The Red Shoes
“Between her art... and her dreams... was her heart”
El ballet clásico, es el más formal dentro de los estilos de ballet, y adhiere a la técnica tradicional de ballet.
Hay variaciones según el lugar de origen, como el ballet ruso, el ballet francés, o el ballet italiano.
Entre sus características distintivas, están el uso de las puntas, sus gráciles, sus fluidos y precisos movimientos, y sus cualidades etéreas.
El ballet, del italiano “balletto”, diminutivo de “ballo”, que significa “baile”, reconocido por La RAE como voz francesa, danza académica o danza clásica, es una forma concreta de danza, y también el nombre de la técnica correspondiente.
Según las épocas, los países o las corrientes y el espectáculo, esta expresión artística puede incluir:
Danza, mímica, y teatro, de orquesta y coral; personas y maquinaria.
En especial, el ballet clásico, o danza clásica, es una forma de danza, cuyos movimientos se basan en el control total y absoluto del cuerpo, el cual se debe enseñar desde temprana edad.
Se recomienda iniciar los estudios de esta danza clásica, a los 6 o 7 años, ya que el ballet es una disciplina que requiere concentración y capacidad para el esfuerzo, como actitud y forma de vida.
A diferencia de otras danzas, en el ballet, cada paso está codificado; y participan invariablemente:
Las manos, brazos, tronco, cabeza, pies, rodillas, todo el cuerpo, en una conjunción simultánea de dinámica muscular y mental, que debe expresarse en total armonía de movimientos.
También, se utiliza el término “ballet”, para designar una pieza musical compuesta, a propósito, para ser interpretada por medio de la danza.
El ballet, es una de las artes escénicas, y existe en tanto pieza autónoma, como parte en las escenas de una ópera, o de una obra de teatro, a modo de divertimento.
Las puntas, son zapatillas especiales que las bailarinas adquieren cuando poseen la fuerza requerida en los músculos del pie y la pantorrilla.
Al principio de este proceso, las bailarinas sufren de un intenso dolor en los dedos y articulaciones, pero con los años, van adquiriendo mayor fuerza y conocimientos que hacen que sus pies sufran cada vez menos.
La primera bailarina en subirse a la punta de los pies, fue Marie Taglioni en el ballet “La Sílfide”, en esa ocasión, su padre la creo para ella.
El uso de las puntas de ballet en las estudiantes, está programado hacia el final del primer año de ballet, cuando la musculatura ya se encuentra preparada.
Los ejercicios en esta etapa, son muy básicos, limitándose a elevarse en las puntas sobre los 2 pies, y siempre con la ayuda de la barra.
Después, ya empiezan a hacer pasos más complejos, como piruetas y saltos sobre las puntas.
El objetivo de las zapatillas de puntas, es proporcionar una apariencia ligera y estilizada de la bailarina durante la representación, que parezca levitar sobre el suelo, o que no haga ruido al caer tras un salto.
Existen diferentes tipos de zapatillas de punta, de diferentes lugares del mundo; las rusas y las estadounidenses son las principales.
Cada zapatilla, se adapta a las distintas necesidades y capacidades de las bailarinas; por el ejemplo, el arco, la fuerza del empeine, etc.
Así las cosa, el ballet inspiró a otras artes, como “De Røde Skoe” o “Las Zapatillas Rojas”; un cuento de hadas del escritor y poeta danés, Hans Christian Andersen, que narra la historia de una niña tan pobre, que ni siquiera podía comprar zapatos, y por eso andaba siempre descalza.
Su madre murió, y una anciana, apiadándose de ella, la tomó a su cargo.
Y así llegó el día, en el que debía hacer la confirmación, y le compró unas zapatillas rojas de las que se había encaprichado.
Eran muy bonitas, pero guardaban una sorpresa:
Desde que se las puso, no podía dejar de bailar.
Lo que en principio podría parecer fascinante, pronto se convirtió en una tortura, que sólo terminó con la intervención de la misericordia de Dios.
El cuento, fue publicado por primera vez, el 7 de abril de 1845, por C.A. Reitzel en Copenhague en la colección “Nuevos cuentos de hadas”, Primer Tomo, Tercera Colección
“You cannot have it both ways.
A dancer who relies upon the doubtful comforts of human love can never be a great dancer.
Never”
The Red Shoes es un musical del año 1948, escrita y dirigido por Michael Powell y Emeric Pressburger.
Protagonizado por Anton Walbrook, Moira Shearer, Marius Goring, Léonide Massine, Albert Basserman, Robert Helpmann, Esmond Knight, Frederick Ashton, Ludmilla Tcherina, entre otros.
Obtuvo 2 premios Oscar:
Mejor Dirección Artística/Color y Banda Sonora; siendo nominada a mejor película, guión y edición.
The Red Shoes, utiliza el recurso del relato dentro del relato, y trata la historia de una joven bailarina, que se suma a una compañía consolidada, y se convierte rápidamente en “prima ballerina” en un nuevo ballet llamado “The Red Shoes”, basado en el cuento “De Røde Skoe” o “Las Zapatillas Rojas” de Hans Christian Andersen:
“Érase una niña que deseaba unas zapatillas rojas para ir a un baile.
Cuando por fin las consiguió, bailó hasta agotarse, y descubrió que las zapatillas rojas no querían dejar de bailar...”
El guión, fue escrito originariamente por Emeric Pressburger en 1937, para Alexander Korda; y en 1947, Powell y Emeric, adquieren los derechos sobre el mismo, lo rehacen, y amplían con la colaboración de Brian Keith.
Aunque está lejanamente basada en el cuento de Andersen, se ha dicho que la historia fue inspirada por el encuentro en la vida real, entre Sergei Pavlovich Diaghilev, un empresario ruso fundador de los Ballets Rusos, una compañía de la que surgirían muchos bailarines y coreógrafos famosos; y la bailarina británica Diana Gould.
Diaghilev, le pidió a Diana que se uniera a su compañía, pero él murió antes de que ella pudiera hacerlo.
Más tarde, Diana Gould se convertiría en la segunda esposa del célebre violinista y director de orquesta, Yehudi Menuhin.
Diaghilev era abiertamente homosexual, y tuvo relaciones, a menudo tempestuosas, con:
Serge Lifar, Leonid Miasin, Anton Dolin, y Boris Kojnoo Vaslav Nijinski, esta última fue la más conocida.
Por su parte, del reparto, Robert Helpmann, Léonide Massine, y Ludmilla Tcherina, eran nombres reconocidos del mundo del ballet, así como Esmond Knight y Albert Basserman.
La música original, fue compuesta por Brian Easdale.
En lo técnico, el reconocido uso creativo del Tecnicolor, fue obra de la dirección de fotografía de Jack Cardiff.
Y posteriormente, cineastas como Brian DePalma o Martin Scorsese, la han incluido entre sus películas favoritas.
En una ocasión, Scorsese afirmó sobre ella:
“Es la película que llevo en mi corazón.
Continúa dándome la energía para seguir adelante”
The Red Shoes se rueda en escenarios reales de Londres, Royal Opera House, The Mercury Theatre; en Paris, Opera National de Paris, la estación ferrocarril de Lyon; en Gers, La Villa Leopolda, en Francia; y Mónaco en el Hotel de Paris, la estación ferroviaria de Montecarlo; y en los platós de Pinewood Studios en Buckinghamshire; y presenta al mundo del ballet y del teatro, visto desde su interior, con propósitos que parecen dignos de un documental.
De tal manera que presta atención especial al colosal esfuerzo individual y colectivo que exige la representación de una obra sobre las tablas, aunque tienda a pasar desapercibido; y le sirve una atractiva aproximación del ballet al público en general, y por ello, destila y contagia afición al ballet, a la música, al teatro, al cine y al arte en general.
La acción dramática tiene lugar en Mónaco, Londres, y Paris, entre 1947 y 1948, durante el reinado de Louis II de Mónaco.
Victoria “Vicky” Page (Moira Shearer), es una talentosa bailarina que entra a formar parte de una gran compañía de ballet, dirigida por Boris Lermontov (Anton Walbrook), un empresario exigente y apasionado de la danza.
Allí conoce a Julian Craster (Marius Goring), el joven compositor del que se enamora; y que concibe para ella, la música del ballet “Las Zapatillas Rojas”, inspirado en el cuento de hadas clásico de Hans Christian Andersen.
Ante los celos que esta relación provoca en Boris, pronto Victoria se verá obligada a elegir entre su amor por el arte, o su amor por Julian.
