The Drop

“I had something once.
I was respected.
I was feared”

Parece ser que la corrupción no tiene patria propia.
Ese cáncer que acampa por sus anchas en nuestro tiempo, tiene muchas caras.
La mafia chechena, o “Chechenskaya mafia”, es uno de los mayores grupos étnicos del crimen organizado que operan en la antigua Unión Soviética, junto a grupos mafiosos rusos establecidos.
Desde la caída de La Unión Soviética en 1991, estos grupos han acumulado un considerable poder e influencia en todo el mundo.
Son activos en la mayoría de los sectores de la sociedad rusa.
Los criminales rusos, son también activos internacionalmente en el comercio ilegal de petróleo, tráfico de personas, narcotráfico, tráfico de armas y de materiales nucleares, y en el lavado de dinero.
La apertura del antiguo bloque soviético al mundo, y la internacionalización de su economía, también dio a la mafia rusa conexiones con otras organizaciones criminales en todo el mundo, como Los Tríadas chinos, o la siciliana Cosa Nostra.
Las conexiones con los cárteles de la droga de América Latina, permitieron a la mafia rusa, importar cocaína a su país.
Vyacheslav “Yaponchik” Ivankov, fue la primera gran figura del crimen organizado étnicamente ruso, perseguida por el gobierno de los Estados Unidos, mientras dirigía su red de extorsión de Brighton Beach en Brooklyn.
Y es que el crimen organizado ruso, se ha extendido a muchos otros países, como Israel, India, Hungría, Sudáfrica, España, y Tailandia.
En diciembre de 2009, Timur Lakhonin, Jefe de La Oficina Central Nacional de Interpol en Rusia, declaró:
“Ciertamente, hay crímenes que involucran a nuestros antiguos compatriotas en el extranjero, pero no hay datos que sugieran, que una antigua estructura organizada de grupos criminales rusos, exista en el extranjero”
Vaya usted por delante…
“There are some sins that you commit that you can't come back from, you know, no matter how hard you try.
You just can't”
The Drop es una película de acción y suspense, del año 2014, dirigida por Michaël R. Roskam.
Protagonizada por Tom Hardy, Noomi Rapace, James Gandolfini, Michael Esper, Lauren Susan, Erin Darke, Morgan Spector, Chris Sullivan, Michael Aronov, Matthias Schoenaerts, Alex Ziwak, Danny McCarthy, John Ortiz, Elizabeth Rodriguez, James Frecheville, entre otros.
El guión es de Dennis Lehane, basado en su propio relato “Animal Rescue”, incluido en el libro “Boston Noir”; que posteriormente, Lehane adaptó el guión en una novela homónima.
Los espacios de su ciudad, han servido de inspiración para los ambientes populares urbanos de sus novelas.
De ascendencia irlandesa, sus historias retratan la vida de grupos inmigrantes o marginados en Boston, a la vez que constituyen un retrato de la cultura irlandesa, resaltando el peso de la religión católica en varios de sus personajes.
El título utilizado por la cinta es distinto, pero la visión de Lehane sigue siendo la misma.
Como dato, Dennis Lehane es autor de las novelas que sirvieron como base para los filmes:
“Mystic River” (2003), “Gone Baby Gone” (2007) y “Shutter Island” (2010)
Sin embargo, esta vez, la adaptación estuvo a cargo del propio Lehane, que tomó la premisa de su cuento, y la expandió a una historia suficientemente nutrida, para dar forma a un largometraje.
Aunque la historia estaba ambientada originalmente en Boston, ciudad natal del autor, el cambio a Brooklyn no afecta el resultado de la obra, ya que sigue teniendo ese aire de autenticidad que caracteriza a los trabajos de Lehane:
Un “thriller” sosegado, que se desarrolla de modo sereno, con ramalazos de violencia, creando un clima enrarecido, triste, pesaroso, jugando con las miradas de los personajes, los silencios, los gestos, sabiendo dosificar la información, para que el espectador se sienta intrigado por las motivaciones de cada personaje, construyendo situaciones de alta tensión e intensidad.
