Regression

“Fear always finds its victim”

El miedo y la histeria colectiva, generan una sociedad enferma.
En los 80, en los Estados Unidos, estalló una escalofriante ola de alegatos falsos, como resultado del uso de las técnicas de recobro de recuerdos.
Cientos de psicoterapeutas, empezaron a enseñar que el estrés en los adultos era un signo de que la persona había sido abusada sexualmente por sus padres y vecinos…
Mediante técnicas putativas para “recuperar” estos recuerdos perdidos, cientos de personas, eventualmente fueron convencidas por sus terapeutas, de que habían sido abusadas por sacerdotes satanistas, quienes eran su propia familia, o los profesores del jardín.
Este fenómeno se conoció como “Abuso Ritual Satánico” (ASR)
El “ritual”, aparentemente consistía en la introducción hasta el altar en procesión con cantos, cuya letra pertenecería a un  dios antropófago, mientras los miembros del grupo satánico se sitúan alrededor del altar.
Colocan a  la víctima atada sobre el altar, y la torturan grabándole los signos satánicos con el cuchillo ritual, mientras se le practican violaciones anales…
Durante el rito sacrificial, suele extraérsele el corazón, así como otras vísceras, que comen todavía calientes y palpitantes, a imitación de la “omofagia” o despedazamiento, y comida en crudo de la carne de los animales teofánicos, como la serpiente, el macho cabrío, el toro, etc.
Durante la celebración de ese ritual, sus miembros suelen excitarse cada vez más, con himnos de letras caníbales, con música rock “satánico”, con bebidas alcohólicas, y con drogas como el hachís, éxtasis, etc.
Así, prácticamente de la noche a la mañana, comenzaron a acumularse denuncias sobre prácticas satánicas, que involucraban torturas, abusos sexuales, asesinatos rituales, matanzas de niños, canibalismo, y otros horrores.
La prensa por su parte, se recreaba en el relato de los casos, que llegaron a describirse como “vinculados entre sí”, a través de una red secreta de satanismo con ramificaciones en las altas esferas de las finanzas y la política, y en la que, decían algunas fuentes, participaban hasta un millón de estadounidenses.
Los pastores evangélicos, estaban encantados de tener un enemigo “real” con el que atemorizar a la grey.
Pero los peores serían los más pacíficos y creíbles:
Los “terapeutas expertos” en ASR; pues brotaban como setas, alimentando sus bolsillos y sus egos, cuando eran consultados e invitados a dar charlas.
La mayoría de estos charlatanes, no tenían titulación ni conocimientos, ni lo más importante sin lo que nada sirve:
Sentido común.
Algunos de ellos, usaban el libro “Michelle Remembers” (1980) como fuente de información; sobre una mujer canadiense, que tras un tratamiento psicológico, advirtió que estaba recordando eventos de su infancia, al lado de una madre que de pequeña la había ofrecido a una secta satánica en Victoria, Columbia Británica.
La publicación del libro, resultó en una auténtica histeria colectiva, con el presentador Geraldo Rivera, afirmando en TV, que el territorio estadounidense, albergaba a más de un millón de satanistas que practicaban actos execrables, rodaban pornografía infantil y, probablemente, votaban Demócrata.
Por si alguien se pregunta:
¿Cómo pudo germinar tamaño dislate?
Señalemos que las circunstancias lo propiciaban:
La fascinación de los 60 y los 70 por el esoterismo, no sólo había resultado en un “boom” de la literatura de terror, y en películas como “Rosemary’s Baby” (1968) y “The Exorcist” (1973), sino también en el auge de predicadores como Mike Warnke, un orondo veterano de Vietnam, que había llegado a la fama en 1973, con su libro “The Satan Seller”, relatando una infancia martirizada por Lucifer y sus adoradores...
Súmese a todo ello, al giro a la derecha emprendido por la sociedad de EEUU, y que un año más tarde, acabaría poniendo a un actor de películas de vaqueros en El Despacho Oval.
Un actor que además, cazaba votos codeándose con unas iglesias evangélicas en pleno revival milenarista, convencidas de que la proximidad del siglo XXI, traía consigo los signos del Apocalipsis.
