Brooklyn
“Two countries, two loves, one heart”
La inmigración irlandesa en Estados Unidos, es uno de los fenómenos migratorios más importantes provenientes de Europa, tanto a nivel nacional como internacional, debido a la magnitud que tuvo la emigración irlandesa hacia otros países del mundo, especialmente hacia los Estados Unidos de América.
Pero los inmigrantes irlandeses, tuvieron un comienzo difícil en Estados Unidos, empantanados en la pobreza urbana, y ridiculizados por algunos de sus vecinos.
Ellos y sus descendientes, superaron los obstáculos y prevalecieron.
Exilio, identidad, familia, encrucijada de emociones, e Irlanda… eso es “Brooklyn” (2009), una novela del escritor irlandés, Colm Tóibín, que explora principalmente, diversos temas concretos:
La descripción de la sociedad irlandesa, vivir en el extranjero, el proceso de la creación, y la preservación de la identidad personal; enfocándose principalmente en la identidad frente a la pérdida.
Con la templanza, el virtuosismo, y la perspicacia psicológica del maestro contemporáneo que es, Colm Tóibín, uno de los mejores escritores irlandeses de nuestros días, ha construido una historia estremecedora sobre el destino, cuya diáfana superficie, esconde un fondo donde se abisma una complejidad inagotable.
En un pequeño pueblo del sudeste de Irlanda, Eilis Lacey, es una chica de familia humilde, que como tantos otros, no encuentra trabajo, de modo que, cuando se le ofrece un puesto en EEUU, no duda en aceptarlo.
Poco a poco, Eilis se abre paso en el Brooklyn de los años 50 y, a despecho de la nostalgia y los rigores del exilio, encuentra incluso un primer amor, y la promesa de una nueva vida.
Inesperadamente, sin embargo, trágicas noticas de Irlanda, le obligan a regresar, y a enfrentarse a todo aquello de lo que ha huido.
“Brooklyn” es una novela sobre la fatalidad, el exilio, el amor, y la familia; es una historia para siempre, dueña de un poder emocional sobrecogedor.
Con Eilis como guía, y en su descubrimiento de la vida, se alcanzan a ver los pilares con que se levanta El Imperio Estadounidense, y el embrión de su influencia a través del nacimiento de la sociedad de consumo, de la liberación femenina, y de los derechos civiles de los negros.
Una historia desencadenada por las cosas que se callan, y que pueden llevar el sino de la tragedia.
Sobria y comedida, carente de pasiones absolutas, o aparatosidades, pero viva, llena de detalles auténticos, que avanza oscilando entre el afecto y la duda, sentimientos que van moldeando cualquier vida.
En su prosa, discreta y perspicaz, Colm Tóibín captura sin esfuerzo, la dualidad que yace en el corazón de la historia de Eilis Lacey.
Y ofrece modestamente, tanto una clásica narración sobre la llegada de una inmigrante que debe afrontar los términos de su nueva vida en un nuevo país, así como la igual de atractiva historia de una mujer que alcanza con esfuerzo su madurez.
Tóibín fue elogiado por su descripción de los cambios de sociedad estadounidense durante la década de los 50, como, por ejemplo:
La aceptación de los grandes almacenes, a vender a la gente de color; el boom de la expansión urbana en Long Island; o la llegada de la televisión.
Muchos aplaudieron la prosa comedida de Tóibín, así como el tono calmado de la novela, aunque Eilis ha sido descrita como alguien “tan pasivo, que a veces deseas sacudirla”
Pero en el fondo, que es lo que importa, muchas veces, nos vemos obligados a irnos...
Por vida, por trabajo, por circunstancias generales, que hacen posible tener que irnos a otro lugar.
En un mundo globalizado en el que vivimos, es poco probable que no nos haya ocurrido la vivencia de Eilis alguna vez.
Y siempre se dice, que nada cambiará, que volveremos algún día, que los recuerdos no se apagarán…
Por ello “Brooklyn” es un libro sobre la nostalgia y los efectos de las ausencias, pero también, sobre personajes que intentan encontrar su lugar en el mundo.
