Remember

“Dark truths will come to light”

Al comenzar el siglo XX, Europa era sinónimo de modernidad, pues se había consolidado durante siglos, como “el continente más próspero del mundo”
Paradójicamente, de la mano del progreso, germinaban el fascismo y las teorías de superioridad racial.
El Holocausto aconteció en un civilizado continente, cuna del arte y la cultura, a la vanguardia en ciencia y tecnología, e inmerso en la modernidad y el progreso.
Una característica del Holocausto, fue la intención del régimen nazi, de darle un sustento legal al odio racial.
De este modo, el racismo, el antisemitismo, la discriminación, la exclusión y la violencia, se efectuaron dentro de un marco estrictamente legal, que involucró a la sociedad y a instituciones del Estado; incluso, el asesinato fue realizado dentro de los parámetros legales del régimen.
Como complemento de las medidas legales y propagandísticas, el régimen lanzó una brutal campaña de terror, operada por los escuadrones de protección, las SS y la Gestapo.
Así se crea el primer Campo de Concentración del nacional socialismo en Dachau; y organizaron un boicot contra los negocios de los judíos en Alemania.
Días después, se realizó una quema de libros escritos por autores judíos, y de aquellos considerados ajenos a la cultura alemana “pura”
Asimismo, la ciencia y otras manifestaciones artísticas, como la música y la pintura, sufrieron censura.
En enero de 1942, cuando el régimen nazi decidió implementar La Solución Final, es decir, el exterminio de todos los judíos de Europa, los judíos de los guetos fueron deportados a los campos de concentración y de exterminio.
El Holocausto nazi, ocasiono el asesinato a alrededor de 6 millones de judíos, 3,300.000 prisioneros de guerra soviéticos, 1,900.000 polacos no judíos, 250 mil gitanos, 200 mil discapacitados físicos y mentales, 80 mil opositores al régimen, 12 mil homosexuales y 2.500 Testigos de Jehová, entre otros.
El Holocausto, nos hereda una carga de preguntas sin respuesta:
¿Cómo pudo un crimen de esa naturaleza, y esa dimensión, suceder en pleno siglo XX, en el corazón de la Europa moderna?
¿Cómo la ejecución de un genocidio, contó con el consentimiento de una gran mayoría en un país desarrollado, y en el seno de un pueblo que era un ejemplo de la cultura y la civilización?
¿Cómo fue que autoridades estatales, planificaron y ejecutaron un plan de exterminio de un pueblo inocente, con el cual, no estaban en lucha?
Y sobre todo, lacera la pregunta:
¿Qué es lo que transformó a las personas ordinarias en asesinos, o en observadores pasivos?
Cada año, se estrenan decenas de películas pertenecientes a ese prolífico subgénero cinematográfico, cuya temática gira alrededor del nazismo.
Las hay desde todos los enfoques y para todos los gustos, y es perfectamente comprensible, que a uno le empiece a dar una especie de pereza acompañada de claros síntomas de déjà vu.
No es insensibilidad, es más bien la consecuencia de una constante sobreexplotación temática.
Sin embargo, siempre hay quien se las ingenia para encontrar nuevas vías de narración, elementos más o menos originales, que nos previenen de decir aquello tan horrible de “¡otra de nazis!”
¿Qué pasa pues, con la siguiente generación de descendientes?
¿Hay algún nivel de responsabilidad, o es lícito e irrebatible, que hay que asumir la lacra de los actos perpetrados por los predecesores?
¿En qué se debe diferenciar la actitud del hijo de un perseguido, de la de un carnicero?
¿Si hemos configurado como auténtica nuestra identidad a partir de falsas premisas, puede la realidad cambiar en un instante, más de 4 décadas de mentiras?
¿Hay prescripción de la ética y la integridad moral del hombre?
“Did your father ever talk to you about Germany?”
Remember es un drama del año 2015, dirigido por Atom Egoyan.
Protagonizado por Christopher Plummer, Dean Norris, Martin Landau, Henry Czerny, Jürgen Prochnow, Bruno Ganz, Peter DaCunha, James Cade, T.J. McGibbon, Kim Roberts, entre otros.
El guión es de Benjamin August; consultando a expertos en Alzheimer, para que la película fuese una representación fiel de las personas que padecen demencia.
