Kingsman: The Secret Service
“Since 1849, Kingsman Tailors have clothed the world's most powerful individuals.
In 1919, a great number of them had lost their heirs to World War I.
That meant a lot of money going uninherited.
And a lot of powerful men with the desire to preserve peace and protect life”
Es un hecho irrefutable, que las películas de James Bond cambiaron al cine; aunque el género no fuese algo nuevo, la presencia del personaje con semejante personalidad, causaba la rebelión en la industria.
Cabe decir, que el espionaje es un tema bastante recurrente en la historia del cine, y más en la sociedad actual, en que los avances tecnológicos permiten que nuestras conversaciones sean escuchadas, y nuestra imagen registrada hasta extremos insospechados.
Por ello, la saga de James Bond, creada por Ian Fleming, posiblemente sea la más conocida; pero lo interesante es que su comportamiento no ha variado mucho, excepto en sus últimas entregas, donde se ha mostrado rebelde ante las costumbres; el caballero inglés sigue siendo elegante a la hora de luchar con sus villanos; y ha pasado mucho tiempo, para que la fórmula se adaptara a otro personaje, pero esto vino en forma de comic; sin embargo, no ha habido ningún filme de espías, centrado en un protagonista adolescente, que esté a la alturas de las circunstancias, hasta ahora.
“The Secret Service”, es una serie de 12 comics del género de espionaje, publicado en el 2012, siendo escrito por Mark Millar, e ilustrado por Dave Gibbons.
Mark Millar, es un guionista escocés de algunas de las series de mayor éxito de crítica y público de los últimos años; y su popularidad no es menor que la controversia que suscitan sus historias, repletas de sexo y violencia con tintes de humor negro, en las que trata provocativamente temas de política y de sociedad, así como otros más personales, mezclando continuamente el drama y la acción dramática más desenfrenada.
Mientras Dave Gibbons es un artista y escritor inglés, centrado sobre todo en el mundo del comic, que ha trabajado para las grandes editoriales de Estados Unidos y Gran Bretaña con todo tipo de personajes como:
Batman, Superman, Dr. Who, Dan Dare, o Green Lantern, pero no fue hasta que colaboró con el guionista Alan Moore, en la famosa obra de culto “Watchmen” para la editorial DC Comics, entre los años 1986 y 1987, que se le conoció formalmente.
Como dato, el tomo “Kingsman, The Secret Service” posee una publicación especial hecha por Panini Comics, que se presenta en formato libro de tapa dura y consta de los 6 números de la colección.
El tomo contiene 168 páginas a color, e incluye las portadas originales de los números individuales, así como las portadas alternativas en tinta; la cual trata de un espía reclutando a su joven sobrino al Servicio Secreto:
Gary London, es un joven problemático de un barrio marginal de Londres, sin estudios ni trabajo, vive con su madre y su hermano pequeño en el piso del novio maltratador de su madre.
Gary además frecuenta malas compañías, y ha tenido varios encontronazos con la ley por su mala conducta.
Lo único que impide que Gary acabe en la cárcel, es su tío Jack, y su peculiar trabajo; y es que Jack es uno de los agentes secretos más importantes del Reino Unido.
Sintiéndose identificado en Gary, y con ciertos remordimientos por no haberse cuidado de su familia durante años, Jack decide ofrecer a su sobrino, una oportunidad para salir de las calles, y lo enrola en la escuela de agentes secretos donde él se formó.
Por lo que Gary tendrá que poner a prueba sus habilidades, conseguidas en la calle, para destacar sobre los otros candidatos escogidos entre la élite de las fuerzas de seguridad.
Mientras tanto, Jack deberá investigar el secuestro de notables figuras de la cultura popular, y enfrentarse a una conspiración que tiene un objetivo más siniestro y que amenaza al mundo entero.
Así, Mark Millar pretende descaradamente orquestar un enfrentamiento entre clases sociales, y explotar lo supuestamente gracioso que es eso, mientras que por otro lado alimenta esta lucha de clases con una historia de espías digna de un film de serie b, con la idea de que a lo largo y ancho del mundo, están desapareciendo personas vinculadas a la cultura pop y a la ciencia ficción; presentando a un villano que bien podría ser uno de esos exaltados aficionados al comic con los que el autor se encuentra a cada salón o convención a la que va; megalómano como en toda buena película de James Bond, que pretende acabar con la humanidad tal y como la conocemos, con un arma que vuelve a las personas unas contra otras con especial violencia.
Evidentemente, el comic posee rasgos de las clásicas películas de James Bond, y otros “thrillers” de espías famosos, cargadas de acción, violencia y mala baba, muy divertidas, y por lo general, políticamente incorrectas; pero siempre centrándose en un delincuente adolescente que se mueve por los barrios bajos de Londres, y que pronto verá como su vida da un giro de 180°, gracias a la ayuda de un misterioso hombre… su tío.
La difícil y divertida adaptación de un chico de los bajos fondos en una sociedad elitista, resulta entonces entretenida y chocante, mientras que la trama de fondo, la de las desapariciones, va cogiendo forma hasta alcanzar grados de conspiración mundial.
De criminal, el joven pasa casi inexplicablemente, a encontrarse en la lista de los espías más importantes del país, protegiendo en secreto las calles que antes usaba únicamente en su beneficio propio.
“Manners maketh man”
Kingsman: The Secret Service es un comic del año 2014, dirigida por Matthew Vaughn.
Protagonizado por Colin Firth, Taron Egerton, Samuel L. Jackson, Mark Strong, Michael Caine, Sofia Boutella, Sophie Cookson, Mark Hamill, Jack Davenport, Tom Prior, Neve Gachev, Alisha Heng, entre otros.
El guión es de Matthew Vaughn y Jane Goldman; basados en el comic “The Secret Service” creado por Dave Gibbons y Mark Millar; y cuenta la historia de un agente secreto veterano, que lidera a un joven en el mundo del espionaje, y lo convierte en una máquina de espionaje.
Según el propio Millar, la idea del proyecto surgió durante la producción de “Kick-Ass” (2010) y tras el visionado de la cinta de James Bond, “Casino Royale” (2006)
Vaughn y Millar, se preguntaron:
¿Cómo pudo haber sido el entrenamiento que convirtió a Bond en el súper agente secreto que es?
Y pensaron que sería un buen material para un comic, y porque no, para una futura película.
Millar cogió la idea, y la llevó a su terreno, añadiendo una buena dosis de humor socarrón, y algo de crítica social; y se hizo una genial y recomendable parodia-homenaje al cine de espías, repleta de vigorosas secuencias de acción, con sus dosis de truculencia, y una premisa inteligente, que propicia que se desmarque del resto de propuestas similares; así como también incluye una feroz crítica contra el egoísmo y la corrupción de las élites políticas
Kingsman: The Secret Service cuenta la historia de una sociedad secreta de espías, que maneja algunos problemas de forma clandestina y elegante.
Cuando se enfrentan a una amenaza de eco terrorismo, deben reclutar a alguien que reemplace a su más reciente pérdida; y lo encuentran en manos de un joven que tiene problemas de comportamiento, pero que casualmente es el hijo de un agente que murió hace muchos años:
Gary “Eggsy” Unwin (Alex Nikolov/Taron Egerton) promete, y se convierte en el nuevo integrante de la sociedad; y su prueba final será luchar contra el eco terrorista que amenaza al mundo entero.
Así tenemos una historia de fondo, con un misterioso artefacto/implante que provoca reacciones híper violentas en la población; unos villanos muy malvados, muchas muertes, y una relación paterno-filial entre los 2 protagonistas que estrecha lazos poco a poco.
Kingsman: The Secret Service es un espléndido disfrute para los amantes del cine de acción, la comedia gamberra, y el cine de espías, incluso de los seguidores hípster, que sabe combinar los elementos de todos estos géneros con brío y garra, y que sabe conectar con el público joven, y a la vez, no esconder también una cierta ética en su propuesta.