“Try and remember that sometimes it's nice to meet people who don't know your auntie”
Brooklyn es un drama del año 2015, dirigido por John Crowley.
Protagonizada por Saoirse Ronan, Domhnall Gleeson, Emory Cohen, Jim Broadbent, Julie Walters, entre otros.
El guión es de Nick Hornby, basado en la novela del mismo nombre, escrita por Colm Tóibín, publicada en 2009; un autor especializado en plasmar la sociedad irlandesa, lo que significa vivir en el extranjero, y la lucha por preservar la identidad de uno mismo.
Nominada a 3 Premios Oscar:
Mejor Película, actriz (Saoirse Ronan), y guión adaptado.
Brooklyn es una coproducción de Wildgaze Films, del Reino Unido; Finola Dwyer Productions del Reino Unido; Parallel Films de Irlanda; e Item 7 de Canadá; en colaboración con Ingenious, BAI y RTE, y cuenta con el apoyo de BBC Films, la Irish Film Board, el British Film Institute, Telefilm Canada and SODEC, Canadá.
Por su parte, Hanway Films, gestionará las ventas internacionales, mientras que Lionsgate se encargará del estreno en Reino Unido.
La acción inicia en los años 50, cuando la joven Eilis Lacey (Saoirse Ronan), decide abandonar Irlanda, y viajar a los Estados Unidos, concretamente a New York, donde conoce a un chico Tony (Emory Cohen), del que se enamora.
Pero un día, a Eilis le llegan noticias de que hay un grave problema en su familia, y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país, o volver a su tierra natal...
Brooklyn es una desgarradora y conmovedora historia sobre las decisiones, el campo, los compromisos, el sacrificio, y el amor; es un magnífico, luminoso y agridulce retrato de lo que somos, de dónde venimos, a dónde vamos, y de los lugares que llamamos “casa”
“Homesickness is like most sicknesses.
It will pass”
El director, John Crowley, ha adaptado la novela de Tóibín, con un estilo exuberante pero sensible, y el guión de Hornby, añade al original, algunos toques hábiles:
La evocación de Irlanda y EEUU, con el interludio del sombrío viaje transoceánico, es casi lírica.
Crowley y Hornby, han capturado con belleza el dolor del migrante, la miseria de la nostalgia por el hogar, y el dilema de la elección romántica.
Es fascinante, cómo yuxtaponen las costumbres del pueblo, junto a los valores de la gran ciudad; es curioso que, en el film, New York es casi tan casta como la Irlanda provinciana…
John Crowley, rueda con elegancia, dentro de los parámetros clasicistas que hay en este tipo de películas, pero lo hace acorde a la simplicidad de la historia.
Y es allí donde resalta el aroma de los clásicos, y la convierte en algo diferente.
Porque muchas veces, como pasan con muchas películas antiguas, no hace falta tener un idea muy innovadora, para hacer algo espectacular.
Por lo que Brooklyn está hecha con todo el mimo del mundo, y su fuerza radica precisamente en una realización muy cuidada, y acierta plenamente, en no convertir Brooklyn, en una historia derrotista y pesimista.
Es una historia del siglo pasado, que nos demuestra que la vida en otro país no es tan fácil como parece.
Llegar a otro lugar, y rápidamente solo piensas en volver…
Pero que, pasado el tiempo, puede que ese sentimiento de vuelta se diluya entre la gente, el trabajo, los pequeños momentos del día a día; en definitiva, la vida que pasa…
Creemos y nos convencemos, de que siempre recordaremos el calor del hogar familiar, pero un día nos olvidamos de él, sin saber qué ha pasado.
Entonces, estamos entre 2 aguas, sin ninguna pista de cuál camino tomar, si es que hay que tomar alguno.
Eso le pasa justo a Eilis, una adolescente irlandesa, sin apenas nociones de mundo, esa asignatura que solo se aprende al conocerlo, en persona, o a través de libros; y vemos cómo es el trato que mantiene con su madre, su hermana, y el mísero trabajo que mantiene por puro hastío.
