Young Frankenstein

“Abby... Normal”

Dentro del cine, el género o mejor dicho “subgénero” de la parodia cinematográfica no es nuevo, pese a que en los últimos años asistimos periódicamente a varios títulos que se dedican, o mejor dicho, “lo intentan”, a hacernos reír a costa de películas conocidas, estrenadas recientemente.
La idea de parodiar los códigos del cine de terror clásico, es de por sí original, y ayudó a que la década de los 70 iniciara una sana corriente de cine auto paródico, a modo de exorcismo y terapia cultural, que sirvió para hacer un punto y aparte, e iniciar en paralelo, la renovación de lenguajes y códigos para una nueva época.
Es decir, la otra cara de la moneda del cine de vanguardia, la “nouvelle vague”, el free cinema, entre otros.
Frente a estas últimas aportaciones, que más que un film, parecen una sucesión de “sketches”, los films más valorados dentro de este apartado, suelen ser los que se dedican a parodiar un film determinado.
Sin embargo, las parodias cinematográficas, incluso si pueden hacer reír a los espectadores, típicamente son mal vistas por su calidad.
Se dice usualmente y con razón, que son mecánicas, poco originales, mal actuadas, y burdas en exceso.
La verdad es que esto suele ser así la mayoría de las veces…
No obstante, hubo excepciones notables.
“Well, why isn't it “Froaderick Fronkensteen”?”
Young Frankenstein es una comedia del año 1974, dirigida por Mel Brooks.
Protagonizada por Gene Wilder, Peter Boyle, Marty Feldman, Cloris Leachman, Teri Garr, Madeline Kahn, Gene Hackman, Richard Haydn, Kenneth Mars, entre otros.
El guion es de Mel Brooks y Gene Wilder; y es una parodia del cine de terror, en particular, de las adaptaciones cinematográficas de la novela de Mary Shelley:
“Frankenstein” (1818), y más en concreto, de las película producidas por Universal, hacia las cuales Young Frankenstein hace un cariñoso homenaje.
Esto se refleja, en el hecho de que la mayoría de las piezas del laboratorio, por ejemplo, son las mismas que las usadas en la película “Frankenstein” (1931), diseñadas por Ken Strickfaden; quien trabajó en más de 100 películas, y en la serie de TV “The Munsters”, siendo Young Frankenstein, su último trabajo.
De este modo, se pudo usar los efectos especiales de las máquinas de alta tensión, e incluso la famosa plataforma elevadora para interceptar los rayos eléctricos…
Todo estaba del lado del realizador para reflejar más eficazmente la atmósfera de aquellas viejas películas, por lo que Brooks rodó la suya en blanco y negro, una rara elección en aquella época.
Y es que el manejo de mecanismos visuales caídos en desuso, de efectos especiales evidentes, el rodaje absoluto en estudios, casi de manera artesanal; y el ajuste preciso de la música a la acción y a la narración; confirieron a Young Frankenstein, ese homenaje y esa nostalgia de la que antes les hablaba.
Pero todo esto no la hace anticuada, pues si bien, esa manera y ese fondo simbolizan la añoranza y el afecto respetuoso; la historia y la puesta en escena que les otorga el director, la elevan a la cima de la modernidad sin contestación alguna.
El realizador, insistía sin tregua, en que todo debería ser lo más semejante posible a las producciones en las que se basaba, e igual que la fotografía, deberían ajustarse el resto de los elementos cinematográficos del filme, la dirección artística, el diseño de decorados y vestuario, y por supuesto, la música.
Esto le acarreó problemas con la productora Columbia, que se negaba a adoptar un formato en desuso, pero al cual, Brooks no estaba dispuesto a renunciar.
Así pues, y ante la negativa de los estudios, optó por no hacerla…
Pero la suerte estuvo de su lado, y poco después, la Fox puso a su disposición, lo estrictamente necesario para llevar a cabo el proyecto que hoy podemos celebrar.
Porque Mel Brooks no tuvo miedo al hacerlo, y seguramente por ello se embarcó en tan atrayente y loca aventura.
Brooks, ese director que hasta entonces aparecía como un realizador desbocado, capaz de cualquier cosa por arrebatar carcajadas, muchas veces sin medida, encuentra en esta ocasión, quizás tocado por la varita mágica de la materia prima y del conjunto de compañeros de viaje, la seguridad y la habilidad para afrontar un trabajo que concluirá de manera impecable.
Consiguiendo de esta hilarante parodia, una historia especialmente conmovedora.