El argumento del ballet que da título a la película, es la historia de un maligno vendedor de zapatos, que le da un par de zapatillas rojas a la muchacha, quien no puede parar de bailar, sin importar los esfuerzos que haga.
Su larga y fatigosa danza, culmina con la muerte, pero no sin que antes el vendedor recupere los zapatos, para entregárselos a alguna otra desdichada.
El ballet sigue más o menos la historia de Andersen en la que se basa.
Desde el primer día en que se estrena la obra-filmada en una increíble secuencia de 15 minutos, “Las Zapatillas Rojas” se convierte en todo un éxito, y Victoria en una estrella.
Sin embargo, Boris, quien está secretamente enamorado de Victoria, descubre la relación amorosa entre Julian y Victoria y, en un ataque de furia, obliga a Julian a abandonar la compañía de ballet; pero Victoria le acompaña.
Como Boris es el dueño de los derechos de “Las Zapatillas Rojas”, éste le prohíbe a Victoria bailar en dicha obra, y le hace imposible conseguir empleo.
El tiempo pasa, y Julian y Victoria viven felizmente casados...
Las composiciones de Julian lo han convertido en un fenómeno internacional.
Un buen día, en que Victoria llega a París, al bajarse del tren, se encuentra con Boris, quien le implora que baile una vez más “Las Zapatillas Rojas” en Mónaco.
Victoria accede; y Julian cancela un compromiso en Londres, para viajar a Monte Carlo, y persuadir a su esposa de que no lo haga.
A pesar de su insistencia, Victoria decide presentar la obra… con un trágico desenlace, ya que “las zapatillas están hechizadas”, y Victoria muere “al no poder dejar de bailar”
Lejos de ser una película únicamente sobre ballet, The Red Shoes es una de los mayores alegatos a favor del cine en color, sonido, movimiento y actores, se conjugan para crear una forma de arte pura y dura.
The Red Shoes, que se basó en el cuento de Hans Christian Andersen, fue elogiado por su uso del color, y por la forma en que ofreció un vistazo íntimo de la vida tras bambalinas de los bailarines; pero el tema más importante para Powell y Pressburger es la devoción al arte, el arte como forma de vida, e incluso como religión.
Y uno no suele estar dispuesto a hacer muchas bromas con su religión, en este caso, el cine.
Vista ahora, uno entiende que The Red Shoes tuvo que significar toda una revolución en el género del musical; porque es una película hecha fuera de Hollywood, que a pesar de todo, debió de influir directamente en el cine de los años 1950; que no habrían sido lo mismo, sin la existencia de esta producción.
“Don't forget, a great impression of simplicity can only be achieved by great agony of body and spirit”
Si el cine es sueño, o simplemente magia, The Red Shoes debe ser considerada como uno de los máximos exponentes del arte cinematográfico.
Nunca una película sobre el mundo del ballet, llegó tan lejos en su asombrosa mezcla de melodrama romántico, musical, y fantasía; y supuso la culminación artística del fascinante binomio que, entre 1942 y 1957, conformaron los realizadores, Michael Powell y Emeric Pressburger.
Su influencia en los musicales que Hollywood, concibió durante la década de los 50 y en otras obras posteriores de temática similar, ha resultado indiscutible, consagrándose como uno de los grandes clásicos del cine británico de todos los tiempos.
Michael Powell, entendía el cine como una forma de arte total, en que se pudieran combinar elementos de otras disciplinas artísticas; por ello, cuando se asoció con el guionista, Emeric Pressburger en los años 40, crearon una compañía en que se rodearon de un elenco de profesionales que fueran los mejores en sus respectivos campos.
Bajo el nombre de The Archers, produjeron una serie de films magníficos, con un estilo propio, que los hace sumamente especiales.
Formado en el cine mudo, Powell le otorgaba una gran importancia a elementos plásticos del cine como el color, los decorados, o la iluminación.
Su tratamiento de estos detalles, acabó dando forma a una estética fácilmente reconocible, especialmente en los films que rodó en Tecnicolor, junto al director de fotografía, Jack Cardiff.
El director británico, entendía el uso del color, no de una forma realista, sino expresiva; no como una forma de fotografiar la realidad, sino como un artista que pinta un cuadro.
Esta tendencia expresiva, venía íntimamente ligada con una de sus temáticas predilectas:
La confusión entre fantasía y realidad.
Como dato, Jack Cardiff, manipuló deliberadamente la velocidad de la cámara durante el ballet, para crear el efecto de que los bailarines podían flotar, sin necesidad de flashes, paranoias, y perturbaciones forzadas.
A veces, es una idea que se expone de forma sutil con pequeños detalles que chocan contra la lógica normal de una producción fílmica; pero aquí, el aspecto visual es fascinante en su concepción; tan sólo el ballet representado del título, ofrece un montaje onírico mediante imágenes superpuestas, y efectos especiales realmente mágicos para la época, con una labor fotográfica y artística de toda la obra, digna de alabanza; que produce sensaciones verdaderamente asombrosas en la visión de cada fotograma, aunado a la hermosa música que la acompaña.
Así, The Red Shoes, es un filme, en que fantasía y realidad, finalmente se entremezclan, haciendo imposible distinguir la una de la otra; tanto que ha sido considerada, como el más ingenioso y elaborado musical jamás filmado.
Es posible que en la actualidad, estos adjetivos parezcan un poco exagerados, pero conviene recordar, que antes de su estreno, eran pocos los musicales que se habían atrevido a explorar las complejas posibilidades expresivas de la danza, en favor de la narrativa fílmica.
A diferencia de los taconeos simétricos de los musicales de Berkeley; Powell y Pressburger apostaron por el ballet clásico, en su acepción más rigurosa.
El resultado, es un verdadero festín para los sentidos, alejado de las visiones limitadas, que califican a la danza clásica, como una forma de expresión anticuada.
Desde la primera secuencia de The Red Shoes, ya sabemos que nos encontramos ante una historia que es narrada cinematográficamente.
Y esa primera secuencia, ya atrapa; presenta al trío protagonista.
Una puerta cerrada, y unas escaleras; 2 hombres que no pueden contener la avalancha que se avecina; y una voz que ordena que se abran.
Son jóvenes que corren por las escaleras, y un cartel que explica que nos encontramos en las entrañas de un teatro, donde se va representar un ballet.
Son jóvenes estudiantes, futuros músicos y bailarines, que van al gallinero del teatro para disfrutar de la representación.
Y también hablan y discuten, desde arriba, donde lo observan todo:
Los palcos, las butacas del patio, la orquesta, y el escenario…
Ahí se sienta el futuro y brillante compositor, Julian Craster, que sufrirá su primer desengaño en el mundo de la música.
En un principio, los alumnos felices, miran con admiración el palco donde se encuentra su maestro de música, y el distante y ambicioso Boris Lermontov, director de la compañía de ballet.
Y en otro palco se encuentra una rica mecenas con su sobrina, que sueña con ser una bailarina de prestigio, Vicky Page, que se encuentra ensimismada y emocionada con lo que está viendo en el escenario.
Mientras, la mecenas trata de atraer a su terreno al palco de tan ilustres señores, quiere hacer una presentación oficial de su sobrina.
La historia juega por un lado, con el mito de Fausto, y por el otro, con una historia que debe ser representada en forma de ballet, y que acaba teniendo su equivalente en la vida real.
Boris Lermontov, el dueño de una afamada compañía de ballet, hace el rol de Mefisto, ofreciendo a la bailarina Vicky Page, el papel protagonista de su obra, “Las Zapatillas Rojas”; a cambio, debe entregarse en cuerpo y alma a su arte, renunciando al amor y al matrimonio.
Pero la joven se ha enamorado del compositor de la música del ballet, Julian Craster, y por supuesto, Lermontov/Mefisto, no consentirá este incumplimiento del trato.
La célebre secuencia en que se representa la obra de ballet, supone el momento cumbre del film, en varios sentidos.
La típica historia del triángulo amoroso, y de los sacrificios de la fama, gana en matices gracias a unas simples zapatillas rojas.
Por ello, la idea central viene dada por la concepción del propio Lermontov, sobre la dedicación absoluta del artista al arte, que es la concepción de los directores y de su propia creación.
Por eso explica, cómo las zapatillas rojas confeccionadas por el zapatero Ljubov, en virtud de un extraño encantamiento o hechizo, obligan a la muchacha que las calza, a bailar sin descanso, día y noche, sola y acompañada, hasta desfallecer.
