Midnight Special

“Sometimes we are asked to do things that are beyond us”

De repente, el fin del mundo solo parece el único futuro posible del cine de ciencia ficción reciente.
Si no es porque el planeta colapsa por una serie de hecatombes de proporciones bíblicas, se trata de los extraterrestres que llegan a barrer con la especie humana…
La época cuando Estados Unidos nos salvaba de la invasión alienígena, debió haber muerto a finales de los 50; puesto que la idea del enemigo externo, dejó de ser seductora, en apariencia…
La vida en otros planetas, tanto en la realidad especulativa como en la ficción, ha adquirido matices con el tiempo, relegando al típico “ataque extraterrestre” como un recurso barato para realizadores perezosos y ciegos ante las posibilidades.
¿Acaso es de obligación, que veamos en la pantalla, la manida destrucción de La Casa Blanca, una y otra vez?
Supone un reto mayor, imaginar el tema alienígena desde la cotidianidad.
Más que poner a las tropas a librar una guerra imposible, resulta más interesante explorar, cómo afectaría esa otra vida a las personas del común.
Albert Einstein, un hombre que dedicó su vida a la exploración de lo desconocido, dijo en un artículo titulado “Lo que yo creo” que “la experiencia más hermosa es la de lo misterioso.
Ésa es la verdadera fuente de todo arte y toda ciencia”
Podía también haber dicho, que es la fuente de todo crecimiento, animación y estímulo; pero demasiada gente identifica lo desconocido con el peligro.
“He's not like us”
Midnight Special es una película del año 2016, de ciencia ficción, escrita y dirigida por Jeff Nichols.
Protagonizada por Michael Shannon, Joel Edgerton, Jaeden Lieberher, Kirsten Dunst, Adam Driver, Sam Shepard, Paul Sparks, David Jensen, Scott Haze, Garrett Hines, James Moses Black, entre otros.
Siempre es apasionante conocer, cuál es el origen de la historias que creadores como Jeff Nichols, cuando la sacan de su imaginación.
En este caso, una enfermedad de su joven hijo, le confirmó la dependencia de los padres frente a sus vástagos, así como su impotencia frente a lo que pueda ocurrir.
Así, en Midnight Special, esas angustias se concretizan; por lo que el mismo director contó 2 anécdotas en paralelo:
Por una parte, en términos personales, la paternidad despertó en él, una serie de miedos, de sensaciones hasta entonces desconocidas, que lo llevaron a pensar en la vulnerabilidad de los seres amados.
Alguna pequeña complicación médica en su hijo pequeño, generó un instinto protector más allá de la lógica y la comprensión racional.
Y por otra, ya en un plano estético, la evocación de una historia mínima, que se le había ocurrido por allá en el año 2013; cuyo centro discursivo, se encontraba la familia como concepto, como unidad operativa básica en cualquier tipo de interacción social; la familia como patrimonio indivisible, inalienable y merecedor de protección cotidiana y extraordinaria.
Son estas señas de identidad, sólidas, las que sirvieron como sustrato para la construcción de Midnight Special.
Como siempre, el cineasta no abandona las obsesiones tan personales:
La inmensa melancolía de la pareja, la soledad, el aislamiento social, la filiación, y la sensación de fin del mundo, o en todo caso, de una época; pero sobre todo, aborda los conflictos rabiosamente humanos:
El miedo ante la pérdida como motor de la determinación más férrea, en momentos en los que los se cuestionan los límites de la ética, frente a un evento extraordinario.
La historia gira entorno a Roy Tomlin (Michael Shannon), un padre que huye para proteger a su hijo de 8 años, Alton Meyer (Jaeden Lieberher), cuando descubre la verdad que se oculta tras los poderes especiales del niño.
Alton tiene ataques raros, habla en lenguas, tiene visiones, no puede ver la luz del día, y tiene los ojos cubiertos permanentemente.
Mientras una congregación religiosa llamada “El Rancho”, ven en el pequeño a una especie de “Mesías que los salvará del Juicio Final”; las autoridades temen que sea un “arma secreta”
Aquí es el “western” fronterizo, de varios solitarios huyendo de, y hacia lo inevitable, y con la interesante tesis humanista de plantear:
¿Por qué un buen padre que ama a su hijo, debería ser perseguido simplemente por tratar de protegerle?
