Stonewall

“Where PRIDE Began”

Es el año 1969.
El sexo homosexual, es ilegal en todos los estados de EEUU, a excepción de Illinois, y castigado hasta con cadena perpetua.
En ese entonces, La Asociación Estadounidense de Psiquiatría, clasifica a la homosexualidad como “un trastorno mental”
Por tanto, ser gay está etiquetado como “perversión sexual” por el gobierno federal, y se dicta no dar trabajo “a quienes lo sufran”
En New York, y en todo el país, escuadrones de redadas en bares gay y casas de baño, son cosas de todos los días; y la policía inventa esquemas y señuelos para atrapar y arrestar a los homosexuales.
Y es que New York tiene la mayor población gay de cualquier ciudad en los EEUU; y el Stonewall Inn, es un refugio para la población LGBTI de la ciudad.
Este es el contexto, en el que se llevarían a cabo uno de los históricos disturbios en defensa del Movimiento de La liberación LGBTI; que dio lugar a que hoy se conmemore El Día Internacional del Orgullo LGBTI, el cual es una serie de eventos que cada año los colectivos lésbicos, gay, bisexual, transexual e intersexual celebran de forma pública, para instar por la tolerancia y la igualdad de su comunidad.
Tal fiesta, tiene lugar el 28 de junio, siendo común desplazarlas al primer sábado anterior o posterior, fecha en que se conmemoran los disturbios de Stonewall, New York, ocurridos en EEUU, en 1969.
El Stonewall Inn, era el bar preferido por los gays de New York; y por aquellos días, era costumbre de la policía, colarse periódicamente en “los bares de ambiente”, tratando de convencer a alguien, para mantener relaciones sexuales, y con esa trampa “cazaban” a la gente, pero su objetivo real era, acabar con los lugares de reunión de gays y lesbianas.
La persecución terminaba con redadas en el lugar, para clausurarlo, deteniendo a todos los que se reunían allí.
El bar en cuestión, está situado en Christopher Street, en el céntrico y tranquilo barrio de Greenwich Village, que era el preferido de la comunidad homosexual neoyorquina más “underground”
Allí acudía una fauna variopinta, integrada por jóvenes universitarios, chicos radicales, “drags”, transexuales, y hasta hombres enchaquetados de aspecto conservador; jóvenes afeminados, descastados, que no tenían nada que perder.
“Éramos ratas callejeras”, escribió el artista Thomas Lanigan-Schmidt, quien aparece retratado con sus amigos en Christopher St., en la noche del motín:
“Puertorriqueños, negros, blancos del sur y del norte, estaba Debby “La Tortillera”, y una loquita asiática que se hacía llamar Jade East.
Vivíamos en hoteles baratos, edificios ruinosos, y hasta en las calles.
Tu hogar era donde estuviera tu corazón.
A la mayoría, nos habían echado de casa antes de terminar el bachillerato”, dijo.
“Las ratas de la calle” no tenían nada, solo juventud.
“Los travestis controlaban la “rockola”, que tenía música de Motown, y en la parte de atrás, había una habitación con luces tenues, donde a veces te dejaban bailar abrazados”, cuenta el reconocido escultor, Martin Boyce, otro veterano del Stonewall que participó en la revuelta.
Y no era fácil dar con un lugar así en Manhattan en 1969.
Amparados por una ambigua ley contra la “conducta escandalosa”, los bares se negaban a permitir que los homosexuales se congregaran, y se les sirviera alcohol.
Pero también eran frecuentes las incursiones de agentes de la policía, quienes efectuaban redadas indiscriminadas que solían acabar en detenciones, entre vejaciones e insultos contra la clientela.
Además, La Mafia coordinaba con la policía una cuota de arrestos que usualmente se producían los martes o miércoles, para que los fines de semana, los dueños de los bares pudieran forrarse cómodamente, pero manteniendo el ambiente de miedo.
Los policías allanaban el local, y exigían identificación.
A los jóvenes de aspecto masculino, los dejaban ir, y se llevaban siempre un camión cargado de travestis que no oponían resistencia.
El procedimiento para llevar a cabo estas redadas policiales, era francamente burdo:
Los agentes se colaban en el bar, a veces con la complicidad de sus propietarios, so pretexto de “cazar” a quienes se prestaban a practicar el sexo, o vulneraban las leyes del estado, fundamentalmente las relativas al alcohol.
