Babettes Gæstebud
“En kunstner er aldrig fattig”
(Un artista nunca es pobre)
Hay cuentos con final feliz, los hay con moraleja... y también hay cuentos que te dejan con muy buen sabor en el paladar.
Esta expresión casa perfectamente con “Babettes Gæstebud” o “El Festín de Babette”, un pequeño relato de la danesa Karen Blixen, publicado en el libro “Anecdotes Of Destiny” en 1958, bajo el seudónimo de Isak Dinesen, en el que se encuentran, conviven, y contraponen 2 mundos, o mejor dicho, 2 formas de vida completamente opuestas, que se ignoran y temen la una a la otra.
Es una pequeña narración, con reminiscencias de cuento clásico escandinavo, heredero del estilo de Hans Christian Andersen; una fábula en la que su sobrio y sencillo, casi infantil estilo narrativo, no debería de distraernos de un mensaje que deambula entre un análisis profundo del sentimiento religioso, y el humano apego al mundo de los sentidos.
Es un cuento que bien podría comenzar con el mítico:
“Erase una vez...” y finalizar con el también atemporal “Y comieron perdices.”; pero esta vez, en “sarcófago y rellenas de trufa negra”
“Babettes Gæstebud”, es una deliciosa y apetecible historia que cuenta la experiencia de una cocinera francesa, que huye de su país tras La Revolución de La Comuna de 1871.
Históricamente, La Comuna de Paris, es el nombre dado a la primera experiencia histórica de gobierno proletario, de la clase obrera francesa, ocurrido en Francia; un breve movimiento insurreccional, que gobernó la ciudad de París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un proyecto político popular autogestionario, que para algunos autores, se asemejó al anarquismo o al comunismo.
Así fue que tras la derrota y derrumbe del gobierno imperial de Napoleón III en La Guerra Franco-Prusiana, París fue sometida a un sitio de más de 4 meses; que culminó con la entrada triunfal de los prusianos, que se retiraron de inmediato, y la proclamación imperial de Wilhelm Friedrich Ludwig de Alemania, en El Palacio de Versalles.
Y se decretó que el ejército y la policía, fueran reemplazados por La Guardia Nacional, integrada por ciudadanos comunes, como artesanos, jornaleros, y otras profesiones.
Se estableció la separación entre La Iglesia y El Estado; los cargos públicos eran sometidos a elección popular, y se regirían por el principio de revocatoria de mandato.
Dejaron de impartir clases de religión en los colegios, por tratarse de un tema de decisión personal.
Las fábricas abandonadas, fueron ocupadas por los trabajadores; por lo que París se dividió en “quartiers”, localidades con cierta autonomía que cooperaban con la organización central.
Los funcionarios recibían un sueldo similar al de los obreros; y el precio de los alquileres, fue controlado por La Comuna; así las viudas y huérfanos de La Guardia Nacional, fueron reivindicados con pensiones.
El pueblo, cerró París con barricadas para proteger La Comuna, sin embargo, la represión gubernamental acabó violentamente con el esfuerzo anticapitalista, hasta registrarse un intenso combate dentro de París, que tuvo su final, el 28 de mayo de 1871.
En general, este movimiento revolucionario, fue un ejemplo para la clase obrera, demostrando que se podía tomar el poder para crear una sociedad más justa, igualitaria y fraternal, que hoy llamamos “solidaridad”
Incluso el “exceso” de libertad, que tanto se criticó, no deja de ser un ejemplo de que intentaron hacer un nuevo mundo que no estuviera basado en la represión que ellos habían sufrido en sus vidas.
Como dato, La Comuna de París, fungió como inspiración a La Revolución de Los Bolcheviques en Rusia, y también de La Revolución Socialista en China, como continuación y profundización de los alcances del movimiento insurreccional francés.
El espíritu reformista de La Comuna, propició cambios en las formas de Gobierno de Europa, así, durante El Tercer Reich en Alemania, se establecieron horas máximas de trabajo y seguros sociales en caso de accidente y jubilación, garantizando a los alemanes, niveles “básicos” de seguridad social.
Estas medidas, fueron el inicio de lo que hoy se conoce como “El Estado de Bienestar”
La Comuna de París, fundó pues, las bases de un sistema político fundamentado en la democracia participativa como eje de la administración política y social.
El cuento “Babettes Gæstebud”, por su parte, toma este hecho histórico para invitar al lector a una cena generosa, a compartir y disfrutar de los placeres de la vida, sin ningún tipo de remordimiento.
Entre líneas advertimos, una y otra vez, que es posible la convivencia entre la devoción y el placer, entendido éste como algo merecido por todos desde el momento en que nacemos, y sin atisbos de culpabilidad por caer en él.
El arte, la consecución de lo hermoso y la alegría, nos ayudan a encontrar un bienestar en el que somos mejores, porque mostramos nuestros sentimientos y nuestros deseos... y la vida fluye por el sendero hacia la felicidad.
“Babettes Gæstebud” significa un derroche de sensualidad, colores y sabores.
El cuento en sí, súbitamente cambia sus tintes oscuros y nebulosos, por una embriagante atmósfera de bacanal romana, de baile voluptuoso, en donde los olores, los sabores, y los colores, dan paso a una borrachera de los sentidos donde se relaja la lengua, y por fin se dice lo que se piensa, y sobre todo, lo que se siente.
Es el éxito de la convivencia de 2 modos de vivir la vida; pero también el placer de vivir, y sentirse vivos.
Pero “Babettes Gæstebud” también es una inteligente fábula sobre la felicidad y el talento:
La felicidad que encierran las cosas sencillas como una cena con los amigos, la convivencia, la fidelidad, los recuerdos; y el talento, en este caso culinario, como forma de expresión, como don, como regalo a los demás.
Isak Dinesen, que nunca se privó de los placeres terrenales, hizo lo que le vino en gana, y posa su mirada casi de entomóloga sobre estas gentes encerradas en su microcosmos, y les abre una ventana a la vida, mediante los sentidos, con un festín culinario que forma parte por derecho propio, como un referente en el género.
Los aromas y los sabores del mundo, más allá de su refugio, donde pretenden poner a salvo sus almas, nos hará reencontrarnos con nosotros mismos.
¡Brindemos por ello!
“Barmhjertighed og sandhed har mødt hinanden”
(La misericordia y la verdad se encontraron)
Babettes Gæstebud es un drama danés del año 1987, escrito y dirigido por Gabriel Axel.
Protagonizado por Stéphane Audran, Jean-Philipe Lafont, Gudmar Wivesson, Jarl Kulle, Brigitte Federspiel, Lisbeth Movin, Bodil Kjer, Bibi Andersson, entre otros.
Basado en un relato de Isak Dinesen/Karen Blixen, publicado en los años 50 para una revista estadounidense.
A excepción de algunos detalles, particularmente el nivel de énfasis, la película termina siendo bastante fiel al material de origen, el cual se encuentra impregnado de religiosidad, 2 mundos que chocan y se funden:
El luterano de la espiritualidad y renuncia; y el francés del goce y el agradecimiento.
Producida por Just Betzer, Bo Christensen y Benni Korzen, con fondos del Instituto del Cine de Dinamarca; Babettes Gæstebud, fue la primera película danesa basada en una historia de Blixen, y la primera de esa nacionalidad, en ganar El Premio Oscar a La Mejor Película de Habla No Inglesa; así como “La Mención Especial del Jurado” del Festival Internacional de Cine de Cannes, entre otras muchas condecoraciones.
