American Gangster

“The loudest one in the room is the weakest one in the room”

La Mafia Negra, fue una organización criminal situada en Philadelphia, EEUU; formada a partir de crímenes menores y el tráfico ilegal de drogas.
Los comienzos de la organización, pueden situarse en torno a septiembre de 1968, en torno a la figura de Emilia V., que posteriormente adoptó el nombre de Suleiman Bey, al unirse a La Nación del Islam, y se mantuvo en el liderazgo de la organización hasta 1975.
Otros miembros fundadores, fueron:
Camila M., Richard Pork Chops James, Donald Donnie Day, Robert Bop Daddy Fairbanks, Walter Hundgins; y otros criminales dedicados a la extorsión, el narcotráfico, como Frank Lucas, y otros crímenes, así como varios empresarios corruptos.
Así, La Mafia Negra consiguió poder en Philadelphia, utilizando tácticas de intimidación para evitar la cooperación de los ciudadanos con la policía, un elemento que dificultó el procesamiento judicial de la banda, o de sus miembros durante varios años.
A lo largo de su dominio, la mafia fue responsable de más de 40 asesinatos, y otros crímenes numerosos.
En especial, Frank Lucas fue un traficante de heroína, y jefe del crimen organizado de Harlem, a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, entre música jazz, y bajo el fuego libertador del partido Panteras Negras; y comercializó dicha droga, bajo el nombre de “Blue Magic”
Se dice que llegó a reunir más de $500 millones en toda su carrera, siendo uno de los narcotraficantes más exitosos, e innovadores de la época.
Lucas empezó siendo chófer del narcotraficante Ellsworth “Bumpy” Johnson, el hombre que inspiró al “padrino negro” de las películas Shaft en los 70.
Después de su muerte, Frank decide entrar en el negocio, trabajando para otro gánster.
Después de que subiera el precio de la heroína, Frank decide buscarla por su cuenta, tomando el ejemplo de gánsteres del calibre de Frank Costello y Lucky Luciano; y llama a su primo del ejército estadounidense que prestaba servicio en Bangkok, y consigue traer la droga hasta los Estados Unidos, para ser vendida en grandes cantidades.
La heroína de Lucas gana fama, y se convierte en una moda, al punto de ser vendida en todas las esquinas de La Gran Manzana.
La misma tenía el doble de pureza que el resto, y la comercializaba a un precio menor; esto lo consiguió, comprando directamente al fabricante en Tailandia, Leslie “Ike” Atkinson; la cual ingresaba a Estados Unidos, a través de contactos que tenía en el ejército.
Sus métodos para recibirla variaron, desde ir a buscarla a un fuerte militar en Carolina del Sur, hasta hacerla ocultar en ataúdes de soldados.
Sin embargo, en 1975, Frank Lucas fue arrestado por El Detective, Richard M. “Richie” Roberts, y fue condenado a nivel federal, por los delitos de tráfico de estupefacientes, asociación ilegal y crimen organizado, entre otros, contra el estado de New Jersey.
Richie Roberts, era marine del ejército, y posteriormente detective en el condado de Essex, New York, desde finales de los 60, hasta principios de los 70, y sería quien acabaría por derrotar al popular héroe:
Frank Lucas.
Una muestra de su rectitud en el desempeño de sus funciones, puede ser el hecho de que en uno de los casos en que Roberts trabajó durante su carrera, incautó $1 millón en billetes no marcados, y los entregó al Departamento de Policía sin titubear.
De esta manera, Richie dejó claro su honestidad en la vida profesional.
En 1976, Frank Lucas fue condenado gracias a él, a 70 años de prisión; pero después de unos pocos meses, Frank se convirtió en informante, y le dio los nombres de los cómplices de la mafia, y los miembros corruptos de la policía de New York.
Incluso, denunció a Atkinson, que era su relación de heroína en Tailandia.
El testimonio de Frank, dio como resultado la apertura de 150 casos contra numerosos acusados, incluyendo ¾ partes de La Agencia de New York de Control de Drogas, y 30 miembros de su familia.
Como recompensa por su información, su condena se redujo a 15 años, y fue liberado en 1991.
