La Patota

“Un juez busca culpables.
Su hija, la verdad”

El lunfardo, es una jerga originada y desarrollada en la ciudad de Buenos Aires, capital de La República Argentina, y su conurbano; también otras ciudades cercanas como Rosario, en la provincia de Santa Fe; y Montevideo en Uruguay; contribuyeron desde el principio a su desarrollo.
Estas 3 ciudades, vivían una situación sociocultural muy similar, debido en gran medida a la actividad portuaria, y a la enorme inmigración de distintas partes de Europa, principalmente italiana y española, ocurrida a fines del siglo XIX y principios del XX, en la zona del Río de La Plata y alrededores, donde en definitiva, se concentraría la riqueza económica de ambos países.
Después de señalar la dificultad que existe en precisar el concepto de lunfardo, el científico y escritor argentino, Mario Teruggi, se inclina a decir que es un “habla popular argentino, compuesta de palabras y expresiones que no están registradas en los diccionarios castellanos corrientes”, para aclarar más adelante que “los lunfardismos, son propios del habla subestándar popular, y que de ninguna manera, los cultismos y otros términos elevados, pueden incluirse en esa categoría”
Originariamente, esta jerga fue empleada por los delincuentes, y pronto lo fue por la gente de las clases baja y media baja.
Parte de sus vocablos y locuciones, se introdujeron posteriormente en la lengua popular, y se difundieron en el castellano de la Argentina y el Uruguay.
Sin embargo, ya a inicios del siglo XX, el lunfardo comenzó a difundirse entre todos los estratos y clases sociales, ya sea por la habitualidad de su uso, porque era común en las letras de tango, o ambos motivos.
En especial, “Patota” en lunfardo, es una palabra que deriva de la conjunción de “pacota”, frecuente en Chile y Cuyo; que significa “un conjunto de cobardes que en montón, “paco” y esto derivado del despectivo “pacotilla”; ataca a una persona o a personas indefensas”
En 1890, en Argentina, la palabra mutó en una consonante, al pasar de usarse la segunda “c” a una “t”, ya que se llamaba entonces “patos”, a los individuos masculinos de clase media alta, ya que caminaban como “anadeando”, es decir, caminaban a fines de siglo XIX, de un modo semejante a los patos.
En esa época, ganaron fama de pandilleros o gamberros agresivos de la clase alta, al atacar a las clases populares; y con las décadas siguientes, la palabra “pato” en lunfardo, pasó a significar al “antiguo adinerado empobrecido”
En todo caso, la palabra “patota” desde 1890, alude a una especie de pandilla.
Por otro lado, resulta engorroso, pero lo cierto es que la modernidad del siglo XXI, parece sólo haber alcanzado a la tecnología, pero no a la mentalidad.
“Les tienes miedo; peor, les tienes lástima”
La Patota es un drama argentino, del año 2015, dirigido por Santiago Mitre.
Protagonizado por Dolores Fonzi, Oscar Martínez, Esteban Lamothe, Cristian Salguero, Verónica Llinás, Laura López Moyano, entre otros.
El guión es de Mariano Llinás y Santiago Mitre, basados en una historia de Eduardo Borrás, una profunda y extrañamente atrayente en su turbia y desconcertante trama, expone la vida de una mujer que se busca a sí misma en la periferia de la ciudad, ayudando a jóvenes, aunque el futuro que encuentra, no es el esperado.
Una tensa fábula sobre la lucha de clases, y las perversiones democráticas; y exhibe la virtud de la inteligencia política y metafórica.
La Patota se exhibió bajo el nombre de “Paulina”, solo en Francia, por una cuestión de traducción; siendo reemplazado, probablemente por miedo a no ser entendido por el público foráneo, pues sirve para designar a un grupo de personas, jóvenes por lo general, que “suele darse a provocaciones, desmanes y abusos en lugares públicos”; y a la vez es un “remake” del clásico del cine argentino del mismo nombre, que en 1961 dirigió Daniel Tinayre, con Mirtha Legrand como protagonista.
