Julieta

“Querida Antía,
Voy a contarte todo lo que no tuve ocasión de contarte porque eras una niña, porque me resultaba demasiado doloroso o por simple pudor...”

Lo que nos cuesta en muchos casos sacar lo que llevamos dentro…
Compartir con los demás, en especial con gente cercana, nuestras opiniones, nuestros sentimientos, nuestros deseos, nuestras preocupaciones…
Nuestro dolor.
Y lo que esto nos aliviaría si lo hiciésemos.
Sigmund Freud llegó a la conclusión, de que el inconsciente era como un gran depósito de recuerdos que cada persona relegaba al olvido, por ser demasiados penosos para permanecer en la conciencia.
Además, si el número y la intensidad de recuerdos que se acumulaban en el inconsciente, llegan a ser muy grandes, puede producirse una presión exagerada, una tensión.
Esto puede producir distintas anomalías psíquicas de distinta gravedad como complejos, histerias, y muchas más.
Es ahí, en ese inconsciente, donde duermen los recuerdos que atormentan:
La culpa.
Conozco gente auto convencida de su sino trágico, de que ha venido a este mundo a sufrir; y en muchos casos, se calla, se resigna y deambula, soportando una carga cada vez más pesada.
Como esperando el desenlace…
¿Quién no tiene miedo a la muerte?
¿Quién no tiene miedo a quedarse solo?
¿Quién no tiene miedo a ser reemplazado?
“Ya no tengo nada, sólo me quedas tú”
Julieta es un drama español, del año 2016, escrito y dirigido por Pedro Almodóvar.
Protagonizado por Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta, Darío Grandinetti, Rossy de Palma, Michelle Jenner, Pilar Castro, Susi Sánchez, Joaquín Notario, Nathalie Poza, Mariam Bachir, Blanca Parés, Priscilla Delgado, Sara Jiménez, Tomás del Estal, Agustín Almodóvar, Bimba Bosé, entre otros.
Julieta está inspirada en 3 relatos de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2013, la canadiense Alice Munro:
“Chance”, “Soon”, y “Silence”; sobre un personaje llamado Juliet Henderson, incluidos en su libro “Runaway” (2004)
Almodóvar compró los derechos en 2009, y hay que decir que llevaba tiempo trabajando en su adaptación al cine; tanto que en una escena de “La Piel que Habito” (2011), la actriz Elena Anaya sostiene en sus manos, precisamente ese libro de Alice Munro.
Esos relatos contenidos en ese mismo libro, han servido de inspiración para Julieta; siendo la 3ª adaptación de un texto ajeno.
Las 2 anteriores fueron “Carne Trémula” (1997), basada en un texto de Ruth Rendell; y “La Piel que Habito” (2011), basada en un texto de Thierry Jonquet.
Según el propio Almodóvar:
“Julieta no es un melodrama, sino un drama en el que no cabe el humor.
Se trata de un drama dentro del universo femenino en el que no hay espacio para el humor, y sí mucho sufrimiento.
Aunque yo no quiero que los protagonistas estén llorando todo el tiempo, verdaderamente están sufriendo muchísimo”, dijo.
De hecho, el director manchego reconoce que ha eliminado del montaje todos los elementos humorísticos que había introducido en los ensayos; y ha hecho una historia de mujeres, sobre el dolor, la culpa y la pérdida; afirmando que la película sería un retorno a su “cine de mujeres”
Anteriormente titulada como “Silencio”, porque según el director, “el silencio es el principal elemento que impulsa las peores cosas que le suceden a la protagonista femenina”, Julieta tuvo su estreno internacional en El Festival Internacional de Cine de Cannes, donde fue seleccionada para competir por La Palme d’Or.
Julieta marca la 20ª película de Almodóvar; cuyo rodaje se ha llevado a cabo por puntos muy distintos de España, como:
Las Rías Altas gallegas, La Sierra de Huelva, Madrid, y Los Pirineos aragoneses.
Silencio ante un argumento que pretende hablar con lenguaje estilizado y contenido de los sentimientos más devastadores, de la depresión a perpetuidad de una mujer que sufre el rechazo y el abandono.
La vida de la protagonista, está documentada entre los años 1985 y 2015.