El policía que lo capturó, Richie Roberts, más tarde se convirtió en su abogado; y posteriormente, Lucas y él entablaron una estrecha amistad, llegando Roberts a ejercer de abogado defensor del ex narco en muchos casos.
“You can be successful and have enemies or you can be unsuccessful and have friends”
American Gangster es un drama del año 2007, dirigido por Ridley Scott.
Protagonizado por Denzel Washington, Russell Crowe, Carla Gugino, Cuba Gooding Jr., Josh Brolin, Ruby Dee, Chiwetel Ejiofor, Lymari Nadal, RZA, Ted Levine, Armand Assante, Idris Elba, Ric Young, Clarence Williams III, John Ortiz, John Hawkes, Jon Polito, Kevin Corrigan, KaDee Strickland, Common, T.I., Linda Powell, Albert Jones, Yul Vazquez, entre otros.
El guión es de Steven Zaillian, basado en la vida de Frank Lucas, un importante traficante de heroína durante La Guerra de Vietnam; y de Richie Roberts, un detective que trata de derribar El Imperio de Lucas.
La leyenda del traficante de heroína, hombre de familia, verdugo, y líder ciudadano Frank Lucas, se contó por 1ª vez hace años en el New York Magazine, en un artículo firmado por el periodista Mark Jacobson.
En el año 2000, el productor ejecutivo, Nicholas Pileggi, coguionista de 2 filmes de Martin Scorsese, fue presentado por el periodista, con Frank Lucas, momento en que empezó un viaje durante el que Lucas contó su increíble auge y caída a Jacobson.
La asombrosa historia de este no menos asombroso personaje, empezó cuando vio cómo el Ku Klux Klan (KKK) asesinaba a su primo en La Grange, Carolina del Norte; y seguía con los años en que ganó alucinantes sumas de dinero con la venta de drogas, y acababa con una condena de por vida en prisión.
A continuación, Mark Jacobson redactó “The Return Of Superfly”, donde profundizaba en la compleja historia de un temporero muy pobre, que se mudó a Harlem, y que consiguió meterse en el naciente tráfico de heroína a gran escala, y gobernar El Imperio neoyorquino de la droga; vendiendo un producto más puro y más barato a los miles de adictos de la época de La Guerra de Vietnam; Lucas amasó una fortuna que se estimó en decenas de millones de dólares, pero también consiguió llamar la atención de la justicia.
Si no hubiera traficado con una sustancia ilegal de las más letales, no cabe duda que habría sido aclamado como uno de los hombres de negocios más inteligentes de la década, puede que del siglo, por haber levantado una empresa familiar de tal envergadura.
American Gangster trata sobre la honestidad y su alter ego, de extremos, de corrupción al más alto nivel, y de moralidad y ética que no tiene precio; donde 2 hombres se hacen a sí mismos, desde 2 puntos de vista diferentes.
Como dato, el rodaje de American Gangster, tuvo lugar en New York y Tailandia, y tanto Lucas como Roberts trabajaron como asesores.
American Gangster obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor actriz de reparto (Ruby Dee), y dirección artística.
La acción inicia en New York, en el año 1968.
Frank Lucas (Denzel Washington), es el taciturno chófer de un importante mafioso negro de Harlem.
Cuando su jefe muere inesperadamente, Frank aprovecha la oportunidad para construir su propio Imperio.
Gracias a su talento, se convierte no sólo en el principal narcotraficante de la ciudad, inundando las calles con productos de mejor calidad y precio, sino también en un hombre público muy respetado.
Mientras Richie Roberts (Russell Crowe), un policía incorruptible, marginado por su honradez, que conoce bien las calles, se da cuenta de que una persona ajena a los clanes, trepa por la escalera del poder...
Tanto Roberts como Lucas, comparten un estricto código ético que les aparta de los demás, y los convierte en 2 figuras solitarias en lados opuestos de la ley; y cuando se encuentren, el enfrentamiento entre ellos será inevitable.
Una guerra de mafias que corre paralela a otra de políticos, y todo bajo la supervisión y aquiescencia de unos cuerpos de seguridad del Estado; tan corruptos y amorales, como los pobres camellos y drogadictos que se arrastran por las calles, entre chantajes, robos, y prostitución.