Pues bien, todo aquello que deseó Brooks pareció cumplirse:
“Yo no quiero que sea sólo divertido…
Querría capturar los sentimientos eternos de Mary Shelley, y la inquietante y hermosa calidad que James Whale legó en sus películas.
Que no sean sólo chistes, que tenga que ver con el comportamiento, pues el comportamiento puede ser muy divertido”
Eso y más, hicieron de Young Frankenstein, una de las grandes comedias de la historia del cine, una parodia que a pesar de su hilarante curso satírico, consiguió erigirse en el más respetuoso homenaje a un género, y a una época que no podremos dejar de amar.
Young Frankenstein se rodó en escenarios reales del University of Southern California; y en los platós de Fox Studios, en Century City, L.A., EEUU; con un presupuesto $2,8 millones, y generó por venta de taquillas, la cantidad de $86,3 millones en EEUU solamente, más $38,8 millones por la venta de alquiler en los videoclubes; y $15,5 millones por la venta del DVD/Blu ray.
Además, obtuvo 2 candidaturas al Oscar como mejor guión adaptado, y sonido.
Curiosamente, Young Frankenstein está producida, coescrita y casi codirigida por el propio Gene Wilder, quien sin ser un genio en la dirección, se ve que puso a Brooks en su sitio para completar una historia que podría servir casi propiamente como secuela del original “Frankenstein” (1931), en vista de su trama:
El joven Dr. Frederick Frankenstein (Gene Wilder), pronunciado “Fronkensteen”, es un neurocirujano estadounidense que trata de escapar del estigma legado por su abuelo, El Dr. Victor Frankenstein, quien creó años atrás una horrible criatura...
Pero su abuelo ha fallecido, y él debe presentarse a reclamar la herencia en su castillo de Transilvania.
Frederick, siempre ha renegado de la leyenda negra acerca de los experimentos de su abuelo, pero una vez que se encuentra en el castillo, descubre un extraño manual científico, en el que se explica paso a paso, cómo devolverle la vida a un cadáver, y comienza a obsesionarse con los papeles de trabajo acerca del proceso de dar vida a los cuerpos muertos.
Junto con su ayudante, Igor (Marty Feldman), roban un cadáver, y le trasplantan un cerebro.
La criatura (Peter Boyle), es revivida gracias a la electricidad, pero el cerebro del trasplante, resulta ser la de un humano anormal, y el monstruo se vuelve incontrolable.
Fuera de sí, la criatura escapa, y varios habitantes de la zona, tienen aterradores encuentros con él.
Entonces, Frederick deduce que lo que precisa la criatura, es una transferencia de inteligencia de su propio cerebro.
Pero el pueblo se ha levantado en horda, y se dirige hacia el castillo, justo en el momento exacto en que Frederick se encuentra transfiriendo parte de su mente al monstruo.
A partir de esta premisa, seremos testigos de situaciones escalofriantemente cómicas, que llevarán al Doctor a abrirse a otros ámbitos de la ciencia que antes había repudiado.
Tomando todos los elementos típicos de una película de terror en clave de humor, la historia consigue hacernos reír en medio de contextos reservados al miedo.
Así, después de 40 años, Young Frankenstein es un film que sigue haciendo reír, su comicidad es fresca, y su “timing” es perfecto; que lo convierte en un clásico perenne, que sólo mejora con el paso del tiempo.
“What the hell are you doing in the bathroom day and night?
Why don't you get out of there and give someone else a chance?”
Sin lugar a dudas, Mel Brooks es un amante del cine, pues toda su carrera está basada en parodias a filmes y géneros populares.
La extravagancia y la singularidad de esta historia, basada en un guión trastornado, que se ríe de todos los preceptos del terror expuesto en la famosa historia de “Frankenstein”, una franquicia tan usufructuada desde el cine y la literatura, es realmente brillante.
Y aquí lo que hace, es realizar un afectuoso homenaje a la saga de “Frankenstein” que los estudios Universal filmaran en los años 30:
“Frankenstein” (1931), “Bride Of Frankenstein” (1935), “Son Of Frankenstein” (1939), y “The Ghost Of Frankenstein” (1942)
Incluso, Brooks se toma la molestia de obtener las maquinarias originales del film de James Whale, reconstruyendo el laboratorio del Barón a la perfección, y siguiendo plano a plano, las tomas de aquél clásico; siendo de hecho filmada en blanco y negro, con la misma tecnología de los años 30, y además, en el mismo estudio de grabación que “Frankenstein”
Todo eso se hizo con la intención de darle la misma ambientación.
