The Innocents

“But above anything else, I love the children”

El género de terror ha dado al cine cantidad de obras de gran valor.
El terror psicológico u horror psicológico, es un tipo de narración, tanto literaria como cinematográfica, en la cual el miedo se suscita afectando a la mente y la emotividad del lector o espectador.
Así, éste debe acabar identificándose con los padecimientos o vivencias extremas de determinados personajes.
Se trata de un subgénero de la ficción terrorífica que centra su atención en los temores de los personajes, sus culpas, creencias y supersticiones.
En el cine, con el fin de reforzar la tensión y acrecentar el interés en la trama, suele recurrirse a los efectos espeluznantes de sonido, la tétrica ambientación musical, la inestabilidad emocional de los personajes, los paisajes o situaciones extraños u oscuramente sugerentes, etc.
El terror psicológico originario recurre a la sugerencia y a la sutileza de trazo.
Contiene, pues, menos "efectos especiales" y descripciones de violencia o agresión física, ya que trabaja principalmente con factores que afectan mentalmente a la audiencia, obviando la visualización de imágenes gráficas truculentas, tan típicas, hoy en día, del cine Slasher y el gore.
Más que la "sangre", es elemento fundamental del terror psicológico la "sombra" arquetípica, las tinieblas, que encarnan siempre la idea de "amenaza", el miedo a lo desconocido.
De este modo, el espectador o lector se estremece ante la exposición a miedos y vulnerabilidades comunes o universales, centradas principalmente en las partes más oscuras de la psique humana, que la mayoría de las personas reprime o niega.
La amenaza, así, proviene del propio espectador o lector.
El mal, por otra parte, muchas veces se esconde bajo la apariencia de normalidad, en un ámbito cotidiano, mientras que el sub-género Gore se centra más bien en lo extraño, lo visual y llamativamente fantástico, y a menudo repugnante, aquello que no admite una explicación sencilla.
Otro aspecto de terror psicológico, pero más emparentado con el gore, es el recurso a lo que podría denominarse "horror corporal"
El propósito es desarrollar un sentimiento de malestar mediante la explotación del miedo humano al sufrimiento físico, a la enfermedad, la experimentación anormal, el parasitismo, la mutilación, las mutaciones, la mera decadencia física, etc.
“It was only the wind, my dear”
The Innocents es una película producida y dirigida por Jack Clayton en 1961.
Protagonizada ENORMEMENTE por Deborah Kerr, Peter Wyngarde, Megs Jenkins, Pamela Franklin, Martin Stephens y Michael Redgrave.
The Innocents es la más celebrada adaptación al cine de la novela de Henry James “The Turn Of The Screw” con el guión a cargo de Truman Capote y William Archibald.
Mitad horror sobrenatural y mitad drama psicológico, sin mencionar el subtexto de sexualidad reprimida que se lee en la novela, la riqueza de “The Turn Of The Screw” es vasta, lo que ha permitido también una buena variedad de adaptaciones, cada una mostrando una forma diferente de ver la historia.
The Innocents es una adaptación que permanece fiel a la visión de James, y logra mantener la seductora ambigüedad de la novela que oculta un cosmos interno de represiones, obsesiones sexuales, incesto, pedofilia y esquizofrenia tan sutilmente latente que la sugerencia y la insinuación se convierten en las armas fundamentales con las que el escritor concibe y da forma a una de las más subestimadas y apasionantes obras maestras de la literatura decimonónica.
La narración contiene elementos interesantes en los que se proyecta un cambio de valores en la sociedad inglesa.
A través de la historia que ocurre en tiempos idealizados, es decir en la Época Victoriana, la protagonista desarrolla su personalidad de adulta en un medio donde poder luchar contra sus fantasmas.
Una mujer sana y responsable pone a prueba sus valores y sus creencias para acabar al borde de un precipicio existencial.
La construcción de las escenas están diseñadas para garantizar ambigüedad pero todo indica que la mujer sufre de psicosis.
The Innocents está considerada por los ingleses la mejor cinta de horror, porque habla de la ambigüedad de nuestros miedos, de que la mayoría están en nuestra cabeza, o quizás, no lo están, son amenazas reales y debemos cuidarnos de ellas porque el miedo es nuestra emoción más antigua y la más profunda, y crece cuando se trata del miedo a lo desconocido.