Una sutil y amable ironía sobre los ideales protestantes, confrontándolos con el espíritu mediterráneo y católico del buen yantar y mejor beber, para alegría del espíritu, y honor de la creación que Dios nos ha puesto para servirnos.
La acción se centra en una aldea donde no hay niños, solo gente mayor, muy religiosa, las personas más puritanas de La Tierra, donde todo es por y para Dios, nada de placer, de sentir, de disfrutar la vida…
Es 1871, durante una mañana de tormenta, Babette Harsant (Stephanie Audran), que se ha quedado sola, sin su esposo e hijo porque han fallecido, llega a un pueblo de Croacia, una aldea en la desolada costa oeste de Gran Bretaña, huyendo de Francia, durante la represión de La Comuna de París.
Ella es empleada como criada y cocinera en la casa de 2 ancianas solteras:
Martine (Vibeke Hastrup/Brigitte Federspiel) llamada así, en honor de Martín Lutero; y Filippa (Bodil Kjer), llamada así, en honor a Philipe de Belinchon.
Ambas son hijas de un estricto Pastor (Pouer Kern), fundador de una micro secta puritana, en un pintoresco pueblito de La Península de Jylland.
Jylland, es una península de la Europa Noroccidental, que comprende la parte continental de Dinamarca y el norte de Alemania, estado federal de Schleswig-Holstein.
Al oeste limita con El Mar del Norte, al norte con La Isla de Vendsyssel-Thy, de la que la separa el angosto Limfjord; al noreste con el Kattegat, y al este con las islas danesas del Báltico.
Allí, El Pastor ha frustrado todos los planes de ser felices de sus hijas; y allí vive Babette durante 14 años, hasta que un día descubre que por fortuna, ha ganado la lotería, y en lugar de regresar a Francia, pide permiso para preparar una cena de celebración del Centenario del Pastor; una ocasión de corresponder a la bondad y al calor con que fue acogida.
Pero los preparativos de la cena, alterarán a las tranquilas hermanas, que ven cómo en su casa entran perdices, vinos, una tortuga gigante… y Martine, tras una horrible pesadilla, siente que debe avisar a los comensales, de que aquello puede ser una “Aquelarre de Brujas”… todos comprenden y le dicen que se tranquilice, que no harán caso de absolutamente nada de lo que tomen o coman… dado el puritanismo de los comensales, el exuberante desfile de manjares y vinos selectos, tendrá algo de pecado, entre la gula, la lujuria, y el rito pagano.
Todos los vecinos aceptan la invitación, pero se ponen previamente de acuerdo, para no dar muestras de una satisfacción, que sería pecaminoso; y poco a poco, en un ceremonial intenso y emotivo, van cediendo a los placeres de la cocina francesa:
Sopa de Tortuga, Codorniz rellena con trufas, Champagne Amontillado, Jerez, café, budín, frutas frescas... resulta demasiado para los propósitos de esa docena de puritanos malavenidos e hipócritas, acostumbrados a pescado hervido y pudines de aspecto repugnante.
Y es que Martine y Filippa, cuando eran jóvenes y hermosas, fueron honestamente requeridas por 2 gallardas figuras:
El General Lorens Löwenhielm (Jarl Kulle); y el cantante lírico, Achille Papin (Jean-Philipe Lafont), un “papista”, según El Pastor y profeta juto, padre de las jóvenes.
Ambos se ven frustrados en sus aspiraciones, y se marchan con amargura, pero sin resentimientos.
Por su parte, Papin es quien les envía, años después, a Babette, para protegerla de ciertas venganzas revolucionarias de París.
Solo les dice, en su larga carta, además de sus desgracias, que “sabe cocinar”
Y ella, con su crucifijo católico al pecho, y su madura belleza, asume su destino de pobre refugiada durante 14 años.
Luego, la fortuna le depara una posible venganza:
10.000 francos caen en sus manos; y los destina a honrar al padre de sus protectoras, por gratitud hacia ellas, haciendo lo que mejor sabe:
Cocinar como una artista.
Y El General, conocedor de sabores y buenos banquetes, toma la palabra en un discurso que remeda la conciliación de ciertas virtudes, según la doctrina del Pastor fallecido y homenajeado.
Pero de su cosecha, que era de un buen año y añejo, agrega sabiamente:
“Todo lo que se nos ha concedido, lo tenemos por misericordia, e incluso lo que nos ha sido negado, también nos ha sido negado por misericordia”
Es una perfecta resignación cristiana, al mejor estilo de Job, ante sus éxitos mundanos, y su fracaso amoroso.
Al despedir a su amada y ya anciana “esposa imposible”, le dice, precisamente:
“Todo es posible”
Y luego, la otra hermana, pretendida por Papin, quien se había enamorado de su bellísima voz, le augura a Babette, lo que el mismo Papin le ha augurado a ella:
Que su arte regocijará a los propios ángeles en el paraíso, aun cuando el tiempo o la frustración, no le hayan permitido permanecer en la memoria de los hombres, o aun tal vez, ni siquiera ser conocido.
Llama la atención en las 2 ancianas, el fuerte sentido del deber, inculcado por su padre, y expresión de un compromiso ante todo con Dios.
En la austeridad de su existencia, arraigada también en una concepción cristiana de la vida, se percibe al mismo tiempo, un rechazo a todo lo mundano.
Poco a poco, vamos comprendiendo ese aspecto muy presente en la concepción luterana del cristianismo, en el que lo material, así como el gozo y el placer, son vistos con desconfianza, y en su mayor parte, rechazado.
Contrasta fuertemente con la aproximación de Babette, cuya educación y catolicismo, “papista” en la mente de las ancianas, la lleva a una valoración positiva de lo material y de los placeres de la vida, tomados con moderación.
Así, esa “unión sagrada de los placeres de la vida”, que son el arte, la sensualidad, la reunión, y los ritos que conlleva, las celebraciones, las relaciones personales… con lo trascendental y espiritual, Babettes Gæstebud nos invita a disfrutar de lo que la vida nos regala.
A aprender el don de saber dar, y saber recibir.
A sentirse en paz con uno mismo.
“Du har nok talent til at distrahere de rige og for at trøste de fattige”
(Usted tiene el talento suficiente para distraer a los ricos y para consolar a los pobres)
Babettes Gæstebud es una bellísima película, que demuestra lo grande que puede ser el cine intimista.
Sin un gran presupuesto, ni elevadas pretensiones, apoyada en un guión perfecto, y unas excelentes interpretaciones, Babettes Gæstebud es una de las pequeñas joyas del cine.
No solo se disfruta viéndola, sino que te deja una agradable disposición para reflexionar; hecha con gran gusto y sensibilidad.
Quizás sea la poesía que la envuelve, la cómica peculiaridad de los personajes, los emocionantes diálogos, los amores imposibles, y sobre todo, la delicada forma de narrar el paso del tiempo, lo que la magnifica, y hace perdurar.
Fiel a la tradición danesa, Babettes Gæstebud es intensa, profunda y sumamente psicológica.
