de tintes edípicos.
En este comentario, no puede quedar al margen la composición de Anthony Hopkins, en el papel protagonista.
Hopkins tuvo que usar, durante todo el rodaje, unas incómodas lentillas que ocultaban el azul natural de sus ojos, volviéndolos marrones, como los del verdadero Richard Nixon.
Pese a su enorme esfuerzo, creo que se trata de una composición no muy acertada, que incurre en una serie de tics, la incidencia en esa molesta sonrisa, que marcan un trabajo propenso en matices exteriores e histriónicos y, por ello, impiden que un esfuerzo notable, se convierta en una interpretación perdurable.
En algunos aspectos, sobre todo en los personales, Nixon propone una tibia dignificación del vapuleado personaje, realizando un acertado y convincente retrato psicológico mismo:
Nixon es una persona contradictoria, acomplejada y resentida, a la que interpreta muy bien, aunque un tanto histriónicamente, Anthony Hopkins.
Hay grandes momentos de cine poderoso en Nixon, pasajes en los que el protagonista nos hiela la sangre, con algunas de su afirmaciones, como cuando confirma, que si para terminar con La Guerra de Vietnam, se veía en la obligación de utilizar armas nucleares, ni titubearía al hacerlo; o cuando le dice a uno de sus colaboradores, Jack Jones (Larry Hagman):
“Soy el presidente del gobierno, no necesito amenazarte” confirmando como la acumulación de poder corrompe a todo tipo de hombres.
Aunque me quedo con la frase que resume el mensaje del largometraje, que es la que le dice el protagonista al cuadro de JFK, que hay en La Casa Blanca, y que reza algo así como:
“Cuando te miran a ti ven lo que quieren ser, cuando me miran a mí, ven lo que realmente son”
Desde el punto de vista político, Nixon es bastante confusa, y no acaba de aclarar demasiado las motivaciones personales del protagonista, las del director están bastante claras, así como las implicaciones políticas, sociales y económicas, que tuvo, y muchas, la presidencia de Nixon.
Quizás, porque Stone se diluye en los aspectos formales, y no es capaz de afinar un discurso más coherente, o al menos sin tantas bifurcaciones discursivas.
Reitero, aunque demasiado larga, verla de un tirón es tarea titánica, resulta un intento loable, y bastante interesante de retratar, la peripecia vital de un personaje denostado, pero de una importancia capital en la política estadounidense, y por ende, mundial.
“I'm not Jack Kennedy”
Todos los analistas políticos que se precien, coinciden en señalar, que la caída de Richard Nixon, y el final de su presidencia, se debieron por encima de todo, a su personalidad, a su forma de ser, de pensar, y de actuar.
Nixon tenía la tendencia, a pensar que sus oponentes, o enemigos sabían algo sobre él, que poseían informes sobre él, o sus colaboradores, que podían ocultar algo que le perjudicaría, y debía descubrirlo, y aprovecharse de ello.
Este obsesivo deseo de Nixon, por conocer los secretos de los demás, contribuyó a la larga, a destruir su administración.
El “Escándalo Watergate” no puede comprenderse pues, sin analizar y conocer a fondo, el “carácter nixoniano”, la personalidad tan particular de Nixon.
Por añadidura, en su presidencia abundaron, sobre todo al principio, las filtraciones, y el mejor ejemplo fue el “Caso Elsberg y los Papeles del Pentágono” de 1971.
Las filtraciones, y el peligro potencial que Nixon veía en ellas para su presidencia, llegaron a convertirse en una obsesión enfermiza para él.
Pensaba que la forma más eficiente de acabar con estas, era mediante la prevención, es decir, desenmascarar a los posibles filtradores, antes de que llegasen a actuar.
La intervención de teléfonos, incluso teléfonos privados, llegó a ser una práctica habitual durante la presidencia de Nixon, para así descubrir posibles filtraciones.
Este tipo de maniobras, se consideraron no sólo lícitas, sino además necesarias, y formaron parte importante de la gestación del “Watergate”
Algunos psiquiatras, han llegado a apuntar, la posibilidad de que Nixon tuviera una doble personalidad:
Una parte de Nixon era el Nixon de la televisión, de cara al público; y la otra parte era el “Nixon secreto”, el de las maniobras secretas para acabar con sus rivales que “conspiraban constante y secretamente contra él”
Varios de sus colaboradores más cercanos durante la presidencia, coinciden en señalar, que Nixon tenía un carácter muy especial, y extremadamente complejo:
Algunos de los llamados “Hombres del Presidente”, como Erickman, o el propio Kissinger, señalan que, para tratar a Nixon, había que conocerlo muy bien, ya que en muchas ocasiones, debía ser protegido de sus propios impulsos, pues muy a menudo, acostumbraba a dar órdenes irreflexivas, e incluso absurdas.