Y ni hablar de quien se decía, movía los hilos de La Casa Blanca, el ocultismo de Nancy Reagan.
Esos fueron los ingredientes de una receta que acabó conociéndose como “Satanic Panic”; y cientos de personas fueron sentenciadas por estos “crímenes”, y puestas en la cárcel.
Sin embargo, una re-evaluación escéptica en la década de los 90 de estas técnicas de recobro de recuerdos, ha mostrado que dichos recuerdos, no eran verdaderos sino creados, por lo que la mayoría de las personas sentenciadas por estos cargos, han sido liberadas.
Y para desacreditar o demostrar la inexistencia de este tipo de casos de pedofilia, se creó en medios académicos, “El Síndrome del Falso Recuerdo” o “Falsa Memoria”; pero este síndrome no es reconocido por la psiquiatría oficial, como enfermedad mental.
Así las cosas:
¿Es el miedo un comportamiento social o individual; es algo que aprendemos o que nos viene dado?
¿Tememos aquello que nos dicen que debemos temer, o surge el miedo de nuestro subconsciente más primario?
“I am starting to use my head again”
Regression es una película de suspense, del año 2015, escrita y dirigida por Alejandro Amenábar.
Protagonizada por Ethan Hawke, Emma Watson, David Thewlis, Aaron Ashmore, Devon Bostick, Dale Dickey, Aaron Abrams, Adam Butcher, David Dencik, Kristian Bruun, Matija Matovic Mondi, Janet Porter, Goran Stjepanovic, entre otros.
Regression está basada en unos hechos reales, acontecidos durante la década de los 90 en Minnesota, EEUU.
Los ritos y las sectas satánicas, causaron un fuerte impacto en la población, y el miedo se extendía a una velocidad alarmante, a la par que aumentaba el número de programas y libros que trataban el tema.
Respecto a la película, según comenta Alejandro Amenábar, si bien es cierto que algunas de las cosas que se narran, encajarían en el género de terror, el tratamiento es de “thriller” psicológico, con altas dosis de policiaco.
Y no faltan el drama y el suspense.
Cuenta el director que “siempre fui aficionado desde niño al suspense, y el género que barajo esta vez, se hallaba el satanismo, pero no acababa de encontrar el enfoque, hasta que tropecé con “El Abuso Ritual Satánico”, un fenómeno verídico que me permitía un enfoque realista”, explica.
“Me apetecía hacer una película de terror, pero entre comillas, seria.
Tomarme muy en serio el tema; abordarlo no desde la ironía o la sátira, sino tomando como referente algunas películas de los años 70 que me gustan mucho”
Explorar el miedo y los meandros de la mente, fue otro de sus acicates.
En “Abre Los Ojos” (1997), ya había experimentado lo de entrar en la cabeza de la gente, pero esta vez quería algo más contenido.
En cuanto a  las terapias de regresión, el director reconoce que apenas sabía nada.
“Había visto un par de documentales sobre trastornos de personalidad, y concretamente sobre episodios borrados de la memoria.
Y del Abuso Ritual Satánico, conocía sus comienzos, pero no el desenlace”, afirma.
En EEUU, fue un fenómeno social, pero se corrió un tupido velo, y apenas tuvo reflejo en el cine, explica:
“Fue un cóctel explosivo entre las nuevas psicoterapias, los abusos sexuales a menores, y la competencia por la audiencia entre los medios”
Por lo que Amenábar vuelve a enfocar el fanatismo religioso; pero no he querido cargar las tintas; y ha revelado que sus miedos personales proceden de la época en la que vivió en un internado religioso, lo cual se plasma aquí, donde los símbolos religiosos forman parte de la iconografía.
“Antes de rodar, pasé 2 semanas por pueblos perdidos de Minnesota, y es sorprendente la influencia de las iglesias evangelistas.
Ahora el tema que les obsesiona es el “Rapture”, El Apocalipsis, el regreso de Jesús, y el fin del mundo…
Pero en los años 80, era El Demonio”, cuenta.
