Hail, Caesar!

“Lights.
Camera.
Abduction”

La industria cinematográfica estadounidense, ha tenido un profundo efecto en el cine alrededor del mundo desde inicios del siglo XX.
Su historia se divide en ocasiones, en 4 períodos principales:
La Era Muda o Silente, El Cine Clásico de Hollywood, El Nuevo Hollywood, y El Periodo Contemporáneo, éste a partir de 1980.
En particular, El Cine Clásico de Hollywood, es una caracterización que refiere a un modo institucionalizado de producción cinematográfica.
Tal forma de producción, resultan de un proceso global, que asumió formas particulares de acuerdo a situaciones locales concretas:
Recursos financieros, técnicos y humanos, características del público, tradiciones, y convenciones artísticas, etc.
En este caso, la industria cinematográfica estadounidense, logró una posición privilegiada a mediados de la década de 1910, ya que poseía una industria en consolidación, y La Primera Guerra Mundial, en vez de ocasionarle inconvenientes, significó una valiosa oportunidad, en tanto le facilitó abastecer los mercados que los países europeos habían descuidado, dadas las limitaciones impuestas por la confrontación bélica.
En este sentido, El Cine Clásico de Hollywood, no hace referencia exclusivamente a ciertas convenciones formales, ni a un conjunto de películas específicas, sino que es un sistema de práctica cinematográfica.
Ésta consiste, en una serie de normas estilísticas, ampliamente aceptadas, que constituyen un sistema integral de producción cinematográfica, que a su vez las soporta a ellas.
Estas normas, constituyen una determinada serie de supuestos, acerca de cómo debe comportarse una película, acerca de qué historias debe contar, y cómo debe contarlas, del alcance y las funciones de la técnica cinematográfica, y acerca de las actividades del espectador.
Estas normas, formales y las funciones, se crearán, tomarán forma, y encontrarán apoyo dentro de un modo de producción; un conjunto característico de objetivos económicos, una división específica del trabajo, y modos particulares de concebir y ejecutar el trabajo cinematográfico.
De hecho, los historiadores del cine, utilizan los términos “Edad de Oro de Hollywood” y “narrativa clásica de Hollywood”, para designar a la vez, un estilo visual y de sonido para películas, y un modo de producción utilizados en la industria cinematográfica de EEUU, aproximadamente entre 1910 y 1960.
El estilo clásico, significa entonces, fundamentalmente, un cine basado en el principio de la continuidad o en la edición con un estilo “invisible”
Es decir, la cámara y la grabación de sonido, no deberían llamar la atención del espectador.
En esa época, las películas en los estudios de Hollywood, se rodaban de forma parecida a la que se utilizaba para ensamblar los coches en las cadenas de montaje de Henry Ford.
No había 2 películas exactamente iguales, pero la mayoría seguían un género:
Western, comedia, cine negro, musicales, cine de animación, cine biográfico, etcétera, y los mismos equipos creativos, solían trabajar en las películas producidas por el mismo estudio.
Por ejemplo, Cedric Gibbons y Herbert Stothart, siempre trabajaron en las películas de la MGM; Alfred Newman trabajó para la Twentieth Century Fox durante 20 años; casi todas las películas de Cecil B. De Mille, fueron producidas por la Paramount; las películas del director Henry King, fueron en su mayoría rodadas para la Twentieth-Century Fox, etc.
Se podía llegar a adivinar, qué estudio había producido cada película, solo por los actores que aparecían en ella; pues cada estudio tenía su propio estilo y su toque característico que hacía posible averiguarlo, una cualidad que no existe en la actualidad.
Los personajes, por su parte, son claramente definidos desde un comienzo, y generalmente presentan personalidades estables en todo el filme, lo cual sumado a una historia casi siempre estructurada en torno a un estado de equilibrio, la ruptura de éste y, finalmente, su restablecimiento, hacen que el espectador sea conducido a través de la película.
De hecho, los productores, rápidamente se percataron de la “rentabilidad” de algunos actores que superaba al resto; por tanto, comenzaron a preocuparse seriamente de la elección y lanzamiento de sus estrellas.