Julieta (Adriana Ugarte/ Emma Suárez) vive en Madrid, y acaba de perder a su marido, Xoan Feijoó (Daniel Grao)
Su hija, Antía (Jimena Solano/Priscilla Delgado/ Blanca Parés), acaba de cumplir 18 años, y decide huir sin ninguna explicación.
Julieta intenta encontrarla por todos los medios, pero lo único que descubre, es lo poco que sabe de su hija.
Años después, superada la crisis del distanciamiento, cuando Julieta está a punto de abandonar Madrid para irse a vivir a Portugal con su nueva pareja Lorenzo Gentile (Darío Grandinetti), se encuentra por casualidad con Beatriz (Sara Jiménez/Michelle Jenner), una antigua amiga de su hija Antía, de la que no sabe nada desde hace años.
“Bea” le cuenta que vio a Antía en el lago Como, en Italia; y que tiene 3 hijos...
Aturdida por la noticia, Julieta cancela su viaje a Portugal, y decide escribir sobre su hija, desde el día en que conoció a su padre durante un viaje en tren...
La Julieta de Almodóvar, es una mujer fuerte, a la que la vida ha tratado mal, que nunca pierde la esperanza, y lucha por el amor romántico, familiar, maternal...
Es una historia llena de silencio:
El silencio de Xoan, lo que su padre no dice a Julieta, lo que Julieta no habla con su hija Antía, lo que Antía no explica a su madre después, lo que Julieta no cuenta a Lorenzo sobre su vida...
En silencio también se cierra la película, en un gran final que cierra una nueva gran obra de Almodóvar; que habla del destino inevitable, del complejo de culpa, y de ese misterio insondable que nos hace abandonar a las personas que amamos, borrándolas de nuestra vida, como si nunca hubieran significado nada.
Y del dolor que ese abandono provoca en la víctima.
¿Si le quitas el dolor a esta historia, que queda?
Queda la profunda comprensión, la solidaridad humana, la empatía...
Esta es la magia del cine
“Tu ausencia llena por completo mi vida y la destruye”
A diferencia de toda su filmografía anterior, en Julieta, el manchego abandona por completo esa mezcla de humor y lágrimas típica de la casa, para entregarnos una historia contenida, dura y sin concesiones al exceso y al melodrama.
El presunto “nuevo Almodóvar”, es un tipo que fabrica dramas áridos, desprovistos de humor, sin disfraces ni concesiones, en los que se analiza con predisposición de cirujano, por primera vez no plástico, cada vena, estría, poro, arruga o marca dejada por el paso del tiempo en el rostro de uno de sus retratados.
No hay que ser muy listo para intuir que el personaje de Julieta va a ser arrastrado por el abismo durante algo más de 90 minutos, tiempo en el cual, su creador nos va a mostrar todas y cada una de sus heridas, puesto que ahora sus personajes no lloran, se contienen.
Dicho y hecho.
“He luchado mucho con las lágrimas de las actrices, contra la necesidad física de llorar.
Esa lucha es muy expresiva.
No es por pudor, es porque yo no quería lágrimas, lo que quería era abatimiento.
Eso que se queda dentro después de años y años de dolor.
Esta es una película de mujeres imperfectas, pero defendibles, como sois, como somos todos.
El cine es mi vida de una forma total.
Lo cual, de alguna forma me condena.
Si no estoy involucrado en una película, mi vida me resulta triste”, dijo el director.
Así, con una sedosa tela roja brillante que ocupa toda la pantalla mientras vemos los primeros títulos de crédito; que parece un telón de teatro; la cámara sube y se detiene para decirnos que estamos viendo una película de Almodóvar.
De repente, la tela roja empieza a moverse, y nos damos cuenta que se trata de una bata, y se mueve suavemente de arriba y abajo por la respiración de la mujer que la lleva.
Unos primeros fotogramas que son puro Almodóvar, y que nos advierten que estaremos muy pendientes de esa mujer, que respira y vive.
Ella es Julieta, una profesora de 55 años que comparte su vida con un escritor.
Parece estable y tranquila en su madurez...
Con un “flashback” vemos cómo de joven profesora de griego, explica a sus estudiantes adolescentes el significado de la palabra “pontos” o “camino al mar”, y su relación con las aventuras de Ulises.
Este sentido mítico de la vida, determinará el destino de Julieta.
En su personal Odisea, las señales y los personajes secundarios, serán los desencadenantes de las peripecias melodramáticas de su vida.