¿Qué película incluye un “The Pomp and Circumstance Marches Op. 39” de Sir Edward Elgar, con cabezas explotando una tras otra, chistes sobre sexo anal con una princesa escandinava, y terminar con una lección sobre la importancia de los buenos modales, en la escena post-créditos más “educativa” jamás vista en una película de acción juvenil?
“Um, listen, boys.
I've had a rather emotional day, so whatever your beef with Eggsy is, and I'm sure it's well founded, I'd appreciate it enormously if you could just leave us in peace, until I can finish this lovely pint of Guinness”
Kingsman: The Secret Service, es todo lo que una película basada en comics debe ser y, sin embargo, no muchos se atreven a producir:
Excesivamente violenta, sarcástica, y con tragedias “reales”, se desliga de cualquier parecido con alguna otra producción que hayamos visto antes.
Aquí, el director Matthew Vaughn, reinventa el camino de los viejos espías con un sendero donde la energía y la vitalidad están presentes en todo momento; y lo hace con maestría, en un film que divierte, entretiene, tiene mucha acción, muy violenta en muchos casos; y que contiene escenas que pasan a formar parte del top particular del género, de esas que se te quedan marcadas a fuego por su impacto.
Y muy importante, tiene humor y flema británica.
Una de sus grandes virtudes, y en concreto de su director, es que consigue un equilibrio y tono perfectos en cada momento, que afortunadamente se aleja del pasatiempo banal, para convertirse en un peliculón “de tomo y lomo”
Cierto que tiene la misma temática que las demás entregas del mismo director como que “cualquier persona común puede volverse un superhéroe de la noche a la mañana, y lo único que se necesita es voluntad y actitud”; y aunque Kingsman: The Secret Service contiene sus par de clichés de los tipos de personajes de cero a héroe, esta vieja fórmula es manejada de una manera un tanto refrescante.
A pesar de que trata en época actual, tiene esta vibra que recuerda en ocasiones a los años 60; siendo irónica y básicamente:
“My Fair Lady con espías”
El propio inicio ya nos advierte de las verdaderas intenciones de Vaughn:
Lo que parece una “intro” de una película de James Bond, en la que vemos a uno de los agentes de la organización al rescate del profesor James Arnold (Mark Hamill), da una sorprendente vuelta de tuerca, y lo que hace realmente es servir de presentación del villano:
Richmond Valentine (Samuel L. Jackson), y su mortal secuaz con piernas de cuchilla metálica, Gazelle (Sofía Boutella)
Advertidos pues de la lúdica capacidad de sorpresa que hace gala el metraje, pasamos a conocer la historia de “Eggsy” (Taron Egerton), un joven de los suburbios del norte de Londres, que malvive dando pequeños hurtos, y contempla como su madre mantiene un relación con un gánster local, muy violento y malcarado.
Así pronto aparecerá en escena el agente Harry Hart / Galahad (Colin Firth), antiguo compañero del fallecido padre de Eggsy en la agencia Kingsman, el cual salvó su vida en un momento en el que bajó la guardia...
Todavía reconcomido por la culpa, le hará al joven y díscolo muchacho, la oferta de que haga la prueba para convertirse en uno de los agentes Kingsman, al igual que su padre.
La agencia, es una organización secreta que opera de forma independiente, y que busca preservar la paz en el mundo.
A partir de ahí, la trama se derivará en 2:
Una será una especie de “James Bond Begins”, en la que iremos conociendo las diversas pruebas que tendrá que superar Eggsy, para convertirse en uno de los súper agentes; y otra que seguirá la investigación de Harry Hart, para descubrir la verdad tras la muerte del agente Lancelot (Jack Davenport), y el secuestro del profesor Arnold…
Técnicamente, debemos citar que durante las escenas de acción, se ha buscado “acompañar” con la cámara, los movimientos más rápidos y lentos; así veremos entonces que sigue a las balas con movimientos rápidos, y al momento de contacto, se le da un efecto de “cámara lenta” para acentuar el efecto de fricción.
Por lo que Matthew Vaughn ha decidido recurrir a algo que ya es muy común en el cine de acción:
El efecto GoPro.
Al momento de recrear una escena de golpes, o en el caso de alguna secuencia de escape, la cámara se “adueña” del arma, en este caso, un paraguas-escopeta, algo muy Bond; o de alguna parte del cuerpo del protagonista, y nos invita a acompañar la acción en primerísima persona.
Como buena historia de espías, los protagonistas cuentan con toda clase de gadgets que simplificarán su tarea; de modo que usarán gafas que simulan una reunión “in situ”, con integrantes del servicio secreto que están en otros lugares del mundo; encendedores-granada; un transporte rápido entre el centro y las afueras de Londres; aviones, helicópteros, paraguas que se convierten en armas, puertas giratorias secretas, etc.
Muy curiosamente, con todo, tanto Goldman y Vaughn, se ríen de los dirigentes de hoy en día, de las puñeteras corruptelas que protagonizan, y lo hacen desde el humor.
Su humor es muy inteligente, con unos toques de sátira, atacando a la monarquía, o coqueteando con la iglesia; y agrega además un elemento crítico, y por ello se disfruta mucho más.
No obstante, para ser una adaptación de comics, Kingsman: The Secret Service sólo utiliza 3 personajes del material original:
Gazelle, aunque ahora es mujer; el doctor, ahora profesor Arnold; y Gary “Eggsy”, con nuevo apellido.
Así, la historia cambia radicalmente en algunos puntos esenciales.
No se trata aquí del tío Jack que arropa a su sobrino para convertirlo en un agente secreto, y sacarlo de los malos pasos en los que andaba como joven por las peligrosas calles de Londres...
Aquí la historia se desapega un poco del drama familiar, para pasar a un marco de historia más amplio y, ciertamente, más interesante en el que MI6 ya no tiene nada que ver, y la parodia de James Bond pasa a una organización privada de espionaje, tan misteriosa como exclusiva.
Aquí, ya no hay gobiernos involucrados, sino lo que en verdad estaba detrás de todas las películas de espías de La Guerra Fría:
La lucha incansable, de ideología bien marcada, entre el bien y el mal, la rectitud moral contra la irracionalidad dictatorial de algún megalómano, la alta etiqueta británica contra la “barbarie” de otro mundo secreto, misterioso, caótico y opresivo.
El hecho de cambiar las agencias de espionaje tradicionales, por unos sastres adinerados que se toman el deber caballeresco de seguir las enseñanzas de “La Mesa Redonda del Rey Arturo”, es brillante en muchos niveles.
Porque aquí, la parodia del género de espías británicos pasa por niveles mucho más sutiles, que las locuras burlonas de Mike Myers como Austin Powers, por ejemplo.
Y aun así, no se pierde nada de la diversión de la parodia.
La idea es una burla que pega más al contenido que a la forma, a la idea de que existen paladines de la justicia, que son completamente ajenos a los confines de la burocracia y de la política internacional, y que van haciendo lo que bien les parece según sus propios códigos de honor.
Es decir, que son como los agentes 00, pero con mucho más cinismo y más de libertad.
Y la idea de tener una “licencia para matar”, se expande a una completa locura de bellas coreografías sangrientas, que tiñen de fantasía violenta las misiones de los agentes.
Tal y como lo hacían “Los Caballeros de La Mesa Redonda”, estos espías no se tocan el corazón a la hora de defender su honor, la reputación de una dama, o la defensa de los débiles, que aquí, como buena expansión hiperbólica de parodia, pasan a ser 5 billones de personas.
Es en ese contexto que tenemos que criticar fuertemente el hecho de que hayan censurado una de las escenas más violentas de la película; una escena en dónde Harry Hart masacra a decenas de supremacistas blancos de Kentucky, en una iglesia; una escena que es finalmente, parte esencial de la trama, y que lleva a sus últimas consecuencias, la burla de las películas de espías:
¿No era acaso, el sueño húmedo de esas cintas, el ver a una agente, liberado de todos sus tapujos morales, matar a los intolerantes del mundo, los megalómanos racistas extremos, a la suma de la incorrección política?