Así nace entonces el “star system” o “sistema de estrellato”
Era común difundir biografías ficticias, a fin de captar la audiencia; así como su vida íntima, sus bodas, sus divorcios, sus escándalos fabricados, etc., se transforma en producto consumible por fanáticos, que la publicidad y las revistas se encargan de distribuir.
Y es que los principales estudios, tenían a miles de personas en nómina:
Actores, productores, directores, escritores, especialistas, mecánicos, y técnicos.
También poseían cientos de teatros en ciudades y pueblos, repartidos por todo el país; teatros que proyectaban sus películas, exclusivamente, y que siempre necesitaban material fresco.
Pero con la llegada del Cine Clase B, propició las condiciones para que los cineastas experimentaran y crearan nuevos lenguajes, o abordaran temáticas menos comunes, evidentemente cambiando y transformando los estudios, el sistema de estrellas y la exclusividad del cine en teatro, pues también llegada la TV a las casas como un gran rival en la producción de entretenimiento.
“Would that it were so simple!”
Hail, Caesar! es una comedia del año 2016, escrita y dirigida por Joel & Ethan Coen.
Protagonizada por Josh Brolin, George Clooney, Alden Ehrenreich, Tilda Swinton, Scarlett Johansson, Channing Tatum, Ralph Fiennes, Max Baker, Veronica Osorio, Heather Goldenhersh, Frances McDormand, Jonah Hill, Clancy Brown, Christopher Lambert, Alison Pill, Wayne Knight, John Bluthal, Robert Picardo, Fisher Stevens, Patrick Fischler, Tom Musgrave, David Krumholtz, Emily Beecham, Dolph Lundgren, Agyness Deyn, entre otros.
Los hermanos Coen, están empeñados en escribir y dirigir historias, además de montarlas y producirlas, para que unos pocos, lo que ellos mismos denominan como “su pequeño público abstracto”, o mejor dicho, “sus feligreses”, por el contexto en el que nos movemos, sean incapaces de perder la fe en el cine.
Y nos entregan Hail, Caesar!, una historia personal, sobre un ejecutivo, pero en ocasiones se perfila como obvia en su interés burlesco de la industria de Hollywood.
Ambientada en 1951, el narrador (Michael Gambon), nos sitúa en una época transitoria para la industria del cine:
El sistema de estudios estaba desapareciendo, y una ley de La Corte Suprema de los Estados Unidos, había forzado a los estudios a deshacerse de sus cines.
La televisión, en ese entonces todavía en sus primeros años, amenazaba con quitarle público al cine.
La Guerra Fría y “el temor rojo” estaban en progreso; y Hollywood respondía, creando productos escapistas:
Westerns, espectáculos acuáticos, y de danza altamente coreografiados, y, como sugiere el título de la película, películas épicas sobre los romanos.
Así las cosas, Hail, Caesar! es una historia ficticia de Eddie Mannix (Josh Brolin), un “mediador” de la vida real, que mantiene los escándalos de los actores fuera del conocimiento de la prensa, trabajando en la industria del cine de Hollywood durante los años 1950.
Su tarea como “Fixer”, no puede dejar que las malas lenguas de Thora Thacker/Thessaly Thacker (Tilda Swinton), se enteren de que una estrella está siendo infiel, o está embarazada; o es gay, o loco, o un bastardo comunista.
El simple hecho de que las columnistas sean gemelas, y representen cada una, la cara del amarillismo, es motivo de risa dado el absurdo pero existente vínculo con la realidad.
Por lo que Mannix intenta descubrir, que le sucedió a un actor estrella:
Baird Whitlock (George Clooney), desaparecido durante la filmación de una película; que es la producción más grande del estudio:
“Hail, Caesar!: A Tale Of The Christ”, una cinta épica, ambientada en la antigua Roma.
Por lo que sabemos, Whitlock despierta en la habitación de una gran mansión a orillas del mar, en Malibú, y es allí cuando conoce al futuro:
¡Los comunistas!
