Hrútar

“Engin sauðfé.
Bara við tvö”
(Sin ovejas.
Sólo nosotros dos)

La familia como origen de conflicto, y como fuente de insatisfacciones, no es exclusiva del cine nórdico, pero también y con gran acierto:
Daneses, suecos, noruegos, finlandeses, y ahora islandeses, captan con ironía y dolor, el sin número de daños directos y colaterales que, cuanto más cercanos nos sintamos, somos capaces de hacernos.
Un país de tan pequeña población, no puede ofrecer mucho de casi ninguna profesión; un país tan inhóspito para vivir y tan diseminado, no es caldo de cultivo apropiado para el diletantismo, bastante tarea hay con soportar esas condiciones, pero a una década de su gran recesión, agrada sobremanera que el nombre de Islandia se reconozca por su arte, ya que su reacción ciudadana contra la crisis, se hizo luz de gas por parte de los medios de comunicación mayoritarios.
No convenía, que el ejemplo islandés infectara a las masas adormecidas del continente, total, era una pequeña isla a la que se podía permitir el espíritu vikingo de negarse a asumir las deudas de sus bancos, y que velase por los ahorros de sus nacionales frente a las corporaciones británicas que habían esquilmado el sistema.
Ese es espíritu luchador, individualista, infatigable, pero también comunitario.
El modo en que el ser humano es capaz de llevar la testarudez hasta las últimas consecuencias, la manera en que los sentimientos guardados dentro de uno pueden hacer daño…
¿Cómo sobrevivir, si la vida carece de color y calor?
¿Para qué seguir adelante, si te encuentras en un callejón sin salida?
No hay redención, cuando no hay tan siquiera sentimiento de culpa, o propósito de enmienda.
“Þú þarft að hjálpa mér, þeir eru að koma”
(Tienes que ayudarme, van a venir)
Hrútar es una comedia islandesa, del año 2015, escrita y dirigida por Grímur Hákonarson.
Protagonizada por Sigurður Sigurjónsson, Theodór Júlíusson, Charlotte Bøving, Jon Benonysson, Gunnar Jónsson, Þorleifur Einarsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Ingrid Jónsdóttir, Jörundur Ragnarsson, Viktor Már Bjarnason, Jónas Sen, Jenný Lára Arnórsdóttir, entre otros.
El cine islandés, nos tiene acostumbrados a pocas palabras, pero mucha comunicación, una mezcla de belleza visual, siempre fría y aséptica; breves historias con mucho poso y reflexión.
Su director Grímur Hákonarson, para crear esta hermosa película, que en español significa “Carneros”, en la que investigo mucho, y presto gran parte de su atención a la rutina de esta pequeña comunidad del Valle de Burdardalur, en la importancia de su economía y subsistencia diaria.
El guión se apoya en esa simple historia, para hablar del aislamiento, del orgullo y del amor de los ganaderos islandeses por sus ovejas.
La lucha de la tradición, y las exigencias burocráticas junto con las dificultades para mantener las explotaciones ganaderas.
Basada en el respeto y el amor por las ovejas y carneros, en parte, derivado de la ausencia familiar.
La narración, se concentra y está absolutamente centrada en 2 hermanos, quienes consiguen transmitir una gran sensibilidad por su entorno.
Hrútar es por tanto, un film íntimo, que invita a la una mirada interior de los personajes principales.
Mientras las ovejas/carneros, son la pieza fundamental de una historia que combina el costumbrismo y la tradición de las zonas más rurales de Islandia, donde la fuerza de la naturaleza se impone por encima de las cuestiones humanas, con una trama que recae en el emprendimiento de una rebelión a pequeña escala.
Hrútar fue realizada gracias a una coproducción entre Islandia, Dinamarca, Noruega y Polonia; además llegó a ser la candidata por Islandia al Premio Oscar del 2015 como mejor película de habla no inglesa.
Es una historia sencilla, pero hábilmente narrada sobre las dificultades de la vida rural aislada en Islandia, incluso hoy en día.
Gummi (Sigurður Sigurjónsson) y Kiddi (Theodór Júlíusson) son vecinos en un solitario valle de Islandia.
