The Crucible

“God is dead!”

Hay ocasiones, en que las obras literarias nos hablan con mucho más elocuencia que el mejor de los ensayos acerca de los problemas que acucian a una determinada sociedad.
La Caza de Brujas, es la búsqueda de brujos, o pruebas de brujería, que llevaba a acusar a la persona afectada de brujería, a un juicio, y finalmente, a una condena.
Muchas culturas, tanto antiguas como modernas, han reaccionado de forma puntual a las acusaciones de brujería, con miedo supersticioso, y han castigado, o incluso asesinado, a los presuntos practicantes.
Los famosos “aquelarres” o reuniones de brujas para invocar al diablo, fueron con gran frecuencia, manifestaciones de inconformidad y rebeldía de los jóvenes oprimidos en su sexualidad por una clase social hipócrita, enmarcada en el fanatismo, y en el oportunismo.
Se celebraban dentro del bosque, donde pudiera penetrar la luz de La Luna, y se bebían pócimas que enervaban los sentidos, desinhibían las emociones, y aumentaban la euforia que, luego, animaba los gritos exaltados contra el clero, y contra la nobleza opresora.
Así perecieron cientos, quizás miles de bellas jóvenes, que sólo ambicionaban ser libres y dueñas de sus emociones.
Y esto ocurrió en numerosos países de Europa...
Muchos años después, en la década de 1950, el dramaturgo y guionista estadounidense, Arthur Asher Miller, fue víctima de una “Caza de Brujas” estimulada por los sectores más conservadoras de la administración y la sociedad estadounidenses.
Hija de los años más severos de La Guerra Fría, “La Caza de Brujas” era consecuencia del temor, a que elementos comunistas se hubieran infiltrado entre las élites intelectuales, con el fin de ayudar a derrocar el sistema.
Acusado de simpatías comunistas por el director de cien, Elia Kazan, Miller rehusó revelar los nombres de los componentes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con El Partido Comunista, ante La Comisión de Actividades Antiamericanas en 1956, acogiéndose a la protección constitucional:
Aquí no se buscaba la verdad, sino que existía una verdad preestablecida, que los testigos o acusados debían confirmar, no bastando con ello, puesto que también era necesario que se delatara a antiguos compañeros.
A pesar de las presiones que sufrió, a Miller le fue retirado el pasaporte, no pudiendo viajar a Bruselas para asistir al estreno de una de sus obras; el escritor no dio ningún nombre, declarando que, aunque había asistido a reuniones en 1947, y firmado algunos manifiestos, no era comunista.
Y en mayo de 1957, se le declaró culpable de desacato al Congreso, por haberse negado a revelar nombres de supuestos comunistas.
Sin embargo, en agosto de 1958, El Tribunal de Apelación de los Estados Unidos anuló la sentencia, de forma que no tiene que ingresar en la cárcel.
La atmósfera de aquel tiempo, se plasmó en “The Crucible”, una obra de teatro, escrita en 1952, y estrenada en 1953, ganadora del Premio Tony; basada en los hechos que rodearon a los juicios de brujas de Salem, Massachusetts, en 1692.
Miller escribió sobre el evento, como una alegoría de la represión “macartista” de los años 1950.
De hecho, en una de las acotaciones de la obra, encontramos un rotundo rechazo de la intolerancia contra sus propios ciudadanos, de la que hacían gala ambos sistemas en aquella época:
“En los países de ideología comunista, cualquier resistencia de cualquier tipo, queda vinculada al maligno súcubo capitalista; y en América, quien no tenga opiniones reaccionarias, está expuesto a que se le acuse de aliado del infierno rojo.
Una determinada política, se convierte en garante de la virtud moral, y la oposición a ella, en síntoma de una maldad diabólica.
Una vez hecha tal ecuación, la sociedad se convierte en un amasijo de conspiraciones, de uno y otro lado, y el gobierno pasa de tener un papel de árbitro, a convertirse en el látigo de Dios”
Sobre el título de la obra, que literalmente puede ser traducido como “El Crisol”, se refiere a una cavidad en los hornos que recibe el metal fundido.
