Amor de Temporada

“Morena de vida te vengo a cantar mis penas
a recordarte el día en que vistes el alma mía”

Guanacaste es la provincia N°5 de Costa Rica, localizada en el extremo noroeste del país; limita al norte con La República de Nicaragua, al este con Alajuela, al sur con Puntarenas, y al oeste con El Océano Pacífico.
Posee una superficie de 10,140km²; y por su extensión, es la 2ª provincia más grande del país, pero también la más despoblada, en la cual habitan 326,953 personas.
Está dividida en 11 cantones y 47 distritos; y su cabecera es Liberia, ubicada a 281 kilómetros de San José.
La provincia se caracteriza por sus grandes extensiones de llanuras, tierras propicia para la cría de ganado y cultivo de granos, es especial, las formadas por el valle del río Tempisque, razón por la cual, la provincia recibe el sobrenombre de “la pampa” y también “la bajura”
Pero Guanacaste es famosa por sus paisajes, sus playas que bordean el litoral del Océano Pacífico, y un clima mucho más soleado y seco que en el resto del país, lo que la convierte en uno de los polos turísticos principales de Costa Rica.
Por ejemplo, la comunidad de Tamarindo, distrito 9 del cantón de Santa Cruz, en Guanacaste, tiene unos 2,000 residentes permanentes, entre naturales y extranjeros, que se eleva a 3,500 durante el día, cuando acuden a trabajar los que residen en otras zonas.
Esta población, puede variar de acuerdo al número de visitantes, llegando a elevarse hasta 6,000 personas, inclusive durante la temporada turística alta.
Como en la zona residen muchos extranjeros, un alto porcentaje de la población autóctona, maneja el idioma inglés como 2ª lengua.
Un personaje insigne de Guanacaste, es Héctor Zúñiga Rovira, nacido en 1913, ya fallecido, famoso compositor, y gran representante del folclor costarricense que empezó a componer, y dar sus primeros pasos en la música en la escuela primaria como estudiante de mandolina, violín y guitarra.
Cuentan que era un niño inquieto, curioso, y muy observador.
Esos dones lo acompañaron durante toda su vida, e inciden en la escogencia de su profesión.
Como agrónomo, fue inquieto, recorrió constantemente caminos a pie, a caballo y en carro; y siempre fue un admirador y observador de la naturaleza que lo rodeaba.
Como músico, ha compuesto en letra y música, más de 70 canciones, pero la mayoría de ellas permanecen inéditas; pero para conocer a Héctor Zúñiga Rovira, tenemos que escuchar sus canciones, pues ellas son su verdadera biografía.
Incluyen diferentes episodios de la vida del autor, sus sentimientos por la tierra que le vio crecer, sus pensamientos, sus alegrías y sus tristezas.
Todas hablan de un paisaje campestre, de una playa, de personajes, costumbres o sentimientos.
Le ha cantado también a la valentía y bravura del sabanero, a la belleza de la mujer, y al hechizo de la pampa guanacasteca.
Él se comunica con sus oyentes, y se interesa por darles a conocer lo que él siente, de participarlos en su alegría y en su tristeza, de contarnos la historia de aquel Guanacaste de antaño, con sus tradiciones, paisaje y vida cotidiana, todo lo cual vivió y amó intensamente.
“Amor de Temporada”, es una de sus primeras canciones, y fue compuesta por el año 1930.
Años más tarde, Héctor Soto la dio a conocer en San José, y fueron Carmen Granados y Leyla Alvarado, quienes la divulgaron en programas radiales.
En 1935, el mismo autor la cantó en El Teatro Nacional; y asegura que no vivió “el amor de temporada” de su canción, pues para la composición de esta obra, se inspiró en circunstancias de los veraneantes, que en vacaciones viajaban a Guanacaste, en la época en que el caballo era el mejor medio de locomoción.
Y en palabras del escritor liberiano, Miguel Fajardo:
“Esta pieza se agiganta en la memoria histórica del país, y trasciende el espíritu de identidad nacional”
El romance que evoca Héctor Zúñiga en su canción “Amor de Temporada” dibuja un rincón guanacasteco encantado, donde enamorarse y regresar campante de donde se vino o, en el peor de los casos, con una historia triste que contar, era cosa de todos los veranos.
