Cadillac Records

“If you take the ride, you must pay the price”

La historia de la música blues en Estados Unidos, ha sido bien estudiada por musicólogos, académicos, y documentalistas, pero las intensas vidas de la primera generación de estrellas del blues estadounidense, es lo suficientemente rica en pasión, tragedia y triunfo, como para llenar la gran pantalla.
De entrada, la música afroamericana, también llamada “música negra”, es un término dado a una serie de músicas y géneros musicales, como son:
El blues, el ragtime, el jazz, el góspel, el soul, o el hip hop, que provienen de, o están influenciados por la cultura de la comunidad afroamericana.
Esta comunidad, desde hace siglos, ha constituido una minoría étnica de la población estadounidense; algunos de sus antepasados, fueron traídos originalmente a Norteamérica a la fuerza, para trabajar como pueblos esclavos, trayendo con ellos, canciones típicamente polirítmicas, de grupos étnicos tanto de África Occidental, como del África Subsahariana.
En los Estados Unidos, como se fusionaron las culturas, múltiples tradiciones culturales africanas, fueron fusionándose progresivamente con otras músicas tradicionales europeas, como la polka o el vals… y más tarde se dieron periodos de considerable innovación y cambio.
En la década de 1940, nuevas versiones de temas musicales afroamericanos, ya compuestos e interpretados por blancos, se hicieron populares, llegando a los primeros lugares en las listas de ventas; mientras las versiones originales, interpretadas por negros, ganaban popularidad sólo entre los afroamericanos.
Cuanto más escarbamos en la historia, y más nos remontamos en el pasado, podemos llegar a la conclusión, de que aquellas cosas que dábamos por hechas, son meros espejismos de una realidad bien diferente.
Uno de los máximos exponentes del rock, fue y sigue siendo Elvis Presley, sin embargo, no fue ni mucho menos su descubridor, aunque a veces se generalice en tal idea.
Entre 1940 y 1950, los músicos afroamericanos, desarrollaron un género llamado:
Rock and Roll, con exponentes como Wynonie Harris.
Pero fue con artistas de raza blanca, como Bill Haley y Elvis Presley, quienes tocaban una fusión de rock and roll negro, y música country, llamada “rockabilly”, con quienes el rock obtuvo éxito comercial.
Por ese motivo, la música rock fue asociada más a personas blancas, aunque algunos artistas negros, como Chuck Berry, también lograron un importante éxito.
Así es como apareces Chess Records, una compañía discográfica estadounidense, cuya sede central estaba en Chicago, Illinois; creada por los hermanos polacos:
Lejzor Czyz, más conocido como Leonard Chess, y Fiszel/Phil Chess.
Mientras regentaba el club Macomba Lounge, en el South Side de Chicago, y a partir de septiembre de 1947, él y su hermano, empezaron a hacerse con el control de la recién fundada compañía discográfica, Aristocrat Records.
A principios de 1950, los 2 hermanos ya eran los dueños de la empresa, y en junio de aquel año, cambiaron el nombre a Chess Records, convirtiéndose en una compañía destacada en la historia del rock and roll, debido a que los discos y canciones que publicó, se convirtieron en estándares del blues, para los intérpretes de blues y rock and roll; llegando a ser considerada, la casa discográfica de blues más importante.
Así, Chess Records fue el catalizador de una serie de intérpretes y músicos negros en su mayoría, que mezclando diferentes tendencias como el Rhythm & Blues, Blues, Folk, etc., consiguieron auparse a lo más alto del panorama musical estadounidense, siendo la inspiración, en ocasiones, con plagio incluido, para bandas de blancos, que imitaban esos ritmos tan bailables y contagiosos.
En especial, Muddy Waters de nombre verdadero McKinley Morganfield, o Chuck Berry, entre muchos otros, fueron los máximos exponentes en un país todavía segregacionista, pero abierto al cambio.
Muddy Waters, fue la sólida piedra sobre la que se construyó Chess Records:
Campesino de Misisipi, el folclorista Alan Lomax, le grabó en una plantación y, una vez que se escuchó en el fonógrafo, decidió que prefería ganarse la vida cantando.
Instalado en Chicago, advirtió que las tabernas del South Side eran demasiado ruidosas.
Se pasó a la guitarra eléctrica, y formó un grupo contundente, por donde pasaron futuras estrellas como:
Jimmy Rodgers, Little Walter, Otis Spann, y James Cotton.