Nada queda en ese pueblecito irlandés para ella, si acaso el cariño que la da su familia, por lo que su partida hacia EEUU, “el nuevo mundo”
Esta historia, tiene esa virtud, tan necesaria y a la vez tan infravalorada, de dar cara a las voces de la historia, y mostrarnos que, entre toda la gente emigrante al otro lado del charco, había muchas que viajaban, no necesariamente por desesperación o por ansia de aventuras, simplemente por curiosidad:
Vives, te dicen que encontrarás, y tras la promesa de madurez… te vas.
Y no es difícil empatizar con Eilis en su viaje de ida:
Todas las miradas de curiosidad y nervios a flor de piel, excusa perfecta para que una mujer más experimentada la vea como alguien a moldear, explicándole, qué va a encontrar realmente al otro lado.
Nunca se puede explicar del todo, pero se intenta.
Lo que sigue, más que un romance, es el transcurrir del tiempo, pues en un romance se verían 2 puntos de vista, y aquí solo vemos como la mirada marchita de aquella irlandesa, se transforma en una sonrisa orgullosa.
Orgullo porque consigue dejar atrás su crisálida, sin tener que responder ante nadie por sus sentimientos.
La correspondencia sostenida con el hogar familiar, se convierte más que en una manera de vivir, o morir, en un lejano eco de fondo, que con el tiempo querremos ver apagarse.
Quizás porque creemos habernos ganado nuestro lugar en el mundo, sin que nadie nos recuerde que teníamos otro…
La vuelta al hogar, en principio está cubierta con un velo de nostalgia, al ser lo que desde hace un tiempo se ha deseado:
La familia y los amigos siguen ahí, queriendo conocer lo que Eilis ha conocido, mientras ella intenta quitar importancia a su viaje.
Es imposible hacerlo, cuando salta a la vista el cambio, en sus vestidos y sus andares, que poco tienen ya que ver con aquella adolescente irlandesa.
Pero solo al escribir cartas, se da cuenta Eilis, que tiene dentro, la huella profunda y significativa de aquellas tardes en Coney Island, nadando en la playa, o de compromisos a media voz en la intimidad del dormitorio.
La calidez del hogar es tal, porque tiene que invitar a quedarse, pero nadie nunca ha dicho cuál es esa sensación de tener 2 hogares, sabiendo que a uno le debes una vida, y al otro, solo secos dolores camuflados en cartas de disculpa.
Entonces nos damos cuenta de la verdad:
No se podía explicar lo que había al otro lado.
A Eilis, nada le queda de esa adolescente, ahora es ella la mujer experimentada, y otra mirada de curiosidad se lo recuerda, a ella, la que nunca pensó serlo.
Y es una ironía de la que nunca nos damos cuenta, la de vernos incorruptibles, inmutables con el tiempo, hasta que nos vemos inesperadamente en el lugar del otro... y comprendemos.
Todos esos silencios, todas las miradas, todos los secretos que no se han de contar, todas las cartas guardadas entre 2 corazones…
Sin embargo, “la premisa del emigrante”, la hemos visto mil veces en todas sus variantes, y su desarrollo tampoco es innovador.
Aun así, si estás dispuesto a sentarte durante casi 2 horas, ante una película bastante tradicional, hay que admitir que Brooklyn funciona, y bastante bien, gracias al detalle con el que se trata la historia, a su gusto exquisito en cada paso que da, a su firmeza a la hora de evitar el melodrama y, sobre todo, a la maravillosa construcción de personajes, todos ellos tridimensionales, incluso los que hacen apariciones breves.
Técnicamente, Brooklyn es igual de conservadora, pero todo:
La fotografía, la dirección artística, el vestuario, la banda sonora... rebosa elegancia y buen hacer por los 4 costados.
Lo más destacado es la fotografía, que rebosa de iluminación, y de un delicioso color pastel, la cual está a cargo del canadiense Yves Bélanger.
El diseño artístico, como viene siendo habitual en este tipo de trabajos, es exquisito.
De los escenarios de 4 paredes, que son los que predominaban; se pasa a campo abierto, para mostrarnos la belleza de una ciudad que no nos habían permitido apreciar.