¿No era acaso, la fantasía de toda película de James Bond, ver al agente elegante británico, masacrar a lo más bajo de la cultura estadounidense, y busquen en todas las cintas basadas en Ian Fleming, la estupidez básica y la bajeza caricaturesca de todos los agentes de La CIA?
Así, Vaughn y Millar, utilizan el recurso de dar la vuelta como un calcetín, al típico villano de la saga Bond, despojándolo de cualquier atisbo de glamour y sofisticación.
Un recurso novedoso, que convierte al malo de la función, en una exagerada antítesis de los héroes:
Un nerd que viste al estilo hip-hop, come hamburguesas, cecea al hablar, y se marea si ve sangre; frente al más alto grado de sofisticación, estilo, flema y elegancia puramente británicos, de una organización cuya tapadera es una sastrería, y en la que para ingresar, es tan necesario dominar armas y técnicas de combate, como saber llevar un traje a medida, comportarse como un “gentleman” y saber apreciar un buen licor.
Todo ello mediante el choque de clases, alta burguesía y trabajadora, Millar nos propone una historia que describe “las 2 Inglaterras”:
La de los paraguas, té y fina sastrería; y la de los “hooligans”, las pintas de cerveza, y los chándals reflectantes.
Con este conflicto, se pretende narrar una trama de tránsito, de camino hacia la madurez, y el descubrimiento del “yo”, de un personaje con el que cualquier adolescente medio podría sentirse identificado.
Así como la profundidad de la lucha del esnobismo contra la cultura popular de EEUU:
Un villano estadounidense, sirviéndole al espía elegante, un Big Mac con un vino extremadamente fino.
Del refinamiento del brindis cara a cara contra los celulares, de la violencia directa y coreográfica contra el asesinato distante de un pusilánime que piensa erradicar a 5 billones de personas desde algún lugar bien limpio, y lejos del olor a sangre...
Del reparto, tanto Colin Firth como Samuel L. Jackson, son excelentes en sus extravagantes personajes, muy al estilo Bond, pero un tanto torcidos:
Firth interpreta a la perfección el papel de Harry Hart, un espía que actúa bajo el nombre en clave de Galahad.
Cualquiera se preguntaría, antes de ver esta película, cómo sería ver a Colin Firth envuelto en un papel de acción.
Lo cierto es que ha traído toda su estirpe británica, aquel perfil del inglés que habla correcto, como en sus anteriores trabajos, por ejemplo, el de la interpretación del Rey George VI en la oscarizada “The King’s Speech” (2010), pero que en este caso, es letal al momento de luchar.
Excelente combinación; capaz de ser elegante, repartir mamporros como pocas veces he visto, y puntualizar frases sin despeinarse, muchas de esas frases son míticas…
El actor reconoció, no haber pisado nunca un gimnasio hasta su reunión con Vaughn, donde lo convenció de interpretar por primera vez, un rol protagonista en una película de acción; siendo la elección más adecuada que se podría haber hecho:
Un perfecto caballero del cine actual, que a la mínima que empiece a hacer llaves y dar volteretas, en las que Firth afirma que hizo el mismo el 80% de las escenas de acción, y que si no las hizo al completo, fue porque el seguro no se lo permitió; deja con la boca abierta a las plateas cinéfilas que nunca le habían visto hacer nada semejante.
Un dato curioso, durante mucho tiempo, se pensó que el director Matthew Vaughn, era el producto de una relación extramarital entre su madre y el actor Robert Vaughn, antes de que pruebas de paternidad lo hicieran el heredero del nieto del Rey George VI, el aristócrata inglés:
George de Vere Drummond.
Vaughn, pasó entonces de ser un hijo bastardo en Londres, a treparse al rango de la mismísima nobleza inglesa, y acabar conquistando Hollywood, hasta casándose nada menos que con Claudia Schiffer.
Si esta historia de “Cenicienta”, no se les emparenta a lo visto en Kingsman: The Secret Service, fíjense en la escena en la que Firth se hace pasar por un multimillonario inglés, y verán que da como nombre falso, ese rasgo distintivo que Vaughn aún esconde:
El apellido de Vere.
Así, Kingsman: The Secret Service, se acerca tanto a temas personales, que se nota la implicación, el amor y la parodia en su fabricación.
Por su parte, Samuel Jackson interpreta a Valentine, un excéntrico multimillonario que busca dominar a la humanidad, mediante una señal emitida por medio de unas líneas de celular, que él mismo se encarga de distribuir gratuitamente alrededor del mundo.
Jackson es otro de los puntos altos:
Su “seseo” al momento de hablar, es sublime; y ha llevado a su personaje, a un alto nivel de caricaturización, imprescindible para el villano al que debe interpretar; y lo hace a la perfección, en un papel que cambia completamente la perspectiva del comic, de un insulso genio de la tecnología con problemas de inseguridad sexual, y traumas cienciaficcionosos; a un poderoso “geek” con estilo y fuerza de atracción.
Y es que Valentine cree tener el deber de ordenar el mundo, mediante la selección de quienes deberían quedar vivos, para continuar con un planeta más estructurado.
Para ello, reparte unas tarjetas SIM, que proveerán de servicio telefónico gratuito a millones de personas alrededor del mundo, pero que a través de ellas, buscará emitir una señal que hace que la gente enloquezca, al punto de matarse entre sí…
Por 2 veces, el personaje de Samuel L. Jackson, hace referencia a la verdadera naturaleza de Kingsman: The Secret Service:
Las 2 ocasiones en las que habla frente a frente con el agente Harry Hart, aunque nos lo esté diciendo a los espectadores, sobre los tópicos de las películas de espías y aventuras de los 60 y 70:
“No las de ahora, son demasiado serias para mi gusto”
Tampoco es que sea una epifanía para el público, ni nada para el estilo, que si conoce el género, ya se habrá dado cuenta que transita por un mundo más cercano al Bond de Roger Moore, que al de Daniel Craig.
Pero aunque el planeta de Kingsman: The Secret Service, es uno de aquellos con villanos megalómanos, “siempre he pensado que las películas de Bond son mejores según la altura de su villano”, le espeta Hart a Valentine; planes demenciales para terminar con la mayoría de la población de La Tierra, con gadgets imposibles y montones de soldados disparando al héroe de la función sin acertar; también incluye novedades que la diferencian bastante, ya que, aunque homenajear es un título que solo puede tener sentido en nuestro tiempo; dispone de capacidad para sorprender, y eso no me lo esperaba en una película así.
Valentine parece el reverso de lo que debería ser un villano en una película de espías al uso; sin embargo, encaja con el espíritu del filme, y resulta francamente divertido en algunos momentos.
También veremos a un irreconocible Mark Hamill; Michael Caine como Chester King / Arthur, una suerte de jefe de los agentes Kingsman, un papel que también recuerda a otra participación, en este caso, en la saga del oscuro “Batman” de Chris Nolan; con atención al acento “cockney” que le aparece en su escena final.
Mark Strong como Merlin, combina con soltura una inteligencia paternal, y algo de corajuda dignidad inglesa, siendo el genio de los cachivaches de los agentes Kingsman, una especie de versión del Q de 007, pero reconvertido en agente activo.
Y el recién llegado Taron Egerton, que actúa como el protegido de Harry, ofrece un color estelar a la actuación, con decisiones con el tipo de encanto y seriedad inesperados.
Egerton resulta una gran elección, sin caer en la pedantería que suelen emanar este tipo de personajes, en una mezcla perfecta de arrogancia y acomplejamiento, protagoniza la película en su debut, y nunca recurre a la sobreactuación ni al uso de recursos típicos del género; y construye su propio personaje, con la personalidad que el guión permite, y finalmente logra el objetivo.