Un relato que nos habla con habilidad, de la familia, la lealtad, la traición, la venganza, el sentimiento del deber, la redención, la integridad, etc.; y The Drop representa, la última aparición de James Gandolfini en el cine, antes de fallecer.
Aquí veremos a “2 tontos muy tontos”:
Uno, el primo listo que quiere recuperar la corona perdida, el trono que le confería su falacia de poder, necio poco atrayente de destino fácilmente venidero; y el otro, sonámbulo autista que lo ve todo, y a todo calla, pero más listo y efectivo que todos juntos.
Estamos en Brooklyn, y seguimos a Bob Saginowski (Tom Hardy), un solitario camarero que rescata a un cachorro pitbull de un cubo de basura, en la propiedad de Nadia Dunn (Noomi Rapace)
Sus problemas empiezan, cuando aparece el dueño del animal, Eric Deeds (Matthias Schoenaerts)
Bob es un hombre con problemas mentales, que además, está involucrado en una conspiración criminal que se planea en el bar en el que trabaja el camarero:
El bar trabaja con chechenos en un programa clandestino del submundo de los bares de Brooklyn, llamado “buzones de dinero”, cuyo fin es canalizar dinero en efectivo hacia gánsteres locales; y uno de los líderes de estos mafiosos es Chovka Umarov (Michael Aronov)
Bajo la pesada mano de su patrono y primo, Marvin “Marv” Stipler (James Gandolfini), Bob se ve metido en medio de un robo que sale mal, y enredado en una investigación que hurga muy hondo en el pasado de un barrio en el que amigos, familias y enemigos, trabajan juntos para ganarse la vida… cueste lo que cueste.
Otra subtrama importante, aunque menos evidente, es la de la investigación que lleva a cabo El Detective Evandro Torres (John Ortiz), respecto a un crimen sin resolver, cometido en el barrio años atrás.
Por último, y no por ello menos relevante, está la subtrama que nos remite al drama personal y familiar del personaje del primo Marv, un tipo marcado por el rencor y la desesperación.
El director, no revela todas las cartas hasta el final, suministrando la información poco a poco, de modo que el espectador sienta siempre que hay cosas que no sabe, y que están por venir.
He aquí la clave de un buen “thriller”, un film sobre mafia que no se centra en la mafia; un film que toca el crimen, pero no sobresale tampoco durante todo el metraje; toca el romance pero no empalaga, logra mantener el drama hasta llegar a un clímax tenso, que se extiende en gran forma hasta un punto altísimo; donde vemos a personajes golpeados, que actúan guiados por la desesperación o el miedo; que se encuentran en una constante lucha interna, atrapados en un ambiente que muchas veces los lleva a hacer cosas que terminan dañándolos.
“You have to be alone forever”
El belga, Michael R. Roskam, emplea un estilo sobrio al momento de narrar la historia, acorde al ambiente en el que ocurren los acontecimientos y el mundo al que pertenecen los personajes.
Hay también, un buen manejo de la tensión y la atmósfera, lo que ayuda a captar el riesgo que están corriendo los personajes, y lo que se encuentra en juego.
Esta puesta en escena, aparentemente sencilla, pero muy meticulosa y elegante, de ajustados movimientos de cámara, y excelente composición visual en formato panorámico, envuelve a los personajes, y crea el justo y mesurado clima de tensión un poco como, con un estilo más tenso, podían hacerlo en los años 50, 60 y primeros 70, los cineastas que integraron la denominada “generación de la violencia”, principalmente:
Richard Fleischer, Robert Aldrich y Don Siegel, antes que el más beligerante, Sam Fuller, o el romántico Nicholas Ray.
Siendo una película violenta, o de una violencia en progresión, esta se materializa antes en las secuencias sin acción, tiroteos o fuerza bruta.
Es más un “thriller” de tensión que de reacción, que describe tanto a algunos personajes atípicos, como el mundo de los bares de barrio neoyorquinos que sirven para las entregas de dinero mafioso; dinero blanqueado de la manera más limpia y simple posible; y se centra en el trapicheo y trasiego de dinero que se produce en algunos bares de barrio de New York.
