Nadie Quiere La Noche

“Our lives have a price that mark us”

El Polo Norte Geográfico Terrestre, está situado en El Océano Ártico, donde el mar está cubierto por un casquete de hielo o banquisa; y donde el sol sale y se pone sólo 1 vez por año, y por tanto, todas las zonas horarias convergen.
No hay presencia humana permanente en El Polo Norte, de ahí que no haya zona horaria en particular asignada.
Bajo El Derecho Internacional, ningún país posee El Polo Norte, o en la región del Océano Ártico que lo rodea.
Los 5 países árticos circundantes:
Rusia, Noruega, Dinamarca/Groenlandia, Canadá, y Estados Unidos/Alaska, están limitados a unas 200 millas náuticas, unos 370 km; 230 millas de zona económica exclusiva alrededor de sus costas, y el área más allá, es administrado por La Autoridad Internacional de Los Fondos Marinos.
Sin embargo, en lo que respecta a expediciones, para 1895, el explorador noruego, Fridtjof Nansen, se acercó hasta 3° y 46 minutos del Polo Norte Geográfico, pero no llegó.
En 1908, El Dr. Frederick Cook, dijo haber llegado al Polo Norte; pero su afirmación, se encontró que era un engaño…
En 1909, Robert E. Peary, acompañado de Matthew Henson, también afirma haber llegado al Polo Norte; que llegó hasta los 82° 45'N, una marca que se mantuvo durante varias décadas…
Robert Edwin Peary (1856-1920), fue un explorador estadounidense, que alegó haber llegado al Polo Norte, el 6 de abril de 1909; pero se cuestionó la veracidad de su hazaña, suscitando una gran controversia en la sociedad de la época.
Su expedición partió hacia El Polo Norte el 6 de julio de 1908, desde New York; y estaba compuesta por 23 hombres.
Pasaron el invierno cerca del Cabo Sheridan en la isla de Ellesmere, y desde allí partieron hacia El Polo Norte, el 1 de marzo de 1909.
Ante las pruebas aportadas, distintos historiadores coincidieron en que no había llegado al Polo Norte.
Y es que el principal problema de “dichas conquistas”, tanto de Cook como de Peary, radica en las mediciones realizadas en aquella época, y con esas gélidas temperaturas, todos creían haber cumplido “el sueño”
En lo personal, el matrimonio Peary, era de cuidado...
Él tenía fama de déspota, que consideraba al pueblo inuit, como un grupo de bárbaros; inuit es el nombre con el que se engloba a los habitantes esquimales de las regiones árticas, y que significa “el pueblo”
Y se aprovechó de los esquimales, de su fuerza de trabajo, de sus conocimientos, y hasta de sus mujeres; pues tuvo una relación con una joven esquimal, que fue algo más que un intercambio cultural…
Su esposa, Josephine Cecilia Diebitsch Peary (1863-1955), no quiso ser una “Penélope” más en espera de su “Ulises”; y compartió la pasión por El Ártico de su marido, al que acompañó en varias de sus primeras expediciones por Groenlandia.
En una de ellas, en 1893, nació su hija, Marie Ahnighito Peary, lo que documentó en un libro ilustrado con numerosas fotografías:
“The Snow Baby”; sobrenombre que le dieron los nativos, que nunca antes habían visto un niño blanco.
Anteriormente, Josephine ya había recogido sus experiencias viajeras en “My Arctic Journal”; y en un viaje posterior, emprendido con su hija para reencontrarse con su esposo, tras varios años separados, su barco resultó dañado por un iceberg, y se vieron obligadas a pasar el invierno, muy alejadas del campamento de destino.
Durante esos meses, conocieron a Allakasingwah, la joven amante esquimal de Robert, con quien tuvo un hijo.
Este descubrimiento, no quebró el apoyo incondicional que Josephine siempre prestó a la obsesión de su marido por ser el primero en plantar bandera en El Polo Norte, incluso cuando, tiempo después, esta conquista fue cuestionada.
Hasta su muerte, a los 92 años, tras recibir por sus méritos personales, la medalla más prestigiosa de la National Geographic Society, no dejó de defender la memoria de Robert Peary.
“It's your last chance.
He has pursued the dream for decades”
Nadie Quiere La Noche es un drama de aventura del año 2015, dirigido por Isabel Coixet.
Protagonizado por Juliette Binoche, Rinko Kikuchi, Gabriel Byrne, Matt Salinger, Velizar Binev, Ciro Miró, Reed Brody, Alberto Jo Lee, entre otros.