Gabriel Axel, consigue unir calidad pictórica y densidad conceptual; mientras el excelente reparto logra transmitirnos toda la nostalgia, y el conflicto de sus personajes; y realiza un acertado ensayo sobre la misericordia y el amor, donde la tensión entre el pecado y el perdón, hablan de una religión descarnada, y donde se palpa La Gracia entre los fogones… porque el paladar que sabe apreciar la buena comida, estará también preparado para recibir el amor.
El director nos sitúa en el año 1871, y nos traslada a una remota aldea de pescadores de la península de Jylland, territorio que más adelante sería conocido por acoger el mayor combate naval de La Primera Guerra Mundial, que enfrentó a las flotas del Káiser, y a La Armada Real Británica, aunque ese aspecto no se trata en la película que nos ocupa.
Babettes Gæstebud te sumerge en una historia delicada e intimista, a través de una voz “en off” femenina (Ghita Nørby), que te va guiando hasta desaparecer, para que tome un total protagonismo, el anunciado “festín”, y las reacciones que provoca en cada uno de los comensales.
Los paisajes en esa aldea perdida, el mar, el frío, el cielo lleno de estrellas, el ambiente austero y silencioso de sus habitantes, la luz natural… envuelven todo en un abanico de placenteras sensaciones.
Y nos arrastra a la historia de 2 hermanas, hijas de un Pastor, que son su mano derecha e izquierda, y deciden dedicar su vida tranquila a buenos actos con sus vecinos, a un amor trascendente, sin vivir un amor pasional y terrenal.
Todos ellos son gentes dedicadas a su sincero culto a Dios, y a promulgar la austeridad exterior para el enriquecimiento interior, y la convivencia pacífica en la que las tentaciones terrenales son vencidas por medio de una intensa fe.
Sin embargo, hay 2 momentos en que dichas hermanas, se pudieron haber entregado a la pasión terrenal:
Martine, con El General Lorens Löwenhielm; y Filippa con Achille Papin, un cantante de ópera francés.
Los 2 encuentros, marcan profundamente a estos hombres, y suponen un nuevo camino y sentido de la vida.
Años más tarde, ambos vuelven a aparecer de distintas maneras en la aldea perdida danesa, donde viven las hermanas, y los cada vez más ancianos seguidores del Pastor fallecido, alterando sus austeras y tranquilas existencias…
El director, podría haberse decantado por derroteros de insatisfacción personal de las 3 protagonistas femeninas, basándose en la extrema austeridad de sus vidas, pero no lo hace.
Las abnegadas y encantadoras hermanas, Filippa y Martine, derraman tanta bondad, y encuentran tanto consuelo en su fe y en su afecto espontáneo hacia el prójimo, que es inconcebible que puedan sentir insatisfacciones profundas.
Ambas renunciaron al amor, y cambiaron el curso del destino de 2 hombres, que hallaron en ellas, una fuente de paz y armonía, en un momento crucial de su pasado, para llevar en adelante existencias mucho más ricas y satisfactorias, espiritualmente.
Gabriel Axel, no intenta disimular el hecho de que ellas llegaron a plantearse en aquel momento de su juventud, el concederse una oportunidad para el amor, y que tal vez, sienten nostalgia por lo que dejaron marchar.
Pero si hubo en ellas alguna añoranza de aquello a lo que renunciaron, sin duda la compensaron con su vida dedicada a la alabanza de Dios, y al servicio a sus semejantes, como “monjas”
Mientras que Babette, es una viuda cocinera profesional, que decide alejarse de su vida, para recluirse en la paz absoluta, pero sin abandonar su arte, su placer, ese que a un artista le llena el alma.
Cuando comienza el banquete, afloran todos esos sentidos, imposibles de reprimirlos.
Todo con un toque de comedia, muy sutil, ya que la parte más dramática, si se quiere, es el personaje de una de las hermanas que recibe esa noche a un invitado muy especial, un hombre al que dejo escapar en su juventud, y al que ahora en su rostro podemos apreciar su tristeza y angustia por haberlo dejado; cuando se permite disfrutar de una buena cena y un rico vino, es cuando se empieza a dar cuenta de la vida perdida por su fidelidad “al de arriba”
Así llegamos a la parte más maravillosa de la historia, que es esa preparación de la gran cena por parte de Babette en la cocina, toda una artista, capaz de causar sensaciones, emociones, y felicidad, incluso en gentes que jamás se han preocupado de matices y variedades en los sabores… y la propia cena en ese comedor, que en un principio se niega a disfrutar, excepto el inocente Oficial, que nos revelará el origen de la misteriosa cocinera; y esos feligreses que sucumben a un festival culinario, arreglando antiguas rencillas, hablando de cosas trascendentes, y emocionándose ante cualquier mirada o palabra.
Y el espectador sufre esa transformación con todos ellos, y observa cómo la directora y artista de todo, es una Babette creadora, que se adueña de la cocina y del momento, derrochando todo su amor y su saber hacer en esa “Última Cena” con:
“Potage à la Tortue”, acompañada por un vino amontillado.
Caviar y Blinis Demidoff, regados por un champaña Veuve Clicquot de 1860.
“Cailles en Sarcophage” o codornices rellenas de trufa negra y foie, reposadas dentro de un volován, con salsa de vino, Clos de Vougeot Pinot Noir cosecha de 1845.
Ensalada de endivias, nueces y lechuga, con vinagreta francesa, escoltada por el mismo vino.
Selección de quesos franceses, entre ellos, roquefort y camembert.
Tarta de cerezas, frutas confitadas, y licor.
Fruta fresca como higos, dátiles, uvas, y piña.
Café molido para la ocasión y, como digestivo, un soberbio Marc Vieux Fine Champagne, lo que conocemos como Marc de Champagne.
Como lecturas, Babettes Gæstebud es en el plano más superficial, un homenaje al sentido social y humano que se esconde detrás de algo en apariencia tan material como la gastronomía, el noble oficio de cocinar.
Porque comer, no es una mera necesidad biológica, propia de animales.
El hombre es animal, pero es también espiritual, y su dimensión espiritual es capaz detransformar la comida en un arte con el que agasajar a los demás, en una manifestación de cariño y afecto.
Babette, en su festín, muestra cómo el trabajo abnegado en la cocina, es capaz de encender y unir corazones antes gélidos y distantes.
“Yo podía hacerles felices, cuando daba lo mejor de mí misma”
En un segundo plano más profundo, Babettes Gæstebud es también un bello canto a la generosidad, a la capacidad humana de dar, sin esperar nada a cambio.
En toda familia que funciona, hay al menos uno que vive con ese espíritu generoso y desinteresado.
En un tercer plano, Babettes Gæstebud muestra el contraste entre el calor de la fe católica de Babette, que afirma que el mundo es bueno, porque ha salido de las manos de Dios; y esa fría desviación del cristianismo, que es el calvinismo puritano, dominante en el pueblo danés al que ha llegado la sofisticada cocinera francesa.
La fe católica, aporta alegría y ganas de vivir; nada que ver con la negación y amargura del puritanismo.
Una alegría que se manifiesta desbordante, cuando Babette prepara su magnífico festín, sin reparar en sacrificios ni gastos, dándolo todo.
Y en ese festín, se intuye la lectura más profunda:
Una gran metáfora de La Eucaristía, el verdadero festín, el gran derroche de generosidad, que nos transforma y hermana.