Esta nueva versión, fue producida 55 años después del estreno de la original, por el nieto de la diva, Nacho Viale, junto al crítico Axel Kuschevatzky; destacando una de las diferencias entre las 2, desde el discurso, mientras el “remake” se centra en la decisión de una mujer de entender lo marginal, la violencia, el porqué, y de aprender a aceptar lo que le pasó, a convivir con ello, una decisión que incomoda y desconcierta.
La versión original, se sitúa en un costado moral, habla del perdón, y de una época de transición para la mujer que recién comienza a liberarse; entonces, esta nueva versión se adapta al nuevo mundo liberal de la mujer; siendo una coproducción entre Argentina, Francia y Brasil, que participó en la 68ª Edición del Festival Internacional de Cine de Cannes, donde ganó el premio principal de la semana de la crítica, y es la 2ª película argentina consecutiva, que gana el premio FIPRESCI en Cannes, tras “Jauja” (2014); además, en los Premios Platino, está nominada a mejor sonido y mejor actriz para Dolores Fonzi.
La acción sigue a Paulina Vidal (Dolores Fonzi), una abogada con una carrera floreciente en Buenos Aires; tiene poco más de 30 años, y a diferencia de muchos contemporáneos, no está interesada sólo en logros académicos y trabajos que le permitan comprar cosas; sino quiere defender sus ideales, y busca un futuro mejor para la sociedad en conjunto.
Sus intereses, la han llevado a participar en un proyecto que quiere mejorar la formación, en aspectos como la educación cívica y financiera en lugares rurales de Argentina, específicamente en el límite con Paraguay; y elige volver a su ciudad natal, para dedicarse a la actividad social.
El seguir sus sueños, la lleva a dejar su promisoria carrera de abogada, y un doctorado a medias en la capital, sin siquiera imaginar lo difícil que será captar la atención de los adolescentes de la escuela, a los que pretende enseñar sobre política, en un lugar donde eso poco importa porque El Estado está ausente, y no hay más futuro que trabajar en un aserradero, y vagar por la selva…
Por su parte, Fernando (Oscar Martínez), su padre, años atrás hizo lo mismo, y ahora es un juez progresista, que se destaca en la conservadora sociedad local.
Contraria a la opinión de su padre, Paulina empieza a trabajar en el proyecto del Ministerio de Desarrollo Social, de “formación democrática y difusión de derechos”, dando clases en zonas periféricas de Posadas, marcadas por la pobreza y la marginalidad.
Pero luego de la segunda semana de trabajo, es interceptada y violada por una “patota”
Ante la mirada atónita de quienes la rodean, Paulina decide volver a trabajar en la escuela, en el barrio donde fue atacada.
La historia de La Patota, plantea una provocación social, respecto a los objetivos de la justicia:
Por un lado se plantea que la justicia solo busca culpables y no la verdad.
Idea que es totalmente opinable, y que en esencia no todos acompañarán…
Y por otro lado, está la idea que la protagonista también esboza, sobre que el crimen del que fue víctima, es el producto de una realidad social, que es la que ella intenta cambiar desde las bases, donde se producen los cambios, según Paulina.
Todo es opinable, las ideas tal vez no sean perfectas, ni se sustenten en sí mismas, pero lo bueno es que pueden y deberían provocar el debate.
Y eso sí, es bueno.
“Este hijo es el resultado de una situación social que desconoces”
La Patota surgió, tal como ha admitido su director, como un proyecto por encargo de parte de TELEFÉ, para que el realizador adaptara el “remake” del film original dirigido por Daniel Tinayre.
Sin embargo, luego de algunas charlas, se decidió que Mitre fuera el director y coguionista junto a Mariano Llinás, hecho no menor, que influyó directamente en el enfoque e impronta política que el nuevo film emana:
Un filme político, y social, en donde la historia comienza a la inversa.
No es un joven del interior que se inserta en el mundo universitario, sino que es una joven de ciudad, que va a una escuela de campo.
