The Lobster

“Hello everyone.
My mother was left on her own when my father fell in love with a woman who was better at math than she was”

George Orwell, en su obra “1984”, escribió:
“Lo más característico de la vida moderna, no era su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido”
La idea de criticar al presente con una situación futura, es sinónimo, muy generalmente, de éxito.
Libros, tesis, teorías, y películas, fundamentan esta idea crítica en dimensionar una distopía ficcional y futurista, para elevar una queja sobre el mundo actual, el cual enorgullece a muy poca gente.
¿Estamos predeterminados por la sociedad?
Ese es un tema que preocupa tanto a los filósofos, como a cualquiera que vive en sociedad.
¿Nos importa cuestionarnos por los patrones instaurados?
¿No rebelaríamos si queremos ser felices?
“The code grew and grew as time went by and within a few weeks we could talk about almost anything without even opening our mouths”
The Lobster es un drama del año 2015, dirigido por Yorgos Lanthimos.
Protagonizado por Colin Farrell, Rachel Weisz, Jessica Barden, Olivia Colman, Ashley Jensen, Ariane Labed, Angeliki Papoulia, John C. Reilly, Léa Seydoux, Michael Smiley, Ben Whishaw, Roger Ashton-Griffiths, Rosanna Hoult, Heidi Ellen Love, entre otros.
El guión es de Efthymis Filoppou y Yorgos Lanthimos; ambientada en un futuro cercano distópico, y cuenta una historia de amor poco convencional, donde la búsqueda de una pareja romántica, es una cuestión de vida o muerte.
Lanthimos, es un cineasta apreciable, contundente y fiel a sí mismo, y a una visión muy personal que reaprovecha planteamientos surrealistas, e incluso citas al cine de Pier Paolo Pasolini, llevándonos en un viaje hacia los aspectos más deformados del sistema social y de convivencia de la burguesía capitalista occidental, sobre el que debemos reflexionar seriamente, si no queremos llegar a situaciones tan sin sentido como las que se relatan en esta distopía.
El tema central es la soledad, el temor a morir solo, a vivir solo, y también al temor a vivir con alguien.
El rodaje tuvo lugar en Dublín, Irlanda, y también en lugares dentro y alrededor de Condado de Kerry, incluidos Sneem, Dromore Woods, y Kenmare.
Así pues, en un distópico futuro cercano, las personas solteras de acuerdo con las reglas de la ciudad, se llevan al hotel en el que están obligados a encontrar un compañero de juego en 45 días.
De lo contrario, sufren una transformación en bestias, y son enviados hacia el bosque.
Peor un hombre y una mujer, pondrán a prueba las reglas de ese mundo distópico.
The Lobster es una cruel y futurística fábula, que nos lleva al “sick” filme experimental que construye su relato, un relato doméstico, en torno a los totalitarismos y sus herramientas de control social, resaltando, como en las anteriores obras del director, la censura, la distorsión del código lingüístico, y la privación de la libertad individual.
Y una vez más, su “victorioso” fracaso se manifiesta a través del lenguaje, el de las miradas cómplices, los gestos de cariño y, en general, el discurso romántico, que queda destruido por completo, a consecuencia del efecto devastador.
¿Se critica a la necesidad del amor?
¿Se critica a la ausencia de amor?
¿Las apariencias?
¿La sociedad impuesta?
¿La falta de libertad?
¿La violencia?
Posiblemente se trata de una voraz radiografía de lo que de verdad somos...
Tal vez, en realidad, no seamos más que humanos que caminamos, irremediablemente, a convertirnos en cualquier animal.
Y no dejo de preguntarme:
¿Qué animal elegiría yo, en tal caso?
The Lobster permite distintas lecturas, pero lo que es obvio, es que Lanthimos nos hace sentir ridículos y patéticos, porque seguramente lo somos.
Nos cuestionamos, por tanto, si el raro de Lanthimos es una persona equilibrada, o los desequilibrados somos los demás...
Nuestras emociones nos delatan.