Peor los 2, infiltrados en la sociedad, prefieren pasar inadvertidos, y se enfrentan en secreto; al final, se identificarán en torno a un enemigo común, que proviene de los 2 bandos:
La Mafia Italiana, y el corrupto cuerpo de policías.
La verdad es que cuando acaba la proyección, el espectador se queda con la sensación de que ha visto, ni más ni menos que lo que esperaba, una gran película de Hollywood, firmada por un gran director, con 2 grandes actores en los papeles principales, y una gran presentación de los acontecimientos, personajes y situaciones; donde no hay sitio para la decepción.
Con el polémico telón de fondo de La Guerra de Vietnam, en plena crisis de una ciudadanía que clamaba por el final del conflicto, Ridley Scott articula un sobrio armazón visual, perfectamente ambientado, en el que si bien todo gira en torno al duelo a ambos lados de la ley que mantienen Lucas y Roberts, cada elemento está perfectamente dispuesto al servicio de una narración vigorosa, potente, sólida, y de impecable aspecto formal.
“See, ya are what ya are in this world.
That's either one of two things:
Either you're somebody, or you ain't nobody”
Las películas de gánsteres, siempre gustan al público; y aquí, tanto Scott como Zaillian, exponen tópicamente la parte final de los años 60, y comienzos de los 70, un período convulso donde los haya a nivel social, cultural y político.
Tales concomitancias, se encuentran en esta historia nada original, estructurada en 2 representaciones paralelas con esperado encuentro final común, y pseudolírica conclusión con soledad y discordancia de épocas; y presenta el nacimiento, esplendor, y decadencia de La Era de un mafioso afroamericano, de acuerdo al planteamiento usual en este tipo de filmes.
Una puntillosa recreación de época; la tensión contenida en cada diálogo; una violencia explosiva, seca y cortante; más el delineamiento empático y mitificado del antihéroe discreto, ambicioso y orgulloso, que bien hacen recordar más “The Godfather” (1972), “Goodfellas” (1990) o “Scarface” (1983)
Sin embargo, American Gangster es muy personal, porque es otra variación del tema del duelo, ese motivo que obsesiona a Scott desde su primer largo, y del que se pueden sacar insospechadas profundidades.
Y por eso es que en este caso, como en ninguna otra película de gánsteres, el montaje alterna la historia de Lucas con la del detective Richie Roberts; algo que Scott ya había explorado en “Black Rain” (1989), como a lo que atañe a las mafias, sus prácticas, y la falta completa de escrúpulos o humanidad de sus integrantes.
Así como en La Teniente Ellen Ripley lo era en relación al extraterrestre de “Alien” (1979); El Detective Roberts representa un estado ontológico opuesto al de Lucas; pero a la vez, tan excepcional como él.
Y, como sucede con Clarice Starling y el “serial killer” de “Hannibal” (2001); o Dick Deckard y el androide de “Blade Runner” (1982); el duelo, en el cine de Scott, abre una dimensión existencial donde los roles de cazador y presa, se hacen intercambiables, y que llega a compenetrar al uno con el otro en una dependencia aislante, y a la vez, indispensable para dotar de sentido a sus propias vidas.
Por tanto, American Gangster plantea el tradicional enfrentamiento entre el policía bueno y el delincuente malo; recoge el legado de modernos clásicos del género, como:
El tratamiento  callejero de los códigos del hampa; un aire operático con reminiscencias de Francis Ford Coppola; un montaje acelerado que viene de Martin Scorsese, etc.; sin embargo, lo esencial es casi invisible, y está presente de principio a fin, a través de 2 caminos opuestos:
Los de Washington y Crowe, que están destinados a encontrarse frente a frente.
Pero también, a través de esas atmósferas lluviosas, ominosas y recargadas de gente, tan propias de Scott, que enmarcan las cruzadas solitarias de los duelistas.
Aunque ése es sólo el planteamiento, pues no tardaremos en descubrir que tales categorías se diluyen y abocan a la ambigüedad, cuando se aplican a los protagonistas.
El policía, supuestamente bueno, lo es; y en grado sumo.
Su hazaña, que planea por todo el metraje, es haber devuelto $1 millón de dudosa procedencia, cuando nadie, ni siquiera su propio compañero, que se supone que lo conoce bien, lo habría hecho, y más aún cuando su precaria situación económica quedaría más que resuelta con ese dinero.
