The Teahouse of the August Moon

Terminando de ver “The Teahouse of the August Moon” (1956) de Daniel Mann con Marlon Brando, Glenn Ford, Machiko Kyô, Eddie Albert, Paul Ford, Harry Morgan, Mitsuko Sawamura, entre otros. 

Comedia basada en la obra de Broadway de 1953, escrita por John Patrick, ganadora del Premio Pulitzer/Drama y del Premio Tony; que a su vez es una adaptación de la novela homónima de Vern J. Sneider; una sátira de la ocupación estadounidense de Japón después del término de La Segunda Guerra Mundial, cuando se contrata a un capitán para ayudar a construir una escuela, al tiempo que se le encomienda la misión de enseñar los beneficios de la democracia y el comercio en la ciudad de Okinawa... pero los lugareños quieren una casa de té en su lugar.  

El film habla sobre el choque cultural de las civilizaciones de Oriente y de Occidente, sobre la forma de entender la vida de unos y de otros; y de las cosas que en el fondo importan, bajo los criterios de democracia, saben sus habitantes ejercerlos sin más lección que el ejemplo recibido de sus mayores… y ahora se verá, si el capitalismo y la “democracia” que quieren transmitirles los estadounidenses sirven realmente para la convivencia en paz. 

Todo comenzó cuando el estadounidense, Vern J. Sneider, recién graduado de la Universidad de Notre Dame, en 1940 decidió enrolarse en el ejército para luchar contra El Fascismo; y en 1945, hizo parte de la fuerza aliada de ocupación que aterrizó en Okinawa, Japón.  

Allí, fue nombrado Comandante de un pueblo de 5 mil habitantes llamado Tobaru… y de sus experiencias con esta comunidad, surgiría la novela, “The Teahouse of the August Moon”, la cual publicaría, en 1951.  

Lo que pretendía Sneider, era mostrar la suerte de paradojas que pueden darse entre “el conquistador y el conquistado”; y cómo lo que se considera democracia, quizás esté muy lejos de serlo; y también queda bien definido que, es en las acciones y no en los discursos cuando se sabe quién es quién; y muchas veces, el que “enseña” aprende mucho más que lo que logra transmitir a sus educandos.  

De esa manera, cuando la novela de Sneider llegó a manos del dramaturgo John Patrick, éste quedó tan encantado con la historia que enseguida se puso en la tarea de convertirla en una obra de teatro, y tuvo mucho éxito. 

Luego, Patrick incrementó la dosis de comedia y los personajes se volvieron más halagadores… de ahí que su obra sería galardonada con el premio Pulitzer, y diera el banderazo de salida para una película. 

Y es un buen trabajo al representar la meditación humorística sobre el choque cultural y la capacidad de un pueblo fuerte pero flexible para mantener sus costumbres orientales frente a “la ayuda occidental”; por lo que resulta ser una buena despedida de los altos mandos militares oficiosos, pero en gran parte benignos de la época, y en gran medida sobre ello, gira en torno al personaje de Glenn Ford, El Capitán Fisby, que encuentra su métier...  

Principalmente, es una pequeña ficción amorosa y seductora sobre 2 pueblos que se conocen y aprecian... pero cómo costó... y se divierte uno en el proceso de quién “doma” a quién. 

Del reparto, Marlon Brando como Sakini esta lejos de Stanley Kowalksi o Terry Malloy, y uno no lo pensaría capaz de hacer mucho con una caracterización humorística cruzada, sin embargo, la manera brillante y convincente en que lo lleva a cabo, nos recuerda el gran talento de actor que una vez poseyó, y que tendió a despilfarrar a medida que avanzaba su vida.  

Como Sakini, se requiere verlo un poco de suspensión de la fe, pero su contribución rápidamente se suma a la calidad seductora de la película; y es que la representación del habitante de un pueblo japonés, fue un gran reto para las técnicas de actuación de Marlon Brando; tanto que pasó 2 meses estudiando la cultura, el discurso y los gestos locales. 

En su contraparte, Glenn Ford como El Capitán Fisby es bastante bueno, su juego de improvisación con Marlon Brando es uno de los pocos “tour de force” que se recuerdan en la comedia. 

