A Cambio de Nada

“A cambio de amistad… a cambio de problemas…”

A veces, para saber quiénes somos, debemos enfrentarnos a nuestro pasado.
Un viaje duro, difícil y necesario, que nos ayuda a conocernos y entender un poco mejor el mundo que nos rodea.
Una búsqueda personal, en la que podemos comprender la importancia del entorno familiar y social en el desarrollo de nuestra personalidad.
Diferentes circunstancias y acontecimientos, moldean nuestro mapa interior, pero hay una etapa en nuestra vida, que incide de forma determinante en desarrollo personal:
La adolescencia; que siempre ha sido un tema recurrente en el cine.
Federico Fellini decía:
“Cuando uno habla de lo que conoce, de sí mismo, de su familia, de su terruño, de la nieve, de la lluvia, del despotismo, de la estupidez, de la ignorancia, de las esperanzas, de las fantasías, de los condicionamientos políticos o religiosos, cuando uno habla de la vida con sinceridad, sin querer aleccionar a nadie, ni preconizar filosofías, o transmitir mensajes, cuando uno lo hace con humildad, y sobre todo con una visión proporcionada de las cosas, creo que lo que diga estará al alcance de todo el mundo, y todos podrán identificarse con él”
Compartir nuestras propias experiencias, nos ayuda a conocernos y entender un poco mejor el mundo que nos rodea.
¿Cruzarías la línea de la legalidad, a cambio de nada?
Probablemente no, pero:
¿Y si te lo pidiera un amigo?
“Me va, me va, me va, me va, me va…”
A Cambio de Nada es un drama del año 2015, escrito y dirigido por Daniel Guzmán.
Protagonizado por Miguel Herrán, Antonio Bachiller, Luis Tosar, María Miguel, Antonia Guzmán, Felipe Vélez, Patricia Santos, Miguel Rellán, Fernando Albizu, Sebastián Haro, Roberto Álvarez, Luis Zahera, Ález Barahona, Lara Sajén, Mario Llorente, Carlos Olalla, Beatriz Argüello, Iris Alpáñez, Adelfa Calvo, Manolo Caro, entre otros.
El guion, escrito por el director, es absorbente al plasmar un drama sobre la dura realidad de esa clase baja y humilde, que desesperada por sobrevivir, hacen cualquier cosa para seguir adelante.
Los grandes temas, siguen siendo los mismos que hace 50 años:
El desarraigo familiar, la revolución hormonal, el sueño de la emancipación prematura, la delincuencia como válvula de escape…
Aquí, Guzmán nos habla más bien de adolescentes en busca de su propio camino, con sus propios sueños incapaces de realizar en las calles y los descampados de su barrio.
La dedicatoria con que cierra la obra, “A mis padres”, refleja con claridad la liberación de experiencias propias, que el realizador ha vertido sobre el argumento.
Una historia acerca del origen de la delincuencia juvenil y el fracaso escolar, en relación a las desavenencias conyugales.
Una cinta en la que acompañamos la búsqueda de un padre y una madre postizos, por parte del protagonista:
Darío (Miguel Herrán), es un chico de 16 años, que disfruta de la vida con Luismi (Antonio Bachiller), su vecino y amigo del alma.
Mantienen una amistad incondicional, se conocen desde niños, y juntos han descubierto todo lo que saben de la vida.
Tras la separación de sus padres (María Miguel y Luis Tosar), Darío huye de casa, y empieza a trabajar en el taller de Justo “Caralimpia” (Felipe García Vélez), un viejo delincuente con aires de triunfador, que le enseña el oficio, y los beneficios de la vida.
Darío, conoce además a Antonia (Antonia Guzmán), una anciana que recoge muebles abandonados con su motocarro…
A su lado, descubre otra forma de ver la vida.
Luismi, “Caralimpia” y Antonia, se convierten en su nueva familia durante un verano que les cambiará la vida; a modo de un recuerdo de las aventuras de juventud, de los pasos que damos, hasta convertirnos en lo que somos, y en el precio que inevitablemente tenemos que pagar en el camino, a nuestra cuenta, y a la de los que nos rodean.