La recaudación de determinadas actividades delictivas, en este caso, de las mafias chechenas, atrás quedaron las tan cinematográficas y tan tradicionales mafias italianas, van a parar a unos determinados buzones que se encuentran en distintos bares, repartidos por toda la ciudad, conocidos como “bar-cajas”
Uno de esos bares, es el de Marv; un bar “de toda la vida”, que cuenta con una clientela fija; que pasaría por uno más, si no fuera por la circunstancia de convertirse, cada cierto tiempo, en caja fuerte nocturna para albergar los dineros del crimen organizado.
Allí trabaja Bob, primo de Marv, que poco a poco parece ir haciéndose con las riendas del negocio.
Un buen día, cuando estaban haciendo la recaudación de la jornada, el bar de Marv, es atracado por 2 enmascarados.
Era un día normal, no en el que ejercían la otra actividad de ser depositarios de los ingresos mafiosos; pero aun así, el bar ya está controlado por los chechenos, y ese dinero, ya tenía dueño.
Y la banda criminal, exige que se reponga el dinero…
La cuestión se complica un poco, cuando Bob conoce a Nadia:
Una mujer de aparente aspecto frágil, y que está relacionada con un tipejo peligroso e inestable.
Se trata de Eric Deeds, un delincuente que alardea de haber matado a uno de los clientes del bar de Marv.
A todo esto, la policía entra en escena, al haber una denuncia por robo, sino fue porque hubo un herido, no habrían efectuado la denuncia, es la ley del hampa…
La investigación, la llevará a cargo un policía que tiene buen olfato, el detective Torres, que tendrá que escarbar mucho para poder llegar a nada, pero con la mosca detrás de la oreja...
Más que interesarse en las intrigas y las traiciones de la historia, The Drop apunta su centro de interés a los personajes, y cómo les afecta lo que están viviendo.
Recurriendo a una ambigüedad moral que impide hablar de buenos y malos a secas, el guión nos muestra los matices de los personajes que forman parte de la historia, especialmente Bob y Marv.
Este interés por los personajes, queda reforzado con lo que ocurre hacia el final, con un giro en la trama que no busca sorprender solo por sorprender, sino mostrarnos algo que no conocíamos de uno de los personajes…
El relato se sustenta sobre la cotidiana vida de Bob Saginowski, y también el papel que desempeña un perro, de los considerados de especies potencialmente peligrosas, un pitbull;  siendo precisamente esta acción, el rescate de un perrito, un cachorro maltratado y tirado en un cubo de basura, el mayor conflicto al que parece haberse enfrentado Bob, el camarero que parece algo corto de entendimiento.
Y es que Bob es un tipo tranquilo, tanto que hasta se le puede calificar de un poco retrasado; pero alberga buenos sentimientos.
Es el primero en socorrer a Rocco, el perro, cuando lo descubre en el cubo de la basura, con un golpe tremendo en la cabeza.
Para él, será toda una aventura tener que cuidar del cachorro; y para ello, le va a ayudar Nadia, la propietaria del cubo donde apareció el pequeño y amoroso pitbull.
Es lo más “maravilloso” que le sucede a su vida anodina.
Y también es él, Bob, el que guarda un sitio al fondo de la barra del bar, para una mujer muy mayor que anda por ahí desubicada y sin recursos.
Bob, parece tener una vida tranquila...
Nadia, es todo lo contrario:
Es una mujer de aparente fragilidad, huraña en el trato, e inestable.
Y el primo Marv hasta el mismo Bob, eran delincuentes, eso se intuye cuando el personaje de Gandolfini dice que él antes era temido y respetado por la gente, que cuando entraba en un lugar, todos se hacían a un lado para darle paso, y le saludaban con respeto, algo que también recalca, cuando se muestra molesto porque Bob permite que una anciana que no paga las cuentas de las bebidas, se sienta en donde antes era “el trono” de Marv en el bar.
También, hay que recordar que Bob siempre trabajo con Marv en el bar, hasta que este último lo perdió en una apuesta de un juego de la mafia.
