Mar Adentro


“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio:
El suicidio.
Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla, es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”

Para muchas personas, es peor que el miedo a la muerte, que el de llegar a ella en condiciones que impliquen un terrible sufrimiento, o una situación de indignidad, que los obligue a llevar una vida contraria a los valores que siempre han defendido.
Si hay 2 problemas vitales e inmanentes al ser humano, desde el punto de vista ontológico, son el nacimiento y la muerte.
El inicio y el fin de este instante, durante el cual tenemos conciencia de nosotros mismos que llamamos vida.
Eugenesia y eutanasia son conceptos que, desde hace mucho tiempo, han generado importantes discusiones, tanto en el ámbito filosófico, como en los ámbitos jurídico, médico, moral, y religioso.
La ortotanasia, o muerte digna, designa la actuación correcta ante la muerte, por parte de quienes atienden al que sufre una enfermedad incurable, o en fase terminal.
Por extensión, se entiende como el derecho del paciente a morir dignamente, sin el empleo de medios desproporcionados, y extraordinarios para el mantenimiento de la vida.
En este sentido, se deberá procurar que ante enfermedades incurables y terminales, se actúe con tratamientos paliativos para evitar sufrimientos, recurriendo a medidas razonables hasta que la muerte llegue.
La ortotanasia se distingue de la eutanasia, en que la primera nunca pretende deliberadamente el adelanto de la muerte del paciente.
Aunque en la cultura actual, la consideración de ortotanasia, o muerte digna, en el final de la vida de enfermos incurables y terminales, se asocia como aquella que se produce sin ensañamiento terapéutico, y con aplicación de cuidados y tratamientos paliativos, sobre todo dirigidos al sufrimiento y dolor innecesarios, no debe entenderse excluida de una muerte digna, cualquier persona cuya muerte se produjera al margen de esas consideraciones genéricas, ya sea por decisión personal del enfermo, u otras circunstancias.
Ramón Sampedro nacido en Xuño, A Coruña en 1943, viajó de joven por todo el mundo como marinero, hasta que a los 26 años quedó tetrapléjico por un accidente en la playa.
Paralizado de cuello para abajo, desde entonces, fue cuidado por su hermano y su familia.
Sampedro permaneció casi siempre postrado en la cama, frente a 2 ventanas, pues a diferencia de otros tetrapléjicos, se negaba a utilizar la silla de ruedas y a salir de su cuarto.
Así pasó 29 años, leyendo, escuchando música, escribiendo, hablando con mucha gente, y luchando sin éxito para que el Estado le autorizara a suicidarse, pues consideraba su vida, indigna de ser vivida.
Argumentaba el derecho de cada persona, a disponer de su propia vida, estando sin embargo incapacitado para cometer suicidio.
Sampedro fue el primer ciudadano, en pedir en España, el suicidio asistido.
En los años 90, su caso saltó a los medios de comunicación, llegó a los tribunales de justicia, y suscitó un cierto debate social.
En 1996, Sampedro publicó sus escritos autobiográficos con el título “Cartas desde El Infierno”
Y, finalmente, el 12 de enero de 1998, Ramón Sampedro se suicidó en connivencia con diversos familiares y amigos, que nunca fueron inculpados, pues él mismo elaboró un sofisticado plan para protegerlos.
Tras su suicidio asistido, sus poesías fueron publicadas en el volumen “Cando eu caia”
Ramón murió por envenenamiento de cianuro potásico, ayudado por su amiga Ramona Maneiro.
Ésta fue detenida días después, pero no fue juzgada por falta de pruebas.
7 después, una vez que el delito hubo prescrito, Ramona admitió en televisión, haber facilitado a Ramón el acceso al veneno que le causó la muerte, y haber grabado el vídeo donde éste pronunció sus últimas palabras.
“No se le puede dar más apoyo, más respeto, amor, cariño, y calor humano solidario a nadie.
Es decir, no se puede hacer nada más de lo que todos vosotros hicisteis por mí.
Pero lo que no le podemos dar a nadie, por mucho que queramos, es la esperanza.
Esa sólo nace en el fondo de nosotros mismos.
Yo perdí la mía, el día en que me dijeron que no había nada más que hacer para curarme.
La vida tiene que tener un sentido.
Y tiene sentido mientras esperamos algo…”
Mar Adentro es una película española del año 2004, dirigida por Alejandro Amenábar.