Lo que comienza como una carrera para escapar de extremistas religiosos, y de la policía local, se convierte rápidamente en una persecución a escala nacional, en la que están involucrados los más altos niveles del Gobierno Federal.
Y es que su padre debe protegerlo a toda costa, y junto con su amigo, Calvin (Joel Edgerton), y la madre del pequeño, llamada Sarah (Kirsten Dunst), procurará que Alton llegue a salvo al lugar al que dice pertenecer, antes de que El FBI le ponga las manos encima.
En último término, el padre se arriesga a todo para proteger a Alton, y para ayudar a que se cumpla un destino que podría cambiar el mundo para siempre.
El realizador, demuestra que le interesan relatos que presenten algún tipo de anomalía sobrenatural, pero siempre sin perder el toque humano y dramático.
Aquí eleva la apuesta con lo que es, por momentos, un espectáculo de efectos especiales, pero por otros, un emotivo drama familiar.
Un título muy inteligente para el público de EEUU, pero que necesita una explicación fuera de sus fronteras:
El “Midnight Special” es un tren que une Houston a Texas, y que sale a medianoche.
Ese tren pasaba por delante de la prisión de Sugar Land, y sus prisioneros esperaban con impaciencia su paso.
Si veían iluminada su celda con el faro del vagón delantero, era el símbolo de que pronto serán libres...
“I'll always worry about you Alton.
That's the deal”
Jeff Nichols, creó aquí un mundo que empieza como muchas otras películas del género, con una especie de secta que asegura que el niño es un iluminado, y con las fuerzas de seguridad que intentan buscar la verdad.
Pero, mientras el relato se va desarrollando, el mismo va empezando a tocar otros géneros, y lo que al principio parece un policial, pronto se transforma en un relato de ciencia ficción muy interesante.
Nichols no tiene temor de dejar muchísimas preguntas sin responder, y una vez que finaliza la función, el espectador tiene demasiados cuestionamientos que no se resuelven, y que se dejan a su libre interpretación; en un guión que tiene sus incógnitas y problemas en cómo se desarrollan las personalidades de algunos roles, en especial la madre, y que seguramente abrirá un gran debate entre el público.
De entrada, Midnight Special no es una de esas películas que necesita explicar, todos los porqués de su argumento, simplemente plantea, expone de manera concisa, y se centra en que la historia avance, y los personajes se relacionen.
“No importa tanto el destino, como el viaje”, como dirían algunos.
Y se nos revela, como una “road movie”, una huida hacia adelante, con los rasgos distintivos del subgénero, con localizaciones tales como la gasolinera, el motel, la propia autopista…
Tras la presentación de los perseguidos, se introducen los perseguidores, los cuales constituyen otro de los pilares que genera dinámicas éticas y estéticas sorprendentes:
El elemento disonante.
Así estamos ante la ciencia ficción con toque de autor, donde en apariencia no hay reflexiones profundas, ni dudas metafísicas grandilocuentes, pero la fotografía excepcional de Adam Stone, y la banda sonora ajustada para crear esa mezcla de tensión y extrañamiento surrealista de David Wingo, ayudan al director a crear un producto de extremada belleza, y de amenaza permanente.
El impresionante contenido, y la imaginación sin límites de Nichols, en su 4º largometraje como director, obtienen su energía de un conjunto de personajes que se aferran fuertemente a sus convicciones, aunque sus creencias se vean rodeadas de misterio durante casi todo el recorrido.
Nichols plantea Midnight Special, como un encadenamiento de suspense, sin aportar información expresa desde su inicio; siendo una solución acertada para mantener la atención del espectador.
La acción se inicia como un aparente secuestro de un niño, donde hay violencia extrema, y riesgo absoluto.
Rápidamente se advierte que entre secuestradores y secuestrado, hay demasiada colaboración, demasiada confianza, demasiado buen trato, como para ser cierta la noticia de los medios de comunicación.
Las reacciones extremas de esos secuestradores, van acompañadas de reacciones humanas, muy alejadas de lo que parecen ser personas sin piedad.