El crisol, es un aparato que normalmente está hecho de grafito, con cierto contenido de arcilla, y que puede soportar elementos a altas temperaturas, ya sea el oro derretido, o cualquier otro metal, normalmente a más de 500 °C; algunos aguantan temperaturas que superan los 1500 °C.
También, se denomina así, a un recipiente de laboratorio resistente al fuego, y utilizado para fundir sustancias; que se emplea para extraer los elementos puros de las imperfecciones, a través del calor.
En la obra, John Proctor (1632 – 1692) se enfrenta a un proceso que pone en peligro su propia vida, y cuando prefiere morir que traicionar su conciencia, se aprecia que él también ha atravesado el fuego para acabar purificado.
En el prólogo de la obra, el propio Miller señala, que ha empleado cierta licencia poética, para condensar el número de personas involucradas en los procesos, y que ha aumentado la edad de Abigail de 12 años, para que el argumento pudiera salir adelante.
Enfatiza que su objetivo, es mostrar la naturaleza esencial de uno de los episodios más extraños y horribles de la historia de la humanidad; que de hecho está bien documentada en los registros de Los Juicios de La Salem de hoy.
Pero estamos en el siglo XVII, y la lujuria reprimida por un falso moralismo, se desbocaba en grupos que estaban dispuestos a liberarse de sus ataduras.
Cualquier alusión al diablo, comenzó a servir de excusa para que La Santa Inquisición, que era la que realmente invocaba a Lucifer con sus acciones de cada día, aprovechara para reprimir aquellos actos de rebeldía, que entonces se consideraron herejes.
Los Juicios de Salem por brujería, aluden entonces, a un famoso episodio del período de colonización de los Estados Unidos, en 1692, en la aldea de Salem, actual estado de Massachusetts, en el que, como efecto colateral de luchas internas de las familias coloniales, y fanatismos puritanos revestidos de paranoia, fueron condenadas a muerte, 19 personas acusadas de brujería, todas mujeres, y se encarceló a un número mucho mayor.
El número de acusados por brujería en estos juicios, pudo fluctuar entre 200 y 300.
Un rasgo particular de estos juicios, fue que las denuncias de alucinaciones y contactos demoníacos, surgieron entre un grupo de mujeres de la comunidad de Salem, pero nunca se realizaron procedimientos serios para obtener pruebas de tales prácticas, sino que casi todas las acusaciones se basaban en rumores.
Los propios jueces, se dejaron llevar por la histeria religiosa de la comunidad de Salem, formada mayormente por puritanos, que exigía frenéticamente, condenas a las presuntas brujas.
Este acontecimiento, ha sido usado retóricamente en la política y la literatura popular, como una advertencia real, sobre los peligros del extremismo religioso, acusaciones falsas, fallos en el proceso, y la intromisión gubernamental en las libertades individuales.
Muchas teorías, han intentado explicar, por qué la comunidad de Salem explotó en ese delirio de brujas y perturbaciones demoníacas.
La más difundida, insiste en afirmar que los puritanos, que gobernaban la colonia de la bahía de Massachusetts, prácticamente sin control real desde 1630, hasta la promulgación de La Carta Magna en 1692, atravesaban un período de alucinaciones masivas e histeria, provocadas por la religión.
La mayoría de los historiadores modernos, encuentran esta explicación, cuando menos “simplista”
Otras teorías, se apoyan en analizar hechos de maltrato de niños, adivinaciones invocando al maligno, ergotismo, intoxicación con pan de centeno fermentado, que contiene elementos químicos similares al LSD; el complot de la familia Putnam para destruir a la familia rival, los Proctor, y algunas otras aluden al tema del estrangulamiento social de la mujer…
Así pues, “The Crucible” es una metáfora cristalina, de los métodos del Comité de Actividades Antiamericanas; y El Tribunal de Salem, no era más que el reflejo de una visión maniquea del mundo, propia de una sociedad teocrática.
A la vez que se atribuía la voz de la justicia divina, Thomas Danforth (1623 –1699), su representante en Salem, pretende que el mismo sea un instrumento para frenar los tímidos intentos de secularización que ya se estaban dando en las sociedades puritanas:
“O se está con este Tribunal, o se está contra él.
