The Shoes Of The Fisherman


“Do you accept election?”

Sin ser un religioso confeso, ni creer firmemente en la existencia de Dios, siempre me he sentido atraído, o mejor dicho fascinado, por el mundo paralelo que significa la religión, muy especialmente la católica, a la que respeto enormemente a pesar de no practicarla.
La jerarquía eclesiástica, con sus cardenales, obispos y arzobispos.
La política que desarrolla la Iglesia desde el interior del Vaticano.
La diplomacia que practica es pequeña, a la par que como gran Estado que es, con el resto de los países del mundo.
El nivel de influencia que puede tener la palabra del Papa sobre los demás o, al menos, sobre sus cientos de millones de fieles.
La forma en que La Santa Sede pretende acercarse al mundo, para hacerles llegar la religión que defienden.
Las catedrales, las vestiduras y los ornamentos sagrados.
La espiritualidad gobernando una mente.
Pero también los pecados, que pueden significar las envidias, rivalidades, e imposición de opiniones entre los propios párrocos, manifestadas en, por ejemplo, en una votación sobre la elección de un nuevo Pontífice.
Son elementos sumamente importantes.
Para comenzar, Los Dogmas de la Iglesia Católica Apostólica Romana, son todas aquellas afirmaciones doctrinales que la religión católica mantiene.
De acuerdo con la constitución “De Fide Catholica”, emanada del concilio Vaticano I, Cap. 3, “deben ser creídas con fe divina y católica, todo aquello que está contenido en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y es propuesto por la Iglesia para ser creído como divinamente revelado, ora por solemne juicio, ora por su ordinario, y universal magisterio”
Fe divina es la que se le debe a Dios, fe católica es la que se le debe a la Iglesia.
Los dogmas católicos son inmutables.
Como dijo León XIII:
“Lejos de la mente de alguno el disminuir o suprimir, por cualquier razón, alguna doctrina que haya sido transmitida”
Dice la misma constitución antes citada, Cap. 4:
“Y, en efecto, la doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada, e infaliblemente declarada.
De ahí que también, hay que mantener perpetuamente, aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró La Santa Madre Iglesia, y jamás hay que apartarse de ese sentido, so pretexto y nombre de una más alta inteligencia”
Can. 3:
“Crezca, pues, y mucho y poderosamente se adelante en quilates, la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno, ora de cada hombre particular, ora de toda la Iglesia universal, de las edades y de los siglos; pero solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia”
Así entonces como Dogmas tenemos:
El credo:
Todos y cada uno de los artículos del Credo de los Apóstoles son artículos de fe, y dogmas, para los católicos
Creencia monoteísta en un solo Dios en 3 personas distintas:
Padre Creador del Universo (Yavé), Hijo Redentor del mundo (Cristo), y el Consolador Espíritu Santo.
Esta doctrina es conocida como Trinidad, creencia en la Santísima Trinidad:
Un Dios único y “trino”
Los Padres de la Iglesia consideraron herejía toda creencia que negara el carácter trinitario de la Divinidad, como el gnosticismo, el arrianismo, el pelagianismo, entre otros.
En El Credo de Nicea, se expresó explícitamente esta doctrina, que fue preservada en credos posteriores del cristianismo, incluso los de la Reforma.
Las Iglesias Ortodoxas son también, profundamente trinitarias.
También tenemos la creencia en que Jesús, al ser Dios, nació sin pecado original.
Creencia en la divinidad y humanidad de Jesucristo, basada en el evangelio de San Juan.
Según esta doctrina, Jesucristo es Dios y hombre a la vez y, al ser Dios, vivió su vida terrenal sin pecado.
La resurrección de Cristo.
La Ascensión a los cielos en cuerpo y alma.
El Juicio Final.
Veneración de los Santos.
Perdón de los pecados.
La vida eterna después y por medio de la muerte:
El Cielo, como el estado en que el alma de los justos goza eternamente de la visión beatífica, es decir, la presencia de Dios; el Purgatorio, proceso de purificación por el que pasan ciertas almas que han recibido la salvación; o Infierno, como el estado en que los pecadores sufren de la ausencia eterna de Dios.
Es dogma la existencia de creaturas espirituales, que fueron creadas por Dios, llamados ángeles, una tercia parte de estos, se rebelaron contra Dios, encabezados por Lucifer, y fueron arrojados al Infierno, son llamados demonios.
Además tenemos Los Dogmas sobre Cristo:
Jesucristo es Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Los Dogmas Marianos:
La Inmaculada Concepción de la Virgen María, y Virginidad perpetua de María, Asunción, y Maternidad divina.
Otros dogmas y creencias católicos son:
La Iglesia:
Jesucristo constituyo una Iglesia visible, a partir de la persona de Pedro y los demás apóstoles, para la salvación de los hombres, y esa es La Santa Iglesia Católica y Apostólica, cuya cabeza visible es el Papa.
Creencia en que existen 2 fuentes de Revelación; una es la Escrita que es La Biblia, y otra la Tradición Apostólica, que son las enseñanzas de los apóstoles no escritas, y transmitidas a lo largo de los siglos, por la Iglesia.
El Magisterio de la Iglesia, es el único facultado para la interpretación verdadera y definitiva de la revelación divina, y este es ejercido a través del Papa y los Obispos en comunión con él, que se ejerce también, por medio de los Concilios Ecuménicos.
El valor de la oración, esto es, de la relación personal del individuo con su Creador.
La doctrina de la sucesión apostólica.
El papa como vicario de Jesucristo en la Tierra, es decir, la Cabeza visible de la Iglesia, que tiene autoridad sobre toda la Iglesia.
Infalibilidad del papa:
Son 3 las condiciones que deben reunirse, para que una definición pontificia sea “ex cathedra” según el Catecismo 891:
El Papa debe hablar “como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos”
Si habla en calidad de persona privada, o si se dirige solo a un grupo, y no a la Iglesia universal, no goza de infalibilidad.
El Papa “proclama por un acto definitivo la doctrina”
Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar.
El Papa habla “en cuestiones de fe y moral”
Veneración de la Virgen María y de los Santos, también es un dogma.
Por otro orden de ideas, La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, o Sagrada Congregación del Santo Oficio, es un órgano colegiado del Vaticano, cuya función es custodiar la correcta doctrina católica en la Iglesia, y está definida según el Artículo 48, de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Pastor bonus, promulgada por Juan Pablo II, el 28 de junio de 1988.
Esta Congregación es la sucesora de la antigua “Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición”, fundada por Pablo III en 1542, bajo la influencia del Cardenal Giovanni Pietro Carafa, quien años más tarde, se convertiría en el Papa Pablo IV, y en cuyo Pontificado el Santo Oficio, se convertiría en su arma más poderosa.
Renombrada por San Pío X en 1908, como “Sagrada Congregación del Santo Oficio” y a la que Pablo VI en 1965, le dio su nombre actual, respondiendo a numerosas quejas sobre la Inquisición, aunque ha sido antecedido con el término Sagrada, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, hasta que Juan Pablo II promulgó la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana, que excluyó el adjetivo “Sagrada” de los nombres de las congregaciones vaticanas.
Entre 1917 y 1966, centralizó la labor de prohibición de libros que hasta entonces ejercía la Congregación del Índice.
Contaba con 25 miembros: cardenales, arzobispos y obispos, y estuvo presidida desde 1981, por el que fuera Cardenal Joseph Ratzinger, hasta que fue elegido Papa.
Éste nombró como sucesor en la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al arzobispo norteamericano William Joseph Levada, el 13 de mayo de 2005, que luego fue también elevado a la categoría de cardenal, en el Consistorio del 24 de marzo de 2006.
El cardenal Levada, era miembro de esta congregación desde 1976.
El 2 de julio de 2012, fue nombrado por el Papa Benedicto XVI, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe Gerhard Ludwig Müller.
Desde 1059, ha habido 110 elecciones papales, que han elegido Papas reconocidos como legítimos por la Iglesia católica.