Una noche, tras La Crisis de Oriente Medio, del otoño de 1973, telefoneó a Kissinger a las 03:00 para ordenarle a la mañana siguiente, un bombardeo a Damasco, la capital de Siria, enfrentada a Israel.
No hace falta destacar la gravedad de esa acción, si se hubiese llevado a cabo fruto de un súbito impulso de Nixon, de no ser porque Kissinger manejó la situación con maestría, y todo quedó en nada.
También, en esa Crisis de Oriente Medio, Nixon dio pruebas de esa confrontación de personalidades:
No participó en las decisiones más importantes que se tomaron, y todos los miembros del gabinete, coincidieron en señalar lo afectado y ausente que estuvo Nixon durante esa grave crisis, y sin embargo, en una rueda de prensa que dio en esos mismos días, declaró:
“Mis colaboradores han podido verme activo y sereno durante la crisis, y es que los que me conocen saben, que cuanto peor se pone la cosa, más tranquilo me pongo”
Otras expresiones de la personalidad de Nixon, se pusieron de manifiesto con los varios vetos presidenciales que protagonizó, sobre leyes aprobadas por el Congreso Estadounidense, o resoluciones del Tribunal Supremo.
Así, se opuso a decisiones aprobadas, como la posible legalización de determinadas drogas blandas como la marihuana, y vetó leyes que restringían los poderes policiales contra el crimen, así como la “War Powers Act”, la ley de limitación de los poderes militares, que surgió como reacción a La Guerra de Vietnam.
En otro terreno, durante la presidencia de Nixon, la CIA ejecutó entre 1971 y 1973, según se ha sabido años después, la denominada “Operación Caos”, una operación encubierta, destinada a combatir en el interior de los Estados Unidos, la influencia de los líderes juveniles, estudiantiles, antibelicistas, pacifistas, y musicales, que animaban a los jóvenes norteamericanos en festivales musicales como el de Woodstock (1969), a rebelarse contra la cultura occidental, contra la guerra, y contra el gobierno, la llamada “contracultura”
Se trataba de un ambiente subversivo que, catalizado por la guerra, se estaba extendiendo a todas las esferas, amenazando el futuro de los Estados Unidos en esos convulsos comienzos de los ‘70s.
Fuera o no efectiva esa acción, lo cierto es que en esos años desaparecieron, la mayoría de las veces en suicidios no aclarados, líderes musicales como Jimmy Hendrix, Jim Morrison o Janis Joplin.
También, bajo la Administración Nixon, se declaró “persona non grata” al exbeatle John Lennon.
Estas y otras situaciones, provocaron que los jóvenes de los ‘70s fueran en muchos aspectos, los primeros enemigos de Nixon.
Tras su dimisión, y en base a estos y otros rasgos, varios reputados psiquiatras diagnosticaron un comportamiento paranoide de Nixon, durante el tramo final de su presidencia, un asunto demasiado grave para no tenerlo en cuenta.
Ya durante su Vicepresidencia, fue tratado casi en secreto, por el famoso psiquiatra austriaco, afincado en EEUU, el doctor Husnecker.
Este, tras comprobar el estado anímico de Nixon, próximo a la depresión y el estrés, según su diagnóstico, y tras averiguar que Nixon consumía fármacos muy peligrosos como la dilantina, que con frecuencia le provocaban bruscos cambios de humor, e incluso delirios en forma de conversaciones incongruentes, publicó un artículo en la editorial del New York Times en el que, sin mencionar a Nixon, aludía a la necesidad de que a los líderes políticos, se les exigiera no sólo una prueba de buena salud física, sino también un reconocimiento que avale su perfecta salud mental.
Para Nixon, la confianza en sus colaboradores era algo trascendental.
Temía las filtraciones dentro de su administración, como si se tratara de un cáncer que hay que extirpar.