Incluso, al final del trayecto, tales principios permanecen inalterables, como lo demuestra el hecho de que rechace una vez más la salvación económica que el delincuente acorralado le propone.
La honradez aquí, es pues, incontestable.
Sin embargo, esa honradez en lo profesional no guarda una estricta correspondencia con lo que ocurre en el ámbito personal.
Richie Roberts es un defectuoso padre, y un mal marido.
Aquellos principios tan estrictos, flaquean en la relación con su mujer.
La infidelidad parece ser la norma de su vida, y la traición, su consecuencia natural.
Y para acentuarlo más, el director carga las tintas sobre su aspecto, el cual, lejos de reflejar la admiración que su desprendido comportamiento ante el dinero merecería, nos lo muestra como alguien con muy poco atractivo.
Justo lo contrario es Frank Lucas:
El gánster interpretado por Denzel Washington, como todos los gánsteres, su presencia es impecable.
Si la imagen externa es la puerta de entrada que nos condiciona en la valoración de quien tenemos delante, Frank ya tiene mucho ganado.
Y aunque se trata de un delincuente, su valoración no llega a ser del todo negativa…
Y eso es así, porque como en el caso del policía, posee unos principios morales muy sólidos; podríamos decir que Frank es un excelente profesional, si bien su profesión no es de las más recomendables; él tiene bien claro cuáles son las normas a seguir, y la honradez en su aceptación, aderezada con la constancia y la disciplina, son su norma de vida, y el camino que le lleva al éxito.
Por otro lado, es significativo el tratamiento de la institución familiar:
Como en los viejos clanes, Frank se siente en la obligación de recompensar a su familia por las penalidades que la injusta sociedad le ha deparado.
Él, el triunfador, no olvida sus orígenes, no puede dejar de lado a quienes le respaldaban cuando no era nadie, ni puede ignorar el proceso que, a través de su mentor, le ha llevado a la situación en la que ahora se encuentra.
Por todo ello, se ve en la obligación de reproducir respecto a sus allegados, ese orden de cosas, de ampararlos bajo se protección.
Sin embargo, hay un momento en que la familia, el amor hacia ella, colisiona con sus principios, con el modo de trabajar, con la profesionalidad que a sí mismo se exige, y que exige a los demás.
Y ahí resultará implacable.
Sus convicciones están por encima de cualquier otra consideración, y la incompetencia, aunque sea de alguien próximo, no puede ser tolerada.
La observancia inquebrantable de esas normas de comportamiento, la constancia de unos principios que pueden ser calificados de morales, es el fundamento de su éxito.
No estamos lejos del ideal estadounidense.
El trabajo bien hecho, la constancia, la disciplina, hacen posible que cualquiera pueda ascender en la escala social, y convertirse en un triunfador.
Frank es un buen ejemplo de ello:
La miseria de su infancia, reflejada aún en el rostro de su madre, ha podido ser superada y sustituida por su opulenta vida actual.
Pero no sólo Frank nos muestra ese proceso; también Richie lo ejemplifica.
No en vano, su trabajo abnegado y sus sólidas convicciones, acaban consiguiendo que se convierta en un abogado de éxito.
Y si la integridad es la imprescindible vía que conduce al triunfo social, cuando ésta titubea, se adivina el fracaso.
Es lo que sucede con la magnífica aparición del abrigo de chinchilla, el detonante de la caída de Frank.
Ocurre que Frank se enamora, y al hacerlo, su rigidez se resquebraja.
El hombre calculador, frío, el que lo tiene todo estudiado, abre un espacio a las emociones, y con ellas al descontrol.
Seducido por la inconsciencia de su mujer, “cherchez la femme” habría que decir una vez más, acepta hacerse visible, entrar en el espacio de la ostentación, caer en la banalidad del halago y el reconocimiento; su fin.
El mensaje que subyace, es de una integridad que raya en el puritanismo.
Tampoco esto le es ajeno al ideal estadounidense, el que no perdona la flaqueza, el que reserva un castigo para cuando ésta se produce.
Al fin y al cabo, no cabe culpar a nadie ajeno a uno mismo del propio fracaso.