Un grupo de guionistas molestos, porque en cada éxito no reciben un céntimo.
Sin embargo, Baird intrigado por el grupo de estudio, a sabiendas del “secuestro”, pasa las tardes discutiendo sobre la dialéctica y el “Kapital” de Marx.
En torno al film que se está rodando en la ficción,  “Hail, Caesar!: A Tale of the Christ”, encontramos a todo tipo de personajes que rodean el mundo cinematográfico:
Actores, directores, una columnista del espectáculo, un cineasta europeo, varios guionistas comunistas, legionarios y centuriones romanos, además de esclavos, muchos extras, también camareras chinas, e incluso una actriz que se queda embarazada repentinamente, cuando su película está a punto de empezar la fase de producción…
Así, Hail Caesar! es básicamente, un día en la vida de este “policía de estudio”, cuyo real trabajo es mantener todo bajo su “religión”
“Bendíceme, Padre, porque he pecado”, son las primeras palabras que escuchamos de Mannix, exacerbado católico y anticomunista acérrimo, carga su propia cruz para redimir los pecados de su equipo.
Él no tiene horarios, trabaja a destajo, no es consciente de la perversidad de los actos a los que le somete su profesión, mientras que, por otra parte, se arrastra cada 24 horas hacia el confesionario, hasta casi exasperar a su paciente confesor con ridículos pecados que no harían sonrojar ni a un niño de 7 años.
Por su cuenta, Eddie es un desorden inseguro…
Rondando el estudio, pero él es un león en miedo; trabajando para Capitol Pictures, Mannix hace que este ejecutivo sea como una niñera de altos niveles; y “los bebés”, son presentados de la mejor manera:
DeeAnna Moran (Scarlett Johansson), es una delicia como la actriz que brilla dentro de una piscina, al modo que lo hizo Esther Williams, que utiliza su boca como arma letal.
Burt Gurney (Channing Tatum), es un golpe de gracia como un actor que canta y baila, a lo Gene Kelly, con una interesante agenda político comunista, en una mezcla paródica con James Cagney, pues el número musical que baila, es muy similar al “Shanghai Lil” de “Footlight Parade” (1933)
La nueva cara, sin dudas es Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), como el vaquero estrella  del estudio, al estilo Roy Rogers, un auténtico cowboy, que es puesto en situaciones poco usuales para él, situaciones que volverán loco al controvertido director, Laurence Laurentz (Ralph Fiennes), con unos diálogos memorables; que éste último, bien podría ser un cruce entre los realizadores George Cukor, Laurence Olivier y Vincent Minnelli.
Al final, el botín que pidieron los comunistas como rescate de la estrella del cine péplum, termina en el fondo del mar.
Burt Gurney, se marcha a Rusia; el pelele cowboy, Hobie Doyle, termina siendo el héroe que rescata a Whitlock, quien repite las ideas en defensa del “hombre corriente”, hasta que Mannix le abofetea y le exige volver al plató, y convertirse en estrella…
En definitiva, con un sentido absurdo, esta comedia es un expreso y superficial encuentro con la industria del cine de los 50, una época en la que no todo fue tan dorado como lo perfila la historia.
Y Hail, Caesar! usa dentro de ella, películas en general horribles, para mostrar que mientras todos recordamos el año 1946 por obras como “The Yearling” y “Notorious”, también nos dio “Tarzan and the Leopard Woman”
Los Coen citaron sus propios ejemplos de películas y actuaciones malas de la época que vieron en la televisión durante su niñez, como “That Touch of Mink” (1962), y Laurence Olivier utilizando maquillaje color caoba, junto a Charlton Heston en “Khartoum” (1966)
“Nos encantaban esas cosas.
Sólo que no nos dábamos cuenta, de que estábamos mirando basura”, dijo Joel Coen.
“It's complicated”
A lo largo de sus carreras, los directores de cine van cultivando un cierto estilo que los diferencia del resto, otorgándoles una impronta personal a sus obras.
Se trata de una de las consecuencias propias de trabajar en el ámbito artístico, donde las características inherentes del autor, pasan a definir aquello que crean.
