Anastasia

“I don't care what she is!
The important thing is that she fits!”

Anastasia es la historia de una mujer, que convirtió su vida en uno de los misterios más románticos del siglo XX.
La gran duquesa Anastasia Nikolaevna de Rusia, título completo:
Velikaya Knyazhna Anastasiya Nikolayevna Romanova, fue la hija más joven del Zar Nikolay Alexandrovich Romanov, el último Zar de la Rusia Imperial, y de su esposa Imperatritsa Aleksandra Fyodorovna.
Anastasia fue la hermana menor de la Velikaya Knyadzna Ol'ga Nikolaevna, Tatiana Nikolaevna Romanova y Maria Nikolaevna Romanova, y la hermana mayor de Alexei Nikolaevich Romanov, Zarévich de Rusia.
Anastasia fue asesinada a la edad de 17 años, junto al resto de su familia, el 17 de julio de 1918, por fuerzas de la policía secreta bolchevique.
La leyenda de que Anastasia había sobrevivido a la Revolución Rusa, estuvo vigente durante todo el siglo XX, y muchas impostoras afirmaron ser la Zarina.
La más famosa de ellas, fue Anna Anderson, pero a pesar del apoyo que le prestaron muchas personas que habían conocido a Anastasia, las pruebas de ADN de Anderson en su pañuelo y pelo, revelaron que no tenía ningún parentesco con La Gran Duquesa.
Anastasia Nikolaevna, nació el 18 de junio de 1901, en Peterhof, Rusia, según el calendario juliano, vigente en ese país hasta 1918; y según el calendario gregoriano, era el 18 de junio.
Cuando Anastasia nació, sus padres y el resto de su familia, se sintieron decepcionados por haber tenido una 4ª hija, tras Ol’ga, Tatiana y Maria.
Su padre, el Zar Nikolay Alexandrovich, no fue inmediatamente a ver a su nueva hija, ya que decidió dar un largo paseo, para asimilar el hecho de que no había tenido un heredero varón.
La recién nacida recibiría el nombre de Anastasia, un nombre cristiano muy usado por los ortodoxos que significa “Resurrección”
Algunos estudios afirman, que dicho nombre aludía a la liberación, o desaparición de una situación de dependencia, limitación, concedida por su padre, el Zar, a un grupo de estudiantes que habían provocado disturbios en San Petersburgo y Moscú el invierno anterior, en honor de su nacimiento.
El título que ostentaba, siguiendo una traducción literal, sería el de Gran Princesa, aludiendo a que Anastasia, como Alteza Imperial, tenía mayor rango que las otras princesas europeas, que sólo eran Altezas Reales.
Gran Duquesa es la forma más ampliamente usada en español, y otros idiomas, a la hora de traducir el rango de las hijas de Nikolay Alexandrovich de Rusia.
La mayoría de los habitantes de la casa, incluyendo a los criados, llamaban normalmente a la Gran Duquesa por su primer nombre, y el patronímico, Anastasia Nikolaevna, y no usaban el título de “Su Alteza Imperial”
A menudo, se la llamaba usando la versión francesa de su nombre “Anastasie”, o por los apodos rusos:
“Nastia”, “Nastas”, o “Nasteñka”
Otros apodos eran “Malenkaya”, que significaba “la más joven”, o “shvibzik”, la palabra rusa para “duende” o “diablillo”
Haciendo honor a sus apodos, la joven Anastasia creció como una niña vivaz y llena de energía.
Fue descrita como de corta estatura, y algo rechoncha, con ojos azules, y de pelo rojizo tirando a rubio, era muy conocida por ser quien cuidaba constantemente de su hermano, el Zarevich Alexei, el pequeño de la familia.
Anastasia se crió junto a sus otras 3 hermanas: Ol’ga, Maria y Tatiana.
Junto a ella, siempre su adorado hermano Alexei, 2 años menor que ella, la cual vivió alrededor de una corte sublime, pomposa y elegante.
Pero a Anastasia, de carácter algo reservado, disfrutaba de realizar actividades lúdicas, como también tenía entre sus aficiones, salir al campo, practicar tenis, jugar con sus hermanas, o escuchando a su abuela paterna, la Zarina Maria de Dinamarca, que disfrutaba de contar miles de historias y cuentos infantiles.
Sabemos que también asistió a actos protocolarios, como las fiestas de Navidad, o de Pascua de Resurrección.  
No hay muchos datos de la joven Anastasia desde su nacimiento, hasta el final de sus días.
Existen muchos testimonios que dan fe, que el comportamiento de la joven Anastasia bordeaba, ocasionalmente, lo inaceptable para las costumbres contemporáneas.