Paralelamente, El FBI realiza una operación de asalto en la sede de una secta que piensa que “El Fin del Mundo” está próximo; un 6 de marzo muy cercano, para ser precisos.
Así las cosas, la historia de persecución se plantea como un camino hacia un lugar que sólo el niño conoce, y durante el que Nichols irá desgranando la información precisa para situarnos.
Cuando queramos reaccionar y plantearnos las dudas, será demasiado tarde, porque la historia habrá concluido.
La pregunta que planea es:
¿Quién es Alton?
Y la única respuesta que no niega ese personaje, es la de que sea un extraterrestre.
No es un niño, aunque haya nacido de una mujer, y tenga menos de 10 años; no es un arma, aunque tiene poderes que producen, si quiere, el caos y la destrucción; tampoco es un “salvador”, porque entre su misión, no se encuentra la de dar lecciones; aunque quienes han visto la dualidad de mundos desde Texas a Florida, podrían haber aprendido algo…
Simplemente, Alton es un fugitivo que, por razones desconocidas, ha terminado en una dimensión que no le pertenece, y cuya meta es la de conseguir volver a su lugar.
Un lugar que unos pocos privilegiados han conseguido ver mediante el haz de luz que los ojos de Alton proyecta, y que como una droga que crea dependencia a los que son escogidos, debe evitarse ese fogonazo que el niño, en ocasiones, no puede controlar, y que le obliga a ir con unas gafas de natación permanentemente puestas, así como a ocultarse de la luz del sol.
Ese lugar que La Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en el personaje de Paul Sevier, interpretado por Adam Driver; El FBI, la secta “El Rancho” anhelan conseguir y controlar, una información que Alton oculta, y hace todo lo posible para que no se conozca por su propio futuro, y por el de la humanidad que no debe interferir.
Frente a la revelación de esos seres de luz incorpóreos, la vida de los humanos no va a sufrir cambios, lo cotidiano no se va a alterar, y todo va a ser ocultado como una alucinación colectiva, salvo para 3 personas que tienen motivos para sonreír, aunque su libertad se vea restringida.
En el fondo, Jeff Nichols también plantea el control de la información, la facilidad para ser manipulados, para no ver lo que tenemos delante de los ojos, aunque todo indique lo contrario.
Al final, cada vez que salga el sol, Roy podrá mirar con confianza a su hijo, sea éste quien quiera que sea…
La primera mitad de Midnight Special, ofrece las incógnitas; y podríamos denominarla “la parte de la fe”:
El goteo de información aportada, va encajando con soltura y sin la prisa tan característica de las superproducciones, con ese afán de no aburrir a un espectador desatento, en cada uno de los 3 hilos narrativos.
Incluso aquí, los tiempos funcionan de un modo respetuoso con la lógica de los personajes.
El adusto Roy, quien lleva el rostro, como no podría ser de otra manera de Michael Shannon, ha decidido emprender una carrera prácticamente suicida, con el único fin de proteger a su hijo, encarnación de la divinidad/fragilidad, loable trabajo del joven Jaeden Lieberher.
La figura de Alton, es el centro alrededor del cual orbita todo el grueso narrativo y discursivo.
Esta fascinación de encontrar a un “dios entre los hombres” genera por una parte, un afán racionalizador cercano al positivismo en los agentes del gobierno, los cuales ven vulnerados sus sistemas de seguridad; y por otra parte, la salvación de la comunidad ultra religiosa, que empleará cualquier medio para tenerlo de regreso, y garantizar su propia integridad.
La predominancia del diálogo, como clave en este segmento, responde a la elaboración de un guión muy bien medido, escrito por el propio Nichols que, como toda inteligente obra de ciencia ficción, entrega una reflexión sociopolítica encubierta.
Los ecos al fundamentalismo y la violencia en nombre de un “ser supremo” o el escándalo del seguimiento de comunicaciones de La NSA, destapado por Edward Snowden, resuenan con bastante claridad y sin artificios.
La segunda mitad, podríamos llamarla “la parte de las revelaciones”:
La velocidad de los acontecimientos, aumenta ostensiblemente junto a las soluciones a cada una de las incógnitas expuestas.