Así, cuando uno logra separar la risa de todo lo demás, cosa que no es nada fácil, se puede sentir tanto el cariño de Brooks por la película original, como por su propio trabajo, además de su madurez como director.
Porque más allá del alto nivel de ejecución técnica que se deja ver, es palpable el balance que se logra aquí entre las distintas ideas presentes en las películas anteriores de Brooks.
Nada puede parecer demasiado escabroso en Young Frankenstein, aunque por favor, piensen que se realizó hace 40 años; y que la corrección política extrema de nuestros días, no había practicado aún su huracanado regreso, más bien, había quedado atrás, obsoleta, confinada a pasadas épocas de encorsetamiento.
Por lo que Young Frankenstein rompe los moldes, y se desarrolla en clave de comedia absurda, repleto de variantes narrativas extremadamente exaltadas, con mucha enjundia y alevosa jocosidad, surgida de las descabezadas situaciones, con diálogos y “gags” altamente efectivos para ridiculizar el terror, para dotarlo de un simpático ilogismo jocoso, que en ocasiones incluso llega al “humor verde”
Todo empieza con una toma de un castillo abandonado y remoto, haciendo clara referencia a la cinta “Citizen Kane” (1941) de Orson Welles.
Esa imagen, de cierta manera juega como una predicción sobre el desarrollo del largometraje; al igual que en el clásico filme de Welles, Young Frankenstein presenta excelencia y balance en todos sus aspectos:
En la historia, la cinematografía, la actuación y la música.
Así, Frederick Frankenstein, es el bisnieto de Victor Frankenstein, el famoso científico loco que hacía experimentos para revivir a los muertos.
Frederick, sin embargo, no quiere tener nada que ver con el vergonzoso pasado de su familia.
Él es un respetado y prestigioso neurocirujano, y profesor universitario.
Pero cuando le informan que ha heredado la propiedad de su abuelo en Transilvania, decide ir a conocerla.
Una vez allá, y con la ayuda de sus 2 asistentes de laboratorio, se verá siguiendo los pasos de su abuelo; tanto que eventualmente creará su propio monstruo, y en el proceso, se enfrentará a su pasado familiar, su identidad, su destino, y todo lo que eso conlleva.
En Young Frankenstein, existe realmente una historia, y un desarrollo paulatino de la misma, con ocasionales e inesperados chistes, lo que potencia su gracia.
Siendo preferible el humor esporádico, pero de calidad, que no inunda todo el tiempo la pantalla con mala comedia.
Mucho del metraje funciona gracias a las continuas improvisaciones que los actores realizan delante de cámaras; la imitación burlesca de éste, se construye con respeto, admiración, intenciones de homenaje, y desde la acreditada cinefilia que caracteriza al realizador.
El desarrollo incorpora recursos de humor de muy diversa naturaleza, que se combinan con acierto, y en proporciones adecuadas.
Hay lances de humor negro, expresiones ingeniosas, ironía, sátira, juegos de palabras, equívocos, elementos absurdos, rupturas de las convenciones habituales de la representación, torpezas, rarezas, confusiones, malentendidos, etc.
Tienen gran importancia la gestualidad, la caracterización de los personajes, las referencias al sexo, los sobreentendidos, las insinuaciones, y algunos desmadres.
De hecho, éstos se presentan con unos niveles de contención y mesura que tienen poco que ver con los extremos que alcanzan en comedias posteriores de Brooks.
En especial, Gene Wilder que suele ser un actor irritante, pero su sobreactuación a niveles siderales en Young Frankenstein, da el punto justo para crear un científico loco memorable.
Y se toma sus tiempos para darle profundidad a la historia:
El discurso de Wilder en el momento de darle vida a la criatura, es brillante; y quizás, donde la obra patine un poco, sea cerca del final, con la mentada transferencia de cerebros…
Pero al menos sirve de excusa para brindar un final optimista.
Como dato, el metraje final original, duraba casi el triple de lo que dura la versión final, y esto les hizo replantearse que “gags” tenían más gracia, quitando los peores; de hecho, hay algunas escenas filmadas eliminadas, y lo cierto es que no están a la misma altura, alguna es hasta aburrida, y otras modifican ciertos elementos argumentales.
Respectivamente, hay 2 escenas, la del ermitaño y la de la niña que deshoja flores, que son prácticamente calcos de la cinta original de Whale, aunque ésta cuenta con finales hilarantes.