Durante La Primera Guerra Mundial Anastasia, junto a su hermana Maria, solía visitar a los soldados heridos en un hospital privado situado en los terrenos de Tsarskoye Selo, la Villa de los Zares.
Las 2 adolescentes, demasiado jóvenes para pertenecer a La Cruz Roja como su madre y sus 2 hermanas mayores, jugaban con los soldados para levantarles el ánimo.
En febrero de 1917, estalló La Revolución Rusa, que obligó al Zar a abdicar.
Anastasia y su familia, fueron puestos bajo arresto domiciliario, en el Palacio de Alejandro, en Tsarskoye Selo, pero dada la cercanía de las fuerzas bolcheviques, Alexander Fyodorovich Kerensky, del gobierno provisional, desplazó a la familia hasta Tobolsk, en Siberia.
Una vez los bolcheviques se hicieron con el control de la mayor parte de Rusia, Anastasia y su familia, fueron trasladados a la casa Ipatiev, en Ekaterimburgo.
El nerviosismo y la incertidumbre del cautiverio afectaron más a Anastasia, que al resto de su familia.
En Tobolsk, ella y sus hermanas escondieron joyas dentro de sus vestidos, para evitar que se las robaran, pero los guardias registraron a Anastasia y a sus hermanas, Ol’ga y Tatiana, en busca de esas joyas, mientras iban a bordo del Rus, el buque a vapor que las transportaba a Ekaterimburgo, donde estaban sus padres y su hermana Maria, en mayo de 1918.
Su tutor de inglés, Sydney Gibbes, recordaba haber oído a las Grandes Duquesas llorar y gritar asustadas, y su propia impotencia al no poder ayudarlas.
Sin embargo, en sus últimos meses de vida, Anastasia intentó llevar su cautiverio de la mejor forma posible.
Junto a otros miembros de la casa, organizaba juegos para deleitar a sus padres durante la primavera de 1918.
Según Sydney Gibbes, las actuaciones de Anastasia “hacían estallar en carcajadas” al resto de la familia.
Para la mayoría de historiadores, Anastasia fue asesinada junto al resto de su familia, la mañana del 17 de julio de 1918, por un pelotón de fusilamiento.
La ejecución extrajudicial, fue llevada a cabo por miembros de la policía secreta bolchevique, al mando de Yakov Mikhailovich Yurovsky.
Así fue que tras la abdicación del Zar, Rusia entró vertiginosamente en una guerra civil.
Las negociaciones para la liberación de la familia imperial entre los bolcheviques, llamados El Ejército Rojo, y el resto de la familia, muchos de ellos importantes miembros de casas reales europeas, se suspendieron.
El avance del Movimiento Blanco, cuyo brazo militar era conocido como Ejército Blanco, o Guardia Blanca, compuesto por legalistas fieles seguidores del Zar y de los principios de la autocracia, sobre Ekaterimburgo, dejaba al Ejército Rojo en una situación precaria.
Los “rojos” sabían que Ekaterimburgo caería por la mayor superioridad, y la mejor preparación del Ejército Blanco.
Cuando los “blancos” llegaron a la ciudad, la familia imperial simplemente había desaparecido.
La teoría más aceptada, fue que habían sido ejecutados.
A esta conclusión llegó el investigador del Movimiento Blanco, Nicolás Sokolov, basada en el descubrimiento de efectos personales de la familia imperial, encontrados en un pozo situado en la mina Ganina Yama.
El Informe Yurovsky, un informe de los hechos remitido por Yurovsky a sus superiores bolcheviques tras la ejecución, fue encontrado en 1989, y reproducido en el libro “El Último Zar” de Edward Radzisnky en 1992.
Según el informe, la noche de la masacre, la familia fue despertada y se solicitó que se vistieran.
Cuando preguntaron la razón, se les informó que iban a ser trasladados a una nueva ubicación por su seguridad, por la proximidad del Ejército Blanco a Ekaterimburgo, y la violencia que ello podría conllevar.
Una vez vestidos, la familia, y un reducido círculo de sirvientes y ayudantes:
El doctor Sergei Botkin, la doncella Ana Demidova, el cocinero Ivan Jaritonov, el lacayo Aleksei Trupp, y un perro; fueron llevados a uno de los sótanos de la casa, y se les pidió que esperaran con el pretexto de que iban a hacerles una foto antes de partir.
A Aleksandra y Alexei, se les permitió sentarse en sillas, a petición de la Zarina, con la condición de que estuvieran vigilados por guardias.
Pasados los minutos, entraron en la habitación los ejecutores comandados por Yurovsky.
Sin preámbulos, levantó el revólver y declaró al Zar que el pueblo ruso lo había condenado a muerte.