Se dedican al cuidado de sus ovejas, premiadas en numerosas ocasiones como “las mejores de todo el país” por su antiguo linaje ancestral.
Aunque comparten tierras y estilo de vida, además son hermanos; Gummi y Kiddi no se hablan el uno al otro desde hace 4 décadas; pero una enfermedad mortal repentina, infecta una de las ovejas de Kiddi, por lo que todo el valle se verá amenazado, y las autoridades se verán obligadas a sacrificar a todo el ganado de la zona para frenar la enfermedad.
Esto se convierte en una sentencia de muerte para algunos granjeros, que tienen en las ovejas, su principal fuente de ingresos.
Los hermanos, solteros, sesentones, y sin hijos, saben que cuando ellos desaparezcan, desaparecerá la familia, y el gen dominante de la cabaña ganadera.
El legado y el linaje que representan, terminará con ellos; pero Gummi y Kiddi no se rinden tan fácilmente, aunque para hacer frente a las autoridades, tengan que dejar a un lado, viejas rencillas del pasado.
El director Grímur Hákonarson, nos muestra un mundo sencillo, y un tanto existencialista, donde la vida se aleja mucho a la presión que ejercen las grandes ciudades.
Podríamos decir, que muestra una vida tranquila y sin preocupaciones, en soledad, pero a la vez nos hace ver que como todo el mundo tienen los mismos problemas que los demás.
Una historia en la que por momentos, lo de menos es la historia, y que parece más un documental sobre la vida en el campo, sobre los ganaderos islandeses, y su especial relación con las ovejas.
Y es que en la historia, para el mundo no tiene importancia, se detecta una enfermedad, se sacrifica a los animales, se indemniza a los ganaderos, y dentro de un par de años que vuelvan a empezar, pero para los protagonistas, lo que les están quitando, es su único motivo para vivir.
“Þú hefur ekki talað við hvert annað í fjörutíu ár”
(No se han hablado, el uno al otro, en 40 años)
El cine islandés, tiene cada vez más presencia en el panorama internacional; y nos demuestran la existencia de grandes talentos venidos desde “La Tierra del Hielo”
El director Grímur Hákonarson, con Hrútar, su 2º largometraje de ficción, ha conseguido alzarse sorpresivamente, con El Premio “Un Certain Regard” de la Edición 68ª del Festival Internacional de Cine de Cannes; y capitaliza en su amplio conocimiento de los agricultores solteros islandeses, y los paisajes únicos de su tierra natal, mientras que lo condimenta con algunos momentos maravillosamente irónicos, y encantadoramente cómicos.
El cineasta islandés, conocedor de primera mano de este tipo de vida y cultura; pues sus padres se criaron en un entorno rural al que él regresaba todos los veranos de su infancia y juventud; nos muestra un mundo de personas que viven solas, dedicadas a sus animales, y que desarrollan vínculos emocionales muy fuertes con estos, algo que prácticamente ha desaparecido en nuestra sociedad actual.
Rodada en un valle islandés de difícil acceso en el crudo invierno debido a la nieve, el hielo, y las bajas temperaturas, Hrútar nos regala una fotografía espléndida, con un uso constante del blanco, y planos panorámicos del paisaje montañoso.
En esta trama, el director concede un papel estelar al paisaje:
Éste moldea el carácter de los protagonistas, nada escapa a su control, y su poderío cobra fuerza conforme avanza el metraje.
El espectador, puede captar la desolación del entorno, los olores del establo, el tacto de los carneros, y sentir desde su butaca, cómo el frío traspasa su cuerpo hasta los huesos.
Los tonos fríos, apabullan y plasman la insignificancia del hombre ante la naturaleza.
Con una cámara que en su mayoría observa desde la distancia, combina panorámicas que muestran la rotundidad del inmenso paisaje, con “travelling” de avance al rostro, y psicología del aislamiento interior de los personajes.
Y es que Hrútar está trufada de momentos de fino humor, de un humor negro que surge naturalmente, incorporado con un notable tiento narrativo, realzando el sentido tragicómico de la vida, y por tanto, el realismo.
