45 Years

“My true love was true”

Los aniversarios, son circunstancias ambivalentes que sirven para recalcar ciertos eventos…
Pueden ser motivo de alegría y regocijo.
Pueden causar nostalgia y melancolía.
O pueden señalar un punto de inflexión, desencadenando un revoltijo de emociones, difícil de ordenar y digerir.
La vida es imprevisible, y nosotros mismos somos difíciles de prever:
Creemos estar habitando una dicha extrema, o una felicidad serena, y sin embargo, basta un mínimo detalle, para que todo se resquebraje.
Nos preguntamos:
¿Qué ha pasado?
Que si lo que creemos haber vivido, realmente ha sido así, o tan solo una ficción, fruto de nuestra credulidad o buena fe, o de nuestra ceguera persistente...
Porque basta una pequeña noticia, apenas un pie de página, para revolvernos las entrañas, y hacernos preguntas terribles que nos corroen el alma, y nos deforman la percepción de la realidad:
Darse cuenta, a los 70 años, cuando llevas 45 años de casado, que has tirado tu vida por la borda, que tu matrimonio es una montaña de farsas, y autoengaños...
¿Cómo transmitir esa sensación?
Un apenas entrevisto espectro que desencadena una crisis, y nos revela que nada es como teníamos la certeza que era, y nos siembra la duda, la inquietud, la alarma, y la congoja.
¿O acaso estamos imaginando lo que no hay, y construyendo castillos en el aire, rehaciendo nuestro recuerdo con jirones de conjeturas, sustituyendo certezas por cábalas, sembrando de sospechas una memoria que creíamos inamovible, y firme? La insidia es el máximo disolvente.
“You really believe you haven't been enough for me?”
45 Years es un drama británico, del año 2015, escrito y dirigido por Andrew Haigh.
Protagonizada por Charlotte Rampling, Tom Courtenay, Geraldine James, Dolly Wells, David Sibley, Sam Alexander, Richard Cunningham, Rufus Wright, Hannah Chalmers, Camille Ucan, entre otros.
La historia está basada libremente en el cuento “In Another Country” de David Constantine, al que el realizador y guionista ha cambiado de lugar, de edad, y mil detalles más.
Y es que con solo 2 películas bajo el brazo, el británico Andrew Haigh, se ha establecido como un director y escritor, al que no debemos perderle la pista.
Desde la magnífica “Weekend” (2011), quedaban claras sus virtudes:
Una cámara suave y limpia, interesada en observar sin entrometerse en la acción, y una pluma sutil, a la que le basta una palabra para matizar a un personaje.
Haigh, ha escrito y dirigido una historia memorable, sobre el peso de los recuerdos, los entresijos del amor, y el peligro de la nostalgia, narrada sin vanidad o alarde.
Un mérito por donde se le mire; tanto que le valió una nominada al Premio Oscar en la categoría de mejor actriz para Charlotte Rampling.
La trama sigue a la apacible pareja conformada por Geoff (Tom Courtenay) y Kate Mercer (Charlotte Rampling), que se apronta a celebrar su aniversario número 45.
En teoría, esta semana solo se tratará de organizar la fiesta, comprar vestidos, e invitar a sus seres queridos…
Pero todo cambia, cuando Geoff es contactado por las autoridades suizas, quienes le informan que el cuerpo de su exnovia, Katya, ha permanecido perfectamente preservado desde hace 50 años, cuando ella cayó en una grieta de los gélidos Alpes.
La noticia, inquieta a la pareja:
Kate no sabe cuánta atención prestarle al asunto, mientras Geoff, en segundo plano, intenta digerir el golpe de la melancolía.
Con el paso de los días, descubriremos lo que el cuerpo de esa mujer ha traído consigo a la superficie:
Las sospechas incubadas durante décadas, y los secretos de un matrimonio que, como tantos, es tan feliz como desdichado.
Desde ese momento, Kate siente la presencia de Katya, y la perspectiva de su matrimonio, cambia para siempre.
Una película que bien podría estar firmada también, por algún realizador escandinavo, con Bergman al frente, pues se trata de ese tipo de intimidades familiares, de esos conflictos pocas veces explícitos, pero que potencialmente pueden minar cualquier relación.
45 Years, se disfruta más por lo que se supone, que por lo que se expresa, por la tensión en los ojos de los protagonistas, que por una acción de sus personajes, por todas las dudas que nos plantea ese complicado sentimiento:
El amor.