Bob describe a su primo, como un tipo impulsivo, que tiende a hacer cosas desesperadas, sin antes pensarlas, en ese momento, el personaje de Hardy ya intuye que su primo ha hecho asaltar el bar; y después ya entra la historia de que Marv asalta y mata a un tipo, y que Bob se deshace del cadáver de forma profesional, para limpiar las pruebas.
Por último, ya queda la reflexión de Bob sobre lo que piensa de Dios, y las cosas horribles que hizo en su pasado, además de que cuando vienen los mafiosos, y le dan la noticia de que Marv “se retiró”, él lo acepta sin inmutarse, ya que considera que era algo inevitable, y no nos olvidemos del detective, que le dice que nadie sospecharía de él como asesino en forma sarcástica…
Ese es el cuadro social de una historia deprimente por la corrupción y violencia que refleja, pero sobre todo, por la tristeza y soledad de unos personajes que no consiguen escapar de un pasado fatal, que parece negarles la posibilidad de redención.
Uno de los principales puntos fuertes, son sus actuaciones, especialmente la de Tom Hardy.
Cuando Lehane supo que Bob sería interpretado por Hardy, decidió reducir sus diálogos al mínimo, ya que conocía el talento del actor, para transmitir cosas sin necesidad de decir palabra alguna; y de nuevo nos regala una magnífica actuación, muy convincente, un derroche de talento interpretando un tipo tímido al hablar, torpe en su relación con las mujeres, amable con sus clientes, y al que es habitual ver en la primera misa de la mañana.
Intuimos que arrastra un pasado oscuro, algo que terminaremos por descubrir, y que puede no gustarnos, pero que dará explicación a su carácter.
La negación de comulgar en la iglesia, resalta que no tiene la conciencia limpia, aunque es cauto para ocultar sus pecados…
El actor principal, en su forma de construir el personaje, y de hacerlo madurar, en esos minúsculos matices, deja traslucir la vida interior del fantasma urbano, desde lo mínimo de una expresividad muy controlada y ajustadísima.
Su estrategia es, la de jugar con lo imperceptible, porque aunque se presenta de una pieza, y fácilmente definible como una persona de pocas luces, bonachón e ingenuo, trasluce en pequeñísimos detalles, un fondo oculto.
Su labor es, la de hacernos sentir que lo que vemos, no se trata más que de un disfraz.
Parece ser el componente débil y sensible de un entorno duro, especialmente patente en la relación con el personaje de James Gandolfini, que actúa como su jefe.
Siempre hay algo que no encaja, y no sabemos muy bien cómo lo hace, pero nos transmite esa sugerencia, manteniendo intacta su zona de misterio, algo fundamental para el clímax basado en el “twist” y la sorpresa.
Hardy, intimista y concentrado, de deducción lenta y seca visión que compone un caminar perdido, sin rumbo, que no alivia la pesadez de espera; como un pitbull que todo lo observa, calla y otorga, que no avisa ni da opción a reaccionar, ataque mortal en el preciso momento, oportunidad de escape perdida y anulada por la propia fanfarronería de un prepotente que no conoce a su verdugo-asesino, inesperado, no ofrece mucha intriga ni impresión, ni adrenalina ni ávido sustento en sus previos, y en la mayor parte de su soso y neutro recorrido, vive exclusivamente de un despertar momentáneo, rotundo e impactante que rápidamente, con la misma fugacidad de revelada aparición, vuelve a su voluntaria somnolencia de percepción apagada.
Así, uno vive alejado de este tipo de vida, de estos barrios, uno sabe que existen las mafias como sabe que existe la corrupción porque ambas, la criminalidad y la traición, son innatas al ser humano.
Pero la frustración que uno siente viendo The Drop, orilla la irrealidad y legitima la desesperación.
¿Quién está preso?
Aquel que vive sin vivir viviendo, o aquel al que la ley encierra entre 4 paredes.
El camarero no vive, vegeta, sobrevive, y su encuentro con el sentimiento de amor a un perro, es otra metáfora manejada hábilmente por el autor.
Hardy, es como un vaso de agua que se va llenando, y finalmente se acaba desbordando, y disparando a bocajarro.
Quien diría, que el protagonista supuestamente inofensivo, es el asesino del desaparecido hará 10 años…
Lo contrario que Eric Deeds, quien va alardeando de matar a alguien que en realidad no mató.