Siguiendo la tradición cinematográfica escandinava, es palpable el papel protagonista de los inmensos, helados, y silenciosos paisajes de los valles islandeses, que acentúan la pequeñez del hombre y su labor.
La historia, ambientada en Islandia, narra las peripecias de unos granjeros que desarrollan su actividad en un país donde hay más ovejas que población.
Sin embargo, la enfermedad de “la tembladera” golpea en la granja de Kiddi, y los servicios veterinarios deciden sacrificar todos los rebaños del valle.
El malestar es inmenso en todas las granjas, porque los carneros son el eje de la economía del lugar.
Para Gummi y Kiddi, es todavía peor, porque toda su vida gira en torno a estos animales desde que nacieron; pero ellos arrastran un enfrentamiento desde su juventud, arrastran un odio, más visceral en Kiddi, por razones que desconocemos, aunque el diferente tratamiento que el padre les dio en el testamento, podría encontrarse en el origen:
La finca y el ganado, quedó en manos de Gummi por decisión paterna, algo que Kiddi no pudo aceptar, consintiendo Gummi, que su hermano se quedara ocupando parte de la finca y la casa paterna, por petición de la madre de ambos.
Enfrentados, y frente a frente, vecinos forzosos de tierra, casa y ganado, ambos hermanos se mantienen sin contacto, pero en permanente vigilancia, hay mucho que decirse, pero pocas ganas de hablarse, ni un simple “buenos días” al encontrarse cada mañana.
Vigilarán el ganado de cada uno, para saber quién tiene más opciones de ganar el concurso anual; vigilarán sus idas y venidas, pero su rencor no les impedirá ayudarse, cuando lo que está en juego es la vida de cualquiera de los 2:
Kiddi trata de obstruir el sacrificio, y las iniciativas para desinfectar la zona antes de refugiarse en el alcohol, e ir de vez en cuando a dar unos tiros con su fusil a la casa de su hermano, al que acusa de ser el origen de todos sus males; pues fue él quien descubrió el primer caso de “tembladera”
Gummi, por su parte, maquina una estratagema, y escamotea su carnero fetiche y algunas cabras, y los esconde en su sótano, donde además, puede protegerse de la furia de su hermano.
El invierno avanza y, con él, los incordios…
Sin embargo, esto unirá, paradójicamente, a los 2 hermanos.
La huida a ninguna parte, representa desandar el camino que les separó, abrazados, y protegiéndose de la nieve y el frío, guían a los supervivientes del rebaño, los que tienen que mantener la herencia familiar, la pervivencia de un legado que se les entregó para mantenerlo y transmitirlo, por eso, estos 2 hermanos, sólo pueden redimirse si vuelven a la infancia, al origen, al principio, abrazados desnudos dentro de una cueva de hielo, han regresado al “útero materno”, al lugar donde no había envidias ni ofensas, al lugar desde el que, si consiguen salir, podrán recuperar el tiempo perdido, y sentirse familia una vez más.
Vista casi exclusivamente desde el punto de vista de Gummi, Hrútar juega a las mil maravillas con la disposición geográfica de las 2 granjas, situadas en un valle desierto muy cinematográfico.
Los protagonistas se espían, se escuchan desde lejos, e intercambian raros mensajes con un perro como intermediario.
Una comunicación de mínimos, que resulta bastante locuaz, y que sólo se ve entrecortada por algunas incursiones en la ciudad, donde se discute el futuro de las granjas de la región.
De manera bastante clásica, Hrútar desvela poco a poco el pasado de los 2 hermanos, y la fuente de su hostilidad, dejando que los acontecimientos venideros los unan, aun difícilmente.
Cuenta el director:
“Este es el mundo que quería representar.
Las personas que viven solas con sus ovejas, en plena naturaleza, y desarrollan una conexión emocional muy fuerte con sus animales.
Esto es algo ya muy extraño en la sociedad moderna, y las personas como Gummi y Kiddi, están desapareciendo.
Y es una pena.