De esta línea argumental clonada, surgen la misma temática sobre los peligros de que el ser humano juegue a ser Dios, creando vida de la nada, o sobre donde está el límite de los experimentos científicos, aunque como digo, esto es muy superficial aquí; pero está repleta de méritos propios, destacando como mayor acierto sus brillantes diálogos, que pasan a la posteridad como de lo mejor del género del absurdo.
Así el cúmulo total es para reírse, porque aunque a veces haya cierto toque de absurdo, está muy bien llevado, como el policía con brazo de madera, al que nadie entiende cuando habla, o esos momentos en los que las mujeres cantan ópera cuando están en plena excitación...
Y precisamente, a pesar de su antigüedad, Young Frankenstein tiene algunos chistes subidos de tono, que la hace una película no recomendable para los menores.
Entre sus virtudes perdurables, se pueden citar la efectividad de las combinaciones de elementos contrarios, como:
Ternura y fuerza bruta, ciencia y pulsiones compulsivas; lirismo y terror... el uso de referencias mitómanas como peinado de la novia de Frankenstein; la generalización de defectos y deficiencias personales, como que nadie pronuncia bien el nombre de un personaje, etc.
Y entre las curiosidades están:
Al principio se oye a un reloj tocando las campanadas, pero atención, en vez de tocar 12 campanadas, se tocan 13 campanadas, que da inicio a lo que veremos, no será nada apegado a la realidad, dicho esto con sarcasmo e ironía.
El experimento que menciona el estudiante, del gusano que volvió a la vida, sale en el prólogo de la novela de “Frankenstein”
Dicho experimento, fue conducido por Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin…
El gag de la joroba que cambia de sitio, fue idea de Martin Feldman, de hecho, durante varios días de rodaje, se la fue intercambiando de lado, hasta que alguien se dio cuenta, y decidieron incluirlo en la película.
El periódico que lee Frederick cuando viaja en tren, al principio, es un periódico semanal real de medicina.
El postre que toman en la famosa escena del comedor, es un “Schwarzwalder Kirschtorte”, su traducción literal seria:
“Pastel de cereza del bosque negro”
Y hablando del director, que le encanta hacer cameos en sus películas, asignándose algún personaje peculiar, sin embargo, en esta no sale físicamente, tan solo su voz “en off” en una escena “Werewolf”, y haciendo de Victor Frankenstein; también Brooks es quien realiza el sonido del gato cuando están jugando a los dardos.
Entre lo más curioso de Young Frankenstein, se encuentra la altísima presencia judía que hay entre sus creadores e intérpretes.
Pero esto fue el resultado de una mera casualidad.
No se me ocurren otras películas donde tanto el director como su coautor, Brooks y Gene Wilder, y 3 de los actores, incluyendo a Madeline Kahn y Marty Feldman, sean judíos.
Curiosamente, ninguno volvió a alcanzar, ni de lejos, el extraordinario nivel que muestran aquí, unos como intérpretes, y el otro como director.
Pero en Young Frankenstein, cada actor tiene un personaje que representar, y lo hace de manera extraordinaria.
El protagonista, Gene Wilder, muestra su típica pasión e intensidad, que se ven magnificadas por los conflictos ridículos a los que se va enfrentando.
Para Gene Wilder, recientemente fallecido por causas asociadas al Alzheimer, Young Frankenstein era su mejor película.
Mientras Peter Boyle encarna al monstruo, casi sólo mediante humor físico, que hace maravillas con el lenguaje corporal y sus tiernas miradas.
Es una criatura humana y querible.
En el momento que se descontrola y sale de ronda, sus escenas son memorables, como el encuentro con el ciego, que es una de las escenas más cómicas de la historia del cine; o los contrapuntos amorosos con Madeleine Kahn, como Elizabeth, la prometida intocable de Frederick.
También vemos a Cloris Leachman, como la terrorífica ama de llaves, Frau Blücher; cuyo nombre encabrita a los caballos…
Se dice que el director engaño a la actriz, diciéndole que Blücher quiere decir “pegamento” en alemán, pues las patas de los caballos se usan para fabricarlo; y la realidad es que no se parece en nada, y que no tiene una traducción directa, de hecho, es un apellido común.
La razón real del encabritamiento, es que es una mujer terrible que da miedo solo con mencionar su nombre, o bien, con alguna y muy sutil connotación sexual bestial, que la hace impagable, con su acento alemán y su presencia magnética, lástima que sale poco.
Otros protagónicos son:
Teri Garr, como la descarada y apetecible Inga; Kenneth Mars como el manco inspector Kemp, emulando nítidamente al Dr. Strangelove de “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (1964) de Stanley Kubrick.
