Amistad


“Give us, us free.
Give us, us free”

Al poco tiempo de iniciarse La Conquista de América, la esclavización de los indígenas fue un hecho.
Se les utilizaba para trabajar como mano de obra barata en las labores agrícolas, y las minas de plata de la Nueva España y el Perú.
Las condenas de fray Antón de Montesinos primero, y más tarde de fray Bartolomé de las Casas, encontraron eco en los oídos del papa Pablo III, quien en 1537, prohibió la esclavización de los indígenas, castigando con la excomunión a los infractores, aunque al año siguiente, Carlos I convenció al Sumo Pontífice para que revocara la pena.
Entonces, fray Bartolomé de las Casas propuso una alternativa de la que no tardaría en arrepentirse, la utilización de esclavos africanos...
Aunque ya Cristóbal Colón condujo en su 2º viaje, un importante cargamento de esclavos al continente americano, fueron los portugueses quienes iniciaron la trata de forma masiva, para nutrir de mano de obra, las plantaciones azucareras del Brasil.
Así, en el siglo XV, se puso en marcha un gigantesco flujo de tráfico de esclavos entre Europa, África, y América.
Durante 4 siglos, entre 12 y 15 millones de hombres fueron transportados como bestias, en el fondo de oscuras bodegas.
Eran negros africanos capturados a lazo en África, y vendidos a los negreros por cantidades insignificantes.
Se calcula que en el siglo XVI, África cedió a América, 300,000 esclavos; en el siglo XVII, más de un millón y medio; y en el siglo XVIII, más de 6 millones y medio.
Según narra lord Palmerson en sus relatos sobre la trata:
“Una vez hechos prisioneros, se procede a su selección.
Los individuos robustos de ambos sexos, y los niños a partir de 6 o 7 años, son puestos a un lado, para formar la caravana que ha de dirigirse a la costa.
Se desembarazan de los menores de 6 años degollándolos; abandonan a viejos y enfermos.
Se pone en marcha lo antes posible a los prisioneros, hombres, mujeres, y niños que, prácticamente desnudos, y sin nada que les proteja los pies, atraviesan las arenas ardientes, y los desfiladeros de los montes africanos.
Se estimula a los débiles a golpe de látigo; se asegura a los más fuertes, atándolos juntos con cadenas, o colocándoles un yugo.
Si alguno de ellos moría durante el camino, se le cortaba la cabeza o las piernas, para separarle de la forma más rápida posible de sus ataduras, a fin de que la columna pudiera seguir la marcha sin retraso...
Una vez en los barracones de venta africanos, los esclavos eran expuestos ante los capitanes negreros, divididos en lotes de 4 a 6 hombres.
Se les hacía lavarse minuciosamente la boca y los ojos, para prevenir el escorbuto y las oftalmias, y luego se les encadenaba para subirles al barco.
Comenzaba así, una travesía infernal con la “mercancía de ébano” amontonada en las bodegas, cual si fuesen cucarachas.
Desnudos y marcados en el pecho con un hierro al rojo vivo, aquellos hombres viajaban encadenados en bodegas, por lo general mal ventiladas, oscuras, y sin espacio que permitiera su movimiento.
Su hacinamiento era inhumano, ya que los capitanes a menudo, cargaban casi el doble de esclavos de los que el barco podía transportar, de 600 en veleros y cerca de 1,200 en la época de los barcos a vapor, hacia 1820, para incrementar sus ganancias; varias veces por semana, se les duchaba en el puente, y cada 15 días se les afeitaba el cráneo, para evitar la proliferación de piojos.
También se les hacía bailar en cubierta, para intentar mantener sus condiciones físicas.
Entonces, cuando se veían momentáneamente libres, algunos preferían tirarse al agua y morir, antes que soportar el calvario de aquella esclavitud.
En Las Antillas, una vez expuesto ante el público, el esclavo debía mostrarse completamente desnudo, a fin de que los compradores pudiesen comprobar su estado físico.
Se las hacía bailar, moverse, saltar, y realizar otros esfuerzos físicos, para evidenciar su fortaleza y falta de lesiones, ya que un esclavo en mal estado costaba más barato.
Se les examinaba como si fuesen ganado, y hasta un escritor francés llamado Chambon, se extrañaba en 1764, de la costumbre de ciertos traficantes que le lamían la barbilla a los esclavos, para descubrir, según el sabor de los sudores, si aquéllos estaban enfermos, y para asegurarse por la dureza del pelo de la barba, si el esclavo era de mayor edad de la declarada”
“What kind of a place is this where you almost mean what you say?
Where laws almost work?
How can you live like that?”