Esto es especialmente notorio en el caso de los hermanos Coen, cuya visión del mundo, se ve reflejada de manera fiel en sus películas, las que pueden ser identificadas casi de inmediato por el tipo de humor que tienen, el énfasis que se le da a ciertas ideas, o los personajes que las protagonizan.
Los talentosos Coen, hacía más de 10 años que querían hacer Hail, Caesar!, y hay que decir que resulta un interesante ejercicio de considerada veneración a todo un mundo del que ellos mismos reconocen ser grandes admiradores:
Cine dentro del cine, con un reparto notable de actores, una hipnótica elaboración, y puntuales momentos memorables; Hail, Caesar! lo tiene todo, y se transforma en una superproducción, o varias dentro de otra.
Acá hay mucho amor por el cine como arte, y el cine como industria, más allá de la sátira y las críticas justificadas.
Los Coen juegan un rato con estos modos de producción que fueron abandonados por productos más “naturalistas” y de “autor”, y se nota la nostalgia en sus imágenes.
Usando como marco narrativo, al ficticio estudio Capitol Pictures, Hail, Caesar! explora los diferentes géneros cinematográficos que existieron durante los años 50, como los western de serie B, los musicales que protagonizó Gene Kelly, los espectáculos coreografiados que hacía Busby Berkeley, los dramas románticos, y las películas épicas basadas en La Biblia; y lo hacen a modo de homenaje a La Era Dorada de Hollywood, una carta de amor a los grandes estudios de entonces, pero salpicada con un toque de ironía; un canto a la factoría de sueños, al tiempo que abre el telón para revelar el poco halagador funcionamiento de la industria del cine en su apogeo.
Todo transcurre en los años 50, un periodo en el que la espléndida fachada de la industria cinematográfica empezaba a agrietarse.
Los grandes estudios se enfrentaban a la llegada de un nuevo rival, la televisión.
Tampoco eran ajenos a los cambios políticos y sociales posteriores a La Segunda Guerra Mundial, entre los que podemos incluir, la histeria producida por el “amenaza roja” y La Guerra Fría.
Por lo que Hollywood respondió a las amenazas, reales o imaginarias, ofreciendo al público, enormes producciones escapistas, como las epopeyas bíblicas en pantallas panorámicas, atrevidos musicales en Tecnicolor, auténticos espectáculos acuáticos, así como un sinfín de películas del Lejano Oeste…
Ahí arranca una trama de misterios y conspiraciones con el trasfondo sociopolítico más inesperado que se les ocurra.
En medio, tenemos musicales impactantes, jóvenes actores que intentan ampliar su rango de interpretación, y a Mannix, que piensa seriamente abandonar este trabajo por uno mejor.
Nuestro personaje principal, el “Fixer”, es una simple esponja ante lo extremadamente “sucio” de la industria de la época.
Muchos catalogan a Hail, Caesar!, como una película sobre “cómo se hacía cine en los años 50”; y en mi opinión, es un vistazo a lo oscuro de la industria, a lo que ocurría detrás de cámaras, mientras se creaba el perfecto mundo de las películas.
Lo que ocurre a partir de ahí, es algo ya familiar en las películas de estos directores de Minnesota.
La trama avanza gracias a una serie de coincidencias, malentendidos y equivocaciones, culminando en un desenlace modesto, que confirma la idea de que lo realmente importante en este relato, no es la historia que se cuenta, sino que cómo es contada.
Los Coen, siguen siendo los Coen:
Su material está filtrado por la misma capa con la que han hecho sus últimas películas.
El humor negro y la sátira en un escenario colmado de grandes estrellas, haciendo papeles que nos hacen preguntarnos:
¿Qué demonios hacen ahí?
El principal atractivo de Hail, Caesar!, está en la atmósfera absurda que logra crear, a través de la energía y el colorido de la época retratada.
Desde lo técnico, con el maravilloso director de fotografía Roger Deakins; el diseñador de producción Jess Gonchor, y el diseñador de vestuario, Mary Zophres, crean una espectacular dicha visual, cada encuadre, cada secuencia, cada movimiento de cámara, son impecables.