Pero en realidad, se trataba de una trampa para acabar con las reuniones clandestinas de activistas gays y lesbianas que empezaban a organizarse tímidamente amenazando el orden establecido con sus tintes revolucionarios.
Igualmente, la afluencia de público de color e hispano a estos locales, suponía un motivo más para que la policía acabara por clausurarlos, y detener a los “sospechosos”
El 28 de junio de 1969, tras una de las frecuentes redadas, la gente no pudo aguantar más la persecución y la represión de la libertad, y estalló el conflicto.
Cientos de gays, se enfrentaron esa misma noche a la represión policial, terminando esa jornada con un muerto, y varios detenidos.
“Los gays nunca habían sido una amenaza para la policía.
Se esperaba que fuéramos débiles, incapaces de defendernos.
Pero ahí estábamos, peleando y atacándolos”, cuenta el escritor estadounidense John O’Brien, quien también participó en el asalto.
Y es que hoy, es difícil explicar que en esa época, ser gay era despreciable…
Si eras negro, parecía que la sociedad entera estaba en tu contra.
Pero si eras gay, la sociedad entera y hasta tu propia familia estaba en tu contra.
Nadie se quedaba en el armario por gusto, simplemente, nadie podía vivir fuera de él.
Los más marginados dentro del grupo homosexual, los afeminados, travestidos, y marimachos, fueron quienes tuvieron el coraje de luchar para crear un cambio social definitivo; y por primera vez, después de innumerables años de represión, este punto de inflexión, hizo nacer y crecer al colectivo con el grito de lucha:
“Gay Power!”
Se da por cierto, que el estado de ánimo de los presentes, después de haberse celebrado el multitudinario funeral de Judy Garland, un icono para la comunidad gay de EEUU, fue lo que les condujo a resistirse, en lugar de someterse pacíficamente, como hasta entonces.
La leyenda cuenta, que cuando la policía irrumpió en el bar, sonaba en homenaje a la artista fallecida, su interpretación de “Over The Rainbow”, que ya entonces era un “Himno Gay”, pues habla de un lugar “"más allá del arco iris, donde los problemas desaparecen, y los sueños se convierten en realidad”
Lo cierto es que, por vez primera, un grupo de gays, lesbianas y transexuales, con el apoyo de un público que contemplaba atónico la brutalidad de la carga policial, hizo frente de forma solidaria a las agresiones de las fuerzas de seguridad, de la ya por entonces “capital del mundo”
Fue la gota que colmó el vaso.
En lugar de agachar la cabeza, como hasta entonces había sucedido, travestis, estudiantes, y otros clientes homosexuales presentes en el bar, resistieron con uñas y dientes contra la carga policial.
Parece que el detonante de la pelea, pudo deberse al coraje inicial de 2 chicas trans:
Sylvia Rae Rivera y Marsha “Pay No Mind” Johnson, quienes lanzaron una botella contra la policía o, más verosímilmente, atacaron a un agente que golpeaba a una de ellas, mientras intentaba introducirla a la fuerza en el coche patrulla.
Sylvia Rae Rivera (1951-2002) fue una activista transexual, huérfano, de ascendencia puertorriqueña y venezolana, miembro fundador del Gay Liberation Front, y Gay Activists Alliance; y con su amiga, Marsha P. Johnson, fundo Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR), asociación dedicada a ayudar a las jóvenes transexuales callejeras sin techo.
Así, ante el acoso de la multitud, los policías se refugiaron dentro del bar, donde quedaron atrapados, y los activistas llegaron a arrancar un parquímetro con el que atrancaron la puerta, impidiéndoles la salida.
Tras destrozar el local, y pedir refuerzos, una desproporcionada fuerza blindada policial de 400 miembros, hizo acto de presencia en la calle Christopher.
La multitud, cada vez más numerosa, de unas 2 mil personas, comenzó a provocar incendios, lanzar piedras desde las barricadas, y organizar numerosas protestas callejeras durante los 3 días siguientes a aquella auténtica batalla campal.
Por su parte, Marsha P. Johnson (1945-1992), ya era una figura muy popular entre el ambiente gay neoyorquino, pero se hizo más famosa aún después de los acontecimientos de Stonewall, en los que tomó parte activa, como dijimos.