Se rodeó de personal que era absolutamente de su confianza, los que terminarían siendo denominados por la prensa, y tal y como el director de cine Alan J. Pakula reflejó como “Hombres del Presidente”, todos ellos implicados en diversos grados en el “Escándalo Watergate”
Estos fueron:
John Erickman y Bob Haldeman, asesores personales del Presidente; John Mitchell, responsable de la campaña electoral, y del comité de reelección; John Dean, abogado de La Casa Blanca, y asesor legal del Presidente; y Charles Colson, consejero del Presidente.
Estos eran sus colaboradores más cercanos, casi todos asesores y “colaboradores y consultores del Despacho Oval” y fuera del Gabinete.
Dentro del Gabinete figuraban, y también eran muy cercanos al Presidente:
Henry Kissinger, primero como asesor presidencial del Consejo de Seguridad Nacional, y desde 1973, como Secretario de Estado; William Rogers, hasta 1973 Secretario de Estado; Marvin Laird, Secretario de Defensa, Richard Helms, director de la CIA, y Alexander Haig, General Jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor.
La toma de posesión del 2º mandato de Nixon en el Capitolio, el 20 de Enero de 1973, ya se vio envuelta en importantes protestas, ya que a pesar de que Nixon acababa de consumar la retirada estadounidense de Vietnam, el “Watergate” empezaba a afectarle.
En Febrero, el abogado de La Casa Blanca, John Dean, le advierte a Nixon que el asunto se les está yendo de las manos, y “Los Hombres del Presidente” en embarcan en una “operación tapadera” para comenzar a asumir las responsabilidades, y proteger al Presidente.
Ya hacía meses que John Mitchell, el responsable de la campaña electoral de Nixon, había dimitido, siendo el primero en caer, aunque no sólo con relación al “Watergate”
El propio Dean acaba dimitiendo, y más tarde se convertirá, ante la gravedad de las acusaciones, en el principal colaborador de la justicia, revelando datos importantísimos, como la existencia de las cintas en las que se gravaban todas las conversaciones celebradas en el Despacho Oval, desde que Nixon accedió a la presidencia.
Finalmente, en Abril, dimiten Erickman y Haldeman, dejando al Presidente ya sin defensas, aunque aún no se le acusa formalmente de nada.
A partir de ahí, Nixon está solo en el centro de las sospechas, si bien la falta de pruebas impiden que se le acuse formalmente.
Pero cuando trascienden las informaciones de las cintas grabadas, la justicia decide comprobar lo que el Presidente sabía, si es que sabía algo, en el momento de producirse todas las actividades ilegales de la unidad de fontaneros, que Dean y otros testigos fueron revelando.
Nixon, ante el estupor de todos, se niega a entregar las cintas, y decide resistir y rebatir todas las acusaciones.
Este comportamiento hace que aumente la sensación de culpabilidad de Nixon, entre la opinión pública.
Las acusaciones van aumentando en intensidad y grado, a lo que Nixon contraataca, en una intervención televisiva en la que proclama infructuosamente su inocencia declarando:
“… porque los norteamericanos tienen derecho a saber, si su presidente es un sinvergüenza, y yo no soy un sinvergüenza”
Llega a saberse, que en una de las cintas, que después sería bautizada como “The Smoking Gun” o “La Pistola Humeante”, Nixon literalmente ordena, intervenciones de teléfonos y asaltos a oficinas.
Las acusaciones de culpabilidad, abarcan tanto a actividades ilegales, como a malversación de fondos de la campaña electoral, e incluso, evasión de impuestos, todo ello para financiar las actividades del “Watergate”, y finalmente, obstrucción a la justicia, cuando Nixon se niega a entregar las cintas.
Además, Nixon actúa autoritariamente, cuando destituye al Juez especial Archivald Cox, que dirigía las investigaciones, así como a jueces del Tribunal Supremo, en lo que se convierte en una gravísima crisis en la administración, al ordenar un presidente, la destitución de todo aquel que puede investigarle, lo cual agrava aún más, todo el escándalo ante el evidente abuso de poder.
Para Diciembre de 1973, la situación de Nixon es ya insostenible:
Apenas ha podido tomar decisiones durante la grave Crisis de Oriente Medio, y cada vez más, delega las decisiones de política exterior en Kissinger.
Las peticiones de dimisión se combinan con las de destitución, o “Impeachment” basadas en las graves acusaciones vertidas contra Nixon.