El Zar alcanzó a balbucear:
“¿Qué?” y se giró hacia su familia en el momento en que Yurovsky le disparó a quemarropa un tiro en la cabeza.
Cuando el Zar cae muerto, la Zarina y su hija Ol’ga tratan de hacer el signo de la cruz, pero son asesinadas con la primera ráfaga de los ejecutores, al recibir disparos en la cabeza.
El resto de la familia imperial es asesinada con la siguiente ráfaga, a excepción de Ana Demidova, la criada de Aleksandra.
Demidova sobrevivió a la ráfaga inicial, pero fue rápidamente rematada a bayonetazos contra una de las paredes del sótano, mientras intentaba protegerse con una almohada, repleta en su interior de joyas y piedras preciosas.
El Informe Yurovsky, añadía que una vez el humo de los disparos permitió ver el resultado de la ejecución con más claridad, se descubrió que algunas de las balas de los ejecutores, se habían quedado incrustadas en los corsés de algunas de las Grandes Duquesas.
Esto se debía a las joyas y piedras preciosas que las muchachas habían cosido dentro de sus ropas, para evitar que sus captores se las quitaran, involuntariamente les habían servido de armadura contra las balas.
Yurovsky escribió, que Anastasia y Maria se acurrucaron contra una pared con las manos en la cabeza, antes de ser alcanzadas por los disparos.
Sin embargo, otro guardia, Piotr Yermakov, le explicó a su mujer, que Anastasia había sido rematada a bayonetazos.
Cuando llevaron los cuerpos fuera, una o más de una de las chicas empezaron a llorar, y fueron rematadas con golpes en la cabeza, según escribió Yurovsky.
Aquí empieza la leyenda de la posible supervivencia, y posterior fuga de Anastasia.
Anna Anderson, la más famosa pretendiente a ser La Gran Duquesa, afirmaba que se había hecho pasar por muerta entre los cuerpos de su familia y los criados, y que pudo escapar gracias a la ayuda de un guardia compasivo, que la rescató al ver que aún estaba viva.
Anderson fue una, de las al menos 10 mujeres que afirmaban ser Anastasia.
Algunas menos conocidas fueron:
Nadezhda Ivanovna Vasilieva, y Eugenia Smith.
Dos jóvenes que afirmaban ser Anastasia, y su hermana Maria, fueron encontradas por un sacerdote de los Montes Urales, donde vivieron como monjas hasta su muerte en 1964.
Fueron enterradas bajo los nombres de Anastasia y Maria Nikolayevna.
Durante ese mismo periodo, a mediados de 1918, numerosos jóvenes fingieron ser miembros de la familia Romanov, que habrían escapado a las matanzas.
Boris Solosiev, marido de una de las hijas de Rasputin, Maria, estafó a importantes familias rusas al pedirles dinero para que un falso Romanov pudiera huir a China.
Solosiev también encontró a numerosas jóvenes dispuestas a hacerse pasar por alguna de las Grandes Duquesas, para beneficiarse de las familias que había estafado.
Y es que durante demasiadas décadas, el mundo tuvo que soportar a un gran número de granujas que, esencialmente, querían hacerse con una fortuna de más de 10 millones de libras, que se encontraba en el Banco de Inglaterra, al nombre de los Romanov.
Sin embargo, algunas teorías apuntan, a que hubo posibilidad de que uno, o más guardias, pudieran ayudar a algún superviviente.
Yakov Yurovsky había ordenado a los guardias, que se presentaran en su oficina para devolver los objetos robados tras la ejecución.
Se apunta a que durante un largo espacio de tiempo, los cuerpos permanecieron sin vigilancia en el camión que los transportaría, en el sótano, o en los pasillos de la casa.
También, se apunta a que varios soldados, que no habían participado en la matanza, y que habían mostrado cierta empatía hacia Las Grandes Duquesas, pudieron estar en el sótano con los cuerpos.
En 1922, los rumores sobre que una de Las Grandes Duquesas o, incluso, toda la familia, habían sobrevivido propició la aparición en Alemania, de una mujer que se hacía llamar Anna Tschaikovsky, posteriormente, Anna Anderson.
Pero nadie supo quien fue realmente Anna Anderson, y de ahí su leyenda.
Resulta que un 27 de febrero de 1920, una joven intentó quitarse la vida en Berlín, saltando del puente Bendler al Landwehrkanal.
Fue rescatada por un sargento de policía, y admitida en el Hospital Elisabeth de Lützowstrasse.
Como no traía papeles, y rehusó identificarse, fue admitida como Fräulein Unbekannt “Señorita Desconocida” en un hospital psiquiátrico en Dalldorf, que ahora corresponde a Wittenau, en Reinickendorf, donde permanecería durante los siguientes 2 años.
