طعم گيلاس (Taste Of Cherry)

“اگر شما در چهار فصل نگاه کنید، هر فصل میوه به ارمغان می آورد”
(Si nos fijamos en las cuatro estaciones del año, cada temporada nos trae la fruta)

Las religiones han gastado incontables páginas y discursos para reflexionar acerca del suicidio:
La judía, como la inmensa mayoría, lo prohíbe:
“El cuerpo le pertenece a Dios.
Queda prohibido suicidarse o contribuir al acto.
Quien lo haga, será considerado asesino”
Al suicida se le entierra cerca de las paredes del cementerio, es decir, se le castiga, se le excluye.
En el hinduismo, el suicidio es mal visto, aunque se acepta que las personas con una preparación espiritual avanzada, cometan eutanasia voluntaria.
Para los musulmanes, la vida es sagrada:
“Dios es origen y destino.
La muerte solo sucede por voluntad de Dios”
Tanto el suicidio como la eutanasia, quedan proscritos.
Los teólogos y filósofos cristianos, no encuentran ninguna razón atenuante a favor del suicidio.
Es un acto personal y egoísta.
San Agustín lo resume con brillantez:
“El que se mata a sí mismo, es un homicida”
Es decir, el suicidio es un hecho ominoso, que conlleva la misma responsabilidad que matar al prójimo.
Las religiones, siempre han cohabitado con el ser humano.
Su mirada y su acercamiento al problema, no han variado.
Siempre lo han prohibido.
El suicidio es visto como un pecado por la iglesia católica, ya que el “no matarás bíblico, también le aplica a uno mismo”
El Budismo, no ve la muerte como el fin de la vida, sino simplemente como una transición; el suicidio no es, por tanto, un escape de nada.
De ahí que en los primeros tiempos de la historia del budismo, hace unos 2500 años, el suicidio fuera visto como una “acción inapropiada”, en el caso que fuera hecha con el fin de huir de los problemas de esta vida.
Sin embargo, los textos budistas tempranos, incluyen muchos casos de suicidio que Buda mismo aceptó y perdonó.
Por ejemplo, los suicidios de Vakkali, SuttaVibhanga, Vinaya III; y de Channa, MajjhimaNikaya III; se cometieron a causa de enfermedades dolorosas e irreversibles.
Existen muchas anécdotas registradas en diferentes sutras, donde Buda acepta, por diferentes razones, el suicidio de adeptos.
En todas ellas, lo común es la voluntad de no escapar a un problema, o ser el resultado de la cólera o el miedo.
“شما می خواهید به آن همه را”
(¿Te quieres rendir de todo?)
طعم گيلاس (Taste Of Cherry) es un drama iraní, del año 1997, escrito y dirigido por Abbas Kiarostami.
Protagonizado por Homayoun Ershadi, Abdolrahman Bagueri, Safar Ali Moradi, Afshin Khorshid Bakhtiari, entre otros.
Se estrenó en la 50ª Edición del Festival Internacional de Cine de Cannes, donde ganó La Palme d’Or, ex-aequo, junto a “うなぎ” (The Eel) de Shohei Imamura.
Este premio, consagró a عباس کیارستمی (Abbas Kiarostami) como una figura clave del cine de las últimas décadas del siglo XX; desde su trabajo en la trilogía “Koker”, el iraní capturó la atención del mundo con su sensibilidad y calidad.
Así, Kiarostami reformó la imagen del cine iraní en el mundo, abriéndoles camino a otros creadores de su país.
Sin embargo, la exhibición de طعم گيلاس (Taste Of Cherry) fue prohibida en Irán, pero consagra a Kiarostami como realizador internacional.
طعم گيلاس (Taste Of Cherry) contiene una experiencia parcialmente autobiográfica, sobre las tentaciones suicidas que embargaron al realizador, a raíz de un divorcio doloroso; en una bella metáfora de la libertad individual, que fue alabada por la crítica de todo el mundo, pero denostada por las autoridades religiosas iraníes.