Protagonizada por Javier Bardem, Belén Rueda, Lola Dueñas, Mabel Rivera, Clara Segura, Joan Dalmau, Tamar Novas, Josep Maria Pou, Celso Bugallo, Frances Garrido, entre otros.
El guión es de Alejandro Amenábar y Mateo Gil, basados en la vida y en el libro “Cartas desde El Infierno” de Ramón Sampedro.
Mar Adentro obtuvo el Oscar como Mejor Película Extranjera, y estuvo nominada como mejor maquillaje.
Amenábar cae en el más descarado “tear jerker”, es decir, el género destinado a verse en la sala de cine, provisto de una caja de kleenex, reservados a enjuagar las lágrimas del espectador.
Son películas sin demasiada personalidad ni carácter, pero que logran contagiar al público, de una historia dramática que arrolla y desarma.
Ha funcionado siempre.
Mar Adentro se basa en la historia real de Ramón Sampedro, marinero, que tras un accidente en su juventud, queda tetrapléjico, y permanece postrado en una cama durante cerca de 30 años, y que desea morir dignamente.
La historia de Ramón Sampedro, tuvo una importante repercusión en España, y renovó el controvertido debate sobre la eutanasia.
En España, la asistencia al suicidio está penalizada.
El juicio por la legalización de la eutanasia, se celebró en 1993, y fue de gran interés mediático.
Ramón se quitó la vida en 1998, con la ayuda de su amiga Ramona Maneiro.
El personaje de Julia (Belén Rueda), está inspirado en la periodista Laura Palmés (1954-2011), enferma de esclerosis múltiple, y su reportaje sobre el tema de la eutanasia.
El equipo es el mismo que en “The Others” (2001) con la incorporación de Jo Allen en el maquillaje, en el que se intervinieron 5 horas diarias para el cambio físico de Javier Bardem.
Mar Adentro se rodó durante 12 semanas en Galicia, Cataluña, y Madrid, con un presupuesto de 10 millones de euros.
Amenábar compuso la música, que fue interpretada la London Session Orchestra, y contó con la colaboración del músico gallego Carlos Núñez.
Mar Adentro compone una serena, delicada, e íntima reflexión, sobre temas tan básicos como la vida y la muerte, en especial la fugacidad de la primera, a la que hay que sacar partido con el amor y el cariño, sea entre amantes, amigos o familiares en primer término, y la necesidad de la segunda, cuando no existe partido que sacar, y solamente pervive el deseo, la frustración, y la memoria.
Esto se desarrolla en base al estudio psicológico de su inerte personaje central, el parapléjico Ramón Sampedro, y su interacción personal en un pequeño microcosmos, que expande mediante la imaginación, y soporta con su bonhomía, conllevando una situación de espera para una salida digna de la vida, con simpatía y una afabilidad natural, no exenta de firme y decidida personalidad.
“Una libertad que quita la vida no es libertad.
Una vida que quita la libertad no es vida”
Mar Adentro parte de una serie de hechos, que sí son generalizables a todas las personas con lesión medular sobrevenida.
Muestra una lesión medular cervical alta, que determina una tetraplejia como consecuencia de una fatal zambullida.
Este tipo de accidente, y la subsiguiente lesión, constituye una de las causas más frecuentes de lesiones medulares sobrevenidas en la práctica deportiva.
En este sentido, Mar Adentro refleja las consecuencias, físicas y psicológicas, y la dependencia extrema de un tetrapléjico.
Dependencia extrema, en “estado puro” al negarse el afectado, a utilizar ayudas técnicas.
Ramón (Javier Bardem) lleva casi 30 años postrado en una cama, al cuidado de su familia.
Su única ventana al mundo, es la de su habitación, junto al mar por el que tanto viajó, y donde sufrió el accidente que interrumpió su juventud.
Desde entonces, su único deseo, es terminar con su vida dignamente.
Pero su mundo se ve alterado por la llegada de 2 mujeres:
Julia (Belén Rueda), la abogada que padece CADASIL, que quiere apoyar su lucha y Rosa (Lola Dueñas), una mujer del pueblo que intentará convencerle de que vivir merece la pena.
Vale la pena decir que el CADASIL es la forma abreviada en inglés, de denominar la enfermedad arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía, enfermedad degenerativa de las arterias menores del cerebro, que produce múltiples infartos en sus partes más profundas.