La Eucaristía, es el centro de la vida de La Iglesia y de cada católico.
Es La Mesa que nos hermana, el hogar familiar en torno al que todos, y cada uno encuentran calor y se sienten queridos.
En La Eucaristía, ese gran festín en que la comida es el mismo Jesucristo, que se entrega en un exceso de generosidad, surge y crece la concordia y el hermanamiento entre los hombres.
Ese es, quizá, el significado más hondo que ha querido expresar Gabriel Axel.
También resulta apasionante, la reinterpretación del pasaje bíblico de “Las Bodas de Caná” a través de la preparación de tan suculenta cena, y la claudicación de todas las reticencias iniciales de los comensales, durante y tras su degustación.
Con una ironía tan divertida como sutil, Axel nos muestra a los miembros de una comunidad cristiana, que conciben la vida como un tiempo transitorio, cargado de temerosa austeridad; Babette, en cambio, vivirá su fe de una manera más abierta y equilibrada, ya que intentará que su virtuosismo nutra no sólo a su alma, sino también a su cuerpo.
Del mismo modo que el manual cristiano nos invita a aceptar el sufrimiento, también nos alivia en ocasiones, recordándonos que la vida es un regalo que se debe disfrutar, de ahí el pasaje de Las Bodas, donde tras la multiplicación de los panes y los peces, los invitados comieron en abundancia, y bebieron un vino excelente.
Del mismo modo, la sensibilidad y el mimo con que el realizador enfoca la preparación y degustación del banquete, son dignos del pincel del mejor de los maestros pictóricos, creando una especie de retablo cinematográfico, que nos mantiene hechizados durante la totalidad de tan placentero visionado.
En cuanto a los protagonistas, son personas que viven un exagerado calvinismo puritano, a tal punto que La Redención de Cristo, se vive como una negación de las cosas de este mundo.
Cuando llega la frescura de la libertad, del derroche en una cena, todos terminan transformados.
En verdad, esa comunidad no sabía lo que era la felicidad…
Vivía aplastada por el dolor; estaba adherida a lo pálido de la vida; le tenía miedo al amor.
El personaje de Babette, es mágico, sin demasiado protagonismo pero imprescindible, que se parece a un ángel, en su comportamiento, en su agradecimiento, y en su humildad; otrora famosa y reputada chef del Café Anglais, el mejor restaurante de París.
Stéphane Audran, la que fuera musa de Claude Chabrol, y que también engatusó a Luis Buñuel, Éric Rohmer, Bertrand Tavernier o Samuel Fuller, ofrece una interpretación contenida en el gesto, pero intensísima y rica en matices, a través de una mirada acristalada e hipnótica.
Babettes Gæstebud, definió en gran mesura, las directrices que seguirían algunas obras posteriores que podríamos agrupar en un suculento y sugerente subgénero cinematográfico gastronómico.
Y hay muchos ejemplos, y su relación con la gastronomía se contempla desde distintos y distantes puntos de vista, que van desde la fabulación, la ironía, la escatología, el romanticismo o, incluso, la antropofagia.
Sea como sea, a través de la recreación del acto culinario o alimenticio, se conseguirá llegar a la catarsis, o punto culminante de la historia que se proyecta ante nuestra curiosa, y casi siempre cómplice mirada; eso sí, nada de ecologismo:
Una buena tortuga sacrificada para ser sopa…
Babette no duda en torcer el pescuezo de las codornices, a la hora de prepararlas “al sarcófago”, receta suya, que da origen a la anagnórisis o reconocimiento por parte del General, honrado en otros tiempos por esta exclusividad del Café Anglais de Paris, donde Babette era Chef de Cuisine.
Suena algo tétrico, pero otra cosa es verlas sobre un plato...
Las situaciones son curiosas algunas, como la derivada del acuerdo pactado ante el banquete; y emotivas otras, como la despedida, y las sentidas palabras que El General le revela a Martine, antes de su marcha; y que ha tenido y tendrá presentes durante todos los días de su vida.
Las imágenes de los paisajes y los atardeceres nórdicos, son una delicia, al igual que abren el apetito las de los manjares que Babette prepara con mimo, cuidado y arte, para la cena francesa en honor al Pastor.
El mensaje implícito de la austeridad, huele a una sutil crítica a los lujos y vicios de las grandes ciudades, a un canto a la felicidad en lugares tan remotos y agrícolas como esta villa, religiosa y tradicionalista como ninguna.
La felicidad bajo la amargura; planteada como un relato contra el puritanismo, y lo absurdo de los extremismos en las tradiciones que no producen sino anquilosamiento y entumecimientos mentales,
Es una crítica acerca de la religión empeñada en que para ganarnos “el más allá de este mundo”, tenemos que ser infelices sobre La Tierra.
Por esto, cuando Babette decide gastarse todo su dinero en un banquete para la gente que le ha acogido, esa que interpreta la religión como vivir en la infelicidad adormeciendo los sentidos, y la vitalidad pasional; dichas personas religiosas, reaccionan con una miope visión existencial, de no querer saborear la comida, de no ser felices, de no dejar a sus sentidos que disfruten, dado que ellos entienden que eso pertenece al “más allá”…
Pero de poco les va a valer, porque el goce biológico del organismo, también es digno de ¡Aleluyas!
Queda:
¿Por qué nadie le agradeció a Babette por el festín?
¿Será que no hay esperar nada a cambio, solo ser agradecido?
¿Qué pasó con los personajes, por qué no hay gente joven?
Me hubiera gustado saber más de Babette…
“Giv mig en chance for at gøre mit allerbedste”
(Dame la oportunidad de hacer mi mejor esfuerzo)
En la vida de Jesucristo, éste dejó en claro:
“No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”
Encontramos continuamente, interesantes reflexiones acerca del poder de la religión para unir a la gente, y también para hacerla menos libre.
Presenciamos historias de amor, que tienen el peso justo con toda la potencia visual y seductora, aunque parezca escondida; y contemplamos la humildad del artista verdadero, al que no le importa vivir como un rey o un siervo, si puede compartir con sus allegados el resultado de su obra, pues no hay mayor recompensa para él, que ver cómo su trabajo ha servido para hacer un poco más feliz y completa a su gente más querida.
La relación que se establece entre arte y fiesta, es muy importante.
Hoy en día, parece que el arte debe ser disfrutado en un museo, y de manera silenciosa e íntima; seguramente en la mayoría de los casos, el artista preferiría algo más festivo y alegre, en otro lugar en el que se pudiera reír y cantar sin miedo… como en esta historia podemos ver.
Es por ello que Babettes Gæstebud, conlleva el mismo sentido que el proceder artístico de Jesús de Nazaret:
Se puede ser misericordioso, religioso, amar, y a la par, gozar bebiendo y comiendo; pues no siempre vamos a disponer de esta vida, ni de estos sentidos, y aunque creamos en “un paraíso en el más allá”, en este mundo somos artistas, y ello significa dar realización a nuestros dones, talentos, o artes; lo cual implica generar felicidad, o dicho de otra manera, disfrute, goce, contento, que los sentidos de nuestro cuerpo se sientan vivos.
“I Paradise vil du være den store kunstner, som Gud betød du at være.
Ah, hvordan du vil glæde englene!”
(En El Paraíso serás la gran artista que Dios quiere que seas.