Y Machiko Kyō como Lotus Blossom, es tan tierna que uno creería que es una Geisha real, pero todo lo contrario: 

La película utilizó música japonesa grabada en Kioto, y cantada y bailada por artistas japoneses; de hecho Machiko Kyō había ganado elogios por sus actuaciones dramáticas en “Rashomon” y “Gate of Hell”, por lo que esta parte ligeramente cómica, fue un punto de partida para ella.   

Del resto del reparto, Eddie Albert como Capitán McLean es soberbial, sin olvidarme del pobre Paul Ford como El Coronel Wainwright Purdy III y la actuación de Henry (Harry) Morgan como El Sargento Gregovich. 

Y todos los extras japoneses hacen un grupo desternillante, tan fascinante como adorable. 

Y eso es lo que es, una pequeña comedia muy agradable para disfrutar, claramente no pretende ser una representación documental de las fuerzas de ocupación militar de EEUU; por lo que no hay que verla como tal, sino se perderá gran parte de la magia; y si bien puede contener algunas instancias menores de las actitudes de esa época, algunas de las cuales ya no son políticamente correctas; no hay malicia en las caracterizaciones, y el mensaje general es de apreciación de ambas culturas.  

De hecho, “The Teahouse of the August Moon” había aumentado la tolerancia racial en los Estados Unidos al discutir abiertamente los matrimonios interraciales... al tiempo que la película se burla de la estrechez de miras de algunos estadounidenses, y muestra a los habitantes de Okinawa con respeto y ternura, como asertivos, emprendedores, resistentes y orgullosos. 

Sin embargo, otros han argumentado que la película forma parte de una larga lista de estereotipos de mujeres asiático-americanas como “Flor de Loto, geisha, muñeca de porcelana o Suzie Wong”, al presentar a las mujeres asiáticas como “pasivas, sexualmente dóciles y fáciles de seducir” o como auténticas prostitutas... 

Otro es que la película ha sido criticada por algunos teóricos críticos y la actuación de Brando ha sido calificada como un ejemplo de “casting de cara amarilla” 

Estos gringos “bienintencionados” quisieron llevar una forma de vida mejor a ese pequeño y pobre pueblo en Okinawa, regalarles cultura, imbuirles de espíritu de trabajo de superación, en definitiva, trasladarles el “American Way of Life” casi a la fuerza; tan prepotentes ellos, tan ignorantes, siempre pensando que lo suyo es lo mejor... 

Y es tremendo comprobar cómo en esta vida loca que nos estamos dando, olvidamos a cada paso la esencia de las cosas para volcarnos solo en los resultados, demasiado a menudo despreciamos las razones del vivir y su sustancia en una loca carrera hacia nuestra propia insatisfacción.  

Algunos pueden acumular coches, o casas, o millones de dólares, y sin embargo nunca han disfrutado de una puesta de Sol, sin duda aterrador. 

De eso habla el filme; pero tampoco olvidemos que eran los días de La Guerra Fría después de La Segunda Guerra Mundial, con “La Caza de Brujas” anticomunista todavía fresca en la mente de todos; y El Código Hays seguía gobernando la representación de la vida en todas sus manifestaciones, el erotismo más notable, que es un elemento fuerte en la historia.  

Total, son los okinawenses los que salen bien parados, y los estadounidenses son los que parecen bastante ridículos, con sus nociones de ganar corazones y mentes para difundir la democracia... 

Por ello la película satiriza o ridiculiza todo eso y, sin embargo fue enormemente popular en EEUU.  

Pero creo que, más exactamente, fue una época de mayor confianza entre los mismos estadounidenses, cuando pudieron reírse de ellos mismos con más facilidad y no se aterrorizaban que este, aquel u otro grupo pudiera ser ofendido. 

El resultado, esta película probablemente no se podría hacer hoy, víctima de la horripilante corrección política; es una magnifica comedia de las que aún se hacían entonces, sin pomposidad, sin ostentación, sencilla pero tremendamente irónica y divertida, sin una palabrota ni una frase de mal gusto, delicada y tierna para divertir; para entretener no es en absoluto necesario ir a lo burdo o grosero, si se hace con elegancia y con algo de inteligencia, más placentero y de mayor calidad. 

“Solía preocuparme mucho por no ser un gran éxito.  

He hecho las paces conmigo mismo en algún lugar entre mis ambiciones y mis limitaciones” 

RECOMENDADA. 




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