The Dresser

“What happens backstage is always true drama.
And often pure comedy”

Se conoce con el nombre de “ayuda de cámara” al sirviente personal de un noble, un alto cargo militar, o un adinerado burgués; siendo el responsable del bienestar y el aspecto de su señor, incluyendo su aseo, su vestimenta, y su presentación.
Un “ayuda de cámara”, se apaña con un sombrero y un sayo para cuando llueve, un bastón para las caminatas, y un abrigo de gala para ocasiones formales.
Es un asistente bien entrenado, que resulta indispensable para cualquier noble que valore su estilo, y aunque disfrutan de una vida por la que la mayoría de los sirvientes matarían, a menudo aborrecen a los frívolos nobles, a quienes se están obligados a servir.
Las mujeres que realizan estos servicios para los nobles, reciben el nombre de doncellas.
Y los hay en todos los ámbitos, como en el teatro, siendo indispensables para ayudar a vestir, desvestir, maquillar así como de acompañar a su patrón en todo momento durante la obra, cuidando de él, hasta en el más mínimo detalle.
“No, I haven't been happy.
Yes, it's been worth it”
The Dresser es un drama del año 2015, dirigido por Richard Eyre.
Protagonizado por Anthony Hopkins, Ian McKellen, Emily Watson, Sarah Lancashire, Vanessa Kirby, Edward Fox, Tom Brooke, Ian Conningham, entre otros.
El guión es de Ronald Harwood, basado en su propia obra publicada en 1980.
Para escribir la obra de teatro, el escritor y guionista cinematográfico sudafricano, Sir Ronald Harwood, CBE, FRSL; se basó en sus propias experiencias en la Shakespeare Company, entre los años 1953 y 1958, cuando trabajó como asistente personal del gran actor Sir Donald Wolfit, escribiéndole una biografía:
“Sir Donald Wolfit CBE: His Life and Work in The Unfashionable Theatre”
La especialidad de Wolfit, fue William Shakespeare; siendo conocido por sus actuaciones como El Rey Lear y Ricardo III, así como por Edipo, el Volpone de Ben Jonson, y el Tamburlaine de Christopher Marlowe.
Su compañía itinerante, actuó en Londres durante La Batalla de Inglaterra de 1940, y Wolfit puso en escena, una muy exitosa serie de obras de Shakespeare representadas en la ciudad durante dicha guerra, aprovechando las primeras horas de la tarde, o la hora de comer.
Durante un tiempo, Ronald Harwood fue su asistente personal, y él basó su obra teatral “The Dresser”, posteriormente llevada al cine, en su relación con Wolfit.
La película homónima de 1983, estuvo nominada a 5 Premios Oscar, incluyendo mejor película, director, actores (Albert Finney y Tom Courtenay) y guión adaptado.
Uno de los temas recurrentes en el trabajo de Harwood, es su fascinación por el escenario, sus artistas, y los artesanos.
Dicho tema aparece repetidamente, junto a un fuerte interés en La Segunda Guerra Mundial.
En palabras de Carmi Zlotnik, director general de la productora Starz:
“The Dresser es una historia atemporal y conmovedora, acerca de la relación entre los artistas, una obra clásica que cobra vida gracias a 2 gigantes como Anthony Hopkins y Ian McKellen, que comparten pantalla por primera vez”
La obra, es considerada como uno de los grandes retratos de la vida en el ambiente del teatro, una oda agridulce al mismo, con sus pleitos, camaradería y transformaciones mágicas en el escenario.
La historia de The Dresser, transcurre durante una noche de bombardeo en plena Segunda Guerra Mundial, en una pequeña ciudad de provincias, cuando un grupo de teatro intenta sacar adelante una representación de “El Rey Lear” de William Shakespeare, mientras a su alrededor caen las bombas; centrándose especialmente en la relación entre el brillante y tiránico actor de la compañía “Sir” (Anthony Hopkins), y su ayudante personal, el servicial y devoto Norman (Ian McKellen)
En The Dresser se muestra la relación de amor que un ayudante de cámara homosexual tiene hacia el actor de teatro.
El principal problema, es que Sir, un brillante actor, insufrible para todo el equipo, es un tipo bastante intratable y tiránico.
Además, se está quedando cada vez más desmemoriado a causa del Alzheimer.
Por su parte, Norman es un tipo muy cordial, que trata de restar importancia a los desvaríos de Sir, al cual sirve con esmero, además de sentir hacia él, un amor platónico.
Como ayudante de escenario, el devoto Norman intentará salvar cada crisis mientras a su alrededor comienza el bombardeo del Blitz...
Norman lucha para mantener con vida a la producción, pero la pregunta es, si Sir llegará a tiempo...