Como en la más arraigada tradición determinista de nuestra cultura, en la que “cada uno tiene lo que se merece”, sobre todo cuando se habla de culpas y dramas; la protagonista deberá superar las pruebas de su destino, para alcanzar el “euxinos pontos” o “mar acogedor”, en una de sus acepciones.
Así, un día, un fortuito encuentro con alguien del pasado, hará que todo estalle; y será aquí cuando comenzaremos a conocer a la verdadera Julieta, y todo lo que oculta; y lo hace a través de una carta para su hija Antía, donde le confiesa lo que nunca se atrevió a decirle.
Pero Antía abandonó a su madre cuando tenía 18 años, y Julieta lleva 12 años sin saber nada de ella...
Julieta se centra en la zozobra psicológica de una mujer depresiva que sufre por culpa, ausencia, pérdida… incapaz de rehacer su vida, sin rumbo, que recuerda a través de un “flashback”, diversas situaciones trágicas, utilizando Almodóvar a 2 actrices para los diferentes momentos de su existencia.
Es un drama materno filial esculpido, desde los propios intestinos, con la delicadeza y sensibilidad del mejor clasicismo.
El dolor transpira por cada uno de los poros de la imagen.
Julieta habita dentro de una clásica tragedia griega de las que habla en clase de literatura, es inevitable.
En lo técnico, su genial manejo del primer plano, al que recurre en Julieta, es más que nunca buscando la intimidad; y vuelve a usar el monólogo casi epistolar, para que su historia avance en varios momentos.
Los personajes no muestran, narran.
Un laberinto que esconde tras el papel pintado de sus muros, un sinfín de secretos, por ello no vemos como el lesbianismo es arrebatado y enterrado en un retiro de Los Pirineos; donde el fanatismo religioso da permiso a la infeliz Antía para justificar su dolor, y proyectar la culpa en su madre.
Y la difícil y compleja relación con la figura de la madre, tanto de la protagonista Julieta, como de ésta con su propia hija, y también hacia su minusválida progenitora, que sólo aparece en un par de solitarias y dolorosas secuencias.
Engendrar vida, una de carácter filial en la filmografía del director español, se asemeja casi a un “karma” y a una tragedia, un hecho que aplasta y enfrenta a los atormentados roles creados por su genio, con los traumas y dolores que significó para ellos mismos, la experiencia de la vida familiar donde les correspondió nacer y crecer, producto del azar.
La esencia y acontecimientos narrados de los 3 relatos de Alice Munro, se vierten en Julieta:
El viaje en tren “Destino”; la visita a casa de los padres de Juliet “Pronto”; y la separación entre madre e hija “Silencio”
Son 3 acontecimientos que pueden parecer en un principio banales, pero que sin embargo cuentan una vida y su tragedia:
Conocer al hombre de su vida, el pescador todo sexualidad y masculinidad llamado Xoan, tras un suceso traumático; conocer verdades que duelen, sufrir la ausencia y el abandono, así como cargar con un sentido de culpa.
Y el director, en su afán de entender, comprender y querer a sus personajes, esa madre y esa hija, se permite regalarles otro final posible…
Este trajín constante, también contribuye a la sensación de alud temporal que desprende Julieta.
No es la primera vez que Almodóvar fragmenta sus historias, empleando saltos temporales, pero nunca hasta ahora, había hecho de este recurso, un elemento central y constante.
En los concisos 95 minutos que dura el metraje, conocemos 3 décadas en la vida de la protagonista, las mismas que el director lleva haciendo cine, desplazándonos hacia delante y hacia atrás a medida que Julieta avanza e interrumpe esa larga carta en la que derrama, cómo se han degenerado y roto sus relaciones con su padre, con su marido, y con su hija ausente.
El relato queda violentado por elipsis, pero Almodóvar trata esta discontinuidad con un tacto que le permite insertar un precioso paréntesis onírico-naturalista, en el que la madre enferma de Julieta recobra la lucidez, sin que a nuestra mirada le extrañe ni moleste ese sueño feliz, y, sobre todo, culminar el tránsito entre las edades del personaje principal.
Esto es, entre los rostros de Adriana Ugarte y Emma Suarez, con una sencilla idea lírica, que expresa con claridad meridiana, el envejecimiento no ya de un cuerpo, sino de un alma a la que, de pronto, todo le pesa.