Así las cosas, la luminosa personalidad de Ramón, termina por cautivar a ambas mujeres, que tendrán que cuestionar como nunca antes, los principios con que rigen sus vidas.
Ramón sabe que sólo la persona que de verdad le ame, será la que le ayude a realizar ese último viaje.
Ahí están, desnudas frente a nosotros, durante el tiempo que dura Mar Adentro, las preguntas que la humanidad ha intentado contestarse durante siglos:
¿Para qué vivir?
¿Qué, o quién justifica nuestra existencia?
La familia, el amor, la poesía, el servicio a los otros, la compañía de los amigos, razones parece haber muchas, pero lo cierto es que ninguna es suficientemente fuerte, para hacer a Ramón Sampedro, ese hombre que llora riendo, cambiar de opinión, él no desea vivir más.
Somos testigos de las emociones encontradas, que su decisión produce a su alrededor, porque aceptar sin titubeos que alguien desea morir es, en últimas, aceptar que quizás, no hay razones suficientes para convencerlo de lo contrario.
Para Ramón pasearse por ahí en una silla de ruedas, le parecen simples migajas de lo que fuera una existencia libre y despreocupada, en la que recorrió medio mundo antes de los 20 años, estar postrado en una cama, imposibilitado para realizar cualquier movimiento, por mínimo que sea, como tocar la mano de una mujer, no es vida para él.
Nada de lo que haga, lo va a devolver a ese instante, en el que distraído, se lanzó contra un banco de arena, uno de esos pequeños momentos, instantes aparentemente intrascendentes, que pueden modificar toda una existencia.
Lo otro es, un lento transcurrir de amaneceres, que sin embargo, lo han hecho más sabio, más dolorosamente humano y consciente de nuestras contradicciones y flaquezas, de nuestro deseo permanente por encontrar una respuesta, un camino, un asidero que nos libre de la muerte, o de nosotros mismos.
Es por eso, que el personaje de Sampedro consigue fascinarnos, porque el ya tiene la respuesta a las preguntas, y aunque sea la muerte su única solución, eso no deja de ser un canto a la vida, una aceptación trágica sí, pero aceptación al fin de cuentas, del destino que le tocó en suerte.
Aunque dentro de su desgracia, Ramón supo ver cosas buenas, como el gran apoyo de su familia de una manera u otra, y de aquellos que le rodeaban.
Agradeciendo con este testimonio todo ello, también dio una lección al mundo entero, haciendo cambiar la vida de aquellos que estuvieron con él.
Esta historia que conmocionó al mundo, no sólo llegó a las pantallas de cine, sino a todo tipo de artículos de revistas y periódicos.
Todos los actores han confesado, que desde el rodaje, desde que vivieron como propios los sentimientos de Sampedro, y su círculo más íntimo, su hermano, su cuñada, sus sobrinos, miran a la vida y a la muerte, el tema recurrente en la filmografía del realizador, desde una perspectiva diferente al menos.
Inmenso está Javier Bardem, en el papel de Ramón Sampedro, una actuación sobresaliente, incluso con ese acento gallego “excesivo” que puede dificultar la comprensión en algunos momentos, lo borda de manera bastante bien, pero además, los diferentes personajes que aparecen en Mar Adentro, representan un universo humano de actitudes, ante la aparición de una discapacidad sobrevenida, mostrando diferentes reacciones, sentimientos, conductas, y procesos de adaptación, a la vez que tejen una red natural de apoyo, para desenvolverse en el día a día.
Junto a Manuela (Mabel Rivera), la cuidadora principal, el protagonista convive también con su hermano José (Celso Bugallo), quien cambia su vida de marinero, para estar físicamente cerca de él, eso sí, dejando clara su posición contraria, respecto a la intención de su hermano de provocarse la muerte, con frases como:
“Mientras yo esté vivo, aquí, no se va a matar nadie, en esta casa no se va a matar nadie”
Javi (Tamar Novas), hijo de Manuela y José, en su papel de sobrino, está siempre dispuesto a pasar un rato con Ramón, y brindarle su juventud, entusiasmo, y energía.