Aunado a los duelos interpretativos, el mágico manejo de las sombras y luces, los toques de humor caustico, la acertada voz “en off”, que oficia de narrador, y sirve para cambiar la acción; la simbólica fotografía y el sabor a antiguo que destila el film, hacen de esta película una obra estimulante, desconcertante, y brillante.
De entrada, los realizadores nos sumergen en el detrás de bambalinas de una época signada por el “star system” y el “studio system”, donde los ejecutivos eran amos y señores de sus “propiedades”, y podían contralar cada aspecto de la vida de sus actores y realizadores.
Un sistema bastante cruel, pero los Coen se encargan de jugar con la parodia, la crítica y, de paso, homenajear una de las épocas más fructíferas de la industria del Séptimo Arte:
La de las grandes producciones filmadas en set magistrales, y del glamour de sus grandes estrellas, que eran mucho más de lo que aparentaban delante de las cámaras.
Cada personaje, tiene su correlativo en la realidad, clásicas estrellas de Hollywood que no hace falta conocer para captar los chistes y el mensaje no tan sublime.
Es obvio que el reparto, enorme en sus dimensiones, y en su acumulación de talento; los Coen son gigantes de los pequeños papeles, maestros de la distracción, embaucadores de los gestos y los giros entre líneas, los detalles; está estupendamente dirigido, aunque aquí llama especialmente la atención, el despliegue vocal del elenco; que en la versión original, es un gustazo.
Josh Brolin camina con paso firme en un papel icónico, un regalo para él; porque sale de sí mismo, para emerger como el hombre que domina su entorno, y paga un precio por ello; aunque disfruta como tuerto en el reino de los ciegos.
Curiosamente, sí existió un productor llamado Joseph Edgar Allen John “Eddie” Mannix, que fue el vicepresidente de la MGM durante La Época Dorada de Hollywood, entre los años 40 y 50.
Su figura está rodeada de polémica, pues siempre se sospechó de su participación en la muerte de George Reeves, estrella de los años 50, famoso por encarnar a “Superman” en la serie de TV de aquellos años.
El motivo de la sospecha de Eddie Mannix, era que su mujer, Toni, mantenía un romance “secreto” con Reeves…
Así, Hail, Caesar! ofrece detalles cinéfilos bastante curiosos, así como gamberradas de los Coen con su círculo de actores fetiche:
George Clooney, que había realizado para ellos, ya bastantes interpretaciones de personajes bastante estúpidos, realiza aquí su papel estelar en dicha línea, haciendo de bufón absoluto.
Según sus propias palabras:
“Los Coen siempre me ofrecen papeles de cabeza hueca.
Cuando me llamaron para rodar “Burn After Reading” (2008), me dijeron:
“Escribimos este personaje pensando en ti…
Y ahora me pregunto:
“¿Qué les pasa conmigo?”
Una parodia del viejo Hollywood, y al mismo tiempo un homenaje; Hail, Caesar! es cínica y es tierna, y tiene tanto de crítica como de añoranza.
La sátira está servida, pero no va mucho más allá, pues se queda en la superficie.
El problema principal que hay con el guión de los Coen, es su inminente arrogancia y la necesidad de extenderse en detalles que no aportan demasiado a la historia, que siendo poco seria, es también interesante.
Por medio de la inclusión de sub historias, y por consiguiente, demasiados personajes; pierde la perspectiva rápidamente, y deja muchos cabos sueltos; como personajes que aparecen y desaparecen con un histrionismo muy divertido:
Muy destacable Alden Ehrenreich, que vendría a ser una mezcla entre Roy Rogers y Ricky Nelson, como el vaquero carismático tan hábil con el lazo, como torpe con las palabras.
Con su personaje, los Coen despliegan todo su cinismo.
Ralph Fiennes, es un estirado director inglés, con mucha pluma de dramas de renombre, desesperado porque el estudio le ha impuesto como actor principal a una estrella del western, incapaz de pronunciar 2 palabras seguidas, una de las escenas más divertidas y delirantes.
