A Perfect Day

“Welcome to Konopac, the Rope Capital of the World”

Las Guerras Yugoslavas, se iniciaron con la secesión de las 2 regiones del norte de la antigua Yugoslavia:
Eslovenia y Croacia, a causa de un amplio abanico de motivos.
Desde 1991 hasta 1999, incluso para algunos historiadores se extendió, por aislados escarceos, hasta 2001; en el territorio de la antigua Yugoslavia, se produjeron una serie de enfrentamientos armados, conocidos de forma genérica como:
“Guerra de la antigua Yugoslavia” o “Guerra de los Balcanes”
En un espacio geográfico que abarca lo que hoy es Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia, Serbia, y Kosovo.
Las luchas se caracterizaron por enfrentamientos étnicos, aquellos que tienen diferentes orígenes culturales, religiosos, raciales, o geográficos.
Por un lado los serbios; y por otro croatas, bosnios, y albaneses.
Al final, un enfrentamiento entre musulmanes, cristianos, y diversas etnias, cuyo origen se sitúa al final de La Primera Guerra Mundial.
En las mismas puertas del siglo XXI, esta guerra produjo más de 130.000 muertos, y casi 4 millones de desplazados.
Se constataron numerosos abusos contra civiles, cometiéndose innumerables atropellos a Los Derechos Humanos, como:
Asesinatos masivos, torturas, castraciones, y violaciones generalizadas de todas las mujeres, para que una vez finalizada la guerra, dieran a luz a los hijos de la raza victoriosa.
Se destruyeron todas las mezquitas, y todas las iglesias católicas.
El papel de Las Naciones Unidas, cuya misión era perseguir y buscar la paz entre los contendientes, dejó mucho que desear…
Al ordenar a sus tropas, no entrometerse en la refriega de la ex Yugoslavia, el papel de La ONU, como intermediaria, resultó una caricatura.
En el conflicto de Bosnia-Herzegovina, su actuación fue indecisa, a veces estúpida, como cuando El Secretario General declaró a los habitantes de Sarajevo, que han existido guerras peores, y en cuanto a la magnitud del desastre, cómplice en la tragedia de Los Balcanes.
¿Tiene sentido, hacer las cosas en las que crees, cuando aquellos a los que quieres ayudar, desconfían de tu buena fe?
¿Tiene sentido hacer lo que crees justo, cuando la legalidad y sus administradores te lo impiden, hasta el punto de ser capaces de criminalizarte por ello, si te empeñas demasiado?
Aunque hayan pasado más de 20 años del fin del conflicto, las cosas no han cambiado, y hasta los objetos más insignificantes, pueden marcar una gran diferencia para coronar “un día perfecto” en medio de la miseria…
Aunque sean una simple cuerda, o una pelota.
“For the Bosnian people.
Make a sacrifice.
For the humanitarian cause”
A Perfect Day es un drama del año 2015, dirigido por Fernando León de Aranoa.
Protagonizado por Tim Robbins, Benicio del Toro, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry, Fedja Stukan, Eldar Residovic, Sergi López, entre otros.
El guión es de Fernando León de Aranoa y Diego Farias, basados en la novela “Dejarse Llover” de Paula Farias, escritora y médico que trabaja en emergencias humanitarias para Médicos Sin Fronteras, desde 1999.
Farias es trabajadora humanitaria, que ha pasado la mayor parte de su vida dedicada a ello; que tras unos años como marinero-médico, navegando en los barcos de Greenpeace, en La Guerra de Los Balcanes, comenzó a trabajar para Médicos Sin Fronteras, coordinando desde entonces, emergencias en catástrofes naturales, epidemias y conflictos armados, como:
La Guerra de Kosovo o Afganistán, el terremoto de Guyarat en la India, el de Bam en Irán, o el cólera en Guinea Bissau.
En 2006 Paula Farias fue elegida Presidenta de la organización Médicos Sin Fronteras, cargo que ocupó hasta enero de 2011; y hoy coordina las operaciones de rescate de inmigrantes en El Mediterráneo, que está desplegando la organización.