Y no habían visto nada…
Detrás, vino otro labrador de Misisipi:
Chester Burnett, alias “Howlin' Wolf”, una montaña de hombre, que parecía tener apetitos ilimitados, y que traía ecos del “Sur Profundo”
Lo de “Lobo Aullador”, resultaba un apodo perfecto:
Cuando se oye al Tom Waits más intenso, ahí está la sombra de Chester.
Intensamente competitivo, le robaba músicos a Muddy Waters, y no le impresionó hallarse en 1971, grabando The London Sessions con la aristocracia del rock británico, desde Eric Clapton, hasta Ringo Starr.
Así, a mediados de los 1950, Chess Records era un imán para los músicos negros más ambiciosos; y grabó y publicó música blues, rock and roll, rhythm & blues, jazz y soul, de intérpretes como:
Willie Dixon, Sonny Boy Williamson II, Muddy Waters, Little Walter, Jimmy Rogers, Buddy Guy, Howlin' Wolf, Bo Diddley, The Flamingos, Moonglows, Vibrations, Gene Ammons, Cymande, King Fleming, Ike Turner and his Kings of Rhythm, Ahmad Jamal, y el trio de Ramsey Lewis.
Por recomendación de Muddy Waters, allí se presentó Chuck Berry… el cual pertenecía a otra generación:
Nacido en Saint Louis, había pasado por un reformatorio, tenía un oficio de peluquero, sabía leer y escribir.
Estaba lo suficientemente integrado en el estilo de vida estadounidense, para poder escribir irresistibles odas a las autopistas, al instituto, a los amores juveniles, al mismo país, como “Back in the USA”; y sin pretenderlo, desarrolló la temática esencial del rock and roll, creando himnos al nuevo estilo, de “Roll over Beethoven” a “Rock and roll music”, sobre unas estructuras esbeltas e impetuosas.
Con Berry, se poetizaba la existencia de los “teenagers”, y durante esa década de los 50, Leonard y Phil Chess, se encargaron de la mayor parte de la producción musical, contratando en 1960, los servicios del legendario productor musical, Ralph Bass, para hacerse cargo de algunos de los cantantes de góspel y blues de la compañía; así mismo, contaron con los servicios del bajista y prolífico compositor musical, Willie Dixon, como asistente en la producción de blues.
En la siguiente década, el encargado principal de la producción, fue Roquel “Billy” Davis.
Pero el ojo de Leonard Chess, fue certero para descubrir artistas Soul, que se transformarían en verdaderas leyendas:
Etta James fue, indudablemente, la diva del sello, conquistando el mercado musical con sus sufridas baladas.
En la década de 1960, la mayor parte del éxito de la compañía, provino de parte de artistas de soul, como:
Sugar Pie DeSanto, The Dells, Radiants, Jackie Ross, Billy Stewart, Fontella Bass, y Minnie Riperton, siendo Little Milton, el intérprete de blues más destacado de la compañía.
Además, Chess fue la pionera del crossover:
La idea era crear música que pudiera interesar al público blanco; pero no siempre funcionó.
Los artistas del sello eran demasiado duros, demasiado crudos como para que el gran público no percibiera la carga sexual que su música conllevaba.
Sin embargo, al otro lado del atlántico, en El Reino Unido, los discos de Chess, causaban sensación entre los músicos jóvenes.
Un ejemplo:
The Rolling Stones sacaron su nombre del “Rolling Stone’s blues” de Muddy Waters; y eso que los Stones, nunca ocultaron su vertiente Blues y R&B.
Estos ingleses, no sólo realizaron “covers” y homenajes a ídolos, como Otis Redding o Marvin Gaye, sino que se declararon fanáticos del sonido de Chess.
Fue por este motivo, que en 1964, la banda viajó a Chicago, y se encerró en el estudio de Chess, para grabar el EP “Five by Five”
En esta placa, se incluyó el instrumental 2120 South Michigan Avenue, inolvidable tributo de los británicos a Chess Records.
Además, la compañía también fue conocida por contar con músicos como:
El batería Maurice White, y el bajista/trombonista, Louis Satterfield, los cuales formaron años más tarde, el grupo “Earth, Wind & Fire”
¿Qué tiene el blues, que representa la vida y los personajes de esos músicos con tanto talento, y que en su mayoría, se criaron en la miseria y la segregación?
¿Y cómo puede ser, que esa música que tanto se identifica con la historia del pueblo negro, sea tan atractiva para los adolescentes de los años 50 y 60, y posterior?
“I had no business being that pretty anyway”
Cadillac Records es un drama musical, escrito y dirigido por Darnell Martin, en el año 2008.