“Aquí empieza la historia, allá en Las Playas del Coco
en un día de verano, que irradia entusiasmo loco,
tocaban las guitarras sonaban las marimbas,
los botes se mecían asidos a sus amarras”
Amor de Temporada es un cortometraje de comedia, costarricense, del año 2015, dirigido por Sergio Pucci.
Protagonizado por Felipe Ramírez Gómez, Emma Weiter, Justo Luis Barrantes Barrantes, Pauline Fleitz, Marcelina Gutiérrez Vallejos, Constanza Orellana, entre otros.
El guión es de Sergio Pucci y Jonathan Yonkers, y se inspiran en la canción “Amor de Temporada” de Héctor Zúñiga Rovira.
El corto, es el primer trabajo audiovisual de Pucci, y fue grabado durante el mes de abril del 2015, en el área de Tamarindo, Finca Las Garzas en Matapalo, y Pinilla de Santa Cruz, considerada la ciudad folclórica de Costa Rica.
La idea surgió un fin de semana, y en cuestión de 2 semanas, se hizo la preproducción y filmación.
“Mi  intención era hacer una historia simpática, bonita, y con el ingrediente de la inocencia de los niños.
La idea era contar una historia muy guanacasteca, que retratara la cultura y el ritmo de vida de Guanacaste, con el contraste del ritmo de alguien que viene de afuera”, cuenta Pucci; quien es autor junto a su hermano Giancarlo y su papá, Juan José, ha producido los hermosos libros de fotografía “Costa Rica Aérea”, entre otros reconocidos proyectos fotográficos como “Árboles Mágicos”, tiene más de 18 años de experiencia como fotógrafo; y sin embargo, nunca había incursionado en la producción audiovisual.
El corte final, se presentó en el shnit Internacional ShortFilmfestival, en octubre del 2015.
Pucci espera producir una película que también estaría basada en Guanacaste, pues siempre le ha atraído mucho la zona, pero no descarta la posibilidad de hacer otros cortometrajes, antes para seguir practicando.
La acción del corto gira en torno a un niño guanacasteco (Felipe Ramírez Gómez) en Tamarindo, que se enamora a primera vista de una niña extranjera (Emma Weiter), y hace todo lo posible por acercarse a ella…
“Lo que quería lograr era una historia creíble, simpática, y con un final que sorprendiera, sobretodo sentir esos rasgos del estilo de vida de ese tipo de pueblos, siempre me han atraído mucho, la paz, el ritmo, la sencillez y hasta inocencia, en alguna medida de mucha de la gente de estas zonas, es gente que literalmente te abre las puertas de su casa, y te recibe con una sonrisa, y así lo experimente durante la producción”
“En esa hermosa noche, clara de abril
la luna por testigo allá en el confín;
sonó luego el latido de dos corazones
en un ardiente beso mi amor te di”
El ahora director, Sergio Pucci, estudió Administración de Empresas, fotografía, diseño gráfico, y además es fotógrafo desde hace 19 años.
Ha participado en 16 exposiciones, incluyendo lugares como el World Museum en San Francisco, California; The Munich Theater en Alemania; Natural History Museum en Londres; y The Geraadsbergen Museum en Bélgica.
En 2014, su foto resultó premiada por uno de los concursos de fotografía más prestigiosos del mundo, de la BBC, y el Museo de Historia Natural de Londres “Wildlife Photographer Of The Year”
Ha sido director de foto por 5 años, filmando 5 cortometrajes, y algunos comerciales para otros directores, siendo Amor de Temporada su primer cortometraje como director.
Todo inicia en una calle de un pueblito en Guanacaste, donde un niño sale a comprar huevos, de regreso a su casa, un vehículo llama su atención, y sin pensarlo, se devuelve a conocer a sus pasajeros…
Tal es el asombro, que termina botando la bolsa.
Esta historia no pretende ser solo una historia de amor, sino un retrato de Guanacaste.