Ah, ¡Cómo vas a deleitar a los ángeles!)
(Un artista nunca es pobre)
Hay cuentos con final feliz, los hay con moraleja... y también hay cuentos que te dejan con muy buen sabor en el paladar.
Esta expresión casa perfectamente con “Babettes Gæstebud” o “El Festín de Babette”, un pequeño relato de la danesa Karen Blixen, publicado en el libro “Anecdotes Of Destiny” en 1958, bajo el seudónimo de Isak Dinesen, en el que se encuentran, conviven, y contraponen 2 mundos, o mejor dicho, 2 formas de vida completamente opuestas, que se ignoran y temen la una a la otra.
Es una pequeña narración, con reminiscencias de cuento clásico escandinavo, heredero del estilo de Hans Christian Andersen; una fábula en la que su sobrio y sencillo, casi infantil estilo narrativo, no debería de distraernos de un mensaje que deambula entre un análisis profundo del sentimiento religioso, y el humano apego al mundo de los sentidos.
Es un cuento que bien podría comenzar con el mítico:
“Erase una vez...” y finalizar con el también atemporal “Y comieron perdices.”; pero esta vez, en “sarcófago y rellenas de trufa negra”
“Babettes Gæstebud”, es una deliciosa y apetecible historia que cuenta la experiencia de una cocinera francesa, que huye de su país tras La Revolución de La Comuna de 1871.
Históricamente, La Comuna de Paris, es el nombre dado a la primera experiencia histórica de gobierno proletario, de la clase obrera francesa, ocurrido en Francia; un breve movimiento insurreccional, que gobernó la ciudad de París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un proyecto político popular autogestionario, que para algunos autores, se asemejó al anarquismo o al comunismo.
Así fue que tras la derrota y derrumbe del gobierno imperial de Napoleón III en La Guerra Franco-Prusiana, París fue sometida a un sitio de más de 4 meses; que culminó con la entrada triunfal de los prusianos, que se retiraron de inmediato, y la proclamación imperial de Wilhelm Friedrich Ludwig de Alemania, en El Palacio de Versalles.
Y se decretó que el ejército y la policía, fueran reemplazados por La Guardia Nacional, integrada por ciudadanos comunes, como artesanos, jornaleros, y otras profesiones.
Se estableció la separación entre La Iglesia y El Estado; los cargos públicos eran sometidos a elección popular, y se regirían por el principio de revocatoria de mandato.
Dejaron de impartir clases de religión en los colegios, por tratarse de un tema de decisión personal.
Las fábricas abandonadas, fueron ocupadas por los trabajadores; por lo que París se dividió en “quartiers”, localidades con cierta autonomía que cooperaban con la organización central.
Los funcionarios recibían un sueldo similar al de los obreros; y el precio de los alquileres, fue controlado por La Comuna; así las viudas y huérfanos de La Guardia Nacional, fueron reivindicados con pensiones.
El pueblo, cerró París con barricadas para proteger La Comuna, sin embargo, la represión gubernamental acabó violentamente con el esfuerzo anticapitalista, hasta registrarse un intenso combate dentro de París, que tuvo su final, el 28 de mayo de 1871.
En general, este movimiento revolucionario, fue un ejemplo para la clase obrera, demostrando que se podía tomar el poder para crear una sociedad más justa, igualitaria y fraternal, que hoy llamamos “solidaridad”
Incluso el “exceso” de libertad, que tanto se criticó, no deja de ser un ejemplo de que intentaron hacer un nuevo mundo que no estuviera basado en la represión que ellos habían sufrido en sus vidas.
Como dato, La Comuna de París, fungió como inspiración a La Revolución de Los Bolcheviques en Rusia, y también de La Revolución Socialista en China, como continuación y profundización de los alcances del movimiento insurreccional francés.
El espíritu reformista de La Comuna, propició cambios en las formas de Gobierno de Europa, así, durante El Tercer Reich en Alemania, se establecieron horas máximas de trabajo y seguros sociales en caso de accidente y jubilación, garantizando a los alemanes, niveles “básicos” de seguridad social.
Estas medidas, fueron el inicio de lo que hoy se conoce como “El Estado de Bienestar”
La Comuna de París, fundó pues, las bases de un sistema político fundamentado en la democracia participativa como eje de la administración política y social.
El cuento “Babettes Gæstebud”, por su parte, toma este hecho histórico para invitar al lector a una cena generosa, a compartir y disfrutar de los placeres de la vida, sin ningún tipo de remordimiento.
Entre líneas advertimos, una y otra vez, que es posible la convivencia entre la devoción y el placer, entendido éste como algo merecido por todos desde el momento en que nacemos, y sin atisbos de culpabilidad por caer en él.
El arte, la consecución de lo hermoso y la alegría, nos ayudan a encontrar un bienestar en el que somos mejores, porque mostramos nuestros sentimientos y nuestros deseos... y la vida fluye por el sendero hacia la felicidad.
“Babettes Gæstebud” significa un derroche de sensualidad, colores y sabores.
El cuento en sí, súbitamente cambia sus tintes oscuros y nebulosos, por una embriagante atmósfera de bacanal romana, de baile voluptuoso, en donde los olores, los sabores, y los colores, dan paso a una borrachera de los sentidos donde se relaja la lengua, y por fin se dice lo que se piensa, y sobre todo, lo que se siente.
Es el éxito de la convivencia de 2 modos de vivir la vida; pero también el placer de vivir, y sentirse vivos.
Pero “Babettes Gæstebud” también es una inteligente fábula sobre la felicidad y el talento:
La felicidad que encierran las cosas sencillas como una cena con los amigos, la convivencia, la fidelidad, los recuerdos; y el talento, en este caso culinario, como forma de expresión, como don, como regalo a los demás.
Isak Dinesen, que nunca se privó de los placeres terrenales, hizo lo que le vino en gana, y posa su mirada casi de entomóloga sobre estas gentes encerradas en su microcosmos, y les abre una ventana a la vida, mediante los sentidos, con un festín culinario que forma parte por derecho propio, como un referente en el género.
Los aromas y los sabores del mundo, más allá de su refugio, donde pretenden poner a salvo sus almas, nos hará reencontrarnos con nosotros mismos.
¡Brindemos por ello!
“Barmhjertighed og sandhed har mødt hinanden”
(La misericordia y la verdad se encontraron)
Babettes Gæstebud es un drama danés del año 1987, escrito y dirigido por Gabriel Axel.
Protagonizado por Stéphane Audran, Jean-Philipe Lafont, Gudmar Wivesson, Jarl Kulle, Brigitte Federspiel, Lisbeth Movin, Bodil Kjer, Bibi Andersson, entre otros.
Basado en un relato de Isak Dinesen/Karen Blixen, publicado en los años 50 para una revista estadounidense.
A excepción de algunos detalles, particularmente el nivel de énfasis, la película termina siendo bastante fiel al material de origen, el cual se encuentra impregnado de religiosidad, 2 mundos que chocan y se funden:
El luterano de la espiritualidad y renuncia; y el francés del goce y el agradecimiento.
Producida por Just Betzer, Bo Christensen y Benni Korzen, con fondos del Instituto del Cine de Dinamarca; Babettes Gæstebud, fue la primera película danesa basada en una historia de Blixen, y la primera de esa nacionalidad, en ganar El Premio Oscar a La Mejor Película de Habla No Inglesa; así como “La Mención Especial del Jurado” del Festival Internacional de Cine de Cannes, entre otras muchas condecoraciones.