Cada plano en The Innocents es una obra de arte.
Tienen un valor en la composición, como en su punto de vista y su valor informativo, pero sobretodo, a nivel de lenguaje.
El director supo plasmar en imágenes y en puesta en escena y en cada movimiento de su cámara, la representación visiva de la ambigüedad, nos guió de la mano hasta las preguntas y supo entretenernos y asustarnos cuando era el momento indicado.
La acción principal tiene lugar en la mansión Bly, palacio rural situado en Essex, Inglaterra, en la segunda mitad del XIX.
La señorita Giddens (ENORME Deborah Kerr) es contratada para hacerse cargo de dos niños huérfanos por el tío de éstos (Michael Redgrave), quien está más preocupado por sus asuntos particulares que por sus sobrinos.
Así que se instala en la casa de campo donde residen Flora (ENORME Pamela Franklin) y su hermano Miles (ENORME Martin Stephens)
Éste último se encuentra estudiando en un colegio, del cual es expulsado y enviado a su casa poco después de la llegada de la señorita Giddens.
Ésta ve en el lugar a un hombre y a una mujer enlutada, a quienes el ama de llaves, la señora Grose (Megs Jenkins), identifica como Peter Quint y la señorita Jessel, el jardinero y la anterior institutriz, ambos amantes y ya fallecidos.
La extraña conducta de los dos niños incrementará sus sospechas de que algo o alguien fuera de este mundo pretenden tener el control de estos niños inocentes.
La señorita Giddens llega a creer que los niños también pueden ver a los espíritus y que están influidos por ellos.
En la mansión, la institutriz va armando un macabro rompecabezas al conseguir información referida a la muerte de los antiguos custodios, Quint y Jessel; en la manera en que éstos mantenían relaciones sexuales en los diversos cuartos sin importarles la presencia de los infantes, o la afinidad enfermiza de los niños por encontrar la figura paterna en ambos criados.
Es así como se nutre la relación deformándose en aturdida amistad entre Flora, la niña y la señorita Jessel, y en influencia desbordada entre Miles, el niño y Quint.
Frente a esta situación es que Miss Giddens se aferra aún más a su fe encontrando en ella la posible solución a lo que cree sucederá:
El amor entre los amantes fallecidos se hará posible nuevamente sólo encarnando en los niños.
Es entonces cuando comienza a perseguirlos con la idea de que ellos ven “algo”, que hablan con “alguien”, pues así lo insinúa la institutriz persistiendo en la extraña presencia.
Los niños solo lo niegan.
Utilizando los plenos poderes otorgados por el tío de los niños, ordena que tanto Flora como la señora Grose se marchen a Londres y ella queda sola con Miles en la casa.
«Di su nombre y te salvarás», dice Giddens cuando se queda a solas con el niño en la mansión.
Pretende exorcizar su cuerpo por el error de pronunciar frases que sólo se le permitirían a un adulto o por el comportamiento agresivo que presenta, sin asumir que la fuerte presencia de una persona que ha muerto y nos ha dejado palabras en los labios no es en sí la encarnación de la misma en nosotros, si no que el aprendizaje hace que repitamos hasta las posibles malas influencias.
Presiona al niño para que admita la presencia del espíritu de Peter Quint.
Miles, en estado de shock, quizás sugestionado por la señorita Giddens, lo admite y cae entre los brazos de Giddens, y ella llora conmovida al haberlo librado de su pesada carga al haber cumplido el precepto que le había enseñado su padre:
Nunca dejes de ayudar a alguien.
Ella prometió ayudarle y nunca lo abandonó pero cuando Miles esta en sus brazos se percata de su palidez.
El niño gritó el nombre pero no se liberó y por el contrario, cayó rendido y agotado sin más, para ser besado por Giddens en señal de perdón porque lo único que ella quería, y lo reafirman sus oraciones, era «salvar a los niños, no destruirlos»
¿Los niños están poseídos, o simplemente fue la nefasta influencia de la tormentosa pareja en vida, que les hacía participar en sus "juegos", la que les ha marcado para siempre, alentando sus inusitados comportamientos, o al final solo eran unos niños inocentes que vivían aislados de otros niños y que sufrieron un trauma al morirse sus adultos influyentes (el jardinero Quint y la institutriz) e incluso verse traumatizados por la visión, o incluso participación, de los juegos sexuales de sus figuras cuasi paternas?