Anna tenía cicatrices en su cabeza y abdomen; cuando la interrogaron, habló en alemán, con un acento descrito por el personal médico como “ruso”
Siempre hubo confusión, en cuanto a la verdadera identidad de Anna Anderson, debido a los supuestos conocimientos que tenía sobre Anastasia que, según se decía, solo la verdadera Gran Duquesa podía conocer.
Algunos familiares de los Romanov, declararon que probablemente, Anna era La Gran Duquesa, pero otros nunca estuvieron convencidos.
Pero Anna Anderson fue la que creó el mito, y convirtió la leyenda de Anastasia en famosa.
La batalla por conocer su verdadera identidad, se convirtió en el juicio más largo de la historia de Alemania, ya que se inició en 1938, y fue oficialmente cerrado en 1970.
El veredicto final, estableció que Anna Anderson no pudo aportar suficientes pruebas para demostrar que era La Gran Duquesa; pero también se estableció, que la muerte de Anastasia no se podía confirmar como hecho probado.
Durante el resto de su vida, Anna tuvo que admitir y probar, de diferentes maneras, que ella era Anastasia Romanov.
Pero había gente que quería comprender, y quería aceptar la posibilidad de que aquella historia fuera real, y que la joven Anastasia se salvara de aquella masacre.
El parecido físico con la auténtica Gran Duquesa, hizo que la gente que la había conocido, o tratado cuando era joven, se alarmara y pretendiera aceptarla como tal.
El policía de Berlín que manejó el caso, el detective inspector Franz Grünberg, le pidió a la hermana de la Zarina, La Princesa Irene de Hesse-Darmstadt, que se encontrara con ella, pero Irene no la reconoció.
Grünberg también arregló una visita de La Princesa Cecilie de Mecklenburg-Schwerin de Prusia, pero Tschaikovsky rehusó hablar con ella, y Cecilie quedó confusa con el encuentro.
Más tarde, en los años 1950, Cecilie firmó una declaración, afirmando que Tschaikovsky era Anastasia, pero sus familiares disputaron la declaración y sugirieron que sufría de demencia.
En Oberstdorf, fue visitada por Tatiana Melnik, antes Botkin.
Melnik era sobrina de Serge Botkin, jefe de la oficina de refugiados rusos en Berlín, e hija del doctor Eugene Botkin, médico personal de la familia imperial, que había sido asesinado por los comunistas junto a la familia del Zar en 1918.
Tatiana había conocido a La Gran Duquesa Anastasia cuando era niña, y había hablado con ella por última vez, en febrero de 1917.
Para Melnik, Tschaikovsky se parecía a Anastasia, aunque dijo:
“La boca ha cambiado, y se ha vuelto perceptiblemente vulgar, y debido a que la cara es tan delgada, su nariz luce más grande de lo que era”
Melnik escribió en una carta:
“Su actitud es la de un niño, y no puede ser contada totalmente como un adulto responsable, sino que debe ser conducida y dirigida como un niño.
No sólo ha olvidado los idiomas, en general perdió la capacidad de narrar con exactitud... aún las historias más simples las dice incoherente e incorrectamente; son realmente sólo palabras enlazadas en un alemán de gramática extremadamente incorrecta...
Su defecto es obviamente en su memoria y discernimiento”
Melnik declaró que Tschaikovsky era Anastasia, y consideró que cualquier incapacidad de su parte para recordar los acontecimientos, y su rechazo a hablar en ruso, eran causados por su deteriorado estado físico y psicológico.
Ya fuera por un deseo sincero “de ayudar a la débil memoria de la paciente”, o como parte de un embuste deliberado, Melnik entrenó a Tschaikovsky con detalles de la vida de la familia imperial.
En 1927, bajo la presión del resto de la familia, Valdemar resolvió retirar el apoyo financiero a Tschaikovsky, y los fondos procedentes de Dinamarca fueron cortados.
El duque George Maximilianovich de Leuchtenberg, pariente distante del Zar, le dio alojamiento en el castillo de Seeon.
El hermano de la Zarina,  Ernest Louis, Gran Duque de Hesse, contrató a un detective privado, Martin Knopf, para investigar la reclamación de Tschaikovsky.
Durante su permanencia en el castillo de Seeon, Knopf reportó que Tschaikovsky era en realidad, una obrera polaca llamada Franziska Schanzkowska.
Schanzkowska había trabajado en una fábrica de municiones durante La Primera Guerra Mundial, poco después de la muerte de su prometido en el frente, una granada cayó de su mano y explotó.
Ella se hirió en la cabeza, y un capataz murió en su presencia.
Se volvió apática y depresiva, y fue declarada insana, el 19 de septiembre de 1916, por lo que permaneció un tiempo en 2 hospitales psiquiátricos.