Anteriormente, no había un proceso fijado para la sucesión papal, y los Papas eran seleccionados a menudo, con la participación de laicos, o simplemente puestos en el cargo.
Sin embargo, la bula “In Nomine Domini”, promulgada por Nicolás II en 1059, limitó el sufragio a los miembros del Colegio Cardenalicio.
A partir de 1276, las elecciones papales han tomado la forma de cónclave, que es una elección que sigue unas normas y procedimientos establecidos por 1ª vez, en la bula “Ubi periculum”, promulgada en 1274, por Gregorio X, durante el Segundo Concilio de Lyon, y desarrollada por bulas posteriores.
La observancia del cónclave, varió entre 1276 y 1294, pero desde éste último año, todas las elecciones papales han seguido procedimientos relativamente similares.
El cónclave es la reunión que celebra el Colegio cardenalicio de La Iglesia Católica Romana, para elegir a un nuevo obispo de Roma, cargo que lleva aparejados el de Papa, Sumo Pontífice y Pastor Supremo de La Iglesia Católica, y el de Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano.
El término “cónclave” procede del latín “cum clavis” o “bajo llave”, por las condiciones de reclusión y máximo aislamiento del mundo exterior, en que debe desarrollarse la elección, con el fin de evitar intromisiones de cualquier tipo.
Este sistema de encerrar a los electores del papa, vigente al menos desde el Segundo Concilio de Lyon en 1274, fue mitigado por Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (UDG), sobre la Vacante Apostólica y la elección del nuevo Pontífice, el 22 de febrero de 1996.
Se establece en ella, que los electores pueden residir, mientras dura el cónclave, en la recién construida Casa de Santa Marta, una residencia al efecto en el propio Vaticano, pero manteniendo la rigurosa prohibición de cualquier clase de contacto con el mundo exterior.
Desde hace siglos, los cónclaves tienen lugar en la Capilla Sixtina, dentro del complejo del Vaticano.
El último cónclave celebrado fuera de la Capilla Sixtina, fue el de 1846, que tuvo lugar en el Palacio del Quirinal.
El año 769, el Sínodo Laterano abolió el teórico derecho de elección papal que había tenido el pueblo de Roma.
El Sínodo de Roma, en 862, se lo devolvió, pero limitado a la nobleza de la ciudad.
El cambio más trascendente, lo introdujo en 1059 el papa Nicolás II, quien decretó que serían los cardenales quienes eligiesen un candidato, que sólo podría tomar plena posesión, tras haber recibido la aprobación de los clérigos y del pueblo.
Finalmente, un nuevo Sínodo Laterano en 1139, eliminó el requisito de la aprobación del bajo clero y de los laicos.
La elección papal era ya, como hoy, competencia exclusiva de los cardenales, sólo cuestionada durante el Cisma de Occidente de 1378 a 1418.
Junto al propósito de evitar influencias foráneas de los poderes civiles, el enclaustramiento de los electores, tuvo su origen en las prolongadas situaciones de bloqueo que a veces se daban en las elecciones papales.
Las autoridades recurrieron en ocasiones, a la reclusión forzada de los cardenales electores, por ejemplo, en 1216 en Perusa, y en 1241 en Roma.
Es célebre también, el caso de la ciudad de Viterbo donde, tras la muerte del papa Clemente IV en 1268, hubo que encerrar a los cardenales en el palacio episcopal.
Después de casi 3 años de Sede Vacante, sin que se llegase a ningún acuerdo sobre el nuevo Pontífice, los desesperados habitantes decidieron no suministrar alimento alguno a los electores, excepto pan y agua.
Los cardenales debieron captar la indirecta, porque se apresuraron a elegir a Gregorio X.
El Colegio de Cardenales ha conocido dimensiones diversas, desde los 7 miembros con que llegó a contar en el siglo XIII, hasta los 183 del presente.
De acuerdo con la práctica tradicional de la Iglesia, cualquier bautizado varón podría ser elegido papa.
En caso de resultar elegido un presbítero, diácono o laico, y habiendo aceptado su elección, se procedería en el acto a su ordenación como obispo.
Pese a todo, y dado que para ser ordenado obispo, se requiere actualmente llevar al menos 5 años como presbítero, y haber cumplido los 35 años, cabe pensar que sólo quien cumpliese estas condiciones, podría ser objeto de elección como papa.
No existe ningún requisito referente a la nacionalidad, aunque la tradición de siglos, impuso la costumbre de elegir papas italianos.
El polaco Juan Pablo II, fue el primero no italiano desde Adriano VI, holandés, elegido en 1522.
Las recientes elecciones de pontífices no italianos, como el alemán Benedicto XVI en 2005, y el argentino Francisco en 2013, parece abolir definitivamente, la tradición en favor de los italianos.
Este último, Francisco, es el último papa electo, primer jesuita y primero de origen americano; por lo que hasta la fecha, únicamente no ha sido elegido ningún papa oceánico.
Las mujeres, al no ser elegibles para el estado clerical, tampoco pueden convertirse en papas.
Los cardenales tienen, estrictamente prohibido, presentar su candidatura, o hacer propaganda de sí mismos.
Se permite, por otra parte, el intercambio de opiniones, y buscar apoyos para terceros.
Tradicionalmente, la elección del nuevo papa, podía realizarse de 3 modos:
Por “aclamación”, por “compromiso” y por “escrutinio”
En caso de aclamación, los cardenales escogían al candidato de forma unánime “como inspirados por el Espíritu Santo”
El “compromiso” era un expediente para salir de situaciones de bloqueo, en las que de forma reiterada, se hacía imposible que un candidato alcanzase los votos suficientes.
Se escogía entonces, una comisión reducida de cardenales, que procediese por sí misma a la elección.
El “escrutinio” es la forma habitual, por medio de voto secreto.
La última elección por “compromiso” fue la de Juan XXII en 1316, y por “aclamación”, la de Gregorio XV en 1621.
Las nuevas reglas introducidas por Juan Pablo II, en la UDG, declaran abolidos los procedimientos de “aclamación” y “compromiso”, por lo que la elección deberá ser exclusivamente por “escrutinio”
En 1996, Juan Pablo II restauró la mayoría de 2/3 pero no la prohibición del auto-voto.
La constitución UDG establece también, que pasadas 34 o 33 votaciones fallidas, según se haya realizado la primera votación el día de la inauguración del cónclave, o el siguiente, los electores podrán decidir, por mayoría absoluta, si cambian las normas electorales, pero siempre conservando como requisito, el de exigirse al menos, la mayoría absoluta en la elección.
En una decisión poco destacada en el 2007, Benedicto XVI cambió las reglas del cónclave de 1996, emitidas por Juan Pablo II para imponer nuevamente la mayoría tradicional de 2/3 necesaria para elegir a un papa, medida tomada para evitar un pontificado en disputa.
El cónclave más largo de la historia duró 33 meses; y fue desde 1268 hasta 1271.
En 1740, se llevó a cabo otro de los cónclaves más largos, este duro 6 meses, y en su transcurso fallecieron 4 cardenales.
Cabe señalar que no hay tiempo límite en el cónclave, y Los cardenales pueden deliberar todo el tiempo que quieran.
Benedicto XVI fue elegido a la 4ª votación, y Juan Pablo II a la 8ª.
La Constitución Apostólica “Universi Dominici Gregis” (UDG) nombre que recibe el documento de sus primeras palabras en la versión latina:
“Pastor de Todo el Rebaño del Señor”, aprobada por Juan Pablo II en 1996, regula todos los aspectos de la elección de un nuevo Pontífice.
Aunque revoca las normas anteriormente vigentes sobre el mismo tema, la mayor parte de sus disposiciones, no hacen sino confirmar muchas de las prácticas ya establecidas, algunas con cientos de años de antigüedad.
Por otra parte, 2 son las circunstancias que pueden dar lugar al final de un Pontificado o “Vacante Apostólica”, iniciándose con ello, el periodo de “Sede Vacante” y la necesidad de convocar el cónclave:
El fallecimiento del papa o su renuncia.