Es en este fragmento, donde más se percibe el sincero homenaje de Nichols a los filmes de ciencia ficción de Steven Spielberg, como filmes generacionales, hasta también se perciben ecos del John Carpenter “Starman” (1984)
Al igual que en aquellos, observamos aquí las consecuencias de la irrupción de un elemento extraordinario en la cotidianidad de una determinada región, y cómo se quiebran las dinámicas preestablecidas en la vida de sus habitantes.
En este aspecto, gran parte del mérito recae en el notable elenco, cuyas actuaciones aportan una verosimilitud muy necesaria en este caso.
Por otra parte, habrá quien pueda achacarle un ritmo irregular al tramo final, aduciendo la falta de sorpresa una vez desvelado, quién o qué es Alton, y el cuál es el motivo de su huida...
No obstante, el relato progresa para dar a la humanidad un mensaje de humildad, de reconocimiento:
Ni somos los mejores ni los únicos, ni los más poderosos ni los más omniscientes, aunque difuminado el efecto de confluencia entre 2 mundos paralelos, parecería que el mundo no se ha creído lo que ha visto, ni las autoridades están dispuestas a admitirlo, quedando como único reducto de creencia cierta, el del trío que acompaña a ese niño misterioso, para quienes su futuro ha cambiado de manera radical en su interior, es decir:
Somos ciegos, pese a haber visto cuando lo que se nos muestra no cuadra en nuestras mentes llenas de prejuicios.
Cuando nos enfrentemos al análisis de lo visto, es inevitable pensar en el porqué de ese ser en el mundo de los humanos.
¿Alton nació así, o se hizo así?
¿Cuál era su propósito permaneciendo unos años con nosotros?
¿Qué significan sus poderes?
¿Para qué ha servido la aventura?
¿Por qué aceptó cambiar de manos, ser abandonado por su madre, ver a su padre en la distancia impuesta por un líder mesiánico?
Todas las preguntas son legítimas y razonables, y en otro producto, podrían suponer un lastre para el conjunto de la producción, pero en este caso no, y no lo es por el pulso narrativo propio del director, por su manejo de la imagen, de la forma, del sonido.
Nichols debe ser consciente de la fragilidad del guión, dejando en el aire tanta cuestión necesaria para entender lo que los personajes muestran, y para ello utiliza su particular forma de mostrar las relaciones padre-hijo tan suyas.
Para ello, Nichols utiliza la progresión de confianza absoluta entre un padre y un hijo biológico, el acercamiento entre ambos tras llevar el niño 2 años completamente adoctrinado por un gurú de una secta apocalíptica, Calvin Meyer (Sam Shepard), el convencimiento de ese padre, de que tiene que cumplir a rajatabla las indicaciones del niño para conseguir que éste pueda escapar de un mundo que no le pertenece, aunque desconocemos por qué ha venido a parar al mismo, aunque esas órdenes del niño pongan en peligro a todos, o el estado de salud del menor empeore preocupantemente.
Esa preocupación absoluta del padre, que se va a mantener de por vida, reforzando los lazos de unión invisibles entre generaciones, no impiden que el afecto más cercano, el contacto caluroso de la fisicidad consoladora, no corresponda a la madre, personaje que, aun teniendo un papel menos relevante porque, en su momento, se negó a participar en las prácticas sectarias, a la hora de la verdad, sea la testigo escogida por el niño, para contemplar la metamorfosis y el agradecimiento de ese ser, así como la visión de ese mundo ideal que no podremos alcanzar jamás.
¿Alguien dijo lecturas “cristicas”?
La nueva venida del “mesías” en una secta extremista que pretende protegerlo a toda costa.
Una “Santa Trinidad” y un apóstol; así como los milagros, revelaciones, estigmas, etc.
Atención a los nombres bíblicos de los personajes…
Pero hay dudas en la historia:
¿Cómo es que el padre sacó al niño del “Rancho” de la secta?
¿Qué relación tienen los mensajes que decía el niño a los de la secta, si eran manifiestos militares altamente codificados?
¿Qué deuda mantiene Lucas con Roy?