Por otra parte, en el contexto, la memoria histórica colectiva, unida a la pérdida del recuerdo individual en forma de “thriller” criminal, parece una premisa interesante; más cuando son las víctimas del pasado, las que deciden perpetrar su venganza contra los verdugos de entonces, la profundidad moral del asunto puede dar un juego cinematográfico sólido, impaciente, incluso controvertido.
El título, no puede ser más adecuado:
Remember es la historia de un pasado que atormenta, que duerme contigo, vive contigo, y que solo puede morir, cuando tú mueres matando.
Si bien la acción está ambientada en la actualidad, se encuadra dentro del subgénero del Holocausto judío; cuando Zev Guttman (Christopher Plummer) y su mejor amigo, Max Rosenbaum (Martin Landau), hacen un pacto para dedicar lo que les queda de vida, a resolver un asunto pendiente:
Encontrar y vengarse del comandante nazi “Blockführer” Otto Wallisch, responsable de matar a sus familias durante la guerra.
Aunque Zev está perdiendo su memoria por el Alzheimer, Max es demasiado débil para salir de la residencia de ancianos, así que Zev debe emprender un viaje extraordinario, para encontrar al verdugo, antes de que sea demasiado tarde.
La impactante verdad que le espera a Zev, cuando finalmente se encuentre cara a cara con él, volverá su vida del revés.
Narrada como una “road-movie”, Remember muestra la posibilidad de que muchos criminales o ejecutores de dictaduras, vivan bajo fachadas de familias honorables, haciendo hincapié en esa fascinación que sigue teniendo toda la parafernalia del Tercer Reich, entre muchos sectores de gente, pero que además le suma un “plus”, al tratar la psicología de esos personajes, mostrando los trucos que utiliza la memoria y el subconsciente, para salvaguardar una cordura que se haría insoportable, al ser conscientes de las atrocidades.
“Besides me, you are the only person who could still recognize the man who killed our families”
Si de pequeños aprendemos nuestra historia, tal y como nos la cuentan, confiando en que así fue como sucedió:
¿Por qué no vamos a hacerlo, cuando el Alzheimer hace mella en nuestro intelecto?
El punto fuerte de Remember, es un guion preciso, muy bien construido, que consigue en su sorprendente, pero para nada gratuito final, dar coherencia a algunas situaciones que nos habían parecido extrañas, además de completar su verdadero significado.
Aunque el tema no sea especialmente original, su acercamiento, y la profundidad con la que lo hace su protagonista, merecen reconocimiento.
Aquí nos encontramos el verdadero terror; el horror de la memoria, que la mente hunde en los más profundo, para hacer soportable la existencia.
Las ideas centrales son, por un lado, la venganza concentrada de forma absoluta en una vida torturada por uno mismo y por su entorno; y por otro, una especie de juicio final, que un anciano decide desarrollar para cumplir la última voluntad de su amigo, y de él mismo…
Todo ello, sin perder de vista el peso de un pasado, que parece tener más influencia que cualquier elemento presente.
Así vemos a Zev Guttman, uno de los únicos supervivientes de su bloque, en El Campo de Concentración de Auschwitz.
Tras la guerra, Zev empezó una nueva vida en los Estados Unidos, que lo ayudó a olvidarse de las traumáticas experiencias de su pasado.
Casi 70 años después, aquejado de demencia senil, se propone despedirse de su vida en una residencia de ancianos en New York.
Pero tras la reciente muerte de su mujer, Zev vuelve a zambullirse en sus memorias, guiado por su amigo y compañero de residencia, Max.
Este último, confinado a una silla de ruedas, y uno de los contemporáneos de Zev en Auschwitz, revela que ha conseguido saber, dónde se encuentra el guarda alemán que mató a sus familias, y que ha estado evadiendo la justicia desde entonces.
Debido a su discapacidad física, Max prepara un completo plan para que Zev lleve a cabo, y así vengarse, y para ello, Zev viaja a través de EEUU y Canadá, para conocer a los 4 sospechosos de ser el fugitivo nazi:
Todos de nombre Rudy Kurlander (Bruno Ganz, Heinz Lieven, y Jürgen Prochnow), topándose con un tercero, ahora fallecido.
El triunfo final, será pues psicológico e implacable, tan o más cruel que el crimen original.
Como en muchas de las ficciones del director Atom Egoyan, estamos ante un personaje, que ni siquiera tiene una vida que vivir, que asume una determinada tarea, como si fuera lo único que posee.