Una estupenda cinta sobre el autoengaño, las dudas, y la vulnerabilidad de los vínculos afectivos.
“My husband was ill and our 40th was cancelled, so we had to rearrange”
45 Years es un drama, en que cada plano es filmado de una forma tan sincera, y con tanto detalle, que permite ir más allá de la superficie para, con toda la sencillez del mundo, alcanzar lo más hondo.
El director dijo al respecto que:
“Esto se remonta 6 años, a una novela de una decena de páginas, que incluía las bases de la historia de 45 Years, y que alargué mucho para conseguir llegar a lo que es hoy.
Pero lo que me interesaba sobre todo era, explorar una relación, una relación que dura desde hace tiempo, con sus dificultades, y con lo que pasa bajo la superficie.
El deseo, sea sexual o romántico, se manifiesta en la manera en la que nos comunicamos con la otra persona, e influencia el conjunto de nuestras vidas de manera importante.
Este deseo, evoluciona y puede tomar varios significados en función del tiempo que pasa.
Es una parte fascinante de nuestra naturaleza humana, y un tema apasionante.
Ha sido un largo proceso…
Por ejemplo, en la novela, no había ninguna fiesta de aniversario de bodas, y los 2 personajes principales, eran octogenarios, no sexagenarios como en 45 Years.
Hemos pasado por un gran trabajo de adaptación.
Lo que intenté hacer fue, hacer sentir lo máximo posible, la intimidad y la cercanía.
Y pasamos mucho tiempo con los actores para construir eso lo mejor posible”
Lo que Haigh logra aquí, es casi milagroso:
La sutileza con la que deja que la mugre salga gradualmente de debajo de la alfombra, y la economía y la honestidad con la que trata las emociones de sus personajes.
Para el director:
“En 45 Years, muchas cosas no se dicen...
Ya que en una relación, es muy fácil no hablar, y no decir al compañero lo que pasa en realidad, en lo más profundo de su corazón.
45 Years trata, de lo que pasa cuando todas estas cosas llegan a la superficie.
Explora la lucha de estos 2 personajes, para comprender lo que significa su amor.
Y esto no está claro para ninguno de los 2:
Hay una sensación de pérdida existencial, de confusión respecto a lo que quieren, de inestabilidad de los sentimientos, de culpabilidad respecto a sus vidas, a medida que empezamos a analizar su existencia en profundidad.
Es esto lo que se acumula en el personaje de Kate.
En cuanto al de Geoff, se acuerda de su pasado, sin que podamos saber si es verdad o no…
Es muy fácil idealizar el pasado, cuando echamos la vista atrás, e imagina que era valiente, y que todo estaba abierto a él cuando era joven, que habría podido cambiar el mundo, en vez de encontrarse en esta casa en Norfolk, en donde vive desde hace 30 años con su mujer.
Por otra parte, Norfolk es un lugar que corresponde simbólicamente a la situación de los personajes:
Un paisaje desolado, llano y sin fin, sin colinas, simplemente vacío.
Esto creaba un contraste con la vida que Geoff y Katya habían tenido en las montañas suizas”
Y es que la casa de Kate y Geoff, se oscurece conforme se acerca el día de la fiesta:
El hogar, antes cálido, se torna lúgubre, casi claustrofóbico… hasta llegar al desenlace desgarrador, gracias a su contención.
45 Years es un conmovedor y absorbente drama, con 2 intérpretes que ofrecen la sabiduría y la técnica de toda una vida en sus interpretaciones; una película que se limita, sin aspavientos, con claridad, a describir y medir el tamaño exacto de un desastre eterno.
La cámara, siempre a la altura de los ojos, sigue de forma pautada cada respiración, cada caricia, cada amenaza.
Decía Michael Haneke, y lo afirmaba con Ingmar Bergman como referencia, que lo que distingue a una obra maestra es que es capaz de explicar “el argumento más complicado, desde la más absoluta simplicidad”
Por ello, 45 Years arranca con la pantalla en negro, y el sonido de un proyector de diapositivas…
Un sonido mecánico, intrigante, que más adelante sabremos que habrá de formar parte de uno de los clímax de la obra.
Kate y Geoff son viejos; llevan juntos exactamente el tiempo que dice el título.