La Amistad, cuyo nombre original era “Friendship”, traducido luego a “Amistad” cuando la nave quedó matriculada como propiedad de un súbdito español, era una goleta de velacho mercante española, en la que se llevó a cabo una rebelión de esclavos en 1839, cuando el buque viajaba frente a las costas de Cuba.
Unos 500 africanos habían sido secuestrados en Sierra Leona, y transportados hasta La Habana, Cuba, entonces colonia española, por el barco negrero portugués “Teçora”, donde fueron vendidos como esclavos.
53 de ellos:
49 hombres africanos, 3 niñas, y un niño llamado “Kali”, como cargo, fueron trasladados a la Amistad.
Contrataron el Amistad con el capitán y dueño del barco, Ramón Ferrer.
Además de los 53 africanos y sus dueños españoles, la goleta llevaba una tripulación compuesta de su capitán, Ferrer; sus 2 esclavos negros; Antonio, el grumete; Celestino, el cocinero; y 2 marineros blancos.
El buque transportaba también una carga de platos, telas, joyas y varios artículos de lujo y mercancías comunes.
La carga estaba asegurada en 40,000 dólares.
Ruiz aseguró sus 49 esclavos en 20,000 dólares, en tanto que Montez hizo lo mismo con los 4 niños por 1,300 dólares.
La mayoría de los cautivos procedían de la región del Mende, Sierra Leona, pero otros eran konos, sherbros, temnes, kissis, gbandis, hoy serían liberianos, y lomas, hoy serían liberianos o guineanos, y se les conocía como “guerzes”
Algunos, que no hablaban mende, aprendieron el idioma durante su viaje forzado a través del país de los mende, y hacia la costa.
La mayoría eran agricultores, pero se dice que otros eran cazadores y herreros.
Esto es sorprendente, porque en toda el África Occidental, los herreros ocupaban en la sociedad, una posición sagrada, y no podían ser esclavizados, ni muertos, incluso en guerra.
El viaje desde Europa, comenzó el 28 de junio de 1839, con dirección a Puerto Príncipe.
Durante la travesía del Atlántico, rumbo a La Habana, los negreros llegan a arrojar por la borda hasta a 50 esclavos.
Calcularon mal los víveres para el viaje, y no había comida para todos.
El destino de la mercancía eran los campos de azúcar de la isla caribeña.
Aunque la trata estaba prohibida internacionalmente, el contrabando era abundante.
Portugueses, franceses, norteamericanos, y españoles, seguían pirateando aun a riesgo de ser interceptados por la Royal Navy británica, que desde 1817, se había arrogado el papel de gendarme de los mares contra la trata.
Sin embargo, el 02 de julio, uno de los africanos de nombre Sengbe Pieh, quien fuera conocido en los Estados Unidos como Joseph Cinqué, consiguió liberarse e hizo lo mismo con los demás cautivos.
Los confinados mataron al cocinero del barco, quien durante el viaje, había asustado a los esclavos, al describir cómo serían asesinados cuando arribaran, y también al capitán, en una lucha en que murieron 2 de los esclavos.
Dos marineros escaparon, sin embargo, perdonaron las vidas de los 2 dueños de la carga humana a bordo, José Ruiz y Pedro Montez, quienes les habían prometido que conducirían la embarcación hacia África.
También perdonaron al esclavo personal del capitán.
No obstante, los africanos fueron engañados, siendo conducidos hacia el norte, con rumbo a la costa estadounidense, donde el barco fue avistado repetidas veces.
Soltaron anclas a media milla de Long Island, Nueva York, el 26 de agosto.
Algunos de los africanos fueron a la orilla, a conseguir agua y provisiones, y la embarcación fue descubierta por el bergantín Washington.
El teniente Gedney, que comandaba el buque, ayudado por sus oficiales y tripulación, tomaron la Amistad y a los esclavos bajo custodia, conduciéndolos al estado de Connecticut.
Luego, presentaría un reclamo por escrito bajo la ley de almirantazgo, eso es un libelo, por el salvamento del barco, la carga, y los africanos.
Gedney presuntamente eligió desembarcar en Connecticut, porque a diferencia de Nueva York, la esclavitud era técnicamente legal ahí, aunque extremadamente rara, y esperaba sacar provecho de los esclavos.
El caso, ampliamente publicitado en Estados Unidos, coadyuvó al movimiento abolicionista.
En 1840, una corte federal resolvió, que el secuestro de los individuos en su tierra natal, y el posterior transporte, habían sido ilegales.
Asimismo, en Estados Unidos sólo podían ser considerados esclavos, los nacidos de padres esclavos, ya que la importación había sido prohibida en 1808; por tanto, los africanos eran hombres libres.