El guión es de Miguel Barros; y es un poderoso, casi conceptual, retrato de cualidades femeninas, en las circunstancias más adversas; un contraste entre civilización y barbarie; y es fundamentalmente la historia fría, pautada y cruda de un viaje radical y pleno, desde la inmensidad de un paisaje eterno y blanco, hasta el profundo vacío de la noche; desde dentro hacia fuera; desde el deseo a la realidad.
El guionista, Miguel Barros, ha escrito esta historia de amor y aventura, basada en personajes reales.
“Es un guionista fantástico, y tomó la historia por la otra cara, por el qué pasa con la gente que dejan detrás estos exploradores”, explica Isabel Coixet; que viaja a las frías tierras canadienses para rodar su visión de la exploradora Josephine Peary, esposa del también explorador, Robert Peary.
Una pareja controvertida, ya que Robert aseguraba ser el primer hombre blanco en llegar al Polo Norte, el 6 de abril de 1909.
Con 4 Premios Goya:
Mejor Música Original, Mejor Dirección de Producción, Mejor Diseño de Vestuario, y Mejor Maquillaje y Peluquería; Nadie Quiere La Noche estuvo nominada también a:
Mejor película, director, actriz (Juliette Binoche), fotografía y dirección artística; siendo una coproducción internacional entre España, Francia y Bulgaria, cuyo rodaje se extendió durante muchas semanas, en diversos sitios, pues se grabó en platós de Bulgaria y Tenerife, pero antes comenzaron por el frío de los paisajes nevados de Noruega.
Así las cosas, estamos en la Groenlandia de 1908.
Josephine Peary (Juliette Binoche), es una mujer rica y culta, que inicia una expedición al Polo Norte para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary.
Durante el viaje, se encuentra con una humilde mujer esquimal llamada Allaka (Rinko Kikuchi); que es la amante de su marido, y que también espera su regreso...
A pesar de sus diferencias, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas de la tundra.
Cae la noche de 6 meses sobre El Ártico, y solo queda la oscuridad y las vivencias de 2 mujeres enfrentadas, a las que les une la necesidad.
Su viaje será de experiencias personales, una historia de emociones a las que el destino ha unido en una historia de aventuras, de descubrimiento, de dolor y, por encima de todo, una maravillosa historia de amor.
Isabel Coixet, medita sobre el afán colonizador del hombre occidental, a través de una íntima historia de amor, celos y compasión entre 2 seres opuestos, enfrentadas a una situación de supervivencia extrema; y nos habla sobre mujeres, el amor y la soledad, aunque en esta ocasión, sitúa su historia en un lugar tan arriesgado y difícil, que termina convirtiéndose en una película sobre la supervivencia; pues se siente el frío, la soledad, el miedo a la muerte, hasta la locura.
Todo épico, pero a la vez minimalista, tan excesivo y arrebatado, como sorprendentemente austero y humilde.
“I still do not understand why always come back here”
Isabel Coixet es, sin duda, una de las directoras de cine españolas, más prolíficas de los últimos años.
En tan sólo 2 años, ha firmado y estrenado 4 largometrajes totalmente diferentes, y hasta opuestos entre sí; y toma prestados de la realidad, personajes que existieron, pero a los que la directora hace propios, creando una situación inaudita, y muy apreciable.
Para ello, la cineasta se aleja de sus clásicas historias de amor imposible, para centrarse en un viaje que, realmente, es una travesía espiritual y existencial, acerca de los valores de uno mismo, y del entorno.
El planteamiento inicial, no deja de ser convencional, pero invita a intuir una interesante odisea que nunca se completa.
Tras los primeros 40 minutos, la trama da un giro, para centrarse en una cruda lucha por sobrevivir en el duro y largo invierno del Ártico de 2 personajes bien diferentes, que se necesitan pese a lo que les separa:
Una dama de la alta sociedad neoyorquina, y una joven esquimal.
Para ello, la realizadora crea un personaje fuerte, pero lleno de prejuicios, el de Josephine Peary, encarnado por Juliette Binoche.
Una mujer adelantada a su tiempo que, pese a ello, tiene muchos prejuicios, no sólo con aquellas personas que pertenecen a culturas diferentes, sino también sobre el entorno natural.
Y para eso está su partenaire, la japonesa Rinko Kikuchi, que es energía e ilusión, un alma inocente y cándida, algo a lo que Josephine no está acostumbrada.
Eso provocará el primer acercamiento, una vez rotas las barreras, sus personajes se entregarán a una fraternidad por la supervivencia, inusualmente vistas en el cine.
Ambas mujeres, se encaran al frío polar, en un mensaje feminista, hecho de manera delicada, sutil, e invitando a conectar con esas 2 mujeres.