Una 3ª opción, la deposición del papa, queda totalmente excluida, ya que ninguna autoridad está por encima de la suya, ni siquiera a su mismo nivel.
La renuncia de un papa, es un acontecimiento muy poco frecuente en la historia, pero sí previsto en el derecho del la Iglesia.
Se requiere que sea libre, y se manifieste de modo formal aunque, como máximo legislador, es el propio papa quien determina de qué forma ha de hacerlo.
No es preciso que su dimisión sea aceptada por nadie.
Cinco han sido los papas, que a lo largo de la historia, han declarado su renuncia al ministerio de Pedro:
Benedicto IX (1045), Gregorio VI (1046), Celestino V (1294), Gregorio XII (1415) y Benedicto XVI (2013)
Curiosamente, a Celestino V lo condenó Dante Alighieri al infierno en su “Divina Comedia” por cobarde.
En cambio, el papa Clemente V canonizó a Celestino en 1313, viviendo aún el poeta.
El concepto de “Sede Romana Impedida”, previsto en el Código de Derecho Canónico, se refiere a los casos en los que, “por cautiverio, relegación, destierro o incapacidad” el papa se encontrara totalmente imposibilitado para ejercer sus funciones.
Según el Código, se ha de atender a lo estipulado en “las leyes especiales dadas para estos casos”, pero no se ha hecho pública ninguna norma para una situación semejante.
De cualquier modo, parece que no originaría un periodo de Sede Vacante, ni la convocatoria del cónclave.
Habiéndose producido la “Sede Vacante”, el Colegio de Cardenales asume el gobierno de la Iglesia, pero de modo muy matizado.
En efecto, sólo puede tomar decisiones en los asuntos ordinarios e inaplazables, así como en lo referente a la preparación de las exequias del Pontífice fallecido, y la elección del nuevo.
En ningún caso pueden innovar, particularmente en lo que se refiere a los procedimientos electorales, ni tampoco ejercer ninguna clase de “suplencia” del papa.
Sus disposiciones sólo seguirán siendo válidas, en el siguiente pontificado si el nuevo papa las confirma expresamente.
Por lo que se refiere a los bienes materiales de La Santa Sede, su administración en este periodo, corresponde al Cardenal Camarlengo ayudado por 3 cardenales asistentes.
Una vez conocida la muerte del papa, El Cardenal Camarlengo es el encargado de verificarla.
Tradicionalmente, realizaba esta tarea golpeando con suavidad la cabeza del papa con un pequeño martillo de plata, y pronunciando su nombre de pila, no el papal, 3 veces.
También, se colocaba una vela cerca de la nariz del pontífice, y si la llama no se movía, El Cardenal Camarlengo constataba la muerte del obispo de Roma.
En la nueva ordenación establecida por la UDG, El Camarlengo es introducido en los aposentos papales, junto con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, los Prelados Clérigos, el Secretario, y Canciller de la Cámara Apostólica.
Una vez en la habitación del papa, El Camarlengo se arrodilla en un cojín violeta, reza unas oraciones por el alma del difunto y, tras acercarse al lecho, descubre el rostro del pontífice, y constata públicamente su muerte declarando:
“Vere Papa mortuus est” “El papa realmente ha muerto”
Finalmente, es el mismo Camarlengo quien debe retirar el anillo de la mano del cadáver.
Igualmente, la UDG no prohíbe continuar con las tradiciones mencionadas.
El Secretario del la Cámara Apostólica, debe extender entonces, acta de la defunción.
Lógicamente, ello requiere también la presencia de personal médico.
Inmediatamente después de constatada oficialmente la muerte del papa, el Secretario de Estado entrega al Camarlengo, la matriz del sello de plomo y el anillo del Pescador, con los cuales son autentificadas las cartas apostólicas, para ser destruidos en presencia del Colegio de Cardenales, para evitar que se falsifiquen documentos papales.
El anillo del Pescador o Pescatorio, en latín “Anulum Piscatoris” es un anillo usado por el obispo de Roma, el papa, quien como sucesor del apóstol San Pedro, se considera la cabeza visible de La Iglesia Católica.
Su nombre se debe, al antiguo oficio de pescador del apóstol San Pedro, cuyo sucesor es el papa.
Cada Sumo Pontífice porta un anillo hecho con los restos del usado por el anterior; en él se grabará un nuevo sello.
El Anillo del Pescador tiene la imagen de San Pedro pescando en un bote, bordeado por el nombre del papa que ocupa La Sede en ese momento en latín.
A la vez que se destruye este anillo, también es destruido el sello de plomo con el escudo papal, que éste utilizo en vida para documentos públicos.
En una carta escrita por Clemente IV a su sobrino Pedro Grossi en 1265, se incluye la mención conocida más antigua del Anillo del Pescador, usado para sellar toda la correspondencia privada presionando el anillo sobre lacre.
El anillo del pescador, se usa entre otras cosas, para sellar las bulas papales.
Proveniente de tradiciones de los monarcas medievales, algunos seguidores muestran respeto al papa, arrodillándose y besando su anillo del Pescador.
Con motivo de la renuncia de Benedicto XVI, ocurrió un hecho no habitual en esta tradición, ya que el anillo que le correspondía a este Sumo Pontífice, no fue destruido, sino que fue marcado con una cruz, anulándolo para que no pudiera ser utilizado nuevamente.
Como dato, su sucesor, el Papa Francisco, ha solicitado que la construcción del anillo no fuera de oro macizo como marca la tradición, sino que, en un gesto de austeridad, pidió que sea construido en plata dorada.
El metal “plata” en latín se denomina “argentum”, la cual curiosamente es la raíz del nombre “Argentina”, país de origen del nuevo Papa.
Es así, que con esta innovación el Papa Francisco, inicia su pontificado con un anillo que no utilizará el material del anillo del Papa saliente.
El Camarlengo entonces, es responsable también, de sellar el estudio y el dormitorio del papa.
El personal que lo atendía, puede seguir habitando en el apartamento papal, sólo hasta el momento de su sepultura, momento a partir del cual, deberá ser evacuado y sellado en su totalidad, hasta que tome posesión de él el nuevo Pontífice.
Corresponde igualmente al Camarlengo, comunicar la noticia del fallecimiento del papa al Cardenal Vicario para la Urbe, para que lo notifique al pueblo de Roma, así como al cardenal arcipreste de la Basílica Vaticana.
El mismo Camarlengo, o el prefecto de la Casa Pontificia, deben también anunciar la noticia al Decano del Colegio Cardenalicio.
Éste es el responsable de hacer llegar la noticia, a todos los cardenales del mundo, convocándolos a Roma.
También, es tarea suya, notificarlo al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.
Desde Pío IX, los tañidos fúnebres de la campana grande de San Pedro, se han encargado de hacer pública la noticia del fallecimiento de los papas.
Al tañer las campanas de la Basílica de San Pedro, las campanas de las iglesias de Roma les hacen eco, en señal de duelo por la muerte de su obispo.
Corresponde a la Congregación de Cardenales, preparar todo lo necesario para las exequias del difunto papa, y fijar el día de inicio de las mismas.
En cambio, lo que se refiere a su sepultura, es competencia del Cardenal Camarlengo, tras recabar la opinión de los responsables de los 3 órdenes del Colegio Cardenalicio, salvo que el mismo Pontífice hubiera dispuesto algo en vida.
Los últimos papas, se han enterrado habitualmente, en la Cripta de la Basílica de San Pedro, o Grutas Vaticanas, próximos a la tumba del Apóstol, pero no es obligatorio.
Puede realizarse en una catedral, una iglesia parroquial, un santuario, etc.
A la muerte de Juan Pablo II, por ejemplo, se especuló con la posibilidad de que hubiera dispuesto ser enterrado en la Catedral de Cracovia, sede de la que había sido obispo.
Los cardenales deben decidir, en primer lugar, el día y hora del traslado del cadáver, a la Basílica Vaticana para ser expuesto a la veneración de los fieles. Antes de ese momento, y una vez preparado el cuerpo del papa, debe ser llevado a la Capilla Clementina, en el Palacio Apostólico, para la veneración privada de la Casa Pontificia y de los cardenales.