Y del reparto, Saoirse Ronan brilla, Eilis pasa de ser una niña frágil, sensible, y confiada; a una mujer adulta, orgullosa e independiente, y esta evolución es creíble, gracias a su madurez interpretativa, a su capacidad de dar vida a un personaje mucho más complejo y matizado de lo que puede parecer a simple vista.
Pero el recién llegado, Emory Cohen, es el verdadero descubrimiento en esta historia, de una joven mujer dividida entre 2 hombres en lados opuestos del Atlántico.
Este actor, que no necesita esforzarse para ser encantador, y parece tener por delante, una larga carrera como protagonista masculino.
Del resto, Julie Walters como Madge Kehoe, cuyas interpretaciones siempre se disfrutan, aquí está muy graciosa en el papel de la casera mordaz de Eilis; y Jim Broadbent, como El Padre Flood está como siempre, magnífico, en el papel del cura amable que hace de mentor de Eilis en Brooklyn.
Y el grupo de chicas, muy variopinto y disfrutable.
Lamentablemente, el otro protagonista masculino, Domhnall Gleeson como Jim Farrell, está muy metido a calzador, demasiado forzado, y no está tan desarrollado en motivaciones como el personaje de Cohen.
Quizás, se le puede achacar la torpeza a la hora de tratar la 2ª historia de amor, que lamentablemente no llega a estar igual de construida que la primera.
Esto se debe en parte, a que la evolución de Eilis, la cual era crucial en la primera mitad, ya se ha consumado en esta última parte; y peca de cierto inmovilismo; a la vez que el escaso y rápido desarrollo que hay en su relación con Domhnall Gleeson, el personaje que más sale perjudicado, altera al tacto con el que se estaba tratando a la cinta.
El cambio de Eilis en sus sentimientos, y las dudas que le entran a la hora de decidir, si quedarse o irse, no son igual de intensas que la añoranza y la melancolía que sentía al principio.
La delicadeza y el conservadurismo en el desarrollo, es lo que más destaca, y lo que impide que se meta de lleno en el melodrama, puro y duro, del que podría haber salido perdiendo.
Y con esa contención, es cómo terminará, que para algunos será una resolución rápida, y para otros un acierto que hace que no se pierda en determinadas subtramas, de las que luego son difíciles de salir.
En lo personal, encanta ese final que aúna su comienzo en el viaje, en el barco, siendo ella la que ahora aconseja, y regresando a una tierra enorme, donde pueda decir:
“Sí, es justo como el hogar”
Por último mencionar la hermosa banda sonora de Michael Brook, repleta de cuerdas, sonidos irlandeses, y cantos tradicionales.
“I hope that when I go through the pearly gates, the first sound I hear is you asking me for the bill in that lovely Irish brogue”
Hoy, los inmigrantes de todo el mundo van hacia todas partes…
Incluida Irlanda.
Imaginamos la fantasía de volver, y de que nuestra “nueva vida” solo fuera una de esas etapas de nuestra verdadera vida, una que sobre la que recordar y envejecer.
Pero solo era una fantasía, y como tal se desvanece, dejando claro que en la realidad, hay más puntos finales, que puntos y aparte.
Hoy, los irlandeses forman uno de los grupos étnicos más prósperos de Estados Unidos, al exceder de modo significativo, la media nacional en niveles educativos, situación laboral, ingreso, y propiedad de la vivienda que ocupan.
En consonancia con su movilidad social en firme ascenso durante el siglo XX, los irlandés-estadounidenses, pasaron de las comunidades urbanas, estrechamente unidas, del nordeste y el medio oeste del país, a instalarse en suburbios, poblaciones, y ciudades de Estados Unidos.
También se casaron en cantidades cada vez mayores, fuera de su grupo étnico, primero con otros católicos, y luego con estadounidenses en general.
El resultado de estos acontecimientos, es un sentido de identidad nacional que tiene mucha menos cohesión que en el pasado.
Pero los irlandés-estadounidenses, retienen un fuerte sentido de orgullo étnico, especialmente en las esferas de la política, y la cultura.
Después de todo, ser irlandés-estadounidense, es ser parte de una saga nacional de éxito.