Nadie Quiere La Noche, arranca con la absurda y desagradable caza de un oso, por parte de una no menos absurda cazadora, la elegante y audaz exploradora, Josephine Peary; muy chic en medio de la sangre derramada.
Peary, es la esposa de Robert Peary, uno de esos hombres no menos absurdos de principios de siglo, que competían por ser el primero en pisar El Polo Norte.
El hombre, al que nunca vemos, lleva tiempo fuera, y Josephine, como buena esposa, quiere recuperarlo; o quiere, quizás también, que la fama de él no la eclipse a ella, que algo de eso hay, pues ella también es exploradora.
Con el aliento épico de un viaje enloquecido, arranca pues esta historia, que acabará por instalarse en la intimidad de un claustrofóbico iglú, en medio de esa noche larga y fría que nadie quiere, de la que habla el enfático título del filme.
Como un relato de aventuras, que trata de poner en escena, la serie de angustiosas experiencias vividas por Josephine Peary, cuando de modo prácticamente suicida, decidió ir a buscar a éste, tras muchos meses sin tener noticias suyas.
Así se inicia, presentando al personaje central.
Éste queda definido fundamentalmente, como una mujer profundamente enamorada de su marido.
Su silueta señorial, elegante, de prototípica dama de capital, en contraste con el ámbito pueblerino, humilde, montañoso, helado, del pueblo en el que se halla instalada, a la espera de noticias de su marido, ya apercibe del carácter arrojado de Josephine.
Esto se confirmará, cuando en contra de las opiniones de los allegados a Robert, esta decida finalmente iniciar un viaje rumbo a una lejanísima base en la que se supone, que éste tiene su campamento...
El tono de la película cambia, a partir del momento en que la protagonista queda en la cabaña base, obligada a pasar allí todo el invierno.
En ese momento, cuando ha quedado claro, que la valentía se ha confundido con la temeridad, Isabel Coixet hace que el instinto de supervivencia lo impregne todo.
Paradójicamente, en ese ambiente helado el corazón de La Peary, empieza a derretirse, incluso hasta el punto de vivir una relación llena de magia y ternura con una indígena, hasta entonces, un ser inferior y despreciable; que al parecer, ha osado disputarle los favores de su insigne marido.
El orgullo de la protagonista se resquebraja, y ello da pie a las escenas más emotivas.
Así tenemos a 2 mujeres, 2 seres humanos, en un desafío ciego contra la naturaleza, sacrificándose la una por la otra, sin más expectativas que la de superar una noche interminable.
En esta 2ª parte, Coixet despoja la trama de cualquier aspecto secundario o accidental, la desnuda, hasta conseguir que casi nos olvidemos de la absurda decisión que llevó a Josephine Peary, a una situación tan extrema.
Pese a que en un principio pudiere parecer que la historia va a indagar en las dificultades de esa dura travesía ártica, no desvelará su verdadero meollo dramático, hasta que no hace aparición Allaka, una esquimal que vive en un iglú, justo al lado de la base a la que llega Josephine.
La determinación de esta última, en quedarse allí, pese a la amenaza de la inminente y fatídica noche polar invernal, conllevará a que entre ambas, se establezca una convivencia nada fácil, que además, va a ir deparando impensadas revelaciones.
El temor frente a la llegada de esa insalvable noche de 6 meses, preconiza escénicamente, acaso con demasiada obviedad, el itinerario capital del filme; el que perfila la inmensidad helada, transitable y luminosa del paisaje, en el que la protagonista aparece cazando hasta la absoluta oscuridad inhumana, terrorífica e incierta, contra el que parece condenada.
Se le podría achacar a Nadie Quiere La Noche, el cliché del esquematismo más pintoresco al choque de caracteres que depara la convivencia entre 2 mujeres pertenecientes a 2 civilizaciones muy disímiles entre sí, permitiendo que el trasfondo dramático, quede reducido al consabido protocolo de la superación de los diversos apremios ambientales.
La propuesta de Coixet, es arriesgada en muchos sentidos; tanto el reto de rodar casi todo el metraje en la nieve, y su dificultad de fotografiarla; como el de crear empatía por un personaje tan absurdo y antipático como el de Josephine, y conseguir crear un vínculo entre ella y la esquimal Allaka; y no ha querido mostrarnos al marido, para centrarse en ella, en Josephine Peary, su esposa.
Y cumple, sólo que para llegar hasta el interior de esa cabaña destrozada, y ese frío iglú en medio de la nada.
Pero antes, nos adelantará acontecimientos en la figura del personaje interpretado por Gabriel Byrne, casi anecdótico, y al que uno termina olvidando pocos minutos después de que deje de aparecer.