Criada en una familia contadora de cuentos, relata sus historias y experiencias, en artículos y libros desde hace años.
En 2004, publicó “Déjate contar un cuento”, un libro infantil, centrado en sus experiencias como colaboradora humanitaria.
Por su parte, el director se ha servido también de su propia experiencia como documentalista, junto a cooperantes en zonas de conflicto.
“A Perfect Day se ocupa de los que tienen a su cargo, la difícil tarea de ordenar el caos, de encontrarle un sentido a lo que hace ya tiempo que lo perdió.
Y relata su empeño, en librar cada día una guerra dentro de otra guerra.
La guerra de la voluntad, frente al desánimo; la del sentido común, frente a la irracionalidad”, explica Fernando León de Aranoa.
En ella hay humor, drama, ternura, rutina, peligro, esperanza  evita los escenarios bélicos recurrentes, y se ocupa de otra guerra:
La Guerra Silenciosa.
Todo cabe en “un día perfecto” de labor humanitaria, donde un grupo de cooperantes de una ONG llamada “Aids Across Borders”, o “Ayuda Sin Fronteras”, trabajan en la Bosnia, de Las Guerras Yugoslavas de 1995.
Es una zona en guerra, en la que Los Cascos Azules de Las Naciones Unidas, tratan de controlar la situación, mientras varios personajes viven sus propios conflictos:
Sophie (Mélanie Thierry), quiere ayudar a la gente.
Mambrú (Benicio del Toro), quiere volver a casa.
Katya (Olga Kurylenko), quiso una vez a Mambrú…
Damir (Fedja Stukan), quiere que la guerra termine.
Nikola (Eldar Residovic), quiere un balón de fútbol.
B (Tim Robbins), no sabe lo que quiere…
Ellos tratan de sacar un cadáver de un pozo, en una zona de conflicto; alguien lo ha tirado dentro, para corromper el agua, y dejar sin abastecimiento a las poblaciones cercanas; pero la tarea más simple, se convierte aquí en una misión imposible, en la que el verdadero enemigo, quizás sea la irracionalidad; encontrar una cuerda con la que sacarlo, para poder dar agua a la población local, se convierte en toda una odisea en plena Guerra de Los Balcanes, un microcosmos donde conviven combatientes, cascos Azules, cooperantes, población local... y los cooperantes, recorren el delirante paisaje bélico, tratando de resolver la situación, como cobayas en un laberinto, con:
Un pozo, un cadáver de un hombre orondo y anónimo, una cuerda, un perro furioso, una casa en ruinas con una fotografía, y un crudo secreto tras sus muros, vecinos de la zona, Land Rovers, vacas muertas, un rebaño vivo, y la lluvia, más canciones y música de fondo, son los elementos que redondearán la historia.
A Perfect Day habla de los que acaban de llegar, y quieren salvar el mundo; los que llevan ya años, profesionales de la ayuda humanitaria; los que llevan tanto tiempo dando tumbos de guerra en guerra, que no encajan en ningún sitio.
“Fat fuck”
Fernando León de Aranoa, es sin duda, uno de los realizadores más particulares y de estilo más definido de España; es el gran abanderado del cine social español, ese que siempre se pone de parte de los más débiles, izquierdista dirían algunos, y ha retratado como nadie, la situación de desamparo de los solitarios que se acercan a la vejez, sin nada a lo que agarrarse; a los jóvenes del extrarradio de una gran ciudad; a los parados y las prostitutas; o a los inmigrantes ilegales.
Con mayor o menor acierto, León de Aranoa, siempre ha estado ahí para hablarnos de esa realidad, que no queremos ver, pero que existe, acercándose al corazón y a los sentimientos de personas.
A partir de esta anécdota, de Aranoa y su coguionista Diego Farias, inspirados en la novela de Paula Farias, trazan un fresco en el que se junta la burocracia, la irracional enemistad entre compatriotas, los miserables que se aprovechan de las guerras, los absurdos militares o diplomáticos, las familias, y poblaciones enteras que sufren el conflicto y… el amor.