“We developed a code so that we can communicate with each other even in front of the others without them knowing what we are saying”
Yorgos Lanthimos, parece haber cerrado su “trilogía espiritual sobre la crisis y el lenguaje en las relaciones humanas”
Son 3películas, en las que el director griego explora los efectos del distanciamiento sentimental, en un pesimista e incierto futuro afectivo:
Si en “Κυνόδοντας” (Dogtooth – 2009) ésta experimentación venía de la sobreprotección parental, y el completo aislamiento de los hijos, con respecto al mundo real, modificando los patrones de conducta, del lenguaje, y la dialéctica común; en “Αλπεις” (Alps – 2011) se buscaba la no aceptación de la pérdida, por medio de sustitutos que reemplazaran a nuestros fallecidos seres allegados, modificando así la lectura del lenguaje natural del ciclo vital, y presentando la impostura, como el único dispositivo que prolonga la ilusión, imaginaria y tangible, de un orden anterior; y The Lobster se mete de lleno en las relaciones amorosas, reduciéndolas a una mera convención social, que se contrapone a la soltería como estado civil inaceptable en una nueva mutación social, que rompe el más romántico de los lenguajes:
El del amor verdadero.
Lanthimos logra así, alterar el orden natural extremando, llevando al
absurdo, una serie de convenciones antropológicas, tales como la necesidad de una correcta y protectora educación en el seno de la familia burguesa, o la necesidad de perpetuar la vida en pareja, no importando la tendencia sexual, por imperativo legal, como modelo obligatorio e ideal de convivencia.
The Lobster se diría inspirada en esa sensación de extrañeza, que tan a menudo embarga a los que son sólo uno:
Comer, solo equivale a sentirse observado, los platos son para compartir, pagar el alquiler a fin de mes resulta imposible, y llega un punto en el que el solitario, sumido en una apatía neo depresiva, sólo oye hablar de niños, y sólo ve niños, personas pequeñas, por todas partes…
Lógico, pues nuestra misión en La Tierra es la de perpetuar la especie, y nuestra función social, es la de adaptarnos al modelo único.
Cualquier otra opción, es salirse del guión…
Eso hace de The Lobster, un relato perverso, y a la vez tierno, que hace las veces también de poema visual, y de ensayo antropológico.
Lanthimos consigue que volvamos a envidiar el extraño funcionamiento de su privilegiada cabeza; y se carga a la sociedad contemporánea, en una historia versátil, que se desliza sin problemas a lo largo de su metraje, evolucionando, y vistiéndose de drama a la vez que de comedia.
El director griego, mira satíricamente a las relaciones, como si fuese algo obligatorio, de infeliz alcance, y de naturaleza opresiva.
Su humor crítico, es la principal baza para no desentonar, y para conseguir una atención que jamás pierde, y que desde el minuto uno, deja de ser mera curiosidad.
Así vemos un mundo más onírico que distópico:
David (Colin Farrell), único personaje con nombre propio, es abandonado por su mujer, que re hizo su vida con otro hombre.
A él, no le queda otra que dirigirse al hotel donde son confinados los solteros que disponen de un plazo de 45 días para encontrar pareja.
En el caso de no encontrar a nadie afín, se le transformará en un animal…
Eso sí, el que quiera; una langosta, por ejemplo.
El hotel, funciona férreo con normas estrictas bajo una directora inflexible, que también canta canciones de amor junto a su pareja.
Ahí no hay poesía… todo es mecánico, uniformado, incluso siniestro bajo la aparente normalidad, y se crea entre los inquilinos, una lucha desesperada por superar las pruebas…
Pero incluso, cuando Lanthimos coloca a sus protagonistas en los únicos lugares que representan esa libertad en torno a la que gira toda la trama, la contemplamos como una imposición:
En el medio rural, se ha de abrazar la eterna soltería; en el urbano, es obligatorio vivir en pareja.
Por ello, The Lobster pierde fuelle, cuando deja atrás el cuidado diseño de producción del “Gran Hotel Non Sense”, donde la masturbación está prohibida, y se promueven toda clase de actividades conjuntas, como la caza humana, para adentrarnos en el bosque.
Allí, en el bosque de Lanthimos, hay otra líder, con el dulce y cansado rostro de Léa Seydoux, que lo que hace es imponer también reglas estrictas para que no se formen parejas, para que la libertad del individuo, no sea vulnerada.