Ella era conocida por ayudar a otras travestis, y gente de la calle, siendo considerada como “una madre de arrastre”, y, en particular, fue una mentora para jóvenes como Sylvia Rivera.
Así llegó a convertirse en musa del mismísimo Andy Warhol, quien la inmortalizó en sus fotografías.
Una vida entera dedicada al activismo político, y a ayudar a las transexuales menos favorecidas, no pudo tener peor desenlace:
Su cuerpo apareció flotando en el río Hudson, sin que hasta la fecha se haya descubierto la causa de su muerte.
Otros personajes de Stonewall fueron:
Zazu Nova, una trabajadora sexual que estaba en la primera línea en los disturbios, junto a Marsha P. Johnson.
Darío Modon, un diseñador de moda; Christina Hayworth, y Jayne County.
Ray Castro, de 17 años entonces y un panadero, era de Puerto Rico y en gran medida, uno de los niños del pueblo.
Castro fue uno de los detenidos en Stonewall.
Luchó contra la policía, golpeando 2 de ellos al suelo.
También, rindió para la defensa legal de una lesbiana que fue detenida junto a él, fiel a lo que sus amigos conocían como su naturaleza afectuosa y generosa.
Frank Kameny (1925-2011) & La Sociedad Mattachine:
Su historia inicia cuando el Presidente Eisenhower firma una orden ejecutiva en 1953, etiquetando la homosexualidad como “perversión sexual”, que fue causa de despido de cualquier puesto en el gobierno.
Kameny fue despedido por ser gay, y se abrió con terminación, todo el camino para defender sus derechos hasta La Corte Suprema, que en 1961, se negó a escuchar su caso.
Fue su caso lo que galvanizó a Kameny, para convertirse en uno de “los padres del movimiento de derechos homosexuales”
También, cofundó La Sociedad Mattachine, una de las primeras organizaciones de derechos de los homosexuales en los EEUU; que sería cuestionada más adelante, ya que comenzó a ser vista por muchos activistas más jóvenes, como demasiado conservadora para lograr la liberación homosexual.
Bob Kohler (1926-2007) acogió a muchos jóvenes homosexuales afroamericanos y latinos, él era como un modelo a seguir, mentor y amigo; y se le acredita a menudo por traer más militantes al movimiento de derechos homosexuales.
Seymour Pine (1919-2010); aunque no es un héroe de los disturbios de Stonewall, Pine jugó un papel significativo como el investigador adjunto que dirigió la incursión en el bar.
Al hablar en un evento en el año 2004, Pine remarcó, que “la policía de New York “sin duda tenía prejuicios” contra los homosexuales”, pero no tenía idea acerca de lo que las personas homosexuales estaban a punto de hacer...
En el mismo evento de 2004, se disculpó por el ataque, después de un miembro de la audiencia lo obligara a hacerlo.
Y mientras tanto Pine admite que “no le gustaba la gente gay”, y no tiene nada que ver con la incursión.
David Carter, autor de “Stonewall: Los Disturbios que provocaron La Revolución Gay”, dijo de Pine:
“Hubo un estereotipo que Seymour Pine era un homófobo.
Tenía algunas de las típicas obsesiones e ideas preconcebidas de la época, pero creo que estaba siguiendo estrictamente las órdenes, no tenía prejuicio personal contra las personas homosexuales”
Pine también habría dicho a Carter, que “si he ayudado  a lograr algo en la gente gay, entonces me alegro”
Aquella revuelta de Stonewall, fue el detonante de un verdadero debate en el seno del activismo gay neoyorquino, donde se discutieron posturas enfrentadas sobre la manera de actuar, de cara al futuro, y para sacar a Stonewall, la máxima rentabilidad política posible.
A raíz del levantamiento, se organizaron nuevos grupos que repartieron panfletos, escribieron cartas a la prensa, exigieron justicia, y finalmente, en el aniversario de los disturbios, organizaron una marcha:
Se haría el 28 de Junio de 1970, a plena luz del día, subiendo por la 6ª Avenida desde Christopher St., hasta Central Park.
Lo que ocurrió fue una de las más grandes manifestaciones de jóvenes gays, que comenzaron a proliferar por toda la ciudad.
El “Gay Pride” acababa de empezar, y el Frente de Liberación Gay, era su soporte político.