Para los autores, ha sido muy importante huir del artificio, apostar por la credibilidad, la contención y la sobriedad, para dar toda la relevancia a los personajes y la historia.
Regression es a la vez, “una reflexión sobre la maldad, y una exploración de los vericuetos de la mente”, añade el productor, Fernando Bovaira; por lo que viajaremos hacia atrás en el tiempo, para adentrarnos en una época muy concreta, en los EE UU de principios de los 80, con Ronald Reagan a punto de encaramarse a La Casa Blanca; y en unas historias terribles en las que confluyeron las ciencias ocultas, el morbo público, y las ganas de lucrarse a costa de la credulidad de las masas, aunque eso supusiera tirar vidas ajenas por el desagüe.
Regression, es también la 3ª película que rueda en inglés, ambientada en una pequeña comunidad del Medio Oeste de EEUU, en Minnesota, pero se rodó en escenarios naturales de Toronto, y en los estudios Pinewood canadienses.
La acción inicia en un pequeño pueblo de Minnesota, en el año 1990, cuando John Gray (David Dencik) es acusado de haber abusado de su hija, Angela (Emma Watson)
Cuando el padre reconoce el delito, el psicólogo Dr. Kenneth Raines (David Thewlis), le ayuda a revivir sus recuerdos, en los que inculpa a alguien más...
La pequeña Angela, de tan sólo 17 años, tiene un secreto oculto, mientras que el detective Bruce Kenner (Ethan Hawke) que investiga el caso, va conectando los recuerdos del padre, de la abuela Rose (Dale Dickey), y del hermano de Angela, Roy (Devon Bostick), para así poder resolver el misterio.
Envuelta en conceptos psicológicos Jungeanos, Regression deja al espectador reflexionando sobre la verdadera naturaleza del mal; así como narra y explica la manera de cómo funciona algo muy humano.
Cómo la inteligencia, cuando se desarrolla y se expande, al mismo tiempo que nos permite captar, entender, explicar más cosas, nos puede conducir a trampas; y puede sentar las bases ante las cuales nuestros sentidos y nuestra percepción trabajen, y encuentren, para dar explicación a esos pensamientos, que no tienen realmente base más que la que nosotros queramos crear.
“I'm not one of you...
I'm Not One Of You”
Nada menos que 6 años, son los que ha tardado Alejandro Amenábar en traernos su siguiente película, tras “Ágora” (2009)
Todos sabemos, que el realizador chileno-madrileño, es un perfeccionista, y que le gusta trabajar minuciosamente en las diferentes facetas de sus películas, hasta conseguir el resultado que él desea.
Regression tiene la apariencia de un discurso de género, variante diabólica, pero con la interesante, y bien poco transitada derivación de hablar de abusos sexuales contra niños.
El tema es interesante, la histeria colectiva, ya pasó con Las Brujas de Salem, y con el tema de la regresión, el director ataca tanto a la psicología, como seudo ciencia, como a la religión, y al poder sugestivo de la mente; y te acompaña, poco a poco, hacia el delirio, hacia el complot; te empuja a sentir que todo es más grande, que es oculto, y que si te esfuerzas, y le das más y más vueltas, hallarás la respuesta.
Y es exactamente eso lo que te está haciendo entrar en un pozo sin ninguna salida.
Cuanto mayor sea el posible misterio, más sea la posible cantidad de gente implicada, más real la haremos en nosotros mismos.
Los años 90 de la historia de Regression, son los años de formación de Amenábar, unos años en los que la eclosión omnímoda de Internet, no había invadido nuestras vidas ni, por supuesto, el cine.
Si el director apuesta por esta época histórica a nivel interno, es para resaltar las consecuencias negativas que tuvo el “reaganismo” y el “posreaganismo” en la sociedad de EEUU, en especial su proceso de “neoreligionización”, parejo a una derechización ideológica, y a un regreso a cierto fervor, en el fanatismo religioso.
Por lo que Regression debía suponer así, una reflexión sobre la lucha entre la razón y la fe, entre la ciencia y la religión, sobre cómo nace el miedo, y cómo se convierte en una herramienta utilizada contra nosotros mismos.