Me gusta la excentricidad y la particularidad hasta cierto punto, por lo que me gustaría todo esto como entorno para vivir, incluso en la sociedad moderna.
Los conflictos entre vecinos, son muy comunes en el campo en Islandia.
Personalmente conozco muchos ejemplos de gente, que viviendo al lado, han discutido, y no se han dirigido la palabra en décadas.
A menudo incluso se les olvida cual fue el motivo que les llevó a ser enemigos.
Los islandeses son muy cabezotas y autónomos, quieren estar siempre al pie del cañón, y desconfían de todo lo que venga de fuera.
Tienen una idea de independencia, que a veces va mucho más allá de la pura lógica.
Las razones por las que discuten son muchas, pero sobre todo por la tierra, o por asuntos de herencias.
Es una situación realmente trágica, cuando vives en un lugar verdaderamente desierto, y no puedes hablar con tu vecino más cercano; y a la misma vez, me resulta una situación bastante cómica.
Conozco muchos granjeros que viven solos.
En este tipo de familias, los hijos varones suelen tomar las riendas pero las mujeres se marchan.
Por ese motivo, los varones se quedan atrapados en la granja, y tienen muy pocas posibilidades de encontrar esposa, o cualquier otro tipo de compañía.
Aquí vemos a 2 hermanos, cuyas tierras lindan en un gran valle, pero que no se hablan.
No tienen a nadie con quien charlar, excepto sus animales, son tan orgullosos, que ninguno se rendirá.
Es un buen escenario para una tragicomedia, o un drama salpicado de tintes de humor islandés, y eso era exactamente el tipo de historia que quería mostrar”
La sorprendente adicción a los animales, vuelve a ser fuente de inspiración, que sumerge al público en un mundo rudo, lacónico, en relación directa con la naturaleza y los elementos, sin que por ello carezca de humor y ternura bajo su espesa corteza.
Y es que ante la ausencia de amor romántico y/o fraternal, el objeto de amor último, es el de salvaguardar la herencia, el nombre familiar.
Se trata de mantener el linaje “ovino”, pero que es una proyección de la necesidad humana de trascender el tiempo y la historia.
Como nota curiosa, se realizó un “casting” para las ovejas que salen en escena, incluso sus nombres salen en los títulos de crédito…
Cuenta el director:
“Encontrar a las ovejas, fue también una aventura que requería cierta preparación y previsión.
Uno de mis recuerdos preferidos, desde el periodo de preproducción, fueron las audiciones que tuvimos para encontrar a las ovejas protagonistas.
Resultó que los temperamentos de las ovejas, variaban de una granja a otra.
En una de estas granjas, las ovejas no eran para nada dóciles, y salían corriendo tan pronto como intentábamos acercarnos a ellas.
Pero después de buscar mucho, acabamos llegando a una granja llamada Halldorsstadir donde Begga, el granjero de allí, trataba a sus ovejas con mucho afecto y amor.
Los animales de allí se acercaban a nosotros, y nos daban un empujón como si quisieran que les rascáramos detrás de las orejas.
Esas ovejas eran estupendas para trabajar con ellas, incluso más fácil que trabajar con actores.
Uno de los granjeros locales de Burdardalur, llamado Magnus Skarphedinsson, fue nuestro entrenador de ovejas, e hizo un trabajo increíble”
Hrútar se sostiene en las actuaciones de sus 2 protagonistas:
Representan 2 personalidades, 2 formas diferentes de afrontar los problemas:
La vehemencia y el corazón; frente al control y la razón.
Son 2 formas de ver la vida, incompatibles, pero que se ven forzados a interactuar.
Destaca el acentuado hieratismo de Sigurður Sigurjónsson, que sin decir nada, a veces mediante leves movimientos del rostro, y otras mediante sonidos, provoca algunos de los momentos más cómicos.
Mientras Kiddi, el hermano del protagonista, es muy violento ante situaciones adversas.
Así es como Gummi le da réplica, pues tiene un temperamento flemático; es más tranquilo, y no habla cuando no ve que lo necesita.
Este contrapunto en las personalidades, va a dar paso a un humor negro, muy característico en las películas escandinavas.