Consumido por una voraz demencia senil, pierde la memoria con frecuencia, confunde tiempos y espacios, a veces cree vivir aún con su mujer muerta…
Y así se convierte en un vengador ciego, una especie de némesis indiferente, que visita a sus probables víctimas, sin saber mucho de ellas, instigado por un misterioso colega de su residencia, que parece manejarlo a distancia, como un demiurgo implacable.
La narración, tiene algunos problemas al intentar evadir los clichés más comunes, estirando los límites de la plausibilidad, con demasiados trucos de guión, coincidencias y reiteraciones, pero es capaz de conseguir una notable espiral de tensión hasta el quizás, predecible final del viaje.
Del reparto, la interpretación de Christopher Plummer, a sus 85 años, humaniza a su personaje, e insufla vida a unas situaciones por lo demás dibujadas con brocha gorda.
Es su talento y carisma, lo que mantiene al espectador atento a la pantalla, incluso cuando el relato toma derroteros de una inverosimilitud inquietante.
Aquí nos deja una interpretación a la altura de lo que cabría esperar, con unos andares y temblores en la mano que parecen lógicos en una persona de su edad, pero con una mirada tan férrea, y una voz tan potente, que su personaje no puede menos que infundir el respeto necesario, como para no confundir el destino de la obra, que poco a poco va desembocando en un “thriller” más reconocible.
El personaje del amigo en la residencia, está interpretado por Martin Landau, otro veterano ganador del Premio Oscar, y que en el momento de grabación de la película, tenía 87 años.
Su personaje no tiene la importancia del de Plummer, pero es el impulsor de la “road-movie” que inicia Zev, en búsqueda de Rudy Kurlander, el nombre falso de Otto Wallisch, el nazi responsable de sus torturas en El Campo de Concentración durante La Segunda Guerra Mundial, en donde murieron sus familias.
Pero no nos engañemos, la historia que cuenta Remember, es muy difícil de creer, y hay que hacer un tremendo esfuerzo por ignorar que los hechos que relata son, sencillamente, imposibles.
A priori, la idea de un vengador de 90 años, armado con una pistola, pasmosa la facilidad con la que se le vende un arma a un anciano con las facultades mentales, visiblemente menguadas; y con la firme idea de hacer justicia, asesinando a un nazi que ha vivido todo este tiempo en libertad, tal vez construyendo su propia familia, y tratando de ocultar los horrores cometidos; resulta tan curiosa como poco creíble, por lo que sostener sobre ella un “thriller” mínimamente convincente, era una misión casi imposible.
Y parecen pocos creíbles los pasos que va dando el judío que recorre 2 países, para localizar a una persona, teniendo en cuenta su avanzada edad, y que tiene demencia…
Mucho más realistas son esas reacciones individuales del protagonista, cuando se levanta desorientado y gritando el nombre de su mujer fallecida, pero no tanto en la manera de llegar a su destino.
Por lo que es una lástima que el personaje de Martin Landau no alcance más protagonismo, para desarrollar unos motivos que la interpretación del actor es capaz de transmitir con su mirada glacial, y su rostro de alabastro, impenetrable.
Lo mismo sucede con el enfoque que se da a los personajes de los hijos de los protagonistas; principalmente a Charles (Henry Czerny), hijo de Zev.
Durante todo el largometraje, veremos al descendiente buscando a su padre, siguiendo de alguna manera, la trayectoria que le llevará a conocer su verdadera identidad.
Lo cierto es también, que por motivos difíciles de explicar, la trama mantiene al espectador en cierta y continua tensión, de pronto por ver la fragilidad de este anciano recorriendo ciudades y pueblos, y viajando en tren o en ómnibus, en procura de cumplir su irrenunciable objetivo, la sensibilidad del espectador va aumentando, en proporción con los acontecimientos esperados, más que los presentados.
En Remember hay alguna que otra escena memorable, como aquella en la que el anciano se enfrenta a un policía alcohólico y violento, a su vez el hijo de un nazi convicto y confeso, que podría ser el asesino buscado, un fragmento en sí mismo ambiguo e inquietante; haciendo evidente que la semilla del odio sigue plantada después de tantos años, a pesar de todo.
O el encuentro con el homosexual en el hospital…
Y es que la cinta va de menos a más, ofreciendo en cada encuentro, una subida de nerviosismo por parte del espectador, ante la incógnita a la reacción de los personajes de la obra.