El resultado es una de las más brillantes descripciones de la adolescencia, vista en el margen de una semana.
“Puedo vivir solo perfectamente”
El objetivo de Guzmán, en su debut, es minimizar cualquier rasgo de estilo que pueda aportar subrayados dramáticos, para mostrar a unos personajes pegados a una realidad que le es cercana, y lo hace con un marcado carácter autobiográfico; que ha tardado 10 años en sacar adelante:
La historia de un chico que huye de su situación familiar, buscando su lugar, “un viaje de maduración, conocimiento, y aceptación personal.
Y es mi relación con la vida, con la amistad, con mi familia, con la adolescencia, con mi barrio...”, advierte el realizador.
La ciudad donde se ha ambientado, es Madrid, en un barrio obrero, pero bien pudiera ser cualquier otra, porque de lo que habla A Cambio de Nada, son lugares comunes para muchas de las familias que pueblan nuestras ciudades; junto a temas como:
La adolescencia, la amistad, la libertad, la rebeldía, las relaciones con los padres, las relaciones de éstos como padres, la responsabilidad de los padres, el colegio, y la conveniencia de los estudios, la familia, el barrio, la soledad, la vida de nuestros mayores, etc.
Y es la historia de Darío, un chico que huye de su situación familiar, buscando su lugar, en un viaje de maduración, conocimiento, y aceptación personal, que nos permite reflexionar sobre una de las etapas más importantes de nuestra vida; que es también la historia de unos personajes de diferente generación, que buscan atención y cariño.
Personajes llenos de contrastes y contradicciones, que intentan encontrar su lugar, huyendo de sus propias miserias.
Una historia intergeneracional, llena de humor, alegría, y cierto dolor.
Y así es como Guzmán invita al espectador, a meterse en sus cosas, a través de un álter ego que ha resultado ser un potente espejo para una legión de chicos con los que, a diario, cualquiera se cruza en cualquier ciudad.
De este modo, A Cambio de Nada navega entre el dolor y la euforia, con la misma facilidad con la que alterna los registros de la comedia y el drama; y el director nos lleva a recorrer el mismo camino que su protagonista, Darío, centrándose exclusivamente en sus vivencias, y a través de ellas, presenciando la rutina de la gente que le rodea.
De esta manera, y dado el carácter problemático de la figura del protagonista, A Cambio de Nada va explorando de manera acertadísima, muchísimos temas y de distintas índoles, aunque siempre centrado en el individuo, la sociedad, y las distintas generaciones, con especial atención a la adolescencia, y las influencias del hábitat en el que sobrevive.
Nuestro joven de 16 años, pasa muchos calvarios, y ciertamente, con mucho tópico metido, pero siempre tratado de una manera que es imposible mostrarlo de manera más apegada a la realidad, y dándole consistencia.
Porque hay una diferencia importante que las separa de otras películas del mismo género, y es que Guzmán no cuenta, sino que muestra.
Rodada impecablemente, y claramente con vocación humanista, A Cambio de Nada no se mete en aguas melancólicas, de amargura, o simplemente compasiva, no busca conmover ni representar, solo sigue a su intérprete, y nos revela su vida, nos muestra, nos exhibe su rutina, y todos los problemas que forman parte de él, en un estupendo ejercicio de puro realismo.
Directa, con mil y un matices, y sin edulcorantes, lo que contribuye enormemente su casi inexistente composición de melodías, el madrileño consigue con su sencillez, llegar al espectador con escasos medios, poniendo al servicio de la obra, una amalgama de personalidades tremendamente eficaz.
A Cambio de Nada es cine popular de toda la vida:
Anclado en la realidad social y generacional, pero sin desdeñar el entretenimiento, la emoción, y la risa empática.