Este actor va creciendo a medida que avanza el metraje, y ante tanta estrella, no es una cosa fácil, pero este chico llegará lejos, sin duda, además de ser muy carismático, la cámara lo adora.
Su personaje “Eggsy”, vive en un ámbito nada agradable:
Debe lidiar con una madre ausente, con un padrastro alcohólico que la golpea, convirtiéndola en objeto de descarga de toda su agresividad, lo que luego será saldado por él, al momento de ser un agente Kingsman.
Y el final queda abierto, para que Eggsy continúe con las aventuras de esta rara agencia de espías, por lo que no nos debería extrañar, que en un tiempo tengamos novedades respecto a la secuela:
“Kingsman: The Golden Circle” (2017)
Y el elenco femenino, es de armas tomar:
Por un lado, el descubrimiento personal de la bailarina argelina, Sofia Boutella, en el papel de Gazelle, como “Chica Bond”, fiel escudera de Valentine, con esos cuchillos mortales que tiene por piernas, ya resulta más reconocible en una propuesta clásica del cine de espías pop, y le dota a la pareja, de la necesaria sensación de peligro.
Muy curiosamente, el personaje de Gazelle, es en los comics un joven bailarín con piernas de metal asesinas, por lo que la producción se contactó con el ahora encarcelado por asesinato, Oscar Pistorius para interpretar el rol, quien lo rechazó...
Y por otro lado, Sophie Cookson en el papel de Roxanne “Roxy” Morton / Lancelot, que consigue su puesto dentro de Kingsman.
Un dato de producción, dice que muchísimas actrices famosas, audicionaron para tener el rol de Roxy, la única mujer agente de Kingsman, pero el director decidió darle una chance al talento “desconocido”, Sophie Cookson, dejando de lado a estrellas como Emma Watson.
Mención especial al plano final de Hanna Alström, como la Princesa Tilde… en un gamberrismo calenturiento.
Otro dato interesante, son los nombres de los personajes:
Harry Hart, nombre el clave “Galahad” como uno de “Los Caballeros de La Mesa Redonda” del Rey Arthur, Merlin o Lancelot.
El vestuario es muy importante en la trama, tanto que literalmente pueden vestirse como en el film; pues Vaughn se alió con una marca de ropa británica, para que toda la vestimenta vista en el proyecto, luego se vendiera comúnmente al público.
A Kingsman: The Secret Service se le puede achacar que no inventa nada, no busca sorprender, repite esquemas y situaciones ya vistos en anteriores obras, y no se esmera tanto en los diálogos de los personajes.
Es imposible no trazar un paralelismo con las historias de MARVEL o DC; y meta-referenciar con simpáticos guiños, como que el protagonista le pone a su mascota el nombre de “J.B.”, iniciales de los agentes James Bond, Jason Bourne, y Jack Bauer; y que en algunos ratos está plagada de humor soez, y otros siendo repentinamente emotiva; así como de referenciar a algunos clásicos del cine, como “My Fair Lady” (1964), sirviendo a modo de homenaje; al igual que el tono cómico, histriónico y delirante por momentos de su premisa.
Ya desde la primera escena, con ese arranque con la cámara acercándose a un edificio que está siendo atacado, y explota todo a su alrededor, con la canción “Money for Nothing” de Dire Straits de fondo; hasta ese plano final al ritmo del “Slave to Love” de Bryan Ferry; Kingsman: The Secret Service es un divertimento absoluto, que denota que el primero que se lo ha pasado bien es el director, lo que hace que también lo hagan los espectadores.
Y otro detalle, es la combinación del lenguaje formal con el macarra sin que chirríe, algo muy de agradecer, ya que lo hace muy llevadero.
Porque Kingsman: The Secret Service destila esa pomposidad tan insoportable de los británicos, defendiendo que los buenos modales, incluso con gotitas de incorrección política cada vez más frecuentes y agradecibles, hacen al hombre.
Y excavando bajo su superficie, encontramos incluso un discurso subversivo:
Retratar el miedo al cambio climático que se emparenta al miedo a la tecnología como forma de control global, pues aquí se caricaturizan todos estos relatos “new age” de la salvación del planeta, a través del abandono del artilugio poderoso y enajenante, al punto de volvernos a todos bestias, que sería el internet móvil, gratuito y universal.
Y el desenlace, resulta completamente gratificante en este sentido:
No muere solamente el villano, sino que mueren todos los líderes mundiales que aceptaron su plan para salvarse el pellejo, aquellos que se sintieron con el derecho de desechar al débil, para permanecer como los fuertes y únicos amos del planeta.
A diferencia de las películas de Bond, aquí se derrumban gobiernos con la caída del villano y, justamente, no son los gobiernos comunistas pintados en toda su maldad, sino los maquiavélicos líderes del norte, desde Finlandia hasta El Pentágono.
Todo bajo una hermosa escena que cita todas las glorias psicodélicas de los años 60, en cabezas explotando como fuegos artificiales, sueños de la expansión de la mente de aquellos que gobiernan al mundo con mano déspota, de los que aceptaron esconderse tras un escritorio, o una botella de champaña, mientras el planeta se derrumba.
De las escenas, que la escena de la iglesia que es espectacular, y muy probablemente, una de las escenas de acción más brutales del cine; en la cual, Colin Firth se enfrenta a toda una congregación, y que deja sin aliento, por su coreografía y violencia, al ritmo del solo de “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd, que según dicen las malas lenguas, son algo ultra católicos y racistas, así que, que aumente el regodeo…
Dicha secuencia, rodada con un pulso prodigioso, recogida por una única cámara, y montada de una forma alucinante, no deja respiro al espectador, es sólo la punta del iceberg, y el máximo ejemplo de que los cambios efectuados por Vaughn y Jane Goldman son para mejor:
No sólo acentúan la acción original plasmada en las viñetas, que no era tan abundante como aquí; sino que consiguen, respetando esos mensajes subyacentes que apuntaba en párrafos anteriores, caracterizar a Kingsman: The Secret Service, como un producto único de inmensa personalidad, que sólo podría haber sido imaginado y puesto en escena por británicos.
Esa personalidad jalonada por su capacidad para reírse de todo, para no respetar nada, con las puyas de humor, serían impensables de haberse producido en Estados Unidos, y para no dejar títere con cabeza, literalmente.
Pero también son muy intensas y logradas, aquellas escenas dedicadas al entrenamiento de Eggsy, en especial, una aérea, en la que los aspirantes a Kingsman, deben lanzarse en paracaídas, con sorpresa incluida.
Al final, cuando Eggsy pide el código para entrar en la celda de La Princesa Tilde, Merlin le da el código:
“2625”, que si lo apuntas en un teclado de teléfono, deletrea “Anal”
Mención especial para las canciones de los 80 que componen la banda sonora, que en ciertos momentos, consiguen ser todo un puntazo nostálgico, sobre todo la que abre el filme, y el rabioso solo de guitarra de la secuencia eclesiástica.
“I'm a Catholic whore, currently enjoying congress out of wedlock with my black Jewish boyfriend who works at a military abortion clinic.
So, hail Satan, and have a lovely afternoon, madam”
Es un hecho que las películas de espías de hoy en día son demasiado serias.
En un mundo de modas tan cambiantes como el del cine, un agente como James Bond, acabó agotando la imagen del refinado súper agente que no se despeina ni se arruga el traje durante una pelea; para dar paso a Jason Bourne, imponiendo una renovadora tendencia realista en el género, que seguirían franquicias tan asentadas como la del propio Bond; o en la TV con 24, y similares.
Como las mencionadas tendencias son cíclicas, el tándem formado por Mark Millar y Matthew Vaughn, eligen el mejor momento para reivindicar de nuevo la figura del súper agente clásico, y demostrar que se puede adaptar a las mil maravillas a los esquemas del “blockbuster” de acción de esta época.
Misión cumplida.
“A suit is the modern gentleman's armour.