Una sutil y amable ironía sobre los ideales protestantes, confrontándolos con el espíritu mediterráneo y católico del buen yantar y mejor beber, para alegría del espíritu, y honor de la creación que Dios nos ha puesto para servirnos.
La acción se centra en una aldea donde no hay niños, solo gente mayor, muy religiosa, las personas más puritanas de La Tierra, donde todo es por y para Dios, nada de placer, de sentir, de disfrutar la vida…
Es 1871, durante una mañana de tormenta, Babette Harsant (Stephanie Audran), que se ha quedado sola, sin su esposo e hijo porque han fallecido, llega a un pueblo de Croacia, una aldea en la desolada costa oeste de Gran Bretaña, huyendo de Francia, durante la represión de La Comuna de París.
Ella es empleada como criada y cocinera en la casa de 2 ancianas solteras:
Martine (Vibeke Hastrup/Brigitte Federspiel) llamada así, en honor de Martín Lutero; y Filippa (Bodil Kjer), llamada así, en honor a Philipe de Belinchon.
Ambas son hijas de un estricto Pastor (Pouer Kern), fundador de una micro secta puritana, en un pintoresco pueblito de La Península de Jylland.
Jylland, es una península de la Europa Noroccidental, que comprende la parte continental de Dinamarca y el norte de Alemania, estado federal de Schleswig-Holstein.
Al oeste limita con El Mar del Norte, al norte con La Isla de Vendsyssel-Thy, de la que la separa el angosto Limfjord; al noreste con el Kattegat, y al este con las islas danesas del Báltico.
Allí, El Pastor ha frustrado todos los planes de ser felices de sus hijas; y allí vive Babette durante 14 años, hasta que un día descubre que por fortuna, ha ganado la lotería, y en lugar de regresar a Francia, pide permiso para preparar una cena de celebración del Centenario del Pastor; una ocasión de corresponder a la bondad y al calor con que fue acogida.
Pero los preparativos de la cena, alterarán a las tranquilas hermanas, que ven cómo en su casa entran perdices, vinos, una tortuga gigante… y Martine, tras una horrible pesadilla, siente que debe avisar a los comensales, de que aquello puede ser una “Aquelarre de Brujas”… todos comprenden y le dicen que se tranquilice, que no harán caso de absolutamente nada de lo que tomen o coman… dado el puritanismo de los comensales, el exuberante desfile de manjares y vinos selectos, tendrá algo de pecado, entre la gula, la lujuria, y el rito pagano.
Todos los vecinos aceptan la invitación, pero se ponen previamente de acuerdo, para no dar muestras de una satisfacción, que sería pecaminoso; y poco a poco, en un ceremonial intenso y emotivo, van cediendo a los placeres de la cocina francesa:
Sopa de Tortuga, Codorniz rellena con trufas, Champagne Amontillado, Jerez, café, budín, frutas frescas... resulta demasiado para los propósitos de esa docena de puritanos malavenidos e hipócritas, acostumbrados a pescado hervido y pudines de aspecto repugnante.
Y es que Martine y Filippa, cuando eran jóvenes y hermosas, fueron honestamente requeridas por 2 gallardas figuras:
El General Lorens Löwenhielm (Jarl Kulle); y el cantante lírico, Achille Papin (Jean-Philipe Lafont), un “papista”, según El Pastor y profeta juto, padre de las jóvenes.
Ambos se ven frustrados en sus aspiraciones, y se marchan con amargura, pero sin resentimientos.
Por su parte, Papin es quien les envía, años después, a Babette, para protegerla de ciertas venganzas revolucionarias de París.
Solo les dice, en su larga carta, además de sus desgracias, que “sabe cocinar”
Y ella, con su crucifijo católico al pecho, y su madura belleza, asume su destino de pobre refugiada durante 14 años.
Luego, la fortuna le depara una posible venganza:
10.000 francos caen en sus manos; y los destina a honrar al padre de sus protectoras, por gratitud hacia ellas, haciendo lo que mejor sabe:
Cocinar como una artista.
Y El General, conocedor de sabores y buenos banquetes, toma la palabra en un discurso que remeda la conciliación de ciertas virtudes, según la doctrina del Pastor fallecido y homenajeado.
Pero de su cosecha, que era de un buen año y añejo, agrega sabiamente:
“Todo lo que se nos ha concedido, lo tenemos por misericordia, e incluso lo que nos ha sido negado, también nos ha sido negado por misericordia”
Es una perfecta resignación cristiana, al mejor estilo de Job, ante sus éxitos mundanos, y su fracaso amoroso.
Al despedir a su amada y ya anciana “esposa imposible”, le dice, precisamente:
“Todo es posible”
Y luego, la otra hermana, pretendida por Papin, quien se había enamorado de su bellísima voz, le augura a Babette, lo que el mismo Papin le ha augurado a ella:
Que su arte regocijará a los propios ángeles en el paraíso, aun cuando el tiempo o la frustración, no le hayan permitido permanecer en la memoria de los hombres, o aun tal vez, ni siquiera ser conocido.
Llama la atención en las 2 ancianas, el fuerte sentido del deber, inculcado por su padre, y expresión de un compromiso ante todo con Dios.
En la austeridad de su existencia, arraigada también en una concepción cristiana de la vida, se percibe al mismo tiempo, un rechazo a todo lo mundano.
Poco a poco, vamos comprendiendo ese aspecto muy presente en la concepción luterana del cristianismo, en el que lo material, así como el gozo y el placer, son vistos con desconfianza, y en su mayor parte, rechazado.
Contrasta fuertemente con la aproximación de Babette, cuya educación y catolicismo, “papista” en la mente de las ancianas, la lleva a una valoración positiva de lo material y de los placeres de la vida, tomados con moderación.
Así, esa “unión sagrada de los placeres de la vida”, que son el arte, la sensualidad, la reunión, y los ritos que conlleva, las celebraciones, las relaciones personales… con lo trascendental y espiritual, Babettes Gæstebud nos invita a disfrutar de lo que la vida nos regala.
A aprender el don de saber dar, y saber recibir.
A sentirse en paz con uno mismo.
“Du har nok talent til at distrahere de rige og for at trøste de fattige”
(Usted tiene el talento suficiente para distraer a los ricos y para consolar a los pobres)
Babettes Gæstebud es una bellísima película, que demuestra lo grande que puede ser el cine intimista.
Sin un gran presupuesto, ni elevadas pretensiones, apoyada en un guión perfecto, y unas excelentes interpretaciones, Babettes Gæstebud es una de las pequeñas joyas del cine.
No solo se disfruta viéndola, sino que te deja una agradable disposición para reflexionar; hecha con gran gusto y sensibilidad.
Quizás sea la poesía que la envuelve, la cómica peculiaridad de los personajes, los emocionantes diálogos, los amores imposibles, y sobre todo, la delicada forma de narrar el paso del tiempo, lo que la magnifica, y hace perdurar.
Fiel a la tradición danesa, Babettes Gæstebud es intensa, profunda y sumamente psicológica.