Pero su valentía se queda en sus principios, porque lo demás falla…
La confrontación entre la ciencia, vía profesor de universidad-psicólogo, encarnado por el actor David Thewlis, frente a la superstición y el fanatismo, vía mundo de las sectas satánicas, pero sin embargo sólo provoca sonrojo por su puerilidad, que embarga todo un guión lleno de lugares comunes a los que ni siquiera se les sabe sacar el partido de lo manido, en la eficacia de lo trillado; y es una lástima, que el cine español haya alcanzado los estándares de producción industrial, que le permiten elaborar productos cinematográficos emuladores, incluso superadores de modelos genéricos de raigambre hollywoodiense, para caer en los mismos patrones y errores.
Y a pesar de que por momentos se notan los esfuerzos de Amenábar por dotarle de una personalidad propia, y un interés particular, Regression acaba siendo un refrito de lugares comunes, adoleciendo de una falta de fuerza realmente alarmante.
La acción se desarrolla a principios de los 90, en una localidad de Minnesota, estado del Medio Oeste, cuyo nombre puede evocar un mundo oscuro, aunque no tan corrompido si la situáramos en Louisiana o Texas.
Los estados y ciudades estadounidenses tienen, al menos en cine, esta particularidad:
Si dices New York, Los Angeles, San Francisco, delta del Misisipi o Chicago, y además contextualizar rápido la época, “New York, 1972”, o “Chicago años 30”, o el “Chinatown de San Francisco en los 40”, por ejemplo; la imaginación vuela, y el espectador se sitúa con premura.
Pero acá estamos en “La América Profunda” de Minnesota, con sectas misteriosas, policías incapaces de resolver los conflictos, estigmas alucinatorios, un padre que maltrata a su hija, crímenes olvidados por quienes los cometieron, el aire de una malsana conspiración, decorados inquietantes, lúgubres y fétidos…
Todo el tramo inicial, está planteado siguiendo las convenciones del género, con un caso realmente misterioso, y un detective que se obsesiona con él, para intentar resolverlo.
Vamos viendo una serie de personajes ciertamente particulares, y comienza el juego para el espectador, de intentar averiguar quién es el malo.
Y evidentemente, no es solo el argumento el que sigue las reglas del género, sino que la fotografía y la música, también contribuyen en presentar el ambiente frío y misterioso de casi todos los policíacos del cine.
Estéticamente, Regression se apoya de una fotografía con colores muy desaturados:
El tono gris que domina a lo largo del metraje, contrasta muy bien con los puntos de luz cálida que aparecen en prácticamente todas las escenas y que, cabe destacar, la gran mayoría de ellos son objetos, como lámparas, etc., de la escenografía.
Del mismo modo, la luz también juego un papel importante para representar esa iconografía del bien/dios, y el mal/satán, haciendo uso de una luz más blanca y ambiental, o más oscura y lúgubre.
Y aunque Amenábar rice el rizo de sus clichés más manoseados, consigue imponernos la misma duda que aterroriza al protagonista, nos sugestiona, y durante un rato, no sabemos si el miedo es real, o una cosa que nos hemos inventado…
Cuando comienzan los giros que pretenden darle a la película su personalidad propia, a través de los elementos religiosos y de los rituales satánicos, sucede sin embargo, el efecto contrario.
En lugar de recordar a los policíacos convencionales, y darle una pátina de algo nuevo, bajo un punto de vista diferente y particular, lo que consigue es recordarnos a los “thrillers” más ridículos que nos vienen de Hollywood, en los que estos elementos se meten con calzador, y de manera bastante injustificada.
Por supuesto, hay que señalar que arriesgar todo el carácter de una historia en un género que queda más que obsoleto, el detectivesco, sin añadir ningún otro subgénero que lo acompañe, y que le den un poco más de ambición, sino añadiendo pequeñas claves de terror que recrean su ambiente oscuro y chistes malos, que dan paso a un mal contraste de la comedia, olvidando así originalidad alguna, comete de esta manera, uno de los mayores pecados del oficio.