La acción dramática tiene lugar en las afueras y la periferia de Teherán, a lo largo de una jornada de 24 horas de un día festivo del otoño de 1996.
El señor Badii (Homayoun Ershadi), conduce por Teherán en busca de alguien que acceda a realizar cierto trabajo para él, a cambio de una gran suma de dinero.
Durante sus conversaciones con los posibles candidatos, revela que su plan es suicidarse, y que incluso ha cavado su propia tumba, por lo que sólo necesita encontrar un hombre dispuesto a enterrar su cuerpo sin vida; y entra en comunicación con un chatarrero iraní que cree que le hace una invitación sexual; con un joven soldado kurdo (Safar Ali Moradi), que huye aterrorizado; con un joven seminarista afgano (Mir Hossein Noori); con un vigilante afgano (Afshin Khorshid Bakhtiari); y con el Sr. Bagheri (Abdolrahman Bagheri), un maduro empleado turco del gabinete de ciencias naturales de un centro de estudios, aficionado a la taxidermia.
Badii, es de media edad, está cansado, y se siente desesperado…
Por causas que no se revelan explícitamente, desea suicidarse, objetivo ilegal en una sociedad como la iraní, que condena y castiga el suicidio, y considera a los suicidas como delincuentes merecedores del desprecio público.
Por tanto, طعم گيلاس (Taste Of Cherry) hace una pregunta directa al espectador:
¿Con cuál de los personajes con los que se encuentra el señor Badii, hubieras actuado tú?
¿Como el chatarrero, lo habrías mandado al carajo, presumiendo que se trata de un pervertido?
¿Como el soldado, hubieras huido temiendo que fuera un asesino?
¿Cómo el seminarista, lo escucharías, pero te negarías a ir contra tus principios?
¿O acaso serías como el señor Bagheri, cuya labor de taxidermista, lo prepara para diseccionar no solo animales, sino también los conflictos humanos?
El tema es interesante, para Camus por ejemplo, el problema central de la filosofía, el suicidio, la más universal de las cuestiones, abordada desde un punto de vista puramente regional, los paisajes desérticos de Irán como fondo, y el contraste del suicida, del cual desconocemos los motivos que lo han llevado a tal decisión, con los demás personajes a quienes solicita su ayuda.
Y se reflexiona sobre el valor de la vida humana:
Propone elípticamente el suicidio, como solución del sufrimiento sin sentido, la desesperanza sin solución, los prejuicios morales y físicos que una enfermedad prolongada y dolorosa provoca en los allegados y familiares.
En definitiva, es una obra aparentemente abstracta, tocada por un aire de intemporalidad y de destierro, pero en realidad, de extraordinaria concreción contra lo que dispara:
Lo abominable, iraní o de cualquier país del mundo; y el poder siempre se siente ofendido, ante la presencia de un verdadero hombre libre.
“من نمی خواهم به شما یک تفنگ را به من کشتن”
(No quiero darle una pistola para matarme)
طعم گيلاس (Taste Of Cherry) es probablemente la cinta más famosa de Abbas Kiarostami; siendo filmada en los alrededores de Teherán, con el ritmo documentalista que define al director:
Largas tomas en el carro, y desde el carro, en un eterno deambular.
Es cine pobre pobrísimo, pues el director lo pagó a lo largo de casi 2 años, de su propio bolsillo.
Y es que nadie cobró una moneda por contribuir a hacer la película, ni obtuvo más salario que agua, café y bocadillo, a discreción.
La primera y única copia de طعم گيلاس (Taste Of Cherry), llegó sin talonar, con desajustes del continuo en el color en cada cambio de rollo, pues la cuenta corriente de Kiarostami, quedó tan estrujada por el alquiler de la cámara y la compra de celuloide en negativo que, aunque la película se terminó en unos meses, no reunió suficientes fondos para darle el acabado final en un laboratorio.