Nunca hubo abrazos tan fríos y tan distantes, como los que la líder da para recibir a sus nuevos adeptos.
Y también, hay crueles castigos para los que se salten las normas.
La líder además, boicotea el mundo de las parejas y realiza “actos” hostiles y desestabilizadores del orden perfecto, para que las parejas rompan, o para sembrar la incertidumbre en su seno.
Pero en ese bosque… David conecta con una mujer (Rachel Weisz), que además es miope como él.
Aun cuando el relato de Lanthimos no aporta mucho sobre la forma en que se vive en la ciudad, o cómo son los otros aspectos de esta sociedad, sí tenemos conciencia de un grupo que hace resistencia.
Se trata de los solitarios, quienes viven en los bosques, y son cazados por los residentes del hotel, bajo el premio de obtener una noche más de plazo por cada “rebelde” capturado.
“Los solitarios”, son gente que vive en los bosques sin compromiso de pareja alguno, al margen de la sociedad; y los abaten con dardos somníferos, y luego son convertidos en animales.
Así pues, por cada “solitario” abatido, ganas un día más de estancia en el hotel.
La dinámica diaria, se vuelve entonces, escuchar propagandas a favor de la vida en pareja, para luego terminar con un breve pero intenso espectáculo de persecución de “hombres contra hombres”
Se trata de un grupo donde todas las relaciones sociales están condicionadas a aprovecharse del otro.
Todos manejan su realidad, dentro de sus posibilidades, y a su manera.
Mientras unos buscan extender su estadía, capturando la mayor parte de solitarios sin cumplir con el cometido de encontrar pareja; otros están dispuestos a todo, para no convertirse en animales, fingiendo relaciones.
Las más o menos valientes, prefieren incluso el suicidio.
Todo responde a un esquema de represión de la naturaleza misma del hombre, buscando implantar un modelo preconcebido de “qué es lo correcto”, la vida de pareja, con hijos, con empleo estable, y buena ropa; situación que incluso se da e los rebeldes, quienes se organizan reprimiendo toda manifestación sexual y convivencia social.
Estamos, entonces, ante la lucha de 2 formas de entender la vida del hombre, y ambas represivas en sí mismas.
Pero Lanthimos no condena el amor en sí, y es por ello que, gracias a una hora de sátira en el hotel, da paso a un romance que no es artificial, sino natural.
Se entienden el uno al otro, incluso sin comunicarse verbalmente, y no necesitan aparentar lo que no son.
Pero la respuesta a, si este amor verdadero, triunfará en un mundo lleno de artificios, se la guarda para el plano final...
¿Hasta dónde es capaz de llegar uno, por la persona a la que supuestamente quiere?
El estar emparejado de por vida, aquello que más de una persona anhela…
Es una extraña crítica, a no saber estar solo, puesto que la vida de los solteros es completamente opuesta a la mostrada por esa sociedad idealizada de tortolos.
No hay salida, no hay un camino correcto.
Su protagonista, está abocado a la tragedia, igual que su partenaire.
Son 2 mitades y ambientaciones diametralmente opuestas en forma, pero idénticas en el fondo de privar cada una de ellas, bajo distinto paradigma social, por igual, al individuo de su libre albedrío.
Con exagerada y nívea solemnidad, Lanthimos crea una extravagante sátira sobre la sociedad actual:
Un lugar hedonista, donde las relaciones sentimentales son sobre exigentes:
“Antes de aceptar la diferencia, es mejor convertirse en un animal”
En el universo pesimista de Yorgos, no hay sitio ni para el romanticismo, ni para el amor… y parte el molde de lo patriarcal de una civilización que ha instaurado la figura del matrimonio como un deber, y que clama contra dicha institución, etiquetándola de opresiva y arcaica.
Así, Yorgos Lanthimos crea una sociedad distópica, que no solo no deja salida a un personaje como David, sino que además, enfrenta al espectador con un final abierto, pero demoledor.
Durante todo el metraje, The Lobster enfrenta al espectador a una reflexión incómoda:
Los seres humanos estamos solos… totalmente solos, y la supervivencia, el seguir vivos, nos hace capaces de todo… hasta de vivir en pareja o en grupo como solteros, vivir dentro o fuera del sistema.