Tras el fallecimiento de Juan Pablo II en 2005, se calcula que entre 2 y 3 millones de personas, desfilaron ante su cuerpo expuesto frente al Baldaquino de la Confesión, en la Basílica de San Pedro, para rendirle su último homenaje.
Las exequias del papa duran 9 días consecutivos, denominados con la expresión latina de “novemdiales” a partir del día de la Misa exequial, que preside el cardenal decano.
Previamente a ésta, se colocan los restos mortales en el féretro.
A su término, se procede a su traslado al sepulcro, y al entierro.
Respecto al cónclave, La Universi Dominici Gregis, aclara los motivos de la reclusión cardenalicia:
Salvaguardar a los electores de la indiscreción ajena y de los intentos de afectar a su independencia de juicio y libertad de decisión, así como garantizar el recogimiento que exige un acto tan vital para la Iglesia entera.
El día señalado por la Congregación General de Cardenales, entre 15 y 20 días tras el fallecimiento del Pontífice, tiene lugar por la mañana, una solemne misa votiva “Pro eligendo pontificem” “para la elección del Pontífice”, normalmente presidida por El Cardenal Decano, en la que se pide a Dios, que ilumine las mentes de los electores.
Ya por la tarde, los cardenales, reunidos en la Capilla Paulina, se encaminan en procesión solemne a la Capilla Sixtina, debido a unas obras en curso, el Cónclave de 2005, partió de la Capilla de las Bendiciones, cantando las letanías de los Santos de Oriente y Occidente.
Una vez llegados a la Capilla Sixtina, los electores entonan a coro el “Veni Creator”, oración con la que se invoca al Espíritu Santo, y proceden a prestar juramento solemne, de guardar las normas que rigen el Cónclave, cumplir fielmente el ministerio petrino en caso de ser elegidos, y mantener el secreto de todo cuanto se refiera a la elección del nuevo Pontífice.
Una vez prestado el juramento, leído conjuntamente, y ratificado de forma individual ante los Evangelios, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias da la solemne orden de “Extra omnes!” “¡Fuera todos!”, indicando que todos aquellos ajenos al Cónclave deben salir del recinto.
Sólo permanecen él mismo, y el eclesiástico encargado de predicar a los cardenales la 2ª de las meditaciones sobre los problemas de la Iglesia contemporánea.
Terminada ésta, tanto el predicador como el maestro de las Celebraciones, deben salir también.
Las puertas quedarán cerradas, y con guardias suizos protegiéndolas.
A partir de ese momento, se puede proceder a la 1ª votación, única del día, o aplazarla hasta el día siguiente.
El proceso de votación en el cónclave, se divide en 3 partes:
Pre-escrutinio, escrutinio propiamente dicho, y post-escrutinio.
Comienza la fase de pre-escrutinio cuando, antes de cada sesión de votaciones, diariamente hay 2 sesiones, una por la mañana y otra por la tarde, con 2 votaciones en cada una, salvo resultado positivo en la 1ª, el último cardenal diácono, extrae por sorteo público los nombres de 3 escrutadores, 3 enfermeros y 3 revisores.
Se distribuyen entonces a los electores, 2 papeletas de forma rectangular, que llevan impresa la frase:
“Eligo in Summum Pontificem” “Elijo como Sumo Pontífice”, y debajo un espacio en blanco para el nombre del elegido.
Los cardenales deben escribirlo con letra clara, pero lo más anónima posible.
Si se escribe más de un nombre, el voto es declarado nulo.
La fase de escrutinio propio, se inicia cuando cada cardenal, por orden de precedencia, habiendo doblado 2 veces su papeleta de voto, la lleva en alto hasta el altar, delante del cual están los Escrutadores, y sobre el que se ha colocado una urna cubierta con un plato para recoger los votos.
Una vez allí, el cardenal votante pronuncia en voz alta el juramento:
“Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”
Deposita entonces la papeleta en el plato, y con éste la introduce en la urna.
Se inclina luego ante el altar, y regresa a su sitio.
Si un cardenal, enfermo o anciano, no puede acercarse hasta el altar, un Escrutador se acerca a él, recoge su juramento y su voto, y se encarga de depositar la papeleta en la urna.
Si su enfermedad le obliga a permanecer en la Casa de Santa Marta, son entonces los Enfermeros los que acuden a recoger su voto, siguiendo un procedimiento similar al descrito.
El post-escrutinio lo llevan a cabo los 3 cardenales escrutadores, elegidos al azar, contabilizando delante de todos los Electores los votos recogidos.
Si el número de votos es distinto del de votantes, se queman las papeletas, y se repite la votación.
Los nombres de los votantes se van anotando en una relación, mientras que los votos contabilizados, se van cosiendo con aguja e hilo para mantenerlos unidos.
A continuación, los 3 Revisores supervisan las notas de los escrutadores, y revisan los votos, para asegurarse de que aquéllos han cumplido correctamente su cometido.
Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría de 2/3, concluida cada sesión, 2 votaciones, se queman en una estufa, las papeletas de los votos junto con las notas de los Escrutadores.
Se agregan sustancias químicas al fuego, para que el humo sea negro, e indique una elección sin éxito.
En los 3 últimos cónclaves, 2 en 1978 y otro en 2005, sin embargo, y para desesperación de los periodistas, el sistema no parece haber funcionado correctamente, y el humo que debía ser blanco se ha visto gris.
En la última de estas ocasiones, se incorporó una estufa auxiliar, con el propósito de quemar productos químicos que tiñeran claramente el humo de uno u otro color, aunque tampoco tuvo demasiado éxito.
La UDG establece, que todo resultado debe ser registrado en un acta, que se archiva en el Vaticano, y no puede abrirla nadie, hasta pasados 50 años desde que se elaboró el acta.
El cónclave, como cité, dura todo el tiempo que sea necesario, sin embargo, hay establecidos periodos de descanso y coloquio si no se alcanza acuerdo, día 5º, tarde del 7º, tarde del 9º, con una exhortación del Cardenal Decano.
En ningún caso se contempla la abstención de los electores.
Conseguida la mayoría necesaria en cualquier votación, el candidato elegido debe expresar de inmediato su aceptación o no, del ministerio.
El último de los cardenales diáconos, convoca a la Capilla Sixtina al secretario del Colegio de Cardenales, y al maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias.
Presentes estos, El Cardenal Decano, o el que le siga en orden y antigüedad, pide el consentimiento al elegido con la siguiente pregunta:
“Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?”
Si el candidato electo da el consentimiento, se le pregunta entonces:
“Quo nomine vis vocari?” “¿Con qué nombre deseas ser conocido?”
El ya papa indica el nombre que ha escogido con estas palabras:
“Vocabor N.” “Me llamaré N.” por ejemplo:
“Vocabor Pius XIII” “Me llamaré Pío XIII”, u otras similares.
Entonces, el maestro de las Celebraciones, en funciones de notario, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice, y de su nombre.
De Pío a Clemente, pasando por Pablo o Simplicio, el futuro papa debe elegir el nombre con el que regirá los destinos de La Iglesia Católica, que en los últimos tiempos ha estado inspirado en uno de sus predecesores.
El nombre se anuncia menos de 1 hora después de la fumata blanca, que informa al mundo de la elección de un nuevo Pontífice, precedido de la protocolaria fórmula en latín:
“Annuntio vobis gaudium magnum, habemus papam”, proclamada desde el balcón del palacio apostólico.
“El nombre lo escoge libremente la persona elegida, y es el único que puede explicar por qué lo ha hecho”, explicó el portavoz del Vaticano, Francisco Lombardi.
Aunque los papas pueden adoptar su nombre de bautismo, la tradición de cambiarlo fue inaugurada en el siglo VI por Juan II, nacido Mercurio, que no quiso mantener su nombre pagano.