A principios de 1974, cuando su imagen y su situación, eran ya desastrosas, llegó a declarar en privado:
“Voy a hacer lo que pueda, en el tiempo que me queda”, lo cual da una idea de lo que pasaba por su cabeza.
Desde entonces, cada vez acudía a menos actos públicos.
Lo que más acostumbraba a hacer, era viajar al extranjero, porque el ambiente de Washington se le hacía irrespirable.
En un viaje a Egipto, a comienzos de ese año, con el más tarde asesinado Anwar el-Sadat como anfitrión, llegó a arriesgarse tanto en sus apariciones públicas, que miembros del servicio secreto declararon años más tarde, que parecía estar buscando en ese viaje, un intento de magnicidio.
A comienzos de 1974, la oposición demócrata comenzó a pedir abiertamente su dimisión.
Era evidente que Nixon debía retirarse de la presidencia, o sería literalmente expulsado de La Casa Blanca, resultando inevitable, que al final, la policía de Washington se personase en el Despacho Oval, y esposara al Presidente, tal y como se hace con cualquier sospechoso evidente de un delito grave.
Ante la posibilidad de esa bochornosa escena, que hubiera sido una herida mortal para la democracia norteamericana, Richard Nixon anunció la tarde del 08 de agosto de 1974, su dimisión, que se haría efectiva a la mañana del 09 de agosto, con su abandono de La Casa Blanca.
Entre los 5 “Hombres del Presidente”, y en coordinación con el Presidente Nixon, organizaron todas las actividades ilegales conocidas como “Escándalo Watergate”, y todos acabaron cumpliendo penas, de entre 7 y 12 meses de prisión por ello.
Algunos llegaron a acusar años más tarde a Nixon de deslealtad, ya que tras la dimisión de la mayoría de ellos, en la primavera de 1973, Nixon no sólo fue “arrojándolos uno a uno por la borda”, si no que posteriormente, se negó a concederles el indulto.
Nixon por su parte, fue indultado un mes más tarde de su dimisión, por Gerald Ford, aún a pesar de estar acusado de, además de patrocinar las actividades ilegales del “Watergate”, de obstrucción a la justicia, de abuso de poder, y de evasión de impuestos, cargos muy serios; lo cual causó la vergüenza de gran parte de la opinión pública, si bien a nivel institucional fue un relativo alivio, por la perspectiva de tener que procesar a un ex Presidente como a un vulgar delincuente.
El objetivo de todas las actividades del “Watergate” era destruir a los adversarios de Nixon, y potenciales amenazas para su presidencia, así como facilitar la reelección, y un segundo mandato.
Sin embargo, tal como quedó evidente más tarde, todo aquello sólo acabó con Nixon, no allanó la reelección, ya que esta vino tras una aplastante victoria electoral.
En ese sentido, el “Watergate” fue algo inútil e innecesario para Nixon.
La misma noche que los fontaneros entraron en el edificio Watergate, Nixon alcanzó uno de sus triunfos más aplastantes de su carrera, al firmar en Moscú, un tratado de reducción de armas nucleares con la Unión Soviética, un hito alabado por la opinión pública, y por el que Nixon logró uno de los mayores vítores, jamás oídos, en su alocución en el Congreso, al lograr un mundo más seguro.
Este y otros triunfos, le dieron la arrolladora victoria de Noviembre de 1972, y no las maniobras del “Watergate”
La misma mañana de su dimisión, nada más tomar el helicóptero presidencial que le sacó de La Casa Blanca, con su famoso e irónico por la situación, gesto de victoria, mientras tenía que abandonar la presidencia, ya en el helicóptero, y tras un prolongado silencio declaró:
“Siento que le he fallado a mi país, le he fallado a mi familia, y me he fallado a mí mismo”
Ese helicóptero le llevó hasta el aeródromo presidencial de Saint Andrews, donde tomaría un avión que le llevaría a su rancho particular de San Clemente, en California, donde residiría hasta su muerte.  
“I hope I haven't let you down”
El balance de la figura de Nixon indica de primera mano, que en el diccionario político, “Watergate” ha quedado reflejado como un abuso de poder, un abuso de los poderes, y atribuciones presidenciales.