La Corte Suprema de los Estados Unidos confirmó la sentencia el 09 de marzo de 1841, y los raptados viajaron de vuelta a su hogar en 1842.
Ya como hombres libres, los 35 africanos supervivientes del Amistad, zarparon del puerto de Nueva York, a bordo del carguero de 4 palos “Gentlemen”, con destino a la ciudad de Freetown, creada precisamente, para recibir a los africanos liberados de la trata internacional, en Sierra Leona.
África volvió a aparecer ante su mirada, en enero de 1842.
Entre 1440 y 1870, según estimaciones del historiador Hugh Thomas, 11 millones de africanos cruzaron el Atlántico, encadenados en las bodegas de barcos negreros.
En total, 54,200 viajes transoceánicos, de los que 4,000 se realizaron bajo bandera española, 12,000 en embarcaciones británicas, y 30,000 bajo pabellón portugués.
Sengbe Pieh, o “Joseph Cinqué” era el hijo de un jefe del pueblo de Mani en África Oeste.
Cinqué fue capturado por un miembro de una tribu africana, por causa de una deuda sin pagar, y llevado a una fábrica de esclavos, donde fue vendido a un comerciante de esclavos español.
Luego fue revendido, enviado a La Habana, Cuba, y luego vendido a Pedro Ruiz, y puesto a bordo del Amistad.
Cinqué fue reconocido como el líder de los esclavos africanos, durante la revolución del Amistad, y luego durante los procedimientos legales.
Cinqué eventualmente regresó al África, sólo para encontrar que su pueblo había sido destruido, y que todos los miembros de su familia habían sido vendidos como esclavos.
El caso del Amistad tuvo efectos duraderos, tanto para los Estados Unidos como para África, indica el Dr. Arthur Abraham, historiador de Sierra Leona.
Este caso, galvanizó el movimiento abolicionista en los Estados Unidos, y polarizó aún más, el Norte anti-esclavitud y el Sur con esclavos.
Este caso es acreditado por algunos, como uno de los eventos que llevó a La Guerra Civil Estadounidense o “Guerra de Secesión” en 1861.
El 12 de mayo de 1888, desapareció oficialmente la esclavitud en Brasil, el último país de América que todavía aceptaba esta inicua forma de explotación humana.
Para llegar hasta aquí, hubo que andar un largo camino, que por desgracia no se basó tanto en considerar que todos los hombres nacen iguales, sino en el cambio de los modos de producción, y la industrialización agrícola, que comenzó a ver una mayor rentabilidad en la emancipación de la mano de obra esclava, que en su mantenimiento.
Sea como fuere, en 1815, el Congreso de Viena, auspiciado por los ingleses, los mayores tratantes de todos los tiempos, condenó la trata de negros, asimilándola a la piratería.
Más tarde, el 20 de diciembre de 1848, se proclamó la supresión de la esclavitud en la isla de la Reunión, y el presidente Lincoln hizo lo propio en los Estados Unidos en 1863.
El Caso del Amistad, contribuiría al desarrollo de la cultura africano-americana.
La liberación de los africanos, también inspiró trabajo misionero, que llevaría a la fundación de la Asociación Misionera Americana en 1846, que se convirtió luego, en la sociedad abolicionista más grande y organizada en los Estados Unidos, antes de la guerra.
Y en Sierra Leona, la actividad misionera norteamericana, eventualmente se convertiría en un movimiento nacionalista para conseguir la independencia.
Escribiendo para el Centro de Investigación Amistad en la Universidad Tulane, se argumenta:
“Por otro lado, Justice Story declaró, que los africanos habían ejercido su “derecho de cualquier ser humano en un caso extremo, a resistirse a la opresión, y a aplicar la fuerza contra la injusticia ruinosa”
En otras palabras, los hombres libres tienen un derecho natural, de resistir la esclavitud.
Por otro lado, declaró que si los negros hubieran sido reconocidos como esclavos legales de los ciudadanos españoles, habrían sido considerado propiedad, según explicaba el tratado de 1795, y devueltos a sus dueños”
En consecuencia, el Caso Amistad dio origen a esta tremenda red de instituciones en el sur, que educaron a los líderes del actual movimiento de los derechos civiles, entre ellos el venerable doctor Martin Luther King, Jr.
Cualquier historia que hable de una justicia igualitaria, del derecho a la libertad de un pueblo, y sus gentes, de la posibilidad de un cambio social hacia adelante, aunque luego, estúpidos de nosotros, siempre acabamos por volver atrás, de mirar a los ojos de una persona, y saber que de dónde es no determina quién es, que el respeto y la dignidad humana, están por encima de cualquier ley, capricho, o idea... es una historia que merece ser contada.