Si hubiera optado por un género, hubiera sido un éxito, y claro está, partiendo del título, el científico es el menos explorado.
Paradójicamente, son las secuencias más ridículas y exageradas, de sueños, visiones y regresiones, las que acaban capturando nuestro interés.
La historia, está focalizada a través de la mirada del personaje que malinterpreta Ethan Hawke, perdido cual Teseo sin hilo de Ariadna, en un embrollo, en un laberinto del que sale malparado.
Su rol de detective iracundo, amargado, resulta patéticamente ridículo.
Sus gritos desmesurados, sus gestos incontrolados, sus tics, reflejan la inanidad del personaje que Amenábar le obliga a vestir.
Está tan perdido como nosotros, los espectadores.
Está desnudo, porque el guionista/director, ha tenido a bien, no perfilar mínimamente sus rasgos.
Peor parada sale la pobre Emma Watson, que no se habrá arrepentido bastante de haber aceptado interpretar/dejarse manejar de mala manera, un papel que era un señuelo, una ratonera no diegética, sino un cepo para atraer al público más juvenil a las salas de cine; a ese público que creció viendo crecer a Hermione, de la que la propia Watson que cumplió 24 años al iniciar el rodaje, ha declarado sentirse orgullosa de haberla interpretado, y a la que remite el malvado Amenábar, que obliga a la actriz a regresar a esa niña de 17 años…
Como curiosidad, Emma Watson no aparece ni 7 minutos en el total del metraje, lo cual le debería permitir escapar del naufragio generalizado, pero la conversión a la que le obliga el guión, de víctima a victimaria sin transición, a palo seco, roza la infamia.
Ella, porque en ningún momento transmite la extrema fragilidad a la que se supone debería estar sometida por los abominables abusos sufridos de mano de su padre, y de esa secta satánica que la ha obligado a cometer horribles atrocidades, queda en suspenso.
Mientras el profesor Raines, carece de conflicto, y se queda en una presencia plana, sin evolución, siendo él quien debió llevar el peso de trama, nuevamente, remitiéndome al título.
Mención especial, el policía compañero de Ethan Hawke, que sabe toda la verdad sobre el caso desde el primer momento, y no es capaz de decir nada al respecto, pese a que es acusado y encarcelado como sospechoso de un gravísimo crimen.
Para luego contárselo todo al protagonista, y que éste acabe despachando el caso en 2 minutos.
Todavía, sigo pensando en el párroco de la iglesia, un cura raro, que no sé qué pinta, no sé si también es engañado por Ángela, o la está cubriendo…
Por lo que se presenta como un personaje plano, únicamente enfocado en su sectarismo; y el resto de personajes:
La familia de la chica, el padre, la abuela, el hermano... te dejan indiferente por la falta de profundidad.
Poco aportan al debate, las penosas escenas sobre regresiones que podemos ver aquí, pero se posiciona claramente en el sentido de que a pesar de la influencia negativa que puedan ejercer la familia, La Iglesia, o los medios de comunicación, al final somos nosotros mismos quienes nos autosugestionamos.
Es decir también, puede ser que nosotros mismos hayamos sido sugestionados mediante una regresión pasiva durante años, a la espera del nuevo “thriller” de terror de Alejandro Amenábar, y que Regression sea una obra maestra metafísica, sobre cómo el ser humano se deja llevar, arrastrado por la histeria colectiva.
Con guiño final incluido a muchos filmes de temática similar, y con su crítica a los daños que pueden hacer los medios de comunicación; el director vuelve a emplear ideas presentadas en sus trabajos anteriores, jugando con la percepción y los sueños, ofreciendo una nueva visión de la situación.
En realidad, no se trataba ni de misas negras, ni seres de otro mundo, ni de monstruos peludos del Averno, sino de redención, mentira y, finalmente, consuelo.