¿Eran realmente inocentes Miles, el soldado fanfarrón de Plauto y Flora, la naturaleza?
Es interesante pensar que las dos supuestas contraposiciones de The Innocents en realidad no lo eran y que en verdad los niños no veían nada, por lo tanto Giddens luchaba con su propia mente y es en este proceso que Flora termina desquiciada y Miles, agotado.
Es posible también que su inocencia no haya sido tal, y que todo el esfuerzo en negarse a aceptar las apariciones haya sido parte de algún plan escabroso.
Como leí en algún texto la idea de Henry James era que no se resolviera el misterio y al parecer Clayton lo aceptó.
“What shall I sing to my lord from my window?
What shall I sing for my lord will not stay?
What shall I sing for my lord will not listen?
Where shall I go when my lord is away?
Whom shall I love when the moon is arisen?
Gone is my lord and the grave is his prison.
What shall I say when my lord comes a calling?
What shall I say when he knocks on my door?
What shall I say when his feet enter softly?
Leaving the marks of his grave on my floor.
Enter my lord.
Come from your prison.
Come from your grave, for the moon is a risen.
Welcome, my lord”
The Innocents es una cinta de horror que basa su impacto en el poder de la sugestión, en el miedo a lo oculto, a lo desconocido; y para hacer esto emplea una ominosa atmósfera sombría y una trama ambigua.
En cierto modo, aunque The Innocents es una historia de fantasmas, también funciona como horror psicológico, en el que el personaje de Miss Giddens comienza a descubrir una nueva cara de su propia personalidad vía el contacto con estos niños, quienes parecen estar poseídos.
Y dado que ella es la única que experimenta esto, la paranoia comienza a asolarla, aislada en una mansión enorme sin nadie en quien confiar.
La palabra clave del filme es "ambigüedad" pues de hecho, se pudiera incluso decir que los escritores han tomado esa ambigüedad ya inherente en la trama todavía un paso más allá a la par que juegan con cada elemento que tiene la historia:
Horror sobrenatural, drama psicológico, y ese sutil pero fuerte toque de voluptuosa sensualidad de la represión sexual Victoriana.
La trama tiene múltiples giros a medida que se desarrolla, jugando con cada posible explicación para los extraños eventos que ocurren, pero sin dar muchas pistas sobre la naturaleza exacta de lo que está pasando, cuidando sabiamente el misterio y el suspenso hasta el último momento.
Clayton basa su estilo visual en la sugerencia más implícita, recogida en pequeños detalles que, finalmente, se revelan capitales para la plena comprensión de The Innocents.
La escalofriante secuencia en la que Miss Giddens descubre al fantasma de Miss Jessel en el salón de estudio es una buena prueba de ello:
La aparición se encuentra sentada detrás de la mesa, llorosa, con el rostro ensombrecido, sin embargo, atisbamos perfectamente el enorme parecido físico entre el espectro y Miss Giddens quien, arrinconada en los estantes, apenas tiene fuerzas para enfrentarse ante su verdadera naturaleza extraída a la luz.
Son estos detalles, asimismo, los que perfeccionan todos los demás elementos de la película convirtiendo cada plano de The Innocents en un inabarcable cosmos de inquietud.
La historia que se narra es la historia interior de éste personaje.
Es un viaje a lo más profundo de su ser, de sus miedos y temores, de toda su historia pasada y presente.
Una concreción tan inusual y extrema que llega a desnudar metafóricamente todo el cúmulo de sentimientos y sensaciones que afloran en él.
La construcción es, por ello, verdaderamente prodigiosa.
Cada secuencia ofrece nueva información sobre las características del personaje y, a la par, complementa las expuestas con anterioridad.
Por ejemplo, las apariciones de los fantasmas tienen como base un estado anímico preciso en Miss Giddens, de hecho, la primera vez que ve a Quint es en lo alto de un torreón y no puede precisar su rostro sin embargo, a partir del descubrimiento del retrato en el desván, la cara del espectro se muestra perfectamente nítida.
Ello, la presencia virtual de un ser que exhala erotismo y crueldad a partes iguales, potencia su represión sexual, revela su halo más oculto, casi masoquista:
El rechazo que siente hacia Quint está turbiamente mezclado con una atracción inconsciente y degradante.