Fue un precedente tan serio, que cuando una década más tarde, en 1986, a Reagan se le quiso relacionar con el denominado “Escándalo Irán-Contra” una desviación de dinero no autorizada, y prohibida por el Congreso para financiar a los “Contras” nicaragüenses, con dinero procedente de la venta ilegal de armas a Irán, a través de Israel; se le prefirió no tocar, para no dañar de nuevo a la presidencia, y a la democracia estadounidense, que difícilmente hubiera resistido otro escándalo presidencial, una década después de “Watergate”
Igualmente, en 1998 también, y dado lo ridículo del caso en esta ocasión, se prefirió finalmente no actuar contra el Presidente Clinton en el “Escándalo Lewinsky”, un sórdido asunto de faldas, que aunque pudo arrancar un “Impeachment”, cuyo proceso ya se había puesto en marcha, al final quedó en nada, y Clinton concluyó sus 2 mandatos en 2001.
También, es justo aceptar, y proclamar igualmente, el escaso reconocimiento, el hecho de que a Nixon le tocó presidir el país más poderoso de La Tierra, en un momento especialmente delicado, a nivel externo, pero especialmente a nivel interno.
En el exterior, durante su presidencia, prosiguió La Guerra Fría, que precisamente él contribuyó a aliviar, con los tratados conjuntos con la URSS.
También, se produjo La Crisis Militar de Oriente Medio de 1973, la subsiguiente Crisis del Petróleo, y La Crisis Económica Mundial, y por supuesto, Vietnam.
Pero a nivel interno, las cosas estaban aún peores:
Los Estados Unidos eran un país dividido por la guerra, y por las tensiones sociales, y la juventud norteamericana no paraba de rebelarse, no sólo ante la guerra, sino también, contra lo que consideraba como una sociedad aburguesada y conservadora, contra los valores occidentales, un panorama heredado de Johnson, y ahora sobredimensionado.
Por todo el país, se sucedían escenas de protestas contra el gobierno y las instituciones, contra la sociedad opulenta, y las famosas quemas de cartillas militares, que incluían el desprecio de los veteranos de guerra por las condecoraciones del ejército, y la bandera de barras y estrellas.
El país entero parecía exasperado por la división, y la prolongación de La Guerra de Vietnam, fue vista por muchos, como una traición de Nixon a su promesa de 1968.
En economía, además de acabar con la paridad dólar-oro, Nixon tuvo que hacer frente al enorme déficit fiscal que EEUU arrastraba a comienzos de la década de 1970, un déficit provocado por La Guerra de Vietnam, que era una terrible amenaza, ya que aunque engordó a varias multinacionales del armamento, estaba lastrando a la economía estadounidense, impidiéndole crecer.
Para colmo, desde finales de 1973, la crisis energética derivó en una creciente crisis económica, y para 1974, el PIB estadounidense había decrecido en un 4%, el peor año desde el fin de La Segunda Guerra Mundial, un dato escalofriante de deterioro económico, que se contagió al resto de las economías occidentales.
Para detener esa terrible crisis, en 1975, ya con Gerald Ford, se constituiría lo que hoy día se conoce como G-7 ó G-8 con Rusia, la cumbre anual de las 7 grandes economías de la tierra, que entonces sólo reunió a las 6 grandes economías del mundo:
EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.
Y es que Nixon fue el presidente más creativo, imaginativo, e innovador en política exterior, de todo el Siglo XX.
Gestionó de forma diferente La Guerra Fría, de una forma muy innovadora y práctica.
De todos los inquilinos de La Casa Blanca en el Siglo XX, Nixon fue posiblemente, junto a Roosevelt, el que mejor conocía “el oficio de presidente”
“If a Rockefeller can't be the President of the United States then what is the point of democracy?”
El mayor inconveniente que puede tener un visionado de Nixon es el no ser estadounidense.
Nixon da por supuestas muchas cosas, como para poder entenderla a la primera sin tener un “major” en “Historia política contemporánea estadounidense”
Porque...
¿Quién fue Richard Milhous Nixon?
Pues un Presidente que despierta opiniones encontradas.
Por un lado sabemos que, en los 8 años como vicepresidente de Eisenhower, no se le dio mal la política interna, y recompuso EEUU de los 50, después del trauma de La Segunda Guerra Mundial.