El zapatero, misteriosamente informado, posiblemente por un personaje diabólico, acude a recoger las zapatillas encantadas, que entregará a otra bailarina…
Por un lado, es donde la confusión entre ficción y realidad se hace más patente, ya que Powell filma la larga obra de ballet, de una forma pretendidamente no realista, haciendo que los escenarios cobren vida, y utilizando trucos de cámara imposibles de realizar en un teatro.
Por el otro, es la secuencia más expresamente plástica del film:
Los colores tan vivos, los decorados de estilo casi abstracto, y los efectos especiales, le otorgan una cualidad onírica, que sobrepasa lo que debería ser una actuación de ballet real.
De esta forma, Powell y Pressburger, nos sumergen literalmente en la obra, pero sin justificarla como una secuencia fantástica.
Su concepción del cine, no necesita hacer distinciones en ese sentido.
¿Por qué hacer algo tan aburrido, como filmar un ballet real, pudiendo explotar todos los recursos posibles de este medio audiovisual?
¿Por qué molestarse en justificarlo, diciendo que es una fantasía de la protagonista, y más cuando para los propios Powell y Pressburger, el que una escena sea realidad o fantasía, es irrelevante?
Al igual que el personaje que representa, las zapatillas rojas tienen el poder de insuflar nueva vida a Vicky como bailarina, pero a costa de la suya propia, que no le pertenece a ella, sino a las zapatillas o, más exactamente en el caso real, a Lermontov.
Powell enfatiza esa faceta faustiana de Lermontov, caracterizándolo como un personaje misterioso, siempre oculto, u observando en la oscuridad mientras se desarrollan la obra y los ensayos.
De esta forma, la escena final, que muchos tildarían de irreal, encaja dentro de este universo.
Vicky, literalmente se ha convertido en la protagonista de “Las Zapatillas Rojas” y por ello sufre su mismo destino.
Lo que podría ser una mera metáfora forzada, al ser tratado desde el enfoque de Powell y Pressburger, cobra todo el sentido del mundo.
En definitiva, lo que consigue Powell, es que cobre sentido su idea de morir por el arte.
De todos modos, esta representación tan fantástica del argumento, no hace obviar uno de los grandes temas de la película, muy en sintonía con nuestro mundo real:
El dilema personal de Vicky, entre seguir sus ambiciones personales, o ser una leal esposa.
Cuando ella y Julian dejan la compañía de Lermontov, este último inicia una ambiciosa carrera como compositor, mientras que Vicky se ve relegada a un papel más doméstico.
Hay una escena que muestra maravillosamente esa idea:
Lermontov, lee una carta que ha escrito Vicky, a un miembro de la compañía, cuyo contenido no nos es narrado con una “voz en off”, sino únicamente con imágenes, y sin un solo diálogo:
Vicky y Julian, están en sus camas sin poder dormir; Julian se levanta, y practica en el piano del salón, la que seguramente sea una composición de su nueva obra; Vicky se levanta después, y abre un cajón donde mira sus zapatillas rojas, seguidamente acude al salón, y se sienta al lado de su marido, a darle apoyo.
La antigua estrella de ballet, ahora está relegada a ser la esposa que da apoyo a un compositor.
Todas sus ambiciones, quedan aparcadas en un cajón, como algo del pasado.
Peor el amor verdadero, el amor secreto, y amor por el arte, desembocará en la tragedia.
El éxito de The Red Shoes, se explica en diferentes niveles:
Técnicamente, los directores logran capturar la esencia narrativa de la danza, particularmente en la famosa secuencia de 14 minutos, que incluye el ballet completo, basado en el cuento de Andersen.
La bellísima fotografía a colores de Jack Cardiff, subraya el dominio técnico de los directores, y agrega un elemento, cuyas enormes posibilidades expresivas habían sido experimentadas.
El acertadísimo reparto, se mueve entre rostros habituales de The Archers, y otros desconocidos para el cinéfilo medio al pertenecer al mundo del ballet.
En la primera categoría, tenemos a los 2 protagonistas masculinos:
El joven compositor, lo encarna Marius Goring, en el papel más importante que le dieron Powell y Pressburger; pero quien destaca con luz propia sobre el resto, es sin lugar a dudas, Anton Walbrook como Boris Lermontov; en una actuación de casi un vampiro, con gafas oscuras.
La excelente definición que hicieron sus creadores del personaje, sumada a su portentosa actuación, lo convierten en una personalidad inolvidable:
Déspota y posesivo, pero al mismo tiempo entregado por completo al arte del ballet.
No se le puede calificar de antagonista, dada esa ambigüedad.
¿Cómo se le puede odiar por completo, cuando contemplamos su sincera entrega a su arte, y la forma como le tortura la traición de Vicky?
¿Quién podría considerarlo un antagonista, después de ver la profunda emoción con que se dirige al público en la última escena?
No es un déspota interesado en amasar dinero, ni engaña a Vicky; es un hombre entregado sinceramente a su arte… aunque a costa de los demás; como un Pigmalión que ha perdido su musa en manos del amor terrenal.
Para él, la entrega a la obra de arte, ya no será la misma.
Él quería “Las Zapatillas Rojas” para su Vicky Page… cuando ésta se enamora, las zapatillas pierden a su única dueña.
Aunque en realidad, lo que simbolizan esas zapatillas, es mucho más duro:
La dama que quedará exhausta, dará su último suspiro, pero las zapatillas encontrarán otra persona que las lleve.
Habrá otra bailarina que se sacrificará, tal y como quiere Lermontov, una entrega total, y por eso, a sus primeras bailarinas, y a todos los que forman parte de “su familia”, les pide que vivan únicamente para la danza y la música, para que den todo en el escenario…
No concibe combinar el arte con otra alternativa de vida, y sin embargo, el argumento adolece de ciertos prejuicios machistas:
La protagonista, se ve obligada a elegir entre el amor y el trabajo, sin punto intermedio alguno, algo que todos los protagonistas dan por bueno, y que le exigen una decisión al respecto, rotunda y definitiva.
Pero es curiosa de ver, que al final, es muy ajustada la denuncia de la presión que sufren las mujeres trabajadoras en esa época.
Otro dato a destacar, es el ballet, que fue coreografiado por Robert Helpmann, que en la película interpretó el personaje del primer bailarín del Ballet Lermontov, Ivan Boleslawsky; y bailó la parte de “el novio”, con Léonide Massine, creando su propia coreografía para su rol del “zapatero”, el entrañable Grischa Ljubov, siendo ambos, grandes figuras del mundo del ballet.
Mención aparte merece la protagonista, Moira Shearer.
Powell quedó prendado de la bailarina escocesa, pero ésta se mostró reticente en todo momento, a dejar su adorado ballet, por algo tan poco gratificante como actuar en una película.
El director, no obstante se mostró insistente, e incluso retrasó el rodaje para adaptarse al calendario de Shearer, en el cual, por supuesto, sus actuaciones como bailarina tenían prioridad.
Incluso, cuando acabó la película, y se convirtió en una estrella de la noche a la mañana, ella no pareció sentir especial interés, y no se planteó desarrollar una carrera como actriz, salvo algunas apariciones esporádicas.
La que fue descrita como ‘‘la muñeca de porcelana del ballet’’, que llegó a eclipsar a la mítica bailarina Margot Fonteyn, tras su gran éxito en ‘‘Las Zapatillas Rojas”, no se desarrolló en el cine.
A pesar de participar luego en otras películas, de nuevo a las órdenes de Michael Powell, la bailarina continuó dedicándose sobre todo a la danza.
A su lado, menor atractivo desprende el trabajo de Marius Goring, el tercero en discordia.
Powell y Pressburger, reflejan a todos sus actores, en secuencias de gran belleza, con la ayuda de una dirección de fotografía que crea unos ambientes inolvidables.
Así deslumbra esa pelirroja vestida de fiesta, con una capa que sube corriendo unas escaleras de piedra, con un hermoso fondo marino, y una banda sonora casi onírica, con una voz lírica que parece que sale del cielo; para ir terminar en un aposento, donde la anuncian que no va a una cita amorosa, sino a convertirse en la primera bailarina de una obra todavía no escrita…
O esos 2 jóvenes enamorados, que van al anochecer en una carroza con un cochero dormido… y van al lado del mar.
Mientras, el joven le dice a su amada, que desea ser mayor para contar a un joven entrevistador, que el momento más feliz de su vida, fue en algún lugar del Mediterráneo, al lado de Vicky Page.