Protagonizado por Adrien Brody, Beyoncé Knowles, Jeffrey Wright, Emmanuelle Chriqui, Gabrielle Union, Norman Reedus, Columbus Short, Cedric the Entertainer, Mos Def, Jay O. Sanders, Eamonn Walker, Tammy Blanchard, Shiloh Fernandez, Eric Bogosian, entre otros.
Con el apoyo de biografías e historias de la música de Estados Unidos, entre los años 50 y 60, así como con entrevistas con el guitarrista Hubert Sumlin, y la viuda de Willie Dixon, Darnell Martin, ha dado forma a una carta de amor al blues, y a los artistas que lo hicieron grande.
Después de 28 días de rodaje en New Jersey, y otros tantos en postproducción, Cadillac Records ofrece una mirada a las vidas de las leyendas del idioma musical de más influencia en Estados Unidos.
“El blues es todo bravuconadas”, resume Darnell Martin, y Cadillac Records le da a conocer al público, a estos hombres y mujeres que con valentía ofrecieron su talento a un mundo que los esperaba.
Ciertamente, Cadillac Records se basa en hechos reales, aunque como en la mayor parte de estos films, se toman algunas licencias, que en nada perturban la esencia del relato.
Hay que decir, que la historia es como mínimo interesante, en donde además de la vertiente musical, aparece la biográfica, ahondando en las penas y glorias de los personajes, en las relaciones de los unos con los otros, y en aspectos sociales de los EEUU.
La vida de Muddy Waters sobre todo, y su relación con el fundador de Chess Records, es el centro de gravedad sobre el que gira el argumento, sin duda, un argumento ágil y bien trenzado, con la parte melódico musical.
Cadillac Records cuenta la historia de la compañía discográfica estadounidense;
Chess Records.
Estamos en Chicago, en 1947; cuando Leonard Chess (Adrien Brody), se lanza al negocio discográfico, tras quedar fascinado por la música de Muddy Waters (Jeffrey Wright), y Little Walter (Columbus Short), el conjunto de blues que ameniza su bar.
Su fulgurante éxito, hace aumentar la nómina de músicos de Leonard, formando el sello de grabación más importante de la cultura musical afroamericana de esa época.
Pero el orgullo, los líos de faldas, y la ambición, cruzan los destinos de todos ellos, y el mayor revuelo llegará, con la aparición en escena de 2 pioneros en el género:
Etta James (Beyoncé Knowles) y Chuck Berry (Mos Def)
Cadillac Records es el tipo de relato que depende más de la música, que de la historia, que es quizás como debe ser, un fascinante retrato de la evolución de estilo de la música negra, y de los intrincados motivos de los hombres blancos que tuvieron instinto en ella.
Pero también denuncia, con un punto de maniquea ingenuidad, el racismo, el segregacionismo, y la brutalidad policial de la época.
La cultura popular, es sin duda parte de nuestra vida, y Cadillac Records sabe narrar con fuerza y sencillez, los primeros pasos del rock and roll; siendo una magnífica oportunidad, para conocer un pedazo muy importante de la cultura musical de EEUU.
“Mostly we got to take what come.
And half the time, that's gonna be a bunch of bullshit”
Cuando se le propuso a Darnell Martin, hacer una película acerca de los hermanos Chess, el hermano de Leonard, Phil, era el ingeniero del sello, y se le puede ver en Cadillac Records en un papel de reparto; le intrigaron las posibilidades que tenía una película acerca de la música blues:
“Los hermanos Chess son interesantes, pero no los podía ver como el centro de una película de blues”, recuerda la directora.
“Quería asegurarme, de que no fuera una película de 2 tipos blancos que “descubren” el blues”
Pero a Martin le fascinaron por completo, las historias de los músicos negros que Chess hizo famosos, y la cercana y complicada relación que tenían con el inmigrante polaco, que fue su benefactor.
“Cuando comencé a ver la misma historia, contada en 4 o 5 diferentes biografías”, cuenta ella, “la verdad comenzó a aflorar, y la historia de la película comenzó a surgir”
Fue muy importante para Martin, dar forma a un guión que no se apoyara en clichés, o estereotipos como:
El ambicioso productor blanco, el explotado intérprete negro, el ascenso a la fama y la inevitable caída, y a cambio, centrar la historia en las relaciones entre los personajes, que llevó a cada uno de ellos al éxito, y que les permitió sobrevivir juntos a los malos tiempos.
Por mucho que Leonard Chess es central en Cadillac Records, la historia está contada a través de la intersección de las vidas de los artistas de Chess.