Sin embargo, un vericueto del guión, obliga a la inclusión de un personaje, que pese a la teórica magnitud significante, y potencialmente efectiva que en teoría debiere aportar, como es el de la madre del pequeño, contra pronóstico, lo que hace es reclamar un espacio que por desgracia desencaja el concentrado puzle de acosos y evasiones, enhebrado hasta su aparición.
De hecho, no tiene casi diálogo…
Como es posible, que Roy y Lucas, no solo se recuperen tan pronto de los disparos, sino que están desangrándose, visible a todas luces, menos para las decenas de militares que pululan por todo lado…
En el fondo, el director abre interesantes debates, en base a las cualidades especiales del pequeño protagonista.
Es como si en una película de los “X-Men”, se analizase con seriedad y profundidad las consecuencias reales, a nivel político, científico, militar y filosófico, de que existiese alguien con esos poderes o cualidades especiales.
Pero de nuevo, Nichols vuelve a sus propios referentes, y establece la mirada en los ojos de ese hombre cualquiera, que de corazón sólo busca lo mejor para su hijo; porque como es habitual en su cine, hay constantes que no cambian:
La captación de los espacios inhóspitos, hermosos y solitarios de “La América Profunda”; la construcción de atmósferas tensas en su cotidianidad, captadas por la fotografía y la música; la capacidad de Nichols para convocar a repartos llenos de actores excepcionales, son todos grandes actores, y su genio aquí reside en hacer normal lo extraordinario, en su retrato de la gente común ante la inmensidad; y la presencia, el trabajo y el carisma de su actor fetiche, presente en todas las películas de su filmografía, y un verdadero genio de la interpretación:
Michael Shannon.
Aquí, él vuelve a demostrar el poder de su mirada, al interpretar el dolor de un padre que sabe que perderá a su hijo.
Joel Edgerton y Kirsten Dunst, acompañan con realismo el relato, mientras que Jaeden Lieberher, brilla como el niño con una misteriosa identidad.
Todos resultan creíbles, todos llevan sus personajes a ese plano de las relaciones personales que se desarrolla bajo la persecución.
La responsabilidad, la fidelidad, los ideales, los sacrificios, los sueños rotos, son algunos de los mimbres con los que se teje la subtrama de la historia, temas muy presentes en toda la filmografía de Nichols hasta la fecha; y con Midnight Special no necesita mostrar en exceso, para revelarnos una verdad sobre la cual reflexionar:
Hay otros mundos, pero no precisamente fuera de este.
Además, deja mal parados a sus entes gubernamentales y científicos, como un montón de patanes que creen tener todo bajo su control.
Incluso, Midnight Special quizás pretende dibujar una hipótesis:
No es tan cierto que solo se cree lo que se ve...
Aunque la verdad, por insólita que sea, se presente ante nosotros, estamos cegados por las verdades a las cuales nos aferramos.
“Good people die every day believing in things”
Existe la creencia en “La Tierra Hueca”, que afirma que dentro del planeta, existen civilizaciones subterráneas muy evolucionadas, que se llaman “intraterrestres”
Asimismo, varias creencias ponen a estos seres “intraterrestres”, como seres originalmente venidos de otros mundos, extraterrestres mucho antes de la aparición del ser humano, y que habrían escogido estos túneles subterráneos como lugares para vivir.
Es por ello que hay quienes indican que también deberían ser estudiados por la ufología…
Finalmente, no hay ninguna imagen o fotografía que indique que existan agujeros en alguno de los polos de La Tierra.
Diversos satélites de órbita polar, como el climático MetOp-A, no han mostrado tal abertura…
Por otra parte, hay otra creencia que afirma que “nuevos seres de luz” están poblando La Tierra, con un alto potencial intelectual, y una nueva conciencia interna.
Estos niños, vienen con la misión de romper los antiguos esquemas sociales que atan a la humanidad, para lograr mediante la transformación, abolir la infelicidad en La Tierra.
Desgraciadamente, este tema aunque no es nuevo, permanece todavía oculto ante los ojos de la generalidad de la gente.