La marcha empezó con menos de 100 personas, pero por el camino se fueron uniendo más, hasta llegar a unas 2 mil.
“Recuerdo que la cobertura del motín de Stonewall fue un poco rara:
La prensa la ridiculizó, y lo que pusieron en televisión, no te dejaba entender muy bien, qué había pasado”, cuenta el músico Rick Pascual, quien apenas tenía 16 años en esa época.
Desde ese momento, 5 frentes asociacionistas de homosexuales, hicieron acto de presencia en los dominios de EEUU:
New York, Los Angeles, San Francisco, Berkeley, y San José.
Y 10 años después, eran 300 los grupos de liberación abiertos.
Posteriormente, La declaración del Día Internacional del Orgullo Gay, fue propuesta al conmemorarse los 25 años trascurridos desde los sucesos de Stonewall, haciéndola coincidir con la fecha de la revuelta del 69.
Paulatinamente, las manifestaciones han ido transformándose en marchas llenas de un intenso aire festivo, que no es del agrado de todos los LGTBI, por motivos a veces contrapuestos.
El Día Internacional del Orgullo LGBTI reconoce:
1. La existencia de la comunidad, el respeto, y la tolerancia a la diversidad.
2. La exigencia de derechos e igualdad, y la simple alegría de vivir plenamente la sexualidad.
3. Que la comunidad LGBTI, con todo y la controversia, cada vez conquista más espacios y derechos.
4. Años de represión, y una nueva vida con libertad, para ejercer su derecho a la sexualidad.
La noción básica del “Orgullo LGTBI”, consiste en que ninguna persona debe avergonzarse de lo que es, cualquiera sea su sexo, orientación sexual, o identidad sexual.
Sin embargo, el término escogido “Orgullo”, tiene probablemente más sentido, desde un punto de vista filológico, en inglés, que en español.
En efecto, la idea que parece transmitir este concepto, es más bien la de una dignidad intrínseca de cada ser humano, que no debe verse afectado por su conducta, ni orientación sexual.
En tal sentido, la traducción más correcta debería ser “Dignidad LGTBI”
Los símbolos del Orgullo Gay, son la bandera con los colores del arco iris, y los triángulos rosas, que se exhiben en abundancia en estas fiestas.
En la actualidad, una vez superadas las leyes que penalizan las prácticas homosexuales en muchos países del mundo, se reivindican la despenalización en el resto del mundo, y otros asuntos en los que existe discriminación contra los homosexuales, como la legalización del matrimonio homosexual, o el establecimiento de las familias homoparentales, como por ejemplo, la adopción de hijos por homosexuales, el respeto a la identidad sexual de las personas transexuales, y sus derechos al cambio legal de sexo y nombre, y derechos a tratamientos hormonales, quirúrgicos, etc., además de denunciar la transfobiahomo/lesbofobia, aún existente.
En los últimos años, con la cada vez mayor fuerza del Movimiento LGBTI, el elemento político ha estado presente, fuertemente entre las celebraciones, convirtiéndose en un instrumento de presión política a los gobiernos, en favor de los colectivos homosexuales, y contando con una fuerte participación de grupos de izquierda, que han asumido las demandas LGTBI como propias.
Sin embargo, dentro de La Comunidad LGTBI, algunos rechazan la noción de “Orgullo LGTBI”, pues perciben en ella, un énfasis excesivo en la orientación sexual, que no consideran importante, y una falta de discreción y modestia, lo que eventualmente podría perjudicar a la moral pública, las creencias religiosas, o incluso, la propia causa de los derechos de los homosexuales, al dar muestra de estereotipos, o hacer demasiada exhibición de los derechos.
Proponen en cambio, evitar un activismo estridente, a fin de incorporar más fácilmente el discurso por la no diferencia de los homosexuales, a las ideas comunes que marca la opinión pública.
Otros críticos ven en la noción de “Orgullo”, una suerte de desprecio hacia la identidad de cada individuo, pues cada uno, incluso cada homosexual, vive su orientación sexual, sin necesidad de identificarse con un estereotipo determinado.
Actualmente, hay que decirlo, El Día Internacional del Orgullo LGBTI, se ha convertido en una jornada no tan reivindicativa, sino más “fiestera” y de celebración, algo que no sólo no debe ser visto como negativo, sino que seguramente, debería ser el fin último de esta clase de jornadas.