No hay ningún camino intermedio.
Estamos en tiempos claros y precisos.
Ya no vivimos en aquella noche tenebrosa, cuando el bien y el mal estaban mezclados para confundir al mundo.
Por la gracia de Dios, en estos momentos, brilla la luz del Sol, y todos los que no la temen, deberían felicitarse por ello”
Frente al poder de este Tribunal, la voz de un pecador como John Proctor es ignorada, por mucho que su argumentación sea racional, y esté sazonada por la verdad.
La verdad que parece buscar El Tribunal, no es la de este mundo, sino la del fortalecimiento de la religión del miedo, para la que la lucha contra el maligno, justifica cualquier acción.
El tormento interior de Proctor, es enorme:
A los remordimientos por haber caído en la tentación de la carne con Abigail Williams (1680 – 1692), la más implacable de las acusadoras, se suma la repercusión que estos hechos van a tener sobre su virtuosa esposa:
Elizabeth Proctor (1652 – de fallecimiento desconocido), una situación con la que, en cierto modo, se sentía identificado el propio Arthur Miller, que en aquella época se acababa de enamorar de Marilyn Monroe, ante la incredulidad de su mujer.
Proctor, simboliza también el aplastamiento del pensamiento individual frente al fanatismo de la comunidad.
A pesar de ser un personaje integrado en la vida comunal, Proctor tiene su propia visión del mundo, y es capaz de criticar algunos aspectos de una religión que sigue practicando fervientemente.
Así las cosas, “The Crucible” nos advierte magistralmente de lo que sucede, cuando se deja que “la diosa razón”, sea sustituida por lo disparatado, cuando la voz de unas niñas afectadas de histerismo, y llenas de miedo, son la base de acusaciones absurdas, que llevan a personas inocentes al cadalso.
Al final, Abigail y sus compañeras, se sienten tan borrachas de poder, que son capaces hasta de amenazar a los miembros del Tribunal, si se atreven a dudar de sus palabras.
Respecto a la obra de teatro como tal, presenta varios temas íntimamente conectados entre sí:
En primer lugar, tenemos la histeria de las chicas; otro tema principal, es el honor.
Para las personas de la obra, el honor se encuentra principalmente en sus nombres; especialmente, teniendo en cuenta que al final, muchos de los personajes, morirán debido a su honor y su lealtad para con los demás.
Al igual que John Proctor, Miller rehusó revelar los nombres de los componentes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con El Partido Comunista, ante La Comisión de Actividades Antiamericanas, en 1956, acogiéndose a la protección constitucional.
Al poco, los procesos fueron suspendidos, y se intentó volver a la cordura, aunque el episodio jamás fue olvidado, y su eco ha llegado a nuestros días, como ejemplo permanente de hasta dónde puede llegarse, cuando gobiernan la intolerancia y la irracionalidad.
No cabe duda, de que escribir y estrenar una obra de las características de “The Crucible”, en un contexto como aquel, constituyó un rasgo de genialidad y valentía por parte del dramaturgo.
“Satan may reach anyone sir”
The Crucible es un drama del año 1996, dirigido por Nicholas Hytner.
Protagonizado por Daniel Day-Lewis, Winona Ryder, Paul Scofield, Joan Allen, Bruce Davison, Rob Campbell, Jeffrey Jones, Peter Vaughan, Karron Graves, George Gaynes, Charlayne Woodard, Frances Conroy, Elizabeth Lawrence, Rachael Bella, entre otros.
El guión es de Arthur Miller, basado en su propia novela, siendo el último guión escrito antes de su muerte; que se basada en unos hechos históricos, que sin duda dan para reflexionar sobre los desastrosos resultados que se producen, cuando una sociedad abandona la coherencia, y se deja llevar por el fanatismo y el miedo, comenzando entonces a buscar enemigos; cuando las luces sucumben ante las sombras; cuando la razón desaparece, diluida en la superstición; cuando la venganza, la envidia, y el odio, renace en las relaciones humanas:
La soledad, el miedo, y la inseguridad, superan a la solidaridad, la verdad, y el amor.