Pero si hay un punto sublime, que demuestra una vez más el ingenio del director, es esa escena de la bañera, donde veremos a una Julieta realmente machacada por los acontecimientos y hundida, como resultado de estos, en una profunda depresión.
Una joven atractiva pero carente de vida, que tiene que ser asistida por su propia hija adolescente para salir del agua...
Así, y mediante el milagro de una simple toalla, Almodóvar aprovechará no sólo para cambiar de actriz, de Adriana Ugarte, la juventud de Julieta; a Emma Suárez, la madurez del personaje; sino también para simbolizar el paso de los años, de un cuerpo que poco a poco se marchita, y de un alma destrozada.
Una elipsis temporal que introduce al espectador, sin saltos molestos ni bruscos, a otra etapa de la vida de nuestra protagonista.
Y Almodóvar sabe crear imágenes visuales que golpean al espectador:
Ese tatuaje de un corazón con un barco y las iniciales de J y A, que es el centro del cártel que anuncia la película… se convierte en un recurso crucial para visualizar la tragedia.
Es el tatuaje que lleva en el brazo, Xoan, el pescador.
Almodóvar quiere dejarnos claro, que sus personajes van a vivir un drama encapsulado en el concepto de la tragedia griega, pero eso ya lo sabíamos antes de semejante juego de redundancias, que nos llevarán en última instancia al encuentro de la joven con un novio pescador.
Tampoco hacía falta que un ciervo, por muy bella que resulte la imagen, recorriera a cámara lenta junto a la protagonista parte de su trayecto en tren, un pasaje onírico, que vuelve a remarcar la predestinación de toda tragedia, y que nos presenta por primera vez en el metraje al sentimiento de culpa que volverá a aparecer de forma recurrente en este relato sobre la soledad y la pérdida.
Así, escrito con caligrafía “hitchcockiana”, el gran caudal de primeros planos, con cierto aire de “Rebecca” (1940) en Rossy de Palma ataviada con un estropajo metálico en la cabeza que pretende el simbolismo con la tétrica ama de llaves, Mrs. Danvers; y pintado en algunas escenas, con esos colores ya marca Almodóvar que recuerdan al Godard de la primera época; Julieta rastrea títulos como “Stella Dallas” (1937) de King Vidor, y “Mildred Pierce” (1945) de Michael Curtiz, ambas centradas en el enfrentamiento entre una madre que lo da todo por su hija, y una hija que se aprovecha de la madre.
De nuevo Almodóvar está altísimo como director de actrices; porque uno de sus elementos habituales, es lo bien que suele escoger sus repartos, y el caso de Julieta, vuelve a demostrar su ojo tanto a la hora de elegirlos, como de sacar lo mejor de todos ellos.
Eso sí, aquí casi todo está al servicio de Emma Suárez y Adriana Ugarte, pero sin que ello suponga descuidar al cuidado elenco de secundarios.
De hecho, tanto Suárez como Ugarte ofrecen su mejor actuación a la fecha, y eso que la segunda empieza un poco desubicada, aunque no tarda en hacerse con el personaje, y ofrecernos grandes momentos respetando esa apuesta de Almodóvar por narrar desde la contención.
Esto es un arma de doble filo, ya que requiere de un esfuerzo extra de los actores para llegar al espectador, pero puedo decir con alegría, que sus 2 Julietas salen airosas del reto.
Según la actriz Emma Suárez, que realiza su primera colaboración con Almodóvar, el rodaje de Julieta fue una experiencia magnífica, y una oportunidad de hacer una película muy dura.
Según la actriz, la película no sólo habla de la soledad y de la fatalidad del destino, también es hacer un viaje, y entrar en territorios del dolor.
Vuelven a ser determinantes algunos personajes, aparentemente secundarios, como el de Mariam (Rosy de Palma), Beatriz (Michelle Jenner) o Ava (Inma Cuesta), cuyas intervenciones son decisivas para ir construyendo el devenir de Julieta.
Siendo esta, la 7ª película de Pedro Almodóvar donde interviene Rossy de Palma; pues además de Julieta; la actriz aparecía en:
“La Ley del Deseo” (1987), “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1989), “¡Átame!” (1990), “Kika” (1993), “La flor de mi secreto” (1995), y “Los abrazos rotos” (2009); y acá en un personaje que conecta de una manera oscura y enrevesada con aquella Juana a la que también daba vida Rossy en “Kika” (1993)
De hecho, no nos extrañaría que fueran familia…
Y aunque de otra forma, y con un carácter más secundario, no podía faltar la presencia masculina en la vida de Julieta; y aquí, nos topamos con Daniel Grao, y el argentino Darío Grandinetti, por su parte, ya un veterano en el cine de Almodóvar, que a pesar de no tener tanta fuerza como los personajes femeninos, cumplen con las expectativas.