The Lobster, transcurre en esa dislocación semiótica cotidiana.
Su reordenación, supone una perversión grotesca del modelo afectivo, y una visión paralela que se asemeja mucho al amor enlatado burgués, presentado por Luis Buñuel en toda su filmografía.
De hecho, la visión satírica y jerarquizada de las falsas apariencias de la alta sociedad, que el genio aragonés caricaturizó a lo largo de su obra, es apreciable en el humor negro y el crudo histrionismo impulsivo de las conversaciones que plantea Lanthimos, y su exagerada falta de tacto.
Esta idea de la pareja perfecta, como única forma de establecer una sana y segura forma de vida, es parodiada hasta límites completamente despegados del romanticismo, o cualquier sentimiento de conexión.
Realmente, lo único que los protagonistas toman en cuenta a la hora de decantarse por una pareja, es que ésta comparta una determinada afección o padecimiento concreto.
Así es como el realizador describe sardónicamente los nuevos indicativos de una afinidad que nunca se asemejó más a la conformidad y resignación, como puede apreciarse en ese dramático fundido a negro final, que pone el colofón, a un retrato de lo absurdo, y lo anti pragmático del amor.
Es evidente, que el amor no une los lazos sentimentales de muchas de las parejas de nuestros tiempos, y así es como Lanthimos lo dibuja, utilizando un estudio científico del comportamiento ante situaciones irracionales.
El cine de este director, parece sugerir sus miedos más profundos, y el tema principal es, de nuevo, la soledad y el temor.
El temor a vivir solo, a morir solo, y también el miedo a no encontrar a nadie con el que tener algo en común, porque en este universo de amor loco, cruel y absurdo, no te puedes emparejar, si no tienes al menos, una cosa sobre la que hablar con la otra persona, ya sea la miopía o los sangrados frecuentes de nariz...
El director ha explicado sobre su trabajo, el primero que ha rodado en inglés, y fuera de su país, en concreto en Inglaterra e Irlanda, que quería hablar sobre su tema habitual en su cine, las relaciones humanas, “pero esta vez de manera un poco más romántica”
Ese romanticismo, es la clave, según Weisz:
“Es cierto que habla de la soledad, pero es una película muy, muy romántica, con “R” mayúscula, como las películas antiguas.
Es bastante difícil encontrar el amor, incluso hoy, así que The Lobster no es romántica en el sentido actual del término”
En realidad, se ha defendido Lanthimos, quería hablar sobre “cómo la gente percibe la soledad”
Por eso, “The Lobster está estructurado de forma que puede hacer plantearnos cuestiones, en un debate abierto, para suscitar preguntas más que dar respuestas, y no juzgar a ninguno de los personajes”
Para ello usa su arma habitual, “la exageración” de lo que ve en su vida diaria.
“El tono es el mismo que el de mis trabajos previos, un equilibrio entre el absurdo y la comedia negra”
Y puede ser interpretada de maneras diferentes:
Una de ellas, puede ser que a veces se combate la soledad estando en pareja, aunque no haya amor, y que éste requiere sacrificio y perder algo de uno mismo para igualarse al otro, como ocurre al final…
Y dentro de esa extraña exageración llena de paradojas, se encuentra un fantástico plantel de actores internacionales:
Colin Farrell, está demostrando lo buen actor que es, a base de producciones arriesgadas, y completamente entregadas.
David es un hombre vulgar, sin interés, prácticamente sin personalidad, que de entrada, lo consideramos condenado a una futura vida en el fondo del mar.
Pero asimismo un superviviente…
Al igual que las langostas, se sabe camuflar en el fondo del mar donde habita, incluso como algunas especies de estos crustáceos, cambiando de color.
Junto a él, una correcta Rachel Weisz, como mujer de fatídico destino.
Weisz, es la narradora de la historia, de modo que The Lobster está estructurada, casi como si fuera un libro dividido en capítulos; en la que ella habla de cómo conoció a David, y de cómo terminó con su vida...
Al lado de la pareja de protagonistas, vemos a una infame Léa Seydoux, logrando niveles de maldad; un pusilánime y versátil John C. Reilly; y un cínico Ben Whishaw, que demuestra habilidad para enganchar proyectos de autor, junto a taquillazos.