And the Kingsman agents are the new knights”
In 1919, a great number of them had lost their heirs to World War I.
That meant a lot of money going uninherited.
And a lot of powerful men with the desire to preserve peace and protect life”
Es un hecho irrefutable, que las películas de James Bond cambiaron al cine; aunque el género no fuese algo nuevo, la presencia del personaje con semejante personalidad, causaba la rebelión en la industria.
Cabe decir, que el espionaje es un tema bastante recurrente en la historia del cine, y más en la sociedad actual, en que los avances tecnológicos permiten que nuestras conversaciones sean escuchadas, y nuestra imagen registrada hasta extremos insospechados.
Por ello, la saga de James Bond, creada por Ian Fleming, posiblemente sea la más conocida; pero lo interesante es que su comportamiento no ha variado mucho, excepto en sus últimas entregas, donde se ha mostrado rebelde ante las costumbres; el caballero inglés sigue siendo elegante a la hora de luchar con sus villanos; y ha pasado mucho tiempo, para que la fórmula se adaptara a otro personaje, pero esto vino en forma de comic; sin embargo, no ha habido ningún filme de espías, centrado en un protagonista adolescente, que esté a la alturas de las circunstancias, hasta ahora.
“The Secret Service”, es una serie de 12 comics del género de espionaje, publicado en el 2012, siendo escrito por Mark Millar, e ilustrado por Dave Gibbons.
Mark Millar, es un guionista escocés de algunas de las series de mayor éxito de crítica y público de los últimos años; y su popularidad no es menor que la controversia que suscitan sus historias, repletas de sexo y violencia con tintes de humor negro, en las que trata provocativamente temas de política y de sociedad, así como otros más personales, mezclando continuamente el drama y la acción dramática más desenfrenada.
Mientras Dave Gibbons es un artista y escritor inglés, centrado sobre todo en el mundo del comic, que ha trabajado para las grandes editoriales de Estados Unidos y Gran Bretaña con todo tipo de personajes como:
Batman, Superman, Dr. Who, Dan Dare, o Green Lantern, pero no fue hasta que colaboró con el guionista Alan Moore, en la famosa obra de culto “Watchmen” para la editorial DC Comics, entre los años 1986 y 1987, que se le conoció formalmente.
Como dato, el tomo “Kingsman, The Secret Service” posee una publicación especial hecha por Panini Comics, que se presenta en formato libro de tapa dura y consta de los 6 números de la colección.
El tomo contiene 168 páginas a color, e incluye las portadas originales de los números individuales, así como las portadas alternativas en tinta; la cual trata de un espía reclutando a su joven sobrino al Servicio Secreto:
Gary London, es un joven problemático de un barrio marginal de Londres, sin estudios ni trabajo, vive con su madre y su hermano pequeño en el piso del novio maltratador de su madre.
Gary además frecuenta malas compañías, y ha tenido varios encontronazos con la ley por su mala conducta.
Lo único que impide que Gary acabe en la cárcel, es su tío Jack, y su peculiar trabajo; y es que Jack es uno de los agentes secretos más importantes del Reino Unido.
Sintiéndose identificado en Gary, y con ciertos remordimientos por no haberse cuidado de su familia durante años, Jack decide ofrecer a su sobrino, una oportunidad para salir de las calles, y lo enrola en la escuela de agentes secretos donde él se formó.
Por lo que Gary tendrá que poner a prueba sus habilidades, conseguidas en la calle, para destacar sobre los otros candidatos escogidos entre la élite de las fuerzas de seguridad.
Mientras tanto, Jack deberá investigar el secuestro de notables figuras de la cultura popular, y enfrentarse a una conspiración que tiene un objetivo más siniestro y que amenaza al mundo entero.
Así, Mark Millar pretende descaradamente orquestar un enfrentamiento entre clases sociales, y explotar lo supuestamente gracioso que es eso, mientras que por otro lado alimenta esta lucha de clases con una historia de espías digna de un film de serie b, con la idea de que a lo largo y ancho del mundo, están desapareciendo personas vinculadas a la cultura pop y a la ciencia ficción; presentando a un villano que bien podría ser uno de esos exaltados aficionados al comic con los que el autor se encuentra a cada salón o convención a la que va; megalómano como en toda buena película de James Bond, que pretende acabar con la humanidad tal y como la conocemos, con un arma que vuelve a las personas unas contra otras con especial violencia.
Evidentemente, el comic posee rasgos de las clásicas películas de James Bond, y otros “thrillers” de espías famosos, cargadas de acción, violencia y mala baba, muy divertidas, y por lo general, políticamente incorrectas; pero siempre centrándose en un delincuente adolescente que se mueve por los barrios bajos de Londres, y que pronto verá como su vida da un giro de 180°, gracias a la ayuda de un misterioso hombre… su tío.
La difícil y divertida adaptación de un chico de los bajos fondos en una sociedad elitista, resulta entonces entretenida y chocante, mientras que la trama de fondo, la de las desapariciones, va cogiendo forma hasta alcanzar grados de conspiración mundial.
De criminal, el joven pasa casi inexplicablemente, a encontrarse en la lista de los espías más importantes del país, protegiendo en secreto las calles que antes usaba únicamente en su beneficio propio.
“Manners maketh man”
Kingsman: The Secret Service es un comic del año 2014, dirigida por Matthew Vaughn.
Protagonizado por Colin Firth, Taron Egerton, Samuel L. Jackson, Mark Strong, Michael Caine, Sofia Boutella, Sophie Cookson, Mark Hamill, Jack Davenport, Tom Prior, Neve Gachev, Alisha Heng, entre otros.
El guión es de Matthew Vaughn y Jane Goldman; basados en el comic “The Secret Service” creado por Dave Gibbons y Mark Millar; y cuenta la historia de un agente secreto veterano, que lidera a un joven en el mundo del espionaje, y lo convierte en una máquina de espionaje.
Según el propio Millar, la idea del proyecto surgió durante la producción de “Kick-Ass” (2010) y tras el visionado de la cinta de James Bond, “Casino Royale” (2006)
Vaughn y Millar, se preguntaron:
¿Cómo pudo haber sido el entrenamiento que convirtió a Bond en el súper agente secreto que es?
Y pensaron que sería un buen material para un comic, y porque no, para una futura película.
Millar cogió la idea, y la llevó a su terreno, añadiendo una buena dosis de humor socarrón, y algo de crítica social; y se hizo una genial y recomendable parodia-homenaje al cine de espías, repleta de vigorosas secuencias de acción, con sus dosis de truculencia, y una premisa inteligente, que propicia que se desmarque del resto de propuestas similares; así como también incluye una feroz crítica contra el egoísmo y la corrupción de las élites políticas
Kingsman: The Secret Service cuenta la historia de una sociedad secreta de espías, que maneja algunos problemas de forma clandestina y elegante.
Cuando se enfrentan a una amenaza de eco terrorismo, deben reclutar a alguien que reemplace a su más reciente pérdida; y lo encuentran en manos de un joven que tiene problemas de comportamiento, pero que casualmente es el hijo de un agente que murió hace muchos años:
Gary “Eggsy” Unwin (Alex Nikolov/Taron Egerton) promete, y se convierte en el nuevo integrante de la sociedad; y su prueba final será luchar contra el eco terrorista que amenaza al mundo entero.
Así tenemos una historia de fondo, con un misterioso artefacto/implante que provoca reacciones híper violentas en la población; unos villanos muy malvados, muchas muertes, y una relación paterno-filial entre los 2 protagonistas que estrecha lazos poco a poco.
Kingsman: The Secret Service es un espléndido disfrute para los amantes del cine de acción, la comedia gamberra, y el cine de espías, incluso de los seguidores hípster, que sabe combinar los elementos de todos estos géneros con brío y garra, y que sabe conectar con el público joven, y a la vez, no esconder también una cierta ética en su propuesta.