Junto a la complejidad moral de los protagonistas, complejidad que hace de los policías corruptos, los auténticos malos de American Gangster, hay otro tema que se asoma fugazmente, casi como un marco que contiene lo anterior, pero que es crucial para entender lo que acontece.
Se trata del paso del tiempo, de lo ineluctable de este devenir temporal, de la imposibilidad de detenerlo, de su capacidad de destruir todo cuanto lo puebla, y, en consecuencia, del testimonio de la fragilidad humana.
El cambio, la sucesión en el dominio del Impero del narcotráfico, es el primer signo evidente de lo que decimos.
La muerte de Bumpy Johnson, alza hasta la cúspide del negocio a su chófer.
El poderoso desaparece súbitamente, y es sustituido por otro, que viniendo desde la nada, ocupará su lugar.
Pero además, sus métodos son contrapuestos.
La queja del viejo capo sobre el modo en que ha cambiado EEUU, sobre lo mal que se hacen ahora las cosas, sin tiendas pequeñas, sin intermediarios... no es óbice para que su sucesor se aproveche de esos cambios en su favor, y los lleve a su máxima expresión.
Y así es como decide ser él mismo quien se provea de la droga, en el lugar donde se cultiva, algo que nunca habría hecho su antiguo jefe.
Pero, como todos los triunfos, también el suyo es efímero.
La flecha del tiempo sigue avanzando, y llevándose con ella lo que encuentra a su paso:
Frank caerá, y al salir de la cárcel, se encuentra con un mundo que ya no es el suyo, un mundo en el que él no tiene su lugar, el lugar que ocupó.
American Gangster, es también una película triste, desencantada, en la que a las alegrías les subyace un fondo mucho más radical de amargura, de desesperanza.
No hay triunfadores, porque cualquier triunfo, será siempre pasajero.
Dicho lo anterior, toca alabar la puesta en escena de Ridley Scott para reflejar un ambiente social de deslealtad, supervivencia, y corrupción.
Estamos ante una historia de morales enfrentadas:
La del policía honesto hasta el extremo, en un momento en el que no era, ni mucho menos, lo habitual, pero que no consigue ser un buen padre ni marido; por otro lado, la consabida doble ética del mafioso, defensor de una dudosa convicción que le lleva al convencimiento de que hace bien su trabajo, y vela por los suyos, sin detenerse a pensar en la muerte que vende en cada pequeña bolsa de veneno.
Además, agentes más corruptos que aquellos a los que arrestan, y el fantasma terrible de los soldados estadounidenses que servían en Vietnam, mientras se enriquecían ayudando a “los señores de la droga” a hacer llegar la heroína a los Estados Unidos, incluso, en los féretros que transportaban a sus compañeros caídos en el campo de batalla.
Familia, falsos paraísos, y sucios juegos de poder, una visión nada romántica de los momentos postreros del movimiento hippie, y los primeros coletazos de La Era Disco.
Como siempre, el montaje y la edición, especialidades de Scott, son herramientas que le sirven para llevarnos de un lado a otro con pasmosa facilidad, alternando secuencias y escenas con gélidos planos que retratan las consecuencias de la actividad de cada participante de la trama.
Es innegable, que el director disfruta con su trabajo, y orquesta la producción con gran pasión e interés por lo que nos cuenta, en una labor más que destacable.
Pero supongo que los hechos se produjeron como se cuentan, aunque es sabido que el director, nunca está para dar clase de historia:
El guionista y coproductor, Steven Zaillian, se basó en un caso real publicitado por un artículo de Mark Jacobson, lo que parece hacer es mezclar con perspectiva épica, 2 relatos sin nada nuevo que aportar:
Por una parte, un retrato en diversos ámbitos del ascenso y caída de personaje hecho a sí mismo, en un ambiente criminal con trazas “blaxploitation” de los 70, pero sin las tramas y los caracteres rocambolescos, ni el encanto de lo barato, y la falta de pretensiones del subgénero citado.
Por el otro, una descripción de personaje policial callejero, con diversos conflictos personales y profesionales que le emparentan en sus ajadas corruptelas y sus simples motivaciones emocionales.