Los lugares comunes en este tipo de films biográficos, abundan inevitablemente con subida al estrellato, rivalidad forzada, cuitas de drogas y sexo, traumas infantiles… dentro de unos sucesos históricos, plasmados con no pocos errores…
Así pues, Cadillac Records se centra en el legendario sello discográfico, Chess Records:
Su creación por Leonard Chess, a manera de escaparate de intérpretes como Muddy Waters y Little Walter.
La popularidad de la música blues, a principios de los años 50, creció con estos intérpretes, y con los imprescindibles, también de Chess:
Willie Dixon (Cedric the Entertainer) y Howlin’ Wolf (Eamonn Walker)
Posteriormente, el sello se aventuró con una música más comercial, con las grabaciones de Chuck Berry (Mos Def), que marcaron el nacimiento del rock & roll, y en el auge de los años 60, cuando una nueva generación de estrellas del rock, popularizaron el blues, y Chess reveló un nuevo sonido en el suntuoso estilo vocal de Etta James.
Y comprobamos, no hay duda, de que Leonard Chess trata a sus músicos, más como familia, que como empleados:
Les compra a cada uno un Cadillac cuando produce un éxito, de ahí el título de la película, y pelea por sus derechos para que actúen en mejores sitios, y ganen aceptación social.
Pero Leonard es también una figura paterna, con una moral cuestionable:
Está dispuesto a repartir sobornos, para que sus grabaciones sean emitidas, y también, tiende a tener las cuentas no muy claras para que sus empleados dependan de él financieramente, a pesar de su indudable éxito.
Se presenta a sí mismo, como su igual, pero encuentra difícil mantener la profesionalidad cuando se enfrenta a sus sentimientos por Etta James, o sus fracasados intentos de controlar el comportamiento de Little Walter.
“En muchos aspectos, Cadillac Records es una historia de amistad, o incluso de amor, entre Little Walter y Muddy Waters”, explica Darnell Martin.
Little Walter aún era un adolescente cuando comenzó a tocar con Waters, y a grabar para Chess, pero su manera innovadora de tocar la armónica, amplificada por un micrófono, terminó siendo un catalizador creativo para el propio desarrollo del estilo de blues, en la guitarra de Waters.
A pesar que Waters toma a Little Walter como su protegido, y como a un hermano menor sustituto, Little Walter ayuda a definir el sonido de Muddy, y lo hace mejor músico.
“La música, es absolutamente central a su relación en la pantalla”, dice Martin.
Y nos narra también, los confluyentes recorridos de sus protagonistas en su ascenso y caída del estrellato.
Así que, cuando hablamos de tantos grandes nombres de la música, las pretensiones de Martin no son pocas, y el resultado, inevitablemente irregular.
Quizás, sea el primer error, abarcar demasiadas líneas que dan con personajes muy distintamente desarrollados:
Mientras que tenemos a un Waters aceptablemente definido e interpretado por Jeffrey Wright; el Leonard Chess de Adrien Brody, se muestra sumamente desdibujado y lacrado por su planicie dramática.
Lo que tenemos entre manos, es un puñado de pequeñas viñetas biográficas con desigual fortuna, en los que se prefiere precipitar fatalmente los acontecimientos, antes que realizar factibles omisiones, por ejemplo, sobran los pormenores familiares en el retrato de Chess.
La consecuencia es que el producto se resienta en historias diversas, y no aproveche como debiera, la hondura sociocultural del contexto, evitando relatar con pasión, algunos de los capítulos más fascinantes de la historia del blues.
Así, Cadillac Records se cierra con el paso a la leyenda de la música facturada en el estudio de Len Chess.
Un breve epílogo, se encarga de conectar la revolución musical de los 50, con el actual fenómeno del hip hop, hecho esencialmente correcto, pero que no necesitaba ser reforzado con escenas que retratan a los “bluesmen”, sacando a relucir sus pistolas, como si de modernos “gangstas” se tratase.
En cuanto a las actuaciones, es forzoso reconocer, que todos los actores dan lo mejor de sí, en los números musicales, espléndidamente rodados.
Mención aparte, merece la asombrosa interpretación de Chuck Berry, a cargo de Mos Def, la mejor de la película, y muy por encima de la de Brody, o la de Jeffrey Wright como Muddy Waters.
El problema es que el personaje de Chuck Berry está desaprovechado, del mismo modo que el peculiarísimo Howlin’ Wolf, bien interpretado por Eamonn Walker, que merecía más protagonismo.
También, habría sido justo, dar mayor importancia a Willie Dixon, paradójicamente el narrador de la historia; ya que fue el compositor y arreglista de buena parte de los éxitos de Chess Records.
Y sorprende la total ausencia de otra leyenda del rock & roll que formó parte del elenco del sello:
Bo Diddley.