The Crucible obtuvo 2 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor actriz de reparto (Joan Allen), y guión adaptado.
La acción toma lugar en 1692, en la puritana ciudad de Salem, Massachusetts, cuando un grupo de chicas, es acusado de practicar la brujería.
Una de ellas, Abigail Williams (Winona Ryder), procesada por esta razón, presenta a su vez, cargos contra John Proctor (Daniel Day Lewis), y su esposa Elizabeth (Joan Allen), para vengarse de ellos:
Cuando Abigail fue su sirvienta, tuvo una aventura con John, que acabó rechazándola, para volver con su mujer.
Se puede decir, que The Crucible basa su planteamiento, en una especie de metáfora, sobre el fanatismo de la sociedad, cuando tiene que enfrentarse a algo que no comprende.
“If you know not what a witch is, how do you know you are not one?”
The Crucible demuestra la crueldad del ser humano, y las estupideces que se cometieron en el pasado, por el fanatismo a una religión, que hasta el mismo Dios se debió quedar asustado, al ver la ceguera en que estuvo sumergida la humanidad en aquella época.
Es una implacable demostración de lo peligrosas que son la intolerancia y la ignorancia, denuncia el fanatismo religioso de ese Salem, que podría ser cualquier otro lugar del mundo.
La historia, te adentra en un pueblo que, poco a poco se va derrumbando, debido a unas acusaciones falseadas, y creadas por unas jóvenes, que únicamente buscan su salvación.
Ese planteamiento de mentiras, esconde una historia de amor y celos, que es la base de toda la trama.
Una trama que lleva al límite, a unos personajes que sufren luchas internas, para decidir si hacer lo correcto, o lo que les dicta su corazón.
Un corazón dividido entre las leyes que marca el hombre, y las que marca la iglesia.
El aspecto más interesante, es el hecho de que el autor del guión, sea el mismo que el de la obra teatral de procedencia.
Arthur Miller ha sido consciente, desde el primer momento, de que entre el escenario teatral, y el espacio cinematográfico, existe una diferencia sustancial, que afecta a la estructura de cualquier narración.
El teatro, por mucho que utilice las más avanzadas técnicas de escenificación, no puede conseguir la variedad y simultaneidad de escenas y escenarios, que el cine es capaz de lograr.
Por eso, Miller estableció una diferencia, y la hizo bascular sobre el personaje de Abigail Williams, la muchacha que promueve las acusaciones que darán lugar al proceso por brujería en la puritana ciudad de Salem, en Massachusetts.
La diferencia es que Abigail sólo aparece en la obra como un elemento que desencadena la dramática situación; su papel es relativamente importante, y su presencia está condicionada por un espacio dramático, que apenas le permite cobrar fuerza como personaje.
En la película, por el contrario, es un personaje central, del que sabemos mucho más que en el teatro, porque se muestra por sí misma, y desde el principio, haciendo de su relación con John Proctor, un drama en sí mismo.
Al mismo tiempo, esto obliga a dividir en diversos planos simultáneos la acción; no somos informados de la acción exterior, como sucede en la obra, sino que nos situamos a la vez, en diversos momentos y lugares de esa acción, la suma de todos los cuales, con presencia propia, cada uno de ellos, constituyen el puzle de la vida social y moral de la sociedad de Salem.
Es, pues, una visión simultánea del desarrollo del drama, en el que Abigail adquiere un papel de gran relevancia, donde en la obra teatral era sólo un elemento desencadenante.
Este planteamiento, crea un problema:
Cambia el punto de vista del drama.
Donde en la obra hay un rito de desarrollo de carácter eminentemente trágico-simbólico; en la película se produce un drama real, de caracteres encontrados entre varios personajes; entonces, en la película lo relata de un modo mucho más realista y, al hacerlo así, rebaja el grado simbólico de la historia.
No digo que se convierta en un mero drama rural, pero sí que el tono trágico y ritual de la obra de teatro, pierde peso específico.
De ello es consciente Miller, y proviene en principio, del desarrollo dado al personaje de Abigail que, si es inevitable, obliga a desarrollar a su alrededor, más el valor social que el simbólico de la historia.