Y los cameos particularmente absurdos de Bimba Bosé o Elena Benarroch, para demostrar que el Almodóvar más histriónico y estereotipado sigue vivo.
Pues dicen sus detractores, que en su cine solo salen travestis y prostitutas.
Como si eso, en caso de ser verdad, fuera algo criticable.
Pero lo cierto es que si algo ha explorado a fondo el manchego en sus 20 películas, ha sido el universo femenino, independientemente del sexo de nacimiento, y la profesión de sus protagonistas.
Los momentos más “almodovarianos” siempre han estado unidos a los conflictos femeninos, especialmente entre madres, hijas, y nietas.
Y por eso, sin llegar a ser un homenaje directo, en muchas secuencias de Julieta, encontramos la esencia de otros títulos suyos.
Me pregunto entonces, si el personaje de mujer doliente, víctima a veces de los hombres, pero sobre todo de sí misma, o del destino, no es un ítem propio desde hace tiempo de lo “almodovariano”
Los estados de ánimo de Julieta, se van modificando según sea el entorno en el que se encuentra.
Según Almodóvar, los paisajes elegidos, que son los de Sevilla, Galicia, Pirineo aragonés, y Madrid, son “personajes con entidad dramática”
Por ejemplo, las montañas pirenaicas, dan fuerza dramática a la historia, porque son zonas solitarias donde los personajes, en palabras del director, “pueden llevar un tipo de vida al margen de todo, de la sociedad y de testigos, de un modo aislado e impune”
Quizás se deba a que el guión se haya inspirado en los cuentos de la narradora canadiense Alice Munro, y por ende, las secuencias respectivas, están teñidas por su especial indagación en torno al alma, las alegrías y las frustraciones de una mujer adulta, frente a las exigencias de los días modernos.
En efecto, esa sensibilidad, la de Julieta golpeada por la disfuncionalidad de su familia, la soledad de su niñez y de su adolescencia, la imposibilidad de vincularse sentimentalmente y de verdad con su pareja, y después el mismo escollo con su única descendiente, se transforman en una estética universal acerca del dolor, el ahogo existencial, la depresión, y el hallazgo de la sanación, de la curación, llámenle como quieren, a través del oficio de la escritura.
Y el agua, el color, la lumbre, la fuerza del mar de Galicia, que todo lo limpia, lo lava, se lo lleva, y también lo devuelve.
Algunas de las secuencias más recordadas del cine de Almodóvar, se desarrollan en esta estancia clave en cualquier casa.
Y en Julieta, como no podía ser de otro modo, había que mantener la tradición:
Son 5 cocinas, 3 madrileñas, 1 gallega y otra andaluza; donde los personajes demuestran su estado de ánimo con la comida, ya sea haciendo un té, aliñando una ensalada, preparando una tortilla, tirando una tarta a la basura, cortando tomates, o desayunando unas pastas después de pasar la primera noche juntos.
Y en las esquinas, pimientos…
Muchos pimientos.
De hecho, si retiras la vista de los personajes por un segundo, Julieta es un verdadero festival cultural:
Vemos libros, cuadros, posters de exposiciones, esculturas...
Todo son homenajes del manchego a sus referentes creativos.
Nada está ahí por casualidad; aunque la decoración también sirve para realizar algún que otro guiño a su propio cine:
Los colores azul y rojo dominan casi todos los planos, ya sea en una habitación de hospital, o en una postal de cumpleaños.
Y cuando no lo hace, su universo sigue presente en un papel pintado de estilo setentero, que nos traslada automáticamente a aquel mítico apartamento que Manuela, el personaje de Cecilia Roth en “Todo sobre mi madre” (1998) tenía en la Barceloneta.
O al cine de otros, con un título de Aki Kaurismäki, y otro de un director iraní, جدایی نادر از سیمین (A Separation - 2011), de Asghar Farhadi.
Pocas escenas habrá del calibre en la filmografía europea de los últimos años, como esa escena central del último film del director manchego, en la que la Julieta joven, visita a sus padres en su Andalucía natal.