También, filman uno de los suicidios más hermosos y tristes del cine…
No hay escena que no sea digna de ser mirada, y durante toda la película, quedan presentes esas zapatillas rojas… que pueden tener un montón de significados:
La entrega total al arte, el sacrificio del amor, la persecución de la gloria y la fama, la consecución de la libertad creadora… pero también, unas zapatillas que si se portan, o se llevan, supone un camino de dolor, sacrificio, y muerte.
Unas zapatillas rojas, que pueden finalmente llenar ellas solas un escenario…
Como dato, The Red Shoes contiene una posible inconsistencia en la historia:
Al final, cuando ella salta por el balcón y se mata, Vicky está usando las zapatillas rojas que lleva en el ballet.
La vemos usándolas, mientras se está preparando en su camerino para la apertura; antes del enfrentamiento entre Julian y Lermontov, a pesar del hecho de que en el desempeño de su personaje, no se las pone hasta en mitad del proceso del ballet; cuando “las compra”
Este problema fue discutido por Powell y Pressburger, y ha sido muy discutido desde entonces.
Powell, decidió que era artísticamente “correcto” para Vicky, que llevara las zapatillas rojas en ese momento, porque si no las lleva, se quita la ambigüedad sobre porqué murió:
Las zapatillas la llevaron a ese destino.
Una segunda lectura, salida de un segundo visionado, expone que al principio del filme, un grupo de estudiantes, entre los que se encuentra el joven compositor Julian Craster, “asalta” un teatro en el que va a tener lugar una representación del ballet Lermontov.
Al mismo tiempo que sus compañeros de butacas, discuten acerca de lo que van a ver, observamos cómo Julian se duerme, mientras comienza la función.
Al despertar, advierte que la música que está escuchando, es una composición propia, que su profesor parece haberle copiado.
La cuestión es la siguiente:
¿Y si todo lo que vemos a continuación, fuese sólo un sueño de Julian?
Eso explicaría la atmósfera onírica que envuelve buena parte del metraje…
Michael Powell y Emeric Pressburger, nos muestran en su obra definitiva, el éxtasis del arte, el momento de la creación artística, como momento mágico e igualmente misterioso, como momento fugaz de nacimiento y muerte, de liberación espiritual.
Y nos muestran momentos de catarsis artística, momentos de máximo disfrute sensorial del arte, en el que se funden todas las artes.
Otro dato destacable, es que The Red Shoes, fue la causante de que varias generaciones de niñas se hayan convertido en bailarinas, soñando con llegar algún día a los escenarios que vieron triunfar a la protagonista, Moira Shearer.
“El ballet, fue la cosa que realmente la ocupaba, la industria fílmica era como una distracción”, dijo Kennedy.
“Ella tenía mucho brío, y también era muy bella.
Se movía con una gracia maravillosa, como era de esperarse de una bailarina de ballet”, dijo a los reporteros.
En 1950, Shearer conoció en un baile de disfraces al que iba a convertirse en su marido, el escritor y periodista, Ludovic Kennedy; y 4 años después, el anuncio de su retirada, a los 28 años, para dedicarse a su familia, originó revuelo en el mundo de la danza.
La bailarina de ballet escocesa, falleció a la edad de 80 años, en un hospital de Oxford.
Muy posteriormente, debido a la aceptación obtenida por The Red Shoes, los directores, Michael Powell y Emeric Pressburger, repitieron la fórmula con “The Tales of Hoffman”, interpretada por el mismo cuarteto de bailarines, pero sin conseguir el logro obtenido anteriormente.
La música de toda la película, incluyendo el ballet, es composición original de Brian Easdale, quien dirigió la mayoría de las piezas que se escuchan, pero no el “Ballet of The Red Shoes”, conducido por Sir Thomas Beecham, quien recibió un lugar prominente en los títulos de crédito.
Originalmente en el encargo, Allan Gray fue remplazado por Brian Easdale como compositor de la banda sonora, y fue Brian ganó El Premio Oscar por su trabajo.
“Why do you want to dance?”
Considerado una de las formas de arte de baile más hermosas, el ballet requiere muchos años de estudio dedicado, y práctica.
Muchas estudiantes de ballet, sueñan con realizar el papel de bailarinas, pero solo algunas logran llegar al nivel de una compañía profesional de ballet.
Aunque es una profesión muy agotadora, y requiere de mucha dedicación, las bailarinas viven muchos beneficios en todos los aspectos de la vida.
Esos seres espigados, aparentemente frágiles, de cutis de porcelana, y cuello de cisne, esconden tras de sí, un historial de sacrificios y trabajo duro.
El ballet, tiene su propio idioma, y hablarlo con el cuerpo, no es nada sencillo.
Extraña “mezcla de monjas y boxeadores”, como las definió el genial Maurice Béjart, las bailarinas deben sumar la devoción de una beata, y la entrega de una deportista de alta competencia.
Pueden parecer regias desde la platea, pero tal vez, en ese mismo momento tienen los dedos de los pies llenos de ampollas, y les sale sangre.
Suena terrible, aunque para un bailarín, no lo es tanto.
La gente piensa que la danza es una actividad muy sana y saludable, pero el desgaste físico es enorme.
Renuncia, pasión y entrega, son denominadores comunes de una profesión que reclama condiciones artísticas y físicas extremas.
Por sus propias características, la danza clásica es una de las bellas artes en las que el cuerpo humano alcanza su máxima expresión:
Las manos deben hablar, y piernas y brazos, ser lo suficientemente flexibles para que los desplazamientos del bailarín parezcan tan sutiles y ligeros como el aire.
Trastornos alimenticios, bailarinas adultas que llegaron a pesar 39 kilos, y lesiones físicas como desgastes articulares, bursitis, y tendinitis crónica, son sólo algunas de las enfermedades que acosan a los bailarines profesionales, que pasan horas y horas ensayando.
Y eso no es todo, a las destrezas físicas, hay que añadir el talento para lidiar con un repertorio que explora emociones muy variadas:
Del amor a la muerte, de los cuentos de hadas, a los derroches de sensualidad.
Pájaros moribundos, espectros, dioses de la mitología griega, hechiceras, y demás seres sobrenaturales, pueblan el repertorio del ballet clásico romántico.
Y para ejecutar semejante sinfonía, los artistas de la danza, se valen de la mágica combinación de apenas 5 posiciones fundamentales, establecidas por Beuchamp, un coreógrafo protegido de Louis XIV, hace casi 400 años.
El ballet, tiene mucho que ver con perseguir la perfección, lograr un doble giro irreprochable, un salto sostenido en el aire, o los 33 “fouettés” impecables, que la primera bailarina debe ejecutar sólo en “Don Quijote”
Por definición, la danza clásica es un conjunto de movimientos y posiciones estilizadas que, concatenadas al ritmo de la música, llegan a expresar argumentos, estados de ánimo, o simplemente al cuerpo en movimiento; no hay profesión artística que requiera más sacrificio, más abnegación, y más entrega, que la danza clásica.
Ella exige un entrenamiento cotidiano intensivo, y un régimen de vida muy severo.
La carrera es breve, y el éxito difícil, las frustraciones numerosas, y el medio cruel.
Entonces:
¿Por qué esta obstinación?
¿Por qué este fervor por ejercer esta profesión?
Pues porque siempre está la esperanza de la consagración, de poder adquirir la técnica suficiente.
Porque con la técnica, se logran milagrosos momentos de expansión total, cuando gracias al virtuosismo alcanzado, el peso del cuerpo es vencido, y las leyes del equilibrio desafiadas; y después de horas de esfuerzo y trabajo, las dificultades se desvanecen.
Cuando se haya alcanzado la técnica perfecta, se habrá ganado la batalla contra sí mismo.
Pero más allá está el medio de expresión, que hace sentir la emoción a otros seres a través del gesto, de la plástica, de la expresión de un cuerpo, desde los pies hasta la leve crispación de los labios.
Una mirada, una inclinación de cabeza, una comunicación espiritual que se logra a través del movimiento que proporciona una alegría de cualidades extrañas.
El director de cine británico, Michael Latham Powell, dijo una vez:
“Nos habían dicho durante 10 años, que debíamos ir a morir por la libertad y la democracia, por esto y aquello, y ahora que la guerra se había terminado, The Red Shoes nos dijo que debíamos morir por el arte”
“The music is all that matters.