Y la sorpresa especial, un Gene Hackman magnífico, en el corto papel del ermitaño ciego que coprotagoniza la mejor escena del film, en la que el samaritano invidente, encuentra un desorientado monstruo, y le ofrece su desinteresada hospitalidad, y termina el monstruo huyendo despavorido ante las meteduras de pata del ciego, lo más divertido sin duda.
Y claro está, la verdadera joya aquí es la actuación de Marty Feldman como Igor, o debería decir ¿Aigor?, el asistente de laboratorio; que no desperdicia ni un segundo de los que aparece en pantalla para hacer reír.
Su sola presencia física, inspira risa, con sus ojos chuecos, su postura jorobada, la peculiar sonrisa que lleva en la cara...
Todos esos elementos, indican algo excepcional, y el personaje a menudo parece saber no sólo lo ridículas que son las situaciones en las que se encuentra, sino que también que se encuentra en una película, con su acento británico, y sus comentarios, no hacen más que desequilibrarnos.
Simplemente su penetrante mirada es suficiente para hacernos reír, pero sus momentos en pantalla, su estilo, su bastón, y sus frases directamente a cámara, son con diferencia, lo mejor.
Si no fuera por él, Young Frankenstein habría rebajado su puntuación notablemente.
Todos ellos, están inmersos en la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Gerald Hirschfeld, con ese aire gótico-romántico del cine de terror clásico, con una puesta en escena muy cuidada, y unos “gags” que lejos de reírse del género, lo engrandece
Tampoco es desdeñable la vis misógina de Mel Brooks, retratando a la mujer de modo caricaturesco:
Por un lado, Inga, la rubia buenorra sin mucho cerebro dispuesta a sexo sin problemas; y por otro está la novia de Frederick, Elizabeth, una mojigata intocable.
Tampoco está mal reírse de las taras físicas de los demás:
Un jorobado con los ojos saltones es algo “muy gracioso”, sobre todo para los niños pequeños, o bien, los beneficios de un pene monstruoso, entre otros chistes de carácter sexual, como pechos, y relaciones sexuales.
Y el final, es lo que veo más absurdo; es como si no dejasen las cosas sin acabar.
Por último, la banda sonora corre a cargo de John Morris, con ese inolvidable solo de violín, “Transylvanian Lullaby”, el leitmotiv de la composición; es lírico, emotivo, fácilmente identificable y pegadizo.
La partitura, consta de 14 temas, algunos tan gratos como “Wedding Night” y el retrato sonoro de Frau Blücher.
“It's pronounced “eye-gor”
Young Frankenstein es sin lugar a duda, una obra maestra, tanto que aparece en el puesto #13 de “las 100 películas estadounidenses más divertidas de todos los tiempos” del American Film Institute; así como en la lista:
AFI's 100 Years... 100 Songs con “Puttin' on the Ritz” en el puesto #89; y nominaciones en otras listas, como:
AFI's 100 Years... 100 Movie Quotes de Igor con “What hump?”;  AFI's 100 Years of Film Scores; y AFI's 100 Years... 100 Movies/10th Anniversary Edition.
Por su parte, la crítica más institucionalizada de EEUU, la reconoció como película “culturalmente relevante”, y una copia de Young Frankenstein, se encuentra conservada en La Biblioteca del Congreso de EEUU.
Además, fue 3° título más taquillero en su país, en 1974; y ha recibido multitud de elogios, sobre lo hilarante que resulta.
En abril de 2006, el mismo Mel Brooks empezó a hacer una composición para una adaptación a musical de Broadway de Young Frankenstein; que fue estrenada en Seattle, en El Teatro Paramount, en 2007.
Posteriormente, el musical se estrenó en Broadway en El Teatro Foxwoods, entonces Teatro Hilton, el 8 de noviembre de 2007, y se cerró el 4 de enero de 2009; siendo nominado a 3 premios Tony.
Así las cosas, hay una sensación extraña de intemporalidad y de trascendencia con Young Frankenstein.
No es sólo que haya sido filmado en los 70, con la intención de parecer una película de terror de los 30; tampoco es porque haya un aire que recuerde a algunos grandes humoristas del cine como Buster Keaton o los hermanos Marx...
Es más bien, algo similar a lo que ocurre en el caso del “Citizen Kane” (1941)
Young Frankenstein, es una comedia que sigue y que seguirá por mucho tiempo haciéndonos reír interminablemente, y cautivándonos con su originalidad.

“Blücher!”



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