¿Qué película incluye un “The Pomp and Circumstance Marches Op. 39” de Sir Edward Elgar, con cabezas explotando una tras otra, chistes sobre sexo anal con una princesa escandinava, y terminar con una lección sobre la importancia de los buenos modales, en la escena post-créditos más “educativa” jamás vista en una película de acción juvenil?
“Um, listen, boys.
I've had a rather emotional day, so whatever your beef with Eggsy is, and I'm sure it's well founded, I'd appreciate it enormously if you could just leave us in peace, until I can finish this lovely pint of Guinness”
Kingsman: The Secret Service, es todo lo que una película basada en comics debe ser y, sin embargo, no muchos se atreven a producir:
Excesivamente violenta, sarcástica, y con tragedias “reales”, se desliga de cualquier parecido con alguna otra producción que hayamos visto antes.
Aquí, el director Matthew Vaughn, reinventa el camino de los viejos espías con un sendero donde la energía y la vitalidad están presentes en todo momento; y lo hace con maestría, en un film que divierte, entretiene, tiene mucha acción, muy violenta en muchos casos; y que contiene escenas que pasan a formar parte del top particular del género, de esas que se te quedan marcadas a fuego por su impacto.
Y muy importante, tiene humor y flema británica.
Una de sus grandes virtudes, y en concreto de su director, es que consigue un equilibrio y tono perfectos en cada momento, que afortunadamente se aleja del pasatiempo banal, para convertirse en un peliculón “de tomo y lomo”
Cierto que tiene la misma temática que las demás entregas del mismo director como que “cualquier persona común puede volverse un superhéroe de la noche a la mañana, y lo único que se necesita es voluntad y actitud”; y aunque Kingsman: The Secret Service contiene sus par de clichés de los tipos de personajes de cero a héroe, esta vieja fórmula es manejada de una manera un tanto refrescante.
A pesar de que trata en época actual, tiene esta vibra que recuerda en ocasiones a los años 60; siendo irónica y básicamente:
“My Fair Lady con espías”
El propio inicio ya nos advierte de las verdaderas intenciones de Vaughn:
Lo que parece una “intro” de una película de James Bond, en la que vemos a uno de los agentes de la organización al rescate del profesor James Arnold (Mark Hamill), da una sorprendente vuelta de tuerca, y lo que hace realmente es servir de presentación del villano:
Richmond Valentine (Samuel L. Jackson), y su mortal secuaz con piernas de cuchilla metálica, Gazelle (Sofía Boutella)
Advertidos pues de la lúdica capacidad de sorpresa que hace gala el metraje, pasamos a conocer la historia de “Eggsy” (Taron Egerton), un joven de los suburbios del norte de Londres, que malvive dando pequeños hurtos, y contempla como su madre mantiene un relación con un gánster local, muy violento y malcarado.
Así pronto aparecerá en escena el agente Harry Hart / Galahad (Colin Firth), antiguo compañero del fallecido padre de Eggsy en la agencia Kingsman, el cual salvó su vida en un momento en el que bajó la guardia...
Todavía reconcomido por la culpa, le hará al joven y díscolo muchacho, la oferta de que haga la prueba para convertirse en uno de los agentes Kingsman, al igual que su padre.
La agencia, es una organización secreta que opera de forma independiente, y que busca preservar la paz en el mundo.
A partir de ahí, la trama se derivará en 2:
Una será una especie de “James Bond Begins”, en la que iremos conociendo las diversas pruebas que tendrá que superar Eggsy, para convertirse en uno de los súper agentes; y otra que seguirá la investigación de Harry Hart, para descubrir la verdad tras la muerte del agente Lancelot (Jack Davenport), y el secuestro del profesor Arnold…
Técnicamente, debemos citar que durante las escenas de acción, se ha buscado “acompañar” con la cámara, los movimientos más rápidos y lentos; así veremos entonces que sigue a las balas con movimientos rápidos, y al momento de contacto, se le da un efecto de “cámara lenta” para acentuar el efecto de fricción.
Por lo que Matthew Vaughn ha decidido recurrir a algo que ya es muy común en el cine de acción:
El efecto GoPro.
Al momento de recrear una escena de golpes, o en el caso de alguna secuencia de escape, la cámara se “adueña” del arma, en este caso, un paraguas-escopeta, algo muy Bond; o de alguna parte del cuerpo del protagonista, y nos invita a acompañar la acción en primerísima persona.
Como buena historia de espías, los protagonistas cuentan con toda clase de gadgets que simplificarán su tarea; de modo que usarán gafas que simulan una reunión “in situ”, con integrantes del servicio secreto que están en otros lugares del mundo; encendedores-granada; un transporte rápido entre el centro y las afueras de Londres; aviones, helicópteros, paraguas que se convierten en armas, puertas giratorias secretas, etc.
Muy curiosamente, con todo, tanto Goldman y Vaughn, se ríen de los dirigentes de hoy en día, de las puñeteras corruptelas que protagonizan, y lo hacen desde el humor.
Su humor es muy inteligente, con unos toques de sátira, atacando a la monarquía, o coqueteando con la iglesia; y agrega además un elemento crítico, y por ello se disfruta mucho más.
No obstante, para ser una adaptación de comics, Kingsman: The Secret Service sólo utiliza 3 personajes del material original:
Gazelle, aunque ahora es mujer; el doctor, ahora profesor Arnold; y Gary “Eggsy”, con nuevo apellido.
Así, la historia cambia radicalmente en algunos puntos esenciales.
No se trata aquí del tío Jack que arropa a su sobrino para convertirlo en un agente secreto, y sacarlo de los malos pasos en los que andaba como joven por las peligrosas calles de Londres...
Aquí la historia se desapega un poco del drama familiar, para pasar a un marco de historia más amplio y, ciertamente, más interesante en el que MI6 ya no tiene nada que ver, y la parodia de James Bond pasa a una organización privada de espionaje, tan misteriosa como exclusiva.
Aquí, ya no hay gobiernos involucrados, sino lo que en verdad estaba detrás de todas las películas de espías de La Guerra Fría:
La lucha incansable, de ideología bien marcada, entre el bien y el mal, la rectitud moral contra la irracionalidad dictatorial de algún megalómano, la alta etiqueta británica contra la “barbarie” de otro mundo secreto, misterioso, caótico y opresivo.
El hecho de cambiar las agencias de espionaje tradicionales, por unos sastres adinerados que se toman el deber caballeresco de seguir las enseñanzas de “La Mesa Redonda del Rey Arturo”, es brillante en muchos niveles.
Porque aquí, la parodia del género de espías británicos pasa por niveles mucho más sutiles, que las locuras burlonas de Mike Myers como Austin Powers, por ejemplo.
Y aun así, no se pierde nada de la diversión de la parodia.
La idea es una burla que pega más al contenido que a la forma, a la idea de que existen paladines de la justicia, que son completamente ajenos a los confines de la burocracia y de la política internacional, y que van haciendo lo que bien les parece según sus propios códigos de honor.
Es decir, que son como los agentes 00, pero con mucho más cinismo y más de libertad.
Y la idea de tener una “licencia para matar”, se expande a una completa locura de bellas coreografías sangrientas, que tiñen de fantasía violenta las misiones de los agentes.
Tal y como lo hacían “Los Caballeros de La Mesa Redonda”, estos espías no se tocan el corazón a la hora de defender su honor, la reputación de una dama, o la defensa de los débiles, que aquí, como buena expansión hiperbólica de parodia, pasan a ser 5 billones de personas.
Es en ese contexto que tenemos que criticar fuertemente el hecho de que hayan censurado una de las escenas más violentas de la película; una escena en dónde Harry Hart masacra a decenas de supremacistas blancos de Kentucky, en una iglesia; una escena que es finalmente, parte esencial de la trama, y que lleva a sus últimas consecuencias, la burla de las películas de espías:
¿No era acaso, el sueño húmedo de esas cintas, el ver a una agente, liberado de todos sus tapujos morales, matar a los intolerantes del mundo, los megalómanos racistas extremos, a la suma de la incorrección política?