Durante lo que dure la película, asistirán al más brutal y desolado de los descubrimientos:
Descubrirán quiénes son, y por qué están juntos; y créanme, eso duele.
Ellos viven como lo que son, 2 personas adultas, y jubiladas; bromean, pasean al perro, piensan como llenar los días transparentes y largos y, de vez en cuando, hacen el amor.
Sí, son personas comunes, normales; olvídense de esa normalidad tan acartonada, tan estereotipada y tan falsa a la vez, con la que habitualmente se castiga a la vejez.
Son viejos, no estúpidos; y también leen a Kierkegaard, interpretan a Bach en el piano, y abominan de las manías de sus amigos.
¿Qué le vamos a hacer?
Se disponen a celebrar los 45 años juntos.
En menos de una semana, antes del gran día, Kate está totalmente inmersa en las preparaciones, cuando una noticia inesperada, empieza a cuestionar precisamente esos últimos 45 años:
Geoff ha descubierto, que el cuerpo de “su” Katya, la novia que tuvo hace 50 años, antes de que desapareciera en las montañas, ha sido encontrado en el hielo, intacto.
Justo en ese momento, las cicatrices de un secreto antiguo se descubren, de repente, herida.
La carta, está escrita en alemán.
La idea de que necesite un diccionario, puesto que su alemán ha sufrido el óxido del tiempo, y del no uso para descifrar el texto plenamente, es muy hermosa.
Un amor pretérito, una lengua semi olvidada, unos resortes emocionales que, de pronto, se desencadenan, de puertas adentro.
El hecho de que Geoff, debido a una enfermedad coronaria, y un bypass, esté físicamente muy disminuido, es otra excelente idea en la composición del personaje:
Nunca sabremos con certeza, hasta qué punto sus ademanes y dicción, son consecuencia de su estado físico, o de su estado emocional, al fin y al cabo, cuerpo y mente son indisociables.
Por supuesto, es Kate la que localiza el diccionario...
El diccionario de un idioma que no entiende.
Esta secuencia también desencadena en ella, un torrente de emociones contenidas.
De repente, la idea de esta otra mujer, eternamente preservada en juventud, en este “tiempo atrás”, congelada, que comparte hasta su inicial, y sin cambiar un ápice, vuelca completamente el comportamiento de la pareja, especialmente los de la calma, a quien da vida Rampling.
Poco a poco, esta actitud, reemplaza a todas las otras, como si 45 años de casados, se quedaran sin fuerza en comparación con los 5 años que los precedieron.
Kate, compara su tranquilo y envejecido matrimonio, su vida sexual en plena desaparición, el aburrimiento de su rutina, lo vemos en las escenas de interior, en las que el director deja todas las luces apagadas, para buscar una iluminación más natural, y también más fría; con la joven y fuerte Katya, la excursionista.
Acentuado por el aura de novedad que la “otra mujer” presenta para Kate, uno de sus pensamientos actuales, que es ella, Kate, “la otra”
La escena en la que reconocemos el sonido del proyector de diapositivas del inicio, y quedan confrontadas la imagen de Katya y Kate en la pantalla, rebosa de emoción.
El ser de carne y hueso desgastado frente a la imagen detenida e inasible.
Una rival temible, e imposible de alcanzar, y que rodea toda la obra como si fuera un fantasma imbatible.
Geoff admite, que si Katya no hubiese desaparecido, seguramente se habría casado con ella, algo que claramente entendemos que es molesto para el personaje de Rampling, justo cuando ella y su marido se disponen a celebrar el día en el que tomaron la decisión de pasar el resto de su vida juntos.
En la cara, silenciosa pero bella e infinitamente femenina, de la esposa, ya mayor, vemos la mayor preocupación que alguien que ama puede tener:
No ser el elegido.
Cuando, al final escuchamos la canción de The Platters, que Kate tararea serenamente al principio, como si no estuviese presente, vemos, a través del movimiento de sus ojos, y del suave murmurar en sus labios, frente a su marido, que parece estar igual de enamorado que el primer día, la alegría de una mujer joven, algo que nadie como Charlotte Rampling podría expresar correctamente.
La mujer, fuerte y aun así vulnerable, y los trazos tanto de una mujer mayor como de una ignorante y joven recién casada, se encuentran para crear un papel hecho a medida para esta impresionante actriz británica.