Nothing but the music”
El ballet clásico, es el más formal dentro de los estilos de ballet, y adhiere a la técnica tradicional de ballet.
Hay variaciones según el lugar de origen, como el ballet ruso, el ballet francés, o el ballet italiano.
Entre sus características distintivas, están el uso de las puntas, sus gráciles, sus fluidos y precisos movimientos, y sus cualidades etéreas.
El ballet, del italiano “balletto”, diminutivo de “ballo”, que significa “baile”, reconocido por La RAE como voz francesa, danza académica o danza clásica, es una forma concreta de danza, y también el nombre de la técnica correspondiente.
Según las épocas, los países o las corrientes y el espectáculo, esta expresión artística puede incluir:
Danza, mímica, y teatro, de orquesta y coral; personas y maquinaria.
En especial, el ballet clásico, o danza clásica, es una forma de danza, cuyos movimientos se basan en el control total y absoluto del cuerpo, el cual se debe enseñar desde temprana edad.
Se recomienda iniciar los estudios de esta danza clásica, a los 6 o 7 años, ya que el ballet es una disciplina que requiere concentración y capacidad para el esfuerzo, como actitud y forma de vida.
A diferencia de otras danzas, en el ballet, cada paso está codificado; y participan invariablemente:
Las manos, brazos, tronco, cabeza, pies, rodillas, todo el cuerpo, en una conjunción simultánea de dinámica muscular y mental, que debe expresarse en total armonía de movimientos.
También, se utiliza el término “ballet”, para designar una pieza musical compuesta, a propósito, para ser interpretada por medio de la danza.
El ballet, es una de las artes escénicas, y existe en tanto pieza autónoma, como parte en las escenas de una ópera, o de una obra de teatro, a modo de divertimento.
Las puntas, son zapatillas especiales que las bailarinas adquieren cuando poseen la fuerza requerida en los músculos del pie y la pantorrilla.
Al principio de este proceso, las bailarinas sufren de un intenso dolor en los dedos y articulaciones, pero con los años, van adquiriendo mayor fuerza y conocimientos que hacen que sus pies sufran cada vez menos.
La primera bailarina en subirse a la punta de los pies, fue Marie Taglioni en el ballet “La Sílfide”, en esa ocasión, su padre la creo para ella.
El uso de las puntas de ballet en las estudiantes, está programado hacia el final del primer año de ballet, cuando la musculatura ya se encuentra preparada.
Los ejercicios en esta etapa, son muy básicos, limitándose a elevarse en las puntas sobre los 2 pies, y siempre con la ayuda de la barra.
Después, ya empiezan a hacer pasos más complejos, como piruetas y saltos sobre las puntas.
El objetivo de las zapatillas de puntas, es proporcionar una apariencia ligera y estilizada de la bailarina durante la representación, que parezca levitar sobre el suelo, o que no haga ruido al caer tras un salto.
Existen diferentes tipos de zapatillas de punta, de diferentes lugares del mundo; las rusas y las estadounidenses son las principales.
Cada zapatilla, se adapta a las distintas necesidades y capacidades de las bailarinas; por el ejemplo, el arco, la fuerza del empeine, etc.
Así las cosa, el ballet inspiró a otras artes, como “De Røde Skoe” o “Las Zapatillas Rojas”; un cuento de hadas del escritor y poeta danés, Hans Christian Andersen, que narra la historia de una niña tan pobre, que ni siquiera podía comprar zapatos, y por eso andaba siempre descalza.
Su madre murió, y una anciana, apiadándose de ella, la tomó a su cargo.
Y así llegó el día, en el que debía hacer la confirmación, y le compró unas zapatillas rojas de las que se había encaprichado.
Eran muy bonitas, pero guardaban una sorpresa:
Desde que se las puso, no podía dejar de bailar.
Lo que en principio podría parecer fascinante, pronto se convirtió en una tortura, que sólo terminó con la intervención de la misericordia de Dios.
El cuento, fue publicado por primera vez, el 7 de abril de 1845, por C.A. Reitzel en Copenhague en la colección “Nuevos cuentos de hadas”, Primer Tomo, Tercera Colección
“You cannot have it both ways.
A dancer who relies upon the doubtful comforts of human love can never be a great dancer.
Never”
The Red Shoes es un musical del año 1948, escrita y dirigido por Michael Powell y Emeric Pressburger.
Protagonizado por Anton Walbrook, Moira Shearer, Marius Goring, Léonide Massine, Albert Basserman, Robert Helpmann, Esmond Knight, Frederick Ashton, Ludmilla Tcherina, entre otros.
Obtuvo 2 premios Oscar:
Mejor Dirección Artística/Color y Banda Sonora; siendo nominada a mejor película, guión y edición.
The Red Shoes, utiliza el recurso del relato dentro del relato, y trata la historia de una joven bailarina, que se suma a una compañía consolidada, y se convierte rápidamente en “prima ballerina” en un nuevo ballet llamado “The Red Shoes”, basado en el cuento “De Røde Skoe” o “Las Zapatillas Rojas” de Hans Christian Andersen:
“Érase una niña que deseaba unas zapatillas rojas para ir a un baile.
Cuando por fin las consiguió, bailó hasta agotarse, y descubrió que las zapatillas rojas no querían dejar de bailar...”
El guión, fue escrito originariamente por Emeric Pressburger en 1937, para Alexander Korda; y en 1947, Powell y Emeric, adquieren los derechos sobre el mismo, lo rehacen, y amplían con la colaboración de Brian Keith.
Aunque está lejanamente basada en el cuento de Andersen, se ha dicho que la historia fue inspirada por el encuentro en la vida real, entre Sergei Pavlovich Diaghilev, un empresario ruso fundador de los Ballets Rusos, una compañía de la que surgirían muchos bailarines y coreógrafos famosos; y la bailarina británica Diana Gould.
Diaghilev, le pidió a Diana que se uniera a su compañía, pero él murió antes de que ella pudiera hacerlo.
Más tarde, Diana Gould se convertiría en la segunda esposa del célebre violinista y director de orquesta, Yehudi Menuhin.
Diaghilev era abiertamente homosexual, y tuvo relaciones, a menudo tempestuosas, con:
Serge Lifar, Leonid Miasin, Anton Dolin, y Boris Kojnoo Vaslav Nijinski, esta última fue la más conocida.
Por su parte, del reparto, Robert Helpmann, Léonide Massine, y Ludmilla Tcherina, eran nombres reconocidos del mundo del ballet, así como Esmond Knight y Albert Basserman.
La música original, fue compuesta por Brian Easdale.
En lo técnico, el reconocido uso creativo del Tecnicolor, fue obra de la dirección de fotografía de Jack Cardiff.
Y posteriormente, cineastas como Brian DePalma o Martin Scorsese, la han incluido entre sus películas favoritas.
En una ocasión, Scorsese afirmó sobre ella:
“Es la película que llevo en mi corazón.
Continúa dándome la energía para seguir adelante”
The Red Shoes se rueda en escenarios reales de Londres, Royal Opera House, The Mercury Theatre; en Paris, Opera National de Paris, la estación ferrocarril de Lyon; en Gers, La Villa Leopolda, en Francia; y Mónaco en el Hotel de Paris, la estación ferroviaria de Montecarlo; y en los platós de Pinewood Studios en Buckinghamshire; y presenta al mundo del ballet y del teatro, visto desde su interior, con propósitos que parecen dignos de un documental.
De tal manera que presta atención especial al colosal esfuerzo individual y colectivo que exige la representación de una obra sobre las tablas, aunque tienda a pasar desapercibido; y le sirve una atractiva aproximación del ballet al público en general, y por ello, destila y contagia afición al ballet, a la música, al teatro, al cine y al arte en general.
La acción dramática tiene lugar en Mónaco, Londres, y Paris, entre 1947 y 1948, durante el reinado de Louis II de Mónaco.
Victoria “Vicky” Page (Moira Shearer), es una talentosa bailarina que entra a formar parte de una gran compañía de ballet, dirigida por Boris Lermontov (Anton Walbrook), un empresario exigente y apasionado de la danza.
Allí conoce a Julian Craster (Marius Goring), el joven compositor del que se enamora; y que concibe para ella, la música del ballet “Las Zapatillas Rojas”, inspirado en el cuento de hadas clásico de Hans Christian Andersen.
Ante los celos que esta relación provoca en Boris, pronto Victoria se verá obligada a elegir entre su amor por el arte, o su amor por Julian.