Otro personaje importante en la vida de Ramón, es Joaquín (Joan Dalmau), su padre, quien se muestra retraído en las conversaciones, ya que la decisión de que su hijo quiera morirse es errónea y dolorosa para él, tal y como dice:
“Sólo hay una cosa peor a que se te muera un hijo, es que quiera morirse”
Además de estas personas que conviven con Ramón, hay otros personajes que son importantes en su historia.
Por un lado, Gené (Clara Segura), cuyo papel es defender la asociación pro-eutanasia, y quien le pone en contacto con la abogada Julia (Belén Rueda), quién llevará la defensa de la libertad de elección de Ramón Sampedro.
Julia, que, por otro lado, también presenta una enfermedad degenerativa del sistema nervioso, acude a casa de Ramón con Marc (Francesc Garrido), otro abogado que les ayudará en la defensa.
Por último, Rosa (Lola Dueñas), una vecina del pueblo, que tras ver a Ramón en la televisión anunciando que quería morir, intenta buscar su amistad para convencerle de que merece la pena vivir.
En este proceso, Rosa se enamora de él, y acaba luchando por lo que Ramón más desea.
Otro personaje que sale en escena, es el sacerdote, el padre Francisco (José María Pou), que también es tetrapléjico, y entabla una discusión con Ramón, acerca de la posibilidad de vivir en una silla de ruedas, exponiendo frases como:
“La vida no es sólo mover los brazos o correr de un lado para otro, o pegarle patadas a un balón, ¡qué coño!, la vida es otra cosa de verdad, la vida es mucho más”, y en cuyas escenas se reflejan claramente, las barreras arquitectónicas presentes en el ambiente en el que vive Ramón.
No quiero finalizar esta sección, sin hacer mención a la espectacular y sentida banda sonora, es una música no trágica, como cabría esperar sino que paradójicamente, casi parece un canto a la vida, y como último apunte, la versión del poema de Rosalía de Castro “Negra Sombra” cantado por Luz Casal, es maravilloso el sentimiento y la tristeza que le imprime, naturalmente la cantante.
“Mar adentro, mar adentro... y en la ingravidez del fondo, donde se cumplen los sueños, se juntan 2 voluntades para cumplir un deseo.
Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno, y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo, es como penetrar al centro del universo, al abrazo más pueril y al más puro de los besos, hasta vernos reducidos en un único deseo:
Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo sin palabras:
Más adentro, más adentro, hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre, y siempre quiero estar muerto para seguir con mi boca enredada en tus cabellos”
Mar Adentro quiere mostrarnos, que el tema de la eutanasia no es sobre la vida y la muerte de las personas, sino que es un tema por cada vida en debate, que debe escucharse cada voz, cada alma que se expresa, cada vida que no quiere ser embolsada junto con todas las otras, por una decisión “popular”
Sentimientos, valores, historias, verdades, y apariencias, complicaciones, alegrías, una historia a la que no le falta nada.
Mar Adentro no quiere emitir juicios, pero sí termina por demostrar que una historia, no es una sola, sino que tiene muchos matices, muchos ángulos, y que lo que podemos interpretar sobre la vida de los otros, no son sino vanos intentos en los que terminamos, teniendo como del sacerdote de Mar Adentro:
“Una boca muy grande”
Con la última escena, no contento con lo anterior, Amenábar decide hacernos una confrontación final:
¿Qué requiere más valor o más cobardía, morir dignamente, o aferrarse a la vida, aunque en el esfuerzo, terminemos desdibujándonos nosotros mismos?
¿Por qué la pena de muerte es una práctica aceptada en ciertas sociedades, pero no la eutanasia?
¿Por qué la iglesia católica, en este caso, ha mantenido diferentes posiciones concerniente a la muerte infligida?
Es casi seguro, que si se preguntase a una persona con una enfermedad terminal, o a alguien en las condiciones de Ramón Sampedro, si él es quien tiene derecho a decidir, si debe seguir viviendo o no, éste contestaría que él, o ella, es quien tiene ese derecho.
En el caso de Sampedro, él no tenía posibilidades de cometer suicidio sin ayuda externa.
El Código Penal español de entonces, y también el actual, preveía penas de cárcel para los colaboradores en un suicidio asistido.
Finalmente, tanto en la vida real como en Mar Adentro, el suicidio asistido se llevó a cabo.
La asistente real, Ramona Maneiro, no pudo ser condenada por falta de pruebas, aunque años más tarde, confesó haber asistido a Ramón.