Frances McDormand brilla en un breve papel que tiene una escena memorable…
Tilda Swinton, interpreta a 2 periodistas gemelas que merodean por los estudios a la caza de alguna exclusiva, son 2 carroñeras de la prensa amarillista, alter egos de las influyentes columnistas de la época Heda Hopper y Louella Parsons.
Scarlett Johansson, es una actriz con una imagen dulce e inocente, que en la intimidad, no tiene nada de dulce ni de inocente.
Channing Tatum, tiene otra escena memorable, con un gran número musical vestido de marinero, cantando y bailando, en lo que es una turbadora mezcla de extraordinario coreografía con altas dosis de reminiscencias homoeróticas, que está fenomenal; y Jonah Hill, un abogado al que recurren para soluciones poco éticas.
Y aunque el secuestro de Clooney tenga mayor cantidad de minutos, lo cierto es que todos los personajes aportan lo suyo en ese retrato colectivo, hecho con amor e ironía.
Como la voluptuosa bailarina latina, Carlota Valdez (Veronica Osorio), un nombre de referencia “Hitchcockiana”, que es claramente un alter ego de la brasileña Carmen Miranda… pasando por breves cameos de algunos iconos de la acción de la década de los 80, como Christopher Lambert, Clancy Brown, y Dolph Lundgren.
Sí, entiendo que el propósito de Hail, Caesar! es lo absurdo, pero esto no quiere decir que el guión definitivo tenga que sufrir tanto para llegar a un punto final que no termina resolviendo nada…
Momentos como la conversación que ocurre entre diferentes representantes de corrientes religiosas, en torno a aspectos teológicos, alcanza niveles de humor e ironía similares al de “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (1964) de Stanley Kubrick; o al de las películas de Monty Python.
Lo mismo ocurre con la introducción de conceptos marxistas en el relato, y la manera en que son adaptados a la lógica de la industria del cine, creando una aproximación a la “Lista Negra” de Hollywood, y a la guerra ideológica de aquella época.
Hail, Caesar! incluso se da el lujo de crear secuencias que homenajean a diferentes géneros cinematográficos, como una secuencia de baile y canto a cargo del talentoso Channing Tatum.
Los números musicales son muy bonitos, pero que alguien me cuente que tiene que ver Scarlett Johansson y el número de Channing Tatum en el guión…
Por otra parte, el póster engaña, porque a la hora de la verdad, el verdadero protagonista es Josh Brolin, seguido por George Clooney y Alden Ehrenreich, el resto de nombres importantes del cartel, son meros cameos de más o menos minutos.
Pero es Alden Ehrenreich, divertidísimo y a la vez arrebatador; lo único que me hacía despertar con su belleza y hermosos labios, así como su magnífica mirada.
Todo un muñeco que me recordó a Montgomery Clift; pero acá en tono a un actor florero, que aporta a la película lo mismo que aportaba Marilyn Monroe a las películas que hacía:
No valían un duro, pero se ponían interesantes cuando aparecía en escena.
Y es una pena que su cara no aparezca en el cartel, y si lo haga un Jonah Hill, que se deja ver por una sola escena de forma puramente testimonial.
Pero como repito, hay algunas secuencias bastante divertidas, por ejemplo, el conclave del jefe del estudio con un sacerdote católico, un pastor protestante, un rabino judío, y un representante de la Iglesia ortodoxa, para debatir el tratamiento de Jesucristo, y los elementos teológicos de la película que se está rodando; o una sesión de estudio, formada por guionistas despechados, en clara alusión a “Los 10 de Hollywood”, que se han unido al Comunismo como represalia por el maltrato sufrido a manos de la industria capitalista cinematográfica.
¿Su venganza?
Secuestrar a una gran estrella de Hollywood…
En el fondo, uno de los elementos que dieron forma a los miedos, tanto del cine como de la sociedad de EEUU, fue el comunismo latente, y la célebre Caza de Brujas, en la cual se encontraba inmerso uno de los gremios más importantes:
Los guionistas, los cuales podían acabar siendo defenestrados si eran tachados de comunistas.