Las películas de Hollywood tienden a mostrar la esclavitud y las luchas abolicionistas, como si surgieran de la nada.
Vemos a unos esclavos negros cristianos, que han asumido la cultura europea, y que parecen haber permanecido en ese estado desde siempre.
Pero las cosas no fueron del todo así…
“James Madison, Alexander Hamilton, Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, George Washington... John Adams.
We've long resisted asking you for guidance.
Perhaps we have feared in doing so, we might acknowledge that our individuality, which we so, so revere, is not entirely our own.
Perhaps we've feared an... an appeal to you might be taken for weakness.
But, we've come to understand, finally, that this is not so.
We understand now, we've been made to understand, and to embrace the understanding... that who we are “is” who we were.
We desperately need your strength and wisdom to triumph over our fears, our prejudices, ourselves.
Give us the courage to do what is right.
And if it means civil war?
Then let it come.
And when it does, may it be, finally, the last battle of the American Revolution”
Amistad es una película dramática, dirigida por Steven Spielberg en el año 1997.
Protagonizada por Matthew McConaughey, Djimon Hounsou, Morgan Freeman, Anthony Hopkins, Pete Postlethwaite, Stellan Skarsgård, Nigel Hawthorne, David Paymer, Anna Paquin, Jeremy Northam, Arliss Howard, Peter Firth, Daniel von Bargen, Chiwetel Ejiofor, entre otros.
Amistad obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Actor de reparto (Hopkins), fotografía, vestuario, y la banda sonora del compositor John Williams, habitual colaborador de Spielberg.
El guión es de David Franzoni.
Sin ganar algún premio, lo que si se llevaron Spielberg y su guionista Franzoni, fue una grave acusación a cargo de la escritora e historiadora Barbara Chase-Ribaud, que decía que le habían plagiado su novela “Echo Of Lions”, y demandó a Spielberg, por 10 millones de dólares.
Fue una excelente maniobra, que desgraciadamente se quedó en agua de borrajas, cuando se descubrió que ella también había plagiado en otra ocasión, para una novela posterior.
Basada en la historia real, de un grupo de esclavos africanos, encontrados por guardacostas de Estados Unidos, a bordo de la goleta de bandera española La Amistad, cerca de Long Island en julio de 1839, la película se extiende desde esa fecha, hasta el año de 1842, en que son declarados inocentes, y se les da la opción de quedarse en EEUU como ciudadanos libres, o volver a su país.
Es necesario aclarar, que Amistad incurre, en alguna incorrección cronológica, como el hecho de que Martin Van Buren ya no era presidente de los EEUU, cuando se produjo el fallo del Tribunal Supremo.
Amistad es la primera película de Spielberg, dirigida para la productora DreamWorks; y se lee por ahí, que es una película menor de Spielberg, y quizá sea cierto.
Menor en el sentido de megalomanía y efectos visuales, y cercanía con el espectador de palomitas habitual de “El Rey Midas”
Spielberg se sirve de su historia, para cambiar el registro, y tornar lo que se presuponía un drama de aventuras, a un drama judicial con visos sociopolíticos.
Debemos reconocer, que Amistad tiene muy buenas intenciones, al intentar mostrar de manera crítica, los estragos de la esclavitud, la cual era legal en la época en que se contextualiza.
Amistad se destaca por la compleja lucha de un grupo de hombres por cambiar un injusto destino, y por dar a entender, lo irracional que era el permitir el tráfico de esclavos, como si de animales se tratara.
Así como todos los filmes de Spielberg, Amistad es muy visual; magnífica es la fotografía de fuertes contrastes, en que los personajes parecen bañados en luz.
Y la historia, auténtica en sus líneas maestras, interesa.
Quizá sea algo larga, con alguna caída de ritmo, y algún personaje poco desarrollado, pero magníficas ideas de guión mantienen la atención.
Un problema o matiz, es la dificultad del idioma.
Los esclavos no hablan inglés, ni castellano, no pueden expresarse bien.
Eso mantiene las distancias, y logra que esa consideración de seres inferiores, sin derechos, se acepte más fácilmente.
De modo que cuando los defensores, siguiendo los consejos del ex presidente John Quincy Adams (Anthony Hopkins), tratan de ver no “cosas” sino “personas” con su historia, y logran comunicarse, la perspectiva cambia de modo muy efectivo. También, el paralelismo entre la odisea de los esclavos, y el relato del Evangelio, que cautiva a uno de ellos, ayuda a dar un sentido a los sinsabores que padecen.
Situada en 1839, Amistad  presenta el tráfico de esclavos entre una Inglaterra contraria a la esclavitud, una España defensora de los negreros, y unos EEUU divididos.