Entre las breves páginas de la novela, se dejaba caer más pesimismo, crudeza y amargura; y el director Fernando León, en su conversión a fotogramas, trata de exacerbar el humor negro, dejar paso a cierta luz o idealismo, y restar crudeza de una interesante premisa que esboza la dificultad de alcanzar una situación de paz y normalidad, después de un conflicto bélico, especialmente duro y violento como La Guerra de Los Balcanes.
A Perfect Day es un retrato de un colectivo honesto, atrapado entre la inoperancia de las fuerzas del sistema, y la desesperación por sobrevivir de los débiles.
Y es que nunca fue tan difícil y arriesgado sacar a un muerto de un pozo.
Interminable odisea, que intenta llevarse a cabo con humor e ingenio, sin perder el coraje y la valentía de seguir camino, esperanza de un pequeño gesto que arregle el día a día de la gente presente, relegando, todo lo demás, a otro lugar, pues sólo existe el aquí y ahora.
Y mientras tanto, surgen relaciones personales, de amistad, de amor, compañerismo, o necesidad, según el momento y tiempo, y aparecen vacas, muchas vacas, vacas trampa, vacas bomba, vacas guía que ayudan a superar los elementos, vacas salvadoras... todo un despropósito, toda una hazaña de aventura donde hay que elegir, bandera o cuerda; y ellos están por lo segundo, ya que su prioridad es recuperar el aludido pozo, para proporcionar agua al pueblo.
La bandera, su color, insignia, o nacionalidad, poco les importa, ayudan a gente, indefensa “in extremis”, maltratada por unos/usada por otros, y siempre en medio de la nada, inundados de pobreza, y rodeados de miseria.
Un saneamiento de emergencia complicado, por un protocolo que, evitando conflictos, y respetando los tratados, deja abandonados, a su suerte, a los más precisados, desamparados, y olvidados por todos, que a nadie importan, excepto a ellos.
Preocuparse por vidas ajenas, que en un segundo pasan a ser de la familia, desconocidos queridos, que se vuelven lo más importante, ese laureado objetivo que, a cada minuto, se vuelve más imposible y cabezota, pues empeño no les falta y, de fuerza de voluntad, van de sobra.
Y la vida continua, y los obstáculos no se acaban, sufrimiento por doquier, supervivencia al límite, que halla el modo de resolver el percance, pues no se puede esperar, nadie puede parar, es urgente avanzar, sea como sea…
Vínculos emocionales que atan, duelen, y obligan por una conciencia reiterativa en su devoción por socorrer y mejorar a quien sea, cuando lo solicite.
Pero la legalidad respalda muchas veces la injusticia, y si te empeñas en plantar cara, apostando por el voluntarismo, lo más probable es que ese exceso de celo, acabe funcionando en contra de tus intereses.
Más vale, como hacen los protagonistas, asumir que la mayor parte de las cosas que suceden a nuestro alrededor, carecen de sentido.
Y si lo tienen, nada que ver con lo que se espera, se desea, o se imagina.
Su metáfora de la búsqueda de la cuerda, como la dignidad y la bondad de las personas en tiempos de guerra, puede que sea tópica, pero no por ello es menos poderosa.
Aunque la ambientación sea en Los Balcanes, sin echar mucho la vista atrás, en el siglo XX, las guerras por conflictos étnicos, es y ha sido una constante lacra.
Desde los conflictos raciales de negros y blancos en Estados Unidos y Sudáfrica, hasta Irlanda del Norte entre católicos y protestantes, pasando por Ruanda entre hutus y tutsis; o el conflicto árabe israelí…
Cualquiera de estos enfrentamientos, podía haber sido el escenario elegido.
La trama, transcurre en La Guerra Yugoslava, pero bien podría ser un relato de lo que a diario sucede en cualquier ambiente laboral o social de nuestro entorno; o político, pues te enamoras de una causa, te la crees, dedicas tu tiempo y tu energía a ello… y antes o después te percatas de lo difícil que resulta cambiar el rumbo de las cosas.