Y si lo hace:
¿Estará en condiciones de actuar?
The Dresser ha sido como ver una obra de teatro, dentro de una obra de teatro, con sus desvelos, rencillas, amores, y secretos; y como se intuye y ejerce el genio su influencia, ya sea ese amor/odio que crean a su alrededor, pero que nadie puede vivir sin él.
“227 Lears... 227 performances of King Lear and I can't remember the first line”
Con la nueva producción de The Dresser, cualquiera se preguntaría:
¿Por qué el remake?
En este caso hay una respuesta segura, porque The Dresser es una obra que está absolutamente sostenida para el lucimiento de extraordinarios actores.
Y basa todo su poder, en el enfrentamiento entre 2 titanes de la interpretación teatral, aquí ambos son Sir Anthony Hopkins y Sir Ian McKellen, en un tour de forcé que representa una oda al arte del actor, y al sacrificio que conlleva; así como a todos los involucrados, aquellos que están más cerca de ellos, como los colegas y los “ayuda de cámara”
De la dirección, Richard Eyre es ya un experto en tratar temas con relaciones homosexuales sutiles o veladas, o de admiración entre personas del mismo sexo, en su cine.
En The Dresser, trata la consabida historia del gran actor que ha llegado al límite de sus posibilidades y de su salud, junto a su ayudante de toda la vida:
Cuando la memoria falla, el mal humor se intensifica, y el corazón se resiente...
De cómo un leal sirviente, siempre está ahí disponible para él, para sus locuras y caprichos, siempre en la sombra, y aquí, un ayuda de cámara homosexual, resentido, mezquino, envidioso, que manipula los hilos de todo su alrededor entre bambalinas.
Pero la esposa de Sir, “Her Ladyship” (Emily Watson) quiere cancelar la representación del Rey Lear, pero Norman insiste y empuja a su amo a llevarla a cabo, aun al precio de su vida.
Podríamos decir, que el texto luce un poco apolillado, y que vemos más teatro que cine, pero todo consiste en entrar en la lucha por tomar el control, y la relación entre amo/criado, un sirviente que conoce muy bien a su señor, tanto que lo ama en silencio.
En paralelo, la obra del King Lear posee un tema principal:
La ingratitud filial, aunque también trata de la vejez y de la locura.
En relación casi exacta a los hechos que ocurren tras bambalinas.
En la obra de Shakespeare, Lear ya muy viejo, decide dejar la dirección de su reino a sus 3 hijas, con el fin de poder vivir tranquilo sus últimos días; y para ello las somete a prueba.
Sin embargo, pronto se sentirá amenazado por ellas, al verse absolutamente abandonado.
Sólo algunos fieles al Rey, intentarán devolver El Reino a su antiguo propietario.
La obra describe las consecuencias de la irresponsabilidad, y los errores de juicio de Lear, dominador de la antigua Bretaña, y de su consejero, El Duque de Gloucester.
El trágico final llega como resultado de entregar el poder a sus hijas malvadas por partes iguales, y no a Cordelia, quien manifiesta un amor capaz de redimir el mal por el bien; sin embargo ella muere al final, brindando la idea de que el mal no se destruye a sí mismo; no obstante, acaece el funesto destino de las hermanas de Cordelia, y del oportunista hijo bastardo del Conde de Gloucester.
En el caso de Lear, la tragedia se desencadena cuando él desmiembra su reino, se equivoca con respecto a sus hijas, cae presa de la furia, y destierra a Kent, que es su súbdito más fiel.
Los personajes de la obra montada en teatro, se confunden con la realidad de los personajes, en situaciones vividas momentos previos a que comience la obra.
Del reparto, con 50 años de trayectoria cada uno, hasta ahora, Anthony Hopkins e Ian McKellen no habían aparecido juntos en pantalla.
Lo que más me ha sorprendido, es que tanto Hopkins como McKellen bordean con sumo cuidado la sobreactuación, como alejando al espectador de la “naturalidad” y diciéndoles:
“Esto es teatro dentro del teatro, podemos hacer lo que queramos”, con lo que puede que a algunos espectadores les ponga nerviosa la magnífica interpretación de estos 2 monstruos.
Por un lado, Hopkins no tiene recuerdos tan gratos de su propia experiencia en la legendaria compañía Teatro Nacional de Laurence Olivier, según recuerda:
“Me pareció un purgatorio absoluto.
Todos esos giros interminables, siendo un papel sin diálogo, corriendo con medias arrugadas hacia el Otelo de Olivier.
No soy bueno trabajando en equipo, soy un poco salvaje, y un poco loco, simplemente quiero salir y hacer algo diferente, y no podía soportar la rutina.