Aunque no nos guste, el rigor histórico debe imponerse.
El comercio de esclavos fue abolido en Inglaterra en 1807, y en EEUU en 1863, en medio de una sangrienta guerra civil, mientras en España, Cuba, se mantuvo la esclavitud, hasta 1886.
Amistad nos muestra el origen del problema:
Colonizar El Nuevo Mundo no fue una tarea fácil.
Como en el caso de las encomiendas españolas, había escasa mano de obra cualificada, y las penalidades y el trabajo duro, asustaban a muchos colonos.
Tampoco se entendía, emigrar como prosperar en el transcurso de varias generaciones.
Amistad nos muestra, como un grupo de esclavos, se hacen con el control de la goleta negrera, capitaneados por el mende Cinqué (Djimon Hounsou), en 1839.
El desconocimiento de lo grande que es el mar, y de la tecnología del hombre blanco, hacen que los 2 tripulantes supervivientes los engañen, y el negrero sea interceptado por una nave de guerra de los Estados Unidos.
“They may be of more value to our struggle in death than in life”
Spielberg nos quiere vender Amistad como un alegato antiesclavista, cosa que no es, ya que la idea de prescindir de los esclavos, no estaba maduro en el periodo que va desde 1839 y 1842.
La cuestión judicial que trata el abogado de los amotinados negros, es si han nacido en Cuba, y son legalmente propiedad del estado español, o si han sido capturados en África, y por tanto, son una mercancía ilegal.
La trata exterior estaba prohibida desde 1808, justo en el momento en que las desmontadoras de algodón entran en escena.
Además, en 1840, ya había en los Estados Unidos, los suficientes blancos desesperados para aceptar trabajos realizados por los esclavos negros.
Por otro lado, Isabel II, como todas las adolescentes del mundo, no podía tomar decisiones políticas, o como en este caso, judiciales.
La regente Maria Cristina, y el general Espartero, habrían sido unos contrincantes más creíbles.
En la trama histórica se miente descaradamente, para dejar a los españoles como traficantes de esclavos y villanos, cuando eso fue prohibido por la corona española, y además, el tráfico de esclavos lo hicieron los portugueses, los ingleses, y los holandeses.
Por tanto, Amistad es una versión almibarada, para dejar como héroes a los americanos.
Tampoco parece muy verosímil, que un ex presidente de Estados Unidos, como John Quincy Adams, insinuase tantas veces, la idea de “igualdad de derechos” en sus discursos, cuando es algo en lo que ni siquiera Abraham Lincoln creía.
Adams era abolicionista, sí, igual que Lincoln.
Pero de querer abolir la esclavitud, a creer en la igualdad entre blancos y negros, había muchísimo camino todavía.
Hubo varios abolicionistas que querían acabar con la esclavitud, pero ni en broma, un estado en el que los derechos de blancos y negros fuesen equiparados.
Pero en fin, asumamos que ese ex presidente, de mediados del siglo XIX, ya tenía una ideología que no se impondría en su país, hasta los tiempos de Kennedy, unos 120 años más tarde.
Como resultado del litigio, Cinqué regresó a África, y se convirtió en cazador de esclavos.
Spielberg nos roba ese dato, quizá porque en una película, los personajes tienen que ser de una pieza, y la corrupción que supusieron los fusiles de segunda mano y la ginebra, así como la existencia de culturas esclavistas negras como Dahomey, nos habrían hecho sentirnos engañados.
A partir de esa rotunda elección formal y psicológica, Spielberg despliega otra desconcertante elección formal; su deliberada huída de ese aspecto “épico” que pudiera aparentar Amistad a primera vista.
Lo cierto es, que el director apela en casi todo momento, a insertar sus imágenes, 2 horas y media de metraje, que apenas registran bache alguno, buscando un equilibrio entre el elemento sociopolítico, en el que se integra la verdadera intención de Amistad, el trazado de sus personajes, la debilidad que en el proceso muestran algunos de ellos, a destacar en este aspecto el abolicionista Lewis Tappan (Stellan Skarsgård), quien en un momento determinado, flaqueará en la lucha, llegando a pensar que la muerte de los esclavos y su “martiriología” sería el elemento que más favorecería la causa que él defiende, aunque se quiera desatender de ese colectivo de negros sojuzgados, y descritos en una auténtica “tierra de nadie” física y moral.
Serán, en definitiva, seres incómodos ante todos los poderes que, de una u otra manera, quieren en definitiva eliminarlos o aprovecharse de ellos.
“Is freedom.
And the proof is the length to which a man, woman or child will go to regain it once taken.
He will break loose his chains.
He will decimate his enemies.