La pregunta medular es:
¿Tiene alguien el derecho de terminar con su vida?
Desde el punto de vista religioso, al menos para el Cristianismo, el suicidio es un pecado.
No hay diferencia conceptual entre el suicidio auto ejecutado, o el suicidio asistido.
Es suicidio.
Dios es quien nos da la vida, y es Dios quien nos la quita.
Alguien que sea doliente de una víctima del delito, o de una confrontación bélica puede disentir, con justa razón, del segundo aserto.
El hampón, en las antípodas de Dios, le sesga la vida a la víctima, sin que sea Dios ni la víctima, los que consientan en ello.
El aspecto teológico de esta intriga, solamente tiene su conclusión, de acuerdo a la fe de cada quien.
Mar Adentro centra el tema en discusiones ajenas, a la problemática real de Ramón Sampedro, como las discusiones entre los planteamientos anticatólicos, con reproches hacia la Iglesia, como los expuestos por Ramón:
“¿Por qué la Iglesia mantiene con tanta pasión, esta postura de temor a la muerte?
Porque sabe que perdería gran parte de su clientela, si la gente pierde el miedo al más allá”
Podemos también disertar sobre el aspecto filosófico de la eutanasia, que lleva directamente al plano jurídico y social.
El suicida que comete el suicidio, sin previo aviso, no puede ser juzgado ni condenado por ley “terrena” alguna.
¿Es justo que quien desee suicidarse, y necesite ayuda externa sea juzgado, condenado, o privado de tal acción?
Estas preguntas se hacen a la luz de la suposición, de que el enfermo tenga intacta su sindéresis.
¿No es discriminación, que el suicida súbito, que no notificó su intención, haya estado exento de privación o juicio, y el que no puede hacerlo, por lo que debe solicitar asistencia, sea privado de ello, y juzgados los ayudantes?
A decir de los códigos penales de muchos países no es discriminatorio, y el asistente puede ser juzgado y penado por colaborar...
La asistencia en el caso de Ramón Sampedro fue tan inteligente, que sería difícilmente juzgable.
De hecho, en la vida real, no se obtuvieron pruebas de ello, como ya se dijo.
¿Pero qué hay de los casos en los que la persona está aún más impedida que Ramón, en los que se requiere de una inyección letal, o de una desconexión de los equipos de sobrevivencia?
¿Es humano dejar en vida vegetativa, o desesperadamente insoportable, como el caso de Ramón, a alguien?
La bioética, reciente rama de la ética, aún tiene mucho humo que despejar, para poder ver estas cosas con la claridad que se requiere.
¿Preguntas sin contestar?
Sí, eso es filosofía:
Preguntas sin respuestas, que abren la discusión.
Las respuestas aceptadas socialmente se recogen en los códigos y leyes, si ello procede.
Como “negativas” en Mar Adentro, hay que señalar que no arriesga, el enfoque esquivo y adolece de personalidad y carácter.
No profundiza en los porqués de la vida y la muerte.
Crea una atmósfera emotiva poco reflexiva, siguiendo el formato típico de películas americanas, en las que el director busca, que el espectador se derrumbe emocionalmente.
Mar Adentro es una apología de la eutanasia, pues trata de una persona que no es enfermo terminal.
No se sabe el porqué del carácter y opinión de cada uno de los personajes, cuando en verdad, la personalidad de todos ellos estará forjada en su pasado.
El concepto de amor, conlleva ciertos sacrificios, sin embargo Ramón no está dispuesto a sacrificarse ni por él mismo…
Para entender a Ramón, hay que estar en la situación de Ramón, y a veces, no hay que estar enfermo, ni vivir postrado en una cama.
Si me escuchas, Ramón, ya sabrás que yo también vivo junto a un mar infinito y verde, que sobrevuelo en mi imaginación cada día.
Como para ti, mi cuerpo a veces es insuficiente, para lo que mi imaginación es capaz.
En esos momentos soy como tú, y vuelo contigo, en busca de algo que tal vez nunca encontraré.

“Ninguna libertad puede estar construida sobre una tiranía.
Ninguna justicia, sobre injusticia o dolor.
Ningún bien universal sobre un sufrimiento injusto.
Ningún amor sobre una obligación.
Ningún humanismo sobre una crueldad, sea cual sea el ser viviente que la padezca”



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