De hecho, los personajes masculinos en general, quedan en un segundo plano, como ligeros complementos de una trama eminentemente femenina.
Toda la película, está ofrecida a Juliette Binoche.
Ella es Josephine, y por su sufrimiento y felicidad, camina entera la historia.
Ella sabe o, mejor, lo aprenderá en su viaje que, como dijo Borges, “no hay felicidad o dolor que sean sólo físicos, siempre intervienen el pasado, las circunstancias, el asombro, y otros hechos de la conciencia”
Ella es una nativa de Park Avenue, New York, sofisticada y tenaz…
Mientras la otra mujer, nativa inuit/esquimal, apegada a su mundo natural, prosaica, y adaptable al paisaje como esos 24 tonos del blanco, o más, que dicen que tiene la nieve… hace de Nadie Quiere La Noche, un enfrentamiento entre una civilizada; y la otra, “la buena salvaje”
Binoche, sufre dentro y fuera de la pantalla, una espectacular transformación que sobrepasa el plano físico.
A lo largo del rodaje, no sólo adelgazó más de 8 kilos; las intensas experiencias que vivió, como las escenas del iglú con Allaka, en las que ambas mujeres desnudan su alma, “fueron las más difíciles”, también marcaron psicológicamente a la artista francesa:
“Estaba tocada, tocada por el tema, pero es casi normal si uno quiere llegar al público”, justifica; “si no, no funciona.
No se puede interpretar intelectualmente”
Esta mujer de la alta burguesía neoyorquina, “empieza como un pavo real y termina siendo un perro”
En el fondo, Josephine Peary les cae mal a las 2:
“Me parece una tipa antipática, soberbia, y disfruto mucho cuando la vida le da por la cara.
Cuanto más se arrastra, más me gusta, más se convierte en un ser humano”, dijo la actriz.
Peary, es como si fuera el reverso de Robinson Crusoe...
El héroe de Daniel Defoe, se apodera de la naturaleza y la doblega.
Pero Perry/Binoche, por el contrario, debe liberarse del peso de la civilización, y entregarse a la naturaleza, para de paso, entender un poco mejor su propia vida; y estar lista para regresar en redención.
Como dato, una de las razones por las que Juliette Binoche aceptó la propuesta de Coixet, fue su compromiso social:
“Necesitamos dar un giro fundamental de conciencias”, defiende la francesa, también al hablar de la presencia femenina en el cine.
Si bien, películas como Nadie Quiere La Noche, ya narran historias de mujeres, contadas por una mujer, todavía hoy sigue resultando chocante, tanta presencia femenina en el mundo del cine.
“Puede que en los últimos 20 años se haya duplicado, triplicado, o cuadruplicado.
Ahora hay muchas más mujeres directoras, y creo que está evolucionando, pero las conciencias deben cambiar poco a poco, para que la producción y los encargados de la financiación, tengan más confianza”, apunta la actriz.
Sin embargo, considero el “casting” fallido por una equivocada Rinko Kikuchi, que nada puede hacer con un rol que merece a todas luces, una reescritura, otra intérprete, u otra contemplación; pues bien parece una esquimal lela… para no decir “con problemas mentales”
Eso sí, alegórico y triste final, con su personaje caminando hacia la noche…
A mí, el desenlace me parece desalentador, hasta el punto de que elimina de un plumazo, los sentimientos que el espectador pudiese tener por las escenas vividas hasta entonces.
Tras la dramática decisión final, el discurso “en off” de la protagonista, que felizmente ha vuelto a su mundo, y ha recuperado su estatus, suena hipócrita e impostado.
Como lección, no ha aprendido ninguna, me parece…
Quizás con ello, Coixet quería provocar una sensación de rabia, aunque tampoco...
También creo que la historia tiene un tramo muy inverosímil, pues no creo que nadie pudiera sobrevivir a una situación climática tan severa y violenta, esas 16 semanas de Invierno Polar, en las condiciones que se nos muestra, sin medios ya para calentarse ni alimentarse, y al límite de fuerzas…
Pero es cine; y el cine lo puede todo.
Incluso, con todas sus imperfecciones, Nadie Quiere La Noche resulta un retrato estimable sobre la obstinación, sobre la necesidad de trascender prejuicios, sobre la solidaridad que nos hace mejores, sobre la lucidez que adquirimos en situaciones inesperadas…
Así, Isabel Coixet realiza un sobrio e interesante ejercicio sobre la fortaleza de la mujer, en unas circunstancias alejadas del convencionalismo, y expone de magnífica manera, la actitud de tantísimas mujeres ante la experiencia del amor/no-amor; un sentimiento mal entendido, que en ocasiones las somete, engaña y abandona en mitad de un paisaje polar, entiéndase como alegoría, infinito, perdido, y abrupto.