He will try and try and try, against all odds, against all prejudices, to get home”
Amistad es una historia muy rica en contenido, muestra elementos que encajan perfectamente con el siglo XIX, como lo fue la codicia presente por los grandes generadores de riqueza, la manipulación de los sistemas de justicia, el maltrato hacia las personas de otras culturas, y color de piel, la forma ilegal en la que obtenían su fuente de trabajo “los esclavos” y la manera tan brutal en la eran tratados estos seres humanos.
Pero además, observé otras características positivas que muestran la riqueza cultural de los pueblos africanos:
Ellos son seres muy espirituales, respetuosos, agradecidos, amables, y que a pesar de encontrarse en un lugar ajeno al de ellos, con costumbres e idiomas diferentes, lograron captar los elementos esenciales, que los ayudaran a obtener lo que deseaban, con la ayuda de personas que abolían este tipo de prácticas esclavistas, y que hicieron lo imposible para ayudarlos a lograr su libertad.
Además, por su titulo, “Amistad” creemos que va a ser una narración basada en el sentimiento de la amistad, pero a lo largo del metraje, uno se da cuenta, que el nombre se refiere a un barco, donde se transportaban un grupo de negros, trasladados y comprados ilegalmente por unos españoles en Cuba, que tras liberarse de sus cadenas, toman en medio de la noche a la tripulación de este barco por sorpresa, y de allí comienza esta historia, cargada de muchos pleitos legales, racismo, injusticia, y demás.
Cabe señalar, que Spielberg se aprovecha para hacernos comulgar con ruedas de molino, vendiéndonos, que el triunfo de los esclavos al obtener la libertad, prácticamente sumió al país en la guerra, simplemente para dar unas dimensiones más épicas al caso, y eso sin contar con que el problema de la esclavitud aún tardaría bastante en desaparecer.
Aquí nace para el cine, un excelente actor, un hermoso ser humano, con un cuerpo privilegiado, y una voz extraordinaria:
Djimon Hounsou, encarnando por primera vez en la historia del cine, de esta manera tan completa, a un esclavo en lucha por sus derechos.
Desde la desesperación de la primera secuencia, a las situaciones a cuerpo desnudo.
Y quizá, él es el verdadero protagonista de Amistad, y la mejor interpretación, aunque no sea de los primeros acreditados.
Y es que pocas veces, se ha visto en el cine, tamaño personaje encarnado de esta manera, en situaciones así de vigorosas, enfundado en una sucesión de acontecimientos reales por los que se coló el apasionante personaje de Anthony Hopkins, el buen burgués, que defiende con energía principios democráticos, así como el abogado maravillosamente encarnado por McConaughey, quien no ha vuelto a tener en sus manos, personaje tan rico.
Mathew McConaughey es Roger Baldwin, el abogado defensor de los africanos.
Tenemos a Morgan Freeman, en la piel de Theodore Joadson, abolicionista.
Este personaje es ficticio, en sustitución de Dwight Janes que fue real, aunque éste era blanco.
Nos presenta a la corona española, regida por una caprichosa Isabel II (Anna Paquin) de 11 años, sin importarle lo más mínimo, que fuese Maria Cristina, su madre que ni siquiera aparece en la pantalla, la que realmente manejaba el percal.
“¡Qué bonita!”
Son las escenas que transcurren fuera del juicio, las más entretenidas, que no por ello interesantes, ya que la mayor parte de ellas, son completamente innecesarias para la trama, como aquella en que Cinqué explica, cómo mató a un león con una piedra, o en la que los propios esclavos se comparan con Jesucristo.
Cuando le ven crucificado uno de ellos dice, ahora sí, los diálogos son subtitulados:
“Algo haría para que le crucificasen”
Y el otro responde, previsiblemente:
“Nosotros no hemos hecho nada”
Pero junto con el comienzo de Amistad, la mejor escena es sin duda, el flashback, en el que Cinqué en el juicio, narra cómo fueron capturados en la fortaleza de esclavos, y metidos en el barco portugués “Teçora”
Después, cuando La Amistad llega para apropiarse de los esclavos, los del “Teçora” aún tienen tiempo de tirar 50 al mar, atados con piedras.
Escalofriantes son las imágenes del comienzo:
En una noche de tormenta, vemos como los esclavos rompen sus cadenas, y la emprenden a machetazos contra los esclavistas.
Los esclavos, procedentes de Sierra Leona, aunque esto no se sabrá, hasta más tarde, hablan en su propia lengua, sin subtítulos, pero pese a ello, 2 españoles logran convencerles, de que les dejen con vida, y llevan el barco hasta la costa de Estados Unidos.