Por otro lado, el tiempo, en los 2 casos, es el argumento, pero no de la película, sino, y aquí conviene ponerse grave, de la misma vida.
En definitiva, la vida, como cualquier película buena, no trata de nada más que del tiempo que la atraviesa camino de lo peor…
El miedo se respira mejor con películas así.
La niebla, la lluvia, el viento que ulula a través de las rendijas, y que siempre está presente en un segundo plano, los cambios de luz con el paso de las nubes… todo es un perfecto envoltorio para este drama adulto y sincero, cuyo guión es todo un ejemplo de precisión, que escapa a cualquier moda, sin discurrir por senderos archimanidos, o tópicos.
La idea del hielo como conservante eterno, sirve de clara metáfora respecto a la juventud infinita.
Así quedó Katya para siempre, congelada, en Los Alpes y en la memoria de él, como todos los sueños de juventud, todas las ilusiones perdidas.
Las fotos son otro detalle interesante.
Ellos no son de fotos; apuestan por disfrutar sin grabar, por lo efímero.
Por el amor callado, sin estridencias; pero Katya invade su territorio con imágenes y muchas fotos reservadas sólo para la mirada de su amado.
Ella sí está en imágenes.
Otro detalle son los hijos:
La carencia de estos, aumenta la sensación de amenaza y fragilidad de la pareja.
De orfandad desesperada ante la tormenta; hasta el descubrimiento de un embarazo frustrado por la muerte, que ha congelado el sentimiento de ser padre para siempre.
Las apariencias, la sociedad como espectadora y el balance en las relaciones y los hitos, las celebraciones y los aniversarios.
Todo eso tan superfluo y tan necesario, para apuntalar la ilusión de continuidad y sentido; tal vez hasta de terrible resignación.
¿Seguirán como pareja feliz?
Sin duda… eso creo... eso espero; pues se necesitan y se quieren claramente; pero nada será igual.
El relato se fracturó, tiene fisuras, habrá que volver a construirlo, readaptarlo, como sea.
O seguirán heridos, más todavía, y ya sin certezas.
En definitiva, estamos ante una película con una historia mínima, pero intensa.
Que no se vive a nivel de la acción, sino de los sentimientos.
El personaje central es Kate… y el segundo personaje importante, Katya, la muerta.
Que sin aparecer, sin saber cómo era, con datos muy indirectos, se entromete repentinamente en el matrimonio modélico e idílico, que a los ojos de Kate y de todos los que les rodean, se ha construido durante esos 45 años; tal y como lo hizo la famosa Rebecca De Winter en la obra de Daphne du Maurier.
Y resulta conmovedor pensar en los nombres de los 2 actores protagonistas sobreimpresos en ese océano de oscuridad al mero inicio del filme.
No tardaremos en advertir, que ese negror, es una ausencia que inunda cada fotograma.
La pantalla en negro, es símbolo de un personaje, Katya, cuya “no presencia” es absolutamente omnipresente.
No hay alardes técnicos de ningún tipo, salvo largas tomas sin cortes, y planos de 2, para capturar los elocuentes silencios, miradas, susurros y emociones contenidas de Kate, sumida en su colapso interior; y el alejamiento de Geoff, quien redescubre sentimientos olvidados, o quizás escondidos.
No hay grandes diálogos, solo pequeños diálogos cotidianos.
Impresionó la fotografía que resuena con ecos durante el filme, y hasta la conclusión del mismo.
Pequeño drama que crece sin cesar en la mente de la protagonista, hasta producir una angustia que se contagia al espectador que empatiza con ella.
Desde luego, además del buen planteamiento del drama, el peso de 45 Years cae sobre los 2 protagonistas del film.
Ambos, miembros del matrimonio, realizan un ejercicio de contención suprema, representando la versión más sublimada de un matrimonio de edad inglés, razonablemente acomodado.
Austeridad en la demostración de sentimientos, que sin embargo percibimos constantemente.
Y si la protagonista es Rampling, a quien sigue la cámara predominantemente; Courtenay, todavía más aparentemente anodino, nos ofrece algunos momentos notables en esa contención emocional.
Charlotte Rampling, lleva sobre sus hombros casi todo el peso dramático, en la piel de un personaje sometido a un proceso de desmantelamiento interior, donde se irá nublando la mirada, y las palabras emergerán como lava volcánica.