A principios de 1920, fue reportada como desaparecida de su vivienda en Berlín, y desde entonces, su familia no volvió a verla, o a tener noticias de ella.
Por entonces, nadie podía entender, como podía tener tantos recuerdos de la familia imperial, si no hubiera sido la auténtica.
Incluso su abuela paterna, recluida en un castillo en Dinamarca donde pasó su reclusión tras la muerte de su familia, la reconoció antes de su fallecimiento en octubre de 1928 como tal, después de un tiempo en que le inundaban las dudas de la identidad de aquella joven.
Los familiares sobrevivientes de los Romanov, por su parte, acusaron a Botkin y Fallows de cazar fortunas, y Botkin los acusó de intentar estafarle su herencia a “Anastasia”
Inclusive, el pianista Sergei Rachmaninoff, hizo arreglos para colocarla en el Hotel Garden City en Hempstead, Long Island, EEUU; y más tarde, en una pequeña casita de campo, para evitar a la prensa, Anna fue registrada como la Sra. Anderson, nombre por el cual fue conocida posteriormente.
Anna Anderson no tuvo una existencia fácil, y durante su vida tuvo que asistir varias veces ante los tribunales, como en 1938, cuando se presentó ante la corte alemana para probar que realmente era quien decía.
En octubre de 1928, después de la muerte de la madre del Zar, La Emperatriz Maria, las 12 personas más cercanas al Zar, se encontraron en el entierro, y firmaron una declaración en la que denunciaban a Anderson como impostora.
“La Declaración de Copenhague”, como vendría a ser conocida, explicaba:
“Nuestro sentido del deber, nos obliga a declarar que la historia es sólo un cuento de hadas.
La memoria de nuestra querida finada sería desacreditada, si permitiéramos que esta fantástica historia se extendiera y ganara credibilidad”
Gleb Botkin contestó con una carta pública a la gran duquesa Xenia Alexandrovna de Rusia, donde se refirió a la familia como “avara y sin escrúpulos”, y declaró que sólo denunciaban a Anderson por dinero.
Después de un tiempo en Alemania, y tras vivir rechazos y penurias económicas, el profesor de Historia y genealogista John Eacott Manahan, pagó el viaje de Anderson a los Estados Unidos.
Anna entró al país con una visa de visitante de 6 meses, y poco antes de que expirara, se casó con Manahan, que era 20 años menor, en una ceremonia civil el 23 de diciembre de 1968, en la cual, Botkin fue el padrino.
Jack Manahan disfrutaba de este matrimonio por conveniencia, y se describía como “El Gran Duque en espera”, o “el yerno del Zar”
Anna Anderson moriría de neumonía en 1984, siendo su cuerpo incinerado.
En 1994, usando muestras de un pañuelo suyo encontrado en el hospital, junto con la sangre de Philip de Mountbatten, Príncipe de Edimburgo, esposo de la actual Reina Elizabeth II, quien sería su pariente lejano, se le hicieron unas pruebas de ADN.
Según el doctor Gil, quien condujo las pruebas:
“Si aceptamos que estos restos son de Anna Anderson, entonces Anna Anderson no está emparentada con el Zar ni la Zarina Romanov”
Al compararlo con familias de una lista de desaparecidos, en 1918 y 1920, se descubrió que su auténtica identidad era Franziska Schanzkowska, nacida en Pomerania, Polonia, el 16 de diciembre de 1896, y desaparecida en marzo de 1920, cuando perdió la memoria trabajando en una fábrica de Berlín.
Al encontrarla cerca de un puente de aquella ciudad, asumió los relatos de Anastasia que su marido le había contado, como si fuera de su propia vida.
Explicaba que el soldado que la rescató, y después se había casado con ella, era el soldado Tschaikovsky, un ruso-polaco, que habría estado presente en la matanza de los Romanov en 1918.
Sin embargo, nuevas pruebas forenses realizadas en 1994, comparando la cara y las orejas de Anastasia y Anderson, siguiendo un procedimiento de identificación, concluyeron que Anna Anderson era La Gran Duquesa Anastasia.
La Iglesia Ortodoxa Rusa, en Rusia, finalmente canonizó a la familia como “strastoterpets”, o gente que ha muerto con humildad cristiana.
Los defensores citaron casos de Zares y Zarevichs previos, que habían sido canonizados como “strastoterpets”, como el Zarevich Dimitri, asesinado a finales del siglo XVI, que sentó precedente para la canonización de Anastasia y su familia.
Se destacó la piedad de Anastasia, y de cómo su madre y su hermana Ol’ga, rezaron y trataron de hacer el signo de la cruz, antes de caer muertas.