Debo confesar, que lo que menos me gustó de Amistad, es la cantidad de diálogo entre los supuestos esclavos, del cual no te enteras de nada, aunque sé que eso es un recurso de Spielberg para verlos como “animales” de principio.
Pero:
¿Por qué no lo han subtitulado?
Hay bastantes escenas en las que hablan y hablan los protagonistas en su idioma, pero sin subtítulos...
Y lo peor:
¿Por qué están obsesionados con doblar las películas?
No tengo nada en contra con los dobladores, pues es una profesión, pero cuando voy a ver una película, quiero escuchar a los auténticos actores.
Volviendo a Amistad, ese capítulo de rebelión de los esclavos negros, que se encuentran sometidos en la tripulación del navío español La Amistad, será una rebelión que comandará Cinqué, al cual contemplaremos en los primeros instantes, intentando con absoluta intensidad, sacar ese clavo que le mantiene ligado a las cadenas del navío, proporcionando con ello, el inicio de una revolución, que no obviará el matiz sangriento.
Será el primer acierto de Amistad, mostrar la crudeza, e incluso la primitiva animalidad de esos negros sometidos, bastante alejada a la visión reduccionista que el cine pro-abolicionista ha mostrado al respecto.
Al final, aparecen los diversos personajes con unos subtítulos, que nos cuentan sus destinos, como queriendo reforzar el hecho, de que lo que acabamos de ver, soportar, es una historia real.
Mención especial para la escena nocturna, en las entrañas del galeón español, desde donde emerge el niño, libre y sin cadenas, de entre la multitud mojada por la lluvia, y aterrada por la incertidumbre y el frío.
Pero la parte más inverosímil, es claramente en la que Cinqué se pone a repetir, una y otra vez:
“Libres A Nosotros! Libres A Nosotros!” mientras la música aumenta, más y más de volumen.
Los coros celestiales invaden la escena, mientras la luz divina, ilumina la cara de nuestro héroe, que ha conseguido resumir todo ese procedimiento judicial, en 3 palabras, o alguna mierda así; lo vi demasiado manipulador.
También, es “gracioso” el momento en el que el abogado de la acusación, con el fin de argumentar algo, pone en evidencia, que en la tribu africana de Cinqué, también se practica la esclavitud.
Lo “gracioso” es que, en lugar de aceptar ese hecho, pues bien podrían decirse:
“Sí, en mi estúpida tribu tenemos esclavos, igual que en vuestro estúpido país, ¿Y qué importa eso?”, el traductor y la defensa, intentan negar ese hecho diciendo algo como:
“No, no, lo de su tribu no se puede llamar esclavitud, lo suyo es otra cosa, porque ellos son buenos, no malos”
Y finalmente, esa cuestión no se resuelve.
Ha destacar el cántico coral, a voces femeninas, acompañado por una solemne y espectacular orquestación, que le sirve al compositor John Williams, para abrir y cerrar la banda sonora en su edición discográfica, mientras que en Amistad, sólo funciona como cierre.
El resto discurre por vertientes más intimistas y suaves, realzando el drama.
“Drown hundreds of people?”
Amistad tuvo en su momento de estreno polémica, ya que dejaba en mal lugar a España, por el tema de su comercio con los esclavos en Estados Unidos cuando, el mayor comerciante del mercado de la esclavitud, eran los propios Estados Unidos y Reino Unido.
Sin embargo, creo que pocos han sabido leer la verdadera esencia de Amistad.
Spielberg presenta, bajo mi punto de vista, como un auténtico alegato en torno a la universalidad de la comprensión y el conocimiento, englobando ambos conceptos, en ese contexto temporal convulso, que sirvió para que la sociedad norteamericana se enfrentara con el fantasma del fin de la esclavitud.
Si cualquier espectador pensaba, que se iba a encontrar con el típico título “abolicionista” o sensiblero en dicha tendencia, creo que el vigoroso episodio inicial, ya rompe con cualquier prejuicio al respecto, al tiempo que muestra una auténtica lección de cine.
A partir de esas premisas, Spielberg logra trazar esa epopeya que se niega a sí misma, ya que la esencia de Amistad, se centra en el sendero del conocimiento, de la emoción que se produce, en el difícil proceso, que permite comunicarse a esos negros que hablan un idioma desconocido por los primitivos norteamericanos, oportuno el detalle que permite al abogado Roger Sherman Baldwin (McConaughey) encontrar a un marino negro, que conoce esa lengua que no puede descubrir y, con ello, comunicarse con Cinqué.
Ese proceso, es el que en realidad importa al realizador norteamericano, el de buscar la comprensión entre seres humanos, que se encuentran en situaciones totalmente opuestas y, sobre todo, en clara desventaja.
Es por eso que quizá, en su momento, Amistad fuera atendida y despachada con demasiado desdén.