Digamos que la lección es, o mejor debería ser, que acabamos por creer lo que mejor se adapta a nuestro horizonte de comodidad o debilidad, y no lo que en efecto tendríamos que atrevernos a creer, la libertad como un ejercicio de responsabilidad…
Respecto a “Los Rituales Satánicos”, el director los trivializa hasta el punto de tratarlos como “magufadas”, sin hacer en absoluto un análisis profundo sobre ellos, y considerarlos simples mitos.
Deja claro en Regression, lo que ya dejó claro en “Ágora” (2009):
Al director no le gusta la religión, y en concreto el cristianismo, reduciéndolo a una manipulación de mentes y conciencias a través del miedo; ahora como una niña que odia a su familia, y quiere destruirlos...
Un angelito y un fiel reflejo del modo de ser de la sociedad estadounidense, tal vez acostumbrada a ser fácilmente “sugestionada”
“Please God, help me”
Es un hecho que los poderes religiosos y políticos, han utilizado desde siempre el miedo como arma para sugestionar y controlar a las masas temerosas, pero el miedo está en la mente de las personas.
Durante los años 80, y parte de los 90, lo que se conoció como “Abuso Ritual Satánico” copó los periódicos de Estados Unidos, las televisiones, las conversaciones en la calle, y la preocupación de las autoridades, extendiéndose a otros países.
Sin embargo, jamás se aportaron pruebas de ninguna conspiración organizada, y los pocos casos que llegaron a juicio, y resultaron en condenas, no tenían en general, ninguna conexión con cultos satánicos.
A finales de los 90, el fenómeno decayó, y hoy se contempla como un ejemplo de pánico moral, similar a La Caza de Bruja, o a la cruzada del macartismo contra la confabulación comunista en los EEUU de los años 50.
Y es que la mente humana es limitada.
Cuando tiras de la memoria, extraes una parte de la información archivada, y deduces la otra, rehaciendo los recuerdos.
Adecuadamente interrogado, puedes ser inducido a dudar de un recuerdo, o modificarlo introduciendo elementos nuevos.
Este mecanismo es más fuerte en los niños; por lo que no deben ser interrogados varias veces sobre un mismo hecho, porque modifican el relato, añadiendo detalles de su cosecha propia.
Porque las preguntas que se hacen, siempre contienen pequeñas pistas que señalan la respuesta esperada, y cuando un “no lo sé” siempre lleva a un “¿no lo sabes, o no me lo quieres decir?”, el niño termina por fantasear.
A veces, para quitarse al interrogador de encima, porque se siente intimidado por un adulto.
Otras, para contentarlo, o para que le de los juguetes y golosinas que usa para ganarse su confianza, que terminan actuando como refuerzo positivo de sus fantasías…
Por ejemplo, si un niño recordaba a un perro ladrando, el siguiente lo recordaba mordiendo, y el último descuartizando a la víctima.
Se inventaron un método sin validez científica para certificar violaciones anales, como pasarle una brocha por el ojal, a ver si se le encogía...
Uno se ve tentado de bromear, diciendo que el test “se lo sacaron del culo” de no ser por lo trágico del asunto.
“Pruebas” de esta guisa, destrozaron la vida de muchos inocentes.
Así las cosas, la principal característica de la histeria colectiva, es que la conducta patológica se manifiesta en un gran número de personas.
Normalmente, la histeria en masa empieza cuando un individuo cae enfermo o histérico durante un periodo de stress.
La crisis histérica, generalmente inicia su derrotero con dolores físicos, tal es el caso de dolencias abdominales, palpitaciones y alteración visual; sigue con la pérdida del conocimiento, y una reacción símil epiléptica, en la cual sobrevienen convulsiones y paro respiratorio.
Y en la fase final, se suceden los movimientos desorganizados y los gritos, más la entrada en un trance que puede ostentar ribetes violentos, y hasta sexuales.
Finalmente, hay un retorno a la conciencia, que se ve acompañado por movimientos más leves, y la comunicación inconexa de ideas y emociones.
De hecho, muy a menudo, la visión de milagros religiosos, es atribuida a la histeria en masa.
Hoy en día, se prefiere utilizar el término “reacción de estrés colectivo” para hablar de fenómenos de este género.

“Believe us.
That's the scariest part.
We believed it”



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