El Laberinto del Fauno

“Cuentan que hace mucho, mucho tiempo, en el reino subterráneo donde no existe la mentira ni el dolor, vivía una princesa que soñaba con el mundo de los humanos.
Soñaba con el cielo azul, la brisa suave y el brillante sol.
Un día, burlando toda vigilancia, la princesa escapó.
Una vez en el exterior, la luz del sol la cegó y borró de su memoria cualquier indicio del pasado.
La princesa olvidó quién era, de dónde venía.
Su cuerpo sufrió frío, enfermedad y dolor.
Y al correr de los años, murió.
Sin embargo su padre, el rey, sabía que el alma de la princesa regresaría, quizás en otro cuerpo, en otro tiempo y en otro lugar, y él la esperaría hasta su último aliento, hasta que el mundo dejara de girar…”

El maquis, también conocido como la guerrilla o Guerrilleros Españoles, fue el conjunto de movimientos guerrilleros antifascistas de resistencia en España que comenzó durante la Guerra Civil.
La palabra proviene del vocablo francés maquis, que proviene a su vez del corso y del italiano macchia, que equivale a paisaje de arbustos, matorrales, maquia.
El casi inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a gran parte de los excombatientes republicanos en territorio francés; muchos de ellos se incorporaron a la Resistencia francesa en lo que fue la Agrupación de Guerrilleros Españoles.
A partir de 1944, con los ejércitos alemanes en retirada, muchos de estos guerrilleros reorientaron su lucha antifascista hacia España.
“Hace muchos, muchos años, en un país muy lejano y triste existió una enorme montaña de piedra negra y áspera.
Al caer la tarde en la cima de esa montaña, florecía todas las noches una rosa que otorgaba la inmortalidad, sin embargo nadie se atrevía acercarse a ella, pues sus numerosas espinas estaban envenenadas.
Entre los hombres solo se hablaba del miedo a la muerte y al dolor, pero nunca de la promesa de la inmortalidad.
Y todas las tardes la rosa se marchitaba sin poder otorgar sus dones a persona alguna, olvidada y perdida en la cima de la montaña de piedra fría, sola hasta el fin de los tiempo”
El Laberinto del Fauno es una película de los géneros drama y fantástico, escrita, producida y dirigida por el realizador mexicano Guillermo del Toro.
Protagonizada por Ivana Baquero, Sergi López, Maribel Verdú, Doug Jones, Ariadna Gil, Álex Angulo, Federico Luppi, Roger Casamajor, Fernando Tielve, Pepa Pedroche, José Luis Torrijo, entre otros.
El Laberinto del Fauno es la segunda parte de la trilogía informal de películas fantásticas de Guillermo del Toro, ambientadas en la guerra civil y posguerra española.
La primera fue “El Espinazo del Diablo” (2001) y la tercera entrega de la trilogía será “3993” la cual fue anunciada en el 2009, sin embargo, su rodaje aún no comienza.
Guillermo del Toro se inspiró en el filme “Sleepy Hollow” (1999) o los cuentos de Los Hermanos Grimm para escribirla y dirigirla.
El Laberinto del Fauno es la película rodada en castellano más taquillera de la historia.
El autor ha declarado que el mundo de fantasía que se cuenta en la película es real, y no es una fantasía de Ofelia.
Sin embargo, ese detalle es lo único que no me ha gustado de El Laberinto del Fauno, esa ambigüedad sobre este asunto.
En ocasiones parece que sí que es real, por ejemplo cuando cura a su madre colocando la planta debajo de la cama.
Pero también hay pruebas de lo contrario, ya que cuando está hablando con el fauno y llega el capitán, éste la ve hablando sola, y da la sensación de que todo es fruto de la imaginación de la niña.
Como fuere el caso, El Laberinto del Fauno es la primera película del género de fantasía nominada al premio Óscar en la categoría de mejor película extranjera, o mejor película en lengua no inglesa.
Fue ganadora de 3 premios Óscar a la Mejor Fotografía, Dirección Artística y Mejor Maquillaje; y estuvo nominada como mejor película en lengua extranjera, guión original y banda sonora.
El Laberinto del Fauno es un cuento de hadas para adultos, y especialmente fascinado por las criaturas mitológicas como son los faunos, así como las leyendas y creencias mágicas; del Toro nos salpica la realidad con una enorme creatividad.
Admirables decorados y puesta en escena en lo que a misterio se refiere, y en paralelo a una conseguida España de la posguerra, se presenta una historia bien trabajada y llevada.