En el caso de que el elegido no sea uno de los cardenales presentes o, incluso, que no resida en la ciudad de Roma, se avisa al Sustituto de la Secretaría de Estado, quien se encargará de que el escogido como nuevo papa, llegue al Vaticano lo antes posible, evitando absolutamente, que se enteren los medios de comunicación.
Una vez llegado al cónclave, El Cardenal Decano convocará al resto de los electores a la Capilla Sixtina, para proceder al mismo ritual de aceptación.
Si el elegido acepta y no es obispo, el cardenal decano le ordenará de inmediato como tal.
A partir del momento de la aceptación, y ordenación en su caso, el elegido pasa a ser obispo de Roma, papa y cabeza del Colegio Episcopal.
En ese mismo momento, adquiere la plena y suprema potestad sobre La Iglesia Universal.
Los cardenales se acercarán entonces a él, por turno para expresarle su respeto y obediencia.
También, podrán acercarse a él, el Sustituto de la Secretaría de Estado, el secretario de las Relaciones con los Estados, una especie de Ministro de Asuntos Exteriores vaticano, el prefecto de la Casa Pontificia, y cualquier otro que deba tratar con el nuevo pontífice, asuntos necesarios en ese momento.
Tras haber aceptado su elección, el ya nuevo papa es conducido por El Camarlengo y el maestro de las Celebraciones Pontificias, a la sacristía de la Capilla Sixtina, llamada comúnmente “Sala de las lágrimas”, ya que parece que todos los elegidos, sin excepción, lloran allí en relativa intimidad, ante la magnitud de la responsabilidad que acaban de asumir.
En la sala, se encuentran 3 maniquíes con sotanas blancas de diversos tamaños:
Grande, mediana y pequeña, que la sastrería romana Gammarelli se encarga de confeccionar desde el siglo XVIII.
De ser necesario, un equipo de religiosas hace los arreglos pertinentes.
Se dice que a Pío XII, las 3 le quedaban largas, mientras que a Juan XXIII le resultaban estrechas.
También, hay a mano un barbero, por si el papa necesita un afeitado antes de presentarse ante el pueblo, puede ser elegido por la tarde.
Tras la manifestación del respeto de los cardenales, se canta un “Te Deum”, oración de solemne acción de gracias a Dios, inmediatamente, El Cardenal Protodiácono, el primero de ese orden entre los cardenales, se dirige al balcón principal de la Basílica de San Pedro, donde se han instalado rápidamente cortinajes y colgaduras de fiesta.
Allí hará público el anuncio de la elección con las frases rituales:
“Habemus Papam” “¡Tenemos Papa!”
El texto de la fórmula, está parcialmente inspirado en el evangelio de San Lucas 2:10-11, el cual registra las palabras del ángel, anunciando a los pastores el nacimiento del Mesías:
Pero el ángel les dijo:
“No tengáis miedo, porque os traigo una buena noticia que será motivo de gran alegría para todos:
Hoy os ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor”
Nótese que en la “Vulgata”, la traducción latina de La Biblia por San Jerónimo en 382, las palabras usadas son:
“Evangelizo vobis gaudium magnum”, mientras que la palabra “annuntio” era usada en traducciones anteriores.
La adopción de la fórmula “Habemus Papam” tuvo lugar antes de 1484, año en que fue usada para anunciar la elección del papa Inocencio VIII.
Al anunciar al pontífice elegido, se anuncia su primer nombre de nacimiento en latín, en caso acusativo, por ejemplo Eugenium, Angelum Iosephum, Ioannem Baptistam, Albinum, Carolum, Iosephum, Georgium Marium, pero se da su apellido en su forma no declinada, por ejemplo:
Roncalli, Montini, Luciani, Wojtyła, Ratzinger, Bergoglio.
Si el nombre papal es usado por 1ª vez, el anuncio puede o no usar el numeral Primero (I)
En la elección de Juan Pablo I, el numeral “primi” “primero” fue usado, El Cardenal Felici anunció el nombre papal como Ioannis Pauli primi, pero en la elección de Francisco no se emitió el numeral, el cardenal Tauran simplemente dio el nombre papal como Franciscum.
El numeral del nombre papal, si existe, puede ser omitido si el nombre papal es el mismo usado por su inmediato predecesor, como fue el caso en octubre de 1978, cuando el nombre papal de Juan Pablo II, fue anunciado simplemente como Ioannis Pauli sin el numeral, ya que su inmediato predecesor fue Juan Pablo I.
También ocurrió en 1939, cuando luego de su elección, el nombre papal de Pío XII, fue anunciado como Pium, ya que su inmediato predecesor fue Pío XI.
En el anuncio de la elección de Pío XII, su nombre papal fue declinado en acusativo, como los anuncios posteriores de las elecciones de Pablo VI, y Francisco.
Pocos instantes después, el nuevo papa precedido por la cruz procesional y por los primeros de los cardenales, entre los órdenes de los obispos, presbíteros y diáconos, sale al balcón, y desde allí saluda al pueblo, con las primeras palabras de su pontificado.
A continuación, imparte la bendición apostólica “Urbi et Orbi” “para la ciudad y para el mundo”, que en adelante, sólo dará de ordinario en Navidad y Pascua.
Aunque desde el mismo momento de su aceptación, y consagración episcopal, de ser precisa, el elegido es ya verdadero papa, el Pontificado se inaugura de modo oficial, con una misa solemne que se celebra a los pocos días de concluido el cónclave, normalmente en la explanada de la Basílica de San Pedro.
En esa celebración, el nuevo papa es investido de sus nuevos símbolos:
Su Palio, y su anillo del Pescador.
La Tiara Pontificia, o “Triregno”, la triple corona papal no se usa desde el papa Pablo VI, que no quiso utilizarla porque rechazaba los poderes terrenales que simboliza.
Hoy, cada papa decide si se corona o no.
También, en fecha inmediata, deberá el nuevo Pontífice tomar posesión de la Archibasílica Patriarcal Lateranense, San Juan de Letrán, que es la catedral de Roma, y se considera cabeza y madre de todas las demás iglesias del mundo.
Es tradición, que cada papa tenga su escudo de armas.
Cada escudo de armas es personal, y lo diseña cada Pontífice a su gusto.
Sin embargo, siempre aparecen las Llaves del Cielo entregadas a San Pedro, y la Tiara Papal, aunque Benedicto XVI ha colocado una mitra con 3 bandas, en lugar de la tiara en el suyo.
El escudo de armas es mostrado al mundo por el periódico Vaticano L'Ossevatore Romano, que lo publica.
También, debe dibujarse para ser archivado en la Biblioteca Vaticana.
De ahí en más, el papa sellará sus cartas apostólicas, encíclicas, y escritos con la matriz de su escudo, y también éste será bordado en sus sotanas y grabado en los anillos de los cardenales.
No deja de ser curiosa la fascinación que el catolicismo, y en especial los sacerdotes católicos, ejercen sobre el cine norteamericano, una nación cuya religión dominante no es la católica.
La cinematografía estadounidense se ha acercado con gran profusión, a la forma de sentir, pensar, o concebir la vida en la fe, cuya cabeza visible está en Roma.
La elección de un Pontífice, ha sido retratada en el cine con relativa frecuencia, además, se le ha hecho siempre con respeto, y confiriendo a esa escena, una elevada tensión narrativa.
“I accept.
And may God have mercy on me”
The Shoes Of The Fisherman es una película estadounidense de 1968, dirigida por Michael Anderson.
Protagonizada por Anthony Quinn, Laurence Olivier, Oskar Werner, David Janssen, Barbara Jefford, Leo McKern, Vittorio De Sica, John Gielgud, Paul Rogers, Clive Revill, entre otros.
El guion es de John Patrick y James Kennaway, basados en la novela del escritor australiano Morris West, publicada en 1963, que fue un éxito mundial.
The Shoes Of The Fisherman obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor banda sonora y dirección artística.
The Shoes Of The Fisherman fue realizada durante el pontificado de Pablo VI, e inmediatamente después de las reformas del Vaticano sobre la Iglesia.