“Home is home”
La inmigración irlandesa en Estados Unidos, es uno de los fenómenos migratorios más importantes provenientes de Europa, tanto a nivel nacional como internacional, debido a la magnitud que tuvo la emigración irlandesa hacia otros países del mundo, especialmente hacia los Estados Unidos de América.
Pero los inmigrantes irlandeses, tuvieron un comienzo difícil en Estados Unidos, empantanados en la pobreza urbana, y ridiculizados por algunos de sus vecinos.
Ellos y sus descendientes, superaron los obstáculos y prevalecieron.
Exilio, identidad, familia, encrucijada de emociones, e Irlanda… eso es “Brooklyn” (2009), una novela del escritor irlandés, Colm Tóibín, que explora principalmente, diversos temas concretos:
La descripción de la sociedad irlandesa, vivir en el extranjero, el proceso de la creación, y la preservación de la identidad personal; enfocándose principalmente en la identidad frente a la pérdida.
Con la templanza, el virtuosismo, y la perspicacia psicológica del maestro contemporáneo que es, Colm Tóibín, uno de los mejores escritores irlandeses de nuestros días, ha construido una historia estremecedora sobre el destino, cuya diáfana superficie, esconde un fondo donde se abisma una complejidad inagotable.
En un pequeño pueblo del sudeste de Irlanda, Eilis Lacey, es una chica de familia humilde, que como tantos otros, no encuentra trabajo, de modo que, cuando se le ofrece un puesto en EEUU, no duda en aceptarlo.
Poco a poco, Eilis se abre paso en el Brooklyn de los años 50 y, a despecho de la nostalgia y los rigores del exilio, encuentra incluso un primer amor, y la promesa de una nueva vida.
Inesperadamente, sin embargo, trágicas noticas de Irlanda, le obligan a regresar, y a enfrentarse a todo aquello de lo que ha huido.
“Brooklyn” es una novela sobre la fatalidad, el exilio, el amor, y la familia; es una historia para siempre, dueña de un poder emocional sobrecogedor.
Con Eilis como guía, y en su descubrimiento de la vida, se alcanzan a ver los pilares con que se levanta El Imperio Estadounidense, y el embrión de su influencia a través del nacimiento de la sociedad de consumo, de la liberación femenina, y de los derechos civiles de los negros.
Una historia desencadenada por las cosas que se callan, y que pueden llevar el sino de la tragedia.
Sobria y comedida, carente de pasiones absolutas, o aparatosidades, pero viva, llena de detalles auténticos, que avanza oscilando entre el afecto y la duda, sentimientos que van moldeando cualquier vida.
En su prosa, discreta y perspicaz, Colm Tóibín captura sin esfuerzo, la dualidad que yace en el corazón de la historia de Eilis Lacey.
Y ofrece modestamente, tanto una clásica narración sobre la llegada de una inmigrante que debe afrontar los términos de su nueva vida en un nuevo país, así como la igual de atractiva historia de una mujer que alcanza con esfuerzo su madurez.
Tóibín fue elogiado por su descripción de los cambios de sociedad estadounidense durante la década de los 50, como, por ejemplo:
La aceptación de los grandes almacenes, a vender a la gente de color; el boom de la expansión urbana en Long Island; o la llegada de la televisión.
Muchos aplaudieron la prosa comedida de Tóibín, así como el tono calmado de la novela, aunque Eilis ha sido descrita como alguien “tan pasivo, que a veces deseas sacudirla”
Pero en el fondo, que es lo que importa, muchas veces, nos vemos obligados a irnos...
Por vida, por trabajo, por circunstancias generales, que hacen posible tener que irnos a otro lugar.
En un mundo globalizado en el que vivimos, es poco probable que no nos haya ocurrido la vivencia de Eilis alguna vez.
Y siempre se dice, que nada cambiará, que volveremos algún día, que los recuerdos no se apagarán…
Por ello “Brooklyn” es un libro sobre la nostalgia y los efectos de las ausencias, pero también, sobre personajes que intentan encontrar su lugar en el mundo.