En realidad, esa fría recepción que la acogió, procede a mi modo de ver, de una equivocada percepción en torno a  la base temática que ofrece el guión de David Franzoni.
Una mirada más o menos simple, nos podría señalar, que asistimos a una película más sobre el drama de la esclavitud.
Y es cierto que su argumento, en primera instancia, se inserta dentro de ese contexto.
Pero entonces, Spielberg:
¿Por qué no nos cuentas la verdad?
¿Por qué en lugar de decirnos, que cuando Cinqué regresó, no encontró a su familia, y se cree que fueron vendidos como esclavos, no nos dices además, que Cinqué encontró un trabajo que le ayudó a prosperar económicamente, cazando hombres, y vendiéndolos como esclavos?
El asalto final de las tropas británicas a la fortaleza de Lomboko, jamás sucedió, de allí que fuera otra de sus meteduras de pata, y creara más polémica.
Pero lo que más chirría en Amistad, no son esos detalles tampoco.
Sino que parece, que Spielberg quería que toda esa controversia de los amotinados del Amistad, girase sobre temas tan profundos como:
“¿Es justa la esclavitud?”
“¿Acaso no somos todos iguales?”
“¿Acaso no somos libres por naturaleza?”
Pero esa no fue la realidad.
Por mucho que en su discurso final, Hopkins interpretando a John Quincy Adams, le dé vueltas y más vueltas a esos temas, no era eso lo que se estaba discutiendo en el juicio.
¿Nadie ha caído en ese detalle?
El asunto en aquel procedimiento, versaba sobre si aquellos esclavos en concreto, habían nacido libres en África, o si por el contrario, habían nacido siendo hijos de esclavos, y si se demostrase que eran hijos de esclavos, no había problema en que también ellos fuesen esclavos.
Así que no, ese no fue un juicio tan bonito como le habría gustado a Spielberg.
Al final del juicio nos cuelan un monólogo en contra de la esclavitud, y a favor de la igualdad entre los hombres.
Es un hermoso discurso, pero ese no era un proceso en el que se estuviera debatiendo, sobre si los Estados Unidos deberían seguir permitiendo la esclavitud, o si ésta debería abolirse.
De hecho, es bien sabido, que la esclavitud seguiría existiendo durante algunas décadas.
¿Entonces, por qué hacen que el ex presidente dé un discurso sobre una cosa, cuando teóricamente, la que se está intentando demostrar, es otra totalmente distinta?
El personaje real al que interpreta Anthony, ni demostró eso, ni tenía que demostrar eso en un juicio en el que se daba por hecho, que las personas podían legalmente tener esclavos, y sólo se discutía, si unas personas muy concretas, eran o no esclavos.
Si se hubiera demostrado, que esos hombres habían nacido de esclavos, no habría servido de nada su emotiva alusión a la Declaración de Independencia, ni su brillante repaso de la historia universal de la esclavitud, ni su golpe de efecto, rompiendo dramáticamente las hojas de papel, ni su paseo observando con admiración, los bustos de todos los presidentes anteriores, hasta quedarse mirando fijamente al de su padre...
Y no digo que Amistad no debería hablar sobre esos temas profundos y generales, digo que el juicio que se representa, no debería hablar sobre esos temas, porque no es eso lo que se estaba juzgando.
 ¿Eh, Spielberg?
¿Por qué?
Pues supongo, porque en sus películas no se puede presentar a un personaje como un héroe, y al final convertirlo en un ser despreciable, aunque consiguieses una película mucho más rica y digna, porque entonces, ya no sería una película para toda la familia, y en consecuencia, si los niños no viesen Amistad, sería dinero perdido, y sin ese dinero, su razón de ser, su vida se sumiría en el caos, y quien sabe lo que podrías llegar a hacer, producir películas independientes, o alguna deshonra similar...
Pobre gente la de La Amistad…
Y mira, ahora tienen un presidente negro.

“This man is black.
We can all see that.
But, can we also see as easily, that which is equally true?
That he is the only true hero in this room.
Now, if he were white, he wouldn't be standing before this court fighting for his life.
If he were white and his enslavers were British, he wouldn't be standing, so heavy the weight of the medals and honors we would bestow upon him.
Songs would be written about him.
The great authors of our times would fill books about him.
His story would be told and retold, in our classrooms.
Our children, because we would make sure of it, would know his name as well as they know Patrick Henry's.
Yet, if the South is right, what are we to do with that embarrassing, annoying document, The Declaration of Independence?
What of its conceits?
All men created equal, inalienable rights, life, liberty, and so on and so forth?
What on Earth are we to do with this?
I have a modest suggestion”



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