Los criados de la familia no fueron sin embargo, canonizados por la Iglesia Ortodoxa Rusa en el 2000.
Los cuerpos del Zar Nikolay, la Zarina Aleksandra, y 3 de sus hijas, fueron finalmente enterrados en la Catedral de San Pedro, y San Pablo de San Petersburgo, el 17 de julio de 1998, 80 años después de su muerte.
Pero faltaban los cadáveres de Alexis y, según el experto forense William Maples, de Anastasia.
Los análisis de ADN demostraron, que los restos pertenecían a la familia imperial y sus criados, pero el destino de los 2 niños desaparecidos, seguía siendo un misterio.
El 23 de agosto de 2007, un arqueólogo ruso anunció el descubrimiento de 2 esqueletos parciales quemados, en los restos de una hoguera cercana a Ekaterimburgo, muy parecida al lugar descrito por Yurovsky en sus memorias.
Los arqueólogos dicen que los cuerpos pertenecen a un niño de entre 10 y 13 años, en el momento de su fallecimiento, y a una adolescente de entre 16 y 23 años.
Anastasia tenía 17 años y un mes, cuando fue asesinada, mientras que su hermana Maria tenía 19 años y un mes, y a su hermano Alexei le faltaba un mes para cumplir los 14 años.
Las hermanas mayores de Anastasia, Ol’ga y Tatiana, tenían 22 y 23 años cuando murieron.
Junto a los cuerpos se encontraron “cascos de botellas de ácido sulfúrico, clavos, restos de una caja de madera, y balas de varios calibres”
Los huesos se encontraron usando detectores de metales.
Después de hacer pruebas de los 2 esqueletos encontrados, se determinó que pertenecían a Anastasia y a su hermano el Zarévich Alexei.
“The poor have only one advantage; they know when they are loved for themselves”
Anastasia es una película dramática de Anatole Litvak, rodada en 1956.
Protagonizada por Ingrid Bergman, Yul Brynner, Helen Hayes, Akim Tamiroff, Martita Hunt, Felix Aylmer, Serge Pitoeff, entre otros.
Adaptando la obra de Marcelle Maurette, el guionista Arthur Laurents establece un logradísimo relato que mezcla con interés la historia y la leyenda.
Rodada íntegramente en los estudios Borehamwood de Londres, excepto unos pocos exteriores en París por la noche, Anastasia tuvo un presupuesto de 3.5 millones de dólares, y no se reparó en gastos para asegurar una producción de primera clase.
El film Anastasia, tiene mucho en común con la propia vida de Ingrid Bergman, recuperar su identidad y el sitio estelar que le corresponde tras un largo periodo, ya que le devolvió, de manera estelar, a lo más alto del “star-system” y fue recompensada con el Oscar, en su 5ª nominación, tras un exilio voluntario de 7 años, y su impúdica y pecaminosa relación artística/sentimental con Roberto Rossellini.
Anastasia también obtuvo una nominación como mejor banda sonora para Alfred Newman.
Curiosamente, 2 de los principales hacedores de Anastasia, Litvak y Brynner eran originarios de Rusia.
Anatole Litvak adaptó junto con Arthur Laurents, un exitoso texto teatral de Marcelle Maurette, sobre uno de los más grandes misterios del siglo XX, la historia real de una joven que aseguraba ser Anastasia, la heredera de los Romanov.
Ni la obra de teatro, ni la película, intentan resolver el misterio, sino que dejan las opciones abiertas para que sea el espectador el que decida.
En ese sentido, Litvak se ajustó a unos hechos ocurridos en unos años, donde las pruebas de ADN, o la modificación evolutiva de los rasgos por ordenador, ni siquiera entraban en el terreno de las palabras comprensibles.
Es por ello, que Anastasia juega con los espectadores al “quien es quien” meciéndonos entre “el tal vez si” y “el tal vez no”
A destacar un magnífico sentido de la escritura cinematográfica, por parte de Anatole Litvak, denota un conciso y espléndido uso de los resortes narrativos, para lograr captar con acierto, una tonalidad y una atmósfera absorbente, dentro de una trama perfectamente maquinada por parte del guionista Arthur Laurents, que adaptando la obra de Marcelle Maurette, logra establecer una grata y equilibrada mezcolanza de sentimentalismo, intriga, humor, romanticismo, locura, e historicismo, sin perder nunca, el espíritu de las producciones hollywoodienses.
Es un emotivo drama humano, rodado con primorosa sensibilidad, Anastasia es, ante todo, una absorbente, fascinante, y romántica historia de amor y redención, que nos subyuga, nos atrapa, y nos lleva en un crescendo despiadado de ritmo implacable, hacia el emotivo desenlace final, de la mano de 4 soberbias y magistrales secuencias, que devienen auténticos duelos interpretativos de inolvidables diálogos de alto voltaje emocional, que ponen a prueba el límite de nuestra capacidad para emocionarnos.