“I'll Take You There”
Stonewall es un drama del año 2015, dirigido por Roland Emmerich.
Protagonizado por Jeremy Irvine, Ron Perlman, Jonathan Rhys Meyers, Joey King, Caleb Landry Jones, Matt Craven, Mark Camacho, Atticus Mitchell, Nathaly Thibault, Andrea Frankle, Jonny Beauchamp, entre otros.
El guión es de Jon Robin Baitz; que sin embargo, los hechos y esta historia, ha sido llevada al cine anteriormente en 1995 por Nigel Finch, en una cinta que la crítica no tuvo en consideración, pero que fue el punto de partida para numerosas películas de temática LGTBI que surgieron en los años 90 y posteriores.
Como dato, Finch falleció poco después del estreno de la película; y en su obituario, The Independent recuerda su paso por la BBC, a donde llegaba en moto:
“Su trabajo ha inspirado a la temática cinematográfica gay británica”
Y bueno, años después, el cineasta abiertamente gay, Roland Emmerich, que hasta tiene novio, y que no descarta tener un niño, pues su pareja lo desea profundamente… ha trabajado y se ha sentido preocupado por la comunidad LGBTI, siendo sido reconocido recientemente por la organización GLAD.
Como dato de su activismo, el director alemán de 59 años, en 2006, donó $150 mil al Legacy Project, una campaña dedicada a la preservación del cine gay y lésbico en EEUU; e hizo su donación a favor del OutFest, la mayor donación de la historia del festival; y en el 2007, en defensa de la comunidad LGBTI, celebró una recaudación de fondos en su casa de Los Angeles, para la candidatura presidencial de Hilary Clinton al Partido Demócrata de los Estados Unidos.
Así llegó su deseo de filmar Stonewall, haciéndose público en 2013.
Cuando se supo que Roland Emmerich, iba a dirigir una pequeña película de $14 millones sobre los violentos disturbios que ocurrieron en el bar de Stonewall, en el New York de 1969, el mundo cinéfilo empezó a temblar.
Que “el maestro del caos y la destrucción”, “el rey del apocalipsis fílmico”, se pusiera a retratar unos hechos históricos tan sensibles como estos, a modo de drama intimista era algo que nunca habíamos visto en su filmografía.
Pero, en el fondo, si lo piensas bien, que un hito tan importante en la historia, sea filmado por el especialista en lo grandioso, daba un “plus” de curiosidad a la propuesta; pero también por mostrar en público, un abierto compromiso con la causa LGTBI, como director abiertamente gay.
Fue después de trabajar activamente con la comunidad de jóvenes LGTBI, del Gay & Lesbian Center de Los Angeles, que Emmerich decidió que ya iba siendo hora de trasladar de manera fidedigna, el origen del movimiento gay a la gran pantalla:
“Siempre he estado muy interesado en contar esta historia, pero siento que el momento nunca ha sido tan oportuno como ahora”
Y lo ha hecho a través de un drama histórico, que sigue a un grupo de jóvenes, muchos de ellos expulsados de su hogar, que se involucran con la causa de Stonewall, para escapar de la marginalidad y formar una nueva familia.
El guión, que firma el también abiertamente gay, Jon Robin Bates, no se limita a recrear los míticos disturbios, sino que hará un repaso por 45 años de lucha LGTBI.
Stonewall se rodó en Canadá, donde de acuerdo con el director, se construyó toda la locación.
No se hizo en New York, por cuestiones económicas.
La recreación de Greenwich Village, alrededor de 1969, se hizo en un antiguo taller de reparación de trenes.
Estamos en junio de 1969, cuando una serie de hechos desembocaron en violentos disturbios en el bar Stonewall Inn de Greenwich Village, frecuentado por gays y transexuales.
Este fue el punto de partida de los movimientos que reivindican la igualdad de derechos de la población homosexual; donde la mayoría de sus asistentes frecuentes, eran provenientes de la pobreza y el abandono de sus propios familiares.
Así se narra todo, a través de los ojos de Danny Winters (Jeremy Irvine), cuando es repudiado por su familia conservadora por ser gay; huye de sus padres y de su pequeño pueblo rural, en busca de aceptación dentro de la comunidad, quienes luchan para sobrevivir el día a día, y lograr aceptación dentro de una sociedad que los margina.