Así las cosas, Remember pretende poner de manifiesto, ciertas heridas que aunque parezca mentira, ¾ de siglo después, aún no han cicatrizado.
Muchos nazis responsables de crímenes antes y durante La Segunda Guerra Mundial, se buscaron una nueva vida en un sitio alejado de su país, sin que nadie les interpelara para que respondieran por las atrocidades que cometieron.
En definitiva, aunque el desarrollo tiene algunos defectos de credibilidad, no menoscaban el mensaje, que es lo único y fundamental de una obra de arte, no su credibilidad.
Para credibilidad, mejor salgan a la calle, y encontrarán historias como estas.
Además, los potenciales fallos del guión, se compensan por el magnífico uso de los efectos de sonido y la música, cortesía de Mychael Danna, que ayuda a crear algunos de los mejores momentos.
“We are the last living survivors from our prison block”
Dijo Gabriel García Márquez que “la muerte no llega con la vejez, llega con el olvido”
En Israel, aún viven 190.000 víctimas para recordar El Holocausto, pero envejecen y fallecen cientos cada mes.
Una fundación, recoge sus testimonios para la posteridad.
No obstante, 45.000 de ellos, viven bajo el umbral de la pobreza, según un informe elaborado por La Fundación de Asistencia a este colectivo.
“Hoy, El Holocausto se aborda desde el enfoque de los horrores que se cometieron, pero eso no va a durar mucho, cuando tristemente, la última generación desaparezca”, explicó Nadav Embom, fundador de la iniciativa.
“Hoy queremos abordarlo, por lo que puede extraerse del Holocausto:
El peligro del racismo, lo sagrado de la vida humana, el poder de la comunidad, el amor”, aseveró.
Es necesario que veamos El Holocausto, como una señal de alarma, una advertencia que nos obliga a actuar, y a recordar hasta dónde es capaz de llegar el ser humano con el odio y la violencia.
El Holocausto nos obliga a estar alertas, para evitar que un evento similar se repita en cualquier lugar del mundo, y contra cualquier grupo social.
¿Se habrá cumplido el objetivo?
¡Absolutamente no!
Ahora bien:
Los apellidos Himmler, Goering, Goeth y Hoess, todavía tienen el poder de evocar los horrores de la Alemania nazi.
¿Cómo es vivir con el legado de esos apellidos?
¿Es posible superar los terribles crímenes cometidos por los abuelos de quienes hoy llevan estos apelativos a cuestas?
En relación a este tema, es importante la aclaración acerca del enfoque, el cual no culpa ni a los hijos, ni a las esposas, ni a los familiares de los perpetradores por los crímenes cometidos por los jerarcas.
Sin embargo, hay 2 distinciones importantes que marcan la diferencia:
Cuánto sabían, y cuán involucrados estaban, cuando los crímenes fueron cometidos; y cuál fue su actitud después de la guerra, hasta el día de hoy.
Cada uno de los descendientes, narra su experiencia personal, pero a grandes rasgos, todos los testimonios van dirigidos en una misma dirección:
La del rechazo y el shock.
La del miedo y la vergüenza.
La de sentirse marcados por un estigma imborrable…
Sin embargo, aunque los sentimientos de los nietos son muy similares, sus modos de afrontar la herencia nazi, varían bastante.
Algunos, como Bettina Goering y su hermano, han decidido esterilizarse para que su linaje no perdure.
Otros escriben para desahogarse, y aliviar el peso de la conciencia.
Irse a vivir lejos de Alemania, romper con la familia, o participar en encuentros con las víctimas del Holocausto y sus descendientes, son otros métodos de exorcizar los fantasmas del pasado.
Pero surgen varias dudas en torno a los efectos psicológicos que provoca ser hijo o nieto de un nazi reconocido.
¿Los descendientes, se sienten víctimas o culpables?
¿De qué forma afecta la herencia familiar a su crecimiento personal?
¿Se ven negativamente influenciados en sus relaciones sociales?
¿Pueden tener una vida normal?
¿Cómo afrontan el descubrimiento simultáneo de qué fue El Holocausto, y del papel que sus abuelos desempeñaron en él?
En términos generales, podemos dividir a los descendientes de los jerarcas nazis en 2 grupos básicos:
Aquellos que continúan apoyando el régimen y la ideología nacionalsocialista; y aquellos que lo demandan, y lo repudian públicamente.
Bettina Goering, sobrina nieta de Hermann Wilhem Goering; dijo que tanto ella como su hermano, fueron esterilizados de forma voluntaria.