Esto es todo un mérito y aunque la dolorosa existencia en esta dura etapa española no resulta tan interesante y sí más floja, el cuento de hadas es especialmente fantástico.
No es sencillo lo que Guillermo del Toro ha logrado en El Laberinto del Fauno, el combinar una narración llena de críticas hacia la dictadura de otrora con un lúgubre cuento de princesas y hadas.
A priori pareciera una aberración la simple idea de mezclar ambas temáticas y si bien no creo que hayan pegado mucho o que tengan algo que ver, pero el producto final es ampliamente interesante.
El Laberinto del Fauno no descuella intentando demostrar una ideología política ni encantándonos con un cuento maravilloso, no obstante tiene una narración sobria que atrapa al espectador con sus variantes.
Las mismas deambulan entre la cruda realidad de hechos polémicos y la fantasía salida de los cuentos para niños, y extrañamente aunque no me termine de cerrar qué tiene que ver una cosa con otra, insisto en que la resultante final es satisfactoria.
Y lo es porque los momentos de realidad son duros, claro que vistos desde una perspectiva izquierdista que puede resultar un tanto parcial, y dejan al autoritarismo militar muy mal parado y paralelamente vemos cómo en escenas de ensueño una niña se aleja de ese salvaje contexto para sumergirse en escenarios no menos sórdidos pero que al menos prometen un final feliz.
Veo en el discurso de Guillermo del Toro una acérrima crítica hacia la derecha, disimulada dentro de un cuento de hadas que si bien no deslumbra, nos da un respiro ante tanta exacerbación y maltrato de los derechos humanos.
Así las cosas, nos encontramos en 1944, cinco años después de la derrota del gobierno republicano y sus aliados circunstanciales por parte de los fascistas, ayudados por Hitler y Mussolini.
El franquismo se encuentra consolidado y los republicanos se organizan mediante guerrillas para desestabilizar el régimen, reuniendo hombres que ingresan a España desde Francia.
Fiel al estilo épico, los malos son bien malos, y los buenos son heroicos y jóvenes.
El Laberinto del Fauno cuenta el apasionante viaje de Ofelia (Ivana Baquero), una niña de 13 años muy aficionada a los libros de fantasía, quien junto a su madre, Carmen (Ariadna Gil), en un delicado estado de salud debido a su avanzado estado de gestación, se traslada hasta un pequeño pueblo en el que se encuentra destacado Vidal (Sergi López), un cruel capitán de la Policía Armada franquista, nuevo marido de Carmen, ya que el padre de Ofelia había muerto al inicio de la guerra, individuo por quien Ofelia no siente ningún afecto.
Vidal se encuentra destacado para acabar con los últimos vestigios de la resistencia republicana, escondidos en los montes de la zona, para lo cual no duda en utilizar toda clase de procedimientos, incluyendo el asesinato y la tortura, así como el apropiamiento y racionamiento de alimentos de la población civil de la zona.
Vidal tiene su centro de operaciones en un antiguo molino situado fuera del pueblo.
Aparte de los guardias civiles, en el molino los esperan Mercedes (Maribel Verdú), una joven del pueblo que se encuentra a cargo de los demás miembros del servicio, y el doctor Ferreiro (Álex Angulo), quien se hace cargo del precario estado de Carmen.
Una noche, Ofelia descubre las ruinas de un laberinto donde se encuentra con un fauno (Doug Jones), una extraña criatura que le hace una revelación:
Ofelia no es en realidad quien cree ser, sino una princesa llamada Moanna, última de su estirpe, a la que su pueblo lleva mucho tiempo esperando.
Para poder regresar, deberá superar tres pruebas antes de que llegue la luna llena.
En el transcurso de su misión, la fantasía y la brutal realidad se entremezclan, dando lugar a una historia donde la magia que rodea a Ofelia le sirve para evadirse de la cruel realidad en la que se encuentra inmersa.
La fecunda sensibilidad y fantasía de Ofelia chocará brutalmente con el entorno agreste y hostil y la sádica naturaleza de Vidal.
Cuando en el fondo de un laberinto descubra a un fauno que le revela que ella es, en realidad, la reencarnación de la princesa heredera de un reino mágico, Ofelia comenzará a luchar en dos frentes distintos:
El de la supervivencia en el mundo real y cruel donde Vidal dicta las normas, y en el mundo mágico cuyas puertas se le han abierto de repente y exigen de ella la entrega y sacrificio que se le exige a todos los héroes de leyenda.
Y hablando de contrastes, resulta chocante que el miedo provenga más del personaje del capitán franquista, real y despiadado, que del elenco de monstruosidades que pueblan el mundo imaginativo por el que se mueve la joven protagonista.