Ello, a la par, pone de manifiesto el desprecio que siente Miss Giddens ante dichas pulsiones lo que le conducirá, paulatinamente, al desequilibrio más acerado.
Los diálogos, absolutamente magistrales, inciden en la figura de los hermanos, mostrándolos como seres de latente crueldad:
“Mire qué bonita araña, se está comiendo una mariposa”, dice Flora en un momento dado; y al mismo tiempo, muestra a Miss Giddens como un ser obsesionado en auspiciar y proteger a quienes cree inocentes.
De ahí la absoluta importancia del título original.
La clave de la historia y el detonante de la ambivalencia se hallan en los niños.
En unos seres que, quizá, cubran de la inocencia supuesta a tenor de su escasa edad, los más inaceptables comportamientos gracias a un inusual conocimiento de las flaquezas ajenas; el beso que Miles da en la boca a Miss Giddens, acrecentando las represiones de la institutriz, ENORME e impactante escena para la época y para el año del rodaje, y uno de los mejores planos de la película, dicho sea de paso.
Por consiguiente, los niños pueden estar jugando con las debilidades de su mentora inducidos por presencias de ultratumba o por su propia voluntad, con lo cual los fantasmas quedarían reducidos a la materialización externa de toda su fiereza interna, que únicamente Miss Giddens es capaz de percibir.
Finalmente, el soberbio desarrollo de los personajes es otro elemento que hace de esta cinta uno de los más poderosos cuentos de horror realizados en el cine.
Repito, son de agradecer los numerosos giros de la historia, y las maniobras de engaño al espectador, que se siente en todo momento atado a la historia e identificado con ella, a través de su subjetividad, y que está obligado a creer lo que se le propone, aunque en algunos casos sea contradictorio, especialmente a través del personaje maravillosamente interpretado por Deborah Kerr, espléndida en su rol de inexperta y recatada institutriz victoriana.
El realizador invita al espectador a leer el subtexto de los diálogos observando las inflexiones de voz, la gestualidad, la mirada y la expresión corporal de la protagonista.
Con el rostro, la voz y los ojos, Miss Giddens comunica más cosas de lo que dice de palabra y revela verdades ocultas.
Incrementa el dramatismo del relato la crueldad latente de los niños:
Miles observa cómo una araña se come una mariposa, la brutalidad que exhala en sus apariciones el rosto del jardinero muerto, las arteras ocultaciones mutuas de los niños y la protagonista, la creciente tensión sexual que vive la institutriz y la incertidumbre que va tomando cuerpo sobre su equilibrio personal.
En más de una ocasión el espectador ha de afrontar la interpretación de los hechos y de los indicios mediante conjeturas.
The Innocents supera el uso de la palabra con la fuerza de su gestualidad y mirada.
La composición de Kerr tiene como eje fundamental la mirada.
Sustentándose en sus enormes ojos, todo el subtexto presente en los diálogos es expuesto al espectador de la manera más sutil posible, ya que la expresión de la actriz puede condicionar o dar un sentido u otro a cualquier diálogo o situación.
Por ejemplo, la secuencia inicial de The Innocents, la conversación con el tío de los niños, interpretado por Michael Redgrave revela que para el personaje, esa situación es mucho más que una simple entrevista para conseguir un trabajo.
La constante desviación de miradas, el nerviosismo presente aunque apenas intuido en los gestos de la actriz, delatan que dicha conversación es el detonante de todas las situaciones posteriores.
Asimismo, su rostro es un inacabable caudal de registros interpretativos que, por sí mismos, no sólo definen y dan consistencia a un personaje, si no que se bastan y sobran para que podamos ver y ser conscientes de la tortura interna del mismo.
El partido que la actriz sabe sacar a sus labios, por ejemplo, resulta pasmoso, impresionante, torciéndolos leve y expresivamente en los momentos en que el sexo intenta anidar en la conciencia de Miss Giddens o entreabriéndolos como inequívoco gesto de deseo, el ya citado beso que recibe de Miles.
La creciente tensión sexual que vive la protagonista sumada a la atracción que demuestra por el niño que debe cuidar, sugieren que la reprimida institutriz podría estar luchando contra los propios fantasmas sexuales que afectan su equilibrio personal.