La directora, nos habla del amor unidireccional, a veces tan coloreado y decorado, que no advierte la posible trampa mortal que puede suponer para muchas mujeres, independientemente del lugar de procedencia, nivel cultural, o clase social, y es que el no-amor, puede hacer vulnerable a cualquier mujer del mundo; advirtiendo de su peligro, del riesgo a caer, sometiéndolas a una profunda ceguera.
La historia, también nos cuenta la unidad entre ellas, que se encuentran a la espera del mismo engaño, y la capacidad de lo femenino a la hora de luchar, empatizar, entender, y mostrarse tiernas ante una igual.
Porque, aunque “nadie quiera la noche”, a veces es preciso sumergirse en el corazón de sus tinieblas, para descubrir o recordar lo auténticamente esencial de la vida.
“Cuando no haya camino, haz uno”
Este es el lema de Robert Peary, que aparece escrito sobre una raqueta de nieve que termina ardiendo para proporcionar calor…
Toda una metáfora del alto precio que pagan algunos pioneros, y también muchos de los que les secundan.
Porque en Nadie Quiere La Noche, se concede protagonismo a quienes habitualmente no aparecen en las crónicas de los descubrimientos y conquistas, pero que han sido esenciales, para que quien se lleva su gloria, haya alcanzado la meta.
Como los profesionales que acompañan al “titular” de la expedición, los naturales del lugar, que aportan su experiencia y conocimiento del terreno, o las parejas sentimentales, que nunca han dejado de apoyar y animar.
En específico, Josephine y Robert Peary, tuvieron 2 hijos:
Marie Ahnighito Peary, nacido en 1893, que se hizo conocido como “The Snow Baby”, y el otro que nació menos de 13° del Polo Norte; nombrado Robert E. Peary Jr.
Aunque ambos niños eran aventureros del Ártico, Robert Jr., más tarde se convirtió en un ingeniero de la construcción.
Y llegaron a tener 3 nietos:
El Comandante Edward Peary Stafford; Robert E. Peary III; y Joseph D. Peary.
Existió también una Allaka, esquimal, aunque mucho más joven, y sin que muy probablemente, su vida de cruzase con la de Josephine.
Robert Peary, murió el 20 de febrero de 1920.
Después de su muerte, Josephine se estableció en Portland, ME en 1932; y murió el 19 de diciembre de 1955, en 92 años de edad.
Respecto a su descendencia, tanto Peary como el explorador Matthew Henson, engendraron 2 hijos con mujeres inuit, fuera del matrimonio.
Esto fue planteado por Frederick Cook y sus seguidores en vida de Peary, y que lo ha dañado; pues Peary parece haber comenzado su relación con su esposa inuit, a la que llamaba “Ally” cuando tenía 14 años de edad…
Por otra parte, el principal garante financiero de Peary, fue el filántropo de New York, Morris Ketchum Jesup, una fuerza importante en La Fundación Anthony Comstock Sociedad de New York, para la New York Society for the Suppression of Vice.
Muchos de los exploradores, conocían los hechos, pero no querían admitirlo públicamente, para no poner en peligro su respaldo financiero por escándalo de las sociedades geográficas, o sus propias relaciones Inuit…
En los años 1960, la verdad fue ampliamente reconocida, y Kali, el hijo de Peary, atrajo la atención del público estadounidense por S. Allen Counter, que lo encontró en una expedición a Groenlandia.
El “descubrimiento” de este niño, y su reunión con sus familiares en América, fueron documentados en un libro y documental titulado:
“North Pole Legacy: Black, White and Eskimo”
Por otra parte, y muy a pesar de que la reclamación de Peary, sobre la conquista del Polo, se creyó durante muchos años, los historiadores de hoy en día, la mayoría tienen serias dudas.
La velocidad que informó en su última semana, 135 millas náuticas en 6 días, nunca ha sido igualada en el hielo del Océano Ártico, incluso en moto de nieve.
Pro sí, El Polo Norte se alcanzó por 1ª vez, por Umberto Nobile, Roald Amundsen, Lincoln Ellsworth, y otras 13 personas, el 11 de mayo de 1926, en el dirigible Norge.
La primera conquista confirmada del Polo Norte, por La Fuerza Aérea de los EEUU; sobre la superficie del hielo, fue la de Ralph Plaisted, Walt Pederson, Gerry Pitzl y Jean-Luc Bombardier, que viajaron por el hielo en moto de nieve, y llegaron el 19 de abril de 1968.

“For you I go to the end of the world”



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