“Yo me cosí mi ligadura de trompas a la edad de 30, porque temí crear otro monstruo.
Me parezco a él; los ojos, los pómulos, el perfil.
Me parezco más a él, que su propia hija”, dijo.
En el caso de la hija de Himmler, El Jefe Nacional de las SS, Gudrun Burwitz, es el alma de una organización “Stille Hilfe” o “Ayuda Silenciosa”, que desde su sede de Múnich, ampara a los viejos nazis.
Ella nunca ha renunciado a la ideología nazi, y ha intentado en varias ocasiones, justificar las acciones de su padre, en relación con el contexto de su tiempo.
Ella se ha mantenido activa en la comunidad Nazi, y desde 1951, es miembro de la organización que proporciona apoyo a los ex SS miembros detenidos, condenados o prófugos como Klaus Barbie de la Gestapo de Lyon; Martin Sommer, también conocido como el “verdugo de Buchenwald”, y Anton Malloth, un supervisor del campo de concentración de Theresienstadt.
En 1952, Gudrun ayudó a fundar el “Wiking-Jugend” un Movimiento Juvenil neo-nazi, según el modelo de las Juventudes Hitlerianas.
Katrin Himmler, nieta del hermano de Himmler, escribió un libro sobre su familia llamado “Los hermanos Himmler: La historia de una familia alemana”, en la que critica a su tío abuelo, y su familia.
Wolf Rudiger Hess, hijo único de Rudolph Hess, tercero en la línea de sucesión del nacional socialismo en el periodo de guerra; mantuvo con su padre, preso en Spandau, una larga relación con 102 visitas.
Wolf, al igual que su padre, se convirtió en Nazi.
Murió en el año 2001, pero durante su vida, escribió 2 libros:
“Mi padre Rudolph Hess” y “¿Quién asesinó a mi padre Rudolph Hess?”, en los que cuestionaba el supuesto suicidio del líder Nazi.
Niklas Frank, es periodista en Stern y admite, sin matices, que su padre, Hans Frank gobernador nazi de Polonia, fue un asesino.
Llamó a su padre cobarde, corrupto, ansioso de poder, cruel, inestable y asesino, “el hombre que hizo posible Auschwitz”; y hoy da conferencias sobre su padre infame a los jóvenes en la antigua Alemania del Este, en un intento por evitar que se extravíen en la escena de extrema derecha que se alimenta de los jóvenes desempleados y desesperados.
Dice: “Nunca he logrado en mi vida deshacerme de la memoria de él; Yo vivo con esta vergüenza profunda por lo que hizo”.
Martin Bormann, hijo del que fue lugarteniente de Hitler, y uno de sus ahijados; ha pasado gran parte de su vida arrepintiéndose de las acciones terribles de su padre, se convirtió en un sacerdote católico, y sirvió como misionero en el Congo Belga.
Se ha unido con grupos judíos, para hacer una peregrinación a Auschwitz, y viajó a Israel para cumplir con los sobrevivientes del Holocausto.
Hoy dedica su tiempo a la investigación de su padre, al que ama pero no exculpa.
Harald Quandt, hijastro de Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda en Alemania nazi; hijo de Magda Goebbels de su primer matrimonio con el industrial Günther Quandt; sobrevivió a la guerra como prisionero.
Tras su liberación, trabajó para reconstruir los negocios familiares, y cuando murió en un accidente aéreo en Italia a los 45 años…
Los Quandt, siguen siendo los principales accionistas de la BMW, se habían establecido firmemente como uno de los clanes más ricos de Alemania.
Ricardo Eichmann, hijo menor de Adolf Eichmann, argentino, sólo tenía 5 años cuando los israelíes le arrebataron a su padre, cuando regresaba a su casa en Buenos Aires.
Ha condenado a su padre en los términos más enérgicos:
“No estoy de acuerdo con la pena capital, pero dada la naturaleza de sus crímenes, no tengo ningún problema con su ejecución”
Ricardo Adolf Eichmann, dice que él, simplemente no puede encontrar una manera de explicar, por qué su padre se convirtió en el principal arquitecto del Holocausto.
Mientras que Horst Eichmann, hijo mayor de Adolf Eichmann, argentino, es un impenitente nazi.
Manfred Rommel, hijo de Erwin Rommel y Lucia Maria Mollin, fue el alcalde de Stuttgart en Alemania, murió en Noviembre del 2013.