Como por ejemplo, que el espectador recuerde, nunca había visto antes, un tractor sirviendo de ambulancia improvisada, y descargando en el hospital, como si se tratara de un paquete, a un hombre al borde de la muerte; y menos aún, que el conductor vuelva a ponerse en marcha con la misma sequedad, sin intercambiar una palabra con nadie, aun tratándose del hermano mismo de la persona que acaba de dejar ante los servicios médicos…
Hrútar tiene la enorme ventaja, de no mostrarnos las razones del odio, sino las consecuencias, de no ampararse en la complacencia bobalicona de que la sangre todo lo perdona, y nos sitúa, como al resto de vecinos de estos 2 hermanos, en la observación de su comportamiento, a sabiendas de que ambos han dejado de tolerarse, a la espera incluso, de que alguna mañana, alguien nos diga que uno de ellos mató al otro, y después se pegó un tiro…
Esta pareja de hermanos, bien podrían ser “Caín y Abel” entre los hielos, y el carnero, el animal mitológico que les da y mantiene con vida, solo que aquí no hay un hermano bueno y otro malo, sino 2 hermanos enfrentados y competitivos, que sobreviven gracias a lo que los carneros ofrecen y, por qué no decirlo, gracias a litros de alcohol del más fuerte.
También, el paisaje es uno de los protagonistas:
Los verdes prados, darán paso a los valles blancos, con la llegada del desolador invierno.
Brillante recurso de utilizar un perro/correo para comunicar a los 2 hermanos.
Así las cosas, el islandés, incide en la dureza de la vida de los ganaderos, las condiciones que soportan, el riesgo de depender de una profesión en la que un traspiés inesperado, les puede dejar sin sustento, muy acorde, y no demasiado distante de la situación laboral que se extiende en la práctica totalidad del continente europeo en la actualidad.
En el recuerdo, además, nos deja imágenes desoladoras, no tanto por su crudeza, sino por su significado, por su mensaje en forma de moraleja, que nos hacen reflexionar sobre el valor de nuestros actos, y el tiempo invertido en problemas con escasa importancia.
Nunca sabremos, qué ocurrió con los carneros durante aquella tempestad en la cima de esa montaña…
No nos importa.
El plano final sirve de perfecto desenlace.
Pues no estábamos hablando de “carneros” animales, estábamos hablando de personas en sentido figurado, personas que se enfrentan, y que llevan 40 años callados, sin mujeres ni hijos, y que son el fin de una familia que no dejará herencia.
El tiempo se los llevará, como si no hubieran dejado rastro, casi como si no hubieran existido…
Solo les quedan las ovejas y los carneros, y se aferran a ellos con desesperación terminal, el único y último sentido de unas vidas mínimas y derrotadas.
Nótese como son precisamente los animales, los que salvarán la relación entre los 2 hermanos:
Primero, el perro ejerce de mensajero, siendo el único vínculo de contacto entre ambos.
Luego y definitivamente, las ovejas obligarán a estos granjeros, a cooperar para salvar aquello que los 2 hermanos aprecian y necesitan incondicionalmente.
Nos quedamos con las ganas de saber qué ocurre después...
Y no sabemos qué les habrá ocurrido a ese simpático labrador, y a esas pobres ovejas.
¿Qué fue de ellos?
Pero sí sabemos, que los hermanos finalmente han hecho las paces.
El último plano es tan bonito y sobrecogedor, que es justo ponerlo como punto y final.
¿Cómo construyó ese nido tan perfecto, calmo e iluminado, tan perfecto?
¿Por qué se desnudaron ante el frío?
Hrútar es una oda al campo, a los ganaderos, la relación del hombre con la naturaleza, y la complejidad de las relaciones humanas, donde al final, desnudos en cuerpo y alma, en la intemperie y bajo el frío, es posible encontrar el amor olvidado.
“Við neitaði að slátra kindum okkar”
(Nos negamos a sacrificar a nuestras ovejas)
La crisis financiera que sufrió Islandia en el 2008, sirvió para recordar a su población, que su país no siempre fue un modelo perfecto de estado social.