El argumento del ballet que da título a la película, es la historia de un maligno vendedor de zapatos, que le da un par de zapatillas rojas a la muchacha, quien no puede parar de bailar, sin importar los esfuerzos que haga.
Su larga y fatigosa danza, culmina con la muerte, pero no sin que antes el vendedor recupere los zapatos, para entregárselos a alguna otra desdichada.
El ballet sigue más o menos la historia de Andersen en la que se basa.
Desde el primer día en que se estrena la obra-filmada en una increíble secuencia de 15 minutos, “Las Zapatillas Rojas” se convierte en todo un éxito, y Victoria en una estrella.
Sin embargo, Boris, quien está secretamente enamorado de Victoria, descubre la relación amorosa entre Julian y Victoria y, en un ataque de furia, obliga a Julian a abandonar la compañía de ballet; pero Victoria le acompaña.
Como Boris es el dueño de los derechos de “Las Zapatillas Rojas”, éste le prohíbe a Victoria bailar en dicha obra, y le hace imposible conseguir empleo.
El tiempo pasa, y Julian y Victoria viven felizmente casados...
Las composiciones de Julian lo han convertido en un fenómeno internacional.
Un buen día, en que Victoria llega a París, al bajarse del tren, se encuentra con Boris, quien le implora que baile una vez más “Las Zapatillas Rojas” en Mónaco.
Victoria accede; y Julian cancela un compromiso en Londres, para viajar a Monte Carlo, y persuadir a su esposa de que no lo haga.
A pesar de su insistencia, Victoria decide presentar la obra… con un trágico desenlace, ya que “las zapatillas están hechizadas”, y Victoria muere “al no poder dejar de bailar”
Lejos de ser una película únicamente sobre ballet, The Red Shoes es una de los mayores alegatos a favor del cine en color, sonido, movimiento y actores, se conjugan para crear una forma de arte pura y dura.
The Red Shoes, que se basó en el cuento de Hans Christian Andersen, fue elogiado por su uso del color, y por la forma en que ofreció un vistazo íntimo de la vida tras bambalinas de los bailarines; pero el tema más importante para Powell y Pressburger es la devoción al arte, el arte como forma de vida, e incluso como religión.
Y uno no suele estar dispuesto a hacer muchas bromas con su religión, en este caso, el cine.
Vista ahora, uno entiende que The Red Shoes tuvo que significar toda una revolución en el género del musical; porque es una película hecha fuera de Hollywood, que a pesar de todo, debió de influir directamente en el cine de los años 1950; que no habrían sido lo mismo, sin la existencia de esta producción.
“Don't forget, a great impression of simplicity can only be achieved by great agony of body and spirit”
Si el cine es sueño, o simplemente magia, The Red Shoes debe ser considerada como uno de los máximos exponentes del arte cinematográfico.
Nunca una película sobre el mundo del ballet, llegó tan lejos en su asombrosa mezcla de melodrama romántico, musical, y fantasía; y supuso la culminación artística del fascinante binomio que, entre 1942 y 1957, conformaron los realizadores, Michael Powell y Emeric Pressburger.
Su influencia en los musicales que Hollywood, concibió durante la década de los 50 y en otras obras posteriores de temática similar, ha resultado indiscutible, consagrándose como uno de los grandes clásicos del cine británico de todos los tiempos.
Michael Powell, entendía el cine como una forma de arte total, en que se pudieran combinar elementos de otras disciplinas artísticas; por ello, cuando se asoció con el guionista, Emeric Pressburger en los años 40, crearon una compañía en que se rodearon de un elenco de profesionales que fueran los mejores en sus respectivos campos.
Bajo el nombre de The Archers, produjeron una serie de films magníficos, con un estilo propio, que los hace sumamente especiales.
Formado en el cine mudo, Powell le otorgaba una gran importancia a elementos plásticos del cine como el color, los decorados, o la iluminación.
Su tratamiento de estos detalles, acabó dando forma a una estética fácilmente reconocible, especialmente en los films que rodó en Tecnicolor, junto al director de fotografía, Jack Cardiff.
El director británico, entendía el uso del color, no de una forma realista, sino expresiva; no como una forma de fotografiar la realidad, sino como un artista que pinta un cuadro.
Esta tendencia expresiva, venía íntimamente ligada con una de sus temáticas predilectas:
La confusión entre fantasía y realidad.
Como dato, Jack Cardiff, manipuló deliberadamente la velocidad de la cámara durante el ballet, para crear el efecto de que los bailarines podían flotar, sin necesidad de flashes, paranoias, y perturbaciones forzadas.
A veces, es una idea que se expone de forma sutil con pequeños detalles que chocan contra la lógica normal de una producción fílmica; pero aquí, el aspecto visual es fascinante en su concepción; tan sólo el ballet representado del título, ofrece un montaje onírico mediante imágenes superpuestas, y efectos especiales realmente mágicos para la época, con una labor fotográfica y artística de toda la obra, digna de alabanza; que produce sensaciones verdaderamente asombrosas en la visión de cada fotograma, aunado a la hermosa música que la acompaña.
Así, The Red Shoes, es un filme, en que fantasía y realidad, finalmente se entremezclan, haciendo imposible distinguir la una de la otra; tanto que ha sido considerada, como el más ingenioso y elaborado musical jamás filmado.
Es posible que en la actualidad, estos adjetivos parezcan un poco exagerados, pero conviene recordar, que antes de su estreno, eran pocos los musicales que se habían atrevido a explorar las complejas posibilidades expresivas de la danza, en favor de la narrativa fílmica.
A diferencia de los taconeos simétricos de los musicales de Berkeley; Powell y Pressburger apostaron por el ballet clásico, en su acepción más rigurosa.
El resultado, es un verdadero festín para los sentidos, alejado de las visiones limitadas, que califican a la danza clásica, como una forma de expresión anticuada.
Desde la primera secuencia de The Red Shoes, ya sabemos que nos encontramos ante una historia que es narrada cinematográficamente.
Y esa primera secuencia, ya atrapa; presenta al trío protagonista.
Una puerta cerrada, y unas escaleras; 2 hombres que no pueden contener la avalancha que se avecina; y una voz que ordena que se abran.
Son jóvenes que corren por las escaleras, y un cartel que explica que nos encontramos en las entrañas de un teatro, donde se va representar un ballet.
Son jóvenes estudiantes, futuros músicos y bailarines, que van al gallinero del teatro para disfrutar de la representación.
Y también hablan y discuten, desde arriba, donde lo observan todo:
Los palcos, las butacas del patio, la orquesta, y el escenario…
Ahí se sienta el futuro y brillante compositor, Julian Craster, que sufrirá su primer desengaño en el mundo de la música.
En un principio, los alumnos felices, miran con admiración el palco donde se encuentra su maestro de música, y el distante y ambicioso Boris Lermontov, director de la compañía de ballet.
Y en otro palco se encuentra una rica mecenas con su sobrina, que sueña con ser una bailarina de prestigio, Vicky Page, que se encuentra ensimismada y emocionada con lo que está viendo en el escenario.
Mientras, la mecenas trata de atraer a su terreno al palco de tan ilustres señores, quiere hacer una presentación oficial de su sobrina.
La historia juega por un lado, con el mito de Fausto, y por el otro, con una historia que debe ser representada en forma de ballet, y que acaba teniendo su equivalente en la vida real.
Boris Lermontov, el dueño de una afamada compañía de ballet, hace el rol de Mefisto, ofreciendo a la bailarina Vicky Page, el papel protagonista de su obra, “Las Zapatillas Rojas”; a cambio, debe entregarse en cuerpo y alma a su arte, renunciando al amor y al matrimonio.
Pero la joven se ha enamorado del compositor de la música del ballet, Julian Craster, y por supuesto, Lermontov/Mefisto, no consentirá este incumplimiento del trato.
La célebre secuencia en que se representa la obra de ballet, supone el momento cumbre del film, en varios sentidos.
La típica historia del triángulo amoroso, y de los sacrificios de la fama, gana en matices gracias a unas simples zapatillas rojas.
Por ello, la idea central viene dada por la concepción del propio Lermontov, sobre la dedicación absoluta del artista al arte, que es la concepción de los directores y de su propia creación.
Por eso explica, cómo las zapatillas rojas confeccionadas por el zapatero Ljubov, en virtud de un extraño encantamiento o hechizo, obligan a la muchacha que las calza, a bailar sin descanso, día y noche, sola y acompañada, hasta desfallecer.