Pero como era de esperar, el protagonismo se traslada bruscamente a la “blueswoman” Etta James, interpretada por Beyoncé, y su relación con Chess, pero este cambio nos trae la sensación de estar viendo otra película, mucho menos apasionante por el excesivo protagonismo musical otorgado a Beyoncé.
Mientras que las canciones en la primera mitad, formaban parte indisoluble de lo que sucedía en la pantalla, marcando el ritmo; ahora nos quedamos con un melodrama interrumpido cada 10 minutos, por una especie de vídeo clip a mayor gloria de Beyoncé, productora ejecutiva de Cadillac Records.
Beyoncé, tiene una voz muy potente, y lo demuestra, pero su registro no se parece en nada al de Etta James, ya que es mucho más grave y cálido.
Sin embargo, confiar la voz narradora a Willie Dixon, Cedric the Entertainer, presente, pero secundario en la historia, es en definitiva una buena idea.
Con él, el hilo narrador se consolida y estiliza para encontrar complicidad con una música que acaba convirtiéndose en verdadero sustento de Cadillac Records.
Porque pese a los visibles esfuerzos de la trama, por atraer nuestra atención especialmente en el último tramo, su andamiaje no deja de ser harto convencional, y llega a parecer que tiene poco que contar, cuando no es así.
Los excesos de los músicos, o la paradoja racial, con artistas como Chuck Berry, que no podían dormir en hoteles reservados sólo para blancos; pasan a un segundo plano, cuando son los mitos y auras que envuelven a cada canción, cada soberbia melodía que escuchamos, los que de verdad nos ganan.
Cadillac Records, no cae en el error de presentar a Chess, como un cazatalentos si no que se refleja en él, como un amante de la música durante un largo período de 30 años, y un padre o padrino de un estilo musical, que no era más que el rugiente cráter del volcán, antes de estallar en la apoteosis del Rock.
Un aspecto esencial, y que se remarca asiduamente en el guión, es la importancia de la música para la integración, y cómo el rock abrió fronteras, y rompió prejuicios raciales en el período triunfal de la compañía.
Lo que más sorprendió, fue sin duda la influencia que estos músicos tuvieron en la música blanca, en gente como:
The Rolling, Elvis Presley, o The Beach Boys; los cuales copiaron muchas cosas de ellos; y como dato interesantísimo, toda la música del filme, a excepción de las grabaciones de Elvis Presley que se oyen en la banda sonora, y la grabación de Little Walter de “Last Night I Lost a Friend”, fueron recreadas y grabadas con la voz de los actores.
De hecho, el mes después del estreno de la película, Beyoncé interpretó “At Last” en El Baile de Inauguración de La Administración de Barack Obama, ya que él y su esposa Michelle, bailaron juntos por primera vez, como Presidente y Primera Dama.
“Mr. Waters.
We're big fans.
We named our band after one of your songs”
Lo que vino después fue, sin embargo, insalvable.
Ni su prestigioso catálogo de artistas, ni la publicidad que obtuvieron con las andanzas de Rolling Stones, podían maquillar una realidad:
El sello estaba en serios problemas económicos.
Por un lado, el Blues y el Rock & Roll ya no rendían los mismos réditos en los 60; y por otro, el Soul sofisticado de Chess, carecía de la chispa comercial de Motown Records.
El descalabro, estaba a la vuelta de la esquina.
El sello, finalmente bajó el telón en 1969, vendiéndose a la compañía General Recorded Tape (GRT), por $7,5 millones.
Leonard Chess, no sobrevivió mucho tiempo más, un infarto se lo llevó meses después de la clausura de su querida disquera, en octubre de 1969, y hacia 1972, únicamente quedaba operativo en Chicago, el estudio de grabación de la compañía.
GRT, trasladó el sello discográfico a la ciudad de New York, transformándolo en una división del sello discográfico, Janus Records.
Y vendió el resto de Chess Records, a la compañía discográfica, All Platinum Records, en agosto de 1975.
Años más tarde, All Platinum Records, atravesó dificultades económicas, vendiendo las grabaciones de Chess Records, a MCA Records.
En la actualidad, el 2120 de South Michigan, sigue siendo un lugar de peregrinaje para los seguidores de la música “Made in Chicago”
La viuda de Willie Dixon, compró la casa donde funcionó Chess, y ha instalado la Blues Heaven Foundation, un lugar donde se encuentra un museo, y un centro cultural que rescata la historia, memoria, y legado de este sello tan especial.

“That's a record!”



Comentarios

Entradas populares