“La verdad, lo tomé como un ejercicio, quería echarme al agua y hacer, la dirección de fotografía ha sido una pasión por algunos años ya, pero tengo pocas oportunidades de ponerla en práctica, así que decidí hacer un corto para practicar y disfrutar el proceso de crear, la verdad no tenía muchas expectativas, aunque lo hice con mucho cariño.
La historia salió en una sola sentada, hablando paja, tonterías, con un amigo Guanacasteco, y 2 semanas después, me fui un fin de semana a Pinilla, a caminar por las calles, hablar con la gente , preguntar por niños de 7 años, y señoras de pelo blanco, el pulpero, etc., y así conocí a todos los personajes:
Felipe vive a 200 metros de la pulpería, la señora también, todo es muy local y real del pueblo de Pinilla.
Una semana después, lo estábamos filmando, con un equipo muy pequeño”, dijo.
Y en 6 minutos, el fotógrafo costarricense, retrató al pulpero, al ganado, a las calles de lastre, y hasta a las gallinas típicas de la escena guanacasteca; al sabanero, al modo de vida sencillo y acogedor de la pampa.
Para su proyecto, Pucci contó con un equipo de producción de 5 personas, y los actores que en él se muestran, son gente de la misma comunidad.
Ese es el caso de Felipe Ramírez, “el niño enamorado”, quien es vecino de Pinilla en Tamarindo de Santa Cruz, en Guanacaste.
Felipe, ahora sueña con ser actor, y Sergio ya planea en su cabeza, lo que serán los cortos que complementarán este trabajo.
“La señora Marcelina Gutiérrez Vallejos, estaba cumpliendo 89 años justo ese día, y la pasamos muy bien con ella, nos hizo reír, es muy simpática.
La toma del chancho surgió espontáneamente, solo estábamos en una calle listos para filmar a Felipe caminando, y en eso pasó esa persona con el chancho, y lo grabamos…
Don Justo, el pulpero, es realmente el pulpero, y nos hizo los almuerzos durante todo el fin de semana, en fin, todo fue así, muy casero, muy espontáneo y real”
Un trabajo que como él dice, es un tributo a Guanacaste y su gente.
Sin embargo, el cineasta cuenta que “el tiempo fue un inconveniente, era el final del verano, y yo sabía que tenía que filmarlo antes que se viniera el primer aguacero para no perder el efecto del polvo, se planeó en 2 semanas, conseguí a los “actores” en 2 días, y el hecho de ser solo 4 personas filmando, hace que todos hagamos de todo.
El hecho de que los personajes no son actores, obviamente lo hace más retador, aunque se la jugaron, lo hicieron, súper bien, requiere energía orientarlos y sacarles lo que se busca.
Por ejemplo, para la escena en la pulpería donde se encuentran, los mantuvimos bastante separados antes de ese momento, es decir, no jugaron ni conversaron entre ellos, y sirvió para que el primer momento que los pusimos frente a frente, con una flor en la mano, fuera en cámara, y se vieran espontáneos.
Todas las reacciones que salen en el corto, son reacciones reales de ellos, estaban muertos de la pena los 2, jaja…
Más bien costó contenerlos, porque se querían ir y ver para otro lado”, comentó el realizador.
Ahora, daré paso a mi lectura del corto:
Como un “mirage”, un espejismo en el desierto, la historia es casi un sueño…
Así inicia todo, desde el enfoque difuso.
Vemos modernidad y sencillez, alta tecnología y equipos rústicos, estos son los medios de transporte, el carro, el caballo, andar a pie…
Vemos el paisaje desde arriba, y observamos los rasgos propios del clima tropical seco de Guanacaste.
También vemos la sencillez del modo de vida del lugar:
El tope de ganado, los animales domésticos como la gallina, el perro y los chanchos; caminos de lastre, por donde pasan Audis hacia las zonas de recreo turístico.
La pulpería, abastecedor/supermercado local, típico de nuestra zona rural, su gente, y sus costumbres, como por ejemplo, la confianza del comerciante en dejar solo el puesto de trabajo para irse a dormir una siesta que le calme el calor frente al abanico, etc.
Un niño va caminando, cargando una bolsa de huevos… luego sucede el encontronazo visual del niño y la niña rubia/carro último modelo, de primera mano, a primera vista…
¿Amor?