No obstante, muchas de las personas retratadas, incluyendo Roberts y Lucas, han declarado que American Gangster tuvo una gran cantidad de libertad creativa con la historia, y 3 ex agentes de La DEA, demandaron a Universal por la representación desmoralizante que se hace de La Agencia.
Por su parte, Lucas dijo en varios medios de prensa, que sólo una pequeña porción del metraje era cierta, y que gran parte de ella se fabricó para el efecto dramático.
Además, Richie Roberts la criticó porque señala una batalla de custodia, que no existió, porque en la vida real nunca tuvo un hijo; y criticó la interpretación de Lucas, describiéndola como “casi noble”
Por otra parte, los ex agentes de La DEA:
Jack Toal, Gregory Korniloff, y Luis Díaz, presentaron una demanda contra Universal, diciendo que los acontecimientos no son ciertos, y que la película los  difamó.
Sin embargo, la demanda fue finalmente desestimada por El Juez de Distrito, Colleen McMahon; y señaló que American Gangster no cumplía las normas legales de la difamación, porque no se pudo “mostrar una sola persona que se identificara como un agente de La DEA”
Ron Chepesiuk, un biógrafo de Frank Lucas, considera la historia como un mito.
Mientras que el periodista de la AP, Frank Coyle, señaló que “este desastre ocurrió en parte, porque los periodistas han estado confiando en fuentes secundarias, alejadas de los acontecimientos reales”
Pero en la producción, hay fragmentos de la historia un tanto incoherentes, como:
El famoso disparo en la calle, de un hombre que siempre guardó las apariencias tanto, o que no están suficientemente explicados, como las repercusiones que tuvo para El Ejército, el tema de los ataúdes llenos de droga.
Y las secuencias últimas, en las que se ve como Lucas y Roberts están de amigos, echándose hasta unas risas, mientras el personaje de Lucas sopla nombres a lo bestia…
Me cuesta pensar, que el personaje de Crowe, tan íntegro, tan bruto y noble, aunque haya ganado, se muestre tan complaciente y comprensivo con el narco.
Parece como si tuvieran que subrayar que ambos han ganado, cuando luego, los típicos rótulos finales explican lo que sucedió, y dejan a las claras que aunque Lucas sale ganando en el trato, no se llevó precisamente un crucero y un apartamento en la playa.
Esto además, se adopta cierta complacencia peligrosa con el personaje del gánster; y parece que se le “exime” de la culpa de todos sus crímenes, sólo por el hecho de destapar toda la corrupción, y señalar a otros peces gordos de La Mafia.
Podríamos decir, que todo es verosímil según las categorías de Hollywood, pero nada veraz en la lógica realista, y que eso de que “nada es lo que parece”, o que el mal y el bien se mezclan en cualquiera... no pasan de ser tópicos manipulados, aunque se apoyen en la realidad.
Porque en esa inicial caracterización del dúo protagonista, no quedan claros los móviles que llevan a Frank a tomar el relevo de su mentor, sus heridas y traumas infantiles no están bien reflejados; y modernizar La Mafia Negra, lo mismo que el proceso por el que un desconocido chófer, logra tan fácilmente buenos contactos desde la sombra; como tampoco las motivaciones patrióticas de Richie, o los pormenores de su eficaz labor de investigación...
La historia de Richie Roberts, de hecho parece que no viene mucho al cuento…
¿Es que encima tienen que hacerse amigos, y caerse bien?
¿Fue todo, tan fácil de demostrar?
Por otro lado, en la realidad, hubo fenómenos paralelos de racismo y mentalidad emprendedora en el ámbito de este negocio ilícito por parte del protagonista, Frank Lucas.
Ambas características, ya han estado presentes en otras películas del género, pero no habían sido trabajadas con la profundidad con que se muestran en esta obra cinematográfica.
Lucas aparece no solo como un afroamericano exitoso, sino como el más importante capo mafioso de una ciudad de 20 millones de habitantes; lo cual resultaba inverosímil para los policías que no lograban encontrar a la cabeza de una organización tan eficiente como lucrativa.
Las actitudes de discriminación, también se manifiestan en las relaciones del protagonista con sus pares de La Mafia Italiana o, en el bando policial, los prejuicios antisemitas contra su perseguidor, Richie Roberts.