El zapatero, misteriosamente informado, posiblemente por un personaje diabólico, acude a recoger las zapatillas encantadas, que entregará a otra bailarina…
Por un lado, es donde la confusión entre ficción y realidad se hace más patente, ya que Powell filma la larga obra de ballet, de una forma pretendidamente no realista, haciendo que los escenarios cobren vida, y utilizando trucos de cámara imposibles de realizar en un teatro.
Por el otro, es la secuencia más expresamente plástica del film:
Los colores tan vivos, los decorados de estilo casi abstracto, y los efectos especiales, le otorgan una cualidad onírica, que sobrepasa lo que debería ser una actuación de ballet real.
De esta forma, Powell y Pressburger, nos sumergen literalmente en la obra, pero sin justificarla como una secuencia fantástica.
Su concepción del cine, no necesita hacer distinciones en ese sentido.
¿Por qué hacer algo tan aburrido, como filmar un ballet real, pudiendo explotar todos los recursos posibles de este medio audiovisual?
¿Por qué molestarse en justificarlo, diciendo que es una fantasía de la protagonista, y más cuando para los propios Powell y Pressburger, el que una escena sea realidad o fantasía, es irrelevante?
Al igual que el personaje que representa, las zapatillas rojas tienen el poder de insuflar nueva vida a Vicky como bailarina, pero a costa de la suya propia, que no le pertenece a ella, sino a las zapatillas o, más exactamente en el caso real, a Lermontov.
Powell enfatiza esa faceta faustiana de Lermontov, caracterizándolo como un personaje misterioso, siempre oculto, u observando en la oscuridad mientras se desarrollan la obra y los ensayos.
De esta forma, la escena final, que muchos tildarían de irreal, encaja dentro de este universo.
Vicky, literalmente se ha convertido en la protagonista de “Las Zapatillas Rojas” y por ello sufre su mismo destino.
Lo que podría ser una mera metáfora forzada, al ser tratado desde el enfoque de Powell y Pressburger, cobra todo el sentido del mundo.
En definitiva, lo que consigue Powell, es que cobre sentido su idea de morir por el arte.
De todos modos, esta representación tan fantástica del argumento, no hace obviar uno de los grandes temas de la película, muy en sintonía con nuestro mundo real:
El dilema personal de Vicky, entre seguir sus ambiciones personales, o ser una leal esposa.
Cuando ella y Julian dejan la compañía de Lermontov, este último inicia una ambiciosa carrera como compositor, mientras que Vicky se ve relegada a un papel más doméstico.
Hay una escena que muestra maravillosamente esa idea:
Lermontov, lee una carta que ha escrito Vicky, a un miembro de la compañía, cuyo contenido no nos es narrado con una “voz en off”, sino únicamente con imágenes, y sin un solo diálogo:
Vicky y Julian, están en sus camas sin poder dormir; Julian se levanta, y practica en el piano del salón, la que seguramente sea una composición de su nueva obra; Vicky se levanta después, y abre un cajón donde mira sus zapatillas rojas, seguidamente acude al salón, y se sienta al lado de su marido, a darle apoyo.
La antigua estrella de ballet, ahora está relegada a ser la esposa que da apoyo a un compositor.
Todas sus ambiciones, quedan aparcadas en un cajón, como algo del pasado.
Peor el amor verdadero, el amor secreto, y amor por el arte, desembocará en la tragedia.
El éxito de The Red Shoes, se explica en diferentes niveles:
Técnicamente, los directores logran capturar la esencia narrativa de la danza, particularmente en la famosa secuencia de 14 minutos, que incluye el ballet completo, basado en el cuento de Andersen.
La bellísima fotografía a colores de Jack Cardiff, subraya el dominio técnico de los directores, y agrega un elemento, cuyas enormes posibilidades expresivas habían sido experimentadas.
El acertadísimo reparto, se mueve entre rostros habituales de The Archers, y otros desconocidos para el cinéfilo medio al pertenecer al mundo del ballet.
En la primera categoría, tenemos a los 2 protagonistas masculinos:
El joven compositor, lo encarna Marius Goring, en el papel más importante que le dieron Powell y Pressburger; pero quien destaca con luz propia sobre el resto, es sin lugar a dudas, Anton Walbrook como Boris Lermontov; en una actuación de casi un vampiro, con gafas oscuras.
La excelente definición que hicieron sus creadores del personaje, sumada a su portentosa actuación, lo convierten en una personalidad inolvidable:
Déspota y posesivo, pero al mismo tiempo entregado por completo al arte del ballet.
No se le puede calificar de antagonista, dada esa ambigüedad.
¿Cómo se le puede odiar por completo, cuando contemplamos su sincera entrega a su arte, y la forma como le tortura la traición de Vicky?
¿Quién podría considerarlo un antagonista, después de ver la profunda emoción con que se dirige al público en la última escena?
No es un déspota interesado en amasar dinero, ni engaña a Vicky; es un hombre entregado sinceramente a su arte… aunque a costa de los demás; como un Pigmalión que ha perdido su musa en manos del amor terrenal.
Para él, la entrega a la obra de arte, ya no será la misma.
Él quería “Las Zapatillas Rojas” para su Vicky Page… cuando ésta se enamora, las zapatillas pierden a su única dueña.
Aunque en realidad, lo que simbolizan esas zapatillas, es mucho más duro:
La dama que quedará exhausta, dará su último suspiro, pero las zapatillas encontrarán otra persona que las lleve.
Habrá otra bailarina que se sacrificará, tal y como quiere Lermontov, una entrega total, y por eso, a sus primeras bailarinas, y a todos los que forman parte de “su familia”, les pide que vivan únicamente para la danza y la música, para que den todo en el escenario…
No concibe combinar el arte con otra alternativa de vida, y sin embargo, el argumento adolece de ciertos prejuicios machistas:
La protagonista, se ve obligada a elegir entre el amor y el trabajo, sin punto intermedio alguno, algo que todos los protagonistas dan por bueno, y que le exigen una decisión al respecto, rotunda y definitiva.
Pero es curiosa de ver, que al final, es muy ajustada la denuncia de la presión que sufren las mujeres trabajadoras en esa época.
Otro dato a destacar, es el ballet, que fue coreografiado por Robert Helpmann, que en la película interpretó el personaje del primer bailarín del Ballet Lermontov, Ivan Boleslawsky; y bailó la parte de “el novio”, con Léonide Massine, creando su propia coreografía para su rol del “zapatero”, el entrañable Grischa Ljubov, siendo ambos, grandes figuras del mundo del ballet.
Mención aparte merece la protagonista, Moira Shearer.
Powell quedó prendado de la bailarina escocesa, pero ésta se mostró reticente en todo momento, a dejar su adorado ballet, por algo tan poco gratificante como actuar en una película.
El director, no obstante se mostró insistente, e incluso retrasó el rodaje para adaptarse al calendario de Shearer, en el cual, por supuesto, sus actuaciones como bailarina tenían prioridad.
Incluso, cuando acabó la película, y se convirtió en una estrella de la noche a la mañana, ella no pareció sentir especial interés, y no se planteó desarrollar una carrera como actriz, salvo algunas apariciones esporádicas.
La que fue descrita como ‘‘la muñeca de porcelana del ballet’’, que llegó a eclipsar a la mítica bailarina Margot Fonteyn, tras su gran éxito en ‘‘Las Zapatillas Rojas”, no se desarrolló en el cine.
A pesar de participar luego en otras películas, de nuevo a las órdenes de Michael Powell, la bailarina continuó dedicándose sobre todo a la danza.
A su lado, menor atractivo desprende el trabajo de Marius Goring, el tercero en discordia.
Powell y Pressburger, reflejan a todos sus actores, en secuencias de gran belleza, con la ayuda de una dirección de fotografía que crea unos ambientes inolvidables.
Así deslumbra esa pelirroja vestida de fiesta, con una capa que sube corriendo unas escaleras de piedra, con un hermoso fondo marino, y una banda sonora casi onírica, con una voz lírica que parece que sale del cielo; para ir terminar en un aposento, donde la anuncian que no va a una cita amorosa, sino a convertirse en la primera bailarina de una obra todavía no escrita…
O esos 2 jóvenes enamorados, que van al anochecer en una carroza con un cochero dormido… y van al lado del mar.
Mientras, el joven le dice a su amada, que desea ser mayor para contar a un joven entrevistador, que el momento más feliz de su vida, fue en algún lugar del Mediterráneo, al lado de Vicky Page.