Una historia ambientada en el aquí y el ahora, pero que parece haber detenido el tiempo a principios de los 80, con Demis Roussos, Julio Iglesias, las revistas porno, y el boli de cuatro colores; en un encuentro de Guzmán consigo mismo, y con su pasado, menos dirigido a una cierta intelectualidad que busca en el cine, unos ambientes de extrarradio, que seguramente desconoce que a una feliz juerga con el público al que está representando en su relato.
Si bien es cierto que, como ya se ha comentado reiteradamente, A Cambio de Nada trata de bastantes temas encerrados en distintas figuras, sí hay que realzar por encima de todo, el mensaje principal de la narración.
Este no es otro que, el de otorgarle la importancia necesaria a la figura materna y paterna del hijo, tener una referencia correcta en el que fijarse e imitar, y servir de guía a una persona en tiempos de crecimiento.
Es crucial para el buen desarrollo del individuo, o sino progresará, o evolucionará acorde a las leyes de la calle, y demás relaciones, haciendo una reflexión sobre las peligrosas influencias que puede suponer sobre un joven, las distintas personas con las que interactúa, y que irremediablemente, se irá acercando a ese modelo, ya sea para bien o para mal, al igual que el poder de la amistad.
Es una mescolanza de tópicos mil veces repetidos, pero desde un prisma más seco y directo, que está muy bien tratado e incorporado en el relato.
El principal hallazgo del relato de Guzmán, radica en la ruptura del microcosmos juvenil, para introducir adultos que, tanto ejercen de reemplazo de la figura materna/paterna, como de presagio de un futuro solitario y poco esperanzador, si no se produce algo drástico, que cambie el rumbo de la vida del Darío.
Del reparto, A Cambio de Nada sale muy beneficiada del carisma y la veracidad que transmiten tanto sus actores profesionales, como los novatos:
Los jóvenes protagonistas, Miguel Herrán y Antonio Bachiller, son grandes descubrimientos.
El primero se desenvuelve muy bien en las escenas más dramáticas; mientras que el segundo, es muy eficaz en los momentos cómicos, y ambos desprenden una química tremenda.
El actor debutante, Miguel Herrán, un auténtico chico de barrio, comenta:
“Hice las peores pruebas de “casting”, y ahora me veo aquí:
Gracias a Guzmán, yo he salido de donde estaba, y ahora puedo tener algo por lo que esforzarme, y salir para adelante”
Bachiller afirma, por su parte, que él es “más normal”, ha terminado sus estudios de cocinero, y quiere retomar arte dramático.
La participación de Luis Tosar, se entiende como muestra del entusiasmo del actor por el proyecto, y para incluir un rostro popular en el reparto, pues su participación es muy pequeña, y no es tan destacable como la de los “padres adoptivos” del protagonista:
Felipe García Vélez y, sobre todo, Antonia Guzmán, abuela del director; que por cierto, el realizador comentó:
“Antonia cumplió 93 años, y no puedo explicar la fuerza que esto le ha dado.
Lo que hemos vivido con ella es mágico; ni en mis mejores pensamientos podía anticipar lo que ha sido para todos”, apunta el director, quien confiesa que ella esconde la única mentira de A Cambio de Nada:
No conduce.
Y no es casualidad, que este entrañable personaje, esté interpretado por la propia abuela del creador de la historia.
Hay tanto amor en su mirada, que nos conmueve a cada paso, con cada silencio, con cada gesto.
Es como un homenaje a la estirpe de la que venimos, una forma de rendirle pleitesía, y señalar su agradecimiento.
Desde lo formal, con una puesta en escena que creo intenta rehuir al limitado lenguaje televisivo, atención al sutil “travelling” que sigue a Darío escapando de la escuela, tras la catártica reunión con sus padres; el director consigue un enlace personajes/encuadre realmente atractivo; y nos regala instantes tan intensos, por su sutileza y su brevedad.
Las escenas en las que interviene Tosar, delante de su hijo, magnífica toma dentro del camión; de su mujer, o del director de su instituto, son muy dramáticas, ahí lo borda.
Con ellas, algo se nos mueve dentro de nosotros, porque sabe llegar a los sentimientos.
O esa otra escena, que acaba con Darío desnudo en la terraza, solo ante el mundo… es muy metafórico.