Hay que tomar en cuenta que Danny es un personaje ficcional que Emmerich toma como recurso formal para narrar el relato, y lo utiliza para que el espectador empatice con él, y ejerza de guía en la historia.
“It Ain't Fair, But It's Fun”
Roland Emmerich, conocido por producir grandes “blockbusters”, se lanza al drama intimista, en su personal retrato de los altercados de 1969, en el bar Stonewall de New York.
Y es que cuando Roland Emmerich se propone a hacer una buena película, lo logra, y más si es alejado de la ciencia ficción/acción.
El guión de Stonewall, evidentemente utiliza licencias dramáticas para abrir criterios sobre los hechos, y usa toda la diversidad de la comunidad para colocar puntos de vista.
Empecemos diciendo que Stonewall no es LA película definitiva, es más ficción que un “biopic” del centro nocturno; pero se deja ver muy bien:
Personajes/actores carismáticos, buen uso del montaje, excelente ambientación, obvio; y lo mejor:
El Mensaje.
Stonewall no significó un acontecimiento en EEUU; lo que sucedió allí, nos pasó a todos.
Stonewall, también es una historia de supervivencia, la de todos los homosexuales que el 28 de junio de 1969, cansados del acoso y las redadas a las que la policía les sometía por su condición sexual, decidieron rebelarse.
Aquella pionera hazaña, que se conmemora anualmente con la celebración del Orgullo Gay alrededor del mundo, fue el primer paso en la larga carrera por el reconocimiento de los derechos LGTBI, y marcó el inicio del activismo gay, tal y como lo conocemos.
Pero el resultado según la mayoría de los especialistas en cine ha sido uno de los fracasos críticos, más resonantes del 2015, que fue destrozado también por el público, que incluso llegó a boicotear la película, por las infidelidades argumentales que presenta, modificando los hechos reales; y de inmediato, le cayeron encima chinches por su versión “blanqueada” y anti trans de los legendarios sucesos que se consideran el principio de la lucha LGBTI moderna; como un drama desaforadamente mal calibrado, que flirtea con la historia del nacimiento del movimiento pro derechos gay.
Y ahí tenemos justamente el motivo que arruinó a Stonewall:
Cambiar ciertos detalles para enriquecer la trama, es algo aceptable; pero reescribirlos para imponer algo que no fue como se muestra, es un hecho que no puede ser pasado por alto.
Es así como los hechos son llevados adelante por Danny, un típico personaje que representa a la comunidad, pero desde la perspectiva más políticamente correcta:
Él es blanco, bien parecido y curiosamente, siendo el único que se deja en claro, tiene un futuro fuera de las calles; dejando de lado a las travestis icónicas de esa noche, que ofician de adorno secundario para su lucimiento.
Se considera, que el público meta de Stonewall, es heterosexual y blanco, ya que sólo es capaz de empatizar con un protagonista que sea hecho a su imagen y semejanza.
Ya que aquí, la homosexualidad es obligada, faltaría más, director, guionista y productores, prefieren a un protagonista inventado, perfectamente estadounidense, y naíf; antes que la realidad, diversa y compleja de un modo bastante alejado de los anuncios de publicidad de alta moda.
Y es que el recurso de “el público se identifica con”, es un viejo conocido en Hollywood; y la razón por la que los estadounidense siempre eran los héroes de las películas, provoca falsear incluso la historia, en un arco argumental “copy/paste” de otras decenas de “coming of age dramas”
Es esa incoherencia, entre el tema del que se habla, y en qué términos aparece planteado, lo que convierte a Stonewall, en una película tramposa y deshonesta.
Por si eso no fuera suficiente, casi todos los colectivos que realmente participaron, quedan completamente ninguneados.
¿Las lesbianas?
Olvidadas.
¿Los transexuales?
Casi desaparecidos.
¿Los “Drag Queens”?
Representados de forma secundaria por la figura de la activista Marsha P. Johnson (Otoja Abit), uno de los escasos personajes reales que se retratan, y que funciona casi exclusivamente como refuerzo cómico.
De hecho, se ha criticado el hecho de Johnson, quien celebraba su cumpleaños número 25, la noche que comenzaron los disturbios, apenas figura como un personaje secundario.
Stormé, es encarnada por una mujer blanca; mientras que Rivera ni Miss Major, siquiera aparecen.