Y lejos de hacer un estudio de campo, Paulina vivirá en carne propia, las desigualdades, pero con sus convicciones inamovibles; idealismos políticos, militancia, las apariencias, el adaptarse o no a las reglas; como la posición de un padre ante su hija, la necesidad de justicia, el revanchismo, el poder y la solidaridad, todo se conjuga en el filme, en el que Dolores Fonzi interpreta y no actúa, y Oscar Martínez, da la bravura que el rol necesitaba; porque sus personajes obedecen al principio de acción y reacción.
Los juegos temporales de cortar el hilo de una escena, para volver atrás desde el punto de vista de otro personaje, nos muestra continuamente que la realidad no es única, sino que está filtrada por la vivencia de cada uno; añadiendo una cámara que te sitúa dentro de las sensaciones y angustias de los personajes, sin resultar convulsiva.
La acción sucede en la selva misionera; entre casas de madera y caminos de tierra colorada, la escuela es precaria, y los paisajes de enormes pastizales desiertos, son retratados por una fotografía exquisita; mientras la escena clave de la trama, la que da un giro, sucede en un edificio abandonado, que emula al edificio de la película original.
Paulina Vidal, decide dejar en suspenso su carrera como abogada, para dar clases en una escuela rural, en el marco de un programa educativo para zonas de bajos recursos, que impulsó con la ayuda de su padre, un influyente juez al que deberá enfrentarse, porque se opone a que su hija no siga sus pasos en la carrera judicial.
También, ella se enfrentará a su novio de toda la vida, a quien no ama, y se resiste a la idea de acostumbrarse a esa relación.
Así, ella se instalará en la selva misionera, para dictar un taller semestral…
Cuando Paulina va con todo su idealismo a enseñar derecho cívico, se choca con toda la realidad de unas clases duras, donde ella ni siquiera logra entender o comunicarse con sus alumnos.
Su idealismo, le ha hecho ir sin tener conocimiento alguno de la esa realidad que quiere transformar.
Allí se encuentra con un panorama hostil:
Los alumnos no la respetan, hablan en guaraní, mientras ella da clases, y no responden a sus preguntas; y parece misión imposible cumplir con su tarea.
Un día, camino a su casa en una moto prestada, un grupo de jóvenes que la confunde con otra mujer, la intercepta, y la viola… por lo que queda embarazada, y decide no abortar.
A partir de este hecho, la historia comienza a abrir el juego a diferentes puntos de vista.
Si hasta ahora, el relato había sido contado desde la perspectiva de la protagonista, en este momento comienzan a mostrarse dentro de la narración, diferentes puntos de vistas, entre ellos el del personaje de Martínez, y el de Ciro, líder de la patota, y violador de Paulina.
Poco a poco, la trama se vuelve cada vez más enigmática para el espectador, en especial, porque las actitudes de la joven abogada, se tornan inquietantes e inesperadas.
A partir de la violación, y las consecuencias que ésta genera, su padre quiere encontrar y condenar a los culpables, a como dé lugar, porque él es un hombre que se rige ante todo por la ley, por su ley, y por las posibilidades, y conexiones políticas que su poder como juez  le otorgan.
Pero Paulina no piensa igual, ya que cree que ante la situación vivida, no hay posible ayuda de la ley, no al menos en los términos en que ella define “justicia y ley”, por lo que pide que la dejen actuar y decidir sobre su vida y su cuerpo, como ella desee.
Así las cosas, La Patota plantea las ansias de cambio social, poniendo el cuerpo y la voluntad transformadora; y por el otro lado, se acentúan las normas que conservan y legitiman.
En la diferencia de posturas ideológicas, se centra el relato.
Cuando la heroína se convierte en víctima, como lo remarca su padre/juez, todos esperan una justicia equiparada al castigo.
Y es que Paulina Vidal estudió toda su vida, se recibió de abogada, cursó un doctorado, pero su pasión está en el trabajo social.
Es por eso que toma la decisión de viajar al interior, para dar clases de formación política y derechos humanos en una escuela de bajos recursos; y es por eso también que decide no condenar a sus agresores.