Kerr mantiene una contención muy apropiada, que evita la teatralidad y lo vuelve más natural.
Me han sorprendido los niños, especialmente el muchacho.
Perturbadores y malignos más allá de su apariencia, se convierten en los protagonistas absolutos conforme avanza la trama.
Como los inocentes del título, Martin Stephens y Pamela Franklin son simplemente perfectos, y es sorprendente la madurez que logran para interpretar sus personajes.
Stephens en particular es soberbio en la forma en que puede ir de un niño juguetón a una figura siniestra en una forma espeluznantemente natural. Impresionante la escena del niño Miles recitando su poema.
Finalmente, Megs Jenkins como la Señora Grose, hace un excelente trabajo en un rol que fácilmente pudo haber sido una caricatura.
Además, The Innocents es trasgresor ya que expone la figura de una parejita de “inocentes” niños hermanos para supuestamente encarnar lo maligno, lo macabro, lo lascivo, lo paranormal.
Creo que en esto radica también parte del acierto para que The Innocents sea un éxito, ya que no es común que se vincule la ingenuidad de dos críos con la maldad y el apetito sexual de seres de ultratumba.
Argumentaré mejor ese marcado carácter sexual:
Miss Giddens está inmersa en uno de esos sueños que tiene, entre gemidos, con el recio y viril criado muerto…
Cuando de repente la ventana se abre violentamente, irrumpiendo en la habitación todas las humedades de la furiosa tormenta exterior…
¡Un auténtico orgasmo!
También está ese lenguaje tan sensual que emplea para hablar de la pasión de Miss Jessel (la institutriz muerta) por Quint (el criado):
Dice que siente “hambre por él, por sus brazos, por sus labios…”
Está hablando de la antigua institutriz, pero la manera tan concupiscente en que lo hace deja traslucir que también está hablando de sí misma y de sus propias ansias.
En el plano técnico, la fotografía a cargo de Freddie Francis destaca en todo, tanto en los contrastes de luces en los interiores de la mansión como en el esplendor de los paisajes exteriores.
La iluminación adquiere una importancia notable en los interiores de la mansión, así como también en los exteriores donde el esplendor del paisaje y el brillo del sol están magníficamente conseguidos.
La música corre a cargo de Georges Auric, aporta una banda sonora inquietante que reitera como tema central la melodía de la canción "O Willow Waly"
Como dicha melodía, The Innocents es particularmente siniestra a pesar de su envoltorio aparentemente ingenuo.
Para ir concluyendo, el tema de las casas encantadas y los fantasmas, esos supuestos espíritus o almas desencarnadas que se manifiestan a los vivos de forma visible, es uno de los más atractivos para la cultura decimonónica que sembró de centenares de ejemplos sus obras literarias.
¿Cuál es el fin de los espíritus que se manifiestan visualmente?
¿Si es racional asustarse por la aparición de un espíritu?
El fin de las apariciones de los espíritus depende de su naturaleza, puede ser bueno o malo.
El que reflexione, debe comprender que un espíritu cualquiera que sea, es menos peligroso que un viviente.
Por lo demás los espíritus van por todos lados, y no hay necesidad de verlos para saber que pueden estar a nuestro lado.
El espíritu que quisiera dañar, puede hacerlo si dejarse ver y quizás más aún; no es peligroso porque sea espíritu, sino más bien por la influencia que pude ejercer sobre el pensamiento del bien, induciendo al mal.
Aquel a quien se le aparece un espíritu puede tener perfectamente una conversación con él, preguntando a ese espíritu quién es, lo que desea, lo que puede hacerse por él y serle útil.
Si el espíritu es desgraciado y padece, la conmiseración que se le demuestra lo alivia; si es un espíritu benévolo, puede venir con la intención de dar buenos consejos.
Si se tratase de espíritus burlones, la oración es una herramienta para hacerles saber que su lugar no está ahí.
¿Crees en espíritus?

“We lay my love and I, beneath the weeping willow.
But now alone I lie and weep beside the tree.
Singing "Oh willow waly" by the tree that weeps with me.
Singing "Oh willow waly" till my lover return to me.
We lay my love and I beneath the weeping willow.
A broken heart have I.
Oh willow I die, oh willow I die...”


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