De igual modo, fueron trascendentales figuras como Ray Castro o Sylvia Rivera; o cualquiera de las prostitutas y chaperos anónimos que estuvieron allí.
En vez de elegir las apasionantes vidas reales de uno de estos personajes para Stonewall, el director decide inventarse a un blanco por dentro y por fuera:
Danny Winters.
La razón es obvia:
Busquen fotos del actor que lo interpreta, Jeremy Irvine; y a continuación imágenes de Marsha P. Johnson, Ray Castro o Sylvia Rivera…
No se trata sólo de belleza hollywoodiense, sino de raza, género, y de tener un aspecto “normal”, para pasar desapercibido, y poder ser aceptado del todo en la sociedad.
Una parte de la hetero-normatividad, recordemos que en campos tan masivos como el fútbol, sigue siendo un tema tabú; ya no percibe como una amenaza la diversidad sexual, pero sólo si se somete a lo que ella dicta que es “correcto”
Es decir, ser gay, ya no estará mal visto, pero sólo si se es también atractivo, a ser posible rico, y haces lo que se espera de ti.
Si eres, en definitiva, como los personajes encarnados por Jeremy Irvine, o Jonathan Rhys Meyers en esta película.
Si eres como el personaje de Jonny Beauchamp, Ray/Ramona, latino, y de género no definido, estás destinado a vivir en los márgenes, en el “underground”, a que el rubio protagonista, no te ame jamás.
De la implicación de la comunidad afroamericana gay, se puede decir prácticamente lo mismo.
Puestos en claro, en la hora y media previa a los disturbios, se nos cuenta la historia de Danny, su amistad con un grupo de chaperos de Greenwich Village, su romance con compañero en el pueblo donde vivía, etc.
De las consecuencias de los disturbios se dice poco, por no decir nada; un evento fundamental en la lucha por la igualdad de la comunidad LGBTI.
Un evento que, en una película de 130 minutos, se extiende durante 10, tal vez 15 minutos, y no más.
¿Por qué se llama “Stonewall” entonces?
Lo que se ha hecho, es desvirtuar la historia de mala manera, y convertir al rubio bello bellísimo, no solo en parte de la historia, sino en protagonista de las revueltas.
La prueba es que “el dios griego” es el primero que tira un ladrillo, y que inicia los enfrentamientos con la policía; robándoles el protagonismo a los que de verdad lo tuvieron:
Travestis latinos y negros, lo más bajo de la sociedad, que por medio de esta acción casi heroica, nos pusieron a todo LGBTI, en “el camino de baldosas amarillas” que lleva al orgullo.
Por su parte, los luchadores de la libertad de Emmerich, no hablan como seres humanos, sino como portavoces políticos, diseñados para expresar las ideas más simples, para las mentes más simples.
Tommy Lanigan-Schmidt, último superviviente de los jóvenes que iban al Stonewall, explica que las palizas homófobas de la policía, ocurrían tal cual, igual que algunos policías buscando sexo gay; pero que ningún chico de la calle habría rechazado un plato de comida como lo hace Danny en un momento de la película...
Pero todos coinciden en una cosa:
La visión de Emmerich sobre la historia de Stonewall, no tiene demasiado que ver con la historia real, y a pesar de que Emmerich ha insistido en que Danny era un simple catalizador, al final ha resultado ser más protagonista que los verdaderos protagonistas.
Se podrá alegar que no estamos ante un documental, sino ante una ficción, y en las ficciones se permiten licencias, pero que Emmerich y el estudio hayan decidido tirar por el camino del protagonista blanco inmaculado, es un síntoma preocupante de algo que se viene observando desde hace tiempo, y de lo que Hollywood se hace eco de forma inconsciente:
Ya puedes ser gay, o incluso transexual, pero sólo del modo adecuado en el que hay que serlo.
Otros pueden ver el hecho que Danny haya sido “el protagonista”, sobre todo en el hecho de haberle arrebatado el ladrillo a Marsha, por “la carga de responsabilidad de la clase acomodada blanca, que sabía que en su seno ocurrían repudios hacia miembros de la comunidad”
En Stonewall, también hay denuncia de la corrupción policial de la época, pero contada de mala manera, que casi le da más importancia que a la propia revuelta en sí, y poco más.