Los momentos dramáticos, pese a ser abundantes, se van intercalando con los alivios cómicos con precisión, consiguiendo así, un buen equilibrio entre las bromas de los personajes, el absurdo de la administración de Naciones Unidas, y la futilidad y la crudeza de la guerra.
Para reducir el grado de dramatismo de la historia, Aranoa emplea un humor cargado de ironía, la mayor parte, a través de un alocado y a la vez divertido Tim Robbins.
En cierta manera, se agradece ese tono cómico, genial la llegada del grupo a un pueblo prácticamente derruido, y la infinidad de características que le dan, todas relacionadas con la cuerda; pero al mismo tiempo, desentona en algunos momentos, ya que nos confunde en lo que realmente quiere el realizador que sintamos viendo su obra.
Pero los 2 enfoques, el literario y el cinematográfico, pretenden lo mismo:
Los difíciles caminos para establecer la paz, nada más terminar un conflicto.
Las huellas del dolor, las heridas abiertas, el miedo, los reveses de violencia, la lista inacabable de víctimas, los intereses de unos y otros, la burocracia kafkiana, y los obstáculos para la resolución de los tratados, como el desgaste tanto de la gente que ha sufrido la violencia continuamente, como de aquellos que tratan de establecer la normalidad, como pueden y con su carga de humanidad, con sus virtudes y defectos, con su mochila de errores y aciertos; la paz.
Del reparto, los personajes que no existían en papel, los femeninos, son decididamente los más flojos en la ficción cinematográfica, sobre todo bastante más el personaje de Olga Kurylenko, el que pretende pintar un conflicto amoroso-emocional con el protagonista, Mambrú; que el de Mélanie Thierry.
Mientras la novela de Paula Farias, implica al lector en un monólogo interior de Mambrú, el personaje principal, que deja paso a la lírica y a la metáfora continua.
Los personajes se encuentran inmersos en la continua sensación, de que poco pueden hacer ante la cadena de obstáculos que se cruzan en su día a día, como si todo su esfuerzo fuera inútil… pero para redondear un “día perfecto”, queda una lluvia catártica, que ordena el caos ante la ignorancia de sus cansados protagonistas, pero que cuenta con la complicidad distante de un espectador que observa…
Una película, pese a todo, honesta y comprometida, que además vuelve a demostrar en lo técnico, el ya sabido potencial del cine español para competir cara a cara con las grandes producciones internacionales, de presupuestos mucho mayores.
Aranoa realiza así, su particular y emotivo homenaje a esos “desconocidos”, de hecho, uno de los protagonistas no tiene ni nombre… que por una razón u otra, dedican su vida a ayudar a los demás, personas que no se mueven ni por bandos ni por políticas, solamente por la humanidad y solidaridad que nos define cómo humano.
Porque siempre hay algo que hacer, y por poco que consigas hacer, ayuda.
Y es que cómo dice el propio director:
“La paz no llega con el final de la guerra”
No importa lo que haya transcurrido en el camino, por eso, al final, el cadáver sale sólo del pozo, sin que nadie lo fuerce, porque la burocracia paralizante, en este caso, representada por Los Cascos Azules de Naciones Unidas, no dejaba sacar el cadáver del pozo, si no era con un juez, y con una orden, siguiendo el protocolo...
Pero llueve, y cuando llueve, lo hace para todos igual.
Es ese momento mágico del final, donde Fernando recorre cada personaje, y cada rincón por el que la película se había paseado antes, y llueve, para todos llueve.
Porque es La Madre Naturaleza, la que pone tantas cosas en su sitio, cuando nuestra obstinación nos pierde.
A Perfect Day se le puede achacar, la puñetera y casi siempre innecesaria tensión sexual no resuelta, cuando hace su aparición entre el personaje de Mambrú y el de Katya, la muy floja actriz Olga Kurylenko; y todo se desdibuja, pierde su fuerza y aburre cuando estaba entreteniendo.
Ejemplo, la escena en la que el convoy de cooperantes tiene que parar toda una noche, por culpa de una mina, es sencillamente eterna e innecesario; y rompe el buen ritmo.
Y el niño, Eldar Residovic, que lo hace muy bien, pero no te tragas que a esa edad tenga ese dominio del inglés.