También, muestra su maestría la rodar las persecuciones; y los toques de humor para desdramatizar, vienen de la mano de las constantes collejas al protagonista, o de las reiteradas canciones de Julio Iglesias, que funcionan.
El mismo Darío, es la muestra de que ya en la adolescencia, vas aceptando tus propios errores, y te vas construyendo como persona.
Y Guzmán saca a la luz el tema de la aceptación de tus propias decisiones, y cómo ello te condiciona al ayudarte a madurar, sea en la etapa que sea.
Como dato, A Cambio de Nada rescata la figura del “pícaro”, protagonista de toda una corriente literaria, que se adapta aquí al siglo XXI.
El pícaro del Siglo de Oro de las letras españolas, entendido como personaje que proviene de un estamento social bajo, y de familia poco respetable, encuentra su reflejo en la España actual en Darío, un joven de extrarradio, marcado por el inminente juicio de divorcio de sus padres.
Aun así, sus cualidades no han cambiado:
Su astucia, desvergüenza e ingenio, le hacen sortear todo tipo de tretas, y peligros.
Además, Guzmán recupera la figura del “fiel escudero”, en el personaje de Luismi, un compañero que será capaz de seguir ciegamente a su amigo, cual Sancho Panza tras Don Quijote.
Este inteligente apunte a los clásicos, viene acompañado de algunos toques muy genuinos, como las canciones de Julio Iglesias, o el rastro madrileño, que aportan los toques de humor necesarios para desdramatizar la historia, y conseguir arrancar alguna risa en el patio de butacas.
No obstante, ni la historia con Antonia, y ni la del “Caralimpia” tienen conclusión, y son olvidadas de repente por Guzmán, para centrarse en el eje, que es la amistad entre Darío y Luismi, lo cual es una pena.
En definitiva, A Cambio de Nada es una película que, sin ofrecer nada especialmente trascendental, conecta fácilmente con el público, porque sustituye la a menudo cargante crítica social, por buen sentido del humor, resultando prácticamente imposible, no sentir empatía por este grupo de inadaptados, que encuentran en la amistad, el refugio perfecto para ser quienes son en realidad, y no lo que el entorno les ha inducido a ser.
Guzmán, no deja pasar la oportunidad de incluir en el guión, otros elementos más sociales y reflexivos, que despojan de ligereza el mensaje, y le aportan otras caras de significado; más con frases como:
“Mogollón de gente vive tristemente… democráticamente” nos recuerdan la crisis continua; y el lugar reservado a los jóvenes que llegan y no tendrán “nada que agradecer”
La responsabilidad de los padres, la reinserción en la sociedad, la soledad, y la vejez, tienen cabida en una película que no esconde, y hace bien, su voluntad de querer trascender la historia que cuenta, pero que lo hace sin gritar, y de un modo más bien orgánico.
Unos viejos tiempos, evocados continuamente por Guzmán, aunque algunas cosas no cambien jamás.
De ahí la muy acertada utilización en la banda sonora de Julio Iglesias, un español que no conoce la crisis, sobre todo con el tema:
“La vida sigue igual”, leitmotiv de A Cambio de Nada, que se adentra sin miramientos, en las desgracias de una sociedad abocada a un sistema corrupto y que, muchas veces, no deja en nuestras manos la solución más adecuada.
“La vida sigue igual”
Según el realizador contó a un grupo de adolescentes:
“Creo que estáis en la mejor época de la vida.
A Cambio de Nada trata de la adolescencia, una de las etapas más felices de la vida, y que deberíais disfrutar, porque es muy especial.
Fíjate si es especial, que he hecho una película”, afirmó Guzmán; y muestra como deberíamos de ser todos, como la bondad y el desinterés existe, como aún queda humanidad en esta sociedad desalmada.
No olvidemos nunca, que todos los actos y las decisiones que tomamos en la vida, tienen consecuencias para nosotros, y para las otras personas.

“Una cosa es ser solidario, y otra es serlo a cambio de nada”



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