Y bueno, al final, con la madre y la hermana saludando al pariente en la manifestación, es lo típico para cerrar un filme de Disney.
Contestando a las críticas, el director asegura que “el público verá que Stonewall honra profundamente a los activistas de la vida real que estaban allí, incluyendo a Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y Ray Castro; y todos los valientes que provocaron el movimiento de derechos civiles que continúa hasta nuestros días”
Emmerich dice en los títulos de crédito finales, que Stonewall es un homenaje a todos los desconocidos de aquellas calles de Greenwich Village que sufrían, día tras día, vejaciones y palizas en las redadas de la policía, pero en realidad, los caricaturiza.
El caso más flagrante, es el del sobreactuado Orphan Annie (Caleb Landry Jones); y es curioso, porque cuando más se necesita a Roland Emmerich grandilocuente, es cuando más intimista se pone…
Aunque la historia de “Danny” bien pudiera ser la de muchos otros que sufrieron discriminación, lo que sucedió en Stonewall fue gracias al valor de:
Sylvia Rivera, una mujer trans puertorriqueña; Marsha P. Johnson, un transformista de raza negra; la activista trans de raza negra, Miss Major; Stormé De Larverie; y Brenda Howard, feminista bisexual; quienes comenzaron los disturbios al tirar sus tacones, botellas, y puños contra la policía, en protesta por el abuso y hostigamiento que sufrían diariamente.
En resumen, sí, es fantástico que Roland Emmerich haya querido llevar esta historia a la pantalla grande, es un momento en que una comunidad despreciada, decidió luchar por sus derechos, lucha que continua hoy con grandes victorias como la reciente decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos sobre el matrimonio igualitario.
Tristemente, esto demuestra que los prejuicios, muchas veces tiene que ser combatidos desde adentro, siendo Emmerich, un hombre abiertamente gay, aunque se desconoce si ha tenido problemas por ello en Hollywood, aparentemente, no.
La razón:
“Los Blockbusters”
“I Say A Little Prayer”
Los hechos de Stonewall, fueron una lucha que sigue viva.
Y es que a pesar de los avances conseguidos en algunos países, las relaciones homosexuales siguen siendo perseguidas en 79 países y territorios de todo el mundo.
Exactamente HOY, hace 47 años, tuvo lugar la redada policial en el Stonewall Inn, un bar gay donde fueron atacados y detenidos, clientes que se encontraban pacíficamente reunidos, provocando una oleada de protestas reivindicativas que duró 6 días; y una serie de acontecimientos violentos que enfrentaron a policía y activistas.
Hace unos días, tras una votación unánime por parte del Comité de Preservación de Sitios Históricos de New York, se ha decidido que el icónico bar localizado en la calle Christopher, se convierta en el primer bar designado como Monumento Histórico; justificado por el papel fundamental que ha desempeñado este lugar en el desarrollo de los derechos civiles de LGTBI del mundo; siendo ratificado por El Presidente Barack Obama.
Bajo esta nueva designación otorgada, el bar no podrá ser remodelado o demolido, y sus propietarios tendrán el deber de mantenerlo y conservarlo como si de cualquier otro monumento histórico de la ciudad se tratara.
Como dato, El Stonewall Inn, prácticamente permaneció cerrado desde las protestas que se produjeron tras la redada.
El local cerró a finales de 1969, y el espacio fue usado como una tienda de bagels, una tienda de zapatos, y un restaurante de comida china, en los años 1970 y 1980; pero en 1990, la mitad del edificio reabrió como una taberna llamada Stonewall, y en 2007, el edificio entero fue recuperado, y volvió a tomar el nombre de Stonewall Inn.
Ahora se pretende recuperar su esencia original, y mantenerla en el tiempo.
Y es que Stonewall Inn representa lo que Selma representa para El Movimiento de Los Derechos Civiles, y lo que Seneca Falls representa para La Lucha por Los Derechos de Las Mujeres.
Hay que tener presente, qué suponía realmente los movimientos contraculturales y las reivindicaciones sociales en los EEUU de los 60:
Los gays, los negros, las feministas… no luchaban para tener que vivir igual que los varones blancos privilegiados que detentaban el poder político, social, económico, y cultural desde siglos atrás.
Luchaban, y siguen luchando, para tener la libertad de vivir a su manera, sea esta cual sea.

“Just Be Yourself”



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