Paulina quiere explorar el origen de esa violencia, entender, y aceptar.
La actriz Dolores Fonzi, transita todas las emociones que exige el personaje con pericia:
Conmueve sin exagerar, sobria y contenida, pero profundamente sensible.
Su Paulina es una mujer con ideales, segura de sus convicciones, bellísima y joven, fuerte y decidida, que no se deja intimidar por nadie.
Como protagonista, es un papel sumamente exigente, ya que el personaje no se construye con emociones físicas y visibles, es pura introspección:
Sus sentimientos más íntimos, su dolor y el trauma por la violencia sufrida, subyacen bajo una platina insondable.
Sus pensamientos y sus actos, resultan en buena medida incomprensibles, sin embargo, hay algo que nos acerca misteriosamente al personaje, no porque sintamos lástima por ella, sino tal vez por que admiramos su sólido compromiso con los ideales por los que siempre lucho.
Aunque no empaticemos con ella, el personaje atrapa.
Y Oscar Martínez, como un juez con ambiciones políticas que trabaja en el interior del país; es severo pero comprensivo con su hija, su gran orgullo, y a quien le profesa un profundo amor.
Se identifica con una filosofía progresista, y se ofende enormemente, cuando su hija lo llama “cínico y conservador”
Pero es el mentor de Paulina en su vocación por defender los derechos humanos; hasta que entra en una gran contradicción, cuando ella quiere poner el cuerpo en un programa educativo que promovieron juntos:
“Deberías coordinar ese programa, no convertirte en una maestrita rural”, le espeta.
Cuando violan a Paulina, él intenta mover sus influencias para encontrar a los culpables; y entra en un ataque de ira, cuando ella le dice que no va a abortar, y se desespera cuando decide no acusar a nadie.
El actor Oscar Martínez, se luce en escenas conmovedoras:
Sus contradicciones, sus reacciones ante las situaciones extremas, su doble moral, sus resentimientos y sus pasiones, recorren la trama, y hacen de la creación de Martínez, un personaje interesantísimo, y fundamental para la historia.
La necesidad del aparato judicial, por nombrar culpables a los que aplicar castigo, e incluso cierto mesianismo a la hora de aplicar las leyes, es su papel fundamental.
Por tanto en todo el metraje veremos un duelo paterno-filial; un enfrentamiento ideológico y familiar, moral y sanguíneo; en definitiva, social de puros contrastes.
Mientras que los personajes secundarios, el ex novio de Paulina, su tía, y su compañera de trabajo,  comienzan a dar distintos consejos a la joven víctima, sobre como accionar, ya que pareciera que nadie entiende muy bien, porque ella permanece en su trabajo, y decide no denunciar a los agresores, pese a conocer sus identidades… desde ahí se dispara una serie de dilemas éticos y morales, que en mayor o menor medida, terminan interpelando al espectador, y generando que éste cuestione, una y otra vez sus convicciones preestablecidas.
A la par que se transmite una idea acerca de la violencia, como fruto de la desigualdad de clases, y de falta oportunidades que la sociedad misma crea.
En palabras del propio Santiago Mitre, “durante la presentación de La Patota en El Festival de San Sebastián, la diferencia entre esta adaptación y su precedente, es dónde se coloca el foco de importancia.
Es decir, mientras en “La Patota” conocida también como “Ultraje” de 1960; se habla de un suceso; en “La Patota/Paulina” de 2015, se profundiza en su fémina protagonista.
Es por eso que la película acaba y empieza con un largo e íntimo primer plano de Dolores Fonzi”
Huelga decirlo, el suceso al que nos referíamos, la violación de la joven profesora por parte de uno de los chicos del pueblo, será un momento importantísimo en la adaptación de Mitre, que desde ese instante, divagará entre las decisiones de una mujer con demasiados condicionantes ideológicos y sociales, y la búsqueda de la verdadera justicia.