Dirigida con elegancia, Anastasia nos sumerge en el drama de esa mujer, en la búsqueda de su auténtica identidad.
Con un pasado confuso que no logra recordar.
Una mujer que fue recluida en un manicomio, que conoce la vida en la calle, el lujo de los salones de palacio, y que solo tras un largo y doloroso periplo vital, hallará la paz de espíritu más allá de preguntas y respuestas.
Estamos ante una obra interesante, que sabe retratar con una creíble fidelidad, la magnificencia decadente de la aristocracia rusa en el exilio parisino y danés, así como sus todavía intactas esperanzas de recuperar los paraísos perdidos, a manos de un pueblo, el ruso, harto de hambres y miserias.
En 1926, un general ruso, Bounine (Yul Brynner) que pertenecía al ejército Zarista vive exiliado en París.
Un día que pasea por la orilla del Sena, encuentra a una joven (Ingrid Bergman) que sufre amnesia, y guarda un asombroso parecido con Anastasia, la hija del Zar de Rusia que, según se cuenta, fue la única superviviente de la ejecución de la familia en 1918, a manos de los bolcheviques.
En un principio, cree que no es la verdadera, pero pone en marcha un pícaro plan, para que se haga pasar por ella y, así, tomar posesión de su herencia, 10 millones de libras depositados en bancos ingleses.
Poco a poco, empieza a creer que se trata de la auténtica; sin embargo, es la abuela de la verdadera Anastasia, Maria Feodorovna, Dagmar de Dinamarca (Helen Hayes) la única que puede decidir si es ella o no.
El atractivo, avispado, severo y enérgico jefe del grupo de timadores, un ex-general ruso que se gana la vida en París, no se detiene ante ningún obstáculo.
Pero hay 2 cosas que no puede prever:
La primera, que su recomendada, despliegue conductas y comentarios que nadie le ha enseñado, y que podrían ser remanentes auténticos, de su posible pasado en la corte real.
La segunda, enamorarse inadvertidamente de su pupila, sin fijarse en quién sea ella realmente, e importándole bien poco, si es la indigente Anna Anderson, o la hija de un Zar.
Sea lo que sea lo que resulte del negocio, está destinado a perderla, porque él conoce muy bien su puesto como intermediario.
Anastasia es un drama romántico de buena factura, que exalta el mito y la secreta querencia que nos queda por los cuentos de princesas, hablándonos también, de ese mensaje idealista y soñador, pero bienvenido, de que el amor verdadero no se fija en títulos, ni en el dinero, y ni siquiera en el nombre.
Anastasia es toda una lección de cine de magnética fascinación, sustentada en un sobresaliente trabajo de equipo:
Desde un guión exquisito, que emociona sin caer en el exceso; una puesta en escena señorial; una contrastada y brillante fotografía; la precisa planificación del formato “scope”, hasta esa galería de secundarios de lujo, entre los que destaca la inolvidable aparición de una impagable Helen Hayes, puro mito del cine, en el auténtico personaje catalizador de la historia, desde su primera aparición en pantalla, sin olvidar la inspirada partitura de Alfred Newman, con un sublime y romántico tema central, que capta a la perfección la melancólica hondura del genuino espíritu del alma del pueblo ruso.
Qué importa que el final sea aparentemente, un tanto precipitado.
¿Acaso podía ser de otra forma?
No por explicitar más, se consigue contar más y mejor una historia, y eso los viejos zorros como Anatole Litvak, bregados en mil batallas, lo sabían muy bien.
El final de Anastasia es probablemente, el menos malo que al que se podía optar, pero no deja por ello de ser estúpido, inverosímil y abrupto.
El final quiere hacernos creer, que la verdadera Anastasia desaparece del mapa por amor, cuando se está a punto de reconocerla como heredera y sucesora de los Romanov.
Así, podemos creer que Anastasia es una película política e ideológica ante todo, que tiene necesariamente que incluir una historia de amor para tener sentido, poco la verdad, pero que no trataba más de dejar una puerta abierta, a la lucha contra el comunismo de la URSS, planteando la fantasía de una sucesora de la familia real viva.
Así de claro, por ello, el resultado del film es al mismo tiempo, atolondrado como bello y hermoso.
Respecto a Ingrid Bergman, poco se puede decir que no se haya dicho ya.
Su simple presencia, tras su prolongada ausencia de Hollywood, ya justificaría Anastasia, pero si además aparece con sus mejores galas, radiante vestido blanco en el palco de un teatro, la satisfacción es completa.