¿No era acaso, la fantasía de toda película de James Bond, ver al agente elegante británico, masacrar a lo más bajo de la cultura estadounidense, y busquen en todas las cintas basadas en Ian Fleming, la estupidez básica y la bajeza caricaturesca de todos los agentes de La CIA?
Así, Vaughn y Millar, utilizan el recurso de dar la vuelta como un calcetín, al típico villano de la saga Bond, despojándolo de cualquier atisbo de glamour y sofisticación.
Un recurso novedoso, que convierte al malo de la función, en una exagerada antítesis de los héroes:
Un nerd que viste al estilo hip-hop, come hamburguesas, cecea al hablar, y se marea si ve sangre; frente al más alto grado de sofisticación, estilo, flema y elegancia puramente británicos, de una organización cuya tapadera es una sastrería, y en la que para ingresar, es tan necesario dominar armas y técnicas de combate, como saber llevar un traje a medida, comportarse como un “gentleman” y saber apreciar un buen licor.
Todo ello mediante el choque de clases, alta burguesía y trabajadora, Millar nos propone una historia que describe “las 2 Inglaterras”:
La de los paraguas, té y fina sastrería; y la de los “hooligans”, las pintas de cerveza, y los chándals reflectantes.
Con este conflicto, se pretende narrar una trama de tránsito, de camino hacia la madurez, y el descubrimiento del “yo”, de un personaje con el que cualquier adolescente medio podría sentirse identificado.
Así como la profundidad de la lucha del esnobismo contra la cultura popular de EEUU:
Un villano estadounidense, sirviéndole al espía elegante, un Big Mac con un vino extremadamente fino.
Del refinamiento del brindis cara a cara contra los celulares, de la violencia directa y coreográfica contra el asesinato distante de un pusilánime que piensa erradicar a 5 billones de personas desde algún lugar bien limpio, y lejos del olor a sangre...
Del reparto, tanto Colin Firth como Samuel L. Jackson, son excelentes en sus extravagantes personajes, muy al estilo Bond, pero un tanto torcidos:
Firth interpreta a la perfección el papel de Harry Hart, un espía que actúa bajo el nombre en clave de Galahad.
Cualquiera se preguntaría, antes de ver esta película, cómo sería ver a Colin Firth envuelto en un papel de acción.
Lo cierto es que ha traído toda su estirpe británica, aquel perfil del inglés que habla correcto, como en sus anteriores trabajos, por ejemplo, el de la interpretación del Rey George VI en la oscarizada “The King’s Speech” (2010), pero que en este caso, es letal al momento de luchar.
Excelente combinación; capaz de ser elegante, repartir mamporros como pocas veces he visto, y puntualizar frases sin despeinarse, muchas de esas frases son míticas…
El actor reconoció, no haber pisado nunca un gimnasio hasta su reunión con Vaughn, donde lo convenció de interpretar por primera vez, un rol protagonista en una película de acción; siendo la elección más adecuada que se podría haber hecho:
Un perfecto caballero del cine actual, que a la mínima que empiece a hacer llaves y dar volteretas, en las que Firth afirma que hizo el mismo el 80% de las escenas de acción, y que si no las hizo al completo, fue porque el seguro no se lo permitió; deja con la boca abierta a las plateas cinéfilas que nunca le habían visto hacer nada semejante.
Un dato curioso, durante mucho tiempo, se pensó que el director Matthew Vaughn, era el producto de una relación extramarital entre su madre y el actor Robert Vaughn, antes de que pruebas de paternidad lo hicieran el heredero del nieto del Rey George VI, el aristócrata inglés:
George de Vere Drummond.
Vaughn, pasó entonces de ser un hijo bastardo en Londres, a treparse al rango de la mismísima nobleza inglesa, y acabar conquistando Hollywood, hasta casándose nada menos que con Claudia Schiffer.
Si esta historia de “Cenicienta”, no se les emparenta a lo visto en Kingsman: The Secret Service, fíjense en la escena en la que Firth se hace pasar por un multimillonario inglés, y verán que da como nombre falso, ese rasgo distintivo que Vaughn aún esconde:
El apellido de Vere.
Así, Kingsman: The Secret Service, se acerca tanto a temas personales, que se nota la implicación, el amor y la parodia en su fabricación.
Por su parte, Samuel Jackson interpreta a Valentine, un excéntrico multimillonario que busca dominar a la humanidad, mediante una señal emitida por medio de unas líneas de celular, que él mismo se encarga de distribuir gratuitamente alrededor del mundo.
Jackson es otro de los puntos altos:
Su “seseo” al momento de hablar, es sublime; y ha llevado a su personaje, a un alto nivel de caricaturización, imprescindible para el villano al que debe interpretar; y lo hace a la perfección, en un papel que cambia completamente la perspectiva del comic, de un insulso genio de la tecnología con problemas de inseguridad sexual, y traumas cienciaficcionosos; a un poderoso “geek” con estilo y fuerza de atracción.
Y es que Valentine cree tener el deber de ordenar el mundo, mediante la selección de quienes deberían quedar vivos, para continuar con un planeta más estructurado.
Para ello, reparte unas tarjetas SIM, que proveerán de servicio telefónico gratuito a millones de personas alrededor del mundo, pero que a través de ellas, buscará emitir una señal que hace que la gente enloquezca, al punto de matarse entre sí…
Por 2 veces, el personaje de Samuel L. Jackson, hace referencia a la verdadera naturaleza de Kingsman: The Secret Service:
Las 2 ocasiones en las que habla frente a frente con el agente Harry Hart, aunque nos lo esté diciendo a los espectadores, sobre los tópicos de las películas de espías y aventuras de los 60 y 70:
“No las de ahora, son demasiado serias para mi gusto”
Tampoco es que sea una epifanía para el público, ni nada para el estilo, que si conoce el género, ya se habrá dado cuenta que transita por un mundo más cercano al Bond de Roger Moore, que al de Daniel Craig.
Pero aunque el planeta de Kingsman: The Secret Service, es uno de aquellos con villanos megalómanos, “siempre he pensado que las películas de Bond son mejores según la altura de su villano”, le espeta Hart a Valentine; planes demenciales para terminar con la mayoría de la población de La Tierra, con gadgets imposibles y montones de soldados disparando al héroe de la función sin acertar; también incluye novedades que la diferencian bastante, ya que, aunque homenajear es un título que solo puede tener sentido en nuestro tiempo; dispone de capacidad para sorprender, y eso no me lo esperaba en una película así.
Valentine parece el reverso de lo que debería ser un villano en una película de espías al uso; sin embargo, encaja con el espíritu del filme, y resulta francamente divertido en algunos momentos.
También veremos a un irreconocible Mark Hamill; Michael Caine como Chester King / Arthur, una suerte de jefe de los agentes Kingsman, un papel que también recuerda a otra participación, en este caso, en la saga del oscuro “Batman” de Chris Nolan; con atención al acento “cockney” que le aparece en su escena final.
Mark Strong como Merlin, combina con soltura una inteligencia paternal, y algo de corajuda dignidad inglesa, siendo el genio de los cachivaches de los agentes Kingsman, una especie de versión del Q de 007, pero reconvertido en agente activo.
Y el recién llegado Taron Egerton, que actúa como el protegido de Harry, ofrece un color estelar a la actuación, con decisiones con el tipo de encanto y seriedad inesperados.
Egerton resulta una gran elección, sin caer en la pedantería que suelen emanar este tipo de personajes, en una mezcla perfecta de arrogancia y acomplejamiento, protagoniza la película en su debut, y nunca recurre a la sobreactuación ni al uso de recursos típicos del género; y construye su propio personaje, con la personalidad que el guión permite, y finalmente logra el objetivo.