“Try and remember that sometimes it's nice to meet people who don't know your auntie”
Brooklyn es un drama del año 2015, dirigido por John Crowley.
Protagonizada por Saoirse Ronan, Domhnall Gleeson, Emory Cohen, Jim Broadbent, Julie Walters, entre otros.
El guión es de Nick Hornby, basado en la novela del mismo nombre, escrita por Colm Tóibín, publicada en 2009; un autor especializado en plasmar la sociedad irlandesa, lo que significa vivir en el extranjero, y la lucha por preservar la identidad de uno mismo.
Nominada a 3 Premios Oscar:
Mejor Película, actriz (Saoirse Ronan), y guión adaptado.
Brooklyn es una coproducción de Wildgaze Films, del Reino Unido; Finola Dwyer Productions del Reino Unido; Parallel Films de Irlanda; e Item 7 de Canadá; en colaboración con Ingenious, BAI y RTE, y cuenta con el apoyo de BBC Films, la Irish Film Board, el British Film Institute, Telefilm Canada and SODEC, Canadá.
Por su parte, Hanway Films, gestionará las ventas internacionales, mientras que Lionsgate se encargará del estreno en Reino Unido.
La acción inicia en los años 50, cuando la joven Eilis Lacey (Saoirse Ronan), decide abandonar Irlanda, y viajar a los Estados Unidos, concretamente a New York, donde conoce a un chico Tony (Emory Cohen), del que se enamora.
Pero un día, a Eilis le llegan noticias de que hay un grave problema en su familia, y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país, o volver a su tierra natal...
Brooklyn es una desgarradora y conmovedora historia sobre las decisiones, el campo, los compromisos, el sacrificio, y el amor; es un magnífico, luminoso y agridulce retrato de lo que somos, de dónde venimos, a dónde vamos, y de los lugares que llamamos “casa”
“Homesickness is like most sicknesses.
It will pass”
El director, John Crowley, ha adaptado la novela de Tóibín, con un estilo exuberante pero sensible, y el guión de Hornby, añade al original, algunos toques hábiles:
La evocación de Irlanda y EEUU, con el interludio del sombrío viaje transoceánico, es casi lírica.
Crowley y Hornby, han capturado con belleza el dolor del migrante, la miseria de la nostalgia por el hogar, y el dilema de la elección romántica.
Es fascinante, cómo yuxtaponen las costumbres del pueblo, junto a los valores de la gran ciudad; es curioso que, en el film, New York es casi tan casta como la Irlanda provinciana…
John Crowley, rueda con elegancia, dentro de los parámetros clasicistas que hay en este tipo de películas, pero lo hace acorde a la simplicidad de la historia.
Y es allí donde resalta el aroma de los clásicos, y la convierte en algo diferente.
Porque muchas veces, como pasan con muchas películas antiguas, no hace falta tener un idea muy innovadora, para hacer algo espectacular.
Por lo que Brooklyn está hecha con todo el mimo del mundo, y su fuerza radica precisamente en una realización muy cuidada, y acierta plenamente, en no convertir Brooklyn, en una historia derrotista y pesimista.
Es una historia del siglo pasado, que nos demuestra que la vida en otro país no es tan fácil como parece.
Llegar a otro lugar, y rápidamente solo piensas en volver…
Pero que, pasado el tiempo, puede que ese sentimiento de vuelta se diluya entre la gente, el trabajo, los pequeños momentos del día a día; en definitiva, la vida que pasa…
Creemos y nos convencemos, de que siempre recordaremos el calor del hogar familiar, pero un día nos olvidamos de él, sin saber qué ha pasado.
Entonces, estamos entre 2 aguas, sin ninguna pista de cuál camino tomar, si es que hay que tomar alguno.
Eso le pasa justo a Eilis, una adolescente irlandesa, sin apenas nociones de mundo, esa asignatura que solo se aprende al conocerlo, en persona, o a través de libros; y vemos cómo es el trato que mantiene con su madre, su hermana, y el mísero trabajo que mantiene por puro hastío.