Sólo en una historia que se plantea como un cuento de hadas perverso y siniestro podría ser aceptable, y aun así con reservas, un personaje como el que representa la represión franquista:
El del capitán Vidal, un hombre frío y metódico hasta la náusea, encarnación del militar de carrera ordenancista y fanático, para quien los únicos valores admisibles son los de la disciplina, el honor y el orgullo de casta.
En este personaje se reúnen todos los defectos morales propios del monstruo:
La crueldad, el desprecio por el prójimo, la violencia sádica, el machismo, el odio ciego y despiadado hacia el enemigo, y una absoluta falta de humanidad.
El rosario de gestos y actitudes bestiales de El Laberinto del Fauno es una verdadera antología de lo perverso:
Ejecutor de sospechosos, torturador sádico y reiterado de prisioneros indefensos, hombre sin entrañas que está dispuesto a sacrificar a su mujer y asesinar a su propia hijastra con tal de proteger el honor de su apellido, encarnado por su hijo varón.
Las únicas virtudes del personaje, su valentía en el combate y su capacidad para enfrentarse al peligro y al dolor, presentan también una dimensión perversa, fanática y deshumanizada.
En último término, estas dudosas virtudes se revelan inútiles, pues la arrogancia militar del capitán Vidal no se ve acompañado de la más mínima pericia táctica:
Los “maquissards” le engañan como a un cadete, y además su orgullo de casta le impide ver la conspiración que se trama bajo sus mismas narices.
En El Laberinto del Fauno el mundo horroroso está representado por los franquistas y, especialmente, su líder, que casi parece una máquina de matar sin sentimientos, encerrado en un campamento rodeado por el bosque.
Y es justamente en el bosque donde se esconden los republicanos, protegidos por la naturaleza.
El camino de aprendizaje comenzado por Ofelia la va llevando a fusionarse también con el mundo natural, que aquí está completamente emparentado con el mito y lo fantástico.
Curiosamente, un acto tan inmundo y detestable como el asesinato de Ofelia a manos de su padrastro, que supone la culminación de la maldad del personaje, es necesario para que el ritual de pruebas iniciáticas a las que se somete la niña tenga éxito y para que el bien triunfe sobre el mal.
A cada barbarie cometida en el mundo real se sucede un acontecimiento todavía más terrorífico en el juego de la niña.
El fauno como el capitán, condenados ambos a la desaparición en la memoria, no en vano el primero comenta que ha recibido muchos nombres perdidos y al segundo se le condena con la supresión de su identidad, los dos portadores de la llave para unas pruebas regidas por el fatídico número tres.
Unas pruebas que se reducen a la clásica trama de búsqueda, en este caso paterno-filial, y en las que lo fantástico no actúa como un hilo conductor, sino como un plano donde lo horripilante se multiplica hasta llegar al terror más absoluto:
La misma realidad.
Del asco de un sapo de cuento en las entrañas de la tierra al escalofriante banquete que se esconde tras la pared del cuarto, presidido por una criatura albina que ve con las manos y roza con sus uñas negras a una niña cada vez más consciente de que la última y más dura prueba sucederá a plena luz y bajo la mirada de todos los que no creen en hadas.
Aunque en principio desconocemos si esa fantasía es un simple producto de la imaginación de Ofelia o si en verdad ha accedido a un portal mágico, pronto obtenemos la respuesta en la conclusión de la segunda prueba, cuando Ofelia vuelve a su habitación por una puerta distinta, rompiendo las reglas físicas y espaciales.
Alguien ha dicho acerca de El Laberinto del Fauno que es mejor mantener a los niños alejados de ella, y tiene mucha razón:
Todos los miedos infantiles, y no tan infantiles, todos los escrúpulos que el espectador pueda albergar en cuanto a lo feo, lo repulsivo, lo asqueroso, lo cruel y lo sangriento se van a ver interpelados por una película que se complace en una exhibición de la dimensión más perversa de lo imaginario.
La violencia en la que se ensaña El Laberinto del Fauno en varias escenas es chocante y muy gráfica, algo que no me ha gustado ni he podido soportar con facilidad, demasiada sangre sin sentido que fortalece la maldad de un personaje a recordar con odio, como es el capitán Vidal.
Por otro lado he conocido a una prometedora Ivana Baquero joven talento que sin duda ha conseguido ponerme en su piel, muy expresiva y creíble.
Además de Maribel Verdú, Álex Angulo y la nimia interpretación de Ariadna Gil, debo resumir que el reparto está muy conseguido sin grandes halagos, pero de nuevo resalto a la prometedora actriz en el papel de Ofelia.