Este drama argentino, elegante en forma, e impactante en contenido, encuentra así su propia personalidad, respecto a lo ya existente, y construye un film que da para muchas discusiones.
Porque La Patota no está construida como un drama en el que la violencia hacia la protagonista sea el centro, porque donde Mitre afila el lente, es en las resoluciones que Paulina quiere tomar:
La violación viene seguida de un embarazo.
Mitre pone al espectador, constantemente en guardia, incomodándolo con los planteos morales.
Por aquello de que a Paulina convendría entenderla antes que juzgarla, son sus encuentros/enfrentamientos con su padre, los que más rispidez  y tensión, pero mejor resultado obtienen en pantalla; y hay que analizarla bajo el marco de las convicciones de ambos personajes.
Así, el eje está en Paulina, y no en la patota y sus integrantes individualmente.
No es que no tengan su peso en el relato, pero Mitre la privilegió, no eligió el costado amarillento, o si se quiere, hasta de “thriller”, porque lo que su película busca es la reflexión, no la aceptación.
El problema de Mitre, es que no se sabe si busca la provocación, “la justicia divina” o quizás un santuario para su protagonista.
El caso es que no consigue nada de eso, porque en el guión no consigue explicarlo; y hasta se le puede achacar que no resulta en absoluto convincente, ni real.
Y es que hay un interrogante muy grande en el comportamiento de Paulina, nunca duda:
¿Sufre una terrible violación, agarra la moto y se va… y nada más?
Hace la denuncia como si se tratara de otra persona, habla con una sicóloga totalmente segura, y sin dudar un segundo en su relato, sin mostrar nada autocompasión…
¿Dónde sacaron esta violada?
Enfrenta a sus violadores con una seguridad increíble…
Es un caso muy extraño.
Y lo más extraño de todo, ni por un segundo quiere venganza…
Cualquier persona cuando sufre una agresión, sobre todo si no está acostumbrada al maltrato, lo primero que se le cruza por la cabeza es vengarse, aunque luego termine haciendo otra cosa…
Poderosa arma es la pena, aquella silenciosa culpa de quien mira desde arriba avergonzada de su mejor condición económica, marginalidad social, cuyos deleznables actos se perdonan y asumen por ese presente “Síndrome de Estocolmo” que la lleva a simpatizar y fraternizar con su anónimo agresor, cuyo nombre y rostro reconocido, no hace más que profundizar en esa actitud de heroína salvavidas, de quien mereció más suerte en la vida.
Por favor…
Paulina entiende, que sus agresores son también víctimas, y que lo ocurrido es por el sistema injusto en el que se vive, ese sistema que ella quiere cambiar.
Ella cree que no es igual la justicia que se aplica para los más pobres, que para los que más tienen, y que no se juzga igual.
Los 2 planteamientos, las decisiones y las acciones, inclusive de las 2 Paulinas, no son fáciles, ni cómodas.
Ni tampoco el posicionamiento.
De hecho, no encuentran el apoyo ni la comprensión de nadie… y terminan caminando solas.
Aunque la Paulina de Tinayre termina “acompañada” por todos los que la rodean, por el padre y el novio; y logra la “redención” de sus alumnos; la de Mitre acaba absolutamente sola, pero fiel a su militancia, y lo mejor, sigue caminando hacia delante.
Lo incómodo es cuando el espectador siente que es difícil, muy difícil, posicionarse al lado de uno o de otro.
Desde lo técnico, Santiago Mitre comienza la historia con un largo plano secuencia, de una discusión entre padre e hija, en la de Tinayre no hay nunca posibilidad de diálogo entre padre e hija, hasta el final de la historia; cuando esta le expone su decisión de entregarse al proyecto como profesora rural.
Además de una declaración ideológica, los 2 exponen sus puntos de vista sobre desde dónde cambiar una sociedad injusta, y sobre la militancia política.
Pero hay un momento clave, y es cuando el padre le pide a su hija que argumente…
Y es que toda la película de Mitre, es una argumentación que rebate tanto las palabras de Paulina, como las de su padre, pero a la vez, trata de entender a ambos.