Su presencia en la famosa y fatídica lista negra, era una sentencia de muerte en lo que a trabajo se refiere.
Eso conlleva, a que la película exponga el tema de forma un tanto rocambolesca en uno de los episodios más pedantes, pero ricos en matices cuando se descubre que ese grupo de secuestradores apodado “El Futuro”, no es más que un equipo de guionistas deseosos de recibir el mérito y el reconocimiento que se merecen, al estar detrás de las películas más exitosas de todos los tiempos.
Expuestos como si de una especie de secta se tratase, estos guionistas acaban por enfocar sus creencias, diatribas, elucubraciones y soliloquios, dentro de un exceso de palabra pomposa y, por qué no decirlo, un tanto gafapasta, que ante la atónita y un poco hipnótica mirada de un crédulo Clooney, sirve como discurso reivindicativo mucho más profundo y maduro de lo que pueda parecer en un principio.
Y hay otros momentos bastante pueriles, como uno que atañe a un submarino soviético que no viene a cuento, y que ensucia parcialmente una película planteada en clave lúdica y cinéfila.
Como dato curioso, esta trama de un secuestro, por parte de una pintoresca organización, tiene bastante que ver con la de los nihilistas, que supuestamente secuestran a la joven esposa del verdadero Sr. Lebowski, en “The Big Lebowski” (1998), también de los hermanos Coen…
Este secuestro, puede conducirnos a pensar que lo que sigue es un complejo y preciso entramado argumental, en que cada personaje, diálogo, encuadre y lo‐que‐sea, aparece en función de la intriga; incluso podríamos pensar, que ésta será un misterio, una incógnita cuyo desarrollo/relato obedecerá a un cierto tipo de narración detectivesca y “noir”
Sin embargo no es así.
En cualquier caso, estas impresiones provienen mayormente del tráiler, y de la sinopsis, tienen que instalar el interés de alguna forma, pues Hail, Caesar! no tarda en lo absoluto en plantear su verdadera cara, y desarrollarse en base a ella, que no es la trama como tal, sino su ambientación y su retrato de la época, con todas las ramificaciones y particularidades que ofrece tan vasto escenario; en otras palabras:
Lo que impulsa a la narración no es el argumento y sus resoluciones, sino el retrato de la época, tan bien hecho, que se sostiene sola.
No importa resolver el misterio de quiénes y por qué secuestraron a George Clooney, pues esa respuesta es presentada prontamente por los Coen; tampoco importa que todos los personajes sean profundos, y tengan historias construidas cuidadosamente finalizadas con elegancia y extremo rigor dramático.
Lo que han querido contarnos, y el secuestro, es sólo una excusa para mostrar cómo funcionaba realmente la industria, en una época en que se fumaba tanto, y en todas partes, como Eddie Mannix que tiene como objetivo personal, dejar de fumar, tal como le exige su esposa…
Así, el tono liviano que atraviesa a Hail, Caesar!, no impide la exploración de cuestiones más profundas.
Al tener al cine como punto central, se aprovecha de tocar temas como la relación entre arte y mercado, así como el valor del cine como medio de comunicación de masas, etc.
Otro de los aspectos tratados, es la relación que existe entre el protagonista y la religión:
La primera escena de Hail, Caesar!, transcurre dentro de una iglesia, durante una confesión de Eddie Mannix.
Dado que es un ferviente católico, el personaje ve su trabajo como un deber, ya que consiste en proteger a personas descarriadas, que no pueden valerse por sí mismas.
Es ese tipo de pensamiento lo que lo mantiene ligado a Capitol Pictures, una especie de misión por hacer lo correcto.
Todo está expuesto bajo un subliminal mensaje religioso, del cual en ningún momento se oculta o aparta.
Para empezar, Mannix es un hombre beato, devoto y fiel a sus principios y creencias.