Gabriel Axel, consigue unir calidad pictórica y densidad conceptual; mientras el excelente reparto logra transmitirnos toda la nostalgia, y el conflicto de sus personajes; y realiza un acertado ensayo sobre la misericordia y el amor, donde la tensión entre el pecado y el perdón, hablan de una religión descarnada, y donde se palpa La Gracia entre los fogones… porque el paladar que sabe apreciar la buena comida, estará también preparado para recibir el amor.
El director nos sitúa en el año 1871, y nos traslada a una remota aldea de pescadores de la península de Jylland, territorio que más adelante sería conocido por acoger el mayor combate naval de La Primera Guerra Mundial, que enfrentó a las flotas del Káiser, y a La Armada Real Británica, aunque ese aspecto no se trata en la película que nos ocupa.
Babettes Gæstebud te sumerge en una historia delicada e intimista, a través de una voz “en off” femenina (Ghita Nørby), que te va guiando hasta desaparecer, para que tome un total protagonismo, el anunciado “festín”, y las reacciones que provoca en cada uno de los comensales.
Los paisajes en esa aldea perdida, el mar, el frío, el cielo lleno de estrellas, el ambiente austero y silencioso de sus habitantes, la luz natural… envuelven todo en un abanico de placenteras sensaciones.
Y nos arrastra a la historia de 2 hermanas, hijas de un Pastor, que son su mano derecha e izquierda, y deciden dedicar su vida tranquila a buenos actos con sus vecinos, a un amor trascendente, sin vivir un amor pasional y terrenal.
Todos ellos son gentes dedicadas a su sincero culto a Dios, y a promulgar la austeridad exterior para el enriquecimiento interior, y la convivencia pacífica en la que las tentaciones terrenales son vencidas por medio de una intensa fe.
Sin embargo, hay 2 momentos en que dichas hermanas, se pudieron haber entregado a la pasión terrenal:
Martine, con El General Lorens Löwenhielm; y Filippa con Achille Papin, un cantante de ópera francés.
Los 2 encuentros, marcan profundamente a estos hombres, y suponen un nuevo camino y sentido de la vida.
Años más tarde, ambos vuelven a aparecer de distintas maneras en la aldea perdida danesa, donde viven las hermanas, y los cada vez más ancianos seguidores del Pastor fallecido, alterando sus austeras y tranquilas existencias…
El director, podría haberse decantado por derroteros de insatisfacción personal de las 3 protagonistas femeninas, basándose en la extrema austeridad de sus vidas, pero no lo hace.
Las abnegadas y encantadoras hermanas, Filippa y Martine, derraman tanta bondad, y encuentran tanto consuelo en su fe y en su afecto espontáneo hacia el prójimo, que es inconcebible que puedan sentir insatisfacciones profundas.
Ambas renunciaron al amor, y cambiaron el curso del destino de 2 hombres, que hallaron en ellas, una fuente de paz y armonía, en un momento crucial de su pasado, para llevar en adelante existencias mucho más ricas y satisfactorias, espiritualmente.
Gabriel Axel, no intenta disimular el hecho de que ellas llegaron a plantearse en aquel momento de su juventud, el concederse una oportunidad para el amor, y que tal vez, sienten nostalgia por lo que dejaron marchar.
Pero si hubo en ellas alguna añoranza de aquello a lo que renunciaron, sin duda la compensaron con su vida dedicada a la alabanza de Dios, y al servicio a sus semejantes, como “monjas”
Mientras que Babette, es una viuda cocinera profesional, que decide alejarse de su vida, para recluirse en la paz absoluta, pero sin abandonar su arte, su placer, ese que a un artista le llena el alma.
Cuando comienza el banquete, afloran todos esos sentidos, imposibles de reprimirlos.
Todo con un toque de comedia, muy sutil, ya que la parte más dramática, si se quiere, es el personaje de una de las hermanas que recibe esa noche a un invitado muy especial, un hombre al que dejo escapar en su juventud, y al que ahora en su rostro podemos apreciar su tristeza y angustia por haberlo dejado; cuando se permite disfrutar de una buena cena y un rico vino, es cuando se empieza a dar cuenta de la vida perdida por su fidelidad “al de arriba”
Así llegamos a la parte más maravillosa de la historia, que es esa preparación de la gran cena por parte de Babette en la cocina, toda una artista, capaz de causar sensaciones, emociones, y felicidad, incluso en gentes que jamás se han preocupado de matices y variedades en los sabores… y la propia cena en ese comedor, que en un principio se niega a disfrutar, excepto el inocente Oficial, que nos revelará el origen de la misteriosa cocinera; y esos feligreses que sucumben a un festival culinario, arreglando antiguas rencillas, hablando de cosas trascendentes, y emocionándose ante cualquier mirada o palabra.
Y el espectador sufre esa transformación con todos ellos, y observa cómo la directora y artista de todo, es una Babette creadora, que se adueña de la cocina y del momento, derrochando todo su amor y su saber hacer en esa “Última Cena” con:
“Potage à la Tortue”, acompañada por un vino amontillado.
Caviar y Blinis Demidoff, regados por un champaña Veuve Clicquot de 1860.
“Cailles en Sarcophage” o codornices rellenas de trufa negra y foie, reposadas dentro de un volován, con salsa de vino, Clos de Vougeot Pinot Noir cosecha de 1845.
Ensalada de endivias, nueces y lechuga, con vinagreta francesa, escoltada por el mismo vino.
Selección de quesos franceses, entre ellos, roquefort y camembert.
Tarta de cerezas, frutas confitadas, y licor.
Fruta fresca como higos, dátiles, uvas, y piña.
Café molido para la ocasión y, como digestivo, un soberbio Marc Vieux Fine Champagne, lo que conocemos como Marc de Champagne.
Como lecturas, Babettes Gæstebud es en el plano más superficial, un homenaje al sentido social y humano que se esconde detrás de algo en apariencia tan material como la gastronomía, el noble oficio de cocinar.
Porque comer, no es una mera necesidad biológica, propia de animales.
El hombre es animal, pero es también espiritual, y su dimensión espiritual es capaz detransformar la comida en un arte con el que agasajar a los demás, en una manifestación de cariño y afecto.
Babette, en su festín, muestra cómo el trabajo abnegado en la cocina, es capaz de encender y unir corazones antes gélidos y distantes.
“Yo podía hacerles felices, cuando daba lo mejor de mí misma”
En un segundo plano más profundo, Babettes Gæstebud es también un bello canto a la generosidad, a la capacidad humana de dar, sin esperar nada a cambio.
En toda familia que funciona, hay al menos uno que vive con ese espíritu generoso y desinteresado.
En un tercer plano, Babettes Gæstebud muestra el contraste entre el calor de la fe católica de Babette, que afirma que el mundo es bueno, porque ha salido de las manos de Dios; y esa fría desviación del cristianismo, que es el calvinismo puritano, dominante en el pueblo danés al que ha llegado la sofisticada cocinera francesa.
La fe católica, aporta alegría y ganas de vivir; nada que ver con la negación y amargura del puritanismo.
Una alegría que se manifiesta desbordante, cuando Babette prepara su magnífico festín, sin reparar en sacrificios ni gastos, dándolo todo.
Y en ese festín, se intuye la lectura más profunda:
Una gran metáfora de La Eucaristía, el verdadero festín, el gran derroche de generosidad, que nos transforma y hermana.
La Eucaristía, es el centro de la vida de La Iglesia y de cada católico.