De hecho, hasta comienzos del siglo XX, esta isla, colonia maltratada por la metrópoli danesa, era una de las zonas más pobres de Europa occidental:
Hambrunas, enfermedades infecciosas, emigración, y una población a merced de una naturaleza hostil.
En el norte del país, como en muchas otras zonas rurales de la isla, la ganadería ovina, era una parte muy importante del sustento de vida de sus habitantes, de igual manera que formaba parte de su cultura, hasta finales del pasado siglo XX.
Así que, de alguna manera, la oveja islandesa era, y sigue siendo para muchos, algo sagrado.
Están orgullosos de su raza, y representa “los viejos tiempos”, la forma en que la gente vivía antiguamente.
Las ovejas, han tenido un rol fundamental en la supervivencia rural de la zona a lo largo de los siglos, y están profundamente arraigadas a esta tierra, y conectadas muy de cerca con el espíritu islandés.
Islandia se construyó, basándose en la pesca y la ganadería, y en Burdardalur, donde se rodó Hrútar, el empleo principal de sus habitantes, sigue siendo el cuidado de sus ganados.
Pero más allá de la ganadería, estas ovejas tienen algo muy especial, y la mayoría de los granjeros tienen una conexión mucho más fuerte con las ovejas que con otros animales domésticos.
Los que tienen granjas mixtas, con vacas, ovejas y caballos, normalmente muestran mucho más interés por las ovejas, convirtiéndose en su “hobby”, y su pasión.
De alguna forma, la relación entre el hombre y las ovejas, ha sido siempre muy cercana, y esto es algo interesante e intrigante.
Por su parte, la amenaza, “el scrapie” o “tembladera”, es la enfermedad más dañina, a la se ha tenido que enfrentar en el campo de Islandia, en todos los tiempos.
Es un virus incurable, que ataca directamente el cerebro y la médula de las ovejas, y es altamente contagioso.
La enfermedad, originalmente llegó a Islandia, a través de las ovejas británicas que aterrizaron en la isla a finales del siglo XIX.
La “tembladera” o “scrapie” es una enfermedad fatal y neurodegenerativa, que afecta tanto el sistema nervioso de ovejas y cabras.
Pertenece a la familia de Las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles (EET), la cual incluye a La Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) o “Enfermedad de La Vaca Loca”; y La Caquexia Crónica en venados y alces.
Como otras Encefalopatías Espongiformes Transmisibles, “la tembladera” es causada por un prion.
Se tienen registros de “tembladera” desde 1732, y al parecer, no es transmisible a humanos.
El nombre en inglés, “scrapie”, se deriva de un signo clínico de la enfermedad, donde los animales afectados, se frotan de manera compulsiva contra rocas, árboles, o cercas con lo que se les cae la lana.
El nombre en español, “tembladera”, se deriva de otro de los signos clínicos de la enfermedad, en el que las ovejas tiemblan de manera incontrolable.
La enfermedad, aparentemente provoca una sensación de picazón en los animales.
Otros signos clínicos, incluyen chasquido de labios, alteraciones en el andar y convulsiones.
En Hrútar, una crisis de “scrapie” pone la historia en marcha.
Los hermanos descubren que tienen un interés común, y un objetivo común:
El rebaño de ovejas ancestrales.
Son 2 seres humanos, que intentan salvar de la destrucción, lo que para ellos es lo más importante.
Para un granjero, no hay nada peor que perder todo su ganado.
Hasta el momento, no ha sido posible erradicar la enfermedad completamente.
Este último invierno, se han detectado en Islandia, al menos, 3 casos de “scrapie” en el norte del país.
Es muy corriente, incluso hoy en día, y aún asusta mucho a la gente.
Hay granjeros que han sufrido el “scrapie” en sus rebaños, y eso les genera un trauma mental, que supone tener que sacrificar a todo el rebaño.

“Í þessu landi, það hefur ekkert leikið stærra hlutverk sauðfé samtvinnuð með veru bóndans”
(En esta nación, nada ha jugado un papel más importante cuando las ovejas se entrelazan con el bienestar del agricultor)



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