¿Quién hubiera pensado, al ver The Shoes Of The Fisherman en 1968, que 10 años después, un cardenal joven de Polonia, fue elegido para ser el nuevo sucesor de San Pedro?
Esa profecía se hizo realidad en 1978, con Juan Pablo II.
The Shoes Of The Fisherman fue un proyecto ambicioso, costó $9 millones, siendo rodada gran parte en los Estudios Cinecittá de Roma, además de construirse una réplica de la Capilla Sixtina para la toma de interiores.
De hecho, la fotografía de Erwin Hillier es buena, y el montaje de las imágenes de la elección del papa se contrasta con la elección en 1963 del pontífice Pablo VI, en la Plaza de San Pedro.
The Shoes Of The Fisherman desarrolla de un modo casi documental, el complejo proceso de elección de un Papa.
El cargo de Papa, implica para el elegido renunciar a sí mismo.
No le resulta fácil al protagonista de la historia, un cometido de tanta responsabilidad en el que siente soledad en algunos momentos, pese a estar rodeado de multitudes.
En The Shoes Of The Fisherman se muestra a una Iglesia, la verdadera, con sus devenires, preocupaciones, y tópicos asignados.
Con sus criticadas opulencias, en forma de piedras preciosas, coronas de oro, o tronos milenarios.
Se trata de una historia de tintes levemente pacifistas, en la que tiene un papel relevante, un pontífice romano originario nada menos que de la Rusia comunista.
El tiempo ha venido a demostrar, que al menos esa circunstancia no era tan disparatada.
También, el tiempo ha dejado en su justa medida, una historia bienintencionada pero alicorta, lo que entonces se creyó una obra maestra del pacifismo.
Un conflicto existencial entre tradición y urgencias, pondrá a prueba los ideales de un sencillo hombre, a quien el destino ha llevado a cambiar el orden mundial.
Vemos a un hombre lleno de dudas pero de noble corazón, cambiar lo establecido con su libre albedrío.
The Shoes Of The Fisherman es una película que merece la pena ser vista por su valor documental, por el optimismo, y humanidad de su trama, y por las excelentes interpretaciones de sus principales actores, entre los que destacan un entrañable Anthony Quinn, un retorcido Sir Laurence Olivier, un atormentado Oskar Werner, un irreconocible Vittorio De Sica, un aislado Sir John Gielgud, y un redimido Leo McKern.
“We choose to be called by our own name, Kiril.
He was the saint that first brought the Gospels into our country”
Un obrero/prisionero #103592R, Kiril Pavlovich Lakota (Anthony Quinn) ha sufrido los horrores del comunismo, sacerdote casi por accidente, un hombre humilde y conocedor de lo mundano, Lakota es un obispo ruso que ha sufrido mucho bajo el régimen comunista, condenado a trabajos forzados en una prisión soviética.
Es liberado sorpresivamente por el presidente Piotr Ilyich Kamenev (Laurence Olivier), quien había sido su carcelero 20 años atrás, y es enviado al Vaticano como asesor.
Al cabo de un tiempo, Kiril es nombrado cardenal por el papa Pío XIII (John Gielgud)
El papa fallece sorpresivamente, y los cardenales se reúnen en cónclave, para elegir a su sucesor.
El obispo Lakota participa en la elección.
La televisión estadounidense está representada por George Faber (David Janssen) que seguirá la elección del nuevo Papa, día a día.
Dos obispos, el Cardenal Leone (Leo McKern) y el Cardenal Rinaldi (Vittorio De Sica) son los candidatos más posibles.
Tras 7 vueltas, no se ha conseguido el número de votos necesario, hasta que el Cardenal Rinaldi propone al Cardenal Kiril Lakota como el nuevo Papa Cirilo I, Kiril es equivalente a Cirilo.
Éste acepta, a pesar de su falta de confianza en sí mismo.
Esa misma noche el nuevo papa, con la complicidad de su secretario privado, Gelasio (Arnoldo Foà), sale a recorrer Roma de incógnito.
Después de participar en una inesperada extremaunción, regresan al Vaticano.
Curiosamente, mientras se desarrollaba la elección del nuevo papa, la situación mundial estaba al borde de una guerra nuclear, a causa de una disputa entre la Unión Soviética y China, causada por un embargo comercial emprendido por Estados Unidos hacia China, que ha causado una hambruna en este país.
El presidente chino Peng (Burt Kwouk), ha amenazado con atacar a Estados Unidos y sus aliados, y también a la Unión Soviética, a la que acusa de connivencia con ellos.
El nuevo papa, por invitación del primer ministro soviético Kamenev, viaja a la Unión Soviética para reunirse, en forma privada, con el primer ministro y el presidente chino, para discutir la peligrosa crisis.
Allí se da cuenta de la seriedad de la situación, y pide un poco de tiempo para consultar al Colegio cardenalicio, sobre una proposición que desea hacer.
La respuesta de la mayoría de los cardenales es negativa.
El papa decide entonces, imponer su autoridad espiritual y su jerarquía, para tratar de convencer a las potencias occidentales y a todos los católicos del mundo.
El día de su coronación, Cirilo I, frente a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, se quita la tiara en un gesto de humildad, y anuncia al mundo, la enajenación de todos los bienes materiales de la Iglesia católica, con el objetivo de paliar la hambruna del pueblo chino.
Su decisión es aclamada en todo el mundo.
Por otra parte, durante todo el transcurso de su elección, Cirilo I, desarrolla una amistad con el teólogo y hombre de ciencia, el padre David Telemond (Oskar Werner), quien le expone sus teorías heterodoxas en contraposición con los Dogmas de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Pero a pesar de su afecto y simpatía por el padre Telemond, Cirilo I autoriza la censura a las obras del padre, por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Para pesar del papa, el padre Telemond muere de un aneurisma cerebral latente, posiblemente causado por la decepción de ser censurado por el papa.
Si somos capaces de ponernos en los ojos de los años 60, The Shoes Of The Fisherman presenta indudables valores difíciles de pasar por alto.
Se sugiere la posibilidad de que sólo un hombre, que ha sufrido en sus propias carnes la incomprensión y la intolerancia de la crueldad, es capaz de mediar en un conflicto que puede romper el equilibrio de la paz mundial.
Por el camino, asistimos al proceso de elección del Pontífice, entramos, aunque sea sólo de soslayo, en los meandros de la escarlata cardenalicia, y en los intereses creados, que desde luego que existen, en todas esas cruces llevadas con cierta ligereza en el cuello de algunos prelados.
También, nos adentraremos, para mí la parte más brillante de The Shoes Of The Fisherman, en algunos de los recuerdos del propio cardenal, interpretado con eficacia por Anthony Quinn, sobre todo en lo que se refiere a sus conversaciones con su torturador Kamenev, al que da vida de manera soberbia e inquietante Laurence Olivier.
Se nos muestra lo que casi nadie en el mundo puede ver, cuando se reúnen los cardenales para la elección del Papa en el Cónclave; se nos muestra la majestuosidad de los protocolos en el Vaticano, y también los miedos de los cardenales a tomar nuevas metodologías, y nuevos puntos de vista.
The Shoes Of The Fisherman plantea los siguientes temas:
La rigidez de la Iglesia Católica a la hora de adoptar nuevos procedimientos y nuevas formas de entendimiento, reflejado sobre todo en el asunto de los libros del sacerdote Telemond.
Para mi gusto, el sacerdote Telemond hace referencia a la figura de Jesucristo, ya que fue en cierto modo, un revolucionario que planteaba cosas nuevas, o al menos de manera nueva para su época.
Se le ridiculizó, se le trató injustamente, y finalmente se le condenó a muerte.
Así como también, The Shoes Of The Fisherman plantea la influencia política, y el poder del Vaticano en los asuntos internacionales.
“They have been accepted for you”
No se puede negar, que The Shoes Of The Fisherman pretende dar una visión honesta y positiva de la Iglesia, pero la idea de enajenar los bienes del Vaticano para paliar el hambre, resulta ambigua.