Eso sí, The Lobster no llega a aburrir, porque el número de “WTF” por minuto, llega a ser abrumador, casi espectacular.
Así pues, no sería descabellado pensar en The Lobster, como una denuncia del autoritarismo, algo que ya sucedía en otras producciones del autor, y del nacimiento en La Europa actual, de radicalismos políticos y populares, como reacción a determinados movimientos opuestos, e igualmente extremistas.
Con su habitual pesimismo, Yorgos Lanthimos, ofrece un panorama desolador, en el que la única vía de escape es individual, y viene representada por el amor ciego…
Un te quiero, pero no tanto.
¿O sí?
“We dance alone.
That's why we only play electronic music”
The Lobster muestra la mayúscula ridiculez de nuestros tiempos.
Probablemente de cualquier tiempo en realidad, pero que la sociedad contemporánea ha llevado al límite, movida por una incansable necesidad de patentar la felicidad, la mayor mentira de todos los tiempos.
No es tanto que necesitemos ser felices, sino que necesitamos decirnos a nosotros mismos, y al vecino, lo felices que somos.
El planteamiento de The Lobster, es original y subversivo.
Al deformar la realidad presente, hasta convertirla en un sinsentido monstruoso, nos damos cuenta de que muchas de nuestras pautas de conducta, son fruto de la costumbre, de la tradición, de sobreentendidos, sobre los que ni pensamos ni reflexionamos, sino que asumimos, con mansedumbre, como irreprochables o inamovibles, sin darnos cuenta de que son, en muchos casos, fruto del azar, del folclore, o de la rutina, pero que nada tienen que ver con el sentido común, o la salubridad de la sociedad que las engendró, no se sabe bien, cuándo, ni para qué.
Y es que es muy bonito, cuando desde niños, nos educan para el amor...
Aquellos “cuentos de hadas”, donde “La Princesa” conoce al “hombre de su vida”, o esos dramas románticos, típicos de Hollywood, en donde una pareja se ama perdidamente, y parece que ni el fin del mundo puede separarles.
La búsqueda del amor, no es más que una tontería, debió pensar Yorgos Lanthimos.
¿Qué tiene de malo ser soltero?
¿Acaso es un delito, querer vivir tu propia vida, sin tener que compartirla con nadie?
Ser soltero, conlleva vivir con las restricciones impuestas por la sociedad, y como bien dice el director griego:
“La idea para The Lobster, nació de la observación, de cómo las personas sienten la continua necesidad de tener una relación amorosa; de la forma en que la gente ve a quienes están solteros; del fracaso que supone, el no conseguir estar con nadie; de las cosas que las personas están dispuestas a hacer, para estar con alguien; del miedo; y de todas las cosas que nos suceden cuando intentamos encontrar pareja”
La mirada pesimista de The Lobster, se centra en el individualismo como paradigma de la felicidad.
Una visión un tanto realista, si entendemos las relaciones de pareja como una satisfacción personal, como una estabilidad emocional impuesta por una sociedad, en la que no se tiene cabida, si los sentimientos no son compartidos.
Una hipócrita sociedad, que prefiere ver al individuo autolesionándose física o emocionalmente, en pro de dejar de ser descartes.
Porque pobre de aquel que no consiga seguir los cánones de las reglas marcadas…
Serán castigados con miradas prepotentes, lastimeras, y cínicas; con dedo acusador.
En este caso, Lanthimos los convierte en animal, eso sí, a su libre elección.
Todo un detalle…
Tal vez, Lanthimos está proponiendo, que aceptemos nuestra ridiculez y nuestras debilidades, como paso previo para avanzar, para naturalizar unas relaciones sentimentales, y de cualquier tipo, que hace tiempo son solo construcciones culturales.
O tal vez, no está proponiendo nada de nada, que sería todavía mejor.
En esta vida, no todo es blanco y negro, existe una gran escala de grises, donde se encuentra lo realmente adecuado.
Hay que olvidarse del que dirán, y centrarse en vivir.

“My wife died six days ago.
She was very beautiful and I loved her very much.
She had a limp too”



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