También, filman uno de los suicidios más hermosos y tristes del cine…
No hay escena que no sea digna de ser mirada, y durante toda la película, quedan presentes esas zapatillas rojas… que pueden tener un montón de significados:
La entrega total al arte, el sacrificio del amor, la persecución de la gloria y la fama, la consecución de la libertad creadora… pero también, unas zapatillas que si se portan, o se llevan, supone un camino de dolor, sacrificio, y muerte.
Unas zapatillas rojas, que pueden finalmente llenar ellas solas un escenario…
Como dato, The Red Shoes contiene una posible inconsistencia en la historia:
Al final, cuando ella salta por el balcón y se mata, Vicky está usando las zapatillas rojas que lleva en el ballet.
La vemos usándolas, mientras se está preparando en su camerino para la apertura; antes del enfrentamiento entre Julian y Lermontov, a pesar del hecho de que en el desempeño de su personaje, no se las pone hasta en mitad del proceso del ballet; cuando “las compra”
Este problema fue discutido por Powell y Pressburger, y ha sido muy discutido desde entonces.
Powell, decidió que era artísticamente “correcto” para Vicky, que llevara las zapatillas rojas en ese momento, porque si no las lleva, se quita la ambigüedad sobre porqué murió:
Las zapatillas la llevaron a ese destino.
Una segunda lectura, salida de un segundo visionado, expone que al principio del filme, un grupo de estudiantes, entre los que se encuentra el joven compositor Julian Craster, “asalta” un teatro en el que va a tener lugar una representación del ballet Lermontov.
Al mismo tiempo que sus compañeros de butacas, discuten acerca de lo que van a ver, observamos cómo Julian se duerme, mientras comienza la función.
Al despertar, advierte que la música que está escuchando, es una composición propia, que su profesor parece haberle copiado.
La cuestión es la siguiente:
¿Y si todo lo que vemos a continuación, fuese sólo un sueño de Julian?
Eso explicaría la atmósfera onírica que envuelve buena parte del metraje…
Michael Powell y Emeric Pressburger, nos muestran en su obra definitiva, el éxtasis del arte, el momento de la creación artística, como momento mágico e igualmente misterioso, como momento fugaz de nacimiento y muerte, de liberación espiritual.
Y nos muestran momentos de catarsis artística, momentos de máximo disfrute sensorial del arte, en el que se funden todas las artes.
Otro dato destacable, es que The Red Shoes, fue la causante de que varias generaciones de niñas se hayan convertido en bailarinas, soñando con llegar algún día a los escenarios que vieron triunfar a la protagonista, Moira Shearer.
“El ballet, fue la cosa que realmente la ocupaba, la industria fílmica era como una distracción”, dijo Kennedy.
“Ella tenía mucho brío, y también era muy bella.
Se movía con una gracia maravillosa, como era de esperarse de una bailarina de ballet”, dijo a los reporteros.
En 1950, Shearer conoció en un baile de disfraces al que iba a convertirse en su marido, el escritor y periodista, Ludovic Kennedy; y 4 años después, el anuncio de su retirada, a los 28 años, para dedicarse a su familia, originó revuelo en el mundo de la danza.
La bailarina de ballet escocesa, falleció a la edad de 80 años, en un hospital de Oxford.
Muy posteriormente, debido a la aceptación obtenida por The Red Shoes, los directores, Michael Powell y Emeric Pressburger, repitieron la fórmula con “The Tales of Hoffman”, interpretada por el mismo cuarteto de bailarines, pero sin conseguir el logro obtenido anteriormente.
La música de toda la película, incluyendo el ballet, es composición original de Brian Easdale, quien dirigió la mayoría de las piezas que se escuchan, pero no el “Ballet of The Red Shoes”, conducido por Sir Thomas Beecham, quien recibió un lugar prominente en los títulos de crédito.
Originalmente en el encargo, Allan Gray fue remplazado por Brian Easdale como compositor de la banda sonora, y fue Brian ganó El Premio Oscar por su trabajo.
“Why do you want to dance?”
Considerado una de las formas de arte de baile más hermosas, el ballet requiere muchos años de estudio dedicado, y práctica.
Muchas estudiantes de ballet, sueñan con realizar el papel de bailarinas, pero solo algunas logran llegar al nivel de una compañía profesional de ballet.
Aunque es una profesión muy agotadora, y requiere de mucha dedicación, las bailarinas viven muchos beneficios en todos los aspectos de la vida.
Esos seres espigados, aparentemente frágiles, de cutis de porcelana, y cuello de cisne, esconden tras de sí, un historial de sacrificios y trabajo duro.
El ballet, tiene su propio idioma, y hablarlo con el cuerpo, no es nada sencillo.
Extraña “mezcla de monjas y boxeadores”, como las definió el genial Maurice Béjart, las bailarinas deben sumar la devoción de una beata, y la entrega de una deportista de alta competencia.
Pueden parecer regias desde la platea, pero tal vez, en ese mismo momento tienen los dedos de los pies llenos de ampollas, y les sale sangre.
Suena terrible, aunque para un bailarín, no lo es tanto.
La gente piensa que la danza es una actividad muy sana y saludable, pero el desgaste físico es enorme.
Renuncia, pasión y entrega, son denominadores comunes de una profesión que reclama condiciones artísticas y físicas extremas.
Por sus propias características, la danza clásica es una de las bellas artes en las que el cuerpo humano alcanza su máxima expresión:
Las manos deben hablar, y piernas y brazos, ser lo suficientemente flexibles para que los desplazamientos del bailarín parezcan tan sutiles y ligeros como el aire.
Trastornos alimenticios, bailarinas adultas que llegaron a pesar 39 kilos, y lesiones físicas como desgastes articulares, bursitis, y tendinitis crónica, son sólo algunas de las enfermedades que acosan a los bailarines profesionales, que pasan horas y horas ensayando.
Y eso no es todo, a las destrezas físicas, hay que añadir el talento para lidiar con un repertorio que explora emociones muy variadas:
Del amor a la muerte, de los cuentos de hadas, a los derroches de sensualidad.
Pájaros moribundos, espectros, dioses de la mitología griega, hechiceras, y demás seres sobrenaturales, pueblan el repertorio del ballet clásico romántico.
Y para ejecutar semejante sinfonía, los artistas de la danza, se valen de la mágica combinación de apenas 5 posiciones fundamentales, establecidas por Beuchamp, un coreógrafo protegido de Louis XIV, hace casi 400 años.
El ballet, tiene mucho que ver con perseguir la perfección, lograr un doble giro irreprochable, un salto sostenido en el aire, o los 33 “fouettés” impecables, que la primera bailarina debe ejecutar sólo en “Don Quijote”
Por definición, la danza clásica es un conjunto de movimientos y posiciones estilizadas que, concatenadas al ritmo de la música, llegan a expresar argumentos, estados de ánimo, o simplemente al cuerpo en movimiento; no hay profesión artística que requiera más sacrificio, más abnegación, y más entrega, que la danza clásica.
Ella exige un entrenamiento cotidiano intensivo, y un régimen de vida muy severo.
La carrera es breve, y el éxito difícil, las frustraciones numerosas, y el medio cruel.
Entonces:
¿Por qué esta obstinación?
¿Por qué este fervor por ejercer esta profesión?
Pues porque siempre está la esperanza de la consagración, de poder adquirir la técnica suficiente.
Porque con la técnica, se logran milagrosos momentos de expansión total, cuando gracias al virtuosismo alcanzado, el peso del cuerpo es vencido, y las leyes del equilibrio desafiadas; y después de horas de esfuerzo y trabajo, las dificultades se desvanecen.
Cuando se haya alcanzado la técnica perfecta, se habrá ganado la batalla contra sí mismo.
Pero más allá está el medio de expresión, que hace sentir la emoción a otros seres a través del gesto, de la plástica, de la expresión de un cuerpo, desde los pies hasta la leve crispación de los labios.
Una mirada, una inclinación de cabeza, una comunicación espiritual que se logra a través del movimiento que proporciona una alegría de cualidades extrañas.
El director de cine británico, Michael Latham Powell, dijo una vez:
“Nos habían dicho durante 10 años, que debíamos ir a morir por la libertad y la democracia, por esto y aquello, y ahora que la guerra se había terminado, The Red Shoes nos dijo que debíamos morir por el arte”
“The music is all that matters.
Nothing but the music”
Comentarios
Publicar un comentario