No, solo es curiosidad infantil, por lo que el niño se asombra de ver aquello tan diferente a su entorno, que lo maravilla, y lo llena de polvo…
Inevitable irrespeto, que a modo de crítica, se hace a todos los que transitan por esos caminos, sin importarle un pepino, la gente que camina a las orillas, pues no hay acercas, ni calzadas…
El niño se regresa por el mismo camino, recoge unas flores, se cae en la desesperación, pero no suelta la bolsa de huevos, aun cuando se ha roto la rodilla, y hasta sangre le brota, y llega hasta donde está parqueado el Audi, mientras los ocupantes están dentro de la pulpería.
Desde afuera, descubrimos que el interés no es el Audi, que lo ve por dentro, aprovechando los vidrios para medio acicalarse, y espera a tener “los huevos” para entrar al abastecedor…
Desde afuera, una señora mayor está al pendiente de la situación, lo anima a entrar…
El niño reacciona, entra al mismo tiempo en que las personas salían, y se topan, con mirada cariñosa, vuelve a ver a la niña que vio en el camino… hasta que su mirada es atraída por otra segunda niña rubia, mucho más desarrollada, voluptuosa y hermosa…
La reacción de embelesamiento del infante es inevitable:
Deja caer la bolsa de huevos, mientras la señora que veía todo desde afuera, se acongoja por la situación.
Los huevos viene a ser una metáfora muy guanacasteca, del ser de la zona, un hombre macho/masculino dirían mis sobrinos, “alguien que tiene huevos”, valiente y que nada ni nadie lo asombra…
Del lado de las niñas, sin embargo, me hubiera gustado que fueran morenas y no rubias, para seguir con la inspiración de la canción que da nombre al título de la obra; aquello de “morena de mi vida, te vengo a cantar mis penas....”
Ese detalle puede reflejar como cuesta despojarse de estereotipos; o bien, hace mucha referencia a la invasión del turismo en la zona; y para un niño de esa edad, una niña rubia es algo nunca visto, por tanto, ahí su enamoramiento.
Por otra parte, también da tristeza pensar en la otra niña, “la del enganche”, que es más pequeña, y que es opacada por la niña más grande…
Pero supongo que en el amor, esas cosas pasan…
Lo que si no me gustó, fue que la canción, el autor, el cantante de la canción, no aparecen en los créditos, y me da la impresión que no hubo el tributo como tal, que pretendió el realizador hacer en el cortometraje:
La canción apenas se escuchan en algunas partes, la música de ambiente corta las estrofas, y solo se hace referencia al panorama guanacasteco, muy alejado, o mejor dicho, alejado totalmente del significado de la letra de la canción que lo inspira.
Como fuera el caso, y como dato que aquí quiero resaltar, es que con el fin de reactivar la zona de Playas del Coco, un grupo de comerciantes del lugar y la municipalidad local, se avocaron a la tarea de recuperar y crear nuevos espacios públicos.
El plan, que también prevé la creación de nuevos parques y un bulevar, inició con un paseo peatonal de 400 metros a lo largo de la playa, de estero a estero.
Ahora, con el nombre “Amor de Temporada”, promete ponernos a recorrer, en un paseo, la playa de las vacaciones de antaño.
El diseño del paseo “Amor de Temporada”, reconvirtió el parque Claudio Rojas, en el centro del recorrido.
Allí se ubica una explanada cubierta por la sombra de árboles de higuerón, y palos de tamarindo.
Aunque la propuesta original sugería hacer un recambio de los árboles presentes, por solo aquellos que fueran propios del lugar, se mantuvo la vegetación existente, abriéndole sitio en el diseño previsto.
El fin, fue aprovechar la sombra de árboles tupidos durante todo el año, y mezclarlos con otros, propios de la zona, que en verano se deshojan.
Específicamente, también existe una escultura de Johnny García Clachar, escultor liberiano, llamada “Amor de Temporada”, colocada en el paseo turístico que lleva el mismo nombre, y que fue inaugurado el 24 de julio de 2011.