Lina Heydrich esposa de Reinhard Heydrich, escribió un libro de memorias en 1976, “Leben Mit Einem Kriegsverbrecher” o “La vida con un criminal de guerra”, en donde defendió a su difunto esposo.
Albert Speer Jr., hijo del Arquitecto Albert Speer, Ministro de Armamento del Tercer Reich; también arquitecto, ganó su primer premio internacional en 1964, y abrió el despacho de arquitectura Albert Speer & Partners en Fráncfort, el cual es actualmente, uno de los más grandes del país, con más de 100 empleados.
Es miembro de la Academia alemana de Urbanismo y Planificación regional desde 1970; y también fue profesor de urbanismo en Kaiserslautern.
Entre sus proyectos más reconocidos, está el diseño de la Exposición Universal de 2000 en Hannover, la Ciudad Internacional del Automóvil de Shanghái, y el nuevo complejo para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
También recibió el Premio Goethe de Fráncfort en 2003.
Hilde Schramm, hija de Albert Speer, estudio becada en los Estados Unidos; y se convirtió en una figura política europea prominente, que se distinguió por ayudar a las víctimas del antisemitismo, y las atrocidades nazis.
Muy activa políticamente, recibió el premio Moses Mendelson de Berlin, por su actividad reconciliadora por el recuerdo del Holocausto.
Schramm no tuvo contacto con su padre desde que fue liberado de la prisión de Spandau en Octubre de 1966.
Brigitte Höss, hija de Rudolf Höss, Comandante de Auschwitz.
Siendo una niña de 11 años, vivió en una villa junto a Auschwitz, donde su padre era el comandante.
Fue descubierta en los suburbios de Washington, y ha mantenido el secreto familiar para la mayor parte de su vida.
Ella escapó de Alemania, y trabajó brevemente como modelo de la casa de modas Balenciaga en Madrid, en la década de 1950.
Al llegar a Washington con su marido americano irlandés, el marido de Brigitte ocupó un trabajo de alto nivel en una empresa de transporte.
Ella ha pasado los últimos 40 años, viviendo y trabajando en Washington DC, ahora está retirada, ya que está luchando contra el cáncer.
Aunque se avergüenza de lo que su padre hizo, ella lo recuerda como “el hombre más agradable del mundo”
Barbara Cherish, hija de Arthur Liebehenschel, Comandante de Auschwitz antes de Rudolf Höss; explica su lucha con la memoria atroz de su padre:
“Mi padre no era un monstruo. Nunca tuve la intención de exonerarlo, sino a fin de humanizarlo lo suficiente, como para poder afrontar el hecho terrible de ser su hija.
Mi padre fue un hombre débil, en un lugar terrible”
La madre de Cherish, acabó internada en un manicomio, y ella, desnutrida, fue dada en adopción tras la guerra:
“Siento amor por mi padre, sí, aunque es un amor oscuro.
¿Estoy en paz con él?
En cierta manera, lo he conseguido a través del libro”
Monika Göth, hija de Amon Leopold Göth, Capitán de las SS, durante La Segunda Guerra Mundial y comandante del campo de prisioneros de Plaszow en Polonia.
Monika, es hija de Ruth Irene Kalder, la secretaria y amante de Göth, y nació un año antes de su ejecución.
Monika Göth escribió un libro sobre su padre titulado “Yo adoro a mi padre, ¿debo adorarle?”
Este libro, está basado en las opiniones de profunda admiración que tenía su madre sobre su esposo Amon Göth, pero después, al conocer en profundidad la participación de su marido en el Holocausto, se suicidó.
Monika es activista, y buscó el contacto con los sobrevivientes del campo de concentración de Plaszow, y viajó con ellos a Jerusalén.
Por otra parte, Jennifer Teege, nieta de Amon Göth, es hija de Monika Göth y un estudiante africano de Nigeria; había crecido completamente inconsciente de que su abuelo era Amon Göth.
Escribió un libro:
“Amon: Mi abuelo me habría disparado”, en donde documenta su tormento por el enlace con su sanguinario abuelo, que había asesinado en nombre de la raza aria.
Es fácil llegar a la conclusión, de que los nietos no son tan indulgentes a la hora de juzgar a sus mayores, como lo fueron los hijos.

“The man he killed was named Kunibert Sturm.
And Zev's name was Otto Wallisch.
They were the men who... murdered my family”



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