The Crucible hubiera requerido más oscuridad, más lugubrez, más tonos negros, y ocres, más fuego...
Y quizá algo más de elementos simbólicos.
Independiente del hilo conductor; The Crucible es un fiel reflejo del daño que el fanatismo religioso ha causado a la humanidad, no solo en la época de film, sino durante la historia completa de la humanidad.
Como film, se mantiene expectante al público, y cada actuación convence.
No es una obra de arte, pero su trama social, más que la historia de los personajes principales en sí, llena y llega a calar fuertemente, y causa una inevitable reflexión de “hasta cuanto es religiosamente permitido”, o si “la ética humana, debe ser tan manoseada por los preceptos religiosos, y no permitir fluir la autonomía moral en cada individuo”
Por otra parte, destaca principalmente, el gran reparto de esta producción, encabezado por Daniel Day-Lewis, el cual tiene la buena costumbre de darles una verosimilitud enorme a sus personajes.
Impagable en el momento de la confesión de su secreto al Tribunal, y en toda la secuencia final, una de las más demoledoras.
Seguido por Winona Ryder, también a gran nivel, cuya interpretación realmente consigue hacer odiar a su personaje, un auténtico monstruo sediento de venganza.
Y ella lo borda, personificando su desquiciamiento, y su falta de escrúpulos.
Todo lo contrario que la muy dulce y adorable Joan Allen, no menos perfecta como Elizabeth Proctor.
Por último, el maravilloso Paul Scofield, que vuelve a demostrar el enorme talento que tiene, gracias a su gran experiencia.
Con momentos muy desesperantes y angustiosos, The Crucible nos muestra la realidad de una forma muy cruda, la realidad de la tan aclamada Iglesia Católica.
Lo más repulsivo, precisamente por fiel a la realidad histórica, el hermanamiento entre cristianismo y poder político, tan antiguo como aquella doctrina, pero tan beneficioso para ambas instancias, como lo fue en sus orígenes.
Le podemos achacar, que después de tan largo metraje, el personaje de Abigail, como de las chicas, desaparecen, sin darnos cuenta qué pasó después con ellas.
“It is not on a boat we'll meet again Abigail, but in hell”
“The Crucible”, es una de las obras cumbres del teatro del siglo pasado.
Leída hoy, en un mundo donde los fanatismos de diverso signo, están presentes con evidente fuerza, sigue teniendo una vigencia extraordinaria, y un valor simbólico de primer orden.
En su momento, la referencia de su autor, fue “La Caza de Brujas”, capitaneada por El Senador McCarthy.
Si bien el “macartismo” adquirió una notoriedad muy especial, debido a la implicación de numerosos y conocidos profesionales de la industria del cine, en aquellos terribles procesos; hoy, otras numerosas formas de atentados del mismo signo contra la libertad y la dignidad en todo el mundo, ocupan su lugar sin dificultad.
Las Cazas de Brujas, todavía ocurren en la actualidad, y suelen clasificarse dentro del llamado “pánico moral”
De forma general, el término ha llegado a denotar la persecución de un enemigo, percibido habitualmente en un grupo social no conformista, de forma extremadamente sesgada e independiente de la inocencia o culpabilidad real.
Pero lo más doloroso de todo, es que mucho tiempo después de los hechos originales, y de la escritura de la obra, los inocentes aún mueren en el mundo.
El nombre de Dios, aún es puesto en boca de humanos para defender intereses personales, o para acusar diferencias ajenas.
Aquellos que luchan por su honor y su vida, palabras demasiado grandes para muchos hoy en día, son ajusticiados por las mentes que controlan el cotarro, por aquellos que disfrazan de verdad su arribismo, y de dignidad su arrogancia.
La locura colectiva que tanto abunda en nuestra sociedad actual, es lo que alimenta las posturas fascistas, en todos los ámbitos de la sociedad:
Léase en la política…
Lo que demuestra que el ser humano, es capaz de tropezarse mil veces con la misma piedra.

“Because it is my name!
Because I cannot have another in my life!
Because I lie and sign myself to lies!
Because I am not worth the dust on the feet of them you have hanged!
How may I live without my name?
I have given you my soul; leave me my name!”



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