Nada queda en ese pueblecito irlandés para ella, si acaso el cariño que la da su familia, por lo que su partida hacia EEUU, “el nuevo mundo”
Esta historia, tiene esa virtud, tan necesaria y a la vez tan infravalorada, de dar cara a las voces de la historia, y mostrarnos que, entre toda la gente emigrante al otro lado del charco, había muchas que viajaban, no necesariamente por desesperación o por ansia de aventuras, simplemente por curiosidad:
Vives, te dicen que encontrarás, y tras la promesa de madurez… te vas.
Y no es difícil empatizar con Eilis en su viaje de ida:
Todas las miradas de curiosidad y nervios a flor de piel, excusa perfecta para que una mujer más experimentada la vea como alguien a moldear, explicándole, qué va a encontrar realmente al otro lado.
Nunca se puede explicar del todo, pero se intenta.
Lo que sigue, más que un romance, es el transcurrir del tiempo, pues en un romance se verían 2 puntos de vista, y aquí solo vemos como la mirada marchita de aquella irlandesa, se transforma en una sonrisa orgullosa.
Orgullo porque consigue dejar atrás su crisálida, sin tener que responder ante nadie por sus sentimientos.
La correspondencia sostenida con el hogar familiar, se convierte más que en una manera de vivir, o morir, en un lejano eco de fondo, que con el tiempo querremos ver apagarse.
Quizás porque creemos habernos ganado nuestro lugar en el mundo, sin que nadie nos recuerde que teníamos otro…
La vuelta al hogar, en principio está cubierta con un velo de nostalgia, al ser lo que desde hace un tiempo se ha deseado:
La familia y los amigos siguen ahí, queriendo conocer lo que Eilis ha conocido, mientras ella intenta quitar importancia a su viaje.
Es imposible hacerlo, cuando salta a la vista el cambio, en sus vestidos y sus andares, que poco tienen ya que ver con aquella adolescente irlandesa.
Pero solo al escribir cartas, se da cuenta Eilis, que tiene dentro, la huella profunda y significativa de aquellas tardes en Coney Island, nadando en la playa, o de compromisos a media voz en la intimidad del dormitorio.
La calidez del hogar es tal, porque tiene que invitar a quedarse, pero nadie nunca ha dicho cuál es esa sensación de tener 2 hogares, sabiendo que a uno le debes una vida, y al otro, solo secos dolores camuflados en cartas de disculpa.
Entonces nos damos cuenta de la verdad:
No se podía explicar lo que había al otro lado.
A Eilis, nada le queda de esa adolescente, ahora es ella la mujer experimentada, y otra mirada de curiosidad se lo recuerda, a ella, la que nunca pensó serlo.
Y es una ironía de la que nunca nos damos cuenta, la de vernos incorruptibles, inmutables con el tiempo, hasta que nos vemos inesperadamente en el lugar del otro... y comprendemos.
Todos esos silencios, todas las miradas, todos los secretos que no se han de contar, todas las cartas guardadas entre 2 corazones…
Sin embargo, “la premisa del emigrante”, la hemos visto mil veces en todas sus variantes, y su desarrollo tampoco es innovador.
Aun así, si estás dispuesto a sentarte durante casi 2 horas, ante una película bastante tradicional, hay que admitir que Brooklyn funciona, y bastante bien, gracias al detalle con el que se trata la historia, a su gusto exquisito en cada paso que da, a su firmeza a la hora de evitar el melodrama y, sobre todo, a la maravillosa construcción de personajes, todos ellos tridimensionales, incluso los que hacen apariciones breves.
Técnicamente, Brooklyn es igual de conservadora, pero todo:
La fotografía, la dirección artística, el vestuario, la banda sonora... rebosa elegancia y buen hacer por los 4 costados.
Lo más destacado es la fotografía, que rebosa de iluminación, y de un delicioso color pastel, la cual está a cargo del canadiense Yves Bélanger.
El diseño artístico, como viene siendo habitual en este tipo de trabajos, es exquisito.
De los escenarios de 4 paredes, que son los que predominaban; se pasa a campo abierto, para mostrarnos la belleza de una ciudad que no nos habían permitido apreciar.