La pobreza sólo se podrá solucionar con un cambio de mentalidad global, y no poniendo parches, que por otra parte acabarían o, en el mejor de los casos, privatizarían en manos de coleccionistas particulares, un patrimonio artístico que forma parte de la historia de la humanidad.
Además, The Shoes Of The Fisherman constituye un interesante reportaje gráfico, casi documental, sobre el método que el Vaticano ha estipulado para elegir a los sucesores de Pedro.
Y para apreciar el valor del fastuoso ritual, no hace falta ser católico.
Y más hoy en día, desaparecidas la silla gestatoria y la tiara, ambas visibles en The Shoes Of The Fisherman.
La tiara era un tocado de metales y piedras preciosas, que simbolizaba la autoridad del Papa en los 3 reinos:
El cielo, la tierra y el más allá.
La silla gestatoria por su parte, era el asiento en el que 12 “sediarios” llevaban al Papa “en volandas”, que si bien esto tenía un motivo simbólico, también era algo de pura comodidad, para que todo el mundo pudiera ver bien al Papa, sin necesidad de desnucarse.
Estos ritos, como ya digo, aún pueden ser vislumbrados en The Shoes Of The Fisherman.
También, el mecanismo de la elección con su cosida y quema de votos, y sus posteriores fumata negra o fumata blanca, que ésta es la buena.
Después de 7 escrutinios, la situación se estanca:
No hay forma de alcanzar los 2/3 de los votos emitidos, tal como establece la milenaria tradición para elegir un Pontífice, y entonces uno de los cardenales propone al cardenal Kiril Lakota.
Esta sorprendente propuesta, es acogida por casi todos los presentes, que le aclaman como el nuevo Papa.
Esta secuencia recoge uno de los 3 modos que en los años 60 estaban vigentes, para elegir a un Pontífice:
Por “aclamación”, por “compromiso” y por “escrutinio”
En caso de “aclamación”, los cardenales escogían al candidato de forma unánime “como inspirados por el Espíritu Santo”
Y en general, The Shoes Of The Fisherman también ofrece unas abundantes panorámicas, no sólo del Vaticano, tanto por dentro como por fuera, sino también de Roma, una de las ciudades más hermosas del mundo.
En la parte dramática, se suman en esta historia 4 subtramas:
La de Kiril Lakota y su vida en el Vaticano; la del Padre Telemond, que el apellido parece referirse a su perspectiva sobre el mundo; el conflicto conyugal del matrimonio Faber; y el conflicto mundial con China a punto de declararle la guerra a todo hijo de vecino, trama en la que se refleja acertadamente el victimismo propio de todas las dictaduras.
En cuanto a ésta última, se percibe cómo difusa y mal explicada.
No se entiende muy bien la génesis del conflicto, ni la mediación del Papa en todo aquello, ni mucho menos la solución que se le ocurre al bueno de Kiril, que se me antoja altisonante pero inútil.
Seguramente, habría mucha gente de acuerdo con que se desmantelara toda la riqueza del Vaticano, para ser repartida entre los pobres del planeta.
Pero por la misma regla de 3, y por reducción al absurdo, también se podrían desmantelar todos los museos del mundo, y no creo yo que con eso se consiguiera mucho más, que destruir el patrimonio artístico de la humanidad.
No se trata de dar peces, sino de enseñar a pescar.
El argumento del matrimonio Faber con su marido adúltero, aún era posible en el año 68, pero a ningún guionista cuerdo, se le ocurriría hoy en día, dar a todo el conjunto un tufo tan machista y retrógrado.
Aunque también da una lectura a la base del matrimonio y a lo sagrado del sacramento como la familia base fundamental de la iglesia.
En todo caso, se aprecia como la subtrama más prescindible de The Shoes Of The Fisherman, aunque propicie una de las mejores secuencias:
Aquella en la que Kiril I reza en hebreo ante la muerte de un judío, otra vez profético, pues fue Juan Pablo II, el que por 1ª vez en la historia, estableció relaciones entre judíos y cristianos.
Todo lo referente al personaje del padre Telemond, parecerá lo más interesante a los espectadores, con un toque de filósofo, pues sus secuencias están dedicadas a tratar, de manera sucinta claro está, los grandes conflictos de la fe y del discernimiento entre el bien y el mal.
Este personaje viene siendo así como, un remedo del filósofo Teilhard de Chardin, uno de los personajes más interesantes del Siglo XX, y que no se oirá nunca en la boca de ningún Purpurado.
Por último, la propia trama de Kiril como Kiril I, resulta ciertamente atractiva, sobre todo por la humanidad con que el personaje está descrito en todas, y en cada de una de sus frases y acciones, en medio de la soledad que supone un cargo de esa relevancia.
No es The Shoes Of The Fisherman una película en la que se denuncie a la Iglesia Católica como culpable de todos los males del mundo, sino que se pretende dar una visión amable sobre la humanidad de sus integrantes.
Y como humanos, también se equivocan, aunque todos los personajes estén movidos por los más altos ideales.
Todos sabemos que no puede ser así, pero tampoco es difícil llegar a la conclusión, de que tampoco puede ser de la otra manera, aunque esa versión dé más juego.
Y traigo a colación una frase que viene muy al caso:
“De todo hay en la viña del señor”
“This is the death knell that rings... only for the pontiff.
Listen, there is a second bell.
Soon they will be joined by other bells all over the city, all over every city, all over the world.
The Pope is dead”
Claramente lo mejor de The Shoes Of The Fisherman es Anthony Quinn, a pesar de sus orígenes mexicano-irlandeses, siempre ha interpretado una amplia gama de personajes de diferentes etnias, personajes toscos, o de malos modales, manejando aquí, con tanta naturalidad, los hilos de un personaje inmensamente humilde, de voz templada y maneras apacibles, siempre prefiriendo escuchar a hablar.
Hasta me resulta increíble ver a Quinn y no gritarle “Zampano” o esperar a que baile como “Zorba, The Greek”, Quinn es brillante en su papel, siendo orgulloso y obstinado al principio, y acaba siendo humilde y conciliador.
Anthony Quinn es un raro caso en la historia del cine, un ser tan natural y expresivo, que no parece estar actuando, un camaleón sin colores, que se adapta aquí al hábito de Papa, o al puro del mafioso, a la mugre de una mina, o las coléricas reacciones de un pintor loco, una extirpe de actores casi extinguida, una apuesta por los estudios de cine que siempre ganaban... en definitiva, un placer para el espectador, uno de los grandes, un actor inolvidable.
Si The Shoes Of The Fisherman se hubiera centrado más en su ascenso al poder, y su lucha en demostrar que es digno de ese honor, podría haber sido más exitosa.
El resto del reparto lo conforman David Janssen como un periodista, increíble Oskar Werner como el padre Telemond, ENORME como siempre John Gielgud, un correcto Vittorio De Sica, y un Laurence Olivier que meses antes del rodaje, recibió la funesta noticia de la muerte de su esposa Vivien Leigh.
Me parecen estupendas las escenas de interrogatorio y juicio que sufre Telemond, por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Curioso que cada miembro del tribunal, conserve la indumentaria de su orden le da un aire entre escolástico y medieval, y el triángulo simbólico:
Lakota, el hombre de Fe; Telemond, el intelectual; y Leone, el vaticanista de la curia.
Por otra parte, apoyándose en una temática de apariencias enfáticas, el compositor norteamericano Alex North, desarrolló una obra de increíble belleza, sin fisuras, y llena de momentos perdurables.
Desde “La Obertura Solemne” hasta el “Main Title”, sin olvidar temas como “Coronation” o sobre todo el que se utilizó como “Exit Music”, y que curiosamente en las ediciones en vinilo, aparecía con el dudoso título de “Rome”, conforman una insigne partitura, que encierra todo lo mejor de un autor con mayúsculas, que supo como pocos, entender que las obras para El Séptimo Arte, también podían, y debían tener vida más allá de la pantalla.
“My brothers.
My brothers, we have already failed 7 times to reach an election.
I stand now to claim a right under canon law.