Y en el fondo, las intenciones de Aranoa, no están relacionadas con el retrato de La Guerra en Bosnia, ni cuáles fueron sus secuelas.
En ningún momento, existe altercado relevante alguno, ni situación de peligro e inestabilidad.
Aquí no hay ni explosiones, ni tiros, ni violaciones, y apenas pocas armas.
No entra a juzgar lo que allí pasó, ni el papel de los dirigentes, ni el de las fuerzas armadas, aunque sí que pone el acento sobre estas últimas, al llenarlo todo de una inútil burocracia que ralentiza la toma de decisiones en el campo, en el lugar donde suceden las cosas que son muy diferentes a los despachos.
Son los llamados “Protocolos de Actuación”
También, hay una dosis de crítica para Los Señores de La Guerra:
Unos desalmados que no dudan en hacer su agosto, al colocar un depósito de agua, y vender cubos como si fuera oro líquido; o aquellos otros que no te venden un trozo de cuerda, por motivos étnicos.
Por tanto, A Perfect Day es un claro alegato antibelicista, rodado sabiamente, sin recurrir a la violencia, ni a las armas, más allá de una cámara y de la fina ironía, ni a ríos de sangre; que nos habla de la rutina del trabajo de una organización humanitaria, que libran a diario una guerra dentro de otra guerra; y ambientada en Los Balcanes, pero que bien pudiera extrapolarse, lamentablemente, a centenares de puntos geográficos, repartidos por todo el orbe.
Una reflexión sobre el sinsentido, y la irracionalidad de las guerras.
Por último, la banda sonora está muy presente a lo largo de todo el metraje, y es muy acertada, pues incluye algunas canciones muy conocidas; acompañado por las notas musicales de Peter Seeger, y la canción interpretada Marlene Dietrich:
“Adónde se fueron todas las flores” con una letra dura, en la que, con un ritmo que se eleva por momentos, vuelve a descender como un gemido, donde cada verso termina con un desconsolado:
“¿Cuándo aprenderán?”
Un triste lamento que la gran diva alemana, que la elevó a la categoría de obra de arte.
Atención también, al uso que se hace de la versión de “Sweet Dreams” que grabó Marilyn Manson, y eso que se trata de uno de los momentos más acertados del largometraje.
“Where Have All the Flowers Gone”
Hay agujeros negros en la historia, esos que la propia historia oculta con terrores más horrendos.
Como la guerra que hay dentro de la guerra, esa que no es el frente, ni los combates, ni las bombas ni los disparos, ni mucho menos bayoneta contra bayoneta, y los pechos destrozados por el cruel metal.
Es la guerra oculta, la que sucede como consecuencia de los vecinos que denuncian a los vecinos, que les queman la casa, que les ponen minas alrededor, que ponen vacas en el camino, para que des el rodeo, y allí, justo allí, qué casualidad, está la mina que te manda al más allá.
Es el odio oculto, que no tiene más cuchillos que el alma descubierta por el rencor, que es más peligroso que la vida, o la muerte cara a cara.
Las Guerras Yugoslavas, terminaron con gran parte de la ex Yugoslavia reducida a la pobreza, con desorganización económica masiva, e inestabilidad persistente en los territorios donde ocurrían las peores luchas.
Las guerras, fueron los conflictos más sangrientos en suelo europeo, desde el fin de La Segunda Guerra Mundial, resultando en unas miles de muertes, y millones más sacados de sus hogares.
Fueron también, los primeros conflictos desde La Segunda Guerra Mundial, en haber sido formalmente juzgados los genocidas, y muchos de los individuos claves participantes, fueron consecuentemente, acusados por Crímenes de Guerra.
A la postre, tras la barbarie, el genocidio y el sufrimiento que son el pozo de todas las guerras, la lluvia irrumpe y todo lo difumina y diluye en el amasijo inexorable del tiempo.
Como esas lágrimas en la lluvia que oraba el replicante Roy Batty en “Blade Runner” (1982), porque al fin y al cabo, ya decía el distinguido poeta:
“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar...”

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