Ella está inmensa, y lo sabe hacer todo a la perfección:
Rellenar los silencios y los sobrentendidos de los diálogos, con una elegancia magistral, osar una bellísima escena de amor, o mirar con mil preguntas en su retina.
Aunque Kate comenta con una sonrisa, que no puede enfadarse por algo que ocurrió antes de su matrimonio, los celos e incertidumbres la asaltan por el desconocimiento de los verdaderos sentimientos de Geoff, por la novia desaparecida, al parecer su primer amor, y se incrementan al pensar que si no hubiese muerto, se habría casado con ella...
Detalle a detalle, pista a pista, revolviendo entre recuerdos escondidos, y buscando entre papeles antiguos, la mujer se pregunta lo que, muchos hacen, y pocos reconocen:
Ella fue LA elegida, o en realidad, fue un pálido sustituto de lo que no se podía obtener.
¿Cuál es el rostro del pasado?
¿Cómo es, quién es?
¿Acaso soy su segundo amor?
¿Alguien con quien se conformó, por no poder tenerla a ella?
El fuera de campo, se derrama como un rugido incontenible; cómo otra noche ha recogido la escalerilla, y ha cerrado la escotilla para que no le moleste con sus preguntas, para que no incordie con su mera presencia, la ceremonia de evocación, alzas la mano hacia ese obstáculo interpuesto, un silencio que te aparta, te rechaza, comienzas a no ser quien protagoniza el encuadre de su vida:
Quizás nunca has sido la protagonista; eras una sustituta, el consuelo desvaído de lo que perdió; cómo cierra los ojos mientras haces el amor, después de mucho tiempo sin hacerlo; y sientes cómo se empalma, pero su erección se reduce en cuanto le dices que abra los ojos, no te estaba viendo a ti, no eras tú quien estimulaba su excitación, no eras su inspiración; o cómo contesta afirmativamente, sin evasivas, a tu pregunta de, si se hubiera casado con ella, si no hubiera muerto…
Y será en el momento en que no pudiendo evitar indagar más, pese que le haya dicho que no quiere saber más de aquella mujer, de aquellas revelaciones que le van asfixiando progresivamente, será en el momento en que ascienda al desván, e indague entre todos los recuerdos que Geoff conserva de aquella mujer, será entonces, en aquellas diapositivas, cuando se enfrente a la revelación que no esperaba, la revelación que ya abrirá definitivamente la grieta, la grieta que irremisiblemente, ya no podrá cerrarse nunca, la omisión que derrumba 45 años de una vida.
A su lado, el actor Tom Courtenay, imprime una convincente fragilidad a ese marido que libra un pulso entre la pérdida de sus facultades, y el recuerdo de un fulgor irrecuperable.
En otro país, existió y murió, la mujer que más amó.
En otro país, vivió en sus recuerdos, durante 45 años.
La vida de Geoff, vivía en un fuera de campo que Kate no imaginaba.
Y ella era un fuera de campo, periferia en su vida…
Por eso, pese a las celebraciones y los bailes con canciones que sonaron en su boda, el último plano es el de un rostro desencajado, que se ha hecho grieta.
Ese plano que cierra esta película, sutil, humanísima y desolador, pero esa última imagen, y el delicado temblor de los labios de Charlotte Rampling en el epicentro de su seísmo interior, tiene la fortaleza y el magnetismo de un desenlace maestro, alma de gran frase final.
Ambos personajes, especialmente Charlotte Rampling, nos muestran gradualmente, y en cada gesto, comentario, o actitud, cómo la edad y la experiencia, son capaces de calibrar nuestra fortaleza y vulnerabilidad interiores.
Sentimientos entreverados en un pasado que se resigna, pero que todavía puede dominar momentos de nuestra vida, especialmente cuando la soledad emerge y nos envuelve.
El director registra el lento deshielo del pasado en 45 Years, y como este derruye la confianza y el cariño que Kate le tiene a su marido.
Charlotte Rampling, actriz magistral, nunca ha estado mejor.
Tantas actuaciones del cine estadounidense, apuestan por el sufrimiento histérico, el llanto y el alarido, para transmitir dolor.
Rampling, más bien, se inclina por la mesura.
Su sufrimiento es estoico y digno, pero no por eso, menos angustiante:
Una mujer que se ve obligada a batallar contra el recuerdo de otra, literalmente congelada en su juventud.