El minimalismo característico de Abbas Kiarostami, conduce así esta historia con tomas largas que cuentan la historia de Badii, un hombre que busca a alguien que lo entierre después de suicidarse.
Con ello, Kiarostami explora el mundo interno del resto de sus personajes, a partir de sus interacciones con Badii, sus motivaciones, sus límites, y sus problemas personales.
La mayor parte del metraje, se desarrolla en el interior de un vehículo Range Rover, pero la situación creada es tan intensa, que una película de acción; donde el resultado final, tiene que ver con una verdadera oda a la vida.
طعم گيلاس (Taste Of Cherry) es un cuento triste de un hombre solitario, que se da cuenta al cumplir 50 años, de que seguir estando en el mundo, carece para él de sentido, y decide quitarse la vida.
Quiere morir, pero no quiere que descuarticen su cuerpo con una autopsia en un laboratorio forense, sino que lo entierren como a cualquier muerto común.
No ama ya la vida, pero conserva el orgullo por su condición humana, y quiere preservarla.
Así que monta en su coche, y sale al camino en busca de alguien que quiera enterrarle una vez que se haya dado muerte.
En la primera, lo vemos que recorre con su coche las colinas polvorientas de las afueras de Teherán, buscando a alguien que lo entierre…
Así, durante toda una tarde, intenta convencer sucesivamente a un soldado iraní; a un seminarista afgano; y por último, a un taxidermista turco, el señor Bagheri, el único de todos que posee un nombre/apellido propio conocido para el espectador.
Otro personaje que no entra al carro, más bien es el señor Badii quien se baja, es un trabajador (Afshin Khorshid Bakhtiari), quien rechaza la oferta, pues tiene obligaciones que cumplir.
Siendo el señor Bagheri, el último y el único que accede a ayudarle, pero sobre todo, a hacerlo dudar en su intención de suicidarse…
El turco le habla sobre su propio intento de suicidio en el pasado, y cómo, gracias al simple sabor de las cerezas arrancadas de un árbol, prefirió seguir viviendo.
Tanto el soldado como el seminarista la declinan, pese a haber llegado hasta el final, y observar el agujero a donde tenían que acudir a las 6 de la mañana.
El verdadero motivo por el que el señor Badii no se suicida, es la historia que le cuenta Bagheri, ya que él también decidió suicidarse cuando estaba pasando problemas familiares.
Cuando se disponía a hacerlo, al colgarse con una cuerda a un árbol, notó el tacto suave de las cerezas, y eso, unido al sabor que le produjo esa fruta, le animó a no suicidarse; posteriormente fue a su casa, y llevó a su mujer las cerezas, y debido a eso, se olvidó del suicidio.
El otro gran momento visual, es la llegada de Badii al agujero por la noche, al final, cuando ve todo está oscuro, se tumba, y solo le vemos cuando un rayo ilumina el lugar…
En efecto, cada uno de los candidatos a enterrador, termina siendo un peldaño en la escalera ascendente que lleva al protagonista, y al film hacia su verdad.
El primero, un soldado, es tan tímido que apenas alcanza a balbucear una respuesta negativa, tras la que pueden intuirse toscos dogmas morales.
El joven tímido, se cierra en banda, mientras Badii intenta persuadirle mediante el dinero, pero el miedo es más poderoso.
Resulta interesante la paradoja de que el muchacho, a quien están entrenando para matar en la guerra, huya aterrorizado ante una misión bastante más sencilla.
El segundo, un religioso, se escuda en su fe.
Quitar la vida, dice, es exclusiva facultad divina.
Pero luce inmensamente más esclarecido que el soldado, y ya empieza a hablar desde la filosofía.
Naturalmente, sus prejuicios religiosos le impiden cumplir los deseos del protagonista.
Éste, por el contrario, argumenta que si Dios es bueno, y no quiere ver sufrir al hombre, habrá puesto en sus manos una solución para que pueda abandonar este mundo.