Cabe decir que le tomó cinco horas a Doug Jones, que era el único actor estadounidense y el único que no sabía hablar español, ponerse el traje de “Pale Man”, esa impresionante criatura que devora niños y persigue a Ofelia, mirando con ojos en las manos.
Luego de que el actor logró ponerse el traje, tuvo que mirar por los agujeros de la nariz de la criatura para saber por dónde caminar.
Justamente Doug Jones, que también interpretó al fauno, que sí tenía líneas de diálogo, no sólo tuvo que memorizar lo que iba a decir él, sino también las líneas del personaje de Ofelia, para saber cuándo debía intervenir; todo lo visual está digno de mención, muy artesanal, y con los mínimos efectos especiales requeridos.
Lo que si me sorprendió fue el marcado tono oscuro y tenebroso de toda la cinta, tanto en su trama como en sus formas.
No obstante, también hay varios aspectos que no estuvieron bien como poca vocalización de los actores con palabras muy entrecortadas y el sonido unas veces muy alto y en otras ni se entendía.
Un actor español susurrando es una tortura, y bajo ese detalle, sería bueno subtitular.
Cabe destacar la música de Javier Navarrete y su trío de piezas muy dramáticas pero amenizadas con aquellos coros majestuosos y esperanzadores que escuchamos durante todo El Laberinto del Fauno:
“Ofelia”, “Una Princesa” y “Nana del Laberinto del Fauno”, que despiden la obra, haciéndonos sentir más fuerte que nunca que la magia existe; y que no sólo existe en las películas, también en su música, y por qué no, en nuestras propias vidas.
El Laberinto del Fauno tiene mucho contenido:
Histórico en referencia a los Maquis que siguieron enfrentándose a las fuerzas franquistas escondidos en los bosques españoles.
Psicológico, con los típicos “amigos invisibles” de los niños.
Humano, porque hay personas que se preocupan también por los que les rodean y seguramente que cada cual puede sacar mucho más de ella.
El Laberinto del Fauno habla sobre la libertad y la imaginación y la conexión que existe entre ellas.
A tantas cosas se le llama libertad, muchos dicen que no existe realmente si tomamos en cuenta las infinitas limitaciones que enfrentamos y los condicionamientos físicos y psicológicos que nos dominan, pero aun así una vez establecidos identidades y limites, siempre hay opciones frente a nosotros, opciones de pensamiento, reacción, y decisión, y lo realmente fascinante es que casi siempre es una sorpresa lo que un ser humano puede hacer en situaciones extremas.
La libertad más profunda y verdadera, es la libertad de elegir entre las opciones que nos presenta la vida, sean muchas o pocas, buenas o malas, limitadas o amplias, incluso entre dos opciones terribles e injustas, siempre podemos elegir desde el miedo o desde el coraje, a partir de lo que somos.
Sabemos cómo terminaron los maquis, que al igual que Ofelia están condenados a ser víctimas de la cobardía y la crueldad y aun así El Laberinto del Fauno me deja un sabor de esperanza, porque la victoria de estas “victimas” es más profunda y trascendente, es el triunfo del que no se traiciona a sí mismo, de los que a pesar de ser enfrentados a situaciones extremas, en el momento más terrible y amenazador son capaces de apostar por la dignidad, la humanidad y la verdad.
Guillermo del Toro nos recuerda que los verdaderos demonios no habitan en forma de seres mágicos en el interior de árboles o laberintos, sino en la propia realidad de la vida, esa realidad ruin y sucia que condujo a un país entero a una contienda cuya ignominia real hemos intuido siempre, pero nunca nos han dejado conocer del todo.
Personajes como el capitán Vidal representan el retrato de un determinado estereotipo de malvado, no por estereotipado menos real, que muchos tuvieron la desgracia de conocer, y otros la desgracia mayor de verse a su merced en tiempos aciagos.
El Laberinto del Fauno es un homenaje a tantos héroes anónimos de este “mundo real” que con su valentía e idealismo nos hacen creer en que la belleza, la pureza y la fantasía de un niño pueden seguir viviendo en el corazón de un hombre, y que así como un niño se permite creer en las hadas, un adulto se puede permitir creer en el potencial infinito del ser humano.

“Y se dice que la princesa descendió al reino de su padre y que ahí reinó con justicia y bondad por muchos siglos, que fue amada por sus súbditos y que dejó detrás de sí pequeñas huellas de su paso por el mundo, visibles sólo para aquel que sepa dónde mirar...”


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