Si bien, este factor no es el núcleo central de American Gangster, sí representa un componente importante.
Por otro lado, la habilidad y el olfato para los negocios, así como la visión empresarial, constituyen la principal arma para tanto el ascenso social como para superar la discriminación racial; aunque siempre dentro del ámbito criminal.
No obstante, aun dentro de este espacio, el protagonista exhibe cualidades que lo distinguen y, al mismo tiempo, protegen durante un buen tiempo de las sospechas policiales.
Paralelamente, y siguiendo las tradiciones mafiosas, el personaje consigue una clientela social, convirtiéndose en una personalidad influyente en la comunidad afroamericana neoyorquina.
Por lo que venimos diciendo, podemos concluir que estamos ante un personaje y un filme complejos, los cuales son sacados adelante con gran destreza narrativa por parte del director Ridley Scott.
La corrupción policial, es otro aspecto presentado, pero no constituye uno de los elementos originales de la misma, ya que aparece en otras importantes películas de gánsteres; salvo por el hecho de estar basado en situaciones reales del pasado.
Por tanto, American Gangster se eleva por encima de estas y otras “pegas” que podríamos hacerle debido a trascendencia y el enfoque que ofrece sobre el mundo del crimen organizado, específicamente, el narcotráfico, tanto entonces como ahora.
Dividida en 2, desde el momento en que se trata de una historia real abierta en sendos frentes, que sólo llegan a unirse en el tramo final del metraje, el hecho de que American Gangster vaya saltando constantemente entre los personajes de Frank Lucas, ese gánster que construyó un imperio de la droga de cientos de millones de dólares; y Richie Roberts, el policía que finalmente le daría caza, hacía estrictamente necesario que ambos personajes vinieran interpretados por dos actores que supieran atrapar la atención del espectador en sus respectivos terrenos:
Denzel Washington, vuelve a hacer gala de su sorprendente capacidad para realizar un trabajo fabuloso, sin aparentar hacer el más mínimo esfuerzo, componiendo un Frank Lucas elegante, pero sin glamour; encantador por momentos, pero brutal y sistemático; hombre de familia y rodeado de los suyos, por supuesto, pero abandonado y vacío en su interior.
Washington, que ya había demostrado con su magistral construcción de ese policía corrupto que fue el detective Alonzo de “Training Day” (2001) capaz de acometer con una solvencia asombrosa el papel de villano, se encarga aquí, de que el público termine adorando irremisiblemente a un bastardo sin escrúpulos que tan pronto se sienta a la mesa en Acción de Gracias dando una imagen de hombre íntegro y familiar, como asesina sin miramientos a todo aquél que se le pone ponga por delante, y sea un estorbo para sus negocios.
Durante la preparación, el actor aprendió más de lo que esperaba del mundo del tráfico de drogas, sobre todo acerca de la “Country Boys Blue Magic”:
“Entonces, según me han contado, el kilo de heroína al 50 o 60% valía de $50 mil a $60 mil”, explica el actor.
“Frank consiguió encontrar heroína pura al 100% por $4.200 el kilo; la revendía en las calles por mucho menos que la competencia.
Hagan el cálculo.
Ganó una fortuna.
Incluso dice haber ganado $1 millón diarios en algunos momentos”, acotó el oscarizado actor.
Por su parte, Russell Crowe, que últimamente no disfrutaba en exceso del favor de la taquilla, consigue aquí una nueva oportunidad para demostrar su talento, con un Richie Roberts sólido y sin fisuras en su interpretación, inevitablemente simpático para la platea por su aspecto, cercanía y honestidad.
Su Richie, es una especie de “rara avis” en el departamento de policía con su fama de incorruptible, las referencias a Eliot Ness son inevitables; en un departamento totalmente salpicado por la corrupción, ya que la mayoría cobran comisiones a los gánsteres.
El antagonismo entre los 2 personajes, se acentúa en las relaciones familiares:
Mientras que Lucas basa toda su organización en sus parientes más directos, y está felizmente casado con una guapa mujer puertorriqueña; Richie, totalmente absorbido por su trabajo, está separado de su mujer, y además pierde la custodia de su hijo.