Como siempre, Rampling da una cátedra de economía.
A su trabajo no le sobra, ni un solo gesto.
Puede parecer que el matrimonio ya estaba muerto antes de recibir la fatídica carta…
El amor pasión, que todo el mundo quiere, exige una energía extraordinaria, y el amor corriente, tal y como lo hemos configurado los humanos, a imagen y semejanza del amor pasión, una energía notable también.
En 45 Years, Geoff ha sufrido problemas de corazón, ya no es el hombre que era...
Ella pasea sola...
Él se cansa enseguida, no puede ni hacer el amor…
Ella se casó con él, por qué él era un hombre apasionado.
Ella está aún ágil, delgada y hermosa para su edad, pero él es ya un viejo…
Ella no se ha cuestionado, si su amor ha muerto o no, y se resigna a pasear sola, y a cuidar de su marido, cree que aún le ama, pero...
Y él está resignado también, porque no le queda otra.
En este contexto llega la carta…
Es un hecho que la vejez es amarga siempre, y bajo las apariencias de un matrimonio ejemplar, siempre subyacen cosas, secretos pensamientos, un cierto fastidio por las cosas vividas por la vida que uno ha tenido, o por las cosas que uno no ha vivido, y hubiera querido vivir.
Y Andrew Haigh, es capaz de mostrarnos, con una facilidad brutal, cómo el tiempo asienta las frágiles bases de una vida, que se desmorona al mínimo detalle del pasado.
El tiempo no lo cura, lo tapiza, lo cubre de ese dolor abigarrado e insincero.
En resumen, Andrew Haigh nos lo cuenta todo con sensibilidad, con sutileza, sin extravagancias; e invita a reflexionar sobre el amor, las dudas, los celos, y el paso del tiempo.
La selección de la banda sonora y los efectos sonoros son precisos y minuciosos.
Es digno de admirar, el excelente resultado que consigue la banda sonora, cada elemento de sonido que se pone en escena, se manifiesta esencial para conseguir el clima deseado.
Que dolorosa esa última escena, con “Smoke gets in your eyes”
La letra era fina, al decir lo que en realidad sucedía, que “el amor se ha acabado, y que no es igual”
En ese punto, yo necesitaba que ella le dijera algo, pero su dolor ya se marca brutalmente en su rostro.
Me queda la duda si seguirán juntos, porque en la vejez, la costumbre a veces gana, y somos seres de costumbres.
“She's been there over 50 years, like something in the freezer”
¿Cómo lidiar con la idea, de que tu vida no ha sido más que una pantomima?
Quizás porque la historia del primer amor que deja huella, ya se ha contado varias veces, y sin embargo, pocas se ha contado lo que implica ser “el otro”, muy pocas, sobre todo sin que “el otro” lo haya sabido nunca tan profundamente.
El hecho de tener que conocer, y de saber de un mundo del que nadie te había hablado, o del que solamente conocías la escarcha...
Pero claro, en este caso ocurre más de media vida después de aquel suceso.
Y es que a modo de metáfora, cuando alguien ha sido sometido a alguna amputación, es habitual que siga percibiendo sensaciones del miembro cercenado; las más de las veces, se trata de sensaciones dolorosas.
Es el llamado “Síndrome del Miembro Fantasma”
Y nos lleva a la reflexión:
¿Qué he elegido yo?
¿Por qué me han elegido a mí?
¿Soy un postre, o una suculenta degustación entera?
¿Escogí un segundo plato, porque el primero ya lo habían retirado del servicio?
En las cartas gastronómicas del amor, si bien la variedad es importante, el buen orden resulta aún más imprescindible.
La frase final de un buen relato, nunca es una clausura, sino una puerta abierta a los ecos que va a dejar esa lectura, el umbral de nuevas posibilidades, una clave de interpretación del conjunto pero, también, un instrumento para seguir formulando preguntas que ya no podrán tener respuesta en el espacio de la escritura.
Desenterrar el pasado y examinarlo, implica descubrir también, cuál es la importancia que uno tiene con respecto al otro, y encontrarse con los residuos de un amor que, seguramente, se debe uno cuestionar.

“Then I'm going to get them.
And then we're going to have dinner, and then we're going to go to bed.
And then we're going to get up.
And we'll try and start again”



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