El suicidio es un don divino, la puerta de atrás que garantiza la bondad de Dios.
En cualquier caso, la conclusión es que los sermones y discursos religiosos, son inútiles para ayudar al hombre que experimenta verdaderamente el dolor y la tragedia de la vida.
La dimensión religiosa y filosófica que toma طعم گيلاس (Taste Of Cherry) en este tramo, se ve superada con el último copiloto:
Un viejo sabio, capaz de ayudarle; pero antes de prometerle su ayuda, le cuenta su historia; por lo que Badii decide tomar el camino más largo, cuando este le ofrece acompañarlo a su lugar de trabajo.
Una metáfora de las diferentes bifurcaciones que toma la vida, en el que el camino corto no es siempre el más bonito, en el que pararse a pensar y a disfrutar del camino largo, puede hacerte comprender lo valioso que es la vida.
El señor Bagheri no se niega a ayudarle, prefiere que sea él mismo quien tome la decisión adecuada, e intente solventar sus problemas consigo mismo, y sus allegados.
La vida, le dice, es demasiado corta como para renunciar a un amanecer…
Salió en la noche para ahorcarse, y volvió hecho otro hombre, gracias a una cereza.
Todos tenemos problemas, le dice, pero el suicidio no es el remedio.
La solución está en un cambio interior, en recuperar la capacidad para poder ver la maravilla de cada efímero instante de vida.
Sin embargo, a pesar de su intenso amor a la vida, o quizás precisamente por eso, el viejo sabio le promete que le ayudará a ser enterrado dignamente.
El tema de fondo podría sintetizarse así:
No importa el origen de los devaneos, en el caso de Badii, de la angustia o la desesperación; el que abra los ojos, acabará embriagado por la hermosura de la vida, con los campos, las flores, los pajaritos de colores...
Como dato, en Teherán, ciudad capital de Irán, las cerezas pueden ser consideradas como un fruto poco común, y difícil de hallar, son de sabor agridulce; una metáfora perfecta para Badii, que decepcionado de la vida, busca librarse de ella, pero que al balancear lo agrio y dulce de ésta, decide continuar vivo... en apariencia…
Así se resume esta amarga, como amargo es el sabor de la cereza verde, y sublime peregrinación de un hombre digno, en busca del último gesto de dignidad que le queda por hacer:
Seguir poblando, desde debajo de ella, la tierra que amó, siendo una dolorosa metáfora, envuelta en un lirismo de estremecedora belleza, pero al parecer no digerible por los dirigentes de un mísero e infortunado país, que padece una de las más altas cifras de suicidios de todo el mundo.
El paisaje general que Kiarostami elige para reflejar el alma del protagonista, es la periferia de una gran ciudad, a mitad de camino entre una mina abandonada, y un vertedero.
El paisaje es feísimo, llenos de desmontes, casi lunar, un cementerio inmenso, se podría decir; y al protagonista le da igual el ruido, las piedras que caen, el polvo que todo lo ensucia.
El color ocre de la película, hace comprender el hastío del protagonista, parece eterno y, junto con las andanzas en su Range Rover, en caminos terrosos demasiado curvos, que marean, avance/retroceso, pero se avanza, pero lento, como una “road-movie” persa hacía lo inevitable, con estupendos contrastes entre un paisaje árido y el alma sensible de un hombre, entre un país de guerras eternas y la ausencia de hombres dispuestos a ayudar a ese hombre a morir.
El hecho de que se desconozca el motivo que tenía el protagonista, es muy acertado para poder dar una situación genérica, y no particular que desvirtúe argumentaciones.
Porque es obvio que esquiva la más mínima exposición de las razones que hicieron que Badii decidiera suicidarse, con lo que el público, inevitablemente, comenzará a imaginarlas por su lado.