Es La Mesa que nos hermana, el hogar familiar en torno al que todos, y cada uno encuentran calor y se sienten queridos.
En La Eucaristía, ese gran festín en que la comida es el mismo Jesucristo, que se entrega en un exceso de generosidad, surge y crece la concordia y el hermanamiento entre los hombres.
Ese es, quizá, el significado más hondo que ha querido expresar Gabriel Axel.
También resulta apasionante, la reinterpretación del pasaje bíblico de “Las Bodas de Caná” a través de la preparación de tan suculenta cena, y la claudicación de todas las reticencias iniciales de los comensales, durante y tras su degustación.
Con una ironía tan divertida como sutil, Axel nos muestra a los miembros de una comunidad cristiana, que conciben la vida como un tiempo transitorio, cargado de temerosa austeridad; Babette, en cambio, vivirá su fe de una manera más abierta y equilibrada, ya que intentará que su virtuosismo nutra no sólo a su alma, sino también a su cuerpo.
Del mismo modo que el manual cristiano nos invita a aceptar el sufrimiento, también nos alivia en ocasiones, recordándonos que la vida es un regalo que se debe disfrutar, de ahí el pasaje de Las Bodas, donde tras la multiplicación de los panes y los peces, los invitados comieron en abundancia, y bebieron un vino excelente.
Del mismo modo, la sensibilidad y el mimo con que el realizador enfoca la preparación y degustación del banquete, son dignos del pincel del mejor de los maestros pictóricos, creando una especie de retablo cinematográfico, que nos mantiene hechizados durante la totalidad de tan placentero visionado.
En cuanto a los protagonistas, son personas que viven un exagerado calvinismo puritano, a tal punto que La Redención de Cristo, se vive como una negación de las cosas de este mundo.
Cuando llega la frescura de la libertad, del derroche en una cena, todos terminan transformados.
En verdad, esa comunidad no sabía lo que era la felicidad…
Vivía aplastada por el dolor; estaba adherida a lo pálido de la vida; le tenía miedo al amor.
El personaje de Babette, es mágico, sin demasiado protagonismo pero imprescindible, que se parece a un ángel, en su comportamiento, en su agradecimiento, y en su humildad; otrora famosa y reputada chef del Café Anglais, el mejor restaurante de París.
Stéphane Audran, la que fuera musa de Claude Chabrol, y que también engatusó a Luis Buñuel, Éric Rohmer, Bertrand Tavernier o Samuel Fuller, ofrece una interpretación contenida en el gesto, pero intensísima y rica en matices, a través de una mirada acristalada e hipnótica.
Babettes Gæstebud, definió en gran mesura, las directrices que seguirían algunas obras posteriores que podríamos agrupar en un suculento y sugerente subgénero cinematográfico gastronómico.
Y hay muchos ejemplos, y su relación con la gastronomía se contempla desde distintos y distantes puntos de vista, que van desde la fabulación, la ironía, la escatología, el romanticismo o, incluso, la antropofagia.
Sea como sea, a través de la recreación del acto culinario o alimenticio, se conseguirá llegar a la catarsis, o punto culminante de la historia que se proyecta ante nuestra curiosa, y casi siempre cómplice mirada; eso sí, nada de ecologismo:
Una buena tortuga sacrificada para ser sopa…
Babette no duda en torcer el pescuezo de las codornices, a la hora de prepararlas “al sarcófago”, receta suya, que da origen a la anagnórisis o reconocimiento por parte del General, honrado en otros tiempos por esta exclusividad del Café Anglais de Paris, donde Babette era Chef de Cuisine.
Suena algo tétrico, pero otra cosa es verlas sobre un plato...
Las situaciones son curiosas algunas, como la derivada del acuerdo pactado ante el banquete; y emotivas otras, como la despedida, y las sentidas palabras que El General le revela a Martine, antes de su marcha; y que ha tenido y tendrá presentes durante todos los días de su vida.
Las imágenes de los paisajes y los atardeceres nórdicos, son una delicia, al igual que abren el apetito las de los manjares que Babette prepara con mimo, cuidado y arte, para la cena francesa en honor al Pastor.
El mensaje implícito de la austeridad, huele a una sutil crítica a los lujos y vicios de las grandes ciudades, a un canto a la felicidad en lugares tan remotos y agrícolas como esta villa, religiosa y tradicionalista como ninguna.
La felicidad bajo la amargura; planteada como un relato contra el puritanismo, y lo absurdo de los extremismos en las tradiciones que no producen sino anquilosamiento y entumecimientos mentales,
Es una crítica acerca de la religión empeñada en que para ganarnos “el más allá de este mundo”, tenemos que ser infelices sobre La Tierra.
Por esto, cuando Babette decide gastarse todo su dinero en un banquete para la gente que le ha acogido, esa que interpreta la religión como vivir en la infelicidad adormeciendo los sentidos, y la vitalidad pasional; dichas personas religiosas, reaccionan con una miope visión existencial, de no querer saborear la comida, de no ser felices, de no dejar a sus sentidos que disfruten, dado que ellos entienden que eso pertenece al “más allá”…
Pero de poco les va a valer, porque el goce biológico del organismo, también es digno de ¡Aleluyas!
Queda:
¿Por qué nadie le agradeció a Babette por el festín?
¿Será que no hay esperar nada a cambio, solo ser agradecido?
¿Qué pasó con los personajes, por qué no hay gente joven?
Me hubiera gustado saber más de Babette…
“Giv mig en chance for at gøre mit allerbedste”
(Dame la oportunidad de hacer mi mejor esfuerzo)
En la vida de Jesucristo, éste dejó en claro:
“No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”
Encontramos continuamente, interesantes reflexiones acerca del poder de la religión para unir a la gente, y también para hacerla menos libre.
Presenciamos historias de amor, que tienen el peso justo con toda la potencia visual y seductora, aunque parezca escondida; y contemplamos la humildad del artista verdadero, al que no le importa vivir como un rey o un siervo, si puede compartir con sus allegados el resultado de su obra, pues no hay mayor recompensa para él, que ver cómo su trabajo ha servido para hacer un poco más feliz y completa a su gente más querida.
La relación que se establece entre arte y fiesta, es muy importante.
Hoy en día, parece que el arte debe ser disfrutado en un museo, y de manera silenciosa e íntima; seguramente en la mayoría de los casos, el artista preferiría algo más festivo y alegre, en otro lugar en el que se pudiera reír y cantar sin miedo… como en esta historia podemos ver.
Es por ello que Babettes Gæstebud, conlleva el mismo sentido que el proceder artístico de Jesús de Nazaret:
Se puede ser misericordioso, religioso, amar, y a la par, gozar bebiendo y comiendo; pues no siempre vamos a disponer de esta vida, ni de estos sentidos, y aunque creamos en “un paraíso en el más allá”, en este mundo somos artistas, y ello significa dar realización a nuestros dones, talentos, o artes; lo cual implica generar felicidad, o dicho de otra manera, disfrute, goce, contento, que los sentidos de nuestro cuerpo se sientan vivos.
“I Paradise vil du være den store kunstner, som Gud betød du at være.
Ah, hvordan du vil glæde englene!”
(En El Paraíso serás la gran artista que Dios quiere que seas.
Ah, ¡Cómo vas a deleitar a los ángeles!)
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