Como un perro que solo sabe ladrar, pero no morder.
Pero que llega como “la gota” que derramó el vaso.
Igualmente hábil y talentoso, James Gandolfini, aunque su interpretación sorprende menos, pues es un registro que ya le hemos visto anteriormente, lo que no debe restarle mérito a su sólida interpretación, un hombre en otro tiempo, temido y respetado, que no lleva bien su nueva condición al servicio de la mafia.
El toque femenino, lo pone Noomi Rapace, una mujer sola y vulnerable, que parece no tener claro lo que quiere, y que también cuenta con un pasado que quiere dejar atrás.
Tampoco defrauda Matthias Schoenaerts, pero el personaje de Deeds, se siente muy dejado de lado como una “fuerza del mal”, que no es consecuente con sus acciones en general durante la historia.
Aun así, se las ingenia para ser un buen rival para Tom Hardy, que es en realidad el corazón de la película; uno muy oscuro, eso sí.
Ah, no sé cómo se me podía olvidar, el policía más tonto del mundo… o el más listo, pero:
¿Por qué calla?
¿Acaso se supone que el personaje de Hardy es un “retrasado” realmente, y por eso le ayuda?
No lo descarto, porque sobre todo, en algunas conversaciones con Nadia, puede dar esa impresión, además, Bob es un personaje introvertido y parco en palabras, del que realmente no se nos llega a contar demasiado.
O bien, es el típico personaje, aparente tranquilo por fuera, cuando en realidad es un verdadero animal por dentro, un tipo que ya está acostumbrado a ver el rostro más sanguinario de la mafia, y que está muy desensibilizado en ese aspecto.
“They never see you coming; do they Bob?”
Con The Drop estamos ante un estudio caracterológico de cierto comportamiento humano, digamos que extremo o psicopático, dentro de un ambiente marginal y mafioso, o abiertamente delictivo.
En una comunidad de los arrabales portuarios de Brooklyn, impregnado de crimen organizado, extorsión, y poco respeto por la integridad física o material, cada gesto, está encaminado a demostrar quién es el amo del cotarro, y quién debe de seguir las órdenes del capo de turno.
Aquellos que se salen del guión preestablecido, corren el riesgo de sucumbir a un ajuste de cuentas, o a tener que justificarse con dinero, dolor, o aniquilación.
Es la ley del más fuerte, del más diestro en el manejo de las armas, el expolio, y la venganza.
La sabiduría popular lo afirma:
“Perro que ladra no muerde”
Porque no se trata de alzar la voz, o de parlotear de más, o de meter bulla y llamar la atención.
Sólo se requiere un objetivo claro, voluntad de alcanzarlo, determinación en conseguirlo, contundencia al llevarlo a cabo, y pasar página.
Porque la vida no es bravuconada palabrera, sino acción.
Quien sólo amaga, está condenado al fracaso.
Limitarse a ejercer la violencia con la novia, o con el cachorro ocasional, tiene una espada de Damocles, rondándole el pescuezo.
El inexplicable instinto de supervivencia humano, tiene su origen en impulsos más propios del reino animal, que de un ser vivo supuestamente dotado de raciocinio y capacidad de evaluación de los riesgos.
Investigando en los mecanismos de defensa del extenso abanico de especies salvajes, podemos establecer innumerables paralelismos entre la respuesta del individuo a los peligros inesperados, y las reacciones defensivas del animal ante semejantes estímulos.
Una explicación de matices psicológicos, que nos lleva a comprobar una constante de comportamiento extensible a un amplio segmento de la población, basada en el mecanismo del camuflaje.
Se entiende por “camuflaje”, la estrategia biológica por imitación del entorno o desdibujando la propia forma.
Un comportamiento que extrapolado al ser humano, parece proliferar entre las personas, a la hora de conseguir adaptarse a medios sociales considerados hostiles.
Podría resumirse en una pérdida de nuestros comportamientos más personales, para sumergirnos en el colectivo, sin ser excluidos del grupo por nuestras particularidades.

“You can never change their mind”



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