Una nueva raza humana, más sensible y democrática, menos autoritaria y manipuladora, ya comenzó a poblar el planeta; se trata de seres especiales, aunque tan terrenales como sus padres; solo que a diferencia de estos, traen consigo la tarea de propulsar cambios en la humanidad.
Bautizados como “Niños Índigo”, estos muchachos tienen la capacidad de ver más allá de los espectros de la luz, escuchar todo tipo de sonidos, incluso su propio fluido sanguíneo, y denotan una destacada hipersensibilidad táctil.
Niño índigo, es utilizado en el contexto de la llamada “Corriente de La Nueva Era” o “New Age”, para referirse a niños que representarían un estado superior de la evolución humana.
Quienes defienden esta hipótesis, señalan dicha evolución, como un avance espiritual, ético y mental, sin atender a la definición que diera el científico Charles Darwin, variación y selección por supervivencia diferencial.
Según sea la corriente a que adhieran los creyentes en La Nueva Era, así serán los atributos y la naturaleza que se describe de los niños índigo.
Hay quienes sostienen, que estos niños poseerían habilidades paranormales, tales como una mayor intuición, espontaneidad, rechazo a una moralidad estricta, y una gran imaginación, añadiéndose frecuentemente también a tales capacidades, ciertos dones paranormales, o poderes sobrenaturales como la telequinesis, la clarividencia, la piroquinesis, o la capacidad de sanación; mientras que los más moderados afirman, que lo que diferencia a un niño índigo de uno que no lo es, son rasgos más convencionales, como una mayor capacidad de empatía, o una creatividad incrementada.
El adjetivo “índigo”, referido al color, surge de la creencia de que estos niños tendrían un aura de ese tono de azul…
Se cree además, que los niños índigo son sanadores por excelencia, ellos tienen la capacidad de drenar, equilibrar, y elevar la energía de quién lo rodea.
La frecuencia vibratoria de estos niños, permite sanar utilizando solamente su energía.
Al principio, ellos no saben que pueden hacerlo, pero o tienen en conciencia, y actúan instintivamente.
Esta faceta de sanación, es una característica sobresaliente en los niños índigo, ya que todos son sanadores, sin excepción.
Un niño índigo, viene a elevar la energía del planeta y de sus habitantes, son quienes ayudarán a trascender de nuestra tercera dimensión a la cuarta, para ello, tienen que trabajar en el cambio de conciencia de los seres humanos que siguen actuando bajo normas, preceptos y estructuras ya caducas.
Esto implica, realizar cambios en todo el sistema, en la familia, la educación, las formas de gobierno, los valores, los roles, etc.
Todo lo que por caduco estorba tanto para el desarrollo del ser humano, como para el planeta entero.
Esta filosofía, o misión, puede sonar bonito, y hasta poético, pero no es una tarea fácil, ni para los niños ni para los padres, que continuamente se verán sometidos al enfrentamiento de su propia realidad, desarrollándose una enorme confusión, sobre todo en la educación de los niños, ya que pocos estarán preparados para esto, solamente los padres de un niño índigo que tengan una conciencia diferente, un cierto grado de evolución, podrán hacerlo bien, ya que podrán comprender al niño, su misión, y le ayudarán a llevarla a cabo sin obstaculizar.
Fuera de La Nueva Era, este fenómeno es considerado un mito pseudocientífico, porque carece de evidencia científica aceptable.
La creencia en la existencia de niños índigo, se asocia habitualmente a reacciones paternales que surgen frente a la pedagogía y psiquiatría modernas.
Una de las causas observadas más frecuentemente, es el pánico moral que surge en los padres, al tener que enfrentar una terapia psiquiátrica medicada para sus niños.
También, el detonante podría derivarse del rechazo a diagnósticos de psicopatologías polémicas, o de nuevo cuño, cuando éstas son adjudicadas a los hijos, especialmente ante casos de hiperactividad, autismo, y síndrome de déficit atencional.
No obstante, existen místicos que dicen haber trabajado con niños de aura azul, asegurando que sus características son reales, y existen variaciones de estas entre un niño y otro.
Expertos psiquiatras afirman, que los simpatizantes con La Nueva Era, deberían producir evidencia empírica.

“I saw the sunrise this morning.
I think I know what I am now”



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