Las tardes de miércoles lluviosas en Waterloo Road me hacían pensar:
“Por Dios, qué vida tan deprimente”
Por lo que Hopkins se enfocó en papeles de cine, tras tener su debut en pantalla interpretando a Ricardo Corazón de León en la oscarizada “The Lion in Winter” de 1968.
Siendo famoso por abandonar una producción de teatro de “Macbeth” de 1973, a media temporada; y no ha actuado en teatro por cerca de 30 años.
También recordó que no tuvo mucho éxito:
“Estaba demasiado joven, demasiado confundido, y demasiado inestable para interpretar al rey caído en desgracia de Shakespeare.
Simplemente quería salir corriendo del teatro.
No era la culpa de nadie, David Hare hizo una buena producción, pero simplemente yo no estaba a la altura”, acotó.
El productor Colin Callender, dijo que The Dresser para la televisión, comenzó como un intento para atraer a Anthony Hopkins al escenario, en un nuevo montaje.
Por lo que Callender voló a Los Angeles para reunirse con Hopkins, y “mientras me iba sentando, me dijo:
“Nunca voy a hacer esto en el teatro, pero lo haré para televisión”
Hopkins dijo que filmar The Dresser, grabada en los estudios Ealing, y en el gran teatro Hackney Empire de Londres, le hizo pasar muy buenos momentos como actor:
“La obra está tan bien escrita, y Ronald Harwood toca la esencia del actor.
Pensé:
“Sí, conozco a este tipo, sé exactamente cómo interpretarlo porque he sido eso, soy eso”
Para el oscarizado Hopkins, interpretar fragmentos de “El Rey Lear” en The Dresser, y la experiencia misma de la producción, le ha dado valor para abordar una vez más la tragedia de Shakespeare.
Tanto que interpretará al Rey en una versión de televisión, hecha por la compañía de Callender para La BBC; y eso le ha hecho imaginar de manera distinta su versión para teatro.
“Ian intenta que regrese al escenario, pero no creo tener el valor para hacerlo.
No creo, no estoy seguro, es algo que dejo que pase por ahí en mi cabeza, quizá un día”, sentenció Hopkins.
Por su parte, McKellen está desatado, mostrando todas sus dotes actorales, con mucha maquinación, intriga, y porque no, hasta cariño y odio hacia su amado patrón.
Mención especial para Edward Fox en su breve intervención, repitiendo en la nueva traslación, pero en un papel diferente.
Emily Watson, como la sufrida esposa del divo, se muestra correcta y segura.
En The Dresser hay muchas lecturas hacia lo que es el teatro:
La puesta en escena desde la preparación del actor, el vestuario, los colegas, hasta una fuerte opinión, directa hacia la crítica especializada, al cine mismo; y a los grandes del teatro, como William Shakespeare, que tras unos siglos después de su muerte, las bombas no han callado sus representaciones.
“The critics?
No, I have nothing but compassion for them.
How can I hate the crippled, the mentally deficient, and the dead?”
The Dresser es un tributo de actores de teatro hacia William Shakespeare, cuyas obras han trascendido el tiempo; pues sus temas y personajes parecen tomados del presente; y es por ello que el cine ha entendido su potencia, y actualidad.
Ahí encontramos el trabajo de excelentes y especializados guionistas; memorables recreaciones de La Época Isabelina; magistrales directores que han sabido profundizar en la obra de Shakespeare; y por supuesto, brillantes interpretaciones, dignas de ser tomadas como cátedras de actuación.
Así nos deleitaremos al comparar el “Hamlet” clásico de Lawrence Olivier, con uno moderno como el de Mel Gibson; o el “Romeo y Julieta” de Franco Zeffirelli con la adaptación a la época moderna que encontramos en “West Side Story”
Y es que Shakespeare logró comprender los laberintos y los escondrijos del alma humana, lo sublime de ella, y lo oscuro como la envidia, las tentaciones, la codicia, las contradicciones, la venganza, el incesto, y la complejidad de las relaciones familiares.
A la vez, su fascinación por el amor, la sublime pasión en medio de la intriga y traición.
Ha pasado más de 400 años, pero el pensamiento de Shakespeare expresado por sus personajes sigue válido y latente.
Tanto que su obra sigue estando en el centro del canon universal, porque nos permite acercarnos a la condición humana, al retratarla de todas las formas, maneras y modos posibles.
Y lo hace de tal manera, que nos deja revisitarla, reinterpretarla, releerla, y traerla a nuestros días, a nuestra cultura, a nuestro momento.
Nos enfrenta así mismo a la maldad, la amistad, a la traición, la fidelidad, el desamor… con un lenguaje que roza lo magistral; tanto que se le sigue representando y leyendo, porque a cada época tiene algo nuevo que decirle.

“My memory is like a policeman.
It is never there when you want it”



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