Como Presidente (1968-1974) consiguió acabar con la sangría que era La Guerra del Vietnam, guerra en la que EEUU entró, a pesar de la hagiografía generalizada, por obra y gracia de Kennedy, después de que los franceses montaran todo el follón, claro está; que a pesar de ser un anticomunista convencido, supo ejercer de un saludable pragmatismo descongelando, La Guerra Fría, alentando un saludable proceso de desarme, e iniciando relaciones diplomáticas con China y Rusia, lo que sin lugar a dudas, ayudó a estabilizar el orden internacional; y por si fuera poco, Nixon fue el responsable de un novedoso programa medioambiental.
Así, a bote pronto, y según sostienen gran parte de los politólogos, Nixon fue “Uno de Los Mejores Presidentes de los Estados Unidos”
Sin embargo, cometió 2 graves fallos.
Uno leve: “Escándalo Watergate”, y otro imperdonable, en las sociedades occidentales:
Nixon no era ni la mitad de atractivo que Kennedy.
Así, pese a su buen currículum como vicepresidente, perdió las presidenciales de 1960, frente a un Kennedy lozano, en el debate televisado más famoso de la historia.
Mientras el corpus ideológico de JFK tenía ciertos visos de inconsistencia, y mucho de populismo, la buena gestión de Nixon quedó sepultada bajo enormes goterones de sudor.
De esta manera, el amigo de la mafia, cuya victoria aún no está del todo clara, si fue amañada o no, ha pasado a la historia como “el líder estrella”, mientras que Nixon es el hombre más odiado de toda la lista presidencial.
Y esto nos lleva al segundo error:
“Escándalo Watergate”
Teniendo la re-elección ganada de calle, parece que a Nixon no se le ocurrió nada mejor, que espiar la campaña presidencial demócrata.
A nosotros esto nos suena a chantaje, teniendo en cuenta que aquí todos se espían a todos.
Pero el caso es, que eso del espionaje, a los estadounidenses no les hizo mucha gracia, y que el Presidente intentara encubrirlo, que el Presidente mintiera, eso es más de lo que el estadounidense medio puede soportar.
Así que Nixon fue el primer, y único presidente, que ha tenido que dimitir.
Su administración consiguió muchas, y buenas cosas.
A pesar pues, de los enormes errores y debilidades personales, el balance de la presidencia de Nixon, teniendo en cuenta todos los condicionantes, es positivo.
La historia, tal como vaticinó Henry Kissinger, la noche de su dimisión, empezó tras su muerte, a tratarle mejor que sus contemporáneos.
Nixon sufrió durante su presidencia, las antipatías que sin duda generaban su personalidad, su carácter, y su propia imagen personal.
Además, sus propios fantasmas personales, derivados de su humilde origen, de su familia, de la universidad donde estudió, etc. afectaron negativamente en su presidencia.
Nixon fue en muchísimos aspectos, como presidente, una antítesis de John F. Kennedy, un hombre admirado por todos, a quien todos querían, a pesar de sus igualmente numerosos defectos personales, y un hombre siempre querido por la cámara, y mimado por la prensa, 2 factores que a Nixon nunca le trataron bien.
En multitud de ocasiones, a Nixon no se le reconocieron sus aciertos y virtudes, y sin embargo, se le reprocharon y sobredimensionaron constantemente sus errores y debilidades.
Podría decirse que, en muchos sentidos, se le trató con más dureza, que a cualquier presidente o ex presidente.
La mayoría tan sólo le recordará por su dimisión, y por no ser ni la mitad de guapo que Kennedy.
En última instancia, Oliver Stone nos habla en Nixon, de la hipocresía de Estados Unidos como nación, aquel país que odia la figura de su 37º presidente, cuando el mismo no deja de ser un reflejo de lo que realmente es EEUU, una entidad maniática, puritana, de carácter voluble, y finalmente amenazante, desde su desconfianza, y sentido distorsionado de la realidad.
Nixon es una película notable, que consigue relacionar elementos históricos con una visión mucho más metafórica del “alma humana”, que pese a tratar un tema 100% estadounidense, es aplicable a cualquiera de nuestras democracias, pues todas ellas, han escogido una senda populista, en la que los datos objetivos no son más que pequeños adornos.
Nixon es una película profunda, pues logra que, pese a todo, nos identifiquemos con un antihéroe arquetípico, al que la mitología popular se ha encargado de sepultar.
Nixon está recomendada para gente inteligente, con una gran capacidad para relacionar hechos lejanos en el tiempo y en el espacio.
Nixon es cine adulto, en una época, en la que los propios adultos ya no lo son.

“Power is the ultimate aphrodisiac”



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