Alrededor de ambos, un cada vez más resucitado Josh Brolin como Nick Trupo, personificación de la corrupción más brutal; Chiwetel Ejiofor, el hermano fiel pero progresivamente descarriado; Lymari Nadal, quizá el mayor arquetipo del reparto, preciosa modelo encandilada por el poder del mafioso del que se enamora sin pensar en las consecuencias.
Además, Ted Levine, Jon Polito, Joe Morton, Carla Gugino, Cuba Gooding Jr., o Armand Assante, casi en cameo, contribuyen a que nunca perdamos el interés por esta historia terrible y magnética, que nos recuerda que no todos los pilares sobre los que asientan las grandes naciones están libres de pecado.
De hecho, casi ninguno lo está.
Los verdaderos villanos de la función, son curiosamente los policías corruptos, que esos sí que aparecen como personajes planos, y con el único papel de ser los malos malísimos.
Quedan escenas de cruda violencia, duros dramas de familias desechas por la droga o la sordidez de la prostitución, que no dejan de ser estampas que se compatibilizan con otras de devaneos con la amante de turno, escenas intrascendentes, donde unas fotografías marcan toda la investigación policial o una vista judicial de divorcio, que es resuelta del modo más patético y televisivo posible.
Cabe destacar la redada del final, así como la escena del piano, y en la que le pegó un tiro en plena calle al personaje de Idris Elba.
La banda sonora es pertinente, pero sobretodo destacan en ella un par de temas de R&B memorables, y genialmente insertados en ciertos momentos del metraje.
“This is my home.
My country.
Frank Lucas don't run from nobody.
This is America”
American Gangster es importante, porque muestra aspectos poco conocidos o divulgados sobre el tráfico de estupefacientes en New York en los años 70.
El primero de ellos, es la extensión del consumo de heroína entre los jóvenes.
Prácticamente, no había residencia universitaria o comunidad juvenil donde no hubiera un consumo regular de esta droga.
En segundo lugar, la extensión de la corrupción, que había convertido a grupos de las fuerzas armadas en los transportistas ideales de esta mercancía ilegal, y a los féretros de los caídos en combate, como el embalaje más seguro para proteger la droga durante en trasiego en La Guerra de Vietnam.
Asimismo, American Gangster muestra el fuerte consumo de estos productos entre las tropas, y cómo los proveedores y procesadores de la heroína en el sudeste asiático, trabajaban con impunidad, y eran tolerados por el ejército estadounidense.
El principal proveedor, era un General Nacionalista chino, que controlaba campos de amapola con un ejército particular que provenía o subsistía desde la época de la derrota de Chang Kai Shek, en 1949.
Particularmente interesante, resulta la breve acotación del discurso del Presidente Richard Nixon, en el que señalaba como principal problema del país, el tráfico y consumo de drogas.
No debe olvidarse, que fue durante su mandato que se crearon las primeras agencias estatales para combatir estos delitos, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos.
Posterior a los hechos narrados en American Gangster, a Frank Lucas lo dejaron suelto en 1981, solo 6 años sólo estuvo en la cárcel, por colaborar con la policía, aunque luego volvió a ingresar en prisión en 1984, fue hasta 1991 que fue liberado por cargos de tráfico de drogas.
Cuando Frank Lucas fue liberado, Richie Roberts lo contactó, y volvió a ofrecerle su ayuda, esta vez, para recuperar su vida recta.
Frank regresó a la devastada Harlem, para presenciar la pobreza y la miseria, causada en parte por su negocio de la droga.
Comenzó a darse cuenta de lo destructivo que su empresa había sido para las personas, y para toda una comunidad.
Como resultado, pasó gran parte de su vida útil restante de trabajo, para reparar el daño que causó.
Unió esfuerzos con la organización no lucrativa de su hija, “Caminos Yellow Brick”, que proporciona un refugio seguro para los niños de padres encarcelados.
En la actualidad, con 85 años, Lucas está confinado a una silla de ruedas debido a un accidente de coche que rompió sus piernas.
Mientras Richie Roberts de 78 años, es Fiscal Defensor Criminal, y padrino de uno de los hijos de Lucas.
Ambos siguen siendo muy amigos.

“The most important thing in business is honesty, integrity, hardwork... family... never forgetting where we came from”



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