Este actor va creciendo a medida que avanza el metraje, y ante tanta estrella, no es una cosa fácil, pero este chico llegará lejos, sin duda, además de ser muy carismático, la cámara lo adora.
Su personaje “Eggsy”, vive en un ámbito nada agradable:
Debe lidiar con una madre ausente, con un padrastro alcohólico que la golpea, convirtiéndola en objeto de descarga de toda su agresividad, lo que luego será saldado por él, al momento de ser un agente Kingsman.
Y el final queda abierto, para que Eggsy continúe con las aventuras de esta rara agencia de espías, por lo que no nos debería extrañar, que en un tiempo tengamos novedades respecto a la secuela:
“Kingsman: The Golden Circle” (2017)
Y el elenco femenino, es de armas tomar:
Por un lado, el descubrimiento personal de la bailarina argelina, Sofia Boutella, en el papel de Gazelle, como “Chica Bond”, fiel escudera de Valentine, con esos cuchillos mortales que tiene por piernas, ya resulta más reconocible en una propuesta clásica del cine de espías pop, y le dota a la pareja, de la necesaria sensación de peligro.
Muy curiosamente, el personaje de Gazelle, es en los comics un joven bailarín con piernas de metal asesinas, por lo que la producción se contactó con el ahora encarcelado por asesinato, Oscar Pistorius para interpretar el rol, quien lo rechazó...
Y por otro lado, Sophie Cookson en el papel de Roxanne “Roxy” Morton / Lancelot, que consigue su puesto dentro de Kingsman.
Un dato de producción, dice que muchísimas actrices famosas, audicionaron para tener el rol de Roxy, la única mujer agente de Kingsman, pero el director decidió darle una chance al talento “desconocido”, Sophie Cookson, dejando de lado a estrellas como Emma Watson.
Mención especial al plano final de Hanna Alström, como la Princesa Tilde… en un gamberrismo calenturiento.
Otro dato interesante, son los nombres de los personajes:
Harry Hart, nombre el clave “Galahad” como uno de “Los Caballeros de La Mesa Redonda” del Rey Arthur, Merlin o Lancelot.
El vestuario es muy importante en la trama, tanto que literalmente pueden vestirse como en el film; pues Vaughn se alió con una marca de ropa británica, para que toda la vestimenta vista en el proyecto, luego se vendiera comúnmente al público.
A Kingsman: The Secret Service se le puede achacar que no inventa nada, no busca sorprender, repite esquemas y situaciones ya vistos en anteriores obras, y no se esmera tanto en los diálogos de los personajes.
Es imposible no trazar un paralelismo con las historias de MARVEL o DC; y meta-referenciar con simpáticos guiños, como que el protagonista le pone a su mascota el nombre de “J.B.”, iniciales de los agentes James Bond, Jason Bourne, y Jack Bauer; y que en algunos ratos está plagada de humor soez, y otros siendo repentinamente emotiva; así como de referenciar a algunos clásicos del cine, como “My Fair Lady” (1964), sirviendo a modo de homenaje; al igual que el tono cómico, histriónico y delirante por momentos de su premisa.
Ya desde la primera escena, con ese arranque con la cámara acercándose a un edificio que está siendo atacado, y explota todo a su alrededor, con la canción “Money for Nothing” de Dire Straits de fondo; hasta ese plano final al ritmo del “Slave to Love” de Bryan Ferry; Kingsman: The Secret Service es un divertimento absoluto, que denota que el primero que se lo ha pasado bien es el director, lo que hace que también lo hagan los espectadores.
Y otro detalle, es la combinación del lenguaje formal con el macarra sin que chirríe, algo muy de agradecer, ya que lo hace muy llevadero.
Porque Kingsman: The Secret Service destila esa pomposidad tan insoportable de los británicos, defendiendo que los buenos modales, incluso con gotitas de incorrección política cada vez más frecuentes y agradecibles, hacen al hombre.
Y excavando bajo su superficie, encontramos incluso un discurso subversivo:
Retratar el miedo al cambio climático que se emparenta al miedo a la tecnología como forma de control global, pues aquí se caricaturizan todos estos relatos “new age” de la salvación del planeta, a través del abandono del artilugio poderoso y enajenante, al punto de volvernos a todos bestias, que sería el internet móvil, gratuito y universal.
Y el desenlace, resulta completamente gratificante en este sentido:
No muere solamente el villano, sino que mueren todos los líderes mundiales que aceptaron su plan para salvarse el pellejo, aquellos que se sintieron con el derecho de desechar al débil, para permanecer como los fuertes y únicos amos del planeta.
A diferencia de las películas de Bond, aquí se derrumban gobiernos con la caída del villano y, justamente, no son los gobiernos comunistas pintados en toda su maldad, sino los maquiavélicos líderes del norte, desde Finlandia hasta El Pentágono.
Todo bajo una hermosa escena que cita todas las glorias psicodélicas de los años 60, en cabezas explotando como fuegos artificiales, sueños de la expansión de la mente de aquellos que gobiernan al mundo con mano déspota, de los que aceptaron esconderse tras un escritorio, o una botella de champaña, mientras el planeta se derrumba.
De las escenas, que la escena de la iglesia que es espectacular, y muy probablemente, una de las escenas de acción más brutales del cine; en la cual, Colin Firth se enfrenta a toda una congregación, y que deja sin aliento, por su coreografía y violencia, al ritmo del solo de “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd, que según dicen las malas lenguas, son algo ultra católicos y racistas, así que, que aumente el regodeo…
Dicha secuencia, rodada con un pulso prodigioso, recogida por una única cámara, y montada de una forma alucinante, no deja respiro al espectador, es sólo la punta del iceberg, y el máximo ejemplo de que los cambios efectuados por Vaughn y Jane Goldman son para mejor:
No sólo acentúan la acción original plasmada en las viñetas, que no era tan abundante como aquí; sino que consiguen, respetando esos mensajes subyacentes que apuntaba en párrafos anteriores, caracterizar a Kingsman: The Secret Service, como un producto único de inmensa personalidad, que sólo podría haber sido imaginado y puesto en escena por británicos.
Esa personalidad jalonada por su capacidad para reírse de todo, para no respetar nada, con las puyas de humor, serían impensables de haberse producido en Estados Unidos, y para no dejar títere con cabeza, literalmente.
Pero también son muy intensas y logradas, aquellas escenas dedicadas al entrenamiento de Eggsy, en especial, una aérea, en la que los aspirantes a Kingsman, deben lanzarse en paracaídas, con sorpresa incluida.
Al final, cuando Eggsy pide el código para entrar en la celda de La Princesa Tilde, Merlin le da el código:
“2625”, que si lo apuntas en un teclado de teléfono, deletrea “Anal”
Mención especial para las canciones de los 80 que componen la banda sonora, que en ciertos momentos, consiguen ser todo un puntazo nostálgico, sobre todo la que abre el filme, y el rabioso solo de guitarra de la secuencia eclesiástica.
“I'm a Catholic whore, currently enjoying congress out of wedlock with my black Jewish boyfriend who works at a military abortion clinic.
So, hail Satan, and have a lovely afternoon, madam”
Es un hecho que las películas de espías de hoy en día son demasiado serias.
En un mundo de modas tan cambiantes como el del cine, un agente como James Bond, acabó agotando la imagen del refinado súper agente que no se despeina ni se arruga el traje durante una pelea; para dar paso a Jason Bourne, imponiendo una renovadora tendencia realista en el género, que seguirían franquicias tan asentadas como la del propio Bond; o en la TV con 24, y similares.
Como las mencionadas tendencias son cíclicas, el tándem formado por Mark Millar y Matthew Vaughn, eligen el mejor momento para reivindicar de nuevo la figura del súper agente clásico, y demostrar que se puede adaptar a las mil maravillas a los esquemas del “blockbuster” de acción de esta época.
Misión cumplida.
“A suit is the modern gentleman's armour.
And the Kingsman agents are the new knights”
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