No es su mejor interpretación, pero tiene varios momentos muy destacados, como cuando, entre risa y llanto, acepta sin estar nunca segura, que es la gran Anastasia.
Yul Brynner, también de origen ruso, está inconmensurable.
Tiene porte, empaque, fastuosa presencia, y una enorme seguridad en sus diálogos.
Su personaje de Bounine es un excelente maestro de ceremonias, es el rey del protocolo, sabe lo que hay que hacer en cada momento, y no se rinde nunca en pos de su objetivo.
Los actores secundarios son de lujo.
Simpatiquísima Martita Hunt en el papel de La Baronesa Elena von Livenbaum, en realidad una coqueta asistente de lujo, dama de compañía de la abuela Maria, que siempre que sale en pantalla, me hace mucha gracia.
Me gusta mucho la parte del ballet, “El Lago de Los Cisnes”, de Tchaikovsky, y, casi como remate, la fastuosa escena del baile final, que resulta increíblemente bien planificado y apabullante.
“Would you recognize the smile of a girl you knew ten years ago?”
Desde la década de 1920, muchas obras de ficción se inspiraron en la afirmación de que Anna Anderson era Anastasia.
En 1928, la película muda “Clothes Make The Woman” se basó libremente en su historia.
En 1953, Marcelle Maurette escribió una obra teatral, basada en los libros de Rathlef y Gilliard, llamada Anastasia, que recorrió Europa y América con Viveca Lindfors en el papel protagónico.
La obra tuvo tanto éxito, que en 1956, una adaptación al inglés realizada por Guy Bolton, fue llevada al cine y denominada también Anastasia, con la participación de Ingrid Bergman en el papel de Anna.
La trama gira en torno a un grupo de estafadores que tratan de recaudar dinero entre los emigrantes rusos, pretendiendo que la gran duquesa Anastasia sigue viva.
Una adecuadamente amnésica Anna, es preparada por los estafadores para hacerse pasar por Anastasia.
Los orígenes de Anna son desconocidos, y durante el curso del metraje, aparecen sugerencias de que podría ser la verdadera Anastasia, que ha perdido la memoria.
El espectador es libre de decidir por sí mismo, si Anna es realmente Anastasia.
Esta película fue lanzada al mismo tiempo que la cinta “Is Anna Anderson Anastasia?”, protagonizada por Lili Palmer, que cubre en gran parte, el mismo terreno, pero el personaje central es, según The Times, “tal vez más perdido, loco y patético, pero también tiene momentos en los que es una mujer de presencia y dignidad”
El dramaturgo Royce Ryton, escribió acerca de Anna Anderson, “I Am Who I Am” en 1978.
Al igual que las primeras obras, muestra a Anderson como “una persona de valor intrínseco, víctima de la codicia, y el temor de los demás”, y no trata de decidir su verdadera identidad.
La pieza de ballet del coreógrafo Kenneth Macmillan, Anastasia, utiliza “Ich, Anastasia, Erzähle” (Yo, Anastasia, una autobiografía) como fuente de inspiración, se presentó por primera vez, en 1967 y, según John Percival, crítico de The Times, “es una fantasía dramática sobre Anna Anderson, la mujer que creía ser Anastasia... en la memoria o la imaginación, experimenta episodios del pasado de Anastasia...
La estructura es una especie de pesadilla con movimientos libres, unidos por la figura central de la heroína, interpretada por Lynn Seymour”
Percival opinaba además, que la interpretación de Seymour era “un tenso y atormentado retrato, de la desesperada Anna Anderson, extraordinario y realmente impresionante”
Anna Anderson también fue utilizada como recurso narrativo en el ballet de 1992, de Youri Vamos para el Teatro de Basilea, “Sleeping Beauty – Last Daughter Of The Czar” basado en el ballet “Sleeping Beauty” de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.
En diciembre de 1986, la NBC presentó una miniserie de ficción en 2 partes, titulada “Anastasia: The Mystery Of Anna” protagonizada por Amy Irving, y que le valió una nominación al Globo de Oro.
En palabras de Hal Erickson:
“Irving interpreta el personaje principal de una mujer del tipo felino, de modo que nunca se sabe si realmente se traga su propia historia, o si es simplemente una charlatana inteligente”
En 1997, la Twentieth Century Fox coprodujo una película de fantasía animada llamada “Anastasia”, la cinta presenta al personaje central, “Anastasia” o “Anya”, como La Gran Duquesa Anastasia, a pesar de que se estrenó después que las pruebas de ADN, demostraron que Anna Anderson no era Anastasia.
La película es un espectáculo musical totalmente de ficción, y en palabras de un crítico:
“Los hechos históricos son tratados con particular desprecio”

“I will tell them that the play is over, now go home”



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