Y cuando queda en claro que nunca se sabrán los motivos, las especulaciones son reemplazadas por la intriga intelectual:
Lo evidente, de ahora en más, es que طعم گيلاس (Taste Of Cherry) no expondrá las razones para aislar esa decisión.
Para preguntar, y preguntarse, si se puede justificar el suicidio, independientemente de las circunstancias que lo susciten.
De algún modo, Kiarostami está anticipando que para él, el suicidio no puede justificarse jamás.
El problema es el modo mediante el cual arriba a dicha conclusión.
¿Habrá muerto Badii, o encontró un equivalente al sabor de las cerezas, que persuadió alguna vez al viejo taxidermista?
Antes ya del desenlace, que quiere ser abierto, la influencia de Bagheri, tuvo tiempo de operar sobre el protagonista del único modo posible:
¡Por ósmosis!
Contagiando de “salud mental” al hombre que quería morir, y ahora luce conmovido.
En el epílogo, Kiarostami decidió mostrarse él mismo, dando instrucciones a sus asistentes sobre los escenarios de la ficción, acaso para subrayar el hecho de que tiene decidido, como director, acotar sus facultades a las formas fílmicas, sin invadir “el libre albedrío” de los personajes.
Acaso para subrayar su presencia en un momento en que, paradójicamente, su condición de “auteur” está debilitada…
O bien, un insignificante hombre más acaba de morir, asqueado de la insoportable pesadez de la existencia.
En su autoconciencia, es un acto de bondad para no herir a sus seres queridos, se encuentran en paz consigo mismo, y con Dios.
La vida continúa, el mundo sigue siendo mundo, y cada uno sigue aportando su granito de arena a éste, aunque sea haciendo una película sobre aquel hombre que decidió bajarse de un largo viaje, dando vueltas en coche sobre el mismo sitio, metáfora de la vida perdida y estancada del iraní moderno.
طعم گيلاس (Taste Of Cherry) te dan los argumentos, y tú decides la conclusión…
¿Será que el señor Badii busca quien lo haga cambiar de opinión, convincentemente, entre idas y venidas?
Porque si lo andas preguntando, es porque francamente no quieres hacerlo…
Sobre el final alegre, es que es exactamente lo contrario de un “efecto de distanciamiento” y el director nos invita al laboratorio de donde surgió la película, y nos coloca en pie de igualdad con el director de cine, sin embargo, lo hace con un espíritu de euforia colectiva, liberándonos de repente de la soledad opresora y la oscuridad de Badii, solo en su tumba.
Mientras los soldados mostrados nos recuerdan la parte más feliz de la vida de Badii, junto a un árbol en plena floración que nos recuerda la epifanía del taxidermista turco; aunque los soldados también significan las guerras que hicieron tanto el soldado kurdo y los refugiados seminarista afganos, y un árbol es donde el turco casi se ahorcó...
Abbas Kiarostami, está representando la vida en toda su rica complejidad, la reconfiguración de los elementos de los anteriores 80 minutos y pico en vídeo casero, para aclarar lo que es real y lo que se inventó.
Como curiosidad, el pelotón está bajo el mando de Kiarostami, pero es Ershadi, un arquitecto amigo del realizador en la vida real.
Mientras que Kiarostami se ve fumando un cigarrillo…
Pero queda si vamos a sentir simpatía por Badii:
¿No sería útil saber más acerca de él?
Del reparto, el actor principal cumple con transmitir sensaciones, aunque no demuestra un sufrimiento abierto, se puede notar su pesadez y cansancio, su diálogo es seguro y expresivo, se ve un rostro melancólico en estado estable, que se mantiene controlado, pero dando la impresión de desgracia.
En eso es acertada la elección de éste actor iraní, Homayoun Ershadi, que recién empezaba su carrera de actuación con طعم گيلاس (Taste Of Cherry)
Muchos han catalogado de obra célebre ésta película, y quizás por su lado existencial tenga un valor, ya que el hombre parece sufrir un dolor muy profundo, que ha desencadenado su deseo de auto eliminarse, eso se puede deducir con facilidad, pero lo que trata es solo el hecho de querer desaparecer, y ese es el centro de la trama:
Cómo un hombre pretende dejar de existir, cuando en el mundo hay tantas hermosas experiencias que se pueden vivir, y dejará de hacerlo.