In all humility, I proclaim to you my belief that there is among us a man already marked by God to sit in the chair of St. Peter.
Like the first of the apostles this man has suffered prison stripes for the faith.
The hand of God has led him out of bondage to join us in this conclave.
I announce him as my candidate and dedicate to him my vote and my obedience.
Kiril Cardinal Lakota”
Una de las grandes particularidades de The Shoes Of The Fisherman y, por extensión, de la obra de Morris West, es haberse adelantado varios años a lo que posteriormente sucedería:
El nombramiento de un Papa del Este; el polaco Karol Wojtyla como Juan Pablo II, tras más de 1/4 siglos de pontífices italianos.
Cuando Karol Wojtyla, Juan Pablo II fue elegido, no lo fue porque fuera Polaco y como tal, nacido en la Europa del Este.
Lo fue porque su carisma, su personalidad, su experiencia de vida, su profundidad teológica, y la anticipación de lo necesario que sería la experiencia ante lo que terminara de ser la etapa final de La Guerra Fría, fueron todos factores que confluyeron en un nombre, y en un hombre.
La coincidencia de todos los factores con el origen geográfico, fue más una casualidad, que una razón para la elección.
En ambos casos, tanto el personaje de ficción como Juan Pablo II, tuvieron que convivir con La Guerra Fría, y participar activamente en la solución del conflicto.
En el caso de Karol Wojtyla, además también vivió en primera persona, el totalitarismo nazi, así que hizo el pleno.
Porque si bien los nacional-socialistas se dedicaban a matar niños en los campos de concentración por pertenecer a una “raza inferior”, hasta bien entrados los años 80 del pasado siglo, en los Gulags comunistas se seguían matando niños, bajo el cargo de ser “enemigos del estado”, que no se sabe qué es más psicótico…
Al Papa Juan Pablo II, al margen de otras consideraciones, parece que hay que reconocerle el mérito, en la aceleración de la caída del comunismo en el mundo, y de la misma manera, Kiril Lakota, el protagonista de The Shoes Of The Fisherman, pasa 20 años de su vida, como prisionero en un Gulag, justamente por ser un “enemigo del estado”
Tras su liberación, y posterior traslado al Vaticano, acabará siendo Cirilo I, por ser éste, el nombre del primer santo que llevó el cristianismo a Rusia.
La historia, basada en el libro de West, planteaba en su momento, la impensable posibilidad de que un cardenal no italiano, subiera a la silla papal, y que encima, tuviera participación en la solución de La Guerra Fría, tal y como luego pasó con Karol Wojtyla.
Así que por lo menos, tanto novela como película, tienen el mérito de haber sido ciertamente proféticas.
45 años después, al mirar la entronización del papa Francisco, da la impresión de que esa misma disputa, que llevó a los “fraticellis” a la hoguera, aún no estuviera resuelta:
¿Si el Cristo fue pobre, por qué la Iglesia es rica, más allá del Banco del Vaticano?
¿Si el Jesús, que repartía el pan y los peces, no tenía propiedad privada ni tampoco los apóstoles, que eran simples pescadores, por qué la santísima Iglesia de Roma brilla como el oro?
El papa Francisco, por cierto, no aceptó la capa de armiño, un regalo de Constantino para su entronización:
“Aquí se acabó el carnaval”, cuentan que dijo.
Hasta cambio su trono de oro por una de madera…
De hecho, el papa Francisco propuso recientemente, ampliar el diálogo con el islam, y ofreció una rama de olivo a China, y otras naciones que no mantienen relaciones diplomáticas con La Santa Sede.
El papa dijo, que era importante intensificar el diálogo entre las religiones, “particularmente con el islam”, y profundizar el alcance de la Iglesia a los ateos.
Las relaciones del Vaticano con el islam, tuvieron asperezas durante el papado de Benedicto XVI:
Enfureció a los musulmanes con un discurso en 2006, cuando citó a un emperador bizantino quien dijo, que algunas de las enseñanzas del profeta Mahoma, eran “malévolas e inhumanas”
Y en 2011, el prominente instituto de enseñanza islámica en el mundo musulmán suní, Al-Azhar, en El Cairo, congeló el diálogo con el Vaticano, para protestar el reclamo de Benedicto XVI, de que haya mayor protección a los cristianos en Egipto.
Sin embargo, el Vaticano dijo que el principal imán de Al-Azhar, jeque Ahmed el-Tayyib, envió un mensaje de felicitación a Francisco por su elección, y manifestó la esperanza de que haya cooperación entre ambas religiones.
Es un posible indicio, de un deshielo en las relaciones con la llegada de un papa, cuyo interés en el contacto interreligioso, está bien documentado cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Francisco también dijo, que deseaba iniciar una “travesía” con las naciones que todavía no tienen relaciones con el Vaticano.
Benedicto XVI consideraba una prioridad, la mejora de relaciones con China, dados los millones de feligreses que pertenecen a la Iglesia Católica clandestina china, pero persisten las tensiones, particularmente por la ordenación de obispos.
China insiste en ordenarlos, mientras que el Vaticano considera, que solamente el papa puede hacerlo.
Beijing felicitó a Francisco por su elección, pero dijo que el establecimiento de relaciones formales, dependía de que el Vaticano cortara sus vínculos diplomáticos con Taiwán, y cesara las actividades que China considera interferencia en sus asuntos internos, una referencia a la designación de obispos.
La Santa Sede tampoco tiene relaciones diplomáticas con Arabia Saudí.
Por su parte, Sudán del Sur entabló relaciones con el Vaticano el mes pasado.
Comenzaría a hacerse realidad en el papa Francisco, aquel comportamiento papal que rompía con todos los protocolos establecidos, y rigurosamente guardados por espacio de 2,000 años.
Estoy completamente seguro, de que el papa Francisco va a hacer realidad aquella increíble historia utópica del papa Cirilo I en The Shoes Of The Fisherman.
Acaba de ser elegido papa, y ya ha roto con varias tradiciones ancestrales, que eran obsoletas, distantes con el pueblo, poco humildes, y sin un verdadero sentido cristiano.
Es decir, pura ceremonia.
Por otra parte, dado su instrucción jesuita, acabar con la pobreza en el mundo, es una gran utopía.
No solamente por muchísimas razones, que sería imposible enumerarlas; pero recuerdo que hasta el mismo Jesús dijo:
“A los pobres, siempre los tendréis entre vosotros”
The Shoes Of The Fisherman conforma un retrato muy interesante, sobre los móviles de una institución que hizo, casi sin querer, que la vida imitara al arte.
Tal vez porque los tiempos siempre han sido un cine, con el que hemos filmado el rumbo de los acontecimientos, la ruta de las extraordinarias decisiones, el periplo de unas almas que serán más divinas cuanto más humanas sean...
La cuestión es, saber a dónde va a llegar esto, cuál es el marco posible de cambio, y de definición de la lógica común de la Iglesia, y cuáles serán las consecuencias prácticas de todo ello.
En fin, 40 años después de mi bautizo, sigo perteneciendo a la Iglesia Católica, me pregunto:
¿Por qué?
Quizás porque, a pesar de todo, sí es verdad que el catolicismo pretende tener un carácter universal; cuando un teólogo católico habla del hombre, se refiere a todos los hombres, no sólo a los de su fe.
Es la única de las grandes religiones, y dentro del cristianismo la única facción, que es consciente del laicismo, del agnosticismo, y del ateísmo, incluso de la absoluta indiferencia religiosa, más allá de una simple negación moral.
Sólo cuando vino el cristianismo, el Imperio reconoció el carácter humano del enemigo al que, lamentablemente, tanto se afanó los siglos siguientes en exterminar.
Incluso las matanzas indígenas americanas, generaron la primera controversia teológica, por cierto netamente ibérica, acerca de la universalidad de los derechos humanos.
Lo cual no evita que el balance de nuestra Iglesia haya sido una auténtico desastre, porque el hombre es un desastre.

“It's the Russian.
Kiril Lakota.
They've elected a Russian Pope”



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