Y como tal, es compleja pero apasionante, así es una pena que no estén del todo desarrollados unos personajes tan importantes como la amiga o el novio de la protagonista… inclusive la patota misma… para conocer puntos de vista de los primeros y las acciones de los últimos.
La Patota, es un relato crudo y llano, que deja una fractura expuesta; y pone en escena un diálogo imposible, que no es entre “civilización” y “barbarie”, sino entre una barbarie social que anida en “La Argentina Profunda”; y otra estatal que circula impune por todos los poros de las instituciones de la “democracia”; y deja al rojo vivo, algunas de las verdaderas “grietas” existentes en la sociedad y en El Estado.
La fractura también se produce en el terreno de los aparatos críticos, en torno a la interpretación de la trama.
Como muchos otros hechos de cultura, generó un episodio más en la “batalla cultural” de la lucha de clases medias.
Así como también hay una serie de elementos que la definen a la perfección:
El primero es la violencia.
El segundo, y relacionado con el primero, es la posesión.
En una de las escenas, durante una clase con sus alumnos, Paulina reparte una serie de artículos extraídos de La Carta de Derechos Humanos.
Una de las chicas de la clase, lee el que le ha tocado, que no es otro que el referente a la esclavitud y los tratos inhumanos…
Aquí se vaticina lo que La Patota persigue:
Reflexionar sobre la violencia hacia las mujeres, nacida de la creencia de que son pertenencia de alguien; y la violencia hacia los pobres y los marginados sociales.
En definitiva, la violencia del sistema respecto a sus participantes.
Esta conclusión se prueba injusta durante esa misma escena, cuando la profesora afirma que las instituciones han de estar al servicio de los ciudadanos, y no al revés, algo que parece obvio, pero que por momentos parecemos olvidar.
Es en esta elocuente secuencia, donde se despliegan las líneas políticas y sociales de La Patota, que poco a poco se irán desarrollando hasta crear un argumento complejo, en el que las críticas a los prejuicios y el egoísmo están latentes.
El último elemento, y de lejos el más importante, es la creación del personaje de Paulina, complejo a más no poder.
Tanto sus decisiones como sus emociones contenidas, las expresiones de absoluta sobriedad de Fonzi ante el horror, son terriblemente fascinantes.
Puedes enfadarte por no comprenderla, o pensar que está tomando las decisiones incorrectas, pero su determinación es admirable.
Por ello, Mitre en su parte como director, ayuda a comprender al personaje lo más posible y, esto es lo importante, la acompaña en un vía crucis hacia la búsqueda de la verdad.
Y ya que hablamos en términos católicos, la bondad de Paulina y su intención de ayudar a los sectores más marginales, sin pensar en las consecuencias, recuerdan a aquella “Viridiana” (1961) de Luis Buñuel, de título también nombre de mujer, en que una consabida beata, ve frustrada su solidaridad con los pobres, cuando estos la asaltan y destrozan lo ofrecido.
Ambas coinciden en el castigo a su protagonista por su demasiado bienintencionada solidaridad.
Aun así, las razones que cada una de ellas tiene por bandera, son radicalmente diferentes.
Mientras que Viridiana caminaba bajo la guía de Dios; Paulina se mueve por sus convicciones políticas, más cercanas a la izquierda.
Es abogada de profesión en Buenos Aires, y de vida bien estructurada, Paulina representa a la eterna rebelde acomodada, que acepta dar clases de maestra en un entorno rural, mal pagado, y por debajo de su capacidad profesional, solo por demostrar a su entorno, los muchos ideales que tiene.
“Solidaridad y compromiso”, promulga ella.
“Estupidez”, responde su padre.
En este sentido, se aprecia en las decisiones de la protagonista, que no son pocas y polémicas, un deseo acérrimo de llevar la contraria a su padre…
Este y otros factores, componen un personaje digno de análisis, cuya ideología y entorno la mueven entre la incomprensión, y la total falta de sensatez.