Como dato del cortometraje, el realizador reveló, que la canción homónima vino después, ya tenía la historia, y buscando un nombre, estaba pensando en el concepto de “esos amores intensos pero que duran poco”, y de ahí salió la idea de usar la canción “Amor de Temporada”, que además siendo tan guanacasteca, al final resulto muy útil para amarrar todo.
La canción “Amor de Temporada”, de Héctor Zúñiga, está interpretada por Max Goldemberg.
“Morena de mi vida aquí termino la historia
dejando a mi alma herida tristes recuerdos en mi memoria”
La añoranza, es el sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación, o la pérdida de alguien o algo queridos.
Algunos rememoraban con añoranza su infancia, y su adolescencia, por ejemplo.
Los momentos de añoranza, son los momentos en que recordamos algo que ya no tenemos, alguien que no está, vivencias del pasado, sentires, días de antaño.
Es cierto que no podemos y no debemos quedarnos anclados en el pasado, en lo sucedido, en el ayer, pero el ser humano, este ser del presente, es también un baúl de recuerdos, un puñado de deseos, un manojo de anhelos, una aglomeración de pensamientos.
El hombre es un todo complejo, un fajo de vivencias y sentimientos, un ente complicado y desconocido, en el cual, los días se suceden barajando todo ese caudal de “posesiones” que nos forma, que nos constituye, y en este ahora, en este instante presente, surge lo imprevisto, quizá lo buscado, o posiblemente lo deseado de algo que ya pasó.
Que maravilloso sería saber mantener en nuestro momento de ahora lo agradable, lo bello y lo posible de este instante, que es nuestro presente; pero la realidad no es así, sentimos la añoranza de aquello que ya pasó, de aquello que ya vivimos, de aquello que un día sentimos, y que quisiéramos mantener en una especie de eterno presente, por eso surge y aparece la añoranza.
La añoranza, no siempre se viste de tristeza o de pesadumbre, sino que rescatamos, y hacemos presente lo que en este presente ya no está.
Cualquier definición de diccionario, nos dice aproximadamente, que la añoranza es:
“Nostalgia o sentimiento de pena que produce la ausencia, privación o pérdida de una persona o cosa muy querida”, y es válida esa definición, pero creo que podría ampliarse, extenderse en un sentido también más positivo, más desarrollado, más dilatado.
Añoranza, no siempre debe tener ese tono nostálgico sufriente o sentimiento de pena de algo que se perdió, o de lo que estemos privados, también podríamos interpretarlo como una sensación de gratitud, de plenitud, porque aunque añoremos algo del pasado, podemos añorarlo con alegría, con ternura, por su pletórica vivencia, algo que vivimos, y que nos llenó de ventura el simple hecho de haberlo vivido, de haberlo tenido; quizás tuvimos una infancia alegre y feliz, fuimos queridos, amados y aceptados en nuestro entorno, y evocamos aquella vivencia con hermosa añoranza, pero es más un recordar lo vivido, un sentirnos agradecidos por lo vivido, que no una necesidad o una triste privación.
Quizás, el haber tenido una amistad o haber vivido un amor, algo hermoso cuando se vivió, cuando se sintió, pero que ahora quizás no tendría cabida en nuestro presente, o no tendría sentido.
Añoramos aquellas sensaciones, aquellas vivencias pero con afecto, con agrado, con cierta paz y alegría por haberlas sentido y vivido.
Rememoramos y revivimos recuerdos de una infancia cuando antes algunos tuvimos la oportunidad de ir a pasar las vacaciones a la finca, de tíos o abuelos; o quizás, la fortuna de crecer en zona rural, dónde el tiempo, la cultura, las personas saborean la vida.
Creo que es por eso que los turistas nos visitan, y nosotros mismo buscamos como salir a disfrutar de la libertad del campo, a respirar aire fresco, y refrescar el sentido.
Es un hecho que Amor de Temporada dio en el clavo con la idiosincrasia del costarricense, en cualquier Barrio, Cantón o pueblo, hay mezclas de casitas de pueblo al lado de grandes casas y condominios, así vivimos; lo mismo sucede con nuestra gente, todos al final, visitamos la pulpería, y allí cualquier encuentro se puede dar.

“En esta amarga vida de angustias y de penas,
de dicha sólo tengo tu imagen en mi memoria”



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