Y del reparto, Saoirse Ronan brilla, Eilis pasa de ser una niña frágil, sensible, y confiada; a una mujer adulta, orgullosa e independiente, y esta evolución es creíble, gracias a su madurez interpretativa, a su capacidad de dar vida a un personaje mucho más complejo y matizado de lo que puede parecer a simple vista.
Pero el recién llegado, Emory Cohen, es el verdadero descubrimiento en esta historia, de una joven mujer dividida entre 2 hombres en lados opuestos del Atlántico.
Este actor, que no necesita esforzarse para ser encantador, y parece tener por delante, una larga carrera como protagonista masculino.
Del resto, Julie Walters como Madge Kehoe, cuyas interpretaciones siempre se disfrutan, aquí está muy graciosa en el papel de la casera mordaz de Eilis; y Jim Broadbent, como El Padre Flood está como siempre, magnífico, en el papel del cura amable que hace de mentor de Eilis en Brooklyn.
Y el grupo de chicas, muy variopinto y disfrutable.
Lamentablemente, el otro protagonista masculino, Domhnall Gleeson como Jim Farrell, está muy metido a calzador, demasiado forzado, y no está tan desarrollado en motivaciones como el personaje de Cohen.
Quizás, se le puede achacar la torpeza a la hora de tratar la 2ª historia de amor, que lamentablemente no llega a estar igual de construida que la primera.
Esto se debe en parte, a que la evolución de Eilis, la cual era crucial en la primera mitad, ya se ha consumado en esta última parte; y peca de cierto inmovilismo; a la vez que el escaso y rápido desarrollo que hay en su relación con Domhnall Gleeson, el personaje que más sale perjudicado, altera al tacto con el que se estaba tratando a la cinta.
El cambio de Eilis en sus sentimientos, y las dudas que le entran a la hora de decidir, si quedarse o irse, no son igual de intensas que la añoranza y la melancolía que sentía al principio.
La delicadeza y el conservadurismo en el desarrollo, es lo que más destaca, y lo que impide que se meta de lleno en el melodrama, puro y duro, del que podría haber salido perdiendo.
Y con esa contención, es cómo terminará, que para algunos será una resolución rápida, y para otros un acierto que hace que no se pierda en determinadas subtramas, de las que luego son difíciles de salir.
En lo personal, encanta ese final que aúna su comienzo en el viaje, en el barco, siendo ella la que ahora aconseja, y regresando a una tierra enorme, donde pueda decir:
“Sí, es justo como el hogar”
Por último mencionar la hermosa banda sonora de Michael Brook, repleta de cuerdas, sonidos irlandeses, y cantos tradicionales.
“I hope that when I go through the pearly gates, the first sound I hear is you asking me for the bill in that lovely Irish brogue”
Hoy, los inmigrantes de todo el mundo van hacia todas partes…
Incluida Irlanda.
Imaginamos la fantasía de volver, y de que nuestra “nueva vida” solo fuera una de esas etapas de nuestra verdadera vida, una que sobre la que recordar y envejecer.
Pero solo era una fantasía, y como tal se desvanece, dejando claro que en la realidad, hay más puntos finales, que puntos y aparte.
Hoy, los irlandeses forman uno de los grupos étnicos más prósperos de Estados Unidos, al exceder de modo significativo, la media nacional en niveles educativos, situación laboral, ingreso, y propiedad de la vivienda que ocupan.
En consonancia con su movilidad social en firme ascenso durante el siglo XX, los irlandés-estadounidenses, pasaron de las comunidades urbanas, estrechamente unidas, del nordeste y el medio oeste del país, a instalarse en suburbios, poblaciones, y ciudades de Estados Unidos.
También se casaron en cantidades cada vez mayores, fuera de su grupo étnico, primero con otros católicos, y luego con estadounidenses en general.
El resultado de estos acontecimientos, es un sentido de identidad nacional que tiene mucha menos cohesión que en el pasado.
Pero los irlandés-estadounidenses, retienen un fuerte sentido de orgullo étnico, especialmente en las esferas de la política, y la cultura.
Después de todo, ser irlandés-estadounidense, es ser parte de una saga nacional de éxito.
“Home is home”
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