¿Deberíamos esforzarnos más por entender la incapacidad que tiene la condición humana para tolerar aquellas decisiones con las que no está de acuerdo, o aquellas que ni siquiera acierta a comprender, que en comprender a Paulina?
Al fin y al cabo, entre muchas otras cosas, Paulina trata de eso.
La respuesta de todas las incógnitas que pueden ser explicadas de alguna manera, están resultas en las largas conversaciones que mantienen Paulina y su padre.
Para el resto, me temo que no hay.
Al fin y al cabo, La Patota se podría resumir en 2 cuestiones esenciales:
Cómo podemos compaginar compromiso personal e ideales socio-políticos, y dónde se encuentra el límite que proteja nuestra existencia.
Al final, Paulina decide no replicar a un mundo caótico, injusto y violento con su último agente, la muerte, y sí con su opuesto, la vida.
¿Alguien dijo debate Pro-Vida vs Aborto?
Pero una vez más, no es esa la única respuesta posible ni quizás la más justa.
El debate está servido.
“Es cosa mía.
Hay que estar en mi lugar para entenderlo”
El “marketing”, tan importante a la hora de vender cualquier tipo de producto, experimenta un crecimiento exponencial, cuando lo que se quiere es exaltar las virtudes de un filme.
En ese sentido, resulta clave tanto la labor de promoción como la elección de la fecha en la que va a aterrizar en la cartelera.
La Patota es un filme feminista, muy femenino ideológicamente, un elogio contundente a la capacidad de decisión personal, a la inviolable libertad de decisión sobre sí misma, su cuerpo y su proyecto de vida, de una mujer enfrentada como todas las mujeres a un mundo hostil, en el que demasiadas veces, su propio cuerpo físico, es enajenado por varones que sobre él pretenden decidir, ante la terrible situación de ser víctima de una violación en grupo.
La mujer es siempre la dueña de sus extrañas, dolorosas, y respetables decisiones.
Estamos pues, ante un retrato poderoso de un personaje femenino, que marca su independencia, que se enfrenta a la mente/su padre y al corazón/su novio, se rebela contra una previsible carrera exitosa en la judicatura, y se revuelve contra las decisiones que otros toman por ella, colisionando con los convencionalismos al uso, y demostrando que la integridad moral, no conoce de vínculos afectivos, ni de servilismos trasnochados, ni de sumisiones tácitas o expresas.
Independencia ante todo, y con la cabeza bien alta.
Ser iconoclasta, no significa llevar siempre la razón, pero al menos transita su propio camino, y no el camino que trazan los demás, por mucho que digan quererte.
Mientras ser heterodoxo conlleva un precio, pero la protagonista está dispuesta a pagarlo.
Es el peaje de los inconformistas.
En primer lugar, La Patota llegó a los cines, 2 días después de haberse celebrado El Día Internacional para La Eliminación de La Violencia contra La Mujer, hecho que se encuentra íntimamente ligado al argumento del largometraje.
Y el estreno llega a la Argentina, en un contexto que no puede ser obviado:
El 3 de junio, la sociedad al completo, dijo basta a la violencia de género y a los femicidios, con una marcha multitudinaria que se llamó:
#NiUnaMenos, que surgió en las redes sociales con ese hashtag; y que llevó al Congreso, un pedido urgente para que implemente El Plan Nacional de Acción para La Prevención, Asistencia y Erradicación de La Violencia contra Las Mujeres, que está en la ley 26.485, patrocinio jurídico gratuito para las víctimas, el relevamiento de estadísticas oficiales, y educación sexual integral.
La marcha, que convocó 200 mil personas en Buenos Aires, y que se replicó en 90 puntos del país, y del exterior, nació a partir del crimen de una adolescente de 14 años, que estaba embarazada, y fue asesinada por su novio, en la localidad de Rufino, en Santa Fe.
El caso que narra La Patota, genera inmediata identificación con la situación de violencia que enfrentan mujeres, no solo de la Argentina, sino de todo el mundo.

“Cuando hay pobres la justicia no busca la verdad, sino culpables”



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