Por último, طعم گيلاس (Taste Of Cherry) no incluye banda sonora, a excepción de los títulos finales; y es una pieza de trompeta de 1929, una adaptación de Louis Armstrong de “St. James Infirmary Blues”; y la única canción que aparece, es “Khuda Bowad Yaret” (Que Dios sea tu protector), del cantante afgano, Ahmad Zaher, que suena de fondo de la radio del carro durante un momento en el metraje.
“من به شما بیل”
(Te voy a dar una pala)
El años 2016, ha estado marcado por la muerte de grandes figuras de la escena artística internacional.
Julio abre con el fallecimiento a los 76 años, del cineasta iraní, Abbas Kiarostami, icono del cine de autor, quien perdió la vida en París, tras una relativamente corta batalla contra el cáncer; pues apenas había sido diagnosticado en marzo.
El célebre director, destacó por la naturalidad con la que abordó diversas áreas del quehacer cinematográfico:
Fue guionista, productor, director de arte, además de involucrarse en otras ramas de las artes visuales.
Pero fue en particular, uno de los más grandes realizadores de la historia del cine, alguien no sólo con una voz propia, sino además, uno de esos directores que se identificaban con la cinematografía de un país, y es imposible decir cine iraní sin nombrarlo.
Porque Abbas Kiarostami pertenece a la generación de la llamada “Nueva Ola del Cine Iraní”, nacida en la década del 60, que se popularizo a nivel internacional en la siguiente, con obras que se diferenciaban de lo abundante, en esa transición por su contenido filosófico y político, realista o metafórico, que un sector de la crítica eligió como objeto de devoción y análisis.
Su identidad como autor era tan fuerte como mutante:
Pocos cineastas han sabido preguntarse con tanta frecuencia por el estatuto del cine y de la realidad, con tantas ansias de refundar constantemente su carrera, para seguir siendo fiel a sí mismo.
Desde sus cortos de los 70 en Irán, que incluyeron films educativos hasta su última película, “ライク・サムワン・イン・ラブ” (Like Someone In Love – 2012), filmada en Japón.
Pero Abbas Kiarostami también se dedicó a otros campos:
Al diseño gráfico, la pintura y la poesía, incorporando elementos de esta última en sus cintas; tanto los diálogos con toques poéticos para abordar temas complejos y retratar la vida rural iraní, como el uso de la poesía persa contemporánea en los títulos y tramas de sus producciones, se convirtieron en algunos de sus sellos característicos.
El cineasta residió en Irán hasta los últimos meses de su vida, pues Kiarostami solo se encontraba en París en tratamiento contra el cáncer; debido entre otras cosas a la llegada al poder de Mahmoud Ahmadinejad, Presidente de Irán del 2005 al 2013, se complicó la producción de películas en su país de origen.
Por ello, Kiarostami trasladó sus características historias, protagonizadas por preguntas sobre la identidad y las relaciones interpersonales, a otros países, como Italia y Japón.
Ahora, con su muerte, apenas hemos empezado a poner en perspectiva a Abbas Kiarostami, a vislumbrar su gigantesco legado.
Tal vez sea justo recordar especialmente, la tenaz esperanza, la perseverancia exhibida por el director en “زندگی و دیگر هیچ” (Life, and Nothing More... - 1992), un film-reflexión después del dolor de un cruento terremoto.
Su final, y la conversación del álter ego de Kiarostami en la película con las chicas que lavan los platos, son solamente 2 de esos momentos que no es exagerado denominar como, epifanías.

“شما می خواهید به رها کردن طعم گیلاس”
(¿Quieres renunciar al sabor de las cerezas?)



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