En más de una ocasión, se encuentra dentro del confesionario para expiar sus pecados, y sobre llevar el peso de su propio trabajo, pues tiene que lidiar con asuntos que chocan contra su propia conciencia, sin ir más lejos, el único tema espinoso que burla, es que a su mujer le oculta que fuma…
Por otra parte, la película de romanos que se está rodando, trata sobre la fe del protagonista, Clooney, ante la figura de alguien que representa a Jesucristo, pero en el último momento, por un lapsus, se le olvida pronunciar la palabra más emblemática de todas, “la fe” antes mencionada.
Una forma como cualquier otra de exponer, cómo el mundo estaba cambiando, y a su vez, estaba perdiendo esa devoción hacia el propio cine y el propio medio.
También, tenemos otra escena mucho más expositiva y concreta, como la antes mencionada donde Mannix intentará conseguir el beneplácito de los líderes religiosos, los cuales no acaban por llegar a un punto en común, aunque den sus propios argumentos; y demuestra unas dotes únicas por parte de los Coen, para dominar la comedia y la exposición ante un tema que pudiera haber causado cierto resquemor en otra época...
En definitiva, Hail, Caesar! funciona en un contexto poco integral, y solamente se encarga de reflejar los detalles realistas de algunas de las historias más absurdas de Hollywood.
Todo es ficción, pero es interesante que mucho de lo que ocurre no se aleja mucho de la realidad.
Es en esto, en lo que Hail, Caesar! tiene virtuosismo, en ese perfecto balance entre la sátira y la verdadera historia a contar, sobre todo, será un festín para el fanático del cine, que descubrirá muchas lecturas de La Era Dorada de Hollywood.
“This is bad.
Bad for movie stars everywhere”
Hail, Caesar! han querido resumir lo que fue, por así decirlo, la época que expuso el glamour y la esencia del Hollywood Dorado, aquel que administraba con fehaciente “sense of wonder”, la maquinaria de una industria que tenía bajo nómina, a las más ilustres, veneradas, y ante todo, idolatradas figuras del cine “mainstream”
Eran unos tiempos, donde la crisis económica, política, social y bélica, tenía como válvula de escape las salas de cine, y con ellas, las películas que allí se proyectaban, con el tapiz de historias épicas y fastuosas como medio narrativo, con un despliegue de medios inabarcable, y bajo la batuta de los estudios de cine que controlaban el espectáculo más caro del mundo de forma férrea.
Sin embargo, pasados los años 20, el gobierno de Estados Unidos perdonó en varias ocasiones las irregularidades de las grandes empresas, a fin de impulsar la economía en tiempos de recesión.
Pero hacia 1938, se dio cuenta que este sistema no funcionaba, y comenzó a presionar.
Sin embargo, las “Majors” tenían suficiente poder como para eludir la norma.
En 1948, un fallo judicial contra los estudios mayores de Hollywood, los obligó a deshacerse de las cadenas de cine; ya que, al estar en dominio de la producción, distribución y la exhibición, violaban la ley federal de antimonopolio.
Y al perder los estudios la exhibición, no tenían una distribución asegurada, y no podían manejar el mercado colocando películas a su antojo.
El “star system” también se acababa…
Los intérpretes, libres para actuar con independencia de los grandes estudios, exigieron impresionantes sueldos, y un porcentaje de los ingresos de sus películas.
Ya en los años 1950, la asistencia a los cines volvió a declinar, debido a la fuerte competencia que presentaba el florecimiento de la televisión.
Y hacia 1959, la producción estadounidense había decrecido hasta 250 películas al año.
Además, las películas europeas y asiáticas, japonesas principalmente, aunque confinadas a las salas de arte y ensayo, se convirtieron en algo corriente para el espectador estadounidense.
Desde 1946, había menos de una docena de salas de arte y ensayo en todo el país, mientras que en 1960, sobrepasaban el millar.
Y comenzaron a proliferar por todo el mundo, los festivales de cine, en los que se mostraba el trabajo de directores, cuya obra antes de 1950, era muy poco conocida fuera de sus países de origen.

“It's all in the hips, the lips, and the eyes and the thighs”



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