Resulta que la madre de la protagonista padece de Alzheimer, y ya no la reconoce.
Por lo que Julieta decide dormir con ella; y en media de la noche, la madre se despierta, y en un momento de lucidez, ve a su hija que duerme frente a ella.
Así tienen, en medio del silencio y la obscuridad de la noche, la charla madre e hija que no pudieron tener por la mañana, y que quizás no puedan volver.
Y me parece un acierto, terminar la historia en esa carretera rodeada de un bosque de gran belleza, y no alargarla más para ver el momento en el que se reencuentran madre e hija.
Para achacarle algo, queda la oleada de sorna y antipatía que puedan provocar los “Papeles de Panamá” y empañe los logros de la película; de hecho, el resultado es que se remite a los estudios de la consultora Rentrak, como la peor recaudación de una película de Almodóvar en 20 años, contaminada por la implicación de los hermanos Almodóvar en crímenes fiscales, sin embargo, no es posible demostrar la relación entre un hecho y otro.
Y queda la pregunta:
¿Qué culpa tiene Julieta de su pasado?
Nuevamente, el compositor Alberto Iglesias es el responsable de la banda sonora; siendo Julieta, la 10ª película con música de Alberto Iglesias; pues las anteriores fueron:
“La flor de mi secreto” (1995), “Carne Trémula” (1997), “Todo sobre mi madre” (1998), “Hable con ella” (2002), “La mala educación” (2003), “Volver” (2005), “Los abrazos rotos” (2009), “La Piel que Habito” (2011), y “Los amantes pasajeros” (2013)
La música, también es lugar para dejar que los amigos se luzcan, incluso los que ya no están entre nosotros como Chavela Vargas con “Si no te vas”, la única canción que suena en todo el filme, que pone dolor y voz al final de la historia.
Un homenaje personal de Almodóvar a su gran amiga, la cantante costarricense, naturalizada mexicana, fallecida hace 4 años.
“Si no te vas, te voy a dar mi vida.
Si no te vas, vas a saber quién soy, vas a tener lo que muy poca gente.
Algo muy tuyo.
Mucho, mucho amor.
Ay, cuánto diera yo por verte una vez más, amor de mi cariño.
Por Dios que si te vas me vas a hacer llorar como cuando era una niña.
Si tú te vas se va a acabar mi mundo, el mundo donde sólo vives tú.
No te vayas, no quiero que te vayas porque si tú te vas, en este mismo instante, muero yo”
La literatura mundial, ha escrito toneladas de versos sobre curar las heridas del alma o el corazón, pero poco se sabía hasta hoy, sobre el beneficio de escribir para cicatrizar heridas físicas de forma más acelerada.
Decía Alejandro Agudo en “Lápiz y papel, mercromina par las heridas”:
“Coger lápiz y papel, o un teclado, y convertir los sentimientos en palabras, es para muchos un alivio emocional, sobre todo cuando se han vivido episodios traumáticos.
La escritura sirve en ciertos momentos de la vida como terapia.
Esto no es nuevo, numerosos estudios realizados en las 3 últimas décadas lo demuestran.
Psicólogos y psiquiatras, incorporan la redacción como método de alivio emocional de sus pacientes.
Pero una investigación reciente de La Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, ha constatado que escribir ayuda, además, a acelerar la cicatrización de las heridas físicas”
El estudio publicado en la revista especializada Psychosomatic Medicine asegura, que la escritura funciona como cicatrizante, cuando está relacionada con eventos tristes, angustiantes, o relacionados con sentimientos que no puede expresar el paciente por otras vías de comunicación.
Por tanto, la confrontación de hechos traumáticos, mediante expresión tanto verbal como escrita, tiene efectos positivos sustanciales en personas con dificultades para verbalizar sus emociones.
En este sentido:
¿Qué diferencia hay entre redactar y hablar?
Verbalizarlo también es importante, pero normalmente hay un interlocutor que va a intentar aconsejarnos o consolarnos.
Eso no pasa cuando escribimos.
En un papel, que sabemos que nadie va leer, solemos ser más sinceros, y puede resultar más terapéutico, pues no hay más interrupción que la de quien la lee; y cuando uno menciona aquello que no puede